domingo, 27 de diciembre de 2015

A un 2015 que se va... y a un 2016 que viene


Querido Año 2015:

No tengo muy claro cómo empezar esta carta, ya que no es lo más usual escribirle una misiva a un año concreto. Pero me he visto en la necesidad de hacerlo porque quiero compartir con los demás cómo ha sido tu paso por mi vida o, lo que es lo mismo, cómo podría resumir doce meses en una breve entrada de blog. No ha sido fácil hacer una compilación de sucesos positivos, ya que estos no han abundado a lo largo de este año. Pero voy a intentar poner en orden mis ideas y tratar de sacar una moraleja de todo lo que me ha ocurrido.

Primero, lo más importante, este año ha sido el que más he tenido que dedicar al desarrollo del Máster de Profesorado. No me voy a explayar en lo difícil que ha sido para mí, porque creo que todos lo saben de sobra, pero sí me gustaría dejar claras algunas cosas. Lo primero, que yo no quería hacer este máster porque no me sentía preparada para la carga de trabajo que suponía no sólo el estudiar otro máster que jamás me había planteado hacer, sino también el comprender que el profesor tiene que cargar sobre sus hombros la tremenda responsabilidad de impartir conocimientos a las nuevas generaciones. Ha sido un esfuerzo titánico que considero incompleto en mi caso, ya que hay muchas cosas que no he hecho bien ya fuese por ignorancia o por cansancio, por no poder dar todo lo mejor de mí (quizás la falta de entusiasmo tuviera mucho que ver). También he hecho cosas de las que me arrepiento, por las que creo que he pagado y por las que espero que no haya nuevas consecuencias. Aunque nunca se sabe...

Segundo, este año también he tenido mi primera experiencia en el mundo laboral. Sin embargo, no ha resultado todo lo bien que yo esperaba. Bien porque la carga de trabajo entre el máster y mi empleo se me hacía excesiva y de repente me vi incapaz de compaginar ambas cosas, o bien porque no me sentía cómoda en mi puesto de trabajo... lo cierto es que ha resultado ser una experiencia poco grata para mí. La sensación que todavía permanece en mí es la de decepción conmigo misma. Una decepción que me ahoga, que me afecta demasiado... Quizá ese sea el problema: El sentir demasiado. Hay quien me ha dicho que es un defecto que debo paliar. Que debo hacerme fuerte aunque sea a palos. Acostumbrarme a tragar mierda, vamos. No sé si tienen razón sobre esto, pero sólo de pensarlo me siento mal.

A lo largo de este año también he sufrido otra pérdida, que es la de mis amigas del instituto. Sin embargo, tal vez la palabra "pérdida" sea demasiado grande para utilizarla en este contexto. Desde hacía años me sentía distanciada de esas chicas que hasta hace un tiempo todavía llamaba amigas, aunque mi relación con ellas distaba mucho de la amistad. No me sentía cercana a ellas, no compartía sus sueños e ilusiones, me sentía desplazada del grupo cuando estábamos juntas... Un día, descubrí que no tenía nada que decirles y ellas no tenían nada que decirme a mí. Mi primera sensación fue la de horror, horror por ser capaz de experimentar una ruptura con quienes habían sido mis amigas. Pero después la sensación que tuve, más auténtica, fue la de alivio. Al igual que las relaciones, algunas amistades tampoco están destinadas a durar eternamente. Es una pena, pero creo que he hecho en ese sentido más esfuerzos de los que algunas personas merecían.

Hasta ahora me he centrado en las cosas malas... pero no sería justo olvidar las cosas buenas que he vivido este año. Y es que hay amistades que se van... pero otras que vienen para dejar su impronta en mi corazón. Este verano tuve el inmenso placer de conocer en persona a Fernando y a Estelwen, dos personas a las que la vida ha querido poner en mi camino para alegrarme, para animarme, para hacerme sonreír. El año 2015 será, sin duda, el año de mi viaje a Valencia, el viaje que mi corazón tanto necesitaba y que espero repetir algún día en el futuro. Y si vuelvo, me gustaría por encima de todo volver a verles y decirles que sin ellos mi existencia seguiría siendo vacía y oscura.

También puedo contar entre las cosas buenas el poder seguir contando con la gente que de verdad quiero tener en mi vida. Mi mejor amiga y mis queridas compañeras de la facultad, con las que sigo manteniendo contacto siempre que puedo, siempre estarán ahí conmigo, aquí o en el fin del mundo. No os podéis imaginar qué sensación de plenitud se experimenta cuando, al hablar con una persona a la que hace mucho tiempo que no ves, es como si el tiempo no hubiera pasado. Seguimos hablando de las mismas cosas (o de cosas nuevas), riendo por nuestros recuerdos mutuos, bromeando como antaño. Ojalá que en el año 2016 haya muchos más momentos para estar todas juntas y seguir haciendo lo que tanto nos gusta.

Voy a ir terminando esta carta, pues no quiero extenderme demasiado con la despedida. El año 2015 se termina, y yo dejo que se vaya de muy buena gana. Voy a poner todas mis expectativas en el año que entra. Voy a tratar de llevar a cabo todos los proyectos que me quedan por terminar y por los nuevos que estoy empezando: Buscar un trabajo, terminar con los trámites de publicación de mi novela, volver a sentir mi pasión por la Historia, tratar de encontrar a ese príncipe especial que está llamado a ocupar un lugar muy grande en mi corazón... Para este año, mis deseos son perder el miedo al fracaso, hacerme más fuerte, sonreír todos los días y hacer que todos los que están a mi alrededor sean felices. Quiero hacer nuevos amigos, quiero poner más empeño en todos los proyectos que emprenda, quiero seguir adelante a pesar de todo. Quiero vivir una vida más plena.

Adiós, pues, Año 2015. Adiós para siempre. De ti me voy a quedar con las cosas buenas y extraeré una lección de las cosas malas. Adiós, y llévate contigo todos mis sentimientos negativos. Voy a darle la bienvenida al 2016 con una gran sonrisa y con todas mis esperanzas renovadas. Trataré de ser mejor persona, de pedir perdón cada vez que ofenda a alguien, de aprender de mis errores, de decir lo que siento a las personas que quiero. Tal vez el 2016 tenga para mí grandes novedades: un viaje inesperado, un nuevo proyecto, un trabajo prometedor en el que me sienta feliz y a gusto... Sea lo que sea, espero y deseo que sea algo bueno para mí.

Y para vosotros también, desde luego ^^*

Adiós, Año 2015. ¡Y bienvenido seas, Año 2016!

domingo, 20 de diciembre de 2015

¡Mis favoritos de Navidad!


¡Hola a todos!

¿Qué tal estáis, mis queridos lectores y amigos? Espero que de maravilla, celebrando el inicio de las fiestas navideñas con alegría e ilusión, dejándoos llevar por la magia que estas fechas traen consigo cada año. Bien es cierto que este año parece que las cosas están siendo un poco distintas, ya que el frío característico del invierno todavía no ha llegado (aunque hay gente que piensa que esto es bueno) y también porque, como ya he contado en mi artículo anterior, parece ser que el ansia por erradicar las fiestas navideñas empieza a tomar un cariz que roza lo ridículo.

Pero, ¿sabéis qué? Eso nunca me ha detenido a la hora de recibir con alegría la Navidad. Hace unos años, cuando estaba pasando por una época un poco oscura, la Navidad me parecía algo estúpido, como si fuera una cosa inventada para obligarnos a todos a ser felices o, por lo menos, a poner buena cara para que todos viésemos lo contentos que estábamos por la Navidad. Pero el tiempo es sabio y hace ver las cosas de otra manera, y eso fue lo que me pasó a mí. Aunque mis no creencias implican que no voy a celebrar la Navidad en un sentido religioso, con los años he descubierto que la Navidad encierra algo más hermoso e importante para mí: Recuerdos. Buenos recuerdos de ayer y de hoy, de la gente que me rodea, de quienes estuvieron aquí y hoy ya no están, de gente que viene y se va, de risas y llantos, de luces y veladas que deseaba que nunca terminasen.

Este verano colgué aquí una entrada sobre mis cosas favoritas del verano; he pensado que estaría bien hacer lo propio con la Navidad, con lo que toca al invierno pero en una determinada época del año. Como en mi otra entrada, vuelve a ser una lista personal, con elementos que para mí son muy familiares en Navidad, pero que para otros puede no ser así.

Aquí están mis favoritos de Navidad:



1) El árbol de Navidad




Por supuesto, no podía faltar este clásico navideño. Es algo casi obligatorio el poner el arbolito en nuestras casas, decorado con bolas de mil colores o con kilos y kilos de purpurina. Cuando era pequeña me gustaba mucho poner el árbol (eso hasta que mis padres trajeron un año un acebo de verdad, que odiaba porque me pinchaba cada vez que tropezaba con él). En mi casa siempre se ha puesto el árbol de Navidad, sin faltar ni un solo año. Otros elementos decorativos han desaparecido de mi casa con el tiempo, pero el árbol siempre ha estado ahí. Una de las cosas que más me gusta de los árboles de Navidad es que estén llenos de lucecitas parpadeantes. Si son de colores, mejor ^^*.



2) El Señor de los Anillos




Sí, así es. Pocas cosas me recuerdan más a la Navidad que El Señor de los Anillos, la impresionante trilogía escrita por Tolkien y que más tarde fue llevada al cine de manera magistral por Peter Jackson. ¿Por qué me recuerda a la Navidad? Bueno, estoy segura de que pensaréis en lo más obvio: Las tres películas se estrenaron en plenas vacaciones de Navidad. Pero también fue en esta época cuando vi por primera vez la primera película de El Señor de los Anillos, la de Ralph Bakshi, que mezclaba dibujos animados con personas de carne y hueso. Me impactó mucho cuando la vi, porque la primera escena que me tocó ver fue la del troll de las cavernas clavándole una lanza a Frodo en el pecho. Para una cría de diez años eso es un WTF en toda regla, pero seguí viéndola porque me resultaba fascinante. Y supongo que algo de El Señor de los Anillos debió de quedárseme dentro, porque años después me pillé de la biblioteca la trilogía de Tolkien y me la leí durante las vacaciones de Navidad.



3) Adornos para el pelo




Siendo como soy una persona a la que le encanta ponerse sombreros, diademas, coleteros y florecitas, pues os podréis imaginar que en navidades no falta un pequeño surtido de adornos para lucir en la cabeza. Ahí están mis gorros de Papá Noel, mi diadema de cuernos de reno, mis coleteros de cascabeles y mis flores de Pascua, que luzco todos los años sin asomo alguno de ridículo. Sí, ya sé que a algunos esto les puede parecer una actitud un tanto infantil, y más a mis años, pero... ¡es que me parecen tan divertidos! ¿Y no se supone que la Navidad inspira felicidad? ¿Eh? ¿Eh?



4) Mis postres




Vale, está un poco feo hacer alarde de los méritos propios. ¡Pero es que es algo que tiene que ver con la Navidad! Me explico: Desde hace unos años he empezado a ponerme manos a la obra con la cocina, pero me temo que lo único que se me da bien es hacer postres T_T. Sin embargo, parece que le he cogido gusto a la cosa, pues ahora toda mi familia espera con ansia estas fiestas para pedirme que haga algún postre para poner en la mesa (y así ahorrarse unas pelas en turrones, mantecados y polvorones). Además, está el aliciente de que en la Escuela de Idiomas a la que asisto me han premiado tres años seguidos por mis postres, uno a la presentación y dos al mejor sabor. Así que ya no me extraña que alguien se me acerque y me diga "Andaaaa, hazme unos cupcakes de los tuyos, que seguro que están muy ricos" o "Vengaaaa, prepara otra vez esas galletas con nueces que te salen tan bien". Este año me he propuesto un reto: ¡Hacer un roscón de Reyes! ¿Lo conseguiré?



5) El chocolate




Sigue este favorito al anterior, ya que para mí es imposible, repito, IMPOSIBLE imaginarme unas navidades sin chocolate. Turrones, barritas, bombones, galletas, en virutas, en chips, con churros... ¡El chocolate es lo mejor del mundo! ¡Y tan navideño! Cuando llegan estas fiestas, siempre me aseguro de tener un buen surtido de chocolates variados en mi despensa. No sólo voy a zamparme dos o tres turrones yo sola, sino que además haré unos cake pops de Nutella, recubiertos de chocolate negro, con una mancha de chocolate blanco y con Lacasitos de adorno. Mmm... engorda.



6) Los globos de nieve




Por supuesto, la nieve es el mayor sinónimo de Navidad que existe. ¿O es que el paisaje nevado no nos remite directamente a la Navidad, por lo menos en el hemisferio norte? Por desgracia, la nieve no suele hacer acto de presencia en todas partes, así que los menos afortunados tenemos que conformarnos con los globos de nieve, esas preciosas bolitas de cristal que hay que agitar para que nieve en el pequeño paisaje que protegen en su interior. A pesar de su simplicidad, siempre me han gustado los globos de nieve. Recuerdo que, de pequeña, me encantaba coger los globos de nieve que mi madre ponía de adorno en la casa y agitarlos todos a la vez para que nunca dejara de nevar. Y a veces me sorprendo caminando entre los anaqueles de algún bazar cogiendo los globos de nieve y agitándolos. Siempre sonrío después de hacer eso ^^*.



7) Clásicos Disney




Y, cómo no, mi adorado y nostálgico Disney no podía faltar. No hay navidades en las que Disney no venga a acaparar nuestras pantallas televisivas para ofrecernos muchas de las películas que nos hicieron soñar. Pero, si queréis mi opinión, en ocasiones echo de menos aquellos antiguos dibujos de la Disney en los que había mucha música y poco diálogo, y en la que los personajes eran realmente adorables. Me viene siempre a la memoria un corto animado navideño de 1933 que a mí siempre me ha despertado mucha ternura, y que es el que os ofrezco hoy. Era muy pequeña cuando vi estos dibujos animados, pero todavía recuerdo con mucho cariño la alegre y pegadiza cancioncilla de los juguetes que desfilan antes de montar el árbol de Navidad de los niños a los que van a divertir. Uno de los mejores cortos animados de Disney, sin duda.



¡Y de momento eso es todo! No sé cuándo volveré a subir post nuevo en el blog pero, por si no nos leemos, os deseo unas felices fiestas a todos en compañía de vuestros seres queridos.

¡Un beso y hasta pronto!

martes, 8 de diciembre de 2015

Laicas Navidades


¡Hola a todos!

Me he dado cuenta de una cosa. Desde hace un par de años o así, en este blog he hecho algunas manifestaciones que tenían como nexo común mi disgusto por la concepción que se tiene de la Navidad. Y es que parece ser que todos los años por estas fechas encuentro motivo para volver a sacar el tema a relucir. Pero no es culpa mía, que lo sepáis. Es que, sencillamente, no hay año en el que no vuelva a saltar la polémica navideña por algún motivo. Y creedme, esta vez vuelvo a tener motivos de sobra para dedicarle otra entrada al tema y dejar mi opinión al respecto.

Como ya sabéis, tengo la firme opinión de que la gran mayoría de la gente no celebra una auténtica Navidad. Y digo esto porque las navidades se han convertido en las fiestas del consumismo y de las ganas de pasárselo bien. Esto no tiene nada de malo, si no fuera porque la Navidad resulta ser la fiesta principal del Cristianismo, pues es el día en el que se celebra el nacimiento de Jesucristo. Si nos ponemos un poco puntillosos, tendríamos que aclarar que, con toda probabilidad, Jesús de Nazaret no nació en esa fecha, sino más bien en primavera. La razón de haber escogido esta fecha concreta se debe a que en la antigüedad se celebraban unas fiestas durante el solsticio de invierno (el 21 de diciembre), y esta fecha fue motivo de celebraciones como la del Sol Invictus, la Saturnalia o el nacimiento del dios nórdico Frey, por poner un ejemplo. Hasta las culturas mesoamericanas tenían sus propias celebraciones en esta época, como el advenimiento de Huitzilopochtli o el renacimiento de Inti, en las culturas azteca e inca respectivamente.

Es innegable la riqueza cultural que nos han legado las distintas religiones que han existido en nuestro mundo pero, para el caso que nos ocupa, hemos de tener presente que la gran mayoría, por no decir todas, han caído en el olvido como práctica religiosa. Es decir, me parece que hoy en día nadie decora el árbol de Navidad pensando en el dios Frey ni enciende velas rojas para festejar el nacimiento del sol. En cambio, sí veréis que hay gente que en verdad celebra el nacimiento de Jesucristo con alegría y con genuina fe.

Sin embargo, por alguna razón que no acabo de comprender, ese gesto tan inocente está mal visto por una parte de la sociedad. Y no, amigos, no estoy hablando de los ateos en general (recordad que yo me considero atea y no estoy en contra de la Navidad), sino de un cierto sector de la sociedad a la que le parecen mal las manifestaciones religiosas en público, hasta las más inofensivas. Hablaré en concreto de una que me toca bastante cerca por suceder en mi país: La prohibición de la Navidad en el ayuntamiento de Barcelona.

Bueno, hagamos una matización. La señora Ada Colau, actual alcaldesa de Barcelona, no habla de quitar la Navidad. Realmente, el término que utiliza es el de "invitación" a celebrar el solsticio de invierno por ser "una de las celebraciones más antiguas" del mundo (todo esto lo podéis leer en la web del Ayuntamiento de Barcelona, que yo no me estoy inventando nada). Al parecer, la señora Colau cree que no hay problema mayor en su ayuntamiento que el de decidir si los barceloneses van a celebrar la Navidad o el solsticio de invierno.

Lo primero ha sido reducir el tradicional alumbrado callejero. Sí, esas hermosas luces que dan vida a los comercios, adornan las calles y gustan tanto a la gente que pasea por la ciudad o está haciendo sus compras navideñas. Y, como no quiere celebrar la Navidad, sino "el triunfo de la luz sobre la oscuridad", pues se ha inventado una feria alternativa relacionada con el reciclaje y la solidaridad. Me hace gracia su apostilla de que estas fiestas son una alternativa a la típica Navidad consumista, ya que no sé en qué influye el alumbrado de las calles en la incitación al consumismo. No sé... A mí nunca me ha pasado, pero a lo mejor a la gente le entran las ganas de comprar viendo las luces de Navidad. O, por lo menos, es lo que cree Ada Colau.

No estoy en contra de que se quiera impulsar una Navidad menos consumista, pero me parece que la señora Colau lo está haciendo por la vía equivocada. Para empezar, la verdadera Navidad no es una fiesta consumista per se. ¿O tengo que recordar en qué situación tan humilde vino al mundo Jesús de Nazaret, ese niño que cambiaría la Historia por completo? El exceso de regalos viene de nosotros mismos, de nuestro afán por comprar montones y montones de regalos, pero eso no es Navidad. Sólo un auténtico cristiano celebra la Navidad como lo que es: El nacimiento de Cristo. Y ahí no importan los regalos, pues de lo que se trata es de reunir a la familia para celebrar ese acontecimiento tan maravilloso para ellos.

Otra cosa que me sorprende de la señora alcaldesa de Barcelona es su propia incoherencia a la hora de plantear la celebración del solsticio de invierno. Primero, y lo más obvio, si se trata del triunfo de la luz sobre la oscuridad... ¿por qué quitar el alumbrado callejero? ¿Acaso no sería una metáfora muy hermosa el iluminar las oscuras calles invernales con un maravilloso juego de luces? Segundo, y creo que aquí nadie se ha dado cuenta, es que la celebración del solsticio de invierno es una festividad pagana... pero pagana no quiere decir atea. Así que, en definitiva, lo que se hará en Barcelona será celebrar una fiesta dedicada al Sol Invictus: un título que se le daba a los dioses paganos El-Gabal, Helios y Mitra.

Si lo que se pretendía con este gesto era erradicar el espíritu navideño, me temo que desde el ayuntamiento de Barcelona no han podido estar más errados. Yo de verdad que no entiendo ese afán de imponer el laicismo a una fiesta que es y siempre ha sido de talante religioso. Primero, porque España no es un país laico, sino aconfesional; y segundo, porque si de lo que se trata es de no celebrar la Navidad, pues no la celebres y punto, pero no le des un carácter pagano que ya no posee porque es ridículo.

Pero, ¿sabéis qué? Todo eso se va a quedar en agua de borrajas. No se puede suprimir la Navidad así como así. No importa que corten el alumbrado navideño, que saquen los belenes o nacimientos de los emplazamientos públicos o que destierren las cabalgatas de Reyes a un lugar que quede bien lejos del ayuntamiento, como si fueran algo contagioso. Y digo que no importa, porque la gente, el pueblo llano, no lo va a permitir. Que se pongan los progres como quieran. Que protesten, que se lleven las manos a la cabeza, que se retuerzan al ver cómo se les "impone" contra su voluntad una fiesta religiosa. Yo, como atea, no entiendo sus protestas y reivindicaciones. ¿A quién se hace daño celebrando la Navidad en las calles? ¿Acaso pondrían el grito en el cielo si los musulmanes hicieran lo mismo con el Ramadán o los judíos con la Hannukah? Si queréis mi opinión, me extraña mucho.

Pero, ¡venga! ¡Seguid prohibiendo la Navidad! Desde aquí, animo a cualquier gobernante a que lo intente siquiera. Es una batalla perdida de antemano, pero vale la pena el gozo que voy a sentir al ver cómo todos y cada uno de esos gobernantes que van de progresistas fracasan estrepitosamente. ¡Que lo intenten si quieren! No se puede gobernar desde un odio que va dirigido a la lectura religiosa de una festividad o a la interpretación tradicional que el pueblo ha dado de ella. Impulsad todas las fiestas que queráis para sustituir a la Navidad; por mí, como si queréis hacer famoso el Festivus. No conseguiréis que en las casas y en muchas ciudades se dejen de poner los belenes con sus ríos de papel de plata y sus castillos de Herodes, ni eliminaréis el árbol de Navidad con los regalos apilándose en su base, ni arrancareis imágenes tan queridas por la tradición como Papá Noel o los Reyes Magos. Y es que una persona con poder puede imponer su voluntad durante un tiempo, pero siempre será el pueblo el que tenga la última palabra.

¡Felices fiestas a todos!

viernes, 4 de diciembre de 2015

Libro vs. Película: Los Juegos del Hambre


¡Hola a todos!

Bienvenidos a este versus que va a estar centrado en la saga de Los Juegos del Hambre, que es a la vez una trilogía escrita por Suzanne Collins y una serie de cuatro películas dirigidas por Gary Ross y por Francis Lawrence.










La saga de Los Juegos del Hambre se ha convertido en una de las mejores historias ambientadas en un mundo distópico, dirigida a un público que es principalmente adolescente, aunque los adultos también podemos disfrutar de ella. La historia puede resumirse más o menos así: Un pasado de guerras ha abocado a los doce distritos de Panem a la tiranía del Capitolio. Sumidos en la pobreza y en la miseria, los habitantes de Panem tienen prohibido atravesar los límites de su distrito. Pero Katniss Everdeen, una chica del Distrito 12, se arriesga todos los días a cruzar la valla que separa su distrito del bosque para ir a buscar comida con la que alimentar a su familia. Sin embargo, nada de lo que haga puede prepararla para lo que le espera. Todos los años, el Capitolio organiza los llamados Juegos del Hambre, un espectáculo televisado que consiste en que dos jóvenes de cada distrito, elegidos por sorteo, tendrán que enfrentarse en un entorno hostil y matarse entre ellos hasta que sólo uno quede con vida. Se trata de un modo de humillar a la población y mantenerla subyugada al mandato del Capitolio, cortando así cualquier foco de insurrección. Cuando Katniss descubre que su hermana Prim ha salido elegida para participar en los Juegos de ese año, se ofrece voluntaria como tributo. Lo que no sospecha es que ese gesto tan noble desencadenará una serie de acontecimientos que llevarán a Panem a una nueva guerra por la libertad.

Hecho este resumen, pasemos a hacer la comparación entre ambas versiones de la historia, advirtiendo de antemano que voy a hacer todos los SPOILERS del mundo, ya que voy a hablar de los tres libros y de las cuatro películas en conjunto.

Dicho esto, empecemos:


Saga literaria

Lo bueno
  • Estilo. El estilo de escribir de Suzanne Collins me ha parecido sorprendente al principio, sobre todo porque era la primera vez que leía un libro escrito completamente en tiempo presente. Acostumbrada como estoy al tiempo pasado y a la tercera persona, para mí fue un poco chocante leer una historia en la que Katniss habla de los hechos que le están ocurriendo justo en ese momento. Esto tiene la virtud de conseguir que avancemos junto a ella en sus aventuras, que las vivamos al lado de la protagonista. No se trata de meros recuerdos, sino de vivencias que nosotros vamos a experimentar con Katniss y sus compañeros. Aunque curioso, me ha parecido un punto positivo.

  • Personajes. Una gran parte del plantel de las novelas cuenta con unas personalidades bastante bien definidas. Al ser una historia contada en primera persona, lo lógico es que conozcamos con mayor profundidad a Katniss. Pero esto no quiere decir que los otros personajes no tengan personalidad y, de hecho, las podemos ver a través de los ojos de Katniss: La dulzura y entrega de su hermana Prim, la fuerza y el valor de Gale, la pureza de sentimientos de Peeta, el cinismo amargo de Haymitch, la vergüenza disfrazada de trivialidad de Finnick, o la calculadora y fría maldad del presidente Snow. Hasta los personajes más pequeños tienen algún gesto que les diferencia de los demás. Aunque existen algunos fallos en la creación de los caracteres de los personajes (que mencionaré en lo malo de la novela), por lo general me han gustado mucho.

  •  Contexto. Me ha parecido muy acertado que la autora haya decidido ubicar la historia en un futuro en el que se pueden ver muchísimos avances tecnológicos y que, a pesar de ello, no parece estar demasiado lejos de nuestro presente. Se hacen ciertas menciones al pasado, como cuando Katniss nos ayuda a ubicar el Distrito 12 en la zona de los Apalaches de Estados Unidos o las constantes referencias al Imperio Romano (la sociedad del Capitolio es clavada a la decadente clase patricia romana), mezcladas con los impresionantes avances que la ciencia y la tecnología han traído. El Distrito 12 está perfectamente descrito como lugar de pobreza y miseria, y es el que muestra más detallismo porque es donde vive la protagonista. También me han gustado las descripciones de los campos de batalla donde se llevan a cabo los Juegos del Hambre, detallados con tal realismo que casi parece que estemos dentro del libro, junto a Katniss, recorriendo las sendas por donde ella va y escondiéndose en los rincones ocultos que ha encontrado gracias a su pericia.

  • Historia. Aunque el argumento de Los Juegos del Hambre está muy bien llevado y adaptado a la trilogía, hay que aclarar que no es original, y ya se le ha achacado muchas veces ese aspecto a su autora. Collins siempre ha asegurado que se había inspirado en la mitología clásica para escribir su trilogía, concretamente en el mito de Teseo. Si recordamos, el héroe ateniense Teseo se había ofrecido a subir en el barco donde viajaban catorce jóvenes (siete muchachos y siete doncellas) que iban a servir de alimento al Minotauro, un monstruo atrapado en el interior de un laberinto situado en la isla de Creta. Al igual que Teseo, Katniss también se ofrece voluntaria como tributo y, como el héroe, consigue salir viva de los juegos. Pero a Collins también se la ha acusado de cierto plagio en su historia, pues el argumento también es muy similar al de Battle Royale, una novela escrita en 1999 por el japonés Koushun Takami, y que trata básicamente de lo mismo: Un grupo de adolescentes atrapados en un campo de batalla en el que tienen que matarse los unos a los otros hasta que sólo quede un superviviente. ¿Plagio o simple coincidencia? Eso lo dejo a vuestro criterio.

  • Realismo. Aunque se trata de una saga para adolescentes, me ha parecido muy bien que se hayan incluido ciertos elementos gore en la historia. ¿Por qué? Pues porque es lógico que, en unos Juegos donde hay armas y gente sedienta de sangre, se vean cortes, mutilaciones y las tripas saliéndose del cuerpo, lo que le da un toque de realismo a la historia. Cierto que a veces Collins no entra en detalles escabrosos y además resuelve las situaciones más violentas con una prosa muy bien elaborada (recordad, por ejemplo, la amputación de la pierna de Peeta). Lo que podría considerarse más negativo es que el realismo se convierte en crudeza a medida que va avanzando la historia, y cuando llegamos a Sinsajo nos encontramos con la violencia más descarnada (las muertes de Finnick y Prim, por ejemplo), que la autora no se recata en retratar con escalofriante realismo.



Lo malo

  • Maniqueísmo. Si hay algo que me fastidia en una historia es que los personajes sean muy buenos o muy malos. Cierto que Katniss no se puede definir como un personaje malo pero, aunque su afiliación es “buena”, mata a varias personas y es capaz de cometer homicidio (en el Capitolio, cuando va de incógnito, Katniss mata a sangre fría a una mujer que la ha reconocido y está a punto de delatarla). Pero lo que más me enerva es que la autora, para dejar claro que Katniss y sus amigos son los buenos, nunca les somete a la terrible prueba de tener que matar a una persona de buen corazón. Me explico: En los campos de batalla durante los Juegos, tanto Katniss como Peeta siempre tienen que luchar contra auténticos hijos de puta que sólo quieren matarlos. Pero, ¿qué habría pasado si Katniss hubiera tenido que elegir entre matar a Peeta o a Rue, por ejemplo, porque de ello dependía la vida de la otra persona? ¿Y si hubiera matado a Finnick o a Johanna porque no confiaba en ellos y luego descubriera que había asesinado a dos personas inocentes?

  • Romanticismo. Al parecer, la norma que rige cualquier novela destinada al público adolescente es que, sea cual sea el tema del que trate, tiene que tener un romance tan imposible y desgarrador como azucarado e innecesario. Los Juegos del Hambre no ha sido la excepción, pues ahí tenemos al trío de rigor: Katniss y sus dos príncipes azules, Gale y Peeta. Por alguna extraña razón que no alcanzo a comprender, Katniss es atrayente para el sexo masculino. Y digo que no lo entiendo porque ella no tiene nada de agradable: es seria, hosca, la dulzura no es su mejor virtud, es bastante borde, insensible al dolor psicológico ajeno (recordad cómo desprecia a su madre por haber padecido una depresión y a Peeta después de que éste haya sido torturado por el Capitolio y le hayan metido a conciencia la orden de matarla), y desprecia las relaciones amorosas como algo que no va con ella. Sin embargo, se permite ciertas licencias románticas en los momentos más inesperados, como darse cuenta de lo mucho que le late el corazón por pensar en determinado chico mientras está apuntando con su flecha a un tributo para aniquilarlo, o el hecho de besar a sus dos pretendientes cada vez que ellos reconocen sentirse solos o desamparados. Además, su manera de resolver el triángulo amoroso es tan fría y desapasionada como ella, pues si escoge a Peeta no es porque le ame, sino porque le “necesita para sobrevivir”. O sea, que el fuerte e independiente Sinsajo necesita tener al lado a un hombre para sobrevivir porque, si no, se la ve muy sola y vacía. ¡Anda ya!

  • Frivolidad. Este apartado va un poco en consonancia con el anterior. Y no, no me entendáis mal. No tiene nada que ver con la escalofriante frivolidad que muestran los habitantes del Capitolio al observar todos los años, como si de un programa de televisión más se tratara, cómo varios adolescentes se matan entre ellos de la peor de las maneras. Se trata de la frivolidad de la propia Katniss (y, por ende, de la propia autora) en algunos momentos de la historia. Para empezar, se le da mucho pábulo a todo el rollo del maquillaje y los estilistas; con el cuento de que los Tributos tienen que resultarles atractivos a los telespectadores, se invierten párrafos y párrafos en el maquillaje, manicura y depilación de Katniss. Por no hablar de las páginas que se les dedican a los vestidos que Cinna prepara para ella. Esto hace que, por ejemplo, veamos a la dura Katniss dar vueltas y reír como una tonta mientras enseña un vestido de fuego, o lanzar amplias sonrisas a las gentes del Capitolio mientras va en el carromato con Peeta durante el primer desfile de los Tributos. Son detalles que me parecen poco apropiados y que banalizan al personaje protagonista. Hubiera preferido que su actitud fuese otra.

  • El final. A ver, el final de Los Juegos del Hambre no es malo. Repito: NO ES MALO. Pero sí que es muy anticlimático y desesperanzador. La muerte de Prim es lo más terrible que se le ha podido ocurrir a la autora para terminar de una vez con la guerra porque es la muerte de la esperanza. Y es que, si recordáis, Prim es el motivo por el que empezó todo. Si Prim no hubiese salido elegida en el sorteo de la Cosecha, Katniss nunca se habría ofrecido voluntaria para ir a los Juegos y nunca se habría convertido en el Sinsajo, el símbolo de la rebelión de los Distritos contra el Capitolio. Todo lo que Katniss ha hecho a lo largo de la historia ha sido por su hermanita Prim, porque lo único que quería era que viviera en paz en un mundo donde no corriera el peligro de ser asesinada para que otros se divirtieran. Pero entonces, a Collins se le ocurrió que no estaba mostrando del todo lo dura y sangrienta que es una guerra, y decidió que Prim debía morir calcinada justo delante de su hermana mayor, para acabar de traumatizarla. Lo que ha conseguido con eso ha sido no sólo destrozar a Katniss por completo, sino también a los lectores. La muerte de Prim carece completamente de sentido y aniquila todo atisbo de esperanza, pues nos da a entender que nada de lo que Katniss ha hecho ha servido para nada, ya que Prim iba a morir igual.



Saga cinematográfica

Lo bueno

  • Adaptación del libro. Llevar un libro a la gran pantalla nunca es tarea fácil, porque se corre el riesgo de causar desagrado en los fans que esperaban mucho de una adaptación de una historia que ya se han imaginado mil veces en su cabeza, con sus características propias y sus particularidades. Pero considero que la saga de Los Juegos del Hambre ha sido muy bien adaptada en su versión cinematográfica. Se mezclan muy bien los entornos de pobreza y miseria (Distritos 11 y 12, por ejemplo) con el lujo desmedido y estrambótico del Capitolio. También me parece positivo el que hayan eliminado personajes que no son demasiado importantes en la saga literaria (es el caso de Madge, la hija del alcalde del Distrito 12, que también es la que le da el broche del sinsajo a Katniss) o los hayan sustituido por personajes que ya conocíamos (en el Distrito 13, quien va a hablar con el atormentado Peeta es Delly en la versión literaria, pero en la película lo hace Prim). Lo bueno es que esa adaptación va mejorando a medida que avanzamos en las películas, haciendo que el espectador visualice muy bien el mundo de Panem, ese que tantas veces se ha imaginado al leer las descripciones de Suzanne Collins.

  • Vestuario. La labor de vestuario no era fácil en esta ocasión, ya que había que mezclar varios estilos que podían no encajar y convertirse en un auténtico desastre en pantalla. Hay tres aspectos básicos que reflejar en el vestuario de las gentes de Panem: Las ropas sosas y tristes de los habitantes de cada Distrito (casi uniformes de campo de concentración), la moda exagerada y colorista del Capitolio (con esos trajes imposibles y esas plataformas que desafían la gravedad) y los uniformes de los Tributos en la arena. Quitando la primera película, en la que flojea un poco el tema de vestuario de los Tributos, las demás se centran mucho en la importancia de los trajes que van a vestir los personajes. Destacaría como más impactante el momento en el que Katniss aparece en el programa de Caesar Flickerman con un despampanante vestido de novia y, al empezar a girar sobre sí misma, el vestido se consume y cambia de forma, volviéndose de color negruzco y desarrollando las alas de un Sinsajo, símbolo que representa a Katniss y, por ende, a la rebelión de los Distritos. Es una escena que a mí me impactó mucho.

  • Maquillaje. En una sociedad que da tanta importancia a la apariencia física como el Capitolio, resulta obvio que el maquillaje tenía que ser llamativo y sorprendente. Este aspecto se ha conseguido muy bien en la película y, de hecho, ha recibido varios premios por ello. Antes de que salieran a la luz las películas, cuando todavía se hablaba del proyecto cinematográfico, busqué algunas imágenes hechas por fans de la saga literaria y me sorprendió mucho que no hubiera prácticamente ninguna imagen que reflejara a los habitantes del Capitolio (sólo una de Effie, creo recordar, y no se le ve más que la cabeza con un gran pelucón rosa). Por eso, creo que la labor de peluquería y maquillaje de la película ha sido titánica y muy reveladora, ya que ha creado una imagen visual muy exacta de esa exageración estilística que tanto gusta a los frívolos habitantes del Capitolio.

  • Actores. Muy, muy buenos. La saga de Los Juegos del Hambre cuenta con un reparto que ya se puede considerar casi de lujo. Los actores más jóvenes como Jennifer Lawrence, Liam Hemsworth y Josh Hutcherson trabajan junto a auténticas leyendas como Donald Sutherland, Julianne Moore o el tristemente fallecido Phillip Seymour Hoffman, y el resultado ha sido excelente en todos los sentidos. Me ha sorprendido gratamente el desarrollo de Jennifer Lawrence, que va mejorando de película en película, de tal modo que es como si vieras evolucionar a la propia Katniss ante tus ojos. Me ha parecido también muy positivo el que en su día hayan escogido un reparto de actores que no estuviera en modo alguno relacionado con la saga Crepúsculo, que estaba muy de moda cuando se empezó a hablar de Los Juegos del Hambre; en este caso, se optó por ofrecer un reparto con caras nuevas, de tal modo que si teníamos que recordar a los actores de las películas, lo haríamos sabiendo que pertenecían a Los Juegos del Hambre, no a Crepúsculo.



Lo malo

  • Dirección de la primera parte. Una de las cosas que casi me hizo recular a la hora de seguir viendo Los Juegos del Hambre fue la dirección de la primera película de la saga. El trabajo de Gary Ross parece el de un principiante, sobre todo por esos movimientos de cámara espasmódicos que marean al espectador durante buena parte de la estadía de Katniss en la arena de los Juegos. Tampoco ofrece escenas realmente memorables o estas pierden por completo ese sentido, como la muerte de Rue o la insinuación del suicidio obligado de Seneca Crane. Por fortuna, ese problema se solventa en las siguientes partes, ya que la dirección queda a cargo de Francis Lawrence, que parece más curtido y nos deja escenas muy bien rodadas y que resultan conmovedoras en más de un aspecto.

  • Banda sonora. No quiero decir que la banda sonora sea mala. De hecho, hay algunas piezas que ya se han convertido en parte imborrable de la saga cinematográfica, como el Himno de Panem, la canción del Árbol del Ahorcado y, en menor medida, la nana de Prim. Pero quitando esas piezas, la banda sonora no es realmente memorable. No tiene canciones o melodías que se te queden en la memoria y las que hay, sencillamente, no te llenan. Para mí, la banda sonora es una parte muy importante en una película, porque le da plena identidad (se llega al punto de que hay películas bastante maluchas que sólo son recordadas por su banda sonora). Me hubiera gustado que se centraran un poco más en la creación de una banda sonora más completa, más redonda, que diera verdadera personalidad a las películas.

  • Poco realismo. Si recordamos, Los Juegos del Hambre es una saga destinada principalmente a un público que ronda los catorce y los dieciocho años. Aunque se trata de una saga en la que la muerte tiene un especial protagonismo, me parece increíble lo simple que se representa en pantalla. Las luchas a muerte en la arena son tan flojas que se obvian los momentos de mayor violencia e incluso se omite la presencia de sangre. Supongo que se ha hecho así pensando en el público al que la saga cinematográfica iba destinada, pero no puedo dejar que sentirme un poco desencantada. Los personajes sufren heridas muy graves y les quedan secuelas de su paso por las arenas de combate, pero eso apenas se ve en las películas. De hecho, me resulta sorprendente lo guapos y enteros que están, por ejemplo, Katniss y Peeta, cuando en los libros se nota que están mucho más afectados (cicatrices, marcas de quemaduras, amputación de partes del cuerpo). En ese sentido, creo que las películas muestran poco realismo.

  • Poca profundización. Así como hay personajes a los que conocemos y con los que empatizamos y conectamos, también hay que ver la otra cara de la moneda, y es que hay algunos personajes (incluso entre los principales) que reciben muy poco tratamiento o no nos dicen nada. Los ejemplos que se me vienen ahora mismo a la memoria son Haymitch y Rue, entre otros. Haymitch es un personaje vital dentro de la novela: Es el mentor de Katniss y Peeta, el único habitante del Distrito 12 hasta el momento que sobrevivió a unos Juegos del Hambre. Es un hombre con graves problemas de alcoholismo, ya que su paso por la arena le ha dejado tan tocado que sólo consigue borrar sus recuerdos cuando se emborracha hasta caer inconsciente; y sin embargo, en la película su personaje parece banal y su enfermedad se toma como un aspecto cómico del personaje. El caso de Rue es distinto, pero el resultado es parecido. En la película apenas sabemos nada de Rue, salvo que a Katniss le cae bien. No sabemos que Katniss busca protegerla porque le recuerda a su hermana, ni nos damos cuenta del grado de compañerismo y cariño que se prodigan la una a la otra en los peores momentos. Por eso, cuando Rue muere en la película, apenas sentimos un poco de emoción, ya que es un personaje que aparece, dice sus frases y muere. Y así se podría decir de otros muchos personajes que pasan sin pena ni gloria por la película.



Bueno, pues hasta aquí por hoy. Espero que os haya gustado este versus y que me dejéis comentarios diciéndome si estáis de acuerdo, si no compartís nada de lo que he puesto, si queréis añadir algún detalle que se me ha escapado... ¡Lo que queráis!

¡Hasta pronto!

martes, 1 de diciembre de 2015

La Reina del mes: Elsa


¡Hola a todos!

Bueno, pues ya hemos llegado al último mes del año. Madre mía, parece que fue ayer cuando empecé con mi pequeño calendario Disney, y ya han pasado doce meses a una velocidad tremenda. Aunque no lo lamento, porque este año no ha sido de los más memorables para mí, salvo por ciertas cosas que recordaré para siempre como buenas y hermosas.

En fin, toca despedirse del año con la mirada y las esperanzas puestas en el siguiente. Espero de verdad que hayáis tenido un bueno año y, si no ha sido así, espero que el próximo os traiga oleadas de felicidad. Yo estaré aquí, como siempre, subiendo artículos y esperando con impaciencia vuestros comentarios, que me encanta recibir y contestar cuando tengo tiempo. Por eso, un año más, me encantaría daros las gracias por estar ahí, por leerme, por seguirme, por dejarme comentarios, por hacerme sugerencias... Por todo. De no ser por vosotros, este blog no existiría o se habría cerrado hace mucho tiempo.

Y después de esta diatriba sentimentaloide (a mí hasta se me ha escapado una lagrimilla y todo XD), os dejo con la princesa Disney del mes. El año que viene empezaré con otro particular calendario, aunque todavía no sé a qué se lo voy a dedicar. Y, por supuesto, seguiré subiendo artículos tan variopintos como siempre. Ya sabéis que podéis hacerme todas las sugerencias que queráis, que serán tenidas en cuenta para futuros artículos.

Pues eso, que no me enrollo más. Con todos vosotros, la última princesa (o reina) Disney del año.



Elsa




Nombre: Elsa
Rango: Princesa de nacimiento y, posteriormente, reina legítima
País: Arendelle (Noruega)
Edad: 21 años
Familia:
-          Rey Agnarr (padre, fallecido)
-          Reina Iduna (madre, fallecida)
-          Anna (hermana menor)

Amigos:
-          Kristoff
-          Olaf
-          Sven

Esposo: No tiene

Canción: Suéltalo



Hace mucho tiempo, en el frío reino de Arendelle, vivían dos pequeñas princesas llamadas Elsa y Anna. Aunque las dos vivían con sus padres en un hermoso palacio y crecían felices entre juegos y canciones, había algo que casi nadie en aquella tierra sabía: Elsa tenía poderes. Tocada desde su nacimiento por una extraña magia, Elsa tenía la capacidad de manipular la nieve y el hielo a su antojo, formando torbellinos, espirales y ventiscas que podrían helar la sangre de cualquier ser vivo, salvo ella, ya que a la niña no le afectaba el frío. Temerosos de que una niña tan pequeña no pudiera controlar esos poderes, los reyes de Arendelle le habían prohibido a su hija que los utilizara. Pero Elsa sabía cuánto alegraba a su hermanita Anna jugar con la nieve que salía de sus manos infantiles. Pero una noche, mientras las niñas jugaban inocentemente, Elsa lanzó un rayo de hielo a su hermana, acertándole en la cabeza y dejándola inconsciente. Al ver lo ocurrido, los reyes tuvieron que tomar una drástica decisión.

En plena noche, la familia real cabalgó hasta un claro perdido entre las montañas donde vivía una raza de trolls con forma de roca. El motivo de tan extraña visita es que el líder de los trolls conocía algunas artes mágicas, por lo que los reyes de Arendelle creyeron que podría curar a Anna y, a la vez, ayudar a la mayor de sus hijas. Pero el chamán tenía malas noticias para ellos. Como Anna había sido herida en la cabeza, no tuvo problemas para curarla; algo muy distinto habría sucedido si la niña hubiese sido tocada en el corazón, ya que sus poderes podían modificar los recuerdos de la pequeña Anna, pero su corazón no podía ser manipulado. Después de cambiar los recuerdos de Anna, advirtió a los reyes que los poderes de Elsa irían aumentando y cada vez sería más difícil controlarlos, ya que el miedo haría que Elsa se viese dominada por sus poderes.

A su regreso a Arendelle, los reyes tuvieron que llevar a cabo una serie de cambios que habrían de alterar por completo la vida de sus pequeñas hijas. Ante el temor de que Elsa se descontrolase de nuevo, acordaron que la mantendrían aislada del mundo exterior. Se cerraron las puertas de palacio, se redujo el número de criados y la princesa Elsa quedó confinada en su habitación. La pequeña Anna, que ya no recordaba que su hermana tenía poderes mágicos, no entendía por qué ahora ya nunca estaban juntas. ¿Acaso habría hecho algo malo? ¿Por qué ya no jugaban a hacer muñecos de nieve, como antes? Triste y sola, Anna creció encerrada entre aquellas cuatro paredes que eran a la vez su hogar y su prisión. Y todo empeoró cuando, en medio de una tormenta, el barco en el que viajaban los reyes de Arendelle se hundió en las frías aguas del mar, quedando las princesas huérfanas y perpetuamente separadas por una pared.

Tres años después, todo cambió. Al cumplir Elsa veintiún años, había llegado el momento en que debía ser coronada reina de Arendelle. Por supuesto, tal acontecimiento vendría acompañado de grandes festejos y las puertas de palacio volverían a abrirse para recibir a los dignatarios de otros países que venían a presentar sus respetos a la nueva reina. La princesa Anna estaba realmente emocionada, pues su corazón ardía en deseos de conocer a otras personas y, por supuesto, a un joven del que enamorarse.

La coronación de Elsa dio paso a una recepción en la que las hermanas por fin pudieron volver a hablar como antes. Pero esa armonía se vino abajo cuando Anna se acercó a Elsa para presentarle a Hans, un apuesto príncipe con el que quería casarse, a pesar de que apenas le acababa de conocer. Elsa, opinando que se trataba de una decisión muy impulsiva, se negó a dar su consentimiento al matrimonio. Desesperada, Anna trató de tomar la mano de Elsa pero lo que hizo fue quitarle uno de los guantes, que Elsa llevaba para impedir que sus poderes escaparan de su control. La discusión subió de tono hasta llegar al extremo que Elsa tanto temía: Al perder los nervios, sus poderes salieron a la luz delante de todos los líderes políticos que acababan de asistir a su coronación. Con el corazón lleno de miedo, Elsa huyó a las montañas.

La revelación de los poderes de Elsa no había quedado sólo a la visión de unas pocas personas reunidas en una habitación, sino que también afectó a todo el reino de Arendelle, sumiéndolo en un invierno crudo y nieves perpetuas. Anna decidió partir sola en busca de Elsa para traerla de vuelta y que levantara la maldición del invierno. Por el camino, se encontró con el joven Kristoff, de profesión picador de hielo, al que le prometió un trineo nuevo si le ayudaba a encontrar a la reina desaparecida. Pero Elsa no quería ser encontrada. En la soledad de las montañas había hallado la paz y la libertad que tanto había ansiado. Al no haber nadie viviendo por los alrededores, podía desplegar sus poderes sin ningún temor. Utilizando su magia, construyó un inmenso palacio hecho completamente de hielo y tomó la decisión de quedarse allí para siempre.

Anna y Kristoff, acompañados de Olaf, un muñeco de nieve que Elsa había creado y al que había insuflado vida, llegaron al palacio de la reina Elsa. Al ver a su hermana menor, los temores de Elsa regresaron y trató de escapar de ella. Anna le explicó que era necesario que volviera a Arendelle para quitar la maldición del invierno, pero Elsa se negaba una y otra vez mientras le rogaba a Anna que se fuera. Los nervios hicieron que los poderes de Elsa enloquecieran y, una vez más, sus rayos de hielo hirieron a Anna. Sólo que esta vez golpearon su corazón.

Kristoff llevó a Anna junto a los trolls, a quienes conocía por haber sido criado entre ellos. Pensaba que el chamán podría ayudar a Anna con sus poderes mágicos, pero el hombrecillo de roca tuvo que sacarle de su error: Anna había sido herida en el corazón, y no había magia en el mundo que pudiera curar un corazón. Salvo, claro está, un acto de amor verdadero. Al estar Anna enamorada del príncipe Hans, pensó que un beso suyo le salvaría la vida, por lo que le pidió a Kristoff que la llevara de vuelta a Arendelle, donde él la estaría esperando.

Pero el príncipe Hans no estaba allí. Preocupado por Anna, reunió un grupo de soldados y emprendió el camino rumbo a las montañas del norte. Allí halló el palacio de la reina Elsa, que se enfrentó a los soldados que venían prestos a arrestarla. Aunque Hans pidió que fuese bien tratada, no pudo evitar que la reina fuese apresada en un calabozo. De regreso a Arendelle, Hans observó el terrible estado en el que estaba Anna por culpa del ataque de Elsa. Anna le dijo que sólo él podía salvarla dándole un beso de amor. Pero Hans reveló sus auténticas intenciones: Su objetivo era acceder al trono a través de Anna, a quien había engatusado para prometerse con él. Ahora que, además, tenía a la reina en su poder, sólo tendría que ejecutarla y esperar a que el resto de líderes políticos le aclamaran como nuevo rey.

Aunque encerrada en un calabozo, los poderes de Elsa le permitieron romper sus cadenas y escapar. Su intención era regresar a las montañas, pero sus temores volvieron a descontrolar sus poderes, creando una fortísima ventisca que sumió todo Arendelle bajo una montaña de nieve. Hans se da cuenta de que ha huido y va a buscarla para matarla, fiel a su plan. Mientras tanto, Kristoff vagaba por las montañas pensando en Anna, de quien se había enamorado, imaginándola en brazos de su adorado Hans. Pero al ver la tormenta de hielo y creyendo que podría correr peligro, decidió volver a buscarla. Y Anna, agonizante, abandonó su habitación con Olaf para ir a buscar a Kristoff y confesarle sus verdaderos sentimientos. Todos ellos quedaron atrapados en la tormenta de nieve que Elsa había provocado.

Anna llega a los fiordos justo en el momento en que Hans le acaba de revelar a Elsa diciéndole que Anna había muerto por su culpa. Devastada por el dolor, la reina cayó de rodillas ante él y lloró por la pérdida de su hermana, momento que Hans aprovechó para extraer su espada para consumar la ejecución. Pero Anna vio sus intenciones y supo que tenía que impedirlo a toda costa. Sin esperar a que Kristoff viniese a ella para darle el consabido beso de amor verdadero, Anna corrió hacia donde estaban Elsa y Hans y se interpuso entre ella y su espada... justo en el momento en que la maldición se completaba, convirtiéndola en una estatua de hielo.

Elsa vio todo lo ocurrido y se sintió desfallecer de dolor. Acababa de ver cómo su hermana se había sacrificado por ella, después de todo lo que había sufrido por culpa de sus poderes, y comenzó a llorar abrazada a su estatua, pidiéndole que volviera con ella. Y su deseo se cumplió, ya que el sacrificio de Anna había sido el acto de amor verdadero que la salvaría de la maldición. Al presenciar tal milagro, Elsa comprende que la calidez del amor descongelará y anulará la maldición del invierno, y es entonces cuando por fin se siente segura de poder controlar sus poderes y librar a los habitantes de Arendelle del invierno eterno.