jueves, 28 de febrero de 2013

El Diario de Daenerys: El caso de Renly Baratheon

Hola a todos!!

Seguimos otra semana más con mi particular Diario de Patricia, con el que me he reído mucho mientras lo escribía. Ya queda poco para acabar el primer programa; un caso más, que veremos la semana que viene. Para el segundo programa tendréis que esperar un poco más, porque casi no tengo tiempo para escribir y tengo que alternarlo con una novela y un cuento que algún día quiero presentar en algún concurso literario. Ya os contaré.

Por el momento, os dejo con Daenerys y Renly Baratheon, que viene a pedir ayuda para un caso muy importante. Digamos que, si no quedásteis convencidos con las luchas por la herencia de Robert Baratheon en Choque de Reyes, este apartado del programa resolverá un poco más vuestras dudas.

Divertíos!!




Dae: Bueno, es evidente que no os estáis poniendo de acuerdo. Pero no pasa nada, porque nuestros psicólogos os atenderán de buena gana y os ayudarán a bajar las barreras que hay entre vosotros. Tendréis que esperar hasta el final del programa, porque me informan de que todavía están con Robert y Jaime. Va ganando Robert por cinco asaltos a dos. Yo tengo que continuar, pero vosotros podéis quedaros aquí y seguir disfrutando del programa (Pasa un par de tarjetas, se seca el sudor de la frente y resopla un poco). Nada hay más triste que una familia desunida, como estamos viendo esta tarde. Estos dos hermanos están peleados a causa de una herencia familiar, pero uno de ellos nos ha llamado pidiendo ayuda, así que vamos a hacer todo lo posible por él. ¡Recibamos con un aplauso a Renly Baratheon!

Aplausos, cómo no. Renly entra en plató con una sonrisa deslumbrante y un traje más deslumbrante aún, porque viene vestido de naranja y verde. Si no fuera por lo mal que combina los colores, todos diríamos que este chico es gay. Pero no lo es… ¿verdad?.......... En la mano lleva una caja sorpresa.

Dae: Renly, bienvenido al Diario.

Ren: Gracias, gracias. Estoy muy emocionado.

Dae: Eres el segundo Baratheon al que tengo que atender esta tarde, ¿lo sabías?

Ren: ¡Aaayy! ¡No me digas que está aquí Robert!

Dae: Pues sí. Pero en estos momentos está ocupado con otro asunto y no podéis veros todavía. El caso es que tú también tienes otro hermano, que es al que has traído aquí para resolver vuestro conflicto.

Ren: (Menea la cabeza con resignación. Su melenita se mueve a cámara lenta, como si fuera un anuncio de champú) Ay, Stannis… Sí, qué voy a hacer yo con él.

Dae: Cuéntanos un poco tu problema, Renly. Tengo entendido que Stannis y tú no os lleváis bien.

Ren: No, mi niña, no. De los tres, él siempre se ha considerado el más incomprendido. Como no puede pagarla con Robert, porque sería capaz de ponerlo mirando para Cuenca… digoooo, para Varamar de un plumazo, pues le ha dado por pagarla conmigo.

Dae: ¿Cuál es el problema esta vez?

Ren: Verás, se trata de una herencia.

Dae: En el Diario somos expertos en herencias. Todas las semanas tenemos cuatro o cinco casos. El otro día resolvimos el caso de la herencia de Lord Walder Frey con bastante éxito. ¿Qué…? (Se lleva la mano a la oreja y se queda como escuchando) Me comunican que Lord Walder ha sido hallado muerto en su castillo del Cruce. Al parecer, sus hijos se han cansado de esperar a que muriera y le han hecho saltarse varias paradas en su tren hacia la muerte. Bueno, es igual. Nosotros seguimos con Renly, que nos va a contar ahora mismo qué pasa entre su hermano Stannis y él.

Ren: Pues, como te decía…

Dae: Pero eso será después de publicidad.

Ren: ¡Tía, no me cortes el rollo!

Anuncios.

Cuando volvemos de publicidad, vemos un avance en el que se ve a un hombre moreno con barbita puntiaguda que dice: “Hoy quiero confesarle a mi primer amor mis verdaderos sentimientos. Se va a llevar una buena sorpresa. Catelyn, hoy vengo a luchar por ti”.

Dae: Y seguimos en el Diario de Daenerys, con el caso de Renly Baratheon.

Ren: Eso será si me dejas contarlo, monina.

Dae: Veo que eres de esas personas a las que les gusta mucho hablar.

Ren: No, si voy a tener yo la culpa.

Dae: Renly, comprendo que estés nervioso pero no voy a permitir que te pases de listo.

Ren: ¡Vaaale! Jolines, eres más pesada que Robert, que ya es decir (Suspira y hace el gesto de abanicarse con una mano, un movimiento que rezuma masculinidad por todos sus poros). Bueno, pues te cuento. Hace catorce años, Robert se convirtió en el rey de los Siete Reinos. Como era el mayor de la familia, nadie discutió con él y le dejamos que fuese rey todo el tiempo que le diera la gana. Después formó una familia… y ya sabemos cómo le fue.

Dae: Sí, ha sido un caso que ha dado mucho de sí.

Ren: Lo que yo decía. Pues bien, como ya se ha demostrado que ni Joffrey ni sus hermanos son hijos de Robert, digo yo que habrá que escoger como futuro rey de Poniente a uno de los hermanos que le quedan. ¿Y por qué no puedo ser yo el candidato perfecto?

Voces del público, que asiente muy convencido. Renly es tan mono que se hace querer muy rápido, aunque el programa político que ofrezca sea más que dudoso. Si el candidato es guapo, ¿qué importa lo que diga? Pelillos a la mar.

Dae: Pero Stannis es mayor que tú.

Ren: Es más viejo que yo. Dejémoslo así.

Dae: ¿Y no crees que así le estás quitando un derecho que podría ser legítimamente suyo?

Ren: ¡Pero si ni siquiera es capaz de gobernar ese peñasco que es Rocadragón! Y no digamos los Siete Reinos.

Dae: ¿Y no podríais compartirlo? Los buenos hermanos aprenden desde pequeños a compartir las cosas.

Ren: ¡Ni hablar! Nunca me dejaba jugar con sus Playmóbil ni con los Micromachines. Y Robert me fastidiaba todos mis juguetes porque era muy bruto jugando. Lo único que tenía para jugar era una muñeca Repollo. Dioses, era feísima. Pero era el único juguete al que mis hermanos no se acercaban. Se le podían hacer peinados y todo. Y fui el primero de la familia en aprender a atarme los cordones de los zapatos, eso sí.

Daenerys se seca una lágrima, emocionada por el relato de su invitado.

Dae: Renly, es un testimonio desgarrador. Así, al verte, jamás habría pensado que tuviste una infancia tan dura.

Ren: (Solloza) Ni te lo imaginas, Daenerys… Yo creo que estoy pidiendo muy poco a cambio, comparado con todo lo que me han quitado… ¡Pero es muy fácil olvidarse de que Renly tiene sentimientos! ¡Y eso no lo voy a consentir!

Dae: Está bien, Renly. Veo que has traído una caja para Stannis, así que vas a dejarla ahí y tú te vas a ir a una de nuestras salas mientras hablamos con tu hermano, ¿de acuerdo?

Ren: Vale. (Deja la caja y se va a una sala)

Dae: Pues yo paso a presentar al próximo invitado de esta tarde. Dice que no ha heredado los músculos de su hermano mayor ni la belleza de su hermano pequeño pero, en cambio, asegura que ha heredado todo el sentido del humor de la familia. ¡Démosle un fuerte aplauso a Stannis Baratheon!

Aplausos y música de Sanford e Hijo. Entra Stannis Baratheon, un señor medio calvo con cara de malas pulgas. Lleva una camisa de flores y unos pantalones de pinzas que le sientan más mal que bien. Camina un poco inclinado hacia delante.

Sta: Nopuedonopuedonopuedo…

Dae: Muy buenas tardes, Stannis.

Sta: ¡¡Uno que lleeeegaaaa!! ¿Te da cuennn?

Daenerys pone la misma cara que si hubiera visto un alien.

Dae: Ehr… sí… (Hablando por el pinganillo) ¿Es que hoy no hay más que pirados o qué? ¡No, no me calmo! ¡Siempre me dejáis los frikis a mí! (Vuelta al mundo real) En fin, qué se le va a hacer… Bienvenido al Diario, Stannis. Alguien me ha comentado que tenías muchas ganas de visitar nuestro plató.

Sta: ¿Cómorl? ¡Quién ha sido, que le voy a hacer pupita en el diodeno! ¡A can de mor enagüer!

Dae: Lo sabrás dentro de poco, te lo prometo. Stannis, ya que estás aquí, quiero hacerte algunas preguntas. ¿Cómo definirías tu relación con tus hermanos?

Sta: Pues la cosa está muy malita, jaaarl. Mi hermano Robert es más inútil que pellizcar un cristal, y Renly es un fistro pecador que me tiene más quemado que la cara de Sandor Clegane.

Dae: Últimamente atravesáis en la familia un pequeño bache, ¿verdad?

Sta: Sí, por una herencia.

Dae: Según creo, os estáis disputando quién será el próximo rey de los Siete Reinos.

Sta: Mismamente.

Dae: Sabemos que Robert no ha nombrado ningún heredero oficialmente. ¿Por qué consideras que tú serías mejor candidato que Renly?

Sta: Porque tiene menos futuro en el trono que Ilyn Payne de logopeda. Renly es un fistro, un cobarde… te da cuenn (Pausa dramática) y pierde más aceite que la furgoneta de la Guardia Arco Iris.

Todos: ¡¡Jarl!!

Dae: Ajá, comprendo… Bueno, Stannis, hoy has venido aquí a recibir una gran sorpresa. Como puedes ver, tienes al lado una caja misteriosa.

Sta: ¿Esto?

Dae: Sí, es para ti. Ábrela y escucha atentamente.

Stannis abre la caja y saca un tanga verde con un adorno en forma de melocotón dorado. Tanto él como el resto del plató se quedan con la boca abierta.

Sta: ¡Argh! ¡Pero qué es esto!

Dae: ¡Vale, no nos pongamos nerviosos! Aquí tiene que haber un error.

En ese momento suena una voz en off que dice: “Loras, no aguanto un día más sin tenerte a mi lado. Quiero que seas mi Caballero de las Flores para siempre. Espero que esta prenda que te otorgo sea de tu agrado y te haga comprender el alcance de mis sentimientos hacia ti”.

Silencio sepulcral. Se oye una tos de fondo.

Dae: ¿¡Qué es esto!? ¡¡Qué es esto!!

Jon: Eh, yo tengo uno parecido en negro.

Lord Eddard mira hacia el cielo, pidiendo clemencia.

Ned: ¿Por qué no lo habré metido en un internado, como me decía mi mujer?

Dae: ¡Repito! ¡Qué es esto! ¡Que alguien me dé una explicación YA mismo!

En ese momento, Renly sale corriendo de la sala donde estaba esperando.

Ren: ¡Eh, eh! ¡Que eso es mío! ¡Dámelo, Stannis!

Sta: ¿Por qué me regalas este pedazo de tanga, cobarde? ¿No ves que no es de mi talla?

Ren: Esto no estaba preparado así. Era un regalo para… otra persona.

Sta: Sí, para Loras, tu florecilla de Altojardín.

Dae: ¿Quién es Loras?

Sta: Según Renly, es su “compañero”.

La multitud ahoga un grito de espanto, incluso Daenerys. Renly se vuelve hacia su hermano con el ceño fruncido.

Ren: Por última vez, ¡sólo compartimos las comidas!

Sta: Y la tienda de campaña.

Ren: ¡Bueno, basta ya! ¡No hemos venido aquí para hablar de mí, si no de ti! ¡Quiero que me des mi herencia!

Sta: ¡Noooorl, no te voy a dar nada! Renly, te he calado. Y no voy a darte mi parte del reino, porque eres más malo gobernando que Robert bailando el hula-hop.

Ren: Eso es mentira. ¡Mentira!

Sta: A ti lo que te pasa es que tienes envidia porque soy el único de la familia que ha triunfado en la vida. ¡A ti ni siquiera te aceptaron en el casting de Gran Hermano!

Ren: Pe… ¡¡Chivato, acusica!! ¿Serás cobarde? ¡Eres un fistro!

Sta: ¡¡Torpedo!! ¡Que eres más lila que el vestido de Varys! ¡Tienes menos futuro que Tyrion Lannister como Míster Desembarco!

Ren: ¿Cómorl? ¡Al ataquerl!

Empieza la pelea, como toda la audiencia estaba esperando. Esta no es tan espectacular como la de Robert y Jaime, pero es igual de emocionante. Renly ataca sacando las uñas y dando bofetadas al aire, mientras Stannis alterna sus gritos de guerra con patadas y saltitos.

Ren: ¡Mal hermano! ¡Egoísta! ¡Quítame el reino si te atreves!

Sta: ¡Te voy a hacer pupita! Soy karateka cinturón negro. ¡Acandemor enagüer!

Dae: ¡Silencio, pecadores! ¡Que ya me tenéis harta! ¡Las manos quietas o empiezo yo a dar guantazos!

Ren: ¡Ha empezado él!

Dae: ¡Me da igual! Ya veo que no os arregláis, así que vamos a tener que dejarlo para más tarde. Después del programa veremos si podemos hacer algo, aunque lo dudo mucho. En fin, yo tengo que seguir. Dejamos de lado el mal rollo, ya que ahora nos visita todo un Casanova. No se considera un ligón, pero reconoce que, cuando se pone, puede ser muy sexy y seductor. Hoy viene a romper su silencio y a declarar su amor a la mujer de sus sueños. ¡Démosle un fuerte aplauso a Petyr Baelish!



No os perdáis el emocionante final la semana que viene!!

miércoles, 20 de febrero de 2013

El Diario de Daenerys: El caso de Jon Nieve

Seguimos donde lo dejamos, como prometí la semana pasada. Y esta vez le toca el turno al bastardo más famoso de Invernalia, que también es uno de mis personajes favoritos. Aquí veremos el terrible caso de Jon Nieve, que viene al Diario a pedir algo que todos llevamos años queriendo saber. Puede que la respuesta no convenza a nadie, pero es una más en medio de todas las hipótesis que se han forjado.

En este caso no se hace ningún spoiler de nada, así que estáis todos a salvo.

Me he divertido mucho escribiendo este caso! Espero que os guste a vosotros también!!



Dae: Bueno, nosotros tenemos que seguir… Mientras esos dos imbéciles se parten el espinazo, presentaré a nuestro próximo invitado. Se define como un chico valiente y leal que siempre hace lo correcto. Es algo que ha aprendido de su padre, al que tiene que preguntarle algo muy importante. ¡Recibamos con un gran aplauso a Jon Nieve!

La música vuelve a sonar con la banda sonora del Señor de los Anillos. Por la puerta entra un chico moreno tan guapo que las chicas vuelven a ponerse a gritar, sobre todo un grupito liderado por una tal Ygritte. Se oyen gritos de “¡Guapo!” y “¡Quiero un bastardo tuyo!”. Como el chico va vestido de negro, las tiene locas a todas.

Dae: Caray, Jon. Sí que levantas pasiones. Esto parece la premier de Crepúsculo.

Jon: Qué va, no es para tanto.

Dae: Además, dicen los rumores que has hecho una pequeña aparición como bajista en el grupo Tokio Hotel. Hemos visto las fotos, chico guapo.

Jon se sonroja.

Jon: Lo hice como un favor. El bajista se había puesto enfermo y decían que yo tenía pintas de emo, así que me pareció una buena idea.

Dae: ¿Te han entrado ganas de dedicarte profesionalmente a la música?

Jon: No, ahora mismo estoy muy centrado en la carrera militar. Acabo de ingresar en la Guardia de la Noche, y esto es un poco más durillo de lo que pensaba.

Dae: Bueno, pasemos a hablar de tu vida personal. Tú eres de Invernalia, ¿verdad?

Jon: Sí.

Dae: ¿Con quién vives allí?

Jon: Con mi padre, mi madrastra y mis cinco medio hermanos.

Dae: Claro, nos has contado antes que tú eres hijo de una relación anterior de tu padre. ¿Cómo es el ambiente en tu casa?

Jon: Pues… bueno. No tenemos demasiados roces…

Dae: Tú crees que existe algo de favoritismo hacia tus medio hermanos.

Jon: (Solloza un poco) Sí… Yo creo que sí…

Dae: ¿Por qué, Jon?

Jon: Porque mi padre no me trata como a mis hermanos. Me mira con cara rara, como diciéndome que yo allí no encajo. Y mi madrastra es aún peor.

Dae: ¿Qué ocurre con ella?

Jon: Pues que es muy mala conmigo. Me insulta y no le gusta nada de lo que hago. Siempre me está dando órdenes o me está echando de casa.

Dae: ¿Por qué crees que hace eso?

Jon: Porque es una bruja amargada. No me soporta, Daenerys. No me puede ni ver. He intentado acercarme a ella y tratar de caerle bien, pero ella no quiere. Y yo ya no sé qué hacer.

Dae: Jon, has venido hoy al Diario para hablar de algo muy importante con tu padre. ¿Qué quieres decirle hoy?

Jon: Quiero que me diga quién es mi verdadera madre.

Joff: ¿Tú tampoco sabes de dónde vienes? Hazme caso, a veces es mejor no saberlo.

Cer: ¡Cállate, niño! (Le da una colleja)

Dae: Tu padre te llevó a vivir con él cuando sólo eras un bebé, pero nunca te ha dicho quién es tu madre.

Jon: No, nunca.

Joff: A lo mejor somos hermanos, quién sabe.

Cer: Joff, que te quito el móvil.

Dae: Esta tarde recibirás una explicación, Jon. Pero antes debo pedirte que vayas a una de nuestras salas. Por ahí, por favor.

Aplausos. Jon se va a una sala con televisión y se sienta en el sofá (por aquel entonces tenían sofás).

Dae: Voy a presentaros a nuestro siguiente invitado. Ser el señor de una nación como Invernalia no es nada fácil. Pero hoy nos contará cuál es su secreto para llegar a fin de mes y no volverse loco. ¡Un fuerte aplauso para Eddard Stark!

Música de “Walker Texas Ranger” para recibir a Lord Eddard, un hombre que tiene cierto parecido con Chuck Norris. Lleva barba y un elegante traje negro que le sienta muy bien. Al entrar, ve a Robert y a Jaime peleándose en el suelo, se encoge de hombros y se va a un sillón.

Dae: Bienvenido, Eddard, gracias por venir.

Ned: ¡Hola, holita!

Dae: Erh… Aquí me dicen que te gusta que te llamen Ned. Si te parece bien, te llamaremos así a partir de ahora.

Ned: Por mí, estupendillo.

Dae: Ay, dioses… Menuda tarde llevo… Bueno, Ned. Es la primera vez que pisas un plató de televisión. ¿Cómo te sientes?

Ned: Pues no me esperaba que fuese tan incómodo. Hay un desorden increíble, nos han tratado como ganado y el bocadillo que nos han dado tenía el queso verde.

Dae: Así que te lo has pasado bien.

Ned: No, si yo he dicho…

Dae: Ned, háblanos un poco sobre ti. ¿Qué se siente al ser un padre de familia numerosa?

Lord Eddard resopla.

Ned: A veces es un poco cansadillo, sobre todo porque criar a seis hijos pone a prueba la paciencia de cualquiera.

Dae: ¿Qué ocurre con tus hijos?

Ned: No me gusta ser tiquismiquis, pero es que hacen lo que les da la gana. Trepan por los muros, se pegan entre ellos, vuelven a casa a las tantas… Y ahora les ha dado por traer animales a casa.

Dae: A los niños les gusta tener mascotas.

Ned: Sí, pero es que me han traído lobos.

Dae: Ah…

Ned: No podían ser perritos, o ardillas, o lagartijas… ¡No, eso sería demasiado fácil! ¡Han tenido que traerme lobos huargo, que lo ponen todo perdido!

Dae: Oye…

Ned: ¡Tengo todas las cortinas de la casa destrozaditas, hay meados en cada esquina y el otro día me he encontrado a dos de ellos apareándose encima de la mesa del comedor! ¡He tenido que chaparme toda la colección de vídeos de El Encantador de Huargos para poder mantenerlos a raya!

Dae: Mira, lo que te quería preguntar…

Ned: ¡Por no hablar de lo que comen! Tengo una manada de lobos en casa que come por seis elefantes adultos. Y no les vale cualquier comida. Todas las semanas tengo que encargar cuarenta kilos de pienso para perros y darles de comer cada cinco horas, porque si no les das a su hora se comen los jabones del baño. ¡Esos bichos me están arruinando!

Dae: Sí, pero escucha…

Ned: Y yo no puedo seguir así. Tengo que pagar treinta años de hipoteca por un castillo viejo, criar a seis hijos y a sus lobos y, además, gobernar la capital del Polo Norte. Esto es un desastre, tralarí… Tengo que acabar con esta situación, tralará… Caramba… ¡Tralarí, tralará!

Rob: (Desde el suelo) ¡Cierra el pico, Flanders! Digooo… ¡Stark!

Dae: ¿Me lo parece a mí o estás un poco pirado?

Ned: Un poco de las dos cosas, creo.

Dae: Ned, esta tarde no estás aquí por casualidad. ¿Quién crees que quiere verte?

Ned: No sé… ¿Hodor?

Dae: ¿Hod…? ¿De todas las personas del mundo por qué se te ocurre Hodor?

Ned: Es que su nombre fue el primero que se me vino a la cabeza.

Dae: Pues siento decepcionarte, pero no es Hodor. ¡Que entre… esa persona!

Entra Jon en plató y Lord Eddard se queda un poco flipado.

Ned: Lo mato. Cuando lleguemos a casa, prepárate.

Jon: Jo, papá… No me abochornes en la tele…

Dae: Por favor, Jon. Dile a tu padre eso tan importante que querías decirle.

Jon suspira significativamente, se vuelve hacia su padre y le mira con ojos suplicantes.

Jon: Papá… Tengo catorce años y me he pasado la vida entera sin saber quién es mi madre. Creo que ha llegado el momento de que me digas la verdad. Por eso te pido delante de toda España… digo, los Siete Reinos, que me desveles mi origen. ¿Quién es mi madre?

Vuelve a sonar la música de tensión. Se oye el latido del corazón y los ruidos del estómago de todo el público. Lord Eddard se muestra esquivo en dar su respuesta; la situación es inesperada para él y está claro que no sabe cómo responderle a su hijo. El drama del pobre chico es tan grande que algunos se han puesto a llorar.

Ned: Ay, Jon… Ya me imaginaba que algún día de estos me lo preguntarías. Pero es que no puedo decírtelo…

Jon: ¿Por qué no, papá?

Ned: Hice una promesa… No puedo romper mi palabra…

Jon: Papá, es importante para mí…

Ned: Comprendo cómo te sientes… pero no puedo hacer nada al respecto. No sé nada de tu madre.

Jon: ¡Pero tú sabes quién era! ¡Dime su nombre, por lo menos!

Ned: (Con expresión culpable) Es que no lo sé…

Jon: ¿Qué…?

Ned: No le vi la cara.

Todos: ¿¡Cómo!?

Jon: ¿Cómo que no le viste la cara?

Ned: Es que estaba oscuro.

Jon: ¡Pero tienes que saber quién es mi madre!

Ned: ¡Jolines, Jon! ¡Tú crees que estas cosas son muy fáciles! Ella dijo que no podía decirme quién era, pero que podíamos… ya sabes.

A Daenerys está a punto de darle un colapso.

Dae: O sea, que te llevaste al huerto a una completa desconocida. ¿Y si hubiera sido una bruja o un travelo?

Ned: Estaba muy solo y muy necesitado.

Jon: ¡Menuda excusa, joder!

Ned: Y ella me dijo que le parecía muy atractivo, así que pensó que podía ser buena idea.

Jon: ¡¿Y por qué no le dijiste que estabas prometido?!

Ned: No quería quedar mal con ella.

Jon: ¡¡Pero si no la conocías de nada!! ¡¡Papáaaaa!!

Cabreado y llorando, Jon saca una espada de alguna parte y ensarta todos y cada uno de los sillones que hay en el plató. Está furioso, sus ojos tienen el brillo de las lágrimas y parece a punto de soltar espumarajos por la boca. Algunas chicas también lloran, solidarias con ese chaval tan guapo. La tensión se masca en el ambiente, hasta que Daenerys toma cartas en el asunto.

Dae: ¡Jon, tranquilízate y no llores más! Suelta la espada y déjala en el suelo donde yo pueda verla. Así, vale… Mirad, como en este momento hay mucha tensión, nos vamos unos minutos a publicidad. Hasta ahora.

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Volvemos de publicidad. Por si alguien se lo está preguntando, Robert y Jaime ya no están peleando en el suelo del plató, pero sí en una sala insonorizada donde los psicólogos del programa están intentando que se reconcilien mientras apuestan por su favorito. En el plató, Daenerys está atendiendo a Jon y a Eddard, que están muy disgustados por la tremenda emoción del momento.

Dae: Y ya estamos de vuelta con el Diario de Daenerys. Estábamos hablando con Ned y Jon, que acaba de sufrir una gran conmoción en cuanto su padre le ha dicho que su madre puede ser cualquier mujer de Espa… de los Siete Reinos. Ned, ¿a ti te parece normal venir hasta el programa para decirle esto a tu hijo?

Ned: Pero si me habéis llamado vosotros porque dijisteis que me iban a dar una sorpresa…

Dae: ¡La cuestión no es quién llamó a quién! Creemos que le debes a tu hijo una explicación.

Todos: ¡¡Síiii!!

Ned: Qué más quisiera yo, de verdad…

Jon: ¡Después te extrañas de que intente cortarme las venas! ¡Joder, necesito cortarme para mostrar al mundo mi dolor!

Ned: Eso te pasa por ser gótico. No me gusta nada ese nuevo estilo que estás llevando, Jon. Ya no sales con tus amigos del septo, ni vas a rezar junto al arciano, ni respetas a tus mayores…

Jon: ¡Yo no tengo amigos, porque la semilla de la soledad siempre estuvo dentro de mí! Lo que pasa es que necesito rodearme de patanes para comprobar lo angustiosa que es su mediocridad y lo lejos que estoy yo de ella.

Ned: Tendría que haberte obligado a venir con nosotros de vacaciones a Dorne. Lo que te hace falta es un poco de sol en la cabeza.

Jon: ¿¿Es que quieres que me ponga moreno o qué?? ¡Y te repito que soy fotofóbico! Quiero ser pálido, delicado y espectral.

Ned: Sí, hijo, sí… Lo que tú digas…

Dae: Bueno, es evidente que no os estáis poniendo de acuerdo. Pero no pasa nada, porque nuestros psicólogos os atenderán de buena gana y os ayudarán a bajar las barreras que hay entre vosotros. Tendréis que esperar hasta el final del programa, porque me informan de que todavía están con Robert y Jaime. Va ganando Robert por cinco asaltos a dos. Yo tengo que continuar, pero vosotros podéis quedaros aquí y seguir disfrutando del programa (Pasa un par de tarjetas, se seca el sudor de la frente y resopla un poco). Nada hay más triste que una familia desunida, como estamos viendo esta tarde. Estos dos hermanos están peleados a causa de una herencia familiar, pero uno de ellos nos ha llamado pidiendo ayuda, así que vamos a hacer todo lo posible por él. ¡Recibamos con un aplauso a Renly Baratheon!



Pero eso será la próxima vez! Espero que os haya gustado!!

sábado, 16 de febrero de 2013

Una de mis idas de olla: El Diario de Daenerys

¡Hola a todos!

Hoy he decidido traeros algo que he hecho yo, producto de mi mente creativa y ociosa (me temo que más ociosa que creativa T_T) y que tiene como único objetivo divertir al personal, sobre todo a los fans de Juego de Tronos.  Un buen día, se me ocurrió que las cosas que pasan en todo Canción de Hielo y Fuego darían mucho juego en programas basura como el desaparecido Diario de Patricia: que si incestos, que si muertes macabras, que si disputas por tierras, que si guerras absurdas, que si amores imposibles... Entonces me dije: ¿Y por qué no hacer un Diario a lo Juego de Tronos?

Y aquí está.

Todavía no he acabado la segunda parte, pero las voy a ir espaciando para que podáis divertiros leyéndolas. Cada programa contaría con cuatro casos (voy por el segundo de la segunda parte), pero los voy a colgar de uno en uno. Aviso que los casos que salen tienen poco o nada que ver con la historia original de Canción de Hielo y Fuego; es decir, que no hago SPOILERS (bueno, puede que alguno)*. Se juntan personajes vivos con muertos, hay otras enemistades que las de las novelas, los personajes no son lo que parecen... pero espero que os resulte divertido. Es puro afán lúdico.

*En este episodio de El Diario de Daenerys se hace un spoiler de Juego de Tronos, así que absténganse los que no han leído la primera novela.

Nada más, y leed el programa de.... ¡¡¡El Diario de Daenerys!!!



Estamos en un plató de televisión en Desembarco del Rey (por aquel entonces sí que existía la televisión, lo que pasa es que no estaba tan de moda) que muestra una hilera de asientos y butacas que están libres. Un público selecto de posaderos, contrabandistas, caballeros y prostitutas aplaude enardecido en cuanto se abren las puertas y aparece Daenerys Targaryen, la presentadora del programa.

Dae: ¡Buenas tardes a todos y bienvenidos al Diario de Daenerys! Son las siete de la tarde, una hora menos en las Islas del Verano. Nuestro programa de hoy trae casos sorprendentes, familias destrozadas por las circunstancias y testimonios desgarradores que harán que más de uno se deshidrate de tanto llorar. ¡Empezamos!

Musiquita de saxofón y aplausos del público.

Dae: Nuestro primer invitado ha vuelto a nuestro programa para conocer el desenlace de su historia. Hace una semana conocimos a Joffrey, que vino a contarnos las sospechas que tenía acerca de quién era su verdadero padre. Hoy no viene solo y pronto sabrá toda la verdad. ¡Un fuerte aplauso para Joffrey Baratheon!

Otra vez la música y los aplausos. Joffrey viene por el pasillo con un polo Lacoste rojo, unos pantalones de pijo y unas gafas de sol en la cabeza.

Dae: Buenas tardes, Joffrey. Bienvenido de nuevo al programa.

Joff: Muchas gracias.

Dae: Joffrey, tú viniste la semana pasada a contarnos tu historia. Desde hace años albergas la sospecha de que tu padre… no es realmente tu padre.

Joff: Así es.

Dae: Cuéntanos un poco más tu historia. ¿Qué dijo Robert, tu supuesto padre, cuando terminó el programa y pudisteis hablar a solas?

Joff: Me dijo que no se lo podía creer, que era una sospecha totalmente infundada. Dice que está claro que soy su hijo, aunque no sé en qué se basa para decirlo porque no nos parecemos en nada.

Dae: Ponnos un ejemplo.

Joff: Bueno, para empezar yo soy rubio natural y él es moreno. Yo tengo los ojos verdes y mi padre los tiene azules. Él está más gordo que una albóndiga, ha heredado todos los pelos de la familia Baratheon y, para completar el cuadro siniestro, viste fatal. Todo lo contrario que yo, como podéis ver. (Sonrisa pensada para impactar. Las chicas del público gritan histéricas)

Dae: Sí, ya vemos que tienes muy buen aspecto. ¿Y qué dice tu madre de todo esto?

Joff: ¿Que qué dice mi madre? Uf, está súper flipada. Según ella, no tengo ningún motivo para pensar que tengo otro padre.

Dae: Tienes dos hermanos más, ¿verdad?

Joff: Sí, menores que yo. Ahora que lo pienso, a lo mejor Tommen sí que es hijo de mi padre porque está tan gordo como él.

Dae: Bueno, no empecemos a faltar al respeto a personas que no pueden defenderse.

Joff: Vale, perdón. Es que estoy muy nervioso.

Dae: Volviendo al tema, ¿tienes alguna sospecha acerca de quién puede ser tu verdadero padre? ¿Algún amigo de la familia, un vecino o algo así?

Joff: La verdad es que podrían ser varios, porque esto de ser príncipe lo que tiene es que siempre hay mucha gente a tu alrededor. Y con esto no quiero decir que crea que mi madre se va con cualquiera, ¿vale? O sea, esto para mí es muy fuerte. Pero es que por ahí hay rumores que, quieras o no, te influyen un poco.

Dae: ¿Quién te cuenta esos rumores?

Joff: Son cosas que oyes por ahí, frases sueltas. Varys me dijo una vez que mi padre tenía más cuernos que un saco de caracoles. Y mi tío Tyrion me ha dejado caer más de una vez que a mi madre le tira más el león que el ciervo. Yo ya no sé cómo debo tomarme esas cosas, la verdad.

Dae: Bueno, Joff. Hoy sabrás toda la verdad. La semana pasada has venido con tus padres y has pedido que se te hiciese una prueba de paternidad. En este sobre está el resultado, pero antes de leerlo vamos a darles la bienvenida a tus padres, ¿te parece bien?

Joff: O sea, pues claro.

Dae: ¡Pues que entren Robert Baratheon y Cersei Lannister!

Música ambiental. Por el pasillo viene la pareja más extraña del mundo. Robert, grande y gordo, viene vestido con la ropa que sobró de Bonanza. Cersei lleva un vestido rojo con un escote hasta el ombligo, maquillada a más no poder y con un montón de collares. En cuanto entran, Robert tira besos a las chicas guapas del público y también a Daenerys. Cersei le lanza una mirada fulminante y se sienta al lado de su hijo.

Dae: Robert, Cersei… muchas gracias por venir esta tarde al Diario de Daenerys.

Rob: De nada, rubia. Un placer. ¡Estás más buena en persona que por la tele!

Dae: Ji, ji, ji… Gracias… (Daenerys no sabe para dónde mirar) Bueno, vamos a centrarnos. ¿Cómo has pasado esta última semana, Robert?

Rob: Pues regular, ya que lo preguntas. ¿Tú cómo te sentirías si tu hijo, que es lo más maravilloso que te ha pasado en la vida, de repente te dice que cree que no eres su padre? Los rumores aumentan todos los días, poniéndome como un trapo a mí y a mi familia. ¿Dónde deja eso a mi mujer, que es una santa y no tiene ninguna culpa?

Cersei mira para otro lado.

Dae: Lo comprendo, es un golpe para todos vosotros. Pero debes entender que Joffrey lo está pasando muy mal con todo esto. ¿Tú que opinas, Cersei? ¿No crees que tu hijo merece que se le diga la verdad para quitarle esas dudas de la cabeza?

Cer: Yo ya no sé qué pensar de este niño, Patricia.

Dae: Daenerys.

Cer: Eso, perdona. Es que Joffrey siempre ha sido un cabeza dura. Mira que siempre le he dicho que Robert es su padre, pero no hay manera de hacérselo entender.

Dae: No os preocupéis, porque la verdad definitiva está escrita en este sobre que nos han enviado los Laboratorios de Rocadragón, que han analizado vuestras muestras de ADN.

Cer: ¿La verdad definitiva…?

Dae: Sí.

Cer: ¿Y no podrían estar equivocados?

Dae: Son pruebas de ADN. El margen de error es de uno entre un billón.

Cer: Pero podrían equivocarse. No es una prueba fiable.

Joff: Mamá, te noto tensa. ¿Te pasa algo?

Cer: ¿Tensa, yo? ¡Para nada!

Rob: Tu madre nunca está tensa. ¿Estás tensa, cielo?

Dae: ¿Te encuentras mal, Cersei? Podemos traerte un vaso de agua.

Cer: No, gracias, estoy bien…

Dae: En fin, como quieras. (Abre el sobre y lee) “Los Laboratorios Rocadragón, después de realizar los estudios y pruebas pertinentes tras extraer las muestras de ADN de Robert y Joffrey Baratheon, afirman sin posibilidad de error que Robert Baratheon…

Silencio sepulcral en el plató. Todos los presentes se echan hacia delante, expectantes. La música adquiere un tono de tensión que se agudiza con el sonido de un corazón palpitando.

Dae: …………….. ¡No es el padre biológico!”

Joff: ¡Jopeta, no! ¡Lo sabía!

Cer: ¡Eso es mentira! ¡Exijo una segunda opinión!

Rob: ¿¡Qué!? ¿¡Pero qué coño…!? ¡¡Mecagüenlaputa, Cersei!! ¿¡Se puede saber de qué cojones va todo esto!?

Cer: Puedo explicarlo…

Joff: Papi…

Rob: ¡A mí no me llames papi, bastardo! ¡Tú no eres mi hijo!

Joff: ¡Noooo!

Cer: ¡No le hables así al niño! ¡Es muy sensible!

Rob: Sí, lo habrá sacado de su verdadero padre porque yo no tengo esa sensibilidad.

Cer: ¡Eres un zoquete deslenguado!

Rob: ¡Y tú eres una zorra!

Cer: ¡Putero!

Rob: ¡Guarra!

Acortamos un poco la escena por el alto contenido en violencia y palabras malsonantes que viene a continuación. A estas horas de la tarde hay muchos niños viendo la tele en los Siete Reinos y no es cuestión de fomentar actitudes que pudieran influir negativamente en su educación.

Dae: Vaya… Una terrible revelación, sin duda. ¿Cómo te sientes, Robert?

Rob: Para serte sincero, Daenerys, estoy muy sorprendido. Nunca pensé que mi mujer fuera capaz de ponerme los cuernos.

Cer: ¡Pero si tú me la pegas con cada golfa que se cruza en el camino!

Rob: ¡Esas no son cosas para venir a hablarlas en la tele!

Cer: ¡Quiero el divorcio!

Rob: ¡Y una mierda! No pienso pasarte una pensión ni a ti ni a este bastardo hijo tuyo.

Joff: ¡Papá, no podéis divorciaros!

Rob: Que se case con tu verdadero padre, ya que tanto le gusta.

Dae: Puede que lo haga, Robert. Y tenemos otra sorpresa más para vosotros, porque aquí está… ¡El verdadero padre de Joffrey! ¡Un aplauso para él!

Retumban los aplausos mientras suena la música I’m too sexy. En cuanto entra el invitado, las chicas vuelven a gritar enloquecidas.

Rob: ¡No me jodas! ¡Jaime Lannister!

Jai: ¡Buenas tardes, Desembarco! (Jaime viene de punta en blanco, pasa de largo a Robert Baratheon y a Joffrey y se sienta junto a Cersei, a la que le entrega un ramo de rosas. Cersei, con una risa tonta, le hace cucamonas a su hermano mellizo)

Rob: ¡Esto es increíble!

Joff: ¿Tito Jaime es mi padre? ¡Pero mamá…!

Cer: Calla, niño. Tú no lo entiendes.

Dae: Jaime, sé bienvenido al programa. Según nos has dicho en una entrevista anterior, tú sabías que Joffrey no era hijo de tu cuñado.

Jai: Sí, debo admitirlo.

Dae: La semana pasada, Joffrey nos ha contado que tú fuiste el primero al que acudió con sus sospechas. ¿Y a pesar del trauma por el que el chico estaba pasando, no fuiste capaz de contarle la verdad?

Jaime se frota las sienes. Es evidente que esta situación le viene grande.

Jai: Esto es muy fuerte… Verás, se supone que Joffrey no tendría que haberse enterado aún. Cersei y yo acordamos que le diríamos la verdad cuando cumpliese los dieciocho años. Queríamos decirle que su nacimiento no estaba planeado, pero que le queríamos igual…

Cer: ¿Que no estaba planeado? ¡Si me hiciste dos hijos más!

Joffrey da un grito, horrorizado.

Joff: ¿¡Mis hermanos también son hijos del tito Jaime!?

Rob: ¡Toma ya! ¡Para que luego digan de mí!

Jai: ¡Joff, tú no lo entiendes! ¡Lo hicimos por tu propio bien!

Joff: ¡O sea, no me lo puedo creer! ¡Qué súper fuerte!

Jai: Te juro, Joffrey, que puedo ser un buen padre para ti. Si me das una oportunidad, te lo demostraré.

Robert, que hasta ahora ha mantenido el tipo bastante bien, no puede más y se pone de pie, rojo de cólera.

Rob: ¡Tú no vas a demostrar nada, cabrón!

Robert le arrea un puñetazo a Jaime en todo el ojo y acto seguido empiezan a llover hostias. El censor nos ha pedido que cortemos esta parte por ser demasiado zafia y violenta, pero el productor del programa ha pensado que si la ponemos podría subir la audiencia.

Rob: ¡Hijoputa! ¡Mariquita!

Jai: ¡Eso lo serás tú, cornudo!

Vuelven a caer hostias. Joffrey está alucinado, mientras que Cersei se lima las uñas tranquilamente. Daenerys, desesperada, intenta poner un poco de orden.

Dae: ¡Bueno, basta ya! ¡Robert, Jaime! ¡Este espectáculo es lamentable!

Rob: ¡Tú calla y sigue con el programa! ¡Toma esta, capullo!

Jai: ¡Ay, mis cojones! ¡Te voy a poner el culo de joroba, mamón!

Daenerys suspira y pasa la tarjeta que tiene en la mano. El programa debe continuar y, como es una profesional, sigue adelante sin inmutarse.

Dae: Bueno, nosotros tenemos que seguir… Mientras esos dos imbéciles se parten el espinazo, presentaré a nuestro próximo invitado. Se define como un chico valiente y leal que siempre hace lo correcto. Es algo que ha aprendido de su padre, al que tiene que preguntarle algo muy importante. ¡Recibamos con un gran aplauso a Jon Nieve!


(Pero eso será la próxima vez)



Hasta la próxima!!

miércoles, 13 de febrero de 2013

Carta de amor para un chico al que no conozco


Amor mío:

Esta será una carta extraña, puesto que es la primera vez que le escribo a alguien que todavía no conozco. Tal vez, si algún día llegas a leer esta carta, te figures que soy una chica bastante extraña, y hasta es posible que te estés planteando si es seguro para ti tratar de conocerme y acercarte a mí. ¿Quién si no una loca le escribiría una carta de amor a una persona a la que ni siquiera ha visto? Pero ten por seguro que algún día nos encontraremos y, cuando eso suceda, podré mirarte a los ojos y repetir todo lo que aquí te voy a decir. Y también te puedo asegurar otra cosa: Estoy siendo completamente sincera respecto a mis sentimientos por ti, y eso es algo que también sabrás cuando nos encontremos por fin.

Pienso en ti dondequiera que estés. No sé cómo eres ni lo que piensas de mí, y estaría cometiendo una grave imprudencia si me imaginara cómo es tu físico o tu personalidad. A veces, creo encontrarte en el rostro de algún chico por el que siento una gran atracción. Y esto no quiere decir que ese chico sea particularmente atractivo. De hecho, estoy firmemente convencida de mi espíritu afín no reside en un cuerpo atlético y hermoso. No es posible reunir tanta belleza en un solo ser, y en eso estarás de acuerdo conmigo. No importa que seas alto o bajo, guapo o feo, de poderosos músculos o frágil como un junco. Esa es la clase de belleza que buscan los idiotas. Pero, precisamente porque sé que no eres hermoso, para mí eres el único. Nunca he conocido a alguien como tú pero tengo fe en que, tarde o temprano, te encontraré.

He mencionado tu cuerpo de manera anecdótica porque para mí no merece más importancia que una breve mención. En realidad, es tu alma la que reclama todo mi interés. A veces, cuando pienso en ti, intento imaginarme qué secretos oculta ese alma que tantas ganas tengo de conocer. ¿Tendremos gustos afines o, por el contrario, seremos tan dispares como el perro y el gato? ¿Eres tierno, sensible y melancólico? ¿O más bien eres fuerte, seguro y pragmático? ¿Detestas las mentiras, igual que yo? ¿Amas todo lo que es bueno y hermoso? ¿Aceptas de buena gana lo que la vida te da o prefieres luchar para cumplir tus propios sueños? Te he imaginado de todas las maneras posibles, lo que equivale a decir que podrías tener más de mil personalidades distintas. Pero cada una de esas personalidades, créeme, para mí supone un motivo más para amarte.

Llevo tanto tiempo buscándote que a veces tiendo a desesperar. A veces, cuando mis ojos se encuentran con los de un chico, pienso que podrías ser tú. Llegué a creerlo en unas pocas ocasiones… pero me equivoqué. A veces la vida es una triste escuela. Lo cierto es que podrías estar en cualquier parte. Hasta es posible que ya te conozca pero que nunca me haya fijado en ti de ese modo. Pero entonces… ¿qué será de mí si por mi torpeza llego a perderte? ¿Cómo vas a hacerme saber que siempre me has estado buscando, como yo a ti? Tengo miedo de que te vayas sin mirar atrás… Miedo de que nuestros corazones nunca se encuentren.

Pero también podría ocurrir al revés. Cuando me parece que te he encontrado, confieso mis sentimientos y, entonces, todo se trastoca. Una vez más, me vuelvo a equivocar y se aleja de mí aquel que creo que eres tú. ¿Qué es lo que estoy haciendo mal? ¿En qué me equivoco? ¿Acaso no debo ser sincera si creo que mis sentimientos lo son? Vivo perpetuamente enamorada de una sombra, de un fantasma que no aparece, de una luz cuya intensidad me ciega. Empiezo a temer por mí misma. En ocasiones, cuando más te echo de menos, creo desesperar. Quiero encontrarte, ardo en deseos de ver tu resplandor, de sentir tu calor en mis brazos y de que me arropes con tus palabras. ¿Y si se trata de una obsesión? Quizá, en mi fervor por encontrarte, estoy cometiendo una locura al centrar mi atención en un chico solo y en imaginarlo como el señor de mi corazón. Me da tanto miedo equivocarme que me asusta amar. Pero, al mismo tiempo, no puedo vivir sin amar. No quiero que me quiten ese amor; es lo único que puedo ofrecerte.

Quizá todo sea inútil. He llegado a pensar que estoy hecha para amar, no para ser amada. Tan esquivo eres, amor mío, que temo no encontrarte nunca. Tú eres la clave de todo. Eres la pieza que completa el puzzle de mi felicidad. No voy a decir que sin ti no soy nada, porque no sería cierto, pero afirmar que contigo lo seré todo puede que se aproxime bastante a la verdad. Si me das una razón para confiar en tu existencia, sé que recobraré fuerzas para seguirte buscando dondequiera que estés.
 
Por eso, mi sol y estrellas, mi príncipe dragón, mi Rey del Mundo, quiero encontrarte. Quiero seguir mi camino y hallarte a ti al final para ofrecerte todo lo que mi corazón desea para ti. Y, si eres quien yo creo, sé que tú sentirás lo mismo que yo. Si, cuando te vea y te diga: ¡Aquí estoy!, tú simplemente me respondes con una sonrisa sincera, sé que serás tú y que mi viaje habrá terminado. Porque todo esfuerzo es poco si consigo hallar lo que me resta de felicidad a tu lado. Ardo en deseos de conocerte y de compartir contigo todo lo que tengo para dar, que es mucho.
 
Feliz San Valentín

lunes, 11 de febrero de 2013

Érase una vez... un libro de cuentos muy violentos


Mi primo de siete años es un niño de lo más normal. Está creciendo como crecimos todos nosotros: Viviendo aventuras que se forjan en su imaginación infantil gracias, en gran parte, al material que proporciona a diario la televisión. Que al pequeño le gustan los dibujos no es nada nuevo ni malo, pues él mismo se asegura de que no está viendo nada inadecuado para su edad (es muy responsable en ese sentido). Así que, por esa parte, no hay ningún problema. El problema viene de los adultos, que se quejan porque el niño está viendo dibujos que estimulan la violencia y le harán un chaval problemático en el futuro. La serie de dibujos a la que se refieren es nada más y nada menos que Dragonball Z.


Para empezar, baste decir que yo me crié viendo Dragonball y nunca he sido una chica violenta. No iba por ahí dándole palizas a nadie, ni haciendo patadas giratorias, ni dando puñetazos consecutivos hasta molerle los huesos a mi rival, ni nada. Es más, soy de las que piensa que es mejor intentar razonar con alguien antes que recurrir a la violencia (lo cual no quita que a veces crezcan mis ganas de matar en determinadas situaciones). Por lo tanto, no me parece que una serie como Dragonball Z que, además, está puesta en un horario infantil y se la presenta como apta para todos los públicos, vaya a convertir a mi primo en el próximo emulador de la masacre de Columbine. Y digo más: Los cuentos infantiles de los hermanos Grimm, de Andersen o de Perrault son mucho más violentos y macabros que ver a Son Goku encajándole una patada en el estómago a Célula. Sin embargo, como son cuentos y además están edulcorados, no vemos lo sangrientos, crueles y horrorosos que pueden llegar a ser. Permitidme daros algunos ejemplos.


Blancanieves y los siete enanitos
La historia de Blancanieves es de sobra conocida por todos, así que no me voy a andar por las ramas porque todos sabemos el principio, el desarrollo y el final del cuento. Pero esa es la versión de Disney; en las primeras versiones del cuento, la cosa era bastante distinta. Para empezar, un conde y una condesa van en carruaje y se encuentran por el camino a una niña de cutis pálido como la nieve, mejillas rojas como la sangre y cabello negro como ala de cuervo; es Blancanieves. El conde, que deseaba tener una niña como esa, la acoge como hija y le toma mucho cariño, cosa que no gustó a su esposa, que intenta abandonarla a las primeras de cambio. La condesa (o la reina en otras versiones) se siente celosa de la belleza de Blancanieves, haciendo gala de un narcisismo de proporciones descomunales. Para convertirse en la más hermosa del mundo, debe acabar con su principal rival, y ésta es su hijastra. El primer intento de matarla es cuando ordena al cazador que acompañe a la niña al bosque; el hombre recibe la orden de apuñalarla y arrancarle los pulmones y el hígado para guisarlos y comérselos (joé, esta tía debe ser pariente de Charles Manson). Sabemos que el cazador no obedece a la madrastra, pero deja a Blancanieves a merced de las fieras del bosque; por suerte, Blancanieves encontrará refugio en la cabaña de los siete enanitos. Sin embargo, no está a salvo. Gracias a su espejo mágico, la madrastra sabe que Blancanieves está viva y sigue intentando destruirla. Se disfraza de vendedora de telas y ofrece a Blancanieves una cinta de seda para ceñir su corsé, con la que intenta asfixiarla. Los enanitos acuden al rescate de la niña y le advierten que no abra la puerta a nadie, pues podría hacerle daño. La madrastra vuelve a probar suerte disfrazándose de buhonera y mostrándole a Blancanieves un peine de plata que está encantado y que le provoca una muerte aparente. Otra vez tienen que volver los enanitos a salvar a la dichosa princesa y repiten su advertencia de que no abra la puerta a desconocidos. Blancanieves, en un acto de estupidez supina, abre la puerta a la madrastra, transfigurada en anciana, que le ofrece una jugosa manzana envenenada. Sin embargo, lo que se lleva la palma es lo que le ocurre a la madrastra cuando la historia llega a su desenlace: Como castigo por su maldad, es condenada a calzarse unos zapatos de hierro calentados al rojo vivo, con los que tiene que bailar incesantemente hasta morir.


Hansel y Gretel

Este cuento empieza con un drama terrible. Unos padres pobres de solemnidad son incapaces de alimentar a sus hijos y piensan en una solución para salir del atolladero. Y lo mejor que se les ocurre es abandonarlos en el bosque para que se mueran de hambre o devorados por las fieras. ¡Pues vaya padres más cariñosos! Hansel y Gretel consiguen regresar a casa por sus propios medios pero, una vez más, los padres vuelven a abandonarlos. Los niños se adentran en el bosque y encuentran una casita hecha de turrón y caramelos; como están hambrientos, se lanzan al asalto y empiezan a comer la casa a pesar de que dentro vive una anciana. Esta anciana es una vieja bruja que secuestra a los niños y los encadena sin piedad alguna. Gretel ejerce las funciones de una criada barriendo y fregando el suelo, pero Hansel se lleva la peor parte porque la bruja lo infla a comida para cebarlo y luego comérselo. Gracias al engaño con el hueso de pollo, que la bruja confunde con el brazo de Hansel, Gretel empuja a la malvada bruja al horno, donde muere lenta y dolorosamente.


Caperucita Roja

Este cuento fue elaborado por Perrault para entretener a la corte de Versalles y no estaba destinado a los niños en un principio, sino para las chicas adolescentes, que corrían el riesgo de dejarse seducir por abusadores o pederastas. Caperucita Roja es una niña inocente y encantadora a la que su madre ordena que se adentre en el bosque, donde vive su abuelita enferma (una anciana enferma viviendo sola en medio de un bosque… No sé qué dirían a esto los Servicios Sociales), para llevarle una cesta con comida. La madre advierte a Caperucita que hay un lobo muy peligroso rondando por el bosque, y le aconseja a la niña que no se entretenga con nada y haga el recado sin más dilación. Yo no es por malmeter pero… ¿Por qué manda a una niña pequeña al bosque si sabe que allí hay un lobo feroz? ¡Debería acompañarla alguien más mayor! Pero sigamos, que la cosa tiene miga. El lobo encuentra a Caperucita, a la que consigue camelar para hacer un juego: una carrera hasta la casa de la abuelita. El lobo gana, por supuesto, y se come a la abuelita. En el cuento de Perrault, el lobo no se disfraza, sino que se acuesta en la cama. Cuando llega Caperucita, el lobo le pide que se acueste a su lado; Caperucita se desnuda (¡!) y se mete en la cama. Por supuesto, aquí es donde se da el famoso diálogo con la posterior muerte de Caperucita, porque el lobo también se la come a ella. En otras versiones francesas del cuento, el lobo obliga a Caperucita a comer carne y beber sangre de la abuela, a pesar de que unas voces le advierten que no lo haga. Otro final es el de los hermanos Grimm: Un cazador averigua lo que ha pasado y, con unas tijeras, abre el estómago del lobo y saca a Caperucita y a la abuela. Cuando Caperucita lleva de nuevo pasteles a la abuela, el lobo intenta apartarla del camino. Pero Caperucita corre hasta casa de su abuela, se lo cuenta todo y trancan la puerta para que el lobo no pueda entrar. El lobo intenta entrar por la chimenea, pero resbala del tejado y cae en una balsa llena de agua, donde se ahoga. También está la versión en la que Caperucita llena de piedras el estómago del lobo, que cayó, reventó y murió.


Cenicienta

La joven Cenicienta era la hija de un hombre rico que se había casado en segundas nupcias con una mujer, madre de dos hijas de carácter frívolo y déspota. Tras la muerte de su padre, su madrastra se hace cargo de la hacienda familiar y destina a Cenicienta a los trabajos más sucios y humillantes de la casa. Es menospreciada y degradada por sus hermanastras, y obligada a sacrificar sus propios intereses en beneficio de los de ellas. En una versión más antigua del cuento, el padre de Cenicienta se casa con una mujer que parece odiar a la niña; ésta, por consejo de su nodriza, le rompe el cuello a la mujer dejando caer sobre ella la tapa de un baúl. Cenicienta convence a su padre para que se case con la nodriza, que al parecer tampoco era trigo limpio: Una vez casada, presenta a sus seis hijas, de las que nadie sabía nada. Además, empieza a degradar a Cenicienta sin que su propio padre haga nada por impedirlo. Pues muy bien, oiga. Luego se extrañarán de que haya que llamar a Hermano Mayor… Bueno, seguimos. El caso es que, una vez que ha pasado todo lo del Hada Madrina, el baile y el zapato de cristal, el príncipe recorre todo el reino para buscar a la dueña del zapatito perdido. Las hermanastras de Cenicienta, deseosas de casarse con él, se cortan los dedos del pie y el talón para que el zapato quepa en sus grandes pies. Imaginaos la escena por un momento: Dos chicas que se mutilan con tijeras y cuchillos, un mar de sangre corriendo por el suelo… Esto ya de por sí es un poco gore. Y la cosa no acaba aquí, porque en la boda de Cenicienta, las palomas que la ayudaban con las tareas se lanzaron contra las hermanastras y les sacaron los ojos por su maldad.


El príncipe rana

Este cuento no es tan descarnado, pero hay algún detalle un pelín violento que merece ser comentado. Una princesita está jugando con su pelota de oro junto a un lago, pero la pelota se le cae dentro y ella se pone triste. Una rana se asoma por la superficie y le dice que le traerá su pelota si le permite acompañarla, beber de su vaso, comer de su plato y dormir en su cama con ella. La princesa acepta pero, en cuanto la rana le trae la pelota, ella echa a correr y se olvida de su promesa. Al día siguiente, la rana aparece en el castillo para reclamar lo prometido. La princesa se ve obligada por su padre a cumplir su promesa, cosa que ella intenta eludir a como dé lugar. En el momento de compartir cama, la princesa no soporta el asco que le inspira la rana y la estrella contra la pared, con tan buena suerte que luego se convierte en un apuesto príncipe con el que no le parece mala idea casarse. A mí me parece una actitud bastante patética por parte de la princesa: ¿La rana te da asco y la maltratas, pero en cuanto se convierte en un chico guapo te chorrean las bragas? ¡Anda ya! ¡Menudo ejemplo para las niñas!


El cerdo encantado

Un rey debe partir a la guerra y encomienda a sus tres hijas que, durante su ausencia, no entren en una habitación en concreto. Las princesas no obedecen y se cuelan en la habitación, donde hay un libro abierto. La primera princesa lee que se casará con un príncipe del este; la segunda, que lo hará con un príncipe del oeste; y la tercera princesa, que se casará con un cerdo del norte. Al cabo de un tiempo, se produce el enlace y la más joven de las hermanas parte rumbo al norte con su marido porcino. Sin embargo, al pasar por un cenagal, el cerdo le pide a su esposa que le bese, y acto seguido se convierte en un guapo joven. La princesa consulta con una bruja para hacer que el aspecto del príncipe sea siempre hermoso, pero su marido se entera de eso y le dice que debe abandonarla y que no se volverán a encontrar hasta que haya desgastado tres pares de zapatos de hierro y redondeado la punta de una vara de acero… que ya hay que ser cabrón para castigar así a tu mujer por una tontería de nada. Así empiezan las andanzas de la princesa, que recorre cielo y tierra para encontrar a su marido. En cada lugar por el que pasa se le ofrece un pollo para comer, de los que debe conservar todos sus huesos. Una vez desgasta los zapatos y la vara, une los huesos de los pollos para formar una escalera que la ayude a llegar a un lugar muy elevado donde vive su marido. Sin embargo, se da cuenta de que le falta el último hueso de pollo así que, sacando un cuchillo, se corta el dedo meñique y con él sustituye el eslabón perdido. ¡Hala, más sangre! Pero todo acaba bien, dentro de lo que cabe. Una vez reunida, la flamante pareja hereda el reino del padre y vivieron felices para siempre.


Barbazul

Estamos ante uno de los cuentos más brutales y sanguinarios que jamás existieron. Barbazul es un hombre violento que, habiendo enviudado, está buscando una nueva esposa. La elegida es una bella muchacha a la que lleva a su castillo y la cubre de lujos y riquezas. Barbazul le entrega una llave a la muchacha, una llave que pertenece a una habitación en la cual nunca debe entrar. Aprovechando que Barbazul parte en un viaje de comercio (fingido, porque en realidad está probando la fidelidad de su mujer), la muchacha organiza una fiesta en el palacio y, en pleno apogeo, decide entrar en la habitación prohibida. Lo que descubre es una sala repleta de la sangre y los cadáveres de las anteriores esposas de Barbazul, que fueron asesinadas por él. Sin embargo, en vez de huir o dar la voz de alarma, la muchacha calla porque cree que ha sido producto de su imaginación y que su esposo nunca se enterará de que le ha desobedecido. Yo no sé qué pensaréis, pero a mí parece un gesto muy penoso por su parte. Se podría pensar que la chica no dice nada por miedo a su marido, pero está en un castillo rodeada de gente que podría protegerla y ponerla a salvo de Barbazul, y aun así se calla. Aunque, por suerte, la historia tiene un final feliz para la chica, puesto que cuando Barbazul está a punto de decapitarla, llegan sus hermanos para acabar con él y salvarla justo a tiempo.



Y hasta aquí este pequeño análisis sobre los cuentos de ayer, con los que deleitamos hoy a los miembros más jóvenes de la familia. Cuando alguien vuelva a hablar sobre la violencia que ven los niños por televisión, recordadles que hay cuentos clásicos mucho peores y no por ello hay más niños traumatizados.


Y colorín, colorado… este post se ha acabado.

lunes, 4 de febrero de 2013

La Truñoteca I: Time Stranger Kyoko

Siguiendo el ejemplo de una otaku, que se ha dedicado a aconsejarnos acerca de los mangas que son dignos de leer y, sobre todo, los que NUNCA se deben leer, he decidido inaugurar mi propia truñoteca para dejar constancia de los mangas que han pasado por mis manos y que no deberían haber salido jamás a la luz. Cuidado, porque hago SPOILERS de los gordos. Repito: SPOILER ALERT!! SPOILER ALERT!! ¿Ya os habéis enterado? Bien, empecemos.





La princesa Kyoko con Sakataki y Hizuki



El manga de Time Stranger Kyoko es el que inaugura esta sección. Esta serie corta de seis cómic-book de Arina Tanemura fue publicada en la revista Ribon de la editorial Shueisha, y aquí la hemos podido leer gracias a Planeta. Aunque en un principio me pareció un manga hasta cierto punto original y divertido, no tardé mucho en darme cuenta de que era todo lo contrario. Y si no me creéis, seguid leyendo:


En el siglo XXX, la Tierra ha conseguido superar los problemas entre las distintas naciones y se ha unificado en un solo país. Kyoko Suomi, una chica de dieciséis años, es la princesa de este inmenso país, pero nadie sabe cómo es puesto que nunca ha aparecido en público. Lo cierto es que Kyoko sólo quiere vivir como una chica normal y por eso va al instituto ocultando su identidad, aunque sus dos guardaespaldas, los hermanos Sakataki y Hizuki Jin, la acompañan en todo momento. Kyoko está decidida a dejar de ser princesa y por eso le pide ayuda a su padre. Éste le dice que podría dejar de serlo si consigue despertar a la princesa Ui, una hermana gemela de la que Kyoko desconocía su existencia y que duerme presa de una maldición. El rey le entrega una piedra mágica que ha de activar para despertar el poder del reloj que mantiene dormida a Ui, pero le dice que hay más piedras en el mundo que también deben ser activadas por sus respectivos dueños. La unión de los doce Strangers, los dueños de las piedras, hará posible que la princesa Ui despierte de su letargo.


En principio, la cosa no pinta mal del todo. Es una historia de magical girls, con poderes especiales, hechizos y una misión que cumplir. Tanemura es una autora que suele meter temas de fantasía en todas sus obras en mayor o menor medida, pero es que esta en particular está más llena de topicazos que Física o Química. Kyoko pretende ser una heroína distinta a todas las que ha habido anteriormente. Vale, ya sabemos que es guapa, alegre y simpática, aunque la autora ha querido dotarla de una cierta rebeldía contra las normas establecidas para alejarla del típico personaje mono y encantador del shojo al que estamos acostumbrados. Pero toda esa fuerza de carácter se le va en un tris cuando pasa algo: se pone a llorar por cualquier tontería, reacciona como una niña de cinco años y es incapaz de asumir su papel de líder como Time Stranger.

A medida que avanza la historia, nos damos cuenta de que Kyoko tampoco tiene tantas ganas de dejar de ser princesa. La verdad es que no le conviene nada: Le gustan los vestidos caros (se pone unos diez por capítulo), vive en un palacio inmenso, hace lo que le da la gana y, para rematar, sus dos guardaespaldas buenorros duermen con ella en la misma cama. Precisamente, es uno de los hermanos quien la besa una noche mientras duerme y Kyoko cree que es Sakataki, y a partir de ahí empieza a enamorarse de él.

Algo que me gustó de la serie fueron los Kirito. Al parecer, en el siglo XXX la ciencia ha avanzado tanto que se puede combinar el ADN de una persona con el de los animales y las plantas, dotándosela de sus principales características. Por ejemplo, Sakataki pertenece al clan dragón, por lo que se puede transformar en un dragón pequeñito; o Karen, la mejor amiga de Kyoko, que es la líder del clan flor y siempre está rodeada por pétalos flotantes.

Y esto es todo lo que me gustó de este manga. Las aventuras de Kyoko y sus compañeros no tienen la menor emoción y no son más que refritos de aventuras que todos hemos visto alguna que otra vez en Sailor Moon, pero con menos gracia si cabe. Los Strangers están todos enamorados unos de otros, no hay un verdadero antagonista en toda la historia y, en general, los caracteres son tan parecidos que se confunden. Todos son guapos y alegres, o serios y misteriosos. Al final, lo que podría ser un manga de aventuras y magia, acaba convirtiéndose en una especie de telenovela donde todos acaban felices y enamorados.

Y el toque cómico es todavía más desesperante. Widoshik, el payaso de la serie, es tan cargante que dan ganas de condenarlo a la hoguera. Y Chokora, el gato androide que siempre está con el rey, tampoco hace mucho para animar el cotarro.

Por otro lado, están los recursos argumentales para resolver el final de las historias de cada personaje. A la Tanemura debe de fallarle la memoria, pues en el mismo manga hace tres usos del recurso al que yo llamo “ya lo sabía todo”. Esto consiste en que, cuando se descubre el daño que ha hecho un determinado personaje a un supuesto amigo, éste le diga sonriente: Yo lo sabía desde el principio. Puede quedar muy bonito en ciertos momentos, como en la historia de Karen (la segunda que más me gustó, para que veáis cómo son las demás), pero cuando se repite el mismo recurso en la historia de Hizuki, la cosa ya es menos espectacular. ¿De verdad puedes llevarte bien con tu hermano sabiendo que ha asesinado a todo tu clan en un ataque de furia? Yo, desde luego, no le dirigiría la palabra ni haría como que no sé nada, por mucho aprecio que le tenga.

Y también está el recurso conocido como “quiero proteger tu sonrisa”, que se refiere al deseo enfermizo de cualquier personaje por proteger a la protagonista tonta y estúpida a toda costa. Normalmente se da después de que dicha protagonista diga alguna frase sin sentido que provoque que el otro sufra una especie de iluminación en su alma oscura y atormentada. Se mire como se mire, es algo muy ñoño. A mí hasta me da un poco de repelús, pero a lo mejor es que soy poco sensible.

Para terminar, diría que la Tanemura se ha pasado un poco metiendo tantos personajes. Al ser muy pocos tomos, no le da tiempo a desarrollarlos a todos en profundidad y trata de solventar el problema con unas tiras cómicas al final de la historia. Ni siquiera Ui tiene protagonismo; la dichosa princesa es más sosa despierta que dormida y sólo piensa en comer, comer y comer. Los Strangers están ahí sólo para rellenar, ninguno merece la pena realmente. El rey no hace nada, el dios del tiempo no hace nada, Kyoko no hace nada… Así, tenemos un manga de temática amorosa aderezado con una pizca de magia, pero nada más. Los personajes son planos, el argumento no acaba de desarrollarse bien y se encuentran numerosos fallos en los diálogos y en determinadas situaciones.


El dibujo

Muy bueno. Arina Tanemura mejora el dibujo que ya había alcanzado cotas de perfección en Kamikaze Kaitou Jeanne y lo lleva un poco más allá. Ojos grandes, cuerpos proporcionados y un despliegue de originales vestidos para escoger el más imposible a la hora de hacer un cosplay (consejo personal: si algún día queréis hacer cosplay de Time Stranger Kyoko, os aconsejo algún traje de los Strangers; la mayoría no son tan difíciles de coser como los que Kyoko lleva cuando va de princesa). El estilo de Tanemura es recargado y algunas viñetas están un poco apretadas, pero en general da muy buen resultado.


Valoración final

No es la mejor obra de Tanemura. Ofrece una cosa y presenta otra muy distinta, lo que puede generar cierta desilusión. El tema es demasiado amplio como para ser tratado en tan poco espacio, y resulta imposible empatizar con cualquiera de los personajes. Y, como ya he dicho, tiene problemas para encauzar las historias de todos los protagonistas.

viernes, 1 de febrero de 2013

Vagando por la Historia: La mujer en la Edad Media

Este será uno de mis posts más eruditos dentro de lo que cabe. Algunos ya sabéis que, aparte de escritora novel, soy licenciada en Historia. Pero también debo decir que soy una apasionada de la Historia. Creo firmemente que en el estudio del pasado está la respuesta a lo que somos hoy en día, y nos da las claves para no cometer los mismos errores en el futuro. ¡Lástima que los políticos no sean aficionados a la Historia! Descubrirían muchas cosas que les ayudarían a evitar muchas otras.

Pero hoy no voy a hablar de temas políticos, primero porque no son mi especialidad, y segundo porque todos estamos un poco hartos últimamente de la política. No, hoy me voy a retrotraer hasta mi época favorita, que es la Edad Media, para hablar un poco sobre la mujer en distintos ámbitos: En el trabajo, en el poder, en la literatura, en la Iglesia… No dispongo ahora mismo de toda la bibliografía que desearía tener en mis manos, pero me esforzaré por dejar datos que podáis contrastar si os interesa el tema o queréis saber más al respecto.
La condición femenina ha arrastrado consigo a lo largo de los siglos unas connotaciones muy negativas, y la Edad Media está concebida en el imaginario popular como una época en la que las tendencias misóginas estaban a la orden del día. No se puede desmentir en su totalidad esta afirmación, pero sí se pueden extraer ejemplos de cómo las mujeres podían tener notoriedad, y no siempre eran mal vistas.


Visión de la mujer:
 
La herencia de la Antigüedad se deja ver en muchos campos, desde el ideológico hasta el jurídico, sobre todo a partir del siglo XII. En la Edad Media se aplican muchas ideas misóginas de la Antigüedad y se aumentan, es decir, que al antifeminismo aristotélico hay que añadirle las premisas de los Padres de la Iglesia o las de los clérigos medievales en general. Son los hombres los que elaboran un sistema de valores de la sociedad y los que tienen palabra sobre la mujer.

En los siglos XI y XII se produjo un movimiento purificador en el seno de la Iglesia propiciado por el papa Gregorio VII, que afectó a la mujer de las siguientes maneras: Al instaurarse el celibato eclesiástico obligatorio, se consideró a la mujer como fuente de todos los males, y la nueva definición del matrimonio hará de éste un sacramento indisoluble y vitalicio.

A partir del siglo XIII es cuando se elabora el modelo a seguir para la mujer. La Virgen María es el modelo por excelencia, pero también es el más inalcanzable, porque ninguna mujer podía aspirar a ser tan pura como ella. En contraposición, se hallaba la figura de Eva, vista como pecadora y tentadora. Entre ambas, surgió el modelo de María Magdalena, como imagen de la mujer arrepentida que puede redimirse dedicando su vida al Señor.

Fue a finales de la Edad Media cuando algunas mujeres, como Christine de Pizan con su libro La ciudad de las damas, hicieron oír su voz. Esta autora se lamenta de haber nacido mujer porque no acepta los preceptos masculinos de que la mujer es más estúpida que el varón. En efecto, los hombres consideraban inferior a la mujer basándose en una supuesta incapacidad natural de la misma para acceder a la cultura. La mujer debía estar limitada al espacio doméstico, reservando el público para los hombres. Felipe de Novara llegó a decir: “A la mujer no debe enseñársele a leer ni a escribir”. Pero a pesar del intento de recluir a la mujer en la casa y no permitirle el acceso a la educación, no faltaron mujeres con formación intelectual, como María de Francia, que nos legó sus maravillosos Lais.
La cuestión sexual fue la clave de las reglas de comportamiento que los hombres impusieron a las mujeres. La mujer menstruante era impura, y se decía que podía estropear la comida o que su mirada volvía opacos los espejos. La castidad se consideraba la virtud por excelencia, de modo que la mujer virtuosa tenía que ser modesta, sobria en el vestir, silenciosa, limitar sus salidas a la calle, comer y beber poco, etc.; es decir, debía comportarse de modo que no provocase la sexualidad masculina. También debía ser laboriosa para distraer el ocio, que podía llevarla a tener malos pensamientos, y el silencio se le imponía para arrancarle el vicio de hablar demasiado, que supuestamente era natural en una mujer.
Este silencio se extendió a otros ámbitos más allá del familiar. A la mujer se le cerraron las puertas de las universidades y de la Iglesia, que no la autorizaba para decir misa ni predicar.
 
 
Labores:
En la Edad Media, tanto los hombres como las mujeres tenían que trabajar. Si recurrimos a los argumentos religiosos, veremos que se consideraba que la mujer era la causante del trabajo. En el Paraíso, antes de que se cometiera el pecado original, Adán no trabajaba; se verá obligado a sudar y esforzarse cuando Dios descubra que, por culpa de Eva, ha desobedecido Su mandato (“Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, Génesis 3, 19). Esta ideología eclesiástica sobre la mujer, configurada sobre todo a partir del siglo XI por obra de Cluny, convive con otra ideología de raíces germánico-indígenas, que sobrevivirá a nivel popular y agrario: La mujer toma parte activa en el trabajo y, como procreadora de hijos, proporciona futura fuerza de trabajo.
Encontramos mujeres en casi todos los oficios de la industria medieval. Había barberos y “barberas” que también se dedicaban a practicar sangrías, un remedio que curaba toda clase de malestares. Las mujeres aprendían desde muy temprana edad a utilizar la rueca y el huso, a coser y a bordar. Pero también había herradoras, cerrajeras, joyeras y orfebres; fabricaban agujas, cuchillos y tijeras.
Hallamos mujeres ejerciendo de buhoneras, encargadas de los baños públicos, cerveceras y ropavejeras. También se tienen testimonios de mujeres que figuran en listas de algunos gremios, sobre todo en el ramo textil. El trabajo de la seda era casi un monopolio femenino, ya que se necesitaban manos suaves y dedos delicados para trabajar bien.
Por supuesto, también trabajaban el agro. En una casa medieval nunca faltaba el trabajo, y las mujeres arrimaban el hombro tanto como los hombres. No sólo araban, sembraban y cosechaban en el campo junto a sus esposos o parientes, sino que también tenían que hacerse cargo de la casa, de cuidar a los animales y de administrar en la medida de lo posible los bienes con los que contaba la familia.

Educación:
 
De acuerdo con los modelos establecidos, la mujer bien educada tenía que cumplir estos cuatro objetivos: buenos modales, devoción religiosa, saber hacer las labores del hogar y, en última instancia, formación intelectual. A nuestros días han llegado tratados didácticos como Le menagier de Paris, en el que un hombre mayor instruye a su joven esposa (sabiendo que él podría morir pronto y ella volverá a casarse) en las acciones que harán que su próximo marido se sienta cómodo en su casa. Otros tratados están enfocados hacia la educación cortesana y las normas del amor cortés.

Para tener una educación literaria, las mujeres podían instruir a sus hijas en conventos (principalmente las que pertenecían a la nobleza y la alta burguesía), ponerlas al servicio de grandes damas, el aprendizaje en una casa burguesa y la instrucción en colegios elementales para niñas. Sin embargo, el analfabetismo femenino era muy elevado, aunque las damas de la nobleza y la burguesía sabían leer y escribir.

En el siglo IX, Dhuoda escribió Manual para mi hijo, dedicado a su hijo Guillermo, el tratado de educación más antiguo que se conserva. En este tratado, Dhuoda se vale de cuentos, acertijos y consejos para enseñar a su hijo a comportarse en la corte de un gran señor, lo que demuestra que, a pesar de que a cierta edad los niños eran separados de sus madres, éstas seguían ejerciendo influencia como primeras educadoras.

 
Matrimonio:
 
El espacio de la mujer era la casa. Allí permanecía soltera, casada o viuda. La Iglesia señalaba que la mejor condición para la mujer era la soltería si vivía en castidad, pues se mantenía pura. La viudez significaba que había pasado por la impureza del matrimonio, pero tenía una nueva oportunidad de ser casta y pura. Las mujeres casadas, que mantenían relaciones sexuales con sus maridos, no estaban tan bien consideradas por hallarse impuras.

Pero la Iglesia comprendía que sin el sexo la especie no continuaba, de modo que sólo declaró aceptables las relaciones dentro del matrimonio. Sin embargo, esto no significaba que los hombres no pudieran tener relaciones fuera. La prostitución estaba bien regulada porque se trataba de una necesidad masculina y una salvaguardia para las esposas e hijas decentes, además de que podía evitar el aumento de las violaciones.

Para una mujer, el matrimonio significaba un gran cambio. Se marchaba de la casa de su padre para ir a la de su marido, y también pasaba del dominio del padre a la subordinación a su marido. No tenía capacidad de decisión acerca de si quería o no contraer matrimonio, ya que decidían por ella. El amor no condiciona y precede al matrimonio, sino que es un precepto moral. El matrimonio era más bien un contrato, una institución que posteriormente la Iglesia se encargó de sacralizar para tenerlo bajo control. El amor sólo existía extraconyugalmente, y no tenía connotaciones positivas por los efectos que producía: melancolía, ojos hundidos, ojeras… Esto no quiere decir que no existieran matrimonios por amor, pero posiblemente se dieran más entre los campesinos y los siervos; la nobleza y la alta burguesía solía celebrar matrimonios de conveniencia.

La edad para contraer matrimonio no es siempre la misma a lo largo de la Edad Media, ni en todas las áreas europeas. Del siglo V al siglo XII, la edad de la pareja era bastante similar. En la Baja Edad Media aumenta la distancia de edad entre los cónyuges, siendo la mujer mucho más joven que el hombre. La Iglesia fijó la edad de 7 años como mínima para casar a una niña, aunque a esa edad sólo se celebraban los esponsales; el casamiento tenía lugar a los 12 años. Los muchachos podían casarse a partir de los 14.

La dote constituía el patrimonio de la mujer, y como tal tenía derecho a recibirla de su padre. Era su aportación a los gastos del matrimonio y debía serle restituida en caso de anulación del matrimonio por consanguinidad o incapacidad para tener hijos. También se le devolvía si su marido fallecía o no sabía administrarla correctamente. La mujer sólo perdía la dote en caso de adulterio, lo que llevó a algunos maridos avariciosos a acusar en falso a sus esposas para despojarlas de su patrimonio.

A la hora de elegir esposa también se tenía en cuenta la situación social de la familia, su reputación, sus amistades y la fama de la novia en cuanto a sus buenas costumbres. En el precioso contrato de dote que Gunterigo entrega a su esposa Guntroda (fechado en el año 926), éste se refiere a ella como la más dulce de las mujeres y acepta unirse a ella para su felicidad, la de sus familias y por consejo de “hombres buenos”.

La buena esposa tenía que cumplir cinco obligaciones: honrar a sus suegros, amar al marido, cuidar de su familia, gobernar la casa y portarse de modo irreprochable. La maternidad era el fin del matrimonio, pero constituía un grave peso para la mujer por las molestias y peligros del embarazo y del parto. Muchas mujeres morían en el parto; otras, pasaban buena parte de su vida embarazadas. Las capacidades reproductoras de la mujer se explotaban hasta las últimas consecuencias, y la esterilidad se consideraba como el peor de los males.

 
Situación jurídica:
 
Frente a sus numerosas obligaciones, las mujeres apenas gozaban de derechos. Se daban muchas situaciones de injusticia, pues cuando la mujer trata de defenderse rara vez tiene a la justicia de su parte. Un ejemplo claro es el divorcio. Antes de que la Iglesia instituyera el matrimonio indisoluble, existía el divorcio según los derechos romano y germánico. Para el hombre resultaba fácil repudiar a la mujer, bien por adulterio (derecho romano) o por no engendrar hijos (derecho germánico), pero no era tan sencillo para la mujer, ni siquiera alegando que su marido era adúltero.

A las mujeres se les cerraron las puertas del ámbito público, sobre todo dos actividades fundamentales: la política y la económica. El poder político estaba prácticamente vedado a la mujer, salvo el poder real. La actividad económica de las mujeres estaba restringida a determinados oficios en los que los hombres les permitían intervenir.

Tenían vedado el campo de las leyes, ya desde el Código Teodosiano (438), que prohibía a las mujeres actuar como abogados o presentar querellas criminales ante los tribunales, a no ser que fuera por una injuria cometida contra su persona.

Tristemente, se han registrado casos de malos tratos a las mujeres. Las crónicas nos han dejado la historia del rey visigodo Amalarico (502-531) y su esposa Clotilde, que terminó con la muerte de ésta a consecuencia de las brutales palizas que le propinaba. De la reina Urraca I de León (1080-1126) también se han hallado testimonios del maltrato psicológico y físico al que la sometía su segundo esposo Alfonso I el Batallador, del que más tarde se divorciaría a pesar de la feroz crítica de cronistas como Rodrigo Jiménez de Rada.

Sin embargo, no es sólo en los estratos más elevados de la sociedad donde encontramos casos de mujeres que son conscientes de sus derechos y saben hacerlos valer ante las autoridades pertinentes. Teresa Gómez presenta una querella en contra de Juan, criado de Juan de Novoa, ante el procurador de la ciudad de Ourense, y el motivo no es otro que el de denunciar un intento de violación frustrado gracias a la presencia de testigos que pasaban cerca del lugar. Elvira Rodríguez, esposa del mercader ourensano Juan Alfonso de Tenorio, se ve obligada a abandonar el hogar para acudir al regidor y al juez de Ourense y denunciar ante ellos los malos tratos a los que la somete su marido. El caso termina con el regreso de la mujer a su domicilio, con la promesa del marido de que no volverá a golpearla.


La mujer en el convento:
 
El recogimiento en una institución religiosa estaba reservado a las mujeres solteras cuyo padre no encontraba marido adecuado para ellas o no tenía suficiente dote para casarlas. La vocación religiosa no era un requisito necesario (se dan innumerables casos de niñas que son novicias a los cuatro años), pero también había mujeres que ingresaban en un convento por voluntad propia, como ocurría con algunas viudas. Las clases más elevadas de la sociedad buscaban la colocación de sus hijas en un monasterio, para lo cual era imprescindible una aportación económica (IV Concilio de Letrán, 1215).

El convento ofrecía un retiro espiritual, pero también la posibilidad de ejercer una profesión. Las monjas se dedicaban al trabajo y la oración, siguiendo la regla benedictina del ora et labora.

Pero la Regla Benedictina no estaba adaptada a las necesidades de las monjas, pues los Padres de la Iglesia sólo tuvieron en cuenta en su momento las necesidades masculinas. La Regla de San Benito daba indicaciones sobre el vestido que eran físicamente imposibles para las monjas, sobre todo durante la menstruación (túnicas de lana ceñidas a la carne). Los abades podían ejercer el sacerdocio, pero no las abadesas. La regla de hospitalidad también era un inconveniente, pues sería moralmente inapropiado que un convento femenino diera cobijo a huéspedes masculinos.

Los monasterios que se hallaban en el medio rural tenían grandes propiedades y se comportaban como cualquier otro señor feudal, con campesinos dependientes para trabajar sus tierras. El convento era también un lugar de educación y funcionaba como un internado para niñas de clases elevadas.

Algunas monjas llegaron a cursar el Trivium y el Quadrivium. Su formación les permitía dedicarse a la traducción o a la copia de manuscritos (se ha hallado en un códice una iluminación realizada por una monja que ha dejado su nombre).

El silencio era algo impuesto a las monjas en su forma más literal. La comida en silencio exigía un lenguaje de signos cuando necesitaban comunicarse. Todos los días se les proporcionaba lana para hilar, y debían hacerlo en silencio.

 
El Amor:
 
Como objeto literario, la figura de la mujer aparece tamizada según la idea del hombre, pero aparece como protagonista en muchas obras literarias. Las cantigas de Gilhem de Peitieu, noveno duque de Aquitania, tienen una perfección muy lograda, de lo que se colige que ya existía una tradición poética anterior.

La fin’amors era el rito de amor. Había todo un código de refinamiento en el arte de amar, basado en gran parte en la filosofía platónica y cristiana medieval. La lírica cortés recoge una tradición amorosa clásica que ya se había visto con Ovidio en su Ars Amandi, y consiste en un complejo conjunto de virtudes y cualidades unidas a aspectos metafísicos que no están al alcance de todos los públicos.

La gran novedad de la fin’amors es el tema central (el amor) y el personaje principal (la mujer). En la lírica cortesana, la mujer adquiere un valor muy destacado como personificación del amor. El poeta dota a su senhor o midons (referencia al vasallaje, a la consideración de la mujer como dueña de poder casi feudal sobre el poeta, su vasallo) de un halo de perfección moral y espiritual que la aleja del resto de los mortales. Es una mujer de belleza extraordinaria, de ojos resplandecientes (una referencia al amor que entra por los ojos) y frecuentemente rodeada de luminosidad. Esta imagen idealizada pero distante y abstracta de la mujer alcanzará su máximo esplendor con la Donna Angelicata propia de la poesía del Dolce Stil Nuovo.

En la lírica cortés, el poeta siempre se enamora de una mujer casada, ya que se entendía que el amor no estaba en el matrimonio. Al tratarse de un amor adúltero, se debe instaurar un secreto de amor. El marido siempre es viejo y celoso, y se sirve de otros personajes para separar a los dos enamorados. El poeta pasa por varias etapas en su amor, hasta que logra el galardón de la dama, y también debe cumplir con unos requisitos que le hagan merecedor de su favor, que puede ser una mirada, un saludo o, en algunos casos, la consumación sexual. Andreas Capellanus ofrece en su Tractatus de Amore (siglo XIII) todo el código que los trovadores deben seguir a la hora de cantar y alabar a su dama.

La relación mujer-amante refleja una relación vasallática señor-siervo. La amada no puede rechazar el servicio de amor si es puro y mantiene la gentileza de costumbres; dicha gentileza no depende de la nobleza de sangre, sino del espíritu, dando a entender que sólo aquellos que posean un espíritu elevado pueden conocer el amor puro. Es común encontrar referencias al amor a primera vista o al amor de oídas (amor de lonh); se produce de manera súbita, pero es firme y duradero.

En imágenes y miniaturas de la época podemos encontrar toda una simbología dedicada al amor. El regalo de amor es un objeto que se regala a la persona amada, pero su significado sobrepasaba los límites físicos, en el sentido de que iba acompañado de un sentimiento. Aparecen cofres, cinturones, broches, lazos, espejos (tiene mucha importancia, porque la amada se refleja en el espejo), peines, e incluso llaves y candados con lemas de amor. También era frecuente regalar cachorros, pájaros o conejos a la amada, pues son animales que acariciará y tendrá como compañía. La idea de “entregar el corazón” surge en esta época, y existen muchas imágenes de parejas que se intercambian corazones como signo de amor.

La tradición clásica influyó en la imaginería del amor al representarlo como un querubín. El dios Amor provoca el “flechazo” entre los amantes (en los países del norte de Europa se representa al amor como una mujer por la confusión de géneros en las palabras). Sin embargo, los modelos del amor clásico suelen ser desafortunados, como es el caso de Helena de Troya y Paris, Dido y Eneas, entre otros. En los Amores de Bayad y Riyad se da la primera aparición de una celestina.

Los espacios del amor son recurrentes en la literatura y en las miniaturas. Se suele representar un castillo habitado por mujeres (la virtud) que sufren el asedio de numerosos caballeros (el deseo). También era muy importante el jardín como lugar de encuentro de los amantes, o la fuente de la juventud, aunque con tintes más carnales.

 
Bibliografía:
 
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Narbona, R.; Mujer e Iglesia en la Edad Media, Historia 16. Nº 167

Pernoud, R.; La mujer en el tiempo de las catedrales, Andrés Bello, Barcelona, 1999

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