lunes, 3 de mayo de 2021

Autoras de mi infancia


Todo buen lector recuerda cuáles fueron los libros que más le marcaron desde sus inicios en el placentero goce de la lectura. Todos los que disfrutamos de un buen libro recordamos con cariño aquellas primeras obras que llegaron a nuestras manos, por lo general gracias a nuestros padres, y que marcaron para siempre nuestra forma de ver y entender la literatura. Y después de leer decenas, cientos de libros... ¡con qué alegría volvemos a aquellas primeras novelas que nos retrotraen a nuestra juventud y nos recuerdan cómo se sentía al leerlas por primera vez!

En esta entrada voy a hablaros de algunas de las primeras novelas que leí cuando era adolescente. Muchas de ellas llegaron a mis manos gracias a mi madre, quien además me enseñó a guardarles un gran aprecio y a quererlas casi como si fueran criaturas vivientes. Curiosamente, mis novelas preferidas cuando era niña fueron todas escritas por mujeres, lo que quizá me facilitó la cercanía con los personajes y me dio ánimos para poner por escrito todas las historias que se me ocurrían. Cada autora tenía su estilo y sus historias se centraban en diversos temas, pero todas me llegaron al corazón y por eso las recuerdo con tanta nostalgia.

Aquí tenéis a las autoras de mi infancia y las obras que me hicieron una ávida lectora.


Louisa May Alcott y Mujercitas




Louisa May Alcott tiene el honor de encabezar mi lista de autoras preferidas por dos razones muy simples: por su calidad narrativa y por ser Mujercitas (1868) la primera novela que leí del tirón en mi juventud temprana. La historia de las cuatro hermanas March llegó al corazón de muchos lectores, y yo me cuento entre ellos. Y es que no se puede no sentir calidez y cariño al adentrarse en la casa de la familia March, compuesta en su mayoría por mujeres de muy distinto temple y carácter.

La novela empieza ya presentándonos a las que van a ser las protagonistas, que son las cuatro hermanas March. Margaret, a quien todos llaman Meg, es una chica de dieciséis años que trabaja como institutriz para ayudar a su familia, ya que tienen muy poco dinero, pero no le gusta mucho su trabajo y preferiría estar divirtiéndose con sus amigas o yendo a bailes lujosos. Añora los tiempos en los que su familia era rica y desea con toda su alma tener vestidos bonitos, y el no poder tenerlos es algo que la reconcome bastante a menudo. Pero a pesar de estos pequeños gestos de vanidad, es una muchacha de buen corazón, muy decente y educada, y buena conocedora de las normas de etiqueta sociales.

La segunda hermana es Jo, diminutivo de Josephine, quien a sus quince años ya trabaja como lectora y dama de compañía de la gruñona Tía March. Tiene un carácter bastante fuerte y tiende a soltar las cosas tal como le vienen a la boca, motivo por el cual se la considera un marimacho y suele ser objeto de reproches por parte de sus hermanas y de otros miembros de la sociedad. Jo es el paradigma de la mujer fuerte y resuelta que se niega a aferrarse a los estereotipos sobre cómo deberían actuar las mujeres. Es franca, alegre, imaginativa y respondona. Al contrario que sus hermanas, ella le hace frente a las adversidades y toma las riendas de su vida con una soltura envidiable. Dotada de un gran talento para la literatura, es una escritora entregada que está ansiosa por tener su oportunidad y triunfar escribiendo una gran obra. Su franqueza y sinceridad la convierten en una persona muy cercana y amigable, así como en uno de los personajes más queridos de la novela.

Llega el turno de la tímida Elizabeth, o Beth, como es conocida en el seno de su familia. Esta muchachita de trece años carga con el terrible peso de una excesiva sensibilidad, motivo por el cual tuvo que ser sacada de la escuela y recibir educación en casa. Es una niña de carácter muy dulce y tierno, lo que le ha valido el cariño indiscutible de todas sus hermanas, sobre todo de Jo. Es paciente, humilde y hogareña, pero también frágil y de salud delicada. Pero si por algo destaca Beth es por su profundo y arrebatador amor por la música. Beth es la única que toca el piano de la casa, pasatiempo del que disfruta tanto que se abstrae por completo, inmersa en su propio universo repleto de notas y canciones.

Y por último está Amy, la benjamina de la familia, que a sus doce años se considera toda una aspirante a damita de alta alcurnia, aunque su comportamiento no es todo lo apropiado que debería. Al ser la más pequeña, Amy ha crecido como una niña un tanto consentida. Es tan buena y amable como sus hermanas mayores, pero tiende a ser altiva y presumida en lo que a su aspecto físico se refiere. Se siente acomplejada por su nariz, que considera demasiado chata, por lo que todas las noches le pone una pinza antes de irse a dormir. Se lleva bastante mal con su hermana Jo debido a lo opuesto de sus caracteres, pero en el fondo se quieren mucho. Amy es una gran artista a la que le encanta el dibujo y la pintura, disciplina que no se le da nada mal y que cultiva con esmero siempre que puede.

Las aventuras de estas cuatro hermanas son las propias de cualquier muchacha de su edad, combinándose los sucesos felices con los acontecimientos más tristes y dramáticos, como organizar un picnic, representar obras de teatro o escribir un periódico casero. A lo largo de la novela, las hermanas March han de enfrentarse a situaciones que pondrán a prueba sus defectos y su manera de reaccionar para tratar de evitarlos, lo que les ayuda a crecer como personas. Es muy evidente el paralelismo con El progreso del peregrino, de John Bunyan, una obra orientada a que el buen cristiano supere las dificultades que se irá topando a lo largo de su vida para llegar con buen pie a la Ciudad Celestial. Las hermanas March, las cuatro peregrinas de su historia, tendrán que enfrentarse a sus propios defectos y superarlos, evolucionando poco a poco y creciendo espiritualmente.

Para mí, tanto Mujercitas como su continuación, titulada Aquellas mujercitas, son dos obras maravillosas que marcaron un punto muy importante en mi vida como lectora. Me veía reflejada en todas las hermanas March y sus pensamientos eran también los mismos que yo sentía cuando me enfrentaba a problemas similares a los suyos. Y, lo que para mí es más importante, sentía que iba creciendo con las March cada vez que releía la novela conforme pasaban los años, lo cual dice mucho de la calidad de una novela. Infaltable en cualquier biblioteca que se precie.


Johanna Spyri y Heidi




Desde la hermosa Suiza nos llegó un cuento maravilloso de la pluma inmortal de Johanna Spyri. Un cuento que narra la infancia de una niña alegre, inocente e inolvidable cuya popularidad le valió el hacerse un hueco en el corazón de más de medio mundo: Heidi, la niña de los Alpes.

Heidi es una pequeña niña huérfana de cinco años que está al cuidado de su tía Dette. Pero cuando su tía consigue una colocación en Frankfurt, se apresura a llevar a la niña con su abuelo, al que en Mayenfeld conocen como El Viejo de los Alpes por su carácter hosco y su vida ermitaña. Sin preguntarle por su opinión, Dette deja a la niña y se marcha sin el menor cargo de conciencia, a pesar del hecho de que abuelo y nieta no se conocen y nunca han tenido la menor relación.

Sin embargo, Heidi pronto quedará cautivada por la vida sencilla y sin preocupaciones en los Alpes, donde mantiene un estrecho contacto con la naturaleza. Todos los días, Heidi descubre un placer inmenso en las pequeñas cosas que le ofrece su humilde entorno: el rumor de los abetos, el riachuelo cantarín, los prados donde pastan las cabras, la leche recién ordeñada de sus cabritas Blanquita y Diana... En los Alpes también conoce a Pedro, el cabrero, quien se convertirá en su mejor amigo y compañero de aventuras. Y por mediación de Pedro, Heidi también conoce a Brígida, la madre del pastor, y a su abuela ciega, con quien entablará una gran amistad.

La vida de Heidi transcurre feliz en los Alpes, aunque su abuelo se niega a que asista a la escuela, pero todo vuelve a cambiar cuando, tres años después de su partida, la tía Dette regresa para llevarse a Heidi a Frankfurt, pues le ha encontrado una casa donde servir como amiga y compañera de una niña rica. Heidi se marcha engañada por las falsas promesas de su tía, quien le promete regresar a las montañas al día siguiente, y de repente se ve perdida en un mundo muy distinto al que conocía y que le es completamente extraño y ajeno. En vez de prados y montañas, Heidi solo ve calles empedradas y altos edificios que le parecen todos iguales. La gente se le antoja fría y grosera, y nadie parece comprender su deseo de volver a las montañas con su abuelo, por lo que a menudo es ignorada e incluso tachada de ingrata.

Durante su estancia en Frankfurt, Heidi se verá obligada a ser la compañera de juegos de Clara Sesemann, una niña inválida que no sale jamás de su enorme mansión. Clara siente una gran simpatía hacia Heidi nada más conocerla, pues es distinta a todas las personas que ha conocido hasta entonces, y su carácter mejora con cada una de las aventuras y ocurrencias de Heidi. Pero no le pasa lo mismo a la niña de los Alpes, quien se siente prisionera entre las paredes de la casa de los Sesemann, observada por la señorita Rottenmeier, la severa gobernanta de la casa, quien constantemente afea el comportamiento de Heidi y le impone muchos castigos. Los breves momentos de felicidad de Heidi, como la visita del señor Sesemann y la abuela de Clara, se ven opacados por una fuerte nostalgia que oprime el corazón de la niña y le provoca sonambulismo. Una vez diagnosticada su depresión, el señor Sesemann acepta enviarla de nuevo a los Alpes para alegría de Heidi y de su abuelo.

En la siguiente parte, titulada Otra vez Heidi, continúan las aventuras de la niña de los Alpes y su reencuentro con Clara y su familia. Gracias a los ánimos de Heidi y a la vida sana y pura en las montañas, Clara conseguirá por fin levantarse de su silla y caminar, cambiando su vida por completo. Y, como curiosidad, destacar que las aventuras de Heidi no terminaron aquí, pues a raíz de la enorme popularidad de este personaje, el escritor y traductor Charles Tritten decidió continuar con la historia de la niña de los Alpes y sus descendientes a través de varias secuelas sin la participación de Spyri.

¿Qué puedo decir de Heidi? Tardé en leer la novela original porque hubo que buscar bastante entre los libros antiguos de mi madre. Pero una vez la tuve en mis manos, me senté a leer las aventuras de Heidi y admito que disfruté hasta la última página. Me enamoré de la cabañita de los Alpes, de los abetos susurrantes, de las cabritas, de los pastos, de Pedro, de Clara, e incluso de la desagradable señorita Rottenmeier. Toda la novela destila inocencia por los cuatro costados. Los momentos felices se complementan con los más tristes y emotivos, y realmente uno llega a sentir verdadera lástima por los sentimientos de Heidi cuando está en Frankfurt. Sin duda, uno de mis clásicos preferidos.


Lucy Maud Montgomery y Ana la de Tejas Verdes




Dejamos Suiza y nos vamos de un salto a Canadá, concretamente a la Isla del Príncipe Eduardo, para conocer a otra niña muy especial capaz de encandilar a todo el que la conoce aunque hayan pasado más de cien años desde su nacimiento. Me estoy refiriendo, como no podría ser de otra manera, a Ana Shirley, más conocida como Ana la de Tejas Verdes (1908), que cobró vida gracias al talento indiscutible de Lucy Maud Montgomery.

La historia nos traslada a Avonlea, un pueblecito encantador en la Isla del Príncipe Eduardo. Los hermanos Matthew y Marilla Cuthbert, dos granjeros que viven en una granja llamada Tejas Verdes, han tomado la decisión de adoptar a un niño huérfano para que les ayude en las labores agrícolas. Pero debido a una serie de malentendidos, la que termina en Tejas Verdes es Ana Shirley. Ana es una niña encantadora, alegre y muy imaginativa, todo un torbellino de felicidad a sus once años. Su aspecto físico ya nos indica que no se va a tratar de una niña convencional: pecosa, pelirroja y desgarbada como un espantapájaros; ella misma es consciente de que no es una hermosura, cosa que la acompleja, pero su personalidad abierta y su espíritu libre le otorgan una belleza difícil de describir pero mucho más profunda.

La llegada de Ana a Tejas Verdes va a suponer una revelación tanto para ella como para sus tíos adoptivos. Nada más ver la granja, Ana se enamora por completo del lugar y siente que pertenece a Tejas Verdes y Avonlea. Consciente de que su llegada no era lo que sus tíos esperaban, se esfuerza por ser complaciente pero sin dejar de ser ella misma. Su imaginación desbordante y sus incansables ganas de hablar contrarían en principio a los serios hermanos Cuthbert, pero pronto le cobrarán tanto cariño que ya no podrán prescindir de su compañía. Con el tiempo, Ana demostrará su inteligencia y buenas aptitudes en la escuela, que le inspirarán el deseo de ser maestra en el futuro.

Las aventuras de Ana Shirley son como una combinación entre Mujercitas y Heidi. Sus peripecias en Avonlea recuerdan mucho a las vivencias diarias de las hermanas March, pero con el toque de inocencia y bucolismo de Heidi. Es difícil hablar de todas las aventuras de Ana, puesto que en sucesivos libros sabremos mucho más de ella y de su crecimiento personal, pero en su primera novela conoceremos a todos los personajes que marcarán un antes y un después en su vida: Diana Barry (que será su mejor amiga), Jane Andrew y Ruby Gillis, las presuntuosas hermanas Pye y, por supuesto, Gilbert Blythe, quien será el principal rival de Ana en la escuela y también su eterno "enemigo", pues Gilbert comete el imperdonable error de burlarse del pelo rojo de Ana; por suerte, el destino tiene un final feliz para ellos dos.

Al igual que las obras anteriores, Ana cuenta con una serie de secuelas en las que seguimos muy de cerca su crecimiento, sus clases en la escuela, sus progresos para convertirse en maestra, su historia de amor y, como no podía ser de otro modo, sus descendientes. Todas estas novelas tuvieron un gran éxito en su época, aunque ahora parecen haber quedado un tanto relegadas al olvido, y ayudaron a hacer de Ana Shirley uno de los personajes literarios más amados de todos los tiempos.

Ana la de Tejas Verdes llegó a mis manos gracias a la biblioteca del colegio, pues no he conseguido tener los dos libros principales hasta hace poco. Sin embargo, los recuerdo con mucho cariño y siempre quise tenerlos conmigo para volver a los bellos campos de Avonlea, a sus praderas y colinas, a sus árboles y lagos. Es una historia llena de belleza e inocencia que gustará mucho a los jóvenes lectores.


Eleanor H. Porter y Pollyanna




Y la última, pero no por ello la peor, es esta novelita corta protagonizada por otra huérfana cuyo carácter alegre e inocente supo ganar el corazón de los más serios y estrictos. Creada por Eleanor H. Porter en 1913, la dulce Pollyanna no solo se convirtió en un éxito casi de la noche a la mañana, sino que además tiene el honor de haber entrado a formar parte del amplio elenco de palabras del diccionario de la lengua inglesa.

Pollyanna Whittier es una niña que, al haber quedado huérfana de padre, se ve obligada a mudarse a un pueblecito de Nueva Inglaterra para vivir con su tía Polly, hermana de su difunta madre y única familia que le queda en el mundo. La tía Polly es una mujer estricta y severa, a la que le perturba bastante la llegada de su sobrina a la casa. Es la típica mujer que no sabe tratar con niños y siempre se dirige a ellos como si fueran adultos en miniatura o seres de poca inteligencia. Por eso queda tan sorprendida al conocer a Pollyanna. Idealista y parlanchina, Pollyanna no se muestra en absoluto cohibida ante el arisco carácter de su tía. Su filosofía se resume en lo que ella llama "el juego de la alegría", un truco que le enseñó su padre y que consiste en apreciar el lado bueno de las cosas a pesar de los obstáculos que pone la vida. Este juego surgió a raíz de un regalo que recibió Pollyanna siendo muy pequeña: unas muletas. Estas muletas le fueron enviadas por error y la pequeña, lógicamente, se disgustó mucho ante ese regalo; fue entonces cuando su padre, un predicador y misionero muy querido en su comunidad, le enseñó su juego de la felicidad y la animó a alegrarse por no necesitar las muletas. A partir de entonces, Pollyanna siempre supo encontrar en cada aspecto de la vida algo positivo, algo por lo que merecía la pena estar feliz y sonreír a pesar de todo.

Pronto, los vecinos del lugar empezarán a beneficiarse del influjo de Pollyanna. El sombrío y tacaño señor Pendleton, el hombre más rico del pueblo, se siente capaz de volver a sentir alegría ante las ocurrencias de Pollyanna. Lo mismo le ocurre a la señora Snow, perpetuamente encamada a causa de una enfermedad que la ha vuelto huraña y amargada, pero que recuperará la dicha y la humildad gracias al particular juego de Pollyanna, quien la conmina a que, aunque esté enferma, se alegre por ver que los demás están sanos y felices. También el doctor Chilton y el reverendo se verán influenciados por el optimismo de Pollyanna y, gracias a ella, volverán a ver resurgir su pasión por ayudar a los demás: uno, para curar sus cuerpos; el otro, para sanar sus almas. El gran reto al que tendrá que enfrentarse Pollyanna, sin embargo, será cuando a ella le toque vivir la desgracia en carne propia y no halle esperanzas de salir adelante. Es entonces cuando sus vecinos, aquellos a los que tanto ayudó con sus palabras, se acercan a ella para brindarle esa alegría que ahora le falta, en especial la tía Polly, consciente por fin de lo mucho que la necesita su sobrina.

Para aquellos que amamos la literatura clásica, Pollyanna es una novela que no puede faltar en nuestra biblioteca. Está llena de cosas hermosas en tiempos difíciles y trae un mensaje de esperanza dedicado a niños y adultos por igual. En mi opinión, transmite muchos buenos valores que parecen perdidos en la literatura actual; quizá por eso Pollyanna sea tan querida y recordada, pues su optimismo y sentido de la compasión escasean tanto en nuestro presente que verlos representados en una niña que lo ha perdido prácticamente todo nos hace ver la vida desde otra perspectiva.


¡Y hasta aquí mi pequeña aportación literaria! Espero que os hayan gustado mis lecturas juveniles que, por lo que veo, guardan bastantes similitudes unas con otras. Me encantaría que se volvieran a escribir libros así, tan llenos de inocencia y buenos valores. Y vosotros, ¿habéis leído alguno o todos los libros de los que he hablado? ¿Qué otras novelas os han gustado en vuestra adolescencia? Espero vuestros comentarios.


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