jueves, 15 de junio de 2017

Los escritores tenemos recursos


¡Hola a todos!

Ya pensaba que este mes no iba a haber otra entrada aparte de la del calendario. En serio, si no agilizo un poco el ritmo de escritura, a este paso acabaré por publicar solo una entrada al mes, lo que me fastidiaría bastante porque me encanta publicar en este blog. Supongo que la falta de ideas ha motivado en gran parte este retraso en subir entrada, pero también el que me haya puesto un poco las pilas a la hora de escribir.

Pues sí, llevo tiempo dándole vueltas a la idea de escribir otra novela, esta vez de fantasía. Ya tengo la idea perfilada y los personajes bastante bien estructurados, pero no quisiera decir nada todavía. Son muy pocas las personas que saben de qué va la historia y por el momento me gusta que sea así. Dicen que el primer paso para asegurarse el cumplimiento de un sueño es guardar silencio, y yo he comprobado que es verdad. A veces, cuanto más ventilas una idea o un pensamiento, más probabilidades hay de que no se cumplan tus deseos. Así que, hasta nuevo aviso, mutis.

De lo que sí me gustaría hablar es del hábito de escribir, que es el que ha motivado en gran parte la redacción de esta entrada. Stephen King dijo en una ocasión que si alguien quería ser escritor, tenía que leer y escribir mucho. Esto es inamovible: Si una persona quiere dedicarse al oficio de la escritura, tiene que escribir pero también debe leer mucho; cuanto más lea, mejor. Esto es así porque la lectura ayuda a enriquecer el vocabulario del escritor, además de ayudarle a mejorar su estilo de escritura. Ojo, estoy hablando de "mejorar", que es radicalmente distinto a "copiar" el estilo de otro autor, aunque lo más probable es que al principio, el escritor novato tenga un estilo que parece imitar al de su autor favorito. Pero, con el tiempo y la práctica, cada escritor encuentra su estilo propio.

Sin embargo, y mal que les pese a los escritores, en cuestiones argumentales siempre solemos caer en una serie de recursos (o clichés, como prefiráis) que utilizamos a menudo porque creemos que ayudan a mejorar la trama o enriquecer a los personajes... sin darnos cuenta de que muchas veces tienen el efecto contrario y dan la idea de que no tenemos ni pizca de originalidad y que tenemos que recurrir a lo que todo el mundo espera para hacer nuestra historia más interesante. En el post de hoy vamos a ver una serie de recursos que todo escritor ha utilizado en sus relatos más de una vez. Y, por si os lo estáis preguntando, yo también me incluyo en la lista ^^U



Recurso Chica conoce chico pero aparecen múltiples rivales que intentan separarlos

No estoy muy segura de que esto sea un típico recurso literario. Hay millones de novelas basadas en la premisa de dos personas que se enamoran pero tienen que enfrentarse a la oposición de parte de su entorno. De hecho, se podría decir que el recurso Chica conoce chico pero aparecen múltiples rivales que intentan separarlos es el nudo central de la historia, el conflicto, el eje en torno al cual orbitan los personajes principales y secundarios. Quitarlo sería igual a eliminar la idea inicial de la historia, y yo estoy de acuerdo con vosotros. Por eso quiero matizar: Si la historia va de eso, de los problemas que tiene una pareja para consolidar su amor, el recurso es no solo válido sino también necesario; pero si la trama de la novela promete otra cosa, este recurso acabará por estropearla.

Si hay algo que un escritor nunca debe hacer bajo ningún concepto es tratar de engañar al lector. No se puede prometer una historia de misterio y terror para luego acabar ofreciendo un romance melindroso entre dos personas cuyo mayor problema es que su madre no ve su relación con buenos ojos. No hay nada que más me joda que pillar una novela en la que me prometen una historia de amor con una trama política de fondo y que luego resulte ser un romance del montón. ¿Es que no hay mayores conflictos para una pareja que el que sus familiares y amigos no quieran verles juntos? ¿Es que siempre tienen que aparecer las exparejas de los dos enamorados para meter cizaña entre ellos? ¿No existen otros factores de fuerza mayor que intenten separar a la pareja? Siempre los malditos rivales amorosos, siempre personas que no tienen nada mejor que hacer que entrometerse en la vida de los protagonistas y a las que dan ganas de gritarles que se busquen una vida.

En serio, no tenéis ni idea de lo que me fastidia que una historia que prometía mucho acabe convirtiéndose en una piltrafa con una trama digna de una telenovela. Recurrir a los triángulos, cuadrados y pentágonos amorosos no solo está muy visto, sino que aburre hasta al más pintado. Ya sabemos cómo va a acabar esa historia. Ya sabemos que los protagonistas van a conseguir superar todos los obstáculos y triunfará su amor. Ya sabemos que la chica acabará con el chico que más le gusta al escritor, porque se nota a la legua. Así que, por favor, dejemos la trama de los rivales amorosos para que los escritores jovencitos ensayen y pasemos a otros temas más originales.


Recurso Todo lo que toco se muere


Aunque todos los recursos que aquí os desgrano me hacen rechinar los dientes, confieso que este me produce bastantes sarpullidos cuando lo detecto en alguna historia. Y lo malo es que, como escritora que soy, yo misma me doy cuenta de lo fácil que es caer en él a poco que te descuides. Pero pasemos a explicar en qué consiste el recurso Todo lo que toco se muere, porque estoy convencida de que lo reconoceréis en el acto. 

A veces, para darle dramatismo a un personaje o porque se cree que así se enriquece su personalidad, los autores deciden otorgarle el don de traer desgracias allá por donde pasan. Si de niño tenía un amiguito al que quería muchísimo, lo más probable es que el amigo muriera por un accidente que él mismo ha provocado. Si se ha enamorado de una chica, ésta se quedará ciega o paralítica por su culpa, ya que el acto mismo de sentir amor hacia otra persona es suficiente para que lluevan sobre ella toda suerte de calamidades. Y es que el sino del personaje Todo lo que toco se muere es precisamente ese: Provocar desgracias a sus allegados con su sola presencia. De ahí que se hayan alejado de sus familiares y se muestren excesivamente ariscos con la gente, ya que creen que establecer vínculos afectivos con otras personas hará que éstas sufran lo inimaginable. Y, de hecho, así ocurre muchas veces en estas historias. 

No os hacéis una idea de cuántos personajes caen en esta descripción. Muchos autores creen que montar un pasado desgraciado para su personaje hará que este sea más interesante y le dé motivos para superarse, y en parte tienen razón; las personas con un pasado difícil suelen tirarse años arrastrando las secuelas de lo que les ocurrió y tienen que luchar todos los días por superar ese lastre que les dificulta seguir avanzando. Pero lo que no se puede hacer con un personaje literario es exagerar esa maldición que les ha tocado. Vale que se sienta mal por haber provocado la muerte de una persona, pero de ahí a hacer que toooodas las personas por las que muestran un mínimo de afecto mueran o tengan aparatosos accidentes hay un abismo muy grande. Se convierte al personaje en un ser melodramático que roza el patetismo y al que dan ganas de estrangular por el bien de la humanidad y de la comunidad lectora.


Recurso Ya lo sabía todo

Otro recurso muy fácil de encontrar, sobre todo en el manga. El recurso Ya lo sabía todo tiene el mismo objetivo que los anteriores: darle dramatismo a la situación o al personaje mediante un cliché efectista. Debo reconocer que, en ciertos momentos, este recurso queda muy bien y da un buen golpe de efecto a la acción. Lo malo es que, cuantas más veces se utiliza en la narración, más fuelle va perdiendo. Al final, acaba por hacerse cansino y hasta estúpido.

Pero, ¿en qué consiste el Ya lo sabía todo? Muy fácil. La situación siempre es la misma. Hay dos o más personajes que están asistiendo a un acontecimiento para el que no estaban preparados: una revelación inesperada que involucra a uno de ellos o un enfrentamiento entre amigos son los más empleados. Pero entonces, en el momento en que el personaje principal hace la confesión que deja a todos sus compañeros atónitos, nos daremos cuenta de que el protagonista no se inmuta y mantiene una postura estoica ante tal revelación. Es entonces cuando, para sorpresa de todos, afirma que todo lo que le acaban de decir ya lo sabía desde hacía tiempo (sabía que sobre sus hombros pesaba una maldición, sabía que su hermano mató a su familia y a su gato, sabía que el chico al que amaba le había mentido varias veces…), pero no lo había dicho antes porque no quería cargar a los demás con sus preocupaciones y, además, era un asunto que debía tratar solo.

La verdad es que no es un recurso que me disguste demasiado. En su justa medida, es bastante bueno y contribuye a darte alguna sorpresa cuando ya creías que todo estaba dicho y hecho. Pero insisto: no conviene abusar de él. Una de las cosas malas del Ya lo sabía todo es que es un recurso que los lectores recuerdan muy bien; si un escritor lo utiliza en varias historias, podría dar pie a pensar que es poco original o que solo se le ocurre esta manera de arreglar un conflicto narrativo. Prestad atención y tratad de usarlo lo menos posible.


Recurso Quiero proteger tu sonrisa

Seamos sinceros: Todos nos volvemos medio imbéciles cuando nos enamoramos. Es cierto que el amor mueve montañas, consigue que seamos capaces de hacer cualquier cosa por nuestro ser amado y nos convierte en feroces guerreros cuando se trata de proteger a aquel que ha robado nuestro corazón. Grandes historias de amor llenan bibliotecas enteras en forma de novelas inmortales cuyos protagonistas han sido capaces de luchar contra viento y marea por estar con su amor, con su alma gemela. Pero qué queréis que os diga, creo que a veces los escritores se pasan un poco a la hora de hacer a sus héroes tan amorosos y abnegados.

Quizá no me esté explicando bien, pero os aseguro que pronto lo entenderéis. ¿A qué me refiero cuando hablo del recurso Quiero proteger tu sonrisa? Imaginad que hoy no es vuestro día de suerte. Imaginad que os habéis agenciado una novela que teníais muchas ganas de comprar y resulta que la protagonista es tan tonta, tan estúpida e insufrible que os dan ganas de darle un mordisco al libro. Pues para más inri resulta que esta chica tiene una historia de amor súper apasionada y acaramelada con un personaje que a vosotros os encanta: un chico de vida oscura y alma atormentada que nunca ha sabido lo que es el amor (probablemente adolece del síndrome Todo lo que toco se muere). Yo no sé qué narices les pasa a este tipo de personajes, pero ya veréis que cuando la chica diga una determinada frase que para vosotros no tiene ningún sentido, el chico experimentará una especie de iluminación que lo motivará a querer proteger a esa chica cueste lo que cueste, incluso a costa de su propia salud. ¡Lo que sea con tal de verlas sonrientes y felices! Porque lo que importa es PROTEGER SU SONRISA. Además, da la casualidad de que las chicas de este determinado tipo de historias son, además de insoportables, unas lloronas que derraman torrentes de lágrimas por cualquier tontería. Pero eso da igual, porque el chico estará ahí para secar esas lágrimas y hacer que la chica vuelva a sonreír. Porque lo único que importa es PROTEGER SU PUTA SONRISA.

Está bien, admito que todas las historias de amor deben tener un toque de este recurso para darle un poco de veracidad. Si los supuestos enamorados no muestran interés el uno por el otro o no se preocupan por su bienestar, ¿qué mierda de relación de amor es esa? Pero digo lo mismo que diré en otros apartados: No conviene abusar. A menos que queráis convertir a vuestros personajes en los Reyes del Drama, no exageréis sus emociones amorosas.


Recurso Y además maté a tu gato

¡Oh, Dios! ¡Qué ganas tenía de llegar a este recurso! Ya sabéis que cuando alguien toca a mis idolatrados antagonistas literarios saco todo mi arsenal para atacar donde más duele. Y es que no hay nada que más me toque las narices que ver cómo alguien se atreve a convertir a un villano en un malo de opereta. Me refiero a esos malos jajejijoju que son tan abundantes en las novelas de primerizos y que en vez de dar miedo o inspirar aprensión, provocan sonoras carcajadas por lo esperpénticos que pueden llegar a ser.

Crear un personaje malvado no es nada fácil. Parece que sí, pero solo quien ha intentado ahondar en el lado oscuro y cruel del ser humano se da cuenta de lo complicado que es darle vida a un ser tan vil, repugnante y despiadado como es un villano que se precie. No voy a explayarme demasiado en cómo debería ser (según mis criterios, claro está) un buen antagonista, porque el tema es lo bastante largo como para un post más nutrido, pero sí diré cómo NO debe ser un antagonista literario. Como en todas las cosas, lo poco agrada y lo mucho cansa, y el caso de los villanos no es la excepción. Cuando un escritor crea a un villano, debería tener en cuenta que ese personaje es humano y, como tal, ha de tener virtudes y defectos. ¿A vosotros no os aburre toparos con un protagonista que siempre es bueno, dulce, cariñoso, caritativo, generoso y adorable? Pues en el caso del villano ocurre lo mismo: si lo hacemos demasiado malo, se corre el riesgo de convertirlo en una parodia, una caricatura de lo que es. Nadie hallará veracidad en un personaje cruel sin motivo al que parece ponerle cachondo cebarse con el protagonista y matar a todos sus seres queridos solo porque le apetecía. Además, este tipo de villanos tienen la mala costumbre de atrapar al protagonista y revelarle todos sus planes, además de confesar que sí, ellos fueron los responsables de la muerte de sus padres, sus hermanos y su gato… para acto seguido ser derrotados por el protagonista. ¡Grrr, odio que pasen estas cosas!

Así que, como podéis comprobar, este es uno de los recursos que menos me gusta encontrar en una novela. Siempre digo que un villano debe estar a la altura del protagonista y hasta superarlo. Estropear a un villano haciéndolo excesivamente malvado es algo que los defensores de la justicia como yo no perdonamos.


Recurso ¡Oh, casualidad!

También conocido como Deus ex Machina o, en términos vulgares, Viene alguien y lo arregla, el recurrir a factores casuales para salvar una trama que no tiene una salida aparente es tan viejo y usual que se ha convertido en un cliché que todavía se sigue usando en demasía. Vale que la casualidad es la culpable de que se trunquen los grandes planes, de que las cosas cambien en lo que dura un parpadeo. En nuestra vida cotidiana, las casualidades existen y somos testigos de los cambios que traen. Pero entonces, ¿por qué no funcionan en una novela? La respuesta es muy simple: Porque no nos parecen creíbles.

Resulta curioso que algo tan habitual como la casualidad sea mal vista para solucionar un hilo argumental dentro de una novela. Las casualidades pasan a todas horas, pero ningún lector se creería que, en el momento más dramático de la novela, el asesino muere, no porque lo haya matado el protagonista, sino porque le ha dado un infarto fulminante. En una novela, la casualidad no puede existir porque a los lectores nos ofende, nos deja con tres palmos de narices y hasta parece que nos insulta. Nos hace pensar que el escritor nos toma por idiotas al pretender salvar la situación con algo que parece que se le acaba de ocurrir, no con una trama cuidadosamente pensada y desarrollada, y por eso fastidia tanto encontrar un ¡Oh, casualidad! en una novela (a menos que sea una novela histórica y las cosas hubieran sucedido así en realidad). Sin embargo, no son pocos los escritores (una vez más, los novatos tenemos una gran culpa) que, viendo que se han metido en un berenjenal argumental, no son capaces de salvar la situación sin recurrir a factores externos, léase “alguien pasaba por allí y se ocupó de todo”.

Por eso, de la utilización de la casualidad digo lo mismo que del resto de recursos: No conviene abusar. Antes de introducir una casualidad en una historia, pensad si hay ciertos factores que pudieran dar lugar a esa circunstancia. ¿Por qué tendría alguien una bomba en su casa que explota en el momento justo? ¿Por qué al malo lo atropella un coche justo cuando se acaba de proclamar vencedor? ¿Por qué la chica siempre es rescatada en el último momento por el chico que más le gusta? ¡Maldita sea, no puede haber tantas casualidades! Hay que saber racionarlas, darles a los lectores el toque justo para que vean la historia como algo real y se impliquen en ella. Aunque puede que los amantes del Deus ex Machina sean seguidores de una máxima que solía decir el Amo Clow: «No existe la casualidad. Solo existe lo inevitable».


¡Y nada más por hoy, amigos! Si os ha gustado este artículo, dejádmelo saber en los comentarios. Si os parece que me he olvidado de algún recurso al que pueda ponerle un nombre jocoso y rajar de él a gusto, también me lo podéis decir.

¡Nos vemoooos!

jueves, 1 de junio de 2017

La Barbie del mes: Princesa de Camboya


¡Hola a todos!

¡Empezamos un nuevo mes con fuerza y con más ganas que nunca! Estas últimas semanas he estado un poco alicaída por ciertas cosas que han pasado en mi ámbito personal. Pero eso ya es agua pasada y toca dejar los problemas atrás, mirar al frente y seguir avanzando con la cabeza bien alta. Tengo muchas ganas de sonreír, de ser mejor persona, de ilusionarme por las cosas, y creo que lo estoy consiguiendo día a día; espero que todo siga así durante un tiempo.

Por el momento, y sin faltar a la costumbre, os voy a dejar por aquí a la Barbie que corresponde al mes de junio. Después de tanto Mystic Messenger, supongo que os parecerá una novedad ver una muñeca por aquí, ^^U. Eso sí, no descarto seguir publicando cosas del MM, como los finales secretos, ya que la historia continúa con esos finales en los que se explican y resuelven todos los misterios. Pero ya veré, porque ahora no tengo demasiado tiempo libre y quiero dedicarlo a mi proyecto novelístico, que todavía está en pañales.

Así que, sin más dilación, disfrutad con este artículo de Barbie, Princesa de Camboya!


Princesa de Camboya




En el mundo antiguo, este era el corazón del Imperio Khmer. Ahora, en la ciudad de Phnom Penh, las palmeras oscilan a lo largo de la orilla del río Mekong. Muy cerca se encuentra el Palacio Real, donde vive la familia gobernante de Camboya y una bella princesa. Está muy feliz porque va a presenciar un baile clásico Khmer. Este patrimonio data desde hace 1.000 años. Ram Vong, el tradicional baile nacional, incluye movimientos lentos, llenos de gracia con las manos y los brazos; los pies, en contraste, permanecen casi inmóviles.

A pesar de que esta muñeca no ha llegado a mis manos, me gusta mucho el aspecto tan exótico que tiene. Su traje me parece precioso, muy original, y el rostro de la muñeca es diferente a todos los que he visto hasta ahora; no se parece tanto a Barbie, pero al verla uno se da cuenta de que es la misma muñeca. En definitiva, una muñeca muy original, elegante y diferente a otras que he visto.