domingo, 6 de octubre de 2024

Ed Gein, el Carnicero de Plainfield

 

El siguiente artículo incluye información y descripciones violentas y/o explícitas que pueden dañar la sensibilidad del lector. Se solicita discreción.


"No ha desaparecido. De hecho, está ahora mismo en mi granja".

Ed Gein, el Carnicero de Plainfield



Edward Theodore Gein nació en el año 1906 en el Condado de La Crosse, Wisconsin. Fue criado a las afueras de un pequeño pueblo llamado Plainfield junto a sus padres y su hermano mayor Henry. Tuvo una infancia complicada debido, en gran parte, a la mala influencia que ejercieron sus padres sobre él. Su padre, George P. Gein, era una persona muy poco afectiva con su familia, además de tener graves problemas de alcoholismo que le imposibilitaban tener un trabajo estable. Su madre, Augusta W. Gein, era una mujer con fuertes ideales religiosos que rozaban el fanatismo. Con frecuencia disciplinaba a sus hijos a base de fuertes arengas religiosas, advirtiéndoles sobre el alcohol, la inmoralidad innata del mundo y su creencia de que todas las mujeres eran promiscuas por naturaleza además de ser instrumentos del Diablo. Todas las tardes les leía la Biblia, normalmente fragmentos del Antiguo Testamento y del Apocalipsis sobre la muerte, el asesinato y el castigo divino. Pese a todo, Gein la idolatraba y empezó a obsesionarse con ella.

Augusta odiaba a su marido por considerarlo un completo inútil, y razón no le faltaba. Había trabajado como carpintero, curtidor y vendedor de seguros, y durante su estancia en La Crosse había sido propietario de una tienda de comestibles, pero pronto vendió el negocio y se marchó con su familia a una granja situada a las afueras de Plainfield. Augusta aprovechó el aislamiento que les proporcionaba la granja para apartar a aquellas personas que consideraba que podían influir negativamente en sus hijos, contribuyendo a aislarles todavía más.

Ed Gein sólo salía de su casa para asistir a la escuela. Fuera de ella, dedicaba gran parte de su tiempo a hacer trabajos en la granja familiar. Sus contemporáneos le describían como un ser tímido, y tanto compañeros de clase como profesores le recordaban por sus extraños comportamientos, como el echarse a reír de manera aleatoria y alocada, poner los ojos en blanco y mover la nariz como si estuviese olisqueando algo. Para empeorar aún más las cosas, su madre le castigaba cuando intentaba hacer amigos. Pese a todo, a Gein no le fue tan mal en la escuela, destacando sobre todo en Lectura.


Muertes en la familia

En abril del año 1940, George Gein murió de un paro cardíaco a la edad de sesenta y seis años. Ed y su hermano Henry tuvieron que salir de la granja para buscar trabajo. A pesar de haber pasado gran parte de su infancia aislados del pueblo, los lugareños les tenían por hombres honrados y dignos de confianza. Ambos trabajaban como manitas, pero Ed además se animaba a cuidar de los hijos de sus vecinos. Parecía resultarle más fácil tratar con los niños que con los adultos, lo que quizá contribuyó a aumentar su fama de "raro". Sin embargo, la gente no sospechaba nada malo de él. Se podría decir que se le consideraba un raro inofensivo.

Los problemas empezaron cuando Henry empezó a verse con una madre divorciada con dos hijos con la que planeaba irse a vivir. Preocupado por el excesivo apego que Ed tenía hacia su madre, Henry hizo algo que probablemente le acabaría costando la vida, que fue hablar mal de ella con Ed. Había observado en su hermano una relación de excesiva dependencia de su madre, un deseo incestuoso hacia la mujer que le dio la vida, y tal vez creyó que hablando mal de ella lograría hacerle recapacitar. En mayo de 1944, Ed estaba quemando rastrojos en su propiedad cuando el fuego se le escapó de control y tuvo que llamar a los bomberos. Una vez extinguido el fuego, denunció la desaparición de su hermano. Se formó un grupo de búsqueda hasta dar con el cuerpo sin vida de Henry, que fue hallado boca abajo y sin lesiones aparentes. Se pensó que pudo haber muerto por un fallo cardíaco o por asfixia, y como no se realizó ninguna autopsia, el caso se cerró como "muerte por accidente". Sin embargo, algunos estudiosos e investigadores de la figura de Ed Gein consideran que el famoso asesino podría haber tenido algo que ver con la muerte de su hermano.

Con Henry muerto, Ed y Augusta estaban completamente solos. Sin embargo, Augusta sufrió un ataque de parálisis poco después de la muerte de su hijo, y Ed se dedicó en cuerpo y alma a cuidarla. Al poco tiempo volvió a sufrir un nuevo ataque que deterioró su salud de forma irremediable, muriendo a la edad de sesenta y siete años. Ed quedó destrozado por la muerte de quien era al mismo tiempo su madre, su amiga y su único amor verdadero. Ahora estaba solo en el mundo.

Gein permaneció en la granja y se dedicó a realizar trabajos esporádicos que, al menos, le daban para vivir. Tapió las habitaciones que había usado su madre en vida, incluidos el piso de arriba, el salón de abajo y la sala de estar, dejando dichas estancias intactas. Mientras el resto de la casa se volvía cada vez más sórdido, las habitaciones de su madre permanecían inmaculadas. Gein vivía en un pequeño cuarto situado junto a la cocina. Por aquella época, empezó a interesarse por la lectura de novelas pulp y relatos de aventuras, en particular aquellos que trataban sobre caníbales o atrocidades nazis. Le causaba gran admiración la figura de Ilse Koch, una criminal de guerra alemana que, entre otras cosas, se aprovechó del cargo de su marido como comandante de un campo de concentración para seleccionar a prisioneros judíos tatuados, matarlos y fabricar pantallas para lámparas y otros objetos con sus pieles.


Crímenes

La taberna de Hogan era el lugar predilecto de muchos hombres de Plainfield, y entre sus clientes se encontraba el callado Ed Gein. Regentaba el local una mujer divorciada de cincuenta y cuatro años llamada Mary Hogan, que causaba un gran impacto en los religiosos y sencillos vecinos del lugar. Venía de Chicago y las malas lenguas decían que había estado relacionada con la mafia, lo que daba pie a que hubiera muchos rumores sobre su persona, sobre todo por parte de otras mujeres. Ninguna quería que sus maridos frecuentasen aquel antro llevado por una mujer de moral tan cuestionable. El 8 de diciembre de 1954, un vecino se acercó a la taberna de Hogan para tomar una cerveza. Al entrar, descubrió un charco de sangre en el suelo y un cartucho de escopeta del calibre 32. Más tarde, la policía encontraría un rastro de sangre que se dirigía fuera del establecimiento, lo que parecía indicar que alguien había arrastrado un cuerpo hacia el exterior.

La desaparición y presunto asesinato de Mary Hogan produjo una gran conmoción en Plainfield, dando pie a más rumores que buscaban encontrar una explicación al suceso. No se llegó a ninguna conclusión, y el caso se cerró sin ningún sospechoso. Pero el dueño del aserradero recordaba haber visto a Gein sentado al fondo de la taberna de Hogan, absorto en sus pensamientos, contemplando a la propietaria con ojos fríos e inexpresivos. Él y muchos otros vecinos que habían conversado con Ed recordaron cómo este bromeaba sobre el paradero de Mary Hogan diciendo que no había desaparecido, sino que estaba en su granja en aquellos instantes. Luego, se echaba a reír como un loco y ponía los ojos en blanco. Como este comportamiento era habitual en él, nadie sospechó que pudiera haber tenido algo que ver con la desaparición y muerte de Mary Hogan.

Tres años más tarde, el 16 de noviembre de 1957, un nuevo suceso volvió a perturbar la paz del pueblo de Plainfield. La policía recibió una llamada alertándole de la repentina desaparición de la dueña de una ferretería del pueblo, llamada Bernice Worden. Había sido el propio hijo de Bernice, Frank Worden, el que había dado la voz de alarma al haber acudido aquella tarde a la ferretería y ver las luces encendidas, pero no encontrar a nadie allí. La escena del crimen era casi un calco de la taberna de Hogan: un gran charco de sangre en el suelo y un rastro que llevaba a la parte trasera del local. Frank Worden fue el que dijo a la policía que sospechaba de Ed Gein. Su madre le había contado que había visto a Gein rondar por las cercanías de la tienda días atrás, algo que la ponía muy nerviosa. A veces entraba y hacía compras pequeñas, notándose su interés por mantener algunas palabras con la propietaria. Además, su nombre figuraba en el libro de contabilidad de la tienda como último cliente.

Mientras dos agentes de policía arrestaban a Ed Gein en una tienda de comestibles, otros dos acudieron a su granja para investigar. La puerta central estaba cerrada, así que tuvieron que entrar por el cobertizo. Y lo que vieron al entrar les heló la sangre: el cadáver de una mujer colgada boca abajo de unas poleas, decapitado, abierto por el torso y eviscerado. Era Bernice Worden. Sus vísceras estaban dentro de una bolsa de esparto y en otra bolsa apareció su cabeza. Tenía unos ganchos atravesando sus orejas, quizá porque el asesino pretendía colgarla del techo a modo de decoración.

Aquel macabro descubrimiento perturbó mucho a los dos agentes, que tuvieron que pedir refuerzos y darse ánimos mutuamente para continuar con la investigación. Pero ni siquiera después de aquel escalofriante hallazgo podían estar preparados para lo que les aguardaba en el interior de la casa. Se encontraron con un auténtico vertedero lleno de basura, muebles rotos, herramientas oxidadas, utensilios de cocina sucios y montones de ropa harapienta esparcidos por el suelo. El hedor era insoportable y las ventanas estaban tapiadas con listones de madera, de modo que la oscuridad era casi absoluta. Pero nada fue comparable al auténtico museo de los horrores que los agentes de policía descubrieron en la granja de Ed Gein.

Se encontró un total de diez cráneos humanos, intactos o serrados por la mitad, que el asesino empleaba como tazas, cuencos o ceniceros; varias sillas tapizadas con piel humana; un corsé fabricado con un torso femenino desollado desde los hombros hasta la cintura; mallas, guantes y máscaras hechas con piel humana de mujer; nueve vulvas dentro de una caja de zapatos; un vestido de niña y dos vulvas pertenecientes a dos chicas de quince años; un cinturón hecho de pezones humanos; una lámpara cuya pantalla estaba hecha con un rostro humano y muchos más objetos fabricados con el mismo material. Llamaba la atención el extenso cuidado que el asesino había puesto en la conservación de las máscaras de rostro humano, pues muchas de ellas estaban bien expuestas y tratadas con aceites para que no se estropearan. Todos los objetos fueron fotografiados y posteriormente destruidos.


Arresto e internamiento

Una vez llevado a comisaría, Ed Gein fue interrogado y acabó admitiendo que muchas veces sentía la necesidad de ir al cementerio y exhumar los cadáveres de mujeres que habían muerto recientemente y que, de alguna manera, le recordaban a su madre; a muchas de ellas incluso las había conocido en vida. A veces se llevaba los cuerpos enteros, mientras que otras veces simplemente recogía aquellas partes que más le interesaban. Una vez tenía los cuerpos en su poder, los cargaba en su camioneta Ford de 1949 y los llevaba a su casa, donde curtía las pieles y tallaba los huesos para hacer sus macabros enseres. Aseguró que nunca había cometido canibalismo y que no había mantenido relaciones sexuales con los cadáveres porque el olor le resultaba muy desagradable.

Es difícil explicar por qué Ed Gein hizo todo esto, pero lo más probable es que todo se debiese a un trastorno mental agravado por la relación insana que tenía con su madre. Gein reconoció que muchas veces oía la voz de su madre en sueños y que ésta le instaba a matar; Gein, que había pasado toda su infancia dominado por la figura de su madre, no pudo hacer frente a su autoridad. Según declaró ante el sheriff, tanto Mary Hogan como Bernice Worden eran el tipo de mujeres que encarnaban todo lo que su madre detestaba, así que, siguiendo el estricto código moral que ella le había impuesto, las asesinó para evitar que continuaran con su vida pecaminosa.

Pero existe un elemento añadido de gran relevancia en el modus operandi de este asesino, y es que el propósito de Ed Gein al matar a aquellas mujeres y desenterrar los cuerpos del cementerio no era sólo el de revivir a su madre, sino el de convertirse en ella. La confrontación entre los sentimientos de amor que tenía hacia su madre, junto con la ira y la frustración por negarle el contacto con mujeres y unido a un tardío y anómalo desarrollo sexual, hicieron que Gein fantaseara con la transexualidad. El corsé y las otras prendas de vestir hechas de piel humana no eran otra cosa que un disfraz de su madre que él mismo usaba, imitando además su voz y sus gestos, comportándose como si estuviera viva.

El 21 de noviembre de 1957, Gein fue procesado por un cargo de asesinato en primer grado por el tribunal del condado de Waushara, donde se declaró inocente alegando enajenación mental. Se le diagnosticó esquizofrenia y se le declaró mentalmente incompetente, por lo que no era apto para ser sometido a juicio. Fue enviado al Central State Hospital for the Criminally Insane, un centro de máxima seguridad en Waupun, pero posteriormente fue trasladado al Mendota State Hospital en Madison.

En 1968, los médicos declararon que Gein tenía la capacidad mental suficiente para consultar con un abogado y participar en su defensa. El juicio comenzó el 7 de septiembre de 1968 y duró una semana. Durante el juicio, un psiquiatra declaró que Gein le había dicho que no estaba seguro de haber cometido el asesinato de Bernice Worden de manera intencionada o accidental. Gein le había dicho que había estado observando un arma en la tienda y que ésta se había disparado, matando a Worden. A petición de la defensa, el juicio de Gein se celebró sin jurado y fue declarado culpable. Sin embargo, un segundo juicio trató sobre la cordura de Gein; tras el testimonio de los médicos de la acusación y la defensa, el juez declaró a Gein "no culpable por razón de locura", y ordenó su internamiento. Sólo fue declarado culpable del asesinato de Bernice Worden, a pesar de que él mismo reconoció haber matado a Mary Hogan.

Ed Gein pasó el resto de su vida internado en un manicomio. Su casa iba a ser subastada, pero fue destruida por un incendio provocado. Su camioneta fue adquirida en una subasta pública por un hombre que, para ganar algún dinero con el morbo que provocaba la historia del asesino, cobraba veinticinco centavos de entrada por verla. Se subastaron las cenizas de la casa de Ed Gein, clavos de la construcción y un caldero donde fueron encontrados algunos huesos humanos. Todos los objetos que había usado Gein se volvieron muy valiosos para cierto tipo de compradores y coleccionistas, que ofrecían altas sumas de dinero por tener alguno de estos objetos. Durante años, los buscadores de recuerdos se llevaron trozos de la lápida de Gein, situada en el cementerio de Plainfield, hasta que alguien robó la lápida completa en el año 2000. Fue recuperada al año siguiente cerca de Seattle, Washington, y se guardó en el departamento del sheriff del condado de Waushara. Se llegó incluso a formar un club de fans del asesino, contribuyendo a convertir al Carnicero de Plainfield en una leyenda dentro del mundo del crimen. Y, como sabemos, su figura también sirvió para que dibujantes, escritores y guionistas se basaran en él para crear sus propios personajes, como fue el caso de obras como Psicosis, La Matanza de Texas y El Silencio de los Corderos.

Gein falleció en el hospital psiquiátrico de Mendota debido a una insuficiencia respiratoria el 26 de julio de 1984, a la edad de setenta y siete años. Su tumba no está señalizada, pero todos saben dónde se encuentra: fue enterrado entre sus padres y su hermano.


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