martes, 13 de enero de 2015

Robin Hood, el rebelde del bosque


Cuenta la leyenda que, oculta en lo más espeso del bosque, existió una república independiente de hombres buenos y justos, que habían sufrido persecuciones y arbitrariedades por el hecho de ser humildes, pobres y oprimidos, y que esperaban el momento en el que cambiara su suerte. Mientras tanto, se dedicaban a arrebatar las riquezas conseguidas por los poderosos de forma injusta y repartirlas entre los que más las necesitaban. Es el mito del buen ladrón. Es la historia de Robin Hood.





El nacimiento de un héroe

La exaltación épica de un forajido, de un rebelde, es fenómeno común en la tradición popular de todos los países: Fra Diávolo en Italia, Diego Corrientes en España, Mandrin en Francia y Jesse James en Estados Unidos son los ejemplos que se recuerdan al instante, pero la lista podría alargarse mucho. La figura histórica en que se basa la leyenda dista a menudo de ser recomendable. Fra Diávolo era un delincuente despreciable, Jesse James un bandido sanguinario, Mandrin un vulgar salteador de caminos, etc.

Sin embargo, a quien estudia la mentalidad popular poco le importa la realidad histórica de los individuos que se han hecho legendarios: lo que interesa es averiguar por qué el pueblo los eligió para transfigurarlos y convertirlos en héroes. En todo cambio mítico del fuera de la ley se encuentra un elemento constante: el bandido (de “bandir” o “publicar bando contra un reo ausente, con pena de muerte en su rebeldía”), aunque se vea obligado a robar para sobrevivir, jamás se considera hombre que perjudica a su prójimo, sino siempre y únicamente hombre, sobre todo del pueblo, en guerra contra la “ley” y la “autoridad”, que se tienen por extrañas a la comunidad popular.

Partiendo de esta noción no resulta difícil remontarse al origen. Objeto de leyes injustas, o que se creían tales porque nadie explicaba sus motivos, y sometido a príncipes crueles, el pueblo, en cualquier conflicto de un ciudadano con el cuerpo legal, pensaba de modo instintivo que la razón asistía al primero. No en balde en todas las leyendas de forajidos heroicos se dice que el protagonista se convirtió en bandido, no por iniciativa propia, sino por haber sido víctima de una injusticia que la ley no quiso reparar.

El más famoso de estos héroes populares es, sin duda, Robin Hood. Según la tradición, vivía en el verde bosque de Sherwood (Inglaterra), libre e inapresable, con un grupo de compañeros sumamente valerosos y leales: Little John, Friar Tuck, Much, Will Scarlet, etc. De carácter alegre, franco y aventurero, dotado de astucia diabólica y burlona, y de una destreza increíble en el manejo del arco, era un auténtico azote para sus enemigos. Y sus adversarios eran los del pueblo: nobles feudales, obispos odiosos y funcionarios crueles y fuertes.

“Quitaba a los ricos para dar a los pobres”, dice de él una balada, y los desheredados estaban de su parte, lo ayudaban, protegían, ocultaban y, sobre todo, admiraban y amaban, porque, como dicen los versos de otra canción:

Quiso darles todo
Para socorrerlos en su penuria desmedida;
Y por ello el pueblo entero rezaba por él
Y deseaba que no llegase nunca el día de su captura.

Al igual que otros mitos, la leyenda de Robin Hood ha ido forjándose a lo largo del tiempo hasta tal punto que nos resulta del todo imposible distinguir qué partes son verdad y qué partes son ficticias. La leyenda ha pasado por tantas generaciones que se ha distorsionado con lo que algunos han añadido para embellecerla y lo que otros han suprimido por cuestiones políticas o sociales. Pero retrocedamos en el tiempo y vayamos al lugar donde todo empezó.


En el principio

La historia se remonta a los tiempos del rey Ricardo I (1157-1199). Le llamaron Corazón de León por su coraje y arrojo; el tiempo y la tradición le convirtieron en el paradigma del rey caballero andante, de la cortesía, de la nobleza y de la reconciliación de un pueblo. Pero lo cierto es que Ricardo I de Inglaterra fue un monarca contradictorio, intrépido, a veces cruel, otras soberbio, siempre valiente, dominado por sus pasiones y permanentemente en guerra.

Dos años antes de que llegara al trono, en 1187, el rey Saladino había tomado Jerusalén. Este hecho causó una honda conmoción en toda la cristiandad, y el papa Gregorio VIII llamó a una nueva cruzada. Ricardo impuso tributos para armar un ejército y en 1189, al poco de tomar posesión de la corona, dejó el país para emprender el camino de la guerra santa. La presencia de otros grandes monarcas hizo que esta cruzada fuese una de las más grandes que habían tenido lugar desde 1095, pero el resultado de todo este esfuerzo fue pobre. De regreso a Inglaterra en 1192, Ricardo fue capturado cerca de Viena y el duque Leopoldo pidió por él un rescate de 150.000 marcos.

En aquellos momentos, Inglaterra no estaba en paz. El hermano menor de Ricardo, Juan, más conocido por el infamante apodo de Juan Sin Tierra, conspiró con el rey Felipe Augusto de Francia para arrebatarle el trono a su hermano. La conspiración salió bien durante un tiempo, hasta que Ricardo fue liberado, regresó a Inglaterra y puso a su hermano en su sitio, aunque le perdonó por lo que había hecho. La historia siempre ha considerado a Juan Sin Tierra como uno de los peores gobernantes de Inglaterra. Aunque no fue el rey cruel y despreciable que pinta la leyenda negra, sí es cierto que fue muy excesivo en la recaudación de impuestos, lo que le valió pocas simpatías entre el pueblo.



Sello de Juan sin Tierra


Entre las normas y leyes que hizo cumplir a rajatabla, se encontraba una ley que era tan impopular como injusta para el pueblo llano: la Ley Forestal. Los privilegios de caza y la reserva de un espacio de tierra o pasto para uso de un coto de caza señorial fueron habituales en la Europa feudal, pero fue en la Inglaterra normanda donde se produjo el desarrollo de una legislación forestal más acabada. Las leyes inglesas posteriores a la conquista normanda (1066) condenaban a la ceguera o a la muerte a quien se atrevía a matar ciervos, cuya caza se reservaba al rey. Pero el soberano cazaba por diversión, y los pobres lo hacían por comer. Por consiguiente, cazar ciervos en los cotos reales era para el pueblo una forma de rebelión contra los privilegios y leyes injustas que lo oprimían. En la conciencia popular eso no era bandidaje, sino un acto de justicia.

El bosque, hasta el siglo XI, dominaba completamente el paisaje europeo (sobre todo en Europa septentrional, Inglaterra y el nordeste de la Galia), de forma que el Occidente medieval es un enorme manto de bosques sembrado de calveros cultivados más o menos fértiles. El bosque desempeñaba también un papel fundamental en la economía: caza, recolección, pastos y, sobre todo, madera. Pero el bosque también es frontera y refugio: los bosques servían de límites entre diócesis, principados y reinos, y acogían a los fugitivos, a los vencidos o a los fuera de la ley.

Será en este contexto donde se encuadre la leyenda de Robin Hood. El hombre que vio la injusticia de esta normativa y desafió a la autoridad más elevada por defender unos ideales que consideraba más equitativos para el pueblo, motivo por el cual fue proscrito y tuvo que ocultarse en el bosque de Sherwood.


“Y le llamaban Robin Hood”

Sobre el nacimiento del mito de Robin Hood no caben más que conjeturas, pues parecen carecer de base los estudios de eruditos de los siglos XVII y XVIII destinados a probar la existencia histórica de Robin Hood, de quien un tal William Stukeley llegó a establecer un árbol genealógico.

Se le cita como un personaje histórico en la Original Chronicle of Scotland de Andrew de Wyntoun. Pero es William Langland el que está considerado como el padre del héroe, al que menciona en el poema épico Piers Plowman, obra escrita en 1337.

Entre los siglos XIV y XV empiezan a proliferar los textos acerca de Robin Hood, probablemente debido a la enorme fama que alcanzó el personaje. Las más conocidas son “Robin Hood y el monje”, el poema “Una aventura de Robin Hood” y “Robin Hood y el alfarero”. En estos relatos, Robin es un hombre libre que vive como un proscrito, pero no es un rebelde contra el orden social porque respeta todos los derechos del rey (salvo la propiedad de los venados) y porque sus acciones cuestionan el abuso de la autoridad, no sus fundamentos.

Hay una importante referencia a su existencia en la Historia Majoris Britanniae, escrita por el erudito escocés John Major en 1521. Es en esta obra cuando se le ubica en los tiempos de Ricardo Corazón de León y se configura la épica del sajón enfrentado a los opositores normandos. En su novela Ivanhoe (1819), sir Walter Scott identifica a Robin Hood con un sajón llamado Locksley que, junto con sus aliados, ayuda al rey Ricardo a recuperar su trono.




Aunque cada vez hay menos partidarios de la teoría de que Robin Hood fue un hombre de carne y hueso, todavía quedan remanentes que sostienen lo contrario. De ese modo, nos encontramos con varios candidatos y teorías. Una de ellas sitúa a Robin en el primer tercio del siglo XII y lo identifica como un noble. Tal deducción se fundamenta en dos datos: es cantado en baladas, y en sus versos se hablaba de personas de esta clase social, pues eran los destinatarios de ellas y no el común de los ingleses; y el otro que las armas en que era ducho eran la espada y el arco, también privativos de la alta cuna. Por lo tanto, no estaríamos hablando de un bandido social al que proscribieron por sublevarse contra las injusticias que sufría el pueblo, sino de un hidalgo que quedó al margen de la ley por ser del bando contrario al régimen político imperante.

Otra tesis sitúa a Robin Hood lejos del rey Ricardo Corazón de León y el príncipe Juan sin Tierra, concretamente cien años más tarde, durante el reinado de Eduardo II (1307-1327). En estos tiempos se produjo una rebelión contra la Corona y sus colaboradores, encabezada por el conde de Lancaster, que fue finalmente derrotado. Como consecuencia de su oposición, el rey le confiscó todas sus propiedades y Robin Hood, que había combatido con él, debió refugiarse en el bosque para sobrevivir.

Lo cierto es que debemos ver a Robin Hood como un héroe de balada. En sus primeras apariciones literarias es un personaje burlesco que se entretiene haciendo que otros se peleen entre sí para divertirse. Luego evoluciona y se convierte en un héroe que lucha por la libertad, un noble que se enfrenta al poder por recuperar su lugar. La búsqueda del origen del mito y su rastro en poemas y canciones ha sido el principal objetivo de estudiosos del tema, que han encontrado varias pistas. Así, hay menciones a un tal William Robehood en el siglo XIII, aunque las obras más antiguas que le mencionan se remontan al primer tercio del siglo XIV.

Al principio, Robin Hood fue un embaucador, un rufián que se divertía metiendo cizaña y provocando que otros se pelearan; pero acabó siendo un héroe de capa y espada que luchaba por la justicia. Hay, por tanto, un primer Robin y un segundo Robin: el primero es un tipo que se dedica a beber, pelear y robar a los obispos y señores feudales, ignorando a los pobres, y el segundo es un patriota altruista defensor de los oprimidos. Robin Hood es un héroe del pueblo (Arturo es un héroe de la nobleza): la imagen que acabó formándose de él fue la de un rebelde que robaba a los ricos para repartir sus riquezas entre los pobres.

Poco a poco, la historia cobró nuevos matices que la enriquecieron enormemente. Hacia mediados del siglo XVI se empezó a dar forma a los famosos Merry Men y a embellecer aún más la figura del héroe. Más adelante, a estos alegres forajidos se les había unido un fraile, Robin mantenía un hermoso romance con la bella Lady Marian, y el personaje hasta adquiere tintes nobiliarios.

A partir del siglo XVI, con la llegada de la imprenta, la historia de Robin Hood se vuelve más refinada y nos resulta mucho más familiar. A lo largo de los siguientes siglos, el personaje tomará más rasgos y más anécdotas a medida que cada generación haga sus aportaciones. El Robin Hood del siglo XVIII se mete en situaciones absurdas, como disfrazarse de monje para sacarles el dinero a dos frailes, antes de ser capturado y de avisar a sus amigos para que lo rescaten.

Sin embargo, lo verdaderamente importante de Robin Hood no es saber quién fue, si es que realmente existió alguien con ese nombre, sino la fascinación que despierta su figura en todos los lugares y en todos los tiempos. Nadie sabe quién fue Robin Hood y su pista se pierde entre las brumas de la tradición oral y de la leyenda. Pero acaso importe poco cómo vivió y quién fue Robin Hood, porque lo que trasciende es el mito. En el fondo, tanto él como sus congéneres responden a una exigencia instintiva del espíritu humano, de la que son una encarnación entre ética y simbólica: la necesidad de que la verdad y la justicia triunfen incluso en contra de las convenciones aceptadas y los principios de autoridad establecidos.


Mitos ocultos en el bosque de Sherwood

Héroe, arquero, amante, cazador furtivo, ladrón, vagabundo… Robin Hood es un personaje que ha ganado en matices a lo largo del tiempo. Y uno de los aspectos más destacables, sin los cuales la leyenda carece de todo sentido, es la invención de un marco y unos personajes de gran carisma que rodeen al héroe y le ayuden en sus aventuras, y que, al igual que Robin, se han ganado un lugar de honor dentro del mito.


Lady Marian




Lady Marian no fue un personaje histórico embellecido, sino que se trata de una invención. Apareció, como alma gemela y compañera de Robin Hood, en el siglo XVI, y probablemente fuera resultado de un personaje del siglo anterior: la Dama de las festividades de mayo.

Se trataba de unas fiestas populares que tuvieron un gran auge en la Edad Media, pero se necesitaron varias generaciones de bardos para que Robin y Marian se enamorasen. No es extraño, pues, que a algún bardo se le ocurriera forjar un romance entre el atrevido rebelde y la ficticia Dama de las festividades de mayo. Tanto en las obras de teatro como en las películas de Robin Hood, Marian es una noble normanda que ayuda en secreto a Robin y sus amigos. En ocasiones se le inventa un parentesco con el rey Ricardo, y a menudo llama la atención de otros hombres, como Guy de Gisbourne o el sheriff de Nottingham, que la reclaman como esposa.


Los Merry Men




En las primeras baladas que se conocen, Robin Hood aparecía con uno o dos amigos con los que compartía aventuras, pero con el paso del tiempo al héroe se le unieron varios compañeros que fueron conocidos como los Merry Men (“hombres alegres”), y cuyos nombres han pasado a formar parte del imaginario popular.

-          Little John: Lugarteniente de Robin Hood, su función principal era aconsejar a Robin y aleccionar al equipo. Tanto en las antiguas baladas como en las versiones más modernas de la historia, es uno de los primeros miembros de la banda. Es fiel, inteligente y, según se cuenta, muy fuerte. Se supone que fue el único miembro de la banda que estuvo presente en la muerte de Robin Hood.

-          Will Scarlet: Uno de los mejores espadachines de la banda de Robin Hood. En las versiones medievales de la leyenda, Will Scarlet era el miembro más joven de los forajidos, y en ocasiones aparece mencionado con otros nombres, como Scarlock, lo que a veces provoca confusión. De él se dice que era un tanto pagado de sí mismo y que le gustaba vestir de manera refinada.

-          Much: También llamado “el hijo del molinero”. Este escurridizo personaje ha caído en el olvido en las adaptaciones modernas del mito, pero Much, o Midge, como también se le llama, tenía más relevancia en las primeras baladas. Al parecer, fue sorprendido cazando furtivamente en las tierras del rey, pero logró escapar y se unió a la banda de forajidos para luchar a su lado.

-          Fray Tuck: Este monje dado a la bebida es uno de los personajes más entrañables de la banda de Robin Hood. A pesar de pertenecer a una banda de forajidos, representa la cara más amable y mundana de la Iglesia, aquella que está de parte del pueblo tratado injustamente por los poderosos. Se cree que podría estar inspirado en un personaje real, un tal Robert Stafford de Sussex, que vivió en el siglo XV.


El bosque de Sherwood




El famosísimo bosque de Sherwood es la floresta más conocida de todo el mundo gracias a la leyenda de Robin Hood. Antiguamente, el bosque de Sherwood era un coto privado de caza reservado en exclusiva al rey. Robin Hood se atrevió a penetrar el bosque para cazar un venado, lo que le valió convertirse en un proscrito y ser perseguido por la ley.

En la Edad Media, el bosque era un lugar que se prestaba a todo tipo de historias y fantasías debido a su carácter misterioso y oculto. No eran pocos los forajidos que, al igual que Robin Hood, tuvieron que buscar refugio en el bosque para escapar de la justicia, aunque en la época se consideraba un gran riesgo por la cantidad de peligros que se ocultaban entre los árboles. ¿Quién sabía qué clase de criaturas extrañas o espectros aterradores habría allí escondidos, esperando a los incautos que se adentraran en el bosque?


6 comentarios:

  1. Terribles las injusticias que esta leyenda ha cometido con la realidad histórica, hasta el punto de influir en la cultura popular ensalzando a un rey terrible como fue Ricardo Corazón de León y arrastrando por el fango a un rey visionario y adelantado al Renacimiento como fue Juan Plantagenet. De hecho, hace tiempo escribí un artículo acerca de este tema en mi blog. Está aquí, por si te interesa (http://laluzdevalinor.blogspot.com.es/2013/03/desmitificando-robin-hood.html), y me remito a él para no hacerte el comentario demasiado largo ;-)

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    1. Si nos paramos a pensar, la Historia no ha sido del todo justa con muchos personajes, y Juan sin Tierra no se quedó atrás. Las fuentes de su propio país ni siquiera se ponen de acuerdo con él: la Enciclopedia Británica dice que fue un tipo vengativo y traicionero, pero la web de la monarquía inglesa lo consideraba un administrador capaz, interesado en la ley y el gobierno, pero desconfiado. Aunque la Carta Magna fue un documento muy novedoso en su tiempo, hay que reseñar que no la firmó de buena gana, sino que fue forzado a hacerlo. Yo lo dejaría en que fue como cualquier persona: ni muy malo ni muy bueno, con sus más y sus menos.

      Leí tu artículo y me gustó mucho ^^*. He querido centrarme casi exclusivamente en la figura de Robin Hood porque, a fin de cuentas, es el auténtico héroe de la historia. Como ya escribí sobre Arturo, era lógico que le dedicara un artículo a Robin Hood.

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  2. Vuelve la Laura mitómana y legendaria :). Robin Hood es uno de mis personajes a medio camino entre la realidad y la leyenda favoritos desde que era niño (para qué negarlo, a causa de pelis como la de Disney y la de Kevin Costner XD) y siempre ha estado "rivalizando" con Arturo en mi imaginación, aunque un poco por detrás de la del rey.
    Y por eso me ha gustado mucho, recordando momentos y lecturas pasadas, y aportándome cosas que no sabía, como siempre que te leo ;)
    La verdad es que da para un libro la de cantidad de reyes y personalidades reales que han salido perdiendo o ganando con las leyendas europeas. A ver si alguien lo escribe y publica...ejem!! ;)

    Y desde luego, a ver quién no querría vivir las andanzas de unos simpáticos bandidos en su refugio del bosque de Sherwood, viviendo libremente, bebiendo cerveza, cantando canciones y clavándoles flechas en el culo a los hombres del rey... :D

    Un beso!

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    1. Como siempre, muchas gracias por tus palabras! ^^*. A mí también me ha fascinado siempre el mito de Robin Hood, y mucho más si tenemos en cuenta que nací y crecí en las verdes tierras gallegas, que esconden todo tipo de leyendas entre sus bosques. ¿Cómo no imaginar que un escurridizo Robin Hood se podía ocultar entre los árboles?

      ¿Detecto un cierto tono de sugerencia en cuanto al tema de los personajes históricos denostados o ensalzados por las leyendas? XD Veré entonces qué puedo hacer, jajaja!

      ¡Pues anda que no sería divertido ser como Robin y vivir sus aventuras! Sin ataduras, sin rendir cuentas a nadie, pero ayudando a los más necesitados, a los oprimidos por leyes injustas. No me extrañan las palabras que Eric Hobsbawn dijo de él: "Por eso Robin no puede morir, y se le inventa incluso cuando no existe".

      ¡Un beso para ti!

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  3. Uy, no sabía yo que había habido equivalentes a Robin Hood en otros países, ¡incluso en España! Me siento un poco cateta jajaja.

    La verdad es que ha sido un artículo bien completo que me ha abierto la curiosidad y he ido a mirar el tuyo del Rey Arturo y que pluma, Laura, hija (desde aquí aprovecho para decir que soy de Team Arturo xD, que la leyenda artúrica hace que se me caiga la baba y creo que he leído/visto todo lo que tenga cierta reminiscencia al rey que fue y será). He aprendido cosas de Robin que no sabía, como lo de que Lady Marian viene de la Dama de Mayo.

    Mi favorito siempre ha sido Fray Tuck, puede que por la influencia de la película de Disney jajaja y por eso mismo me niego a que Robin Hood se muera. No, no, se muere de viejito y con muchos hijos con Lady Marian, todos viviendo en el bosque en una casita muy apañá.

    Un besito.

    (¡Aúpa Arturo y hip hip hurra para Merlin)

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    1. ¡Jajaja, de cateta nada! Reconozco que, antes de documentarme para el artículo, yo tampoco habría sabido decirte quién era Diego Corrientes. Pero así es como se aprende, ¿no? Ahora todos sabemos un poquito más.

      Gracias por tus palabras, Eurídice. Me da mucha alegría que ambos artículos te hayan parecido interesantes. El de Arturo me ha salido bastante más completo, en parte porque tengo muchísima información sobre él, mientras que para el caso de Robin Hood me hubiera gustado poder investigar un poco más. Pero bueno, creo que me ha salido bastante resultón.

      No he puesto, como habrás podido leer, nada sobre la muerte de Robin Hood. Y es curioso que hagas esa mención, porque tanto en la película Robin y Marian como en algunas leyendas que circulan en el norte de Inglaterra, se dice que Robin, ya muy viejo y achacoso, habría ido a un convento para pedirle a la abadesa (¿lady Marian, quizás?) que le curase. La abadesa le habría practicado una sangría que le llevaría a la muerte; pero antes de que eso sucediera, Robin habría cogido su arco y habría lanzado una única flecha por la ventana, pidiendo que se le enterrara allá donde cayera. Un final poético y muy adecuado para el buen ladrón.

      Otro beso para ti!

      PD. A mí también me tira más el mito de Arturo. No sé por qué, pero parece que los líos de faldas de la nobleza llaman mucho más la atención, ^^*

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