martes, 6 de noviembre de 2018

La leyenda del mes: ¿Por qué es salada el agua de mar?


¡Hola a todos!

Sí, sé que este mes empezó hace seis días y yo no he subido la entrada correspondiente, pero tengo una buena excusa y es que me he tomado unos días libres en el trabajo para ir a la Estelcon que se ha celebrado este año en Benagéber, y de la que he vuelto este mismo lunes. Decir que ha sido una experiencia maravillosa es quedarse corta, pero puede que os cuente un poco más en los próximos días. Han pasado tantas cosas que siento la necesidad de compartirlo con todos vosotros con la esperanza de pasaros un trocito de la felicidad que todavía me embarga.

Pero vayamos por partes, porque no se puede empezar el mes sin la entrada correspondiente del calendario bloguero. Así que para hoy os he traído otra nueva leyenda gallega, que espero que os guste mucho.


¿Por qué es salada el agua de mar?




Dice la Biblia que en el principio Dios creó los cielos y la tierra, pero después hizo que las aguas se juntaran en un lado y que en el otro quedara la parte seca. Pero las aguas eran todas dulces en general, tanto las de los ríos y fuentes como las de los mares, aunque después de un tiempo las aguas del mar se volvieron saladas, y hay quien dice que fue por esto que voy a contaros.

Casi desde el comienzo del mundo, los hombres empezaron a vagar por la tierra en busca de alimento, ya fueran frutas, cereales, carne o pescado. Obligados por la necesidad, poco a poco aprendieron a cocinar sus alimentos, y después a construir embarcaciones para navegar por el mar y carros para trasladarse de un lugar a otro, y después a intercambiar objetos y alimentos y a comerciar unos con otros.

Una vez, un hombre que navegaba en su barco fue a parar cierto día a una isla que tenía unos montecillos de lo que parecía ser arena muy blanca, y descubrió que aquella arena era muy buena para conservar la carne sin que se pudriera. Era sal. Entonces, aquel hombre empezó a llevar cargamentos de sal y la vendía, y gracias a eso se convirtió en un mercader rico y próspero.

En uno de sus viajes, el mercader llegó a un pueblo marinero de Galicia, donde conoció a una joven muy sencilla y hermosa, hija de un marinero pescador. El mercader se enamoró de la muchacha y, como ella no le era indiferente, los dos se casaron poco tiempo después. Pero sucedió que el mercader tuvo que hacerse a la mar otra vez, y se despidió de su mujer con estas palabras:

—Olaya, yo he de irme para hacer otro viaje. Tú no puedes venir conmigo en el barco pero, ¿me esperarás hasta mi regreso?

—Yo soy tu esposa —respondió ella—, y te aguardaré y rogaré siempre al mar para que tenga compasión de nosotros y te deje volver sano y salvo.

Pero mientras el mercader se hallaba ausente, un poderoso señor que vivía en un castillo próximo al puerto de los pescadores sintió en su espíritu ambicioso el ansia de poseer a aquella mujer, a la fiel Olaya, e hizo todo lo posible por engatusarla con halagos y obsequios. Pero todo fue en balde porque Olaya, fiel a su esposo, rechazó enojada y ofendida las pretensiones del señor.

Pero la negativa de Olaya encendió más aún las ansias del señor, que se creía dueño de todo lo que abarcaban sus territorios; y una noche, con la ayuda de sus criados, asaltó la casa de Olaya que, a pesar de sus desesperados esfuerzos, fue rendida por la fuerza. Cuando el mercader regresó a su hogar al cabo de un tiempo, supo todo lo que le había ocurrido a su esposa. Hizo todo lo posible por recuperarla, por arrancarla de los brazos del señor, pero al ser el señor también la justicia del pueblo, se vio obligado a regresar al mar con el corazón destrozado.

Pasaron dos o tres años; el mercader consiguió amasar una buena fortuna y concibió la idea de reunir gentes armadas para asaltar el castillo del pérfido señor que le había robado a su esposa, pero cuando llegó a la tierra de su amada descubrió que el castillo había desaparecido y que las olas batían sobre las piedras que habían pertenecido a los muros derribados, esparcidos entre la arena. El mercader corrió entonces a la casa de su suegro, y allí encontró a su querida Olaya, que salió corriendo a recibirle entre risas y lágrimas.

—¡Olaya! ¡Eres tú! —exclamó el mercader.

—¡Sí, amor mío: yo, esperándote siempre!

—Pero, ¿cómo ha sido? ¿Qué es lo que ha pasado?

—Un día —dijo entonces su esposa—, el mar se embraveció y grandes oleadas rompían contra los muros del castillo. El mar batía furioso y las aguas llegaban hasta lo más alto de las torres, invadiéndolo todo. Los muros temblaron y se derrumbaron sobre las mismas aguas que los azotaban. El señor rugía enloquecido, daba órdenes, corría de un lado para otro, denostando y blasfemando, y en un momento de su cólera cayó al mar, y con él, otros de sus criados. Todos se ahogaron. Solamente yo y alguna de las sirvientas que se habían portado bien conmigo durante mi cautiverio nos salvamos de milagro. Después de que murieran los crueles servidores y su amo, el mar se calmó y yo pude volver a la casa de mi padre.

—Pues si el mar te ha salvado —dijo entonces el mercader—, yo le soy deudor de este gran bien que me ha hecho y tengo que demostrarle mi agradecimiento.

Y, dirigiéndose a las aguas, exclamó:

—¡Oh, mar! Tú, que me has ayudado siempre en mis empresas, me has hecho también el mejor servicio de mi vida devolviéndome a mi esposa, a mi querida Olaya, que un infame señor me había arrebatado. Tú has derribado con su castillo su orgullo, su ambición y su poder; tú has hecho justicia, haciéndole pagar con la vida su crueldad. ¡Oh, mar! Toda la gente admira tu grandeza, tu riqueza y tu poder. En adelante, si quieres venir conmigo, todos admirarán también el sabor de tus aguas.

Y parece ser que el mar quedó complacido por sus palabras pues, según se dice, siguió al mercader en su siguiente viaje a la isla de la sal y la invadió, sumergiéndola, haciéndola desaparecer en las profundidades, y desde entonces el mar es siempre salado.

Después, el mercader, ya rico y viendo desaparecer su isla, volvió a la tierra de su esposa y vivió dichoso con ella hasta que murió de viejo.

1 comentario:

  1. Curioso relato con final feliz para los protagonistas, casi todos los cuentos y leyendas terminan en finales tristes, me alegró la noche leer algo con happy ending xDD

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