viernes, 11 de marzo de 2016

Jesús de Nazaret, el hombre tras el mito


Una gran parte de la humanidad divide el tiempo atendiendo a dos grandes eras: antes y después del nacimiento de Jesús de Nazaret. Nacido hace más de dos mil años, es indudable que su paso por la tierra cambió la historia. Sin embargo, a pesar de ser uno de los personajes más trascendentales del mundo, es muy poco lo que sabemos de su persona. Para unos fue uno de tantos predicadores, un falso profeta, un loco que se creía hijo de Dios. Para otros, fue el Mesías que vino al mundo para salvar a la humanidad del pecado. Al margen de cualquier tipo de creencia religiosa, es necesario saber que Jesús fue, ante todo, un hombre. Un hombre que cambió el mundo utilizando como única arma la palabra, y que fue detenido, juzgado y crucificado debido a su revolucionario mensaje. Pero, ¿qué sabemos realmente de Jesús de Nazaret?


En busca del Jesús histórico

La búsqueda del Jesús histórico es una disciplina que hoy en día ocupa a numerosos eruditos, teóricos e historiadores, aunque esta rama del estudio es relativamente actual. Hasta la época de la Ilustración, lo único significativo era que se trataba del Hijo de Dios, que había dejado un legado fundamentado en el Reino de Dios y en el amor al prójimo. Pero fue en el siglo XVIII cuando la vida del Nazareno empezó a suscitar cada vez más interés. Prueba de ello es la cantidad de libros y artículos que fueron publicados para dar todo tipo de respuestas.

Sin embargo, hay que tener cuidado con las fuentes que utilizadas para acercarse a la figura de Jesucristo. Todas las fuentes disponibles son confesionales, es decir, de gente que creía en Jesús. Aunque existen algunas referencias romanas, no se las debe considerar “fuentes” en sentido estricto, pues la información que ofrecen se basa en las propias fuentes cristianas. En cualquier caso, las fuentes pueden dividirse en cuatro apartados: paganas, judías, rabínicas y cristianas.




Jesús vivió durante el gobierno de los emperadores romanos Augusto y Tiberio. Durante el siglo I de nuestra era hay un silencio casi absoluto sobre el Nazareno en las fuentes paganas, y es comprensible. Roma se caracterizaba por ser un imperio enormemente etnocéntrico, y la importancia de los sucesos dependía de la trascendencia que tenían para la capital o el gobierno.

En cualquier caso, es posible hallar algunas referencias a Jesucristo. La primera de ellas se encuentra en un documento romano obra de Plinio el Joven, en una carta escrita al emperador Trajano hacia el año 112. En esta carta, habla de los cristianos como de gente que se reúne de forma clandestina y que «adoran a Cristo como si fuera Dios».

Años después, Suetonio habla de ciertos disturbios causados por los judíos que habitaban en Roma durante la época de Claudio, y afirma que tales alborotos habían sido instigados en nombre de un tal Chrestus, que podría ser una versión latinizada de Cristo, aunque esto no tiene por qué ser así.

No mucho más tarde, Tácito relata en el libro XV de sus Anales que Nerón mandó incendiar la ciudad de Roma y luego cargó las culpas a los cristianos, a los que, por cierto, el propio escritor detestaba. Al margen de su antipatía por los cristianos y la dinastía julio-claudia, Tácito nos deja este pasaje refiriéndose a Jesús: «Aquel de quien [los cristianos] tomaban nombre, Cristo, había sido ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato». Aquí existe una inexactitud, puesto que Poncio Pilato no fue procurador, sino prefecto, pero no cabe duda de que esta es la primera contextualización histórica de la existencia de Jesús en fuentes romanas.

En las fuentes judaicas tampoco abundan los comentarios sobre el Nazareno, pero sin duda los más importantes son los atribuidos a Flavio Josefo, un aristócrata nacido tras la muerte de Cristo y que vivió la guerra judeorromana durante la cual fue destruido el templo de Jerusalén, en el año 70. En sus obras hace dos referencias al personaje: La primera de ellas menciona a un tal Jacobo, a quien identifica como hermano de «Jesús, que es llamado el Mesías». La otra atañe directamente a Cristo, a quien define como «un hombre sabio, si verdaderamente se le puede llamar hombre». Flavio Josefo considera a Jesús un hombre de gran sabiduría, pero lo eleva casi a la categoría de un dios. Es posible que el texto fuese alterado por manos cristianas para cuadrar mejor su visión de Jesucristo, pero no se puede afirmar que el texto sea una falsificación.

Entre las fuentes rabínicas, la más importante es el Talmud, la compilación de escritos de la sabiduría judaica de la época. El material talmúdico es difícil de datar, ya que se inicia en el siglo IV y no termina hasta siglos después. En esta fuente, el tratamiento de la figura del Mesías es más bien despectivo. Se hacen menciones a que su nacimiento había sido “poco limpio” o que en realidad era un mago que realizaba milagros inspirados por el Demonio y, por lo tanto, fue justamente condenado a morir en la cruz. Sin embargo, estas menciones confirman que incluso los judíos más ortodoxos consideraban cierta su existencia.

Las fuentes más abundantes son, naturalmente, las cristianas. Dentro de ellas se encuentran los Evangelios canónicos, que aportan muchos datos acerca de la vida y doctrina de Jesucristo; los Evangelios apócrifos, que no están incluidos en el canon de la Biblia; y las cartas de San Pablo. A pesar de la gran cantidad de información que ofrecen, existen varios problemas relacionados con los Evangelios canónicos, incluida su autoría (los textos evangélicos no dicen a quién pertenecen). El gnosticismo afirma que en el cristianismo hay dos doctrinas: una para la gente común y otra para la élite espiritual, que sería más exclusivista. Otro problema es el de los Evangelios sinópticos. Excepto el de Juan, los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas están escritos en disposiciones muy parecidas, de tal modo que se podrían ver juntos como si fuesen uno.

Los Evangelios apócrifos, pese a no estar reconocidos por la Iglesia católica, también podrían aportar información muy interesante acerca de Jesucristo, aunque dicha información fue escrita en épocas bastante tardías, posiblemente entre los siglos III y IV. Ahora bien, hay algunos que ofrecen datos adicionales, aunque no contrastables. Uno es el Evangelio de Pedro, del que sólo se conserva un fragmento en el que se dice que la condena a muerte no fue obra de Pilato, sino de Herodes y los jefes judíos. Otro es el Evangelio Egerton, descubierto en 1935, compuesto por cuatro fragmentos datados de mediados del siglo II, y que no ofrece material nuevo. También es interesante el Evangelio de Tomás Copto, descubierto en 1945 en Nag Hammadi. Es un documento escrito en lengua copta en el que se recogen una serie de dichos atribuidos a Jesús y sin ninguna mención a la Pasión.


En el plano de las hipótesis

Así pues, ¿qué es lo que sabemos realmente del Jesús histórico? Los estudiosos han llegado a algunas conclusiones. La primera de ellas es que las fechas sobre su nacimiento no coinciden con las estipuladas por la tradición. Parece ser que Jesús no vino al mundo en el año 1 de nuestra era, sino que es una simple convención del calendario, al igual que la fecha del 25 de diciembre. Probablemente ni siquiera nació en diciembre, ya que Lucas señala que cuando se produjo el natalicio los pastores dormían al raso, cosa imposible en invierno por las duras temperaturas que había en la zona.

Los primeros cristianos no conmemoraban el nacimiento de Cristo, sino su bautismo. Para ello, eligieron arbitrariamente el 6 de enero para celebrar el acontecimiento. Fue en el siglo IV cuando se decidió separar ambas festividades, y se adoptó el 25 de diciembre como fecha de la Natividad porque se creía que en esa fecha se producía el solsticio de invierno. Como muchas religiones celebraban en tal fecha el culto solar, y al no poder erradicar una costumbre tan antigua, la Iglesia optó por darle un significado cristiano y convirtió esa fecha en el día de Navidad.

Históricamente, el nacimiento de Cristo está vinculado a los últimos años del reinado de Herodes el Grande, a quien Mateo atribuye la famosa y trágica matanza de los inocentes. En esta época, José y María habrían huido a Egipto con el niño para regresar a Galilea sólo tras la muerte del soberano, lo que sucedió en el año 4 a.C.

Sin embargo, hay otros elementos relacionados con el nacimiento de Jesús que aportan discordancias: la aparición de una estrella y la elaboración de un censo. Algunas teorías asocian la estrella con el cometa Haley, que pasa periódicamente cerca de la tierra y cuyos avistamientos están perfectamente documentados. Lo que ocurre es que en aquella época el cometa fue avistado en el año 12 a.C., año también en el que se inauguró el templo de Jerusalén tras unas obras, motivo que justificaría la presencia de varios reyes de Oriente en la capital judía. El segundo episodio es la elaboración de un censo siendo Quirinio gobernador de Siria. Se sabe que existió un censo tributario en Judea, Samaria e Idumea encargado en el año 6 d.C., aunque podría ser que el gobernador hubiese llevado a cabo el empadronamiento entre el 9 y el 6 a.C. De cualquier manera, parece probable que Jesús vino al mundo en una fecha indeterminada entre los años 8 y 4 a.C.




Por lo que respecta a la familia, José, el padre de Jesús, era carpintero, pero no en el sentido que le damos ahora. La palabra griega que se utiliza para aludir a su oficio es tekton, que hace referencia a que trabajaba con la madera y la piedra. Es decir, que no haría delicados trabajos de ebanistería, sino que su especialidad sería fabricar arados, puertas o muebles para la casa. Respecto a María, los estudiosos coinciden de manera general en que sobrevivió a su hijo. La cuestión de la supuesta virginidad de María al concebir a Jesús es más que discutible por motivos evidentes. Sin embargo, se ha barajado la hipótesis de que en la época se considerara virgen o pura a una muchacha que se hubiera quedado embarazada antes de tener su primera menstruación; teniendo en cuenta que a las niñas se las casaba alrededor de los 12 ó 13 años, parece tener sentido. Otros autores, en cambio, insisten en que es más que probable que Jesús tuviera varios hermanos, algo que está atestiguado en Marcos, Juan, Pablo y Flavio Josefo.

Lo que no se puede negar es que Jesús fue judío, se crió como tal, observó las normas de alimentación de este pueblo, fue circuncidado, interpretó las Escrituras y siguió la ley judía. Como otros niños, es posible que acudiera a la sinagoga para aprender a leer y escribir, lo que nos aporta un nuevo interrogante. ¿En qué idioma hablaba Jesús? Un gran número de estudiosos afirma que su lengua materna era el arameo, idioma utilizado normalmente por la mayoría de habitantes de la zona. También es posible que conociese el hebreo clásico, muy difundido en la región. Lo que es más discutible es si entendía el griego puesto que, pese a ser una lengua también muy extendida, no hay una certeza absoluta acerca de si Jesús lo hablaba. El episodio en el que esto se pondría de manifiesto es el del famoso juicio ante Poncio Pilato. ¿Cómo se entendieron? El prefecto romano no hablaba ni arameo ni hebreo, así que el único modo en que ambos pudieron haber dialogado sería utilizando el griego. Sin embargo, no sabemos si en aquel momento había o no un intérprete.


Vida y obra de Jesús

En cuanto a sus años adultos, parece seguro que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista. Considerado un maestro entre los suyos, tomó discípulos y predicó la palabra de Dios en aldeas, pero no en ciudades. Alrededor del año 30 acudió a Jerusalén para celebrar la Pascua, aunque su paso por la capital no pasó desapercibido puesto que causó algún alboroto en el área del templo. Estos disturbios le valdrían el arresto e interrogatorio ante las autoridades judaicas y, posteriormente, la ejecución por parte de las autoridades romanas.

El ministerio de Jesús tiene lugar entre la predicación de Juan el Bautista y los inicios de la Iglesia primitiva. Parece claro que Jesús recibió el bautismo de un hombre que esperaba que Dios instaurara Su reino muy pronto. Tanto el Bautista como San Pablo creían que el Reino de Dios estaba a punto de llegar, y el propio Jesús parece dar testimonio de ese hecho. Entre los discípulos de Jesús, tanto los Evangelios como Pablo de Tarso especifican que hubo doce discípulos especiales, pero no hay concordancia en los nombres de algunos de ellos. Algunos autores opinan que el número doce podría ser un número simbólico, quizá por las doce tribus de Israel o los doce meses del año.

La labor de Jesús como maestro y predicador no era algo nuevo en la época. Aunque los Evangelios parecen dar a entender que Jesús era un ser especial que traía un mensaje que provocó más de un desacuerdo con las autoridades, lo cierto es que casi cualquier maestro o rabino podía discutir acerca de la Ley Mosaica. Una de las labores principales de los rabinos es leer e interpretar las Escrituras y, en base a sus conocimientos, compartir su opinión con el resto de la comunidad. En ese aspecto, Jesús no fue tan distinto de otros maestros contemporáneos a él. ¿Por qué, entonces, él fue condenado a muerte mientras que otros se salvaron? ¿Y por qué su mensaje fue considerado como algo revolucionario y los de los demás cayeron en el olvido? Es innegable que Jesús transmitió un mensaje basado principalmente en el amor universal de Dios y en la proximidad del Reino de los Cielos, en el que serían bienvenidos todos aquellos que habían sufrido persecución y desdichas por amor a Dios. Sin embargo, es posible hallar vestigios negativos en algunos actos que Jesús llevó a cabo.

En primer lugar, habría que reconsiderar el carácter universal de su mensaje. Aunque en los Evangelios se atestigua que Jesús siempre está rodeado de gente que atiende a sus enseñanzas, su audiencia es principalmente israelita. Él mismo dice expresamente en algunos pasajes que sus enseñanzas no son para los gentiles, por lo que éstos quedarían fuera de su ministerio (Mateo 15:24).

En segundo lugar, volvemos a hacer referencia a la autoridad de Jesús para interpretar y discutir las Escrituras. En el Judaísmo del siglo I era muy común que hubiese disputas acerca de las leyes religiosas, por lo que Jesús no fue ni el primero ni el último en dar su visión de lo que él consideraba que era la palabra de Dios. Sus enseñanzas le valdrían, no obstante, el desprecio de los fariseos y los escribas. La mayor parte de las historias de enfrentamientos entre Jesús y los fariseos son bastante desproporcionadas y, por ello, difíciles de creer. Aunque Jesús podía presumir de obedecer la ley judía, es habitual hallar pasajes evangélicos en los que es acusado de faltar al sabbath e incluso de eliminar el kashrut (reglas de pureza dietética), pero esto no es cierto.

Sin embargo, hay un pasaje en el que claramente Jesús está faltando a la ley. Cuando decreta «que los muertos entierren a sus muertos», Jesús viola la ley judaica, puesto que el entierro de los muertos era algo obligatorio y no se podía obviar así como así (Mateo 8, 21:22; Lucas 9, 59:60). Con esta actitud, hace suponer que su llamada es tan importante que hay que ignorar la ley para seguirle, lo que le pudo haber colocado en una posición de peligro de cara a la casta sacerdotal.

Otro punto a tener en cuenta es el amplio número de títulos que Jesús ostenta, títulos que revelaban lo que Jesús pensaba de sí mismo o los demás de él. Aunque no está demostrado que fuese un rabino, Jesús parecía tener un papel especial dentro del ámbito divino, y él mismo se creía con autoridad para salvar a los pecadores. Actuaba como un profeta autónomo y carismático, cuya autoridad no era mediatizada por ninguna otra, salvo por las Escrituras. Jesús, por lo tanto, se presenta como un agente de Dios al que todos debían seguir realizando un gran sacrificio personal.

De los títulos de Jesús destacan los siguientes:

  • Señor: Se utiliza con frecuencia para designar a Dios, pero también para referirse a personas de autoridad en la familia o en el pueblo: el padre, el esposo, el juez… Podría ser un sinónimo de “maestro”, y se utiliza en dialecto babilónico para referirse a los rabinos en general.
  • Mesías: Proviene de la palabra mashiah, que significa “ungido”. Hay tres tipos de personas ungidas: los profetas, los sacerdotes y los reyes. La tradición cristiana le otorga a Jesús el título de Mesías Rey y algunos evangelistas intentan demostrar su ascendencia davídica. Se ha llegado incluso a sugerir que el Mesías habría de ser un caudillo militar. Sin embargo, no queda claro si Jesús se consideraba o no el Mesías.
  • Hijo de Dios: Es un título más vago que el de Mesías, y su sentido está poco claro. En el momento del bautismo de Jesús, una voz del cielo lo proclama como Hijo de Dios, pero podría tratarse de un hijo por adopción. Se utiliza también para hablar de los cristianos, puesto que son hijos de Dios, adoptados por Él. En cualquier caso, no parece ser que el título tenga que ver con la naturaleza híbrida de Jesús puesto que, según la tradición judía, todo hombre justo es hijo de Dios.
  • Hijo del Hombre: Tiene varios significados. En Ezequiel sirve para referirse al propio profeta, mientras que en Daniel se refiere a Israel o a su representación angélica frente a la representación de otras naciones como bestias salvajes. En el primer libro de Enoch la expresión hace alusión a una figura celestial que juzga al mundo. En los Evangelios se utiliza como circunloquio para el propio hablante, para hablar de personas humanas o para identificar al ser que vendrá de los cielos.


Los últimos días de Jesús

Acerca del final de su vida, los estudiosos admiten que Jesús llegó a Jerusalén, como otros muchos judíos, para celebrar la Pascua, pero su mensaje y sus enseñanzas provocaron que se enfrentara a las autoridades religiosas. Quizá supiera incluso que iba a ser arrestado, pero lo que desata una mayor discusión todavía hoy es quién lo condenó a muerte y por qué.




Jesús entró en la ciudad de Jerusalén montado en un burro mientras le seguía una multitud que le aclamaba. Como mandaba la tradición, visitó el Templo de Jerusalén para ofrecer el oportuno sacrificio, pero en vez de eso expulsó de allí a los mercaderes acusándoles de convertir el templo en una “cueva de ladrones”, y causó un grave tumulto que llamó la atención de las autoridades. Este episodio ha sido visto desde los inicios de la Iglesia primitiva como una purificación, pero es posible que Jesús se hubiese extralimitado al tomarse la justicia por su mano en esta situación. Hay que tener en cuenta los siguientes detalles:

  • La Ley Mosaica exige que se hagan sacrificios en el Templo. El animal tenía que ser inspeccionado por los sacerdotes del templo antes de aceptarlo para el sacrificio. Para los judíos que peregrinaban desde muy lejos era una auténtica molestia tener que llevar un animal con ellos, puesto que el ataque de cualquier depredador o una rotura de pata hacía que ese animal no fuese apto para el sacrificio. Lo más normal era comprar en el Templo animales que ya hubiesen sido declarados aptos para ser sacrificados, lo que resultaba más cómodo.

  • Anualmente había que pagar una tasa al Templo de Jerusalén, que exigía el pago en moneda estándar y confiable. Para poder pagar esa tasa, era habitual que hubiese cambiadores de moneda cerca del templo, pues esto facilitaba mucho las cosas.

Viendo esto, es posible que Jesús considerara que el comercio alrededor del templo era algo deshonesto. Si esto fue así, resulta extraño no encontrar un dicho en el que haga referencia a este hecho tan cotidiano en la época. En los escasos pasajes en los que menciona el Templo de Jerusalén, lo hace de manera positiva. Aunque, si tenemos en cuenta que después de este episodio anunció que destruiría el Templo de Jerusalén, el ataque a los mercaderes podría considerarse un acto simbólico de la destrucción del templo.

Después de la última cena con sus discípulos, Jesús va al huerto de Getsemaní para orar, pero allí es arrestado y llevado ante Caifás, el sumo sacerdote. Durante la asamblea convocada para tomar alguna acción contra las enseñanzas de Jesucristo, Caifás optó por condenarlo a muerte alegando razones de conveniencia. Había contra él muchas acusaciones, incluyendo la de haber amenazado con destruir el Templo de Jerusalén, aunque la más importante residía en el peligro que Jesús suponía como instigador de una posible revuelta. Al ser preguntado si en verdad era Cristo, el Hijo de Dios, Jesús respondió: «Tú lo dices». Caifás entonces se rasgó las vestiduras ante lo que consideró una blasfemia. La asamblea condenó a Jesús a la pena de muerte y la sentencia fue ratificada en una reunión formal ante el Sanedrín.




Pero aunque fue condenado a la pena máxima, el sumo sacerdote no tenía poder para ejecutarlo, por lo que Jesucristo fue llevado ante Poncio Pilato para que fuese juzgado de nuevo. Su principal acusación (ser el Cristo) no tenía peso alguno para Pilato, ya que no lo consideraba una blasfemia. Esto tiene sentido pues, de haber sido acusado de blasfemo, Jesús habría muerto lapidado, nunca en la cruz. El juicio ante Pilato debió ser breve, de apenas unos minutos, y todo giraría en torno a una única cuestión: si Jesús se creía rey de los judíos. Como no se defendió, la decisión fue rápida: pena capital por soliviantar a la muchedumbre y trastornar la política local.

Aquella misma mañana, otros dos reos fueron crucificados en las afueras de la ciudad por sedición, como tantos otros en la época. Jesús fue condenado al castigo romano de la crucifixión, un tormento horripilante mediante el cual la muerte sobrevenía al reo no por el descoyuntamiento de los miembros o por la pérdida de sangre, sino por asfixia y después de padecer un dolor indescriptible. Además, antes de todo eso Jesús hubo de soportar que le flagelaran sin piedad y luego se mofaran de él vistiéndole con una túnica púrpura y poniéndole una corona de espinas, como burla por hacerse llamar rey de los judíos. Luego hubo de cargar con la cruz a cuestas hasta el monte Gólgota, donde fue crucificado.


Diferentes interpretaciones del personaje

A partir de los datos reunidos por los estudiosos, y al margen de la óptica de los creyentes, se han dado a conocer diversas visiones sobre el papel del Jesús histórico, prevaleciendo cuatro tendencias.

La primera lo considera un maestro de gran sabiduría que vivió una tensa situación de dominación política en su tierra y que quiso transmitir un mensaje social e innovador con una pretensión de universalidad.

Otra imagen es la del profeta inserto en las tradiciones hebreas que anunció la restauración del pueblo santo y que acabó siendo incómodo para las autoridades, que se deshicieron de él de la peor de las maneras.

La tercera tesis le sitúa en el plano de un carismático judío acorde con una antigua tradición de hombres santos que actuaron bajo el influjo del espíritu divino.

Y, finalmente, la cuarta vía le define como un reformador social que criticó el marco de la sociedad de su tiempo y que vivía, desde el punto de vista económico, social y político, bajo la explotación de las clases gobernantes, por lo cual propugnó un proyecto de transformación en beneficio de los más desfavorecidos.

En cualquier caso, es posible que poco importe quién fue Jesucristo en realidad, porque lo que al final ha trascendido es su mensaje. Al igual que harían años después Gandhi o Martin Luther King, Jesús revolucionó el mundo utilizando como única arma la palabra, que fue lo bastante contundente como para hacer que se tambalearan los pilares de todo el sistema social y político conocido hasta entonces, y que a día de hoy sigue siendo guía y referente de millones de personas en todo el mundo.

4 comentarios:

  1. Muy bun artículo. Me ha gustado. Como bien dices, hay muchas circunstancias históricas de Jesús que no están claras, pero para los que creemos en Él, lo importante es su mensaje :-)

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    1. Muchas gracias! Mi posición frente a la religión la conoces de sobra pero, al margen de las creencias, he querido aportar mi punto de vista como historiadora sobre la figura de Jesús de Nazaret. Siempre me ha parecido un hombre fascinante por la gran trascendencia que ha tenido su paso por la tierra y, aunque yo no creo que haya sido el Hijo de Dios, sí tengo el convencimiento de que fue una persona única entre los suyos.

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  2. Como creyente católica evidentemente mi visión de Jesús es la del Mesías e Hijo de Dios pero me gusta mucho ver otras facetas de Él, del Jesús Histórico. Como todos los artículos tuyos que estoy leyendo poco a poco, me ha gustado mucho, resulta muy instructivo y queda todo muy claro.

    ¡Un saludo!

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    1. Muchas gracias a ti también! Te digo lo mismo que a Estelwen: se trata de mi punto de vista como historiadora. Mi obligación al escribir sobre un personaje histórico es apartarme de mis simpatías y preferencias y ofrecer un punto de vista lo más objetivo posible. Si me sigues por el blog desde hace un tiempo, sabrás que soy atea. Sin embargo, respeto las creencias de los demás y procuro no meterme en polémicas innecesarias. Además, siempre me ha resultado interesante el estudio de las religiones y sus aspectos etnológicos y culturales, y la figura de Jesucristo no podía ser la excepción. ¡Me alegro de que lo hayas encontrado instructivo! ^^*

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