martes, 7 de enero de 2014

Navidades, una mala época para el ateísmo


Una de las preguntas a las que siempre me tengo que enfrentar desde que anuncié mi ateísmo es la siguiente: "Si eres atea, ¿por qué celebras la Navidad? Los ateos no creéis ni en Dios ni en Jesús, así que deberíais quedaros en casa encerrados o ir a trabajar mientras los demás estamos de fiesta".

Buen punto, estoy de acuerdo. Ahora voy a aclarar unas cuántas cosas para que todos aquellos creyentes, los que se consideran creyentes (que son muchos más) y los que pasan de las religiones pero se apuntan a un bombardeo (que son muchísimos más) entiendan el punto de vista de los que, como yo, decidimos no creer.

Empezamos por lo más obvio: Los ateos no celebramos la Navidad. Y no me vale decir que antes de que hubiera Navidad se celebraba la fiesta pagana de Saturnalia, porque era una festividad dedicada a Saturno, un dios romano. Difícilmente se puede festejar algo si no crees en una deidad pero te inclinas por otra; es una bofetada en toda la cara del Ateísmo. Desde aquí dejo claro que yo no he celebrado la Navidad porque va en contra de mi forma de pensar. No creo que exista Dios, así que no tengo nada que celebrar para honrarle, y la Navidad no es la excepción.

Sin embargo, parece que España se desboca cuando llega la Navidad. Mucha gente pierde el control cuando les digo que soy atea. Esto es verídico: me miran casi como si acabara de anunciar que soy el Anticristo. ¿Que no celebras la Navidad? ¡Blasfemia! ¡Abominación! ¡Esta tía es de Marte! ¡Es una comunista! 

Pero yo tengo la conciencia muy tranquila, porque sé que al menos mis convicciones son firmes, mientras que las suyas (las de la mayoría de gente que me he topado, vamos) son falsas y dudo que agradaran a Dios, si es que finalmente existe.

Para empezar, la Navidad se ha convertido en la antítesis de lo que realmente era. Si repasamos la entrañable imagen del nacimiento de Jesús, vemos que sucede de la forma más humilde. Un pobre carpintero lleva a su jovencísima esposa a un sucio establo para que dé a luz al que será el Mesías, el futuro rey del mundo. Esa es la escena que debería servir de base a todos los que se dicen cristianos para celebrar la Natividad: es su fiesta más importante, porque se celebra el cumpleaños de su Salvador.

Ahora veamos lo que tenemos a día de hoy. Durante las fiestas de Navidad, empieza la locura consumista. Padres que se gastan un dineral en múltiples regalos para los niños, abuelos que se dejan la pensión del mes en comprar manjares obscenamente caros para agasajar a su familia desunida por discordias varias, un aluvión de gente joven que se deja la pasta en "autoregalos" tan humildes como un Smartphone, un Ipad, una Play Station 4... ¡Ah, sí! Y todos ellos creen en Dios y en Jesús.

Por favor, no hagáis que me carcajee.

La mayoría de la gente no celebra la Navidad, porque para ellos el cristianismo es algo secundario. Puedo contar con los dedos de una sola mano a las personas que celebran de verdad la Navidad, y ésas personas son las que tienen todo mi respeto porque actúan acorde a sus creencias. En otras palabras, saben lo que están celebrando y son felices en esta época.

Pero los demás mienten al decir que celebran la Navidad. Lo único que les gusta de esa fecha es que les dan vacaciones y les hacen regalos. No asisten a la Misa del Gallo, no se creen los villancicos que cantan en plena borrachera navideña y no honran el verdadero espíritu navideño. Es decir, que no son consecuentes con sus palabras. Sin embargo, son los primeros en señalarme como transgresora, como diferente al resto del mundo. Pues yo dudo mucho que su manera de actuar sea la más coherente.

Vale, admito que no todo tiene que ser consumismo en Navidad. De hecho, una de las cosas más bonitas que ofrece es la reunión familiar. Es muy bonito ver a las familias reencontrándose con parientes a los que hace mucho tiempo que no ven, que vuelven a casa precisamente para pasar esas fechas con sus seres queridos. También es un buen momento para tratar de limar asperezas, hacer un acercamiento a familiares con los que apenas hablamos y pasar un buen momento en familia. Teniendo en cuenta que en mi familia la única realmente cristiana es mi abuela y los demás pasan de todo... ¿tengo yo que quedarme sola en casa porque soy atea? Pues yo creo que no, la verdad. Lo que yo celebro es la alegría de vernos a todos reunidos, la dicha de estar vivos y disfrutando. Eso es lo que hago.

¿Que los ateos nos aprovechamos de una fiesta religiosa? Sí, igual que los demás.

Uno de mis parientes se ha convertido hace poco al Islam y rechazó airado una loncha de jamón que mi abuelo le ofreció... sin darse cuenta de que sus parientes musulmanes comían del animal que consideran impuro (por separado y sin que el que estaba al lado se enterara, eso sí. Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda). También recuerdo que, hablando con varias personas, se producía indefectiblemente el siguiente diálogo:

-Yo: Oye, ¿tú celebras la Navidad?
-Él/Ella: Sí, claro. Como todo el mundo. ¿Tú no?
-Yo: Es que yo soy atea y no creo en Dios.
-Él/Ella: Pero eso da igual, ¿no? El caso es celebrarlo con la familia.
-Yo: ¿Pero eso no te parece una contradicción? ¿Tú crees en Dios?
-Él/Ella: ¡Qué va! Pero es que nos reunimos todos para cenar porque si no mis padres se ponen como locos y nos montan un escándalo. Y yo hago lo que sea con tal de no discutir con ellos.

Más contradicciones. La Navidad no debería celebrarse porque sí ni porque se considere una obligación, sino por verdadera devoción. Y siento decir que apenas veo devoción en la gente que celebra la Navidad con el entusiasmo más visible. Veo consumismo y ganas de parranda, y ese no es el verdadero significado de la Navidad. Al menos, yo sí conozco su verdadero significado y, sin compartirlo, decido permanecer al lado de mi familia, a la que adoro, para pasar con ellos estas fechas. No pido regalos (aunque los he tenido) ni me parece que la fiesta carece de gracia sin dichos obsequios; eso es para los que creen en la felicidad terrenal. Yo he sido feliz estando con mi familia, hablando un poco de todo, recordando tiempos pasados y escuchando esas historias que nunca me canso de volver a oír.

Y, aun siendo atea, me da la sensación de que he experimentado el verdadero significado de la Navidad. 


2 comentarios:

  1. Permíteme que me quite el sombrero, te aplauda, te haga la ola... y no te cargo a hombros para llevarte en procesión porque te me ofenderías :-P

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    1. Gracias por los aplausos, jejeje! Y que sepas que, aunque no me opongo a la procesión, si me dedicas una placa tampoco me parecerá mal, XD!

      Bromas aparte, me alegro que te haya gustado mi post. Supongo que ya sabrás que eres de esas pocas personas que conozco que celebra la auténtica Navidad, que espero que hayas disfrutado mucho en compañía de tus seres queridos. Buena suerte en este nuevo año!

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