domingo, 22 de febrero de 2015

Aníron


Aníron

O môr henion i dhû:
Ely siriar, êl síla.
Ai! Aníron Undómiel.

Tiriel arad 'ala
minnon i dhu-sad oltha.
Ai! Aníron Edhelham.

Tiro! Êl eria e mòr,
I 'lir en êl luita 'uren.
Ai! Aníron Undómiel.

I lacha en naur e-chun
sila, eria, bronia.
Ai! Aníron Edhelham.





Yo deseo

Desde la oscuridad comprendo la noche:
Los sueños fluyen, una estrella brilla.
¡Ah! Deseo la Estrella de la Tarde.

Habiendo visto el día oscurecerse,
voy hacia la noche - un lugar de sueños.
¡Ah! Deseo la Piedra del Elfo.

¡Mira! Una estrella surge de la oscuridad,
su canción encanta mi corazón.
¡Ah! Deseo la Estrella de la Tarde.

La llama del fuego del corazón
brilla, se eleva, prevalece.
¡Ah! Deseo la Piedra del Elfo.



martes, 17 de febrero de 2015

Vagando por la Historia: El amor


El amor es una construcción cultural y cada período histórico ha desarrollado una concepción diferente del amor y de los vínculos que habían de existir entre los miembros de una pareja. El amor es una manifestación de atracción física y personal entre dos personas que no pueden evitar atraerse entre sí, bien por instinto sexual o por compartir una serie de rasgos afines que les unen.

Pero amor y matrimonio no siempre fueron conceptos que iban de la mano. El amor tal y como lo concebimos hoy en día es el resultado de siglos de cambios y luchas contra el sistema establecido. El amor no siempre ha sido considerado como un sentimiento hermoso y bello; más bien todo lo contrario, pues en ocasiones adquiría los rasgos propios de una enfermedad. Otras veces, el amor era un término para definir el acto sexual, y se concebía como la manifestación de la voluptuosidad física, de la pasión; por lo tanto, era despreciado por la moral por tratarse de una especie de desviación.

Hoy vamos a echar un vistazo a las diferentes concepciones que se tenían del amor y del matrimonio a lo largo del tiempo, para que podáis comprobar lo mucho que han cambiado las cosas en la Historia del ser humano.


Egipto

En el antiguo Egipto, el concepto de matrimonio era bastante parecido al que tenemos hoy en día. Consistía en un contrato que se redactaba en pie de igualdad entre el hombre y la mujer. A diferencia de lo que ocurrirá posteriormente en otros lugares y épocas, la mujer no era una mercancía que se pudiera comprar ni negociar con sus familiares varones, sino que se la consideraba capaz para casarse con quien quisiera, administrar sus propiedades e incluso divorciarse sin mayor problema. En el caso del sexo prematrimonial, los egipcios vuelven a ser más avanzados que otras civilizaciones, ya que era algo que estaba aceptado tanto para el hombre como para la mujer. De hecho, en el momento de firmar el contrato matrimonial, no pasaba nada si uno de los contrayentes ya tenía hijos, fuesen estos legítimos o no. Para los egipcios, el sexo era tan propio de la condición humana que no merecía grandes consideraciones. Lo único que importaba era la fertilidad y la capacidad para procrear.


Grecia

En la antigua Grecia, la mujer carecía de derechos políticos. Su vida estaba orientada hacia su principal función biológica: tener hijos, preferentemente varones. Recibía una educación básica en casa, y al cumplir los trece años sus padres empezaban a buscarle un marido. La muchacha recibía una dote destinada a protegerla en caso de que su matrimonio fracasara por cualquier motivo. Tras la boda, la esposa pasaba prácticamente toda su vida en el gineceo, el ala de la casa que le correspondía, donde se ocupaba del hogar y de la crianza de los hijos. El amor entre los esposos no tenía cabida en la mentalidad griega. Se podía dar entre ellos una especie de cariño, pero la pasión quedaba fuera de la institución familiar. La esposa acudía a la cama de su marido cuando éste la requería; si no, el hombre podía recurrir a las esclavas o concubinas y, en caso de no poder permitírselo, siempre podía recurrir a los servicios de las prostitutas.


Roma

La fascinación que ejercía la cultura griega en Roma hizo que gran parte de sus costumbres fuesen tomadas y adaptadas a la sociedad romana. En lo que al matrimonio se refiere, la mecánica era similar a la griega. La boda era concertada, generalmente alrededor de los diecisiete o dieciocho años, por el pater familias, que entregaba una dote a la muchacha. El padre o tutor cedía sus derechos sobre la novia al marido, y la dote era la garantía económica de la futura esposa. Se esperaba que la mujer cumpliera el papel de la perfecta matrona romana: concebir hijos varones y ejercer de abnegada esposa, completamente supeditada a su marido. Sin embargo, las mujeres sí tenían derechos de ciudadanía. Podían salir a la calle sin necesidad de ser acompañadas por un hombre, acudir al teatro, ir a algún banquete e invitar a las amigas. En el plano sentimental, se consideraba que el matrimonio tenía como objetivo perpetuar el linaje y forjar alianzas provechosas entre familias. En ese aspecto, que el marido amara a su esposa no era algo para tomarse en serio. Por otra parte, la proliferación de esclavos domésticos en las casas de las familias pudientes hizo posible la multiplicación de los encuentros sexuales, tanto por parte del marido como de la esposa.


Edad Media

En la Edad Media, la condición de la mujer sigue sin cambiar demasiado. La boda entre los contrayentes es pactada por sus padres, que son los que fijan la dote de la muchacha y reciben una cantidad estipulada por parte del novio en concepto de "compra" del poder sobre la mujer. El concepto de amor tampoco cambia demasiado. Según los preceptos del antiguo cristianismo, el matrimonio obliga a los esposos a amarse, pero con un amor que se asemeja más al cariño o el compañerismo; de igual forma, las relaciones sexuales entre los esposos deben encaminarse única y exclusivamente a la procreación. El amor era un sentimiento que se concebía como pasión e instinto, y no era recomendable por los estragos que causaba en el "afectado": ojeras, palidez, pérdida del apetito, insomnio... En esta época aparece también el concepto de "amor cortés", una concepción platónica y mística del amor que era secreto y en muchos casos implicaba también el adulterio. Los hijos bastardos eran muy comunes en la Edad Media. La prohibición de mantener relaciones previas al matrimonio y el atractivo de la dote empujaban a los esposos a casarse muy jóvenes, pero esto suponía muchas veces un fracaso del matrimonio. La represión sexual eclesiástica, lejos de asegurar el carácter sacro del matrimonio, contribuyó a que se hicieran más frecuentes las relaciones ilícitas y, por tanto, la proliferación de hijos ilegítimos.


Edad Moderna

Entre los siglos XVI y XVIII continuaban existiendo de forma simultánea el matrimonio de conveniencia y el amor romántico no sexual (similar al amor cortés medieval). El amor romántico existía, pero era mucho menos importante y frecuente. Se leían historias románticas, muchas con origen en la Edad Media, pero la gente no pensaba en casarse por amor. Tampoco se concebía como aceptable el divorcio sólo porque no sintieran atracción por la pareja. La base fundamental era la familia, no el amor. La razón principal del matrimonio era la de crear una unidad económica que protegiera al individuo. Sin embargo, poco a poco y gracias a los constantes cambios que se dieron en esta época, cambió la concepción del amor y el matrimonio. El amor romántico pasó así de ser algo marginal a ser algo fundamental.


Edad Contemporánea

A finales del siglo XVIII y principios del XIX se da todavía el modelo de familia tradicional, con su división de roles. La mujer es una especie de menor de edad víctima de las emociones propias de la debilidad de su sexo, cuya única meta en la vida es concebir y criar a sus hijos. Oficialmente, el sexo se circunscribe al ámbito del matrimonio. Pero a pesar del poder del varón en la sociedad imperante, las cosas empiezan a cambiar. La sociedad se va transformando y el modelo clásico estamental queda obsoleto. El romanticismo representó un movimiento ideológico durante la primera mitad del siglo XIX que puso en primer lugar las fuerzas irracionales, la intuición, los sueños, el instinto y la pasión amorosa. Se produce un cambio de mentalidad: nace el hombre moderno, se demanda libertad y derechos universales, se confía en la racionalidad científica y se tiene fe en el progreso humano. Esta búsqueda de libertades afectará también a la mujer, que empezará a buscar el matrimonio por amor. Empieza en Europa a florecer el concepto de amor romántico, favorecido también por el desarraigo que provoca la emigración a las ciudades para trabajar en las fábricas. Casarse ya no supone ligarse a una comunidad mediante un vínculo, sino que adquiere un sentido más personal e íntimo. El amor romántico supone para la mujer un modo de adquirir autonomía, pues legitima el matrimonio por amor y le ofrece una vía para alcanzar la felicidad y la realización personal.


Actualidad

En la actualidad, aunque aún persisten en determinados países las uniones de pareja concertadas (China, la India), este modo de unión matrimonial tiende a desaparecer. Vivimos en el apogeo del amor romántico, pues la práctica totalidad de la población afirma que no se casaría con una persona si no estuviera enamorada de ella. Gracias al desarrollo económico y social del entorno, las personas valoramos más los aspectos subjetivos que los prácticos, motivo por el cual se reforzará la importancia del amor pasional como criterio y requisito para elegir pareja. Actualmente, la gente quiere estar enamorada de la persona con la que se casa. Los matrimonios arreglados son anecdóticos y son más propios de los países menos desarrollados y con relaciones sociales desiguales y jerarquizadas. En los países occidentalizados más desarrollados e individualistas, con relaciones sociales más igualitarias, aumenta la importancia del amor como requisito para la formación de una pareja.


miércoles, 11 de febrero de 2015

El amor de las películas perjudica seriamente la salud


¡Hola a todos!

Vamos a empezar con un pequeño cuestionario. ¿Cuántos de vosotros habéis visto una comedia romántica para tener una perspectiva más bonita del amor? ¿Y cuántos habéis elegido una película de ese mismo género para poder llorar a gusto después de una ruptura? Estoy convencida de que, aunque en principio este tipo de películas no os gusten, fijo que os habéis pulido más de una, ya sea por curiosidad u obligados por vuestra pareja (esto les pasa sobre todo a los chicos, pobriños...).

Cuando pensamos en comedias románticas, la primera que se nos viene a la cabeza es la famosa Pretty Woman, película que catapultó a Julia Roberts al puesto de Novia de América allá por los años 90. La historia de la prostituta que conseguía llamar la atención de un guapo millonario y su posterior historia de amor gustó mucho al público y marcó tendencia, ya que la misma fórmula ha sido adaptada multitud de veces en cientos de producciones cinematográficas o televisivas. El amor en el cine se ha ganado a pulso un hueco entre los géneros favoritos de las mujeres y las parejas enamoradas.

Pero no es oro todo lo que reluce. Según varios estudios, el efecto que las películas románticas tienen sobre el espectador (sobre todo femenino) influye directamente en sus fracasos amorosos en la vida real. ¿La razón? Pues las altas expectativas que generan los personajes de las comedias románticas, que pocas veces se corresponden con la vida real. Así, películas como la mencionada Pretty Woman, El Diario de Noa, Algo para Recordar y muchas otras, hacen crecer nuestras expectativas sobre el amor y la relación de pareja hasta límites insospechados. Hasta hacernos creer que, por muy mal que nos vayan las cosas, el amor aparecerá en nuestras vidas para hacer justicia y lograr que seamos felices para siempre.

Sin embargo, es mejor tener cuidado con las ideas que nos venden los guionistas de Hollywood, sobre todo por nuestra salud mental. Y para muestra, un botón. Chloe Angyal, una editora de Feministing.com, decidió centrar su tesis doctoral en el tema de las películas románticas para desbancar los mitos de este tipo de filmes. Para su experimento, se propuso ver comedias románticas durante un año. Empezó el 3 de enero... y el 13 de febrero, víspera de San Valentín, su novio la dejó. Entre las seis películas a la semana que veía y su corazón roto, Angyal llegó a la conclusión de que por muy cínicos o inteligentes que nos creamos, las películas románticas cambian nuestras creencias y expectativas cuando nos cogen en un momento especialmente vulnerable.

Aunque nuestra vida amorosa se parezca a la de las chicas de la película de turno, tenemos que reconocer que la mayoría de las veces las mujeres no nos parecemos a esas entrañables jovencitas que tienen una vida amorosa tan agitada. No todas las mujeres somos tan delgadas, torpes o románticas, ni tenemos un apartamento de soltera tan bien decorado o un armario con vestidor. Tampoco tenemos un portero agradable que nos dé consejos, ni un amigo gay que escuche nuestros problemas amorosos mientras nos ofrece una tableta de chocolate o un cubo de helado. En una comedia romántica, la chica habría conocido al hombre de su vida días después de que su ex novio la hubiera dejado, habrían coincidido en muchos sitios (siempre de la manera más rocambolesca posible) y, tras muchas vicisitudes, habrían acabado declarándose su amor y besándose bajo la lluvia.

Pero eso no pasa en la vida real. Todo lo que vemos en las películas son clichés, expectativas falsas que todos (y especialmente mujeres) nos hemos hecho alguna vez en la vida respecto al amor. Todos, de manera inconsciente, desearíamos que nuestra historia de amor fuese como las de las películas. Las comedias románticas tienen el asombroso poder de moldear nuestras ideas y expectativas de lo que es más importante para nosotros: amor, amistad, trabajo, sexo... Toman esas ideas y las transforman para adaptarlas a lo que a nosotros, en el fondo, nos gustaría vivir. Esto ha hecho que muchas personas se hayan hecho una idea equivocada de lo que es el amor, y algunas incluso han empezado a concebir ideas bastante sexistas después de ver este tipo de películas.

¿Sexismo en las comedias románticas? Indudablemente. En este tipo de películas, la mujer poderosa y con éxito es frecuentemente ridiculizada, como si se tratara de una enfermedad (y eso cuando la mujer trabaja. Si no, nunca la veréis en su trabajo más que un par de minutos en toda la película). Si la mujer exitosa en cuestión está soltera y nunca ha sentido la necesidad de buscar o tener pareja, la película nos demostrará que está equivocada. En el fondo, esa mujer cambiaría todos sus logros por tener la compañía del hombre de su vida. Y esto es así porque las comedias románticas nos venden la idea de que la vida de las mujeres está vacía sin la presencia de un hombre. Cualquier mujer que se considere feliz siendo soltera, se miente a sí misma.

¿Y los hombres? Pues tampoco se quedan atrás. El estereotipo más clásico del hombre romántico nos muestra a un galán que siempre cuida su aspecto, ya vaya vestido con traje de Armani o con un look muy casual y desenfadado. Al igual que la protagonista, el chico es guapísimo y siempre está muy pendiente de todos los movimientos de su amada, en un estilo que está a medio camino entre el amor y el acoso. El hombre romántico tiene el don de la ubicuidad: Siempre aparece junto a la chica cuando la está molestando algún troglodita borracho o esté a punto de caerse al suelo, en un alarde de esa torpeza que tanto gusta a los hombres en una mujer.

Por supuesto, la historia de amor entre ambos será graciosa y tórrida a partes iguales. Como son comedias, siempre habrá situaciones en las que se supone que tenemos que reírnos: Ella vuelve a tropezar con algo y tira una estantería con figuritas de porcelana china, ella tropieza y se cae en un charco, ella tropieza y se cae de culo en la pista de hielo, ella tropieza... bueno, ya me entendéis. Entre tanto tropiezo, es lógico que chica-conozca-a-chico-y-ambos-se-enamoren-hasta-las-trancas-foreveranever. Casi siempre conoce al chico nuevo justo después de que su anterior novio la haya dejado por su mejor amiga o la haya plantado en el altar. Pero todo son mariposas y arco iris con este nuevo chico, que a los cinco minutos de conocerle ya sabe que es el amor de su vida (a él le pasa lo mismo, claro), y está dispuesta a darlo todo por esa relación que da sentido a su existencia vacía y gris. Eso cuando la historia va bastante bien. Cuando se trata de un amor tempestuoso y apasionado, probablemente porque los padres de ella no les permiten estar juntos, la cosa se vuelve tórrida por momentos. Besos mordedores, abrazos crujecostillas, bofetadas súper ruidosas, gritos y alaridos, porque así son las películas de amor sin fronteras, donde los protagonistas expresan sus sentimientos como si fueran monos en celo o muy cabreados.

Además de todos estos topicazos, las comedias románticas no pasarán la purga si no tienen una banda sonora acorde. Todas las canciones están interpretadas por una cantante joven y las letras suelen tratar de personas que, a pesar de todas las dificultades que les pone la vida, siempre salen adelante con la cabeza bien alta y una sonrisa en los labios. ¿Depresión? ¿Qué es eso?

Y, sin embargo, todos los años cae por lo menos una decena de películas que vuelven a mezclar todos estos estereotipos y a hacérnoslos comer como si fuera algo completamente nuevo, la historia que siempre hemos querido ver. Cuando en realidad siempre es la misma. Por eso no me gustan las comedias románticas, porque ya se ve venir cómo va a terminar todo: que la chica soltera conocerá al hombre de su vida y él la querrá tanto que hará cualquier tontería por ella. Porque esos tópicos no representan a una pareja real, con problemas de verdad, con baches que a veces son imposibles de superar y con conflictos que tienen que resolverse en un tribunal, sobre todo cuando hay hijos de por medio.

Pero esa es la vida real. Y la vida real y el cine se parecen tanto como un huevo a una castaña.

martes, 3 de febrero de 2015

Tipos de Parejas Amorosas


¡Hola a todos!

Pues ya está aquí febrero, con sus vientos fríos y sus heladas asesinas que cortan la piel y amoratan las yemas de los dedos. ¿Cómo, que a vosotros no os pasa? Bueno, eso sólo puede ser por dos razones: O estáis viviendo en el hemisferio sur o estáis destrozadamente enamorados y pensar en vuestro amorcito os proporciona el calor interior que necesitáis (calor en el corazón, malpensados). ¡Y esto me lleva al tema del post de hoy: el amor en pareja! (qué bien se me da relacionar el tocino con la velocidad, ¡jajaja!).

Ya sabéis que febrero es el mes dedicado en este blog a asuntos que tienen que ver con el amor, y para empezar con buen pie he decidido hablaros un poquito de parejas, de esas parejas que todos nos hemos encontrado alguna vez en la vida (o nos lo han contado, qué caray). Ya sé que todos estáis pensando que vuestra pareja es la mejor del mundo, que no hay nadie tan perfecto como esa persona que os hace vibrar de emoción y os pone una sonrisa en la cara en cuanto pensáis en ella. Sin embargo, tenemos que admitir que no todo es tan bello como lo pintan. Que a veces la persona más importante para nosotros tiene defectos o carencias que nos fastidian, nos molestan y que desearíamos cambiar.

Esta entrada no va sobre cómo cambiar a una persona, porque eso es imposible. Una de las grandes batallas del amor es saber aceptar a la otra persona tal y como es, con sus defectos y virtudes. Sin embargo, puede ser que tengáis una pareja que a lo mejor no es tan buena como creíais y de la que estaríais mejor separados. ¿Queréis una lista? Pues allá va.

Estos son algunos tipos de parejas:


*Celosos



Muy difíciles de sobrellevar, ya que son controladores al máximo. La más leve sospecha les hace desconfiar de su pareja, que acaba realmente extenuada después de repetirle por enésima vez que no le está poniendo los cuernos con nadie. Algunos se excusan diciendo que los celos son un síntoma del amor que se siente por el otro, pero no es cierto. En realidad, los celos esconden una gran inseguridad y una profunda desconfianza, cosas que minan el amor propio y el que se siente por los demás. En casos graves, las parejas celosas son capaces hasta de espiar el móvil del otro o de ponerle barreras a la hora de salir con gente; ni qué decir tiene que lo más grave es que esta relación puede acabar en maltrato psicológico e incluso físico.

Cómo tratar con ellos: Intenta hacerle entender que no tiene nada que temer por tu parte. Si te lo hace pasar realmente mal, corta con esa persona lo antes posible.


*Aburridos



Pregúntale si quiere ir al cine, y te dirá que le entra sueño. Pregúntale si quiere ir a ver un partido, y te dirá que le agota. Pregúntale si quiere ir a pasear, y te dirá que hace frío y que no quiere cansarse. Intenta hablar con esa persona, y se quedará callada durante horas, como si estuviera alelada. ¿A que es un muermo? Pues hay personas que son así de verdad, que no tienen nada que contarte, ni nada interesante que compartir. Al principio puede parecer que te escuchan, pero no: es que no hablan nunca a menos que sea para quejarse de algo. Son como muebles del Ikea, con la diferencia de que pueden suponer un lastre muy grande para una relación.

Cómo tratar con ellos: Si estás con una persona así, probablemente es porque tú también eres igual de aburrido. ¿Qué hacéis juntos exactamente?


*Sin ataduras



Conocido vulgarmente como “Follamigo”, para muchos es la pareja perfecta porque no supone ataduras de ningún tipo. Tú haces tu vida como si nada, sales de noche, te enrollas con quien te da la gana… Pero si una noche no tienes plan, siempre puedes llamar al Follamigo para acostarte con él, única y exclusivamente. Luego, cada uno a su casa y al día siguiente como si nada. El Follamigo suele ser un conocido tuyo al que tienes por amigo, pero que te acuestas con él cuando te apetece. Gráfico de compromiso: cero. Los problemas empezarán cuando uno de los dos empiece a sentir por el otro algo más que follamistad, con lo que esa relación “idílica” se irá al cuerno. No recomendada para personas que quieran labrarse un futuro junto a una pareja estable.

Cómo tratar con ellos: Ni novio, ni amigo… O una cosa u otra, no se pueden tener las dos. Si quieres evitarte problemas en el futuro, tienes que DLR: Definir La Relación.


*Broncas



El polo opuesto del Aburrido en todos los sentidos. Si te gusta discutir con alguien, nunca te aburrirás a su lado, porque no se callará nunca. Cualquier cosa es motivo para empezar una disputa: si has roto sin querer un regalo que él te ha hecho, la has liado; si has preparado algo que no le gusta para comer, la has liado; si no te pones los zapatos que te eligió, la has liado. Pondrá morritos, dejará de hablarte o emitirá algún murmullo altanero para darte a entender que está enfadado contigo y con toda la razón del mundo. La única manera de combatirle es que tú seas igual que él y le hagas lo mismo; de otro modo, acaba por desesperar.

Cómo tratar con ellos: A menos que tengas la paciencia de un santo, no le aguantarás mucho tiempo. La relación caerá por su propio peso.


*Dramáticos



Romeo y Julieta personificados, y no estoy exagerando. Juran amor eterno invocando a los cielos, a los mares y a todas las estrellas del universo. Su concepto del amor es la expresión extrema: cuanto más exagerados son sus sentimientos, más verídicos creen que son. Si tú no eres tan efusivo, prepárate para el espectáculo. Llantos, sollozos y gemidos desgarradores que parecen sacados de una novela romántica de las malas. Son los auténticos Reyes del Drama. Te preguntarán continuamente si tu amor es tan fuerte como el suyo, se agarrarán a ti como una lapa cuando suene “vuestra canción”, te contemplarán arrobados durante horas… Son bastante cansinos, la verdad.

Cómo tratar con ellos: De vez en cuando podrías hacer algo romántico para complacerle. Una cena íntima, un paseo por la playa o una copa de helado a medias son buenas maneras de aplacar su ansiedad.


*Tempestuosos



Nunca sabrás si estás saliendo con esa persona o no, porque la relación va a la velocidad de la luz. Cualquier cosa puede provocar una bronca y un corte… aunque probablemente volverán a estar saliendo contigo a las dos horas, cuando se les pase. Si vendieran exclusivas, serían millonarios. Ahora está contigo; a los cinco minutos ya no lo está. Y así hasta la eternidad. Curiosamente, este tipo de parejas suelen ser bastante conocidas porque son el centro de atención de su grupo de amigos. Es decir, que son una constante fuente de cotilleos; ellos lo saben y les gusta serlo.

Cómo tratar con ellos: Haz lo que quieras, pero no esperes encontrar estabilidad a su lado.


*Errores



Imagina que una noche has salido, te has pasado un poco bebiendo y al final has acabado acostándote con una persona con la que no lo habrías hecho en tu vida. No te parece atractivo, no te interesa como persona, no sientes ningún tipo de deseo… En otras palabras, que lo que ocurrió esa noche fue un error. El problema viene cuando esa persona se ha colgado de ti de manera bastante exagerada y quiere proclamar al mundo entero que “salís” juntos. Te manda mensajitos, te llama para quedar, no se da por aludido si le das largas… Si es particularmente insistente, será bastante complicado hacerle ver que no sientes nada por él, pero tienes que intentarlo.

Cómo tratar con ellos: Procura evitar enrollarte con quien no quieres. Si no, intenta cortar con esa persona sin herir demasiado sus sentimientos.


*Promiscuos



Basan su relación en la premisa de que pueden acostarse con quien quieran, pero sólo sienten verdadero amor por la persona con la que salen. Supongo que no hace falta que os diga que esto es mentira. No sienten amor por nadie más que por ellos mismos; por eso no les importa ponerle los cuernos a su pareja. Consideran la fidelidad como algo propio del jurásico. Si les dices algo, se sentirán coartados y todavía tendrán más perlas que decir, casi todas injustificables. Eso sí, si te ven hablando con otra persona, se pondrán bastante celosos y te lo harán pagar. ¿Adivinas cuál será su venganza?

Cómo tratar con ellos: Si eres igual de promiscuo, entonces es que sois tal para cual. Si no lo eres y aún no has cortado la relación, ya estás tardando.


*Machacones



Gente odiosa donde la haya, y muy difícil de tratar. Si cometes un error, el más pequeño error, te lo recordará toda la vida. Se encargará de restregártelo por la cara en cualquier momento, preferiblemente cuando haya gente a vuestro alrededor, para dejar bien claro lo lerdo que eres. Eso se debe a su imperiosa necesidad de sentirse superior a ti. No importa que tengas tres carreras y ganes el triple que él: si te has equivocado al decir una palabra, te lo machacará continuamente y te dejará quedar a la altura del betún.  Lo mismo ocurre si has cometido una infidelidad y tu pareja te ha “perdonado”; dice que todo está olvidado, pero seguirá restregándote por la cara tu flaqueza. Lo dicho: Una maravilla.

Cómo tratar con ellos: Déjale claro que no quieres que siga agobiándote así. Si persiste, pasa de él. Es casi imposible detener al Machacón.


*Egoístas



Expertos en mirar para su propio ombligo y olvidarse de los demás. Para mí siempre será un misterio saber por qué tienen la inmensa suerte de tener pareja y cómo consiguen conservarla a su lado (aunque ninguna les dura mucho). Suelen ser bastante ruines y poco o nada considerados hacia su pareja. No tienen ningún interés en escuchar tus problemas, porque para ellos los suyos son muchísimo más importantes. En el fondo, para el Egoísta no eres más que un agobio. Tiene pareja simplemente porque se le antoja tenerla, no porque la ame; y cuando se le antoje dejarla, lo hará sin ningún remordimiento.

Cómo tratar con ellos: Olvídate de intentar reformar al Egoísta. Para él siempre serás algo secundario en su vida.


*Sumisos



Todo lo contrario que el Egoísta, aunque también puede resultar cansino. El Sumiso hace cualquier cosa, lo que sea, con tal de mantener a su pareja a su lado. Te llevará el desayuno a la cama, te elegirá la ropa, te preparará la comida que tú le pidas, irá a donde tú dispongas, dejará de trabajar si tú se lo pides, aprenderá tus gustos… y no te pedirá nada a cambio. En resumen, es el esclavo perfecto. Es la víctima idónea del Egoísta, que hará de él su siervo sin temor a que le abandone nunca. Para cualquier otro, el Sumiso será tan servil que llegará a cansarle.

Cómo tratar con ellos: Prueba a hacerle hablar acerca de sus sueños y deseos, y anímale a conseguirlos. Si piensa un poco más en sí mismo, será bueno para ambos.


*Pastelosos



Azúcar, arco iris, unicornios, cascadas de chocolate, pajaritos de colores… El Pasteloso es el rey de Cursilandia, y además está orgulloso de ello. Experto en hacer rimas al estilo Bécquer (o lo que él cree que diría Bécquer) y ducho en crear expresiones ñoñas y que inducen al asesinato a quien las escucha. Se ha chapado todas las novelas rosas que se han escrito, y posiblemente tenga en su casa una filmoteca dedicada a películas romanticonas y azucaradas como El diario de Noa o Sucedió en Manhattan. Se considera romántico y tierno, cuando en realidad es cursi y a veces ridículo. Para quien es comprensivo, el Pasteloso resultará alguien un poco estrafalario. Pero el resto del mundo no puede hacer otra cosa que enfadarse. Si sois cínicos y agrios, huid de ellos.

Cómo tratar con ellos: Si encuentra una pareja igual de ñoña, será feliz para siempre y no tendréis que aguantarlo.


*Los que les gustan a tus padres



No tienen por qué ser malos. Más bien todo lo contrario, ya que es fantástico que tu pareja se lleve bien con tus padres. Pero, ¡cuidado! Pueden dejarse llevar por la simpatía y acabar convirtiéndose en clones de tus padres. Esto significa que, si tu madre te critica la forma de vestir, tu pareja hará lo mismo. Más que el hijo que siempre quisieron tener, se convertirá en la versión más joven de tus padres. En casos extremos, hasta se vestirá igual que uno de ellos o adoptará dejes y formas de hablar semejantes. Cuidadín.

Cómo tratar con ellos: Procura espaciar las comidas familiares para quitarle malos vicios y ten paciencia. Con el tiempo y un poco de suerte, no mutará.


*Planificadores



Si hasta ahora hemos visto personajes con dudoso interés por la vida en pareja, ese no es el caso del Planificador. Quiere establecerse en pareja y lo tiene todo cuidado al detalle: sexualidad responsable, consejeros matrimoniales, cursos de preparación para ser padres… Vamos, que lo tiene todo bajo control. Es un experto a la hora de captar un buen partido y él mismo se esfuerza por serlo también. Esto quiere decir que no buscará nada demasiado serio a menos que haya un trabajo, un coche y una vivienda estable de por medio (y estas dos últimas cosas no pueden ser la misma). El Planificador puede llegar a obsesionarse con llevar la vida perfecta con la pareja ideal, y eso le deja muy poco margen para la improvisación. Es decir, que si una noche te da por sorprenderle con una cena romántica justo cuando toca cursillo nocturno de decoración, prepárate para el espectáculo.

Cómo tratar con ellos: La verdad es que, bien llevado, no debería causar ningún problema grave. Eso sí, si un Planificador te pide para salir si antes firmas una solicitud, es mejor que pases de él.


*Sorpresivos



Uno de los grandes misterios de la naturaleza. Aquella persona maravillosa que hace un tiempo te encandiló, te nubló el entendimiento y te sedujo hasta tal punto que lo darías todo por estar a su lado… hoy se ha convertido en la antítesis de todo aquello. Ahora ha perdido todo el atractivo que antes tenía, y no me refiero sólo al físico. Si antes era amable, atento y considerado contigo, ahora es maleducado, egoísta y mezquino. ¿Qué ha pasado? Pues probablemente ese sea el resultado de una relación que, por las razones que sea, se ha estancado y ha caído en la monotonía. Cuando no hay emoción, sale a relucir el otro yo que llevamos dentro.

Cómo tratar con ellos: Trata de averiguar por qué ha cambiado tanto en tan poco tiempo y analiza los argumentos que te dé. Puede que entre ambos podáis arreglar la situación. Si no tiene solución, lo mejor es que cada uno vaya por su lado.


*De verano



¡Ah, el verano! La estación del amor juvenil. El mar, la arena, los atardeceres paseando por la orilla… y, sobre todo, esa persona que hizo que las vacaciones fuesen las mejores del mundo. ¿Cómo olvidar al amor del verano cuando se cala tan hondo bajo nuestra piel? Sin embargo, parece que él sí se ha olvidado de ti a juzgar por la ausencia de llamadas, mensajes a los que hace días que no responde y, en general, su total desconexión contigo. Esto se debe a que el amor de verano es corto e intenso a partes iguales. Habrás vivido momentos realmente inolvidables con esa persona, pero descubrirás con dolor que la mayoría de las veces eso no trascenderá. Cuando acabe el verano, tú te irás por tu lado y la otra persona se irá por el otro, y probablemente se pierda el contacto entre vosotros.

Cómo tratar con ellos: Depende de vuestra situación. Si seguís hablando por teléfono, Skype y os veis de vez en cuando, podéis intentar llevar la relación a distancia. Si se ha perdido todo contacto, es mejor que pases y sigas con tu vida.


*Los que odian a tus amigos



Al parecer, hay personas que piensan que son tan buena influencia para ti que se creen con derecho a decirte todo lo que opinan sobre tus amigos de toda la vida, haciendo especial hincapié en sus defectos. Tíos que disfrutan recordándote que tus amigas son unas cotillas y unas guarras; tías que no paran de decirte que tus amigos son unos vagos y unos descerebrados. Vale, de acuerdo, tenemos que admitir que a veces nuestros amigos no son los más educados del mundo… ¡Pero nadie tiene derecho a criticarlos delante de nosotros, y menos aún nuestra pareja! Los amigos son una fuente de discusiones casi inagotables, sobre todo si no tenéis los mismos, pero a la larga ese soniquete criticón suele provocar que nos acabemos hartando. Además, no es asunto de nuestra pareja discutir las habilidades de nuestros amigos para rajar de todo el mundo o pronunciar el alfabeto con eructos.

Cómo tratar con ellos: Es un poco duro quedar con tus amigos sin poder llevar a tu pareja porque se lleva mal con ellos, pero puede que sea la única solución para tener paz.


*Perfecta



¡La tuya, y ninguna otra! ^^*


domingo, 1 de febrero de 2015

La Princesa del mes: Cenicienta


¡Hola a todos!

Aquí estoy para daros la bienvenida a febrero. Este va a ser un mes movidito, porque voy a enfrentarme a los primeros exámenes de la UNED (sólo a dos, pero me bastan por el momento) y no sé si estoy preparada porque no he podido estudiar casi nada. En fin, ya veremos... ¡Deseadme suerte, porque la voy a necesitar!

Lo bueno es que, después de los exámenes, llega el Carnaval. ¡Y este año voy a llevar un disfraz bastante atípico para mí! ¿De qué? Ya os lo diré en su momento, jejeje!

Mientras tanto, para abrir boca, os voy a dejar a la princesa Disney del mes con sus datos y su historia, que seguro que todos conocéis.


Cenicienta




Nombre: Cenicienta
Rango: Princesa por matrimonio
País: Francia
Edad: 19 años
Familia:
-          Padre (fallecido)
-          Madre (fallecida)
-          Lady Tremaine (madrastra)
-          Drizella (hermanastra)
-          Anastasia (hermanastra)

Amigos:
-          Hada Madrina
-          Los ratones y otros animales de la casa

Esposo: Príncipe Enrique
Canción: Soñar es desear



Cenicienta era la única hija de un hombre adinerado que, después de haber perdido a su esposa, contrajo matrimonio con una viuda que tenía dos hijas llamadas Drizella y Anastasia. Al principio, la familia convivió en paz. Pero cuando el padre de Cenicienta murió, la madrastra se hizo con el control de la casa y se convirtió en la dueña y señora de la mansión, reduciendo a su hijastra a la condición de sirvienta. De hecho, fue la madrastra quien le puso a la niña el mote de Cenicienta, ya que el rostro de la niña estaba perpetuamente manchado de cenizas a consecuencia de su arduo trabajo en las cocinas de la casa.

Con el tiempo, Cenicienta se acostumbró a ese modo de vida. Todos los días se levantaba al alba para preparar los desayunos de su madrastra y sus hermanastras, limpiar el polvo, fregar los suelos, cuidar de los animales y poner orden en todas las habitaciones de la casa. Aunque se sentía menospreciada por sus parientes, al menos tenía el consuelo de gozar de la amistad de los ratoncitos y otros animales de la casa. Sin embargo, Cenicienta solía soñar con que algún día su destino cambiaría para siempre.

La respuesta a sus plegarias vino gracias al deseo de un hombre. El rey de aquel país, deseoso de que su hijo formara una familia y que le diera nietos, decidió organizar en su honor un baile al que invitaría a todas las jóvenes casaderas del reino con la esperanza de que el príncipe Enrique se decidiera por una de ellas para hacerla su esposa. Por eso, ordenó que se llevara una invitación a todas las casas del reino, insistiendo en que todas las jóvenes solteras de la casa debían acudir al baile.

Un mensajero llevó el sobre con la invitación a casa de Lady Tremaine, causando una gran expectación. Sus hijas Drizella y Anastasia se entusiasmaron ante la idea de convertirse en princesas y empezaron a hablar sobre qué vestidos y adornos podrían llevar para causar una gran impresión al príncipe Enrique. Cenicienta escuchó por casualidad la noticia de que habría un baile en el palacio real y pidió permiso para que se la dejara ir también. Después de todo, ella también formaba parte de la familia. Ante el disgusto de sus hermanastras, Lady Tremaine le dijo que podría ir al baile. Cuando Cenicienta se marchó, reveló a sus hijas sus verdaderos planes: mantener a Cenicienta tan ocupada con sus tareas domésticas que le fuera imposible hacerse un vestido con el que poder ir al baile.

Cenicienta nada sospechaba de esto. Encontró un antiguo vestido entre las pertenencias de su difunta madre que podía arreglar para el baile. Pero sus hermanastras, siguiendo el plan de su madre, empezaron a importunar a Cenicienta con mil y una tareas con el objeto de mantenerla ocupada y agotarla lo máximo posible. Cenicienta hizo todo lo que se le mandó, pero se dio cuenta de que no tenía tiempo de arreglar el vestido que quería llevar para el baile. Sus amigos los ratones se encargaron de reformar el vestido, utilizando para ello retales y abalorios que Drizella y Anastasia habían desechado. Feliz, Cenicienta se puso su vestido nuevo y bajó a reunirse con sus parientes. Sin embargo, sus hermanastras reconocieron los adornos que lucía y se abalanzaron sobre ella, arrancándole jirones de ropa y destrozando su vestido hasta quedar convertido en un montón de harapos. Luego, se marcharon al baile y dejaron a Cenicienta en casa, completamente desconsolada.

Pero he aquí que sucedió un milagro. Un hada madrina se presentó ante Cenicienta y le prometió su ayuda. Utilizando una varita mágica, convirtió una calabaza en una preciosa carroza; los ratones se convirtieron en cuatro hermosos caballos blancos; el caballo de la casa fue transformado en cochero y el perro fue el paje. Como último regalo, el hada madrina le proporcionó a Cenicienta el vestido más hermoso que pudiera imaginar, adornado con brillantes que lucían como estrellas. Además, en los pies luciría unos preciosos zapatos de cristal, que le quedarían como recuerdo de aquella noche. Y es que el hechizo del hada madrina tenía un tiempo limitado. Cenicienta sólo tendría hasta la medianoche para ir al baile y gozar de una noche mágica.

En palacio, el baile había dado comienzo. El príncipe Enrique saludaba a todas las damas del reino con cortesía, pero ninguna había llamado su interés. Pero entonces apareció Cenicienta, y el príncipe se apresuró a acercarse a ella para conocerla e invitarla a bailar. Nadie conocía a aquella misteriosa joven que había acaparado la atención del príncipe, pero a Lady Tremaine su rostro le resultaba familiar. Mientras tanto, el baile continuó, y el príncipe pidió a Cenicienta que le acompañara a dar un paseo por los jardines. Allí hablaron durante un rato, hasta que Cenicienta vio que estaban a punto de dar las doce de la noche. Sabiendo que el hechizo se rompería muy pronto, y como le avergonzaba que el príncipe la viera convertida en una pobre sirvienta, Cenicienta huyó. En su carrera, perdió uno de sus valiosos zapatitos de cristal, que quedó en posesión del príncipe.

Al día siguiente, se formó un gran revuelo en todo el reino. El príncipe Enrique quería tomar por esposa a la mujer con la que había bailado la noche anterior, pero ni siquiera sabía su nombre. Lo único que poseía era el zapatito que la joven había perdido al huir. Por eso, mandó dictar un bando por el cual sus emisarios visitarían todas las casas del reino y probarían el zapato de cristal a todas las jóvenes que habían asistido al baile. Aquella a quien le cupiera el zapato a la perfección, sería la elegida.

Pero Lady Tremaine descubrió que Cenicienta era la muchacha a la que el príncipe buscaba sin cesar. Sabiendo que si se probaba el zapato la casarían con él, la encerró en una habitación. Recibió a los emisarios del príncipe y les presentó a sus hijas, a las que conminó a probarse el zapatito de cristal. Pero sus pies eran demasiado grandes para aquel zapato tan pequeño, y nadie creyó que ninguna de ellas fuese la joven que había pasado aquella velada con el príncipe.

Sin embargo, Cenicienta consiguió salir de la habitación gracias a sus amigos animales y llamó a gritos a los emisarios para pedir que le dejaran probar el zapatito de cristal. Cuando el emisario se acercó a ella, Lady Tremaine le hizo tropezar con su bastón y el zapatito cayó al suelo, rompiéndose en mil pedazos. El emisario se lamentó profundamente, pero Cenicienta le dijo que no había de qué preocuparse, puesto que ella tenía el otro zapato. Cuando el emisario se lo puso en el pie, encajó perfectamente.

Y así fue como Cenicienta fue llevada a palacio, donde contrajo matrimonio con el príncipe con quien tanto había soñado.