octubre 27, 2025

Octubre de Misterios: El caso de los niños Sodder

 


En la víspera de Navidad de 1945, un incendio destruyó la casa de la familia Sodder en Fayetteville, West Virginia, Estados Unidos. Aquella noche, en la casa estaban George Sodder, su esposa Jennie y nueve de sus diez hijos. Durante el incendio, George, Jennie y cuatro de los nueve niños consiguieron escapar. Sin embargo, los cuerpos de los cinco niños restantes nunca fueron encontrados. Los Sodder creyeron durante el resto de sus vidas que los cinco niños desaparecidos habían sobrevivido.

Fayetteville es un pueblo pequeño y tranquilo en el que todo el mundo se conoce, y era mucho más pequeño en 1945, cuando los hechos que vamos a relatar a continuación tuvieron lugar. Sus poco más de mil habitantes por aquel entonces tenían que turnarse para llevar a cabo otras funciones además de su trabajo habitual; es decir, que un tendero podía ser a la vez agente de policía, o un zapatero formar parte del equipo de bomberos del lugar. Era un lugar muy pequeño escondido entre las montañas, donde los inviernos podían ser bastante duros, pero también donde la gente era muy agradable. Pese a lo recóndito de su emplazamiento, Fayetteville se convirtió en el destino predilecto de muchos inmigrantes europeos, la mayoría italianos, que habían viajado a Estados Unidos durante la gran migración de principios del siglo XX.

Uno de estos inmigrantes era Giorgio Soddu, nacido en Tula, Cerdeña, en 1895. Tenía trece años cuando llegó a Estados Unidos con su hermano, que regresó a Italia nada más poner un pie en el continente americano. En la aduana, Giorgio pareció haber tenido problemas para hacerse entender, pues en los registros y documentos de inmigración figurará desde entonces como George Sodder. Era un muchacho hábil y despierto. A pesar de su juventud, no le costó encontrar trabajo en los ferrocarriles de Pennsylvania llevando agua y suministros a los trabajadores. Después de unos años, tomó otro empleo más permanente como conductor de un camión en Smithers, West Virginia, lo que le ayudaría más adelante a fundar su propia empresa de camiones para transportar tierra de relleno a los lugares de construcción y carbón desde las minas de extracción.

A comienzos de los años 20, George conoció a Jennie Cipriani, hija de un tendero de Smithers que también había emigrado de Italia en su infancia. Tras un corto noviazgo, se casaron y se establecieron a las afueras de Fayetteville, en una casa con dos pisos. El negocio de George prosperó y la familia se convirtió en una de las más acomodadas y respetadas del lugar. El primer hijo llegó en 1923 y seguirían viniendo durante los siguientes veinte años hasta llegar a diez hijos. Los Sodder prosperaron con el paso de los años y fueron muy bien aceptados en Fayetteville, a lo que también contribuyó la fuerte implicación que tuvieron en su comunidad; George Sodder fue bombero voluntario en varias ocasiones y Jennie tenía fama de ser una trabajadora incansable. Sin embargo, George tenía fuertes opiniones sobre algunos temas controvertidos y no vacilaba en expresarse con gran vehemencia. En particular, su fuerte oposición al dictador italiano Benito Mussolini había dado lugar a discusiones con otros miembros de la comunidad emigrante.

Pero vayamos al año 1945. A pocos días de celebrarse la Navidad, la familia empieza a hacer los preparativos para el banquete de Nochebuena. La familia está reunida casi al completo: falta Joseph, el segundo hijo, quien tuvo que alistarse en el ejército para luchar en la II Guerra Mundial y todavía no podía regresar a casa. Pero la ausencia de Joseph no empañó la alegría general, pues el resto de hermanos sí se encontraban allí. Estaban John, de veintitrés años, y Marion, de diecinueve, los mayores de la casa; les seguían George Jr., de dieciséis años; Maurice, de catorce; Martha, de doce años; y Louis, de diez. Las pequeñas de la casa eran Jennie, Betty y Sylvia, de ocho, seis y dos años respectivamente. El ambiente era el propio de una familia numerosa en Navidad, con gran algarabía, risas y muchas ganas de diversión. Marion, que trabajaba en una tienda diez centavos en el centro de Fayetteville, incluso había sorprendido a sus hermanos pequeños con regalos. Era tanta la felicidad que reinaba en la casa que los niños le pidieron a su madre que les dejara acostarse más tarde de lo habitual.



Al dar las 10:00 de la noche, Jennie Sodder les dijo que podían quedarse despiertos un rato más, siempre y cuando Maurice y Louis se acordaran de guardar las vacas y dar de comer a los pollos antes de irse a la cama. Tanto George padre como sus hijos John, Marion y George Jr., que habían estado trabajando todo el día, ya estaban acostados y dormidos en la planta baja de la casa. Jeannie se fue a dormir también llevándose a la pequeña Sylvia con ella. Mientras tanto, en la planta de arriba estaban los hermanos Maurice, Martha, Louis, Jennie y Betty.

Alrededor de las 12:30 de la madrugada sonó el teléfono. La madre se despertó por el ruido y corrió a responder a la llamada, pero resultó ser una equivocación. La voz no le resultó familiar. Era de una mujer que preguntaba por alguien a quien Jennie no conocía, mientras se oían risas y tintineo de copas de fondo. Cuando Jennie le dijo que estaba llamando al número equivocado, la mujer profirió unas risas extrañas, por lo que Jennie colgó sin más. Antes de volver a la cama, reparó en que las luces seguían encendidas y las cortinas no estaban echadas, por lo que se entretuvo en dejarlo todo en orden antes de irse a dormir otra vez. Los niños, salvo Marion, ya no estaban allí; Marion dormía plácidamente en el sofá, y Jennie pensó que los pequeños habían subido ya al ático, donde tenían sus habitaciones.

A la 1:00 de la mañana, Jennie se despertó otra vez al oír que algo caía en el tejado de su casa, causando gran estruendo y ruidos de rodadura. Sin embargo, pensando quizá que era nieve que caía de los árboles, no le dio más importancia y volvió a quedarse dormida. Tan sólo media hora más tarde, la despertó su propia tos y, al incorporarse, se dio cuenta de que la habitación que George utilizaba como oficina estaba envuelta en llamas. Jennie dio la voz de alarma y George corrió a despertar a sus hijos mayores. Ambos padres y cuatro de sus hijos consiguieron escapar de la casa, pero los otros cinco seguían arriba. O eso creían, porque por mucho que les gritaron para que salieran de allí, nunca oyeron sus voces ni les vieron salir de sus cuartos. No podían subir por la escalera porque estaba ardiendo. George y Jennie se temieron lo peor.

Los esfuerzos por encontrar, ayudar y rescatar a los niños Sodder fueron inesperadamente complicados. Intentaron llamar por teléfono para pedir ayuda, pero el aparato no funcionaba porque el fuego había afectado al cableado telefónico, de modo que Marion tuvo que correr hasta la casa de un vecino para pedir ayuda. Un conductor que pasaba por la carretera cercana vio el incendio y trató de llamar desde una taberna cercana, pero tampoco tuvo éxito porque el teléfono del local estaba estropeado; al final, tuvo que hacer la llamada desde otro teléfono en el centro de la ciudad.



Mientras tanto, George Sodder no se quedó de brazos cruzados. Descalzo y a medio vestir, trepó por la pared y rompió una ventana del ático, cortándose el brazo en el proceso. Trató de usar una escalera para llegar hasta el ático y salvar a los niños, pero la escalera no estaba en su lugar habitual apoyada contra la casa y no se la pudo encontrar en ningún lugar. Un barril de agua que podría haberse utilizado para extinguir el incendio tampoco sirvió de nada porque el agua estaba congelada. Finalmente, desesperado, George trató de encender los dos camiones que usaba en su negocio y utilizarlos para llegar hasta la ventana del ático, pero ninguno de ellos arrancaba a pesar de haber funcionado perfectamente el día anterior.

Frustrados, los seis Sodder que habían conseguido escapar no tuvieron más remedio que contemplar cómo el fuego devoraba la casa durante los siguientes cuarenta y cinco minutos. Los bomberos no aparecieron hasta la mañana siguiente, cuando ya no había nada que salvar. El departamento de bomberos se excusó diciendo que la escasez de recursos humanos debido a la guerra había impedido que se llevara a cabo una mejor labor de ayuda y rescate. A todo esto se suma que el jefe F.J. Morris no sabía conducir el coche de bomberos y hubo que esperar a que alguien que pudiera conducirlo estuviera disponible.

Los Sodder estaban destrozados. A decir del jefe de bomberos, el fuego se habría originado por un fallo en el cableado eléctrico, pero esto no podía ser porque había varias luces encendidas cuando la familia escapó. Además, el propio George había hecho revisar semanas atrás la instalación eléctrica, que resultó estar en perfectas condiciones. Lo único que restaba por hacer era buscar entre los escombros los restos de los niños que habían tenido la desgracia de quedar atrapados durante el incendio. Pero resulta que tales restos mortales no aparecen por ninguna parte. No hay huesos calcinados, ni órganos internos, ni nada que pueda dar a entender que allí había cinco personas. Aunque algunos relatos afirman que el registro llevado a cabo por los bomberos fue bastante superficial, lo cierto es que no se encontró ningún resto humano. Morris insistía en que los niños habían muerto en el incendio, lo que sugiere que el fuego había alcanzado una temperatura tan alta que había carbonizado sus cuerpos por completo.

George quedó devastado al oír esto, pero algo le decía que eso no era del todo verdad. Acudió a una funeraria en donde se practicaba la cremación y pidió información al dueño acerca del funcionamiento del horno crematorio. El hombre le dijo que, para que un cuerpo quede completamente reducido a cenizas, la temperatura del fuego debe sobrepasar los 1000ºC y debe estar ardiendo entre dos y cuatro horas. Y, con todo, seguirían quedando algunos restos, como huesos, que en la funeraria se molían para reunir todas las cenizas. En otras palabras, que deberían haberse encontrado restos humanos entre los escombros calcinados de la casa Sodder.

Aunque Morris le dijo a George que no perturbara el lugar de los hechos para que el equipo de bomberos del estado pudiera hacer una investigación más exhaustiva, él no le hizo caso. Cuatro días después de lo ocurrido, incapaces de soportar la vista desoladora de lo que había sido su hogar, mandaron cubrir el lugar con tierra con la intención de convertirlo en un jardín conmemorativo para los niños perdidos. Los certificados de defunción de los cinco niños Sodder se expidieron el 30 de diciembre, y el funeral se llevó a cabo el 2 de enero de 1946. Ni George ni Jennie fueron capaces de asistir, aunque sí lo hicieron sus hijos sobrevivientes.



La vida siguió adelante en Fayetteville, pero para los Sodder todo había cambiado. Una vez pasados los primeros días de dolor y consternación, empezaron a surgir las preguntas. ¿Por qué, si el incendio había sido causado por un fallo eléctrico, las luces navideñas de la familia habían permanecido encendidas? ¿Por qué la escalera de George no estaba en su sitio y apareció días más tarde en el fondo de un terraplén a veintitrés metros de distancia? Un reparador de teléfonos les dijo a los Sodder que la línea telefónica de la casa no se había quemado durante el incendio, sino que alguien había subido al poste a propósito para cortar el cable. Se encontró a un sospechoso que había sido visto por el lugar robando en varias granjas. Admitió el robo y reconoció haber sido él quien había cortado el cable, pensando que era la línea eléctrica, pero juró que no había tenido nada que ver con el incendio.

Entonces, George sacó a colación un par de anécdotas que le habían sucedido en un pasado no muy lejano. En octubre de 1945, recibió la visita de un vendedor de seguros de vida que, después de ser rechazado, advirtió a George que su casa "se convertiría en humo y sus hijos iban a ser destruidos", atribuyendo todo esto a los comentarios desagradables que George había hecho sobre el dictador Mussolini. En otra ocasión, un visitante que había ido a ver a George para pedirle trabajo, aprovechó la ocasión para dar una vuelta por la propiedad de los Sodder y advirtió a George que un par de cajas de fusibles "provocarían un incendio algún día", cosa que extrañó a George porque la instalación era nueva y estaba en orden. Además, en las semanas previas a la Navidad, los hijos mayores habían visto un automóvil extraño estacionado a lo largo de la carretera principal que atraviesa la ciudad, con sus ocupantes observando a los niños pequeños Sodder mientras regresaban de la escuela.

¿Había sido el incendio provocado por alguna venganza o ajuste de cuentas? Surgieron pruebas que respaldaban la creencia de que el fuego había sido provocado intencionalmente. Un conductor de autobús que había pasado por Fayetteville en Nochebuena dijo que había visto a varias personas arrojar "bolas de fuego" a la casa de los Sodder. Meses más tarde, cuando la nieve se hubo derretido, Sylvia encontró entre la maleza un objeto pequeño, duro, de color verde oscuro, parecido a una bola de goma, que resultó ser un dispositivo incendiario de los que se usa en combate. Esto coincide con los ruidos que Jennie oyó en el tejado de la casa, y que ella identificó como nieve que caía y se deslizaba. Posteriormente, la familia afirmó que el incendio se había iniciado en el techo, pero para entonces no había forma de probarlo.

Pero lo más sorprendente vino cuando aparecieron testigos que afirmaron haber visto a los niños Sodder con vida. Una mujer que había estado observando el incendio desde la carretera, dijo que había visto a algunos de los niños Sodder mirando desde un automóvil que pasaba mientras la casa estaba en llamas. Otra mujer que trabajaba en un parador de descanso entre Fayetteville y Charleston aseguró que les había servido el desayuno a la mañana siguiente, y también notó la presencia de un automóvil con matrícula de Florida aparcado en la zona del estacionamiento.

Los Sodder contrataron los servicios de C.C. Tinsley, un investigador privado de la cercana ciudad de Gauley Bridge, para que investigara el caso. Tras unas cuantas pesquisas, Tinsley se enteró de que el vendedor de seguros que los había amenazado con un incendio unos meses atrás había formado parte del jurado forense que dictaminó que el incendio de la casa Sodder había sido un accidente. También se enteró de los rumores en Fayetteville de que, a pesar del informe que el departamento de bomberos había realizado sobre el caso asegurando que no habían hallado restos humanos, Morris había encontrado un corazón y lo había enterrado en secreto en una caja metálica. Hizo falta que George y Tinsley confrontaran a Morris para que éste les mostrara dónde había enterrado la caja. Llevaron el contenido de la caja al encargado de la funeraria, quien después de examinarlo les dijo que en realidad era un hígado de res fresco que nunca había sido expuesto al fuego. Más tarde, se dice que Morris había admitido después que él había colocado allí la caja con el hígado con la esperanza de que los Sodder lo encontraran y se sintieran satisfechos de saber que los niños habían muerto en el incendio.

George Sodder no se quedó de brazos cruzados esperando informes de avistamientos. A veces los hacía él mismo. Después de ver a una niña en una fotografía de una revista de jóvenes bailarinas de ballet en Nueva York que tenía cierto parecido con una de sus hijas desaparecidas, condujo hasta la escuela de la niña y demandó verla para corroborar sus sospechas, pero no se le permitió. Mientras tanto, se llegó a ofrecer una recompensa de diez mil dólares a quien encontrara a los niños Sodder desaparecidos. George hizo venir a peritos de varios estados para que participaran en la investigación, llegando incluso a contactar con el FBI, quien dedicaría dos años al caso antes de abandonarlo por falta de pistas. En 1949, un patólogo de Washington D.C. desenterró pequeños fragmentos de hueso que fueron identificados como vértebras humanas, todas del mismo individuo, posiblemente de Maurice Sodder por el rango de edad. Lo curioso es que, según el informe, estos huesos no parecían haber estado expuestos al fuego.

Mientras tanto, los avistamientos de los niños continuaron. Ida Crutchfield, una mujer que dirigía un hotel en Charleston, afirmó haber visto a los niños semanas después del incendio. Según sus palabras, los niños habían llegado acompañados de dos hombres y dos mujeres, todos los cuales parecían de "origen italiano". Afirmó que había intentado hablar con los niños pero, al recibir miradas hostiles por parte de los adultos, los pequeños no habían abierto la boca. En su momento, esta historia dio esperanzas a los Sodder de que los niños pudieran estar vivos y habían sido víctimas de un secuestro, pero los investigadores modernos no consideran que esta historia sea creíble, ya que la mujer sólo había visto fotos de los niños dos años después del incendio.

Hubo más historias. Una mujer de Saint-Louis afirmó que Martha Sodder estaba retenida en un convento. Un cliente en un bar de Texas aseguró haber escuchado a dos personas haciendo declaraciones incriminatorias sobre un incendio provocado en Nochebuena en West Virginia. Cuando George tuvo noticias de que un pariente de Jennie en Florida tenía hijos que se parecían a los Sodder, el pariente tuvo que demostrar que los niños eran suyos para que George se sintiera satisfecho. En 1967, los Sodder recibieron una carta con matasellos de Central City, Kentucky, sin remitente. Dentro había una foto de un joven de unos treinta años con rasgos muy parecidos a los de Louis. En el reverso estaba escrito:

Louis Sodder

Amo al hermano Frankie

Chicos ilil

A90132 o 35





La familia contrató a otro detective privado para que investigara la misiva, pero él nunca informó a los Sodder y no pudieron localizarlo después. Sin embargo, la foto les dio esperanzas. La agregaron a la valla publicitaria en la que mostraban las imágenes de sus hijos desaparecidos e incluso colocaron una copia ampliada de la foto enmarcada sobre su chimenea. Los Sodder no dejaron de buscar a sus hijos hasta el último día de sus vidas. George murió en 1969. Jennie y sus hijos sobrevivientes, excepto John, que nunca habló de la noche del incendio sino para decir que su familia debería aceptarlo y seguir con sus vidas, continuaron buscando respuestas a sus preguntas. Jennie se quedó en la casa familiar colocando cercas alrededor y agregando habitaciones adicionales. Durante el resto de su vida vistió de luto riguroso y cuidó el jardín donde había estado su antigua casa. Murió en 1989.

A día de hoy, seguimos sin saber con exactitud lo que ocurrió en aquel incendio. Una de las teorías que surgiría fue la de la venganza, una venganza política. George había manifestado públicamente muchas veces su rechazo y oposición a Mussolini, y quizá había provocado las iras de algunos inmigrantes italianos que admiraban al dictador. Pero también cabe la posibilidad de que la mafia estuviera implicada. Aunque Fayetteville era un pueblo pequeño y tranquilo, George Sodder viajaba a menudo por motivos de trabajo. Era un hombre muy visible y muy próspero, algo que suele llamar mucho la atención. ¿Cabe la posibilidad de que la mafia hubiera querido extorsionarle para obtener algún beneficio de su negocio de camiones y que se vengara de él provocando el incendio que destruyó su casa y su familia? Pero, si en realidad los niños fueron secuestrados, la pregunta que hay que hacerse es cómo lo hicieron. Había seis personas en la planta inferior de la casa que pudieron haber escuchado ruidos extraños. Si Jennie Sodder se despertó por haber oído la caída de un objeto en el tejado, ¿no se hubiera despertado con más razón si hubiera escuchado los gritos de sus hijos al ser llevados contra su voluntad? ¿O tal vez los niños salieron de la casa antes del incendio, quizá porque algo en el exterior llamó su atención, y se los llevaron? También llama la atención que, si es verdad que fueron secuestrados, nunca intentaran ponerse en contacto con la familia de manera más directa. La teoría más plausible, la que defiende el secuestro de los niños Sodder, admite que éstos seguramente fueran asesinados y sepultados en tumbas sin nombre. Pues, ¿qué peor castigo puede haber para un padre que no saber nunca qué fue de sus hijos?




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