martes, 4 de febrero de 2014

Vagando por la Historia (del amor): Pedro Abelardo y Eloísa


Como es febrero y dentro de poco empezará la campaña de San Valentín, he decidido dedicar este mes a cosas relacionadas con el amor. Y para eso, nada mejor que empezar con una entrada histórica sobre los amantes más famosos de todos los tiempos: Abelardo y Eloísa. Su historia de amor entre miembros de distintos órdenes sociales, su pasión irrefrenable y los desgraciados avatares a los que tuvieron que enfrentarse en vida les han granjeado un lugar en la Historia. Espero que os guste esta entrada y os doy la bienvenida a mi mes del amor.




Abelardo y Eloísa son dos personajes históricos más conocidos por su escandalosa relación que por cualquier otra circunstancia de sus vidas. La importancia de Pedro Abelardo como filósofo y teólogo ha quedado oscurecida por su condición de amante de Eloísa. Y lo mismo podríamos decir de ella, pues si estuviéramos hablando de una dama ilustrada de la época, su nombre ni siquiera habría llegado hasta nosotros debido a la invisibilidad de las mujeres en la historia hasta tiempos relativamente recientes.

Su historia de amor, acaecida en los albores del siglo XII, siempre fue conocida y cobró un nuevo protagonismo con el auge del Romanticismo, que hacía hincapié sobre todo en la parte más azarosa del romance. Sus cartas, que ya tenían cierto predicamento, se popularizaron y fueron leídas muchas veces. Sin embargo, con el paso del tiempo su historia ha quedado bastante olvidada excepto para los interesados en el tema. Son muy pocos los que hoy en día conocen su desgraciada historia y la trascendencia que tuvo para ellos en un tiempo en el que el amor por el estudio no era compatible con el amor que nace del corazón.

Todo empezó hace aproximadamente diez siglos, en una sociedad cuyos aspectos esenciales difieren mucho de los de la nuestra. En el mundo de entonces, tanto letrados como analfabetos, ricos o pobres, jóvenes o viejos… todos eran creyentes. Sus vidas cotidianas, costumbres y moral giraban en torno a la religión que practicaban. En los límites de la Francia de aquel tiempo, todos eran cristianos y obedecían ciegamente a la Iglesia católica.

La sociedad francesa del siglo XII estaba dividida fundamentalmente en tres órdenes: el rey y la nobleza (bellatores), el cuerpo eclesiástico (oratores) y el grueso del vulgo, formado por campesinos y artesanos en su mayoría (laboratores). Los bellatores consagraban su vida al aprendizaje y manejo de las armas con el fin de prepararse para la guerra, ya fuera contra ellos o contra el extranjero. Los oratores tenían su cargo la salvación de las almas, aunque también se dedicaban al estudio y a la preservación del saber. Entre los oratores y los bellatores existía una especie de unión que poco a poco derivó en corrupción, ya que el Papa podía retirar su protección a algún rey o emperador que no le obedeciera, y un señor feudal podía comprar cargos eclesiásticos e incluso instaurar a sus protegidos por la fuerza en determinados monasterios o abadías. Esto también trajo como consecuencia que no se respetara el celibato en el seno de la Iglesia, aunque el papado todavía no se pronunciaría sobre dicha cuestión.

En todo caso, el matrimonio era mal visto para todos aquellos encargados de la enseñanza y, en particular, de la enseñanza de la religión. También era grave el hecho de que algunos sacerdotes comerciaran, sobre todo para el enriquecimiento de sus parroquias, vendiendo indulgencias y perdonando pecados previo pago de una cantidad monetaria. En otras palabras, la pureza del dogma y de las costumbres estaba muy lejos de ser respetada. Este mundo fue el que conoció Pedro Abelardo, uno de los filósofos más insignes de la Edad Media.

Pedro Abelardo nació en el año 1079 en Palais, en la Alta Bretaña, una aldea próxima a Nantes. Su padre era un caballero de la baja nobleza, culto e ilustre, que no descuidó la educación de Abelardo y sus hermanos. Siendo muy joven, destinó a Abelardo a la carrera militar, pero el joven no tardó en abandonarla debido a su pasión por el estudio. Cultivó todos los saberes de su tiempo, incluso la música y el canto. Y por el estudio también renunció a su primogenitura, cediendo sus derechos sobre tierras y vasallos a su hermano menor.

Al cumplir veinte años, Abelardo se marchó a París para dedicarse a la filosofía, estableciendo una escuela en la colina de Santa Genoveva, que atrajo a una multitud de alumnos que le profesaban un gran respeto y admiración. A los veinticinco años, Abelardo se hizo discípulo del teólogo Anselmo, del que aprendió mucho y al que llegó a derrotar en una discusión dialéctica llevada a cabo de manera pública.




De Abelardo se cuenta que era muy apuesto, de penetrante mirada y una elocuencia tal que cautivaba a su auditorio, particularmente a los jóvenes, siempre ávidos de respuestas y conocimiento. Sus ideas innovadoras acerca de una concepción más humana de la fe le hicieron ganar un gran número de seguidores. Abelardo afirmaba que, si Dios hizo al hombre a su imagen y lo dotó de inteligencia y capacidad de raciocinio, era para que las usara en los límites de la fe. Estas ideas suscitaban no pocas críticas porque podían resultar peligrosas, aunque también se podría achacar cierta envidia por parte de los rivales de Abelardo, celosos de su éxito entre los alumnos.

En el año 1118 fue requerido por Fulberto, canónigo de la catedral de Notre Dame, para ofrecerle un trabajo. Tenía bajo su tutela a su joven sobrina Eloísa, y pretendía que la muchacha recibiera una buena educación. La describió como una muchacha inteligente y con gran inclinación por el estudio, por lo que Fulberto decidió que recibiría clases del maestro más célebre del momento. Abelardo se trasladó a casa del canónigo y, tras una breve entrevista con la joven, quedó impresionado de su inteligencia y cultura, de su rechazo hacia las frivolidades del mundo para entregarse al estudio. Es imposible no darse cuenta de que Abelardo, que huía del trato con prostitutas y de las conversaciones mundanas, vio en ella a su alma gemela.

Sobre Eloísa se sabe muy poco. Investigaciones meticulosas nos han permitido situarla dentro de la alta aristocracia de Île-de-France, en el seno de una de las familias que se disputaban el poder a principios del siglo XII en el entorno del rey Luis VI. Las crónicas medievales dicen que nació en París en el año 1101 y que recibió educación en el convento de Argenteuil, donde sería instruida en los saberes que toda buena mujer de la época debía conocer: ser esposa y madre. No obstante, parece que supo aprovechar el tiempo de estudio y llegó a alcanzar un nivel intelectual del que pocas mujeres podían presumir. En la descripción física que de ella hace Lamartine, se la presenta como una joven en la que estaban equilibradas tanto la belleza como la inteligencia, siendo ésta más llamativa para cuantos la conocían. En resumen, Eloísa era una muchacha que no debía dejar indiferente a nadie.

Desde el principio, Abelardo y Eloísa se sintieron atraídos por un irresistible amor. Abelardo era un afamado intelectual al que no le faltaban atenciones y admiradores. Se dijo que le resultaría fácil enamorar a aquella adolescente que apenas sabía nada de la vida y que sentía absoluta admiración por él. Aquí es posible achacarle a Abelardo un atisbo de soberbia y vanagloria, puesto que se valió de su popularidad para entablar una relación amorosa con una jovencita a la que le sacaba veinte años y que además era su discípula y la sobrina de su protector. Fulberto, que no sospechaba nada, le confió completamente a Eloísa como quien entrega una oveja a un lobo hambriento.

La sala de estudios no tardó en convertirse en su nido de amor. Tanto uno como otra se entregaron al amor y al placer sin reservas, sin tapujos. El propio Abelardo relata estas experiencias en una de sus epístolas; se declara fuera de sí, embargado por el placer, ávido de probar una y otra vez las mieles de Eloísa. Los estudios quedaron relegados a un segundo plano; el amor se convirtió en su filosofía, en el eje de las vidas de ambos. Sin embargo, esta pasión secreta no tardaría en salir a la luz. Al poco tiempo, Eloísa quedó embarazada.




Fulberto montó en cólera al enterarse de lo ocurrido, pero aceptó que se buscara una solución razonable. Por consejo de Abelardo, Eloísa fue enviada a Bretaña, donde dio a luz un niño al que llamó Astrolabio. Abelardo llegó a un acuerdo con Fulberto para enmendar sus faltas: se casaría con Eloísa para no deshonrarla y para que su hijo no naciera como un bastardo, pero puso como condición que el matrimonio fuera secreto para que no afectara a su reputación.

Al principio, Eloísa se mostró en desacuerdo. Sabía que si se casaban, eso supondría el fin de la carrera de Abelardo; ya no podría seguir dando clases, pues todo saldría a la luz un día u otro y sería el fin de su brillante porvenir. Llegó a afirmar que prefería ser su ramera antes que su esposa, con tal de hacerlo feliz y no privarle de nada. Pero finalmente se sometió a la voluntad de su amado, pues él solo quería evitarle la deshonra que suponía en la época ser madre soltera.

Este matrimonio, que debería haber asegurado un futuro de felicidad para ambos amantes, no fue más que el principio de su calvario. Fulberto, ansioso de vengarse, esperó a que Abelardo regresara a París. Una noche, envió a algunos emisarios a la posada donde se hospedaba Abelardo y ordenó que lo castraran. El propio Abelardo relata la terrible experiencia que sufrió por haberse atrevido a seducir a la sobrina del canónigo.

Eloísa, que solo se podía considerar culpable de haberse enamorado, fue obligada a tomar los hábitos en el convento de Argenteuil. Y Abelardo, al faltarle los atributos de varón, no podía ejercer ni como enseñante ni como esposo de Eloísa, de modo que se recogió en la abadía de Saint Denis. Pero como sus ideas y discusiones teológicas seguían creando disconformidad, fue expulsado de la abadía. Se retiró a la diócesis de Troyes, donde hizo construir una ermita a la que llamó Paracleto, en la que reunió un gran número de religiosas y puso al frente de ellas a Eloísa en calidad de abadesa.

Fue entonces cuando comenzó la correspondencia que les granjearía la inmortalidad. Recluidos cada uno en sus respectivos monasterios, durante veinte años mantuvieron el contacto a través de cartas en las que exponían sus sentimientos por el otro. En realidad, solo las primeras cartas podrían considerarse verdaderas cartas de amor, y de ellas, solo las de Eloísa; las de Abelardo parecían más bien las cartas que un religioso dirige a su hermana de religión.




Después de todas las vicisitudes por las que ambos tuvieron que pasar, parece increíble que su amor no se hubiera extinguido. Pero, al menos por parte de Eloísa, no fue así. La sigue devorando la pasión, incluso siendo abadesa. Bajo sus hábitos de monja, sigue manifestando el deseo que siente por su amado, a pesar de los desprecios y los silencios, a pesar de los reproches de Abelardo, que le recrimina su comportamiento como impropio de su nueva condición. Quizá pretendía hacerle entender a Eloísa que era inútil que siguiera recordando un amor que no volvería a materializarse en vida. A partir de esa advertencia, el tono de las cartas cambiará. Eloísa calla su dolor y rebeldía y se somete, una vez más, a los deseos de Abelardo. Las cartas entre ambos serán de consulta y dirección.

En 1140, Abelardo fue convocado a una asamblea de obispos y abates en el Concilio de Sens, en presencia del rey Luis VII. Fue interrogado acerca de sus ideas heréticas y fue condenado a cadena perpetua, aunque la Santa Sede le conmutó la pena por la clausura en un monasterio. En sus últimos años, cansado de la vida, abandona sus antiguas creencias y se resigna a su suerte. Eloísa en cambio, sumida en sus recuerdos, mantiene la misma pasión que había sentido veinte años atrás y que a duras penas consigue reprimir.


Abelardo murió en la abadía de San Marcelo, en Chalons-sur-Saone, el 21 de abril de 1142, a la edad de sesenta y tres años. Eloísa reclamó su cuerpo e hizo que lo enterraran en el monasterio del Paracleto, fundado por él en 1129. Ella también sería enterrada allí veintiún años después, en 1163. En el año 1817, los restos de ambos amantes fueron trasladados al cementerio de Père Lachaise, donde reposan en una tumba que a menudo recibe la visita de parejas que depositan flores frescas sobre su lápida como homenaje a los desdichados amantes.


10 comentarios:

  1. El artículo me encanta, como todos tus artículos históricos; muy bien documentado y muy ameno. En cambio, la historia de amor me parece una chufa: un tío arrogante que seduce a una jovencita jorobándole la vida y se desenamora de ella en cuanto pierde los artibutos masculinos, lo cual revela claramente para qué la quería. Después de leer esta entrada, no me parece precisamente un amor verdadero; en todo caso, amor verdadero por parte de ella, en el caso de él sólo parece un calentón. Y en el fondo, la mayoría de "grandes historias de amor de la Historia" resultan decepcionantes, ¿no crees? Cleopatra y Marco Antonio: acabaron en suicido, los amantes de Teruel: ella se casó con otro y lo rechazó a su regreso por "el qué dirán", Juana la Loca y Felipe el Hermoso: pobre mujer cornuda que acaba con depresión... La única que parece ser un amor verdadero es la relación entre la reina Victoria y Alberto, y aún así también acabó mal, porque él murió joven de tuberculosis. Como para deprimirse :-(

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    1. Gracias por tu comentario, como siempre! Me ayuda mucho para seguir haciendo cosas de este tipo. Ahora te cuento los detalles del post. Creo que entiendo por qué el amor de Abelardo y Eloísa te parece una chufa; mirado con nuestro ojos, sí que lo es (y un poco para mí también, ojo). Abelardo muestra gran arrogancia al cortejar a Eloísa, ya que sabe que no lo va a rechazar. Pero el hecho de que para él no sea algo pasajero, que sigue con ella a pesar de todo, creo que dice bastante sobre su comportamiento (otros hombres no se habrían llamado al hijo que espera su amante; habrían huido o se harían los suecos). También me parece bonito que no le haya llamado solo la atención la belleza física de Eloísa, sino su inteligencia. En la Edad Media, que un hombre se fijara así en una mujer era algo insólito. En cuanto a Eloísa, si lees sus cartas a Abelardo, la verdad es que parece que ella sí que le quiere por puro calentón, porque le pone tanta pasión a sus cartas que una ya no sabe qué pensar. Eso sí, creo que de su amor no hay dudas (Eloísa se metió a monja porque Abelardo se lo pidió, no por verdadera vocación; por eso reconoce que nunca pudo amar a Dios sobre todas las cosas: porque amaba más a Abelardo).

      Y sí, las historias de amor más famosas suelen acabar en tragedia. Pero quizá por eso nos gustan más, porque los amantes tienen que hacer frente a cosas que ponen a prueba sus sentimientos y no siempre superan las pruebas que la vida les pone por delante. Sin embargo, a mí las que no me gustan nada son las historias de adulterio o que justifican un adulterio, como la de Ginebra y Lanzarote; ese tipo de historias son las que prefiero olvidar, y a veces hasta me parece bien que acaben mal.

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    2. Uh, no creas, a mi me gustan las historias de amor que acaban bien, con los amantes casados, felices para siempre y rodeados de hijitos y nietecitos. Que tengan que pasar por dificultades antes de estar juntos, pues sí, siempre le da emoción a la cosa, pero sin que acabe en tragedia que si no ya no son bonitas :-(
      En cuanto a Abelardo, me da la sensación de que se casó con ella más obligado por las circunstancias que realmente enamorado. Y que la inteligencia de ella no fue tan determinante como la hermosura. Porque, la verdad, que ella fuera lista propició que se conocieran, pero si no hubiera sido guapa dudo que su mero intelecto hubiera bastado para despertar las pasiones de Abelardo. E incluso aunque sí que se hubiera enamorado de ella, su amor me parece mucho más voluble, en el sentido de que cuando las circunstancias cambian los sentimientos de él también cambian (vamos, que casi parece que pierde los sentimientos al mismo tiempo que la polla, con perdón de la expresión), a diferencia de lo que sucede con Eloísa, para quien su amor por Abelardo es toda su existencia y se mantiene constante a través de los años y de la distancia. Esa es una de las cosas por las que me da la sensación de que lo de Abelardo era un mero calentón mientras que lo de Eloísa, calentón aparte, también era espiritual y romántico.

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    3. Ummmmm... amor y sexo son cosas diferentes, aunque con frecuencia complementarias. Quiero creer que el tipo siguió queriéndola durante toda su vida... como se quiere a una amiga o a una hermana. Al perder los genitales, no necesariamente dejó de amarla, pero inexorablemente si dejó de desearla, cosa que no le ocurrió a ella, pues tenia su anatomía intacta. Me resisto a creer que el amor sea una mera cuestión de química, pero la apetencia sexual sin duda si lo es.

      Por otra parte, Estelwen, imagina que conoces a un/a chico/a que posee todas las virtudes intelectuales, morales y emocionales que valoras en una persona, pero que es feo/a como el mismísimo pecado. ¿Crees que podrías enamorarte de el/ella? Admitamoslo... el aspecto importa.

      Al margen de todo lo anterior, las historias de amor conspicuas, reales o ficticias, suelen tener poco o nada que ver con lo que los simples mortales viven cotidianamente en sus humildes vidas. Las dificultades a las que se enfrenta una pareja común suelen ser mas banales y menos trágicas, aunque no por ello menos tristes (si, lo se, soy la alegría personificada, XD).


      Una historia interesante y muy hermosa, a la altura de lo que nos tienes acostumbrados, Laura, :-D

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    4. Me he enamorado de chicos feos. Es más, los típicos guapos suelen dejarme fría; ninguno de los chicos con los que he salido eran bellezones. Además, tampoco hace falta irse a extremos: feos como el mismísimo pecado, en plan deforme, hay tan pocos como guapos guapísimos. Lo habitual es encontrar gente normal, ni fea ni guapa, con virtudes y defectos físicos que se compensan unos a otros. Yo tengo clarísimo, desde luego, que sería incapaz de amar o de desear a otro hombre que no fuera mi marido (que tampoco es el típico tío bueno), y aunque se le deformase la cara y perdiera todo el pelo lo seguiría amando y deseando exactamente igual que ahora, sólo a él. Quizás es porque para mí amor y sexo no están disociados, sino que tienen la misma fuente: soy absolutamente incapaz de desear a alguien a quien no amo y de enamorarme de alguien a quien no deseo. En el momento en que quieres a alguien "como amigo o hermano", ya no es amor romántico, del tipo que se celebra en San Valentín, que ha inspirado esta entrada y que se supone ejemplifica la historia de Eloísa y Abelardo.

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    5. Para mí, que amor y sexo son cosas distintas, es algo tan evidente que alcanza el grado de axioma… por lo que no se me ocurre que decirte para que entiendas mi punto de vista. No obstante, coincidimos en que un romance implica ambas cosas.

      No me gusta repetirme, aunque suela hacerlo (mis amigos dicen que soy un pesado, XD), pero, con todos mis respetos, creo que no eres del todo consciente del alcance de las consecuencias de una castración. No es como perder un pie, afecta a la práctica totalidad del organismo del individuo y a su comportamiento. Es cierto que esta entrada (ummm… entrada… así que así se llama esto…) trata de un romance, pero es que un eunuco no puede tener una relación romántica con nadie, punto.

      El tal Pedro Abelardo fue, según la entrada de nuestra anfitriona, un tipo que huía del trato con prostitutas, que cedió el derecho de primogenitura a su hermano (esto último es asombroso) y que lucho por sus ideas hasta ser marginado, despreciado y condenado por la sociedad en la que nació. Si solo la mitad de esas cosas son verdad, Pedro era un ser humano con escaso apego a los bienes materiales y a los placeres de la carne… es decir, alguien, en mi opinión, excepcional y muy digno de admiración.

      Pero, según tú, Pedrito era un arrogante seductor de jovencitas que se aprovechó de Eloisa para saciarse y satisfacer un calentón. Creo que tu juicio es injustamente duro, y que hace un flaco favor a la memoria de alguien que hace 8 o 9 siglos que no puede defenderse. Por eso dije que yo pensaba que siguió amándola el resto de sus días como a una buena amiga, porque es la única forma en que podía quererla después de la “bromita” del tal Fulberto.

      Por cierto, menudo grandísimo hijo de mala madre el tal Fulberto, que pudo dejar que su sobrina fuese feliz junto a la persona a la que amaba, y en lugar de eso, les destrozó la vida a ambos y al hijo que tuvieron en común. Y además, seguro que creía que hacia lo correcto… eso sí es arrogancia.

      Cambiando de tema, creo que eres muy afortunada (eres chica, ¿no?) de haber encontrado a alguien con quien poder compartir una relación tan plena como la que describes. Enhorabuena, no todos tenemos esa suerte.

      Espero no haberte ofendido, y me disculpo por anticipado por si ha sido así, pues en ningún momento ha sido mi intención.

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  2. Humm, este es un asunto que trae más cola de la que pensaba. Sin embargo, aquí tengo más afinidad de opinión con Estelwen. Yo también me he enamorado de chicos poco agraciados físicamente y, aunque no he tenido novio nunca, los grandes amores platónicos de mi vida han sido siempre chicos feos. También añado que tengo una cierta sensibilidad con este tema, ya que siempre he tenido un inmenso complejo de fea que a día de hoy todavía no me he quitado. ¡Y la cosa no ayudó mucho cuando un tío me dijo que de cuerpo estaba bien pero que de cara dejaba mucho que desear!

    En todo caso, si el amor es ciego considero que es para bien. Es ciego para no dejarse engañar con la falsa belleza. El don de la belleza física es muy engañoso, ya que no dura. Y si una persona no se nutre de experiencia, ingenio y otras virtudes, poco podrá ofrecer a su pareja cuando la belleza le abandone. ¿Qué es el sexo sin amor? Un ejercicio violento del cuerpo que proporciona un placer a corto plazo y es pasajero. ¿Qué es el amor sin sexo? Dos corazones que se aman a pesar de las dificultades (en el caso de que uno de los dos estuviera impedido para el acto sexual, me refiero). Todos deseamos amar y ser amados, y sería muy triste que solo los guapos fueran las parejas ideales.

    En cuanto a Abelardo y Eloísa, supongo que a estas alturas es prácticamente imposible saber cómo era su verdadera situación y qué pensaban ambos al respecto. Parte de su historia ha quedado reducido a unas cartas de las que podemos sacar algo en claro; el resto, forma parte de la leyenda.

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    1. No diría que soy deforme… pero poco me falta. Además, tampoco es que sea muy carismático. Por ello y por otras circunstancias varias, no he tenido mucho éxito en cuanto a romances. De hecho, a mis 28 años, sigo sin “haber conocido mujer”, en el sentido bíblico de la expresión. Tampoco he tenido pareja nunca, ni he besado a una chica en los labios. Lo sé, es patético (ummm… ahora que lo pienso, debería de haberme registrado con un pseudónimo, pero supongo que ya da igual… XD). Lo que quiero decir es que se lo que es que te rechacen por el aspecto.

      He mirado entradas antiguas para encontrar fotos tuyas, y he encontrado algo en dos de ellas: MARTES, 9 DE JULIO DE 2013, VI Mercado Renacentista en Viveiro; MIÉRCOLES, 18 DE DICIEMBRE DE 2013, Un fin de semana perfecto

      Es un insulto para los que de verdad somos feos que vallas por ahí haciéndote pasar por una de nosotros, XD. Ahora en serio, eres una mujer guapa y atractiva. Tu problema es que eres demasiado sensible. Si yo tuviese que deprimirme cada vez que me rechazan o que desconfían de mí, me pasaría el día tumbado en la cama, llorando. ¡Déjate de complejos y de chorradas! ¡Lo que tienes que hacer es salir a la calle y comerte al primer tio que te guste, XD! Probablemente, sea el miedo al fracaso lo que te hace fracasar. Piensa en ello, ¿vale?, = )

      ¿Qué que es el sexo sin amor? Pues yo diría que una forma sana de obtener placer sensorial. Yo quería que mi primera vez fuese algo especial, con alguien que me quisiera y tal… pero en vista de que eso no va ha ocurrir, me estoy planteando recurrir al “amor de pago”. Es muy sórdido… pero es lo que hay, : S

      ¿Qué que es el amor sin sexo? Ummmmmm… una amistad profunda y sincera. Te contare algo, mi estimada anfitriona (a ti, y a todo el que desee leerlo, XD). Estoy enamorado de una chica desde hace unos 4 años. Hace 5 o 6 semanas se lo confesé y, tal como imaginaba, me rechazo. Amargado y resignado, le dije que, por el bien de ambos, era mejor que evitáramos vernos más. Para mi sorpresa, me dijo que no quería perderme como amigo y que me necesitaba… Le pregunte si se planteaba darme una oportunidad más adelante, en unos años tal vez. Su respuesta fue tajante: jamás. Mi frustración era solo superada por mi perplejidad. Después de aquello, seguimos como si no hubiese ocurrido nada. Nos vemos casi cada día, hablamos mucho y compartimos chocolate (¡ojo!, del que es cacao y leche, no del otro XD). El otro día le dije que tenía un perverso plan para que acabásemos juntos: le regalaría mucho chocolate para que se pusiera gorda y asquerosa y, cuando nadie más la quisiera, no le quedaría más remedio que estar con migo, :-D, y ella me respondió que tenía fuerza de voluntad suficiente como para resistir la tentación… y acto seguido engullo varios trozos más… aquel día nos reímos bastante, XD. Soy su confidente y su báculo. Una amiga de ella dijo de mí que “es como un amigo gay”. A veces lo paso mal cuando estoy con ella, pues deseo abrazarla, acariciarla, tocarla… con frecuencia, cuando ella me habla, miro fijamente esos labios que nunca podre besar. Pero lo que importa, al menos a mí, es que sé que me aprecia y me valora, que me quiere. Todo está bien así, = )

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    2. Cuando no hay chispa, no hay chispa, no hay que darle más vueltas. Yo he conocido a chicos guapos que se han interesado en mí (me viene a la cabeza un Erasmus alemán alto, rubio y de ojos azules al que di calabazas, pobrecillo), y que yo he rechazado sencillamente porque no notaba conexión, o chispa, o como quieras llamarlo. En resumen, no me atraían.
      En cambio, me han atraído chicos de nariz aguileña (pero aguileña de verdad, de esas que parecen cuervos), dientes torcidos, acné... mi marido, sin ir más lejos, pesa más de 95 kg y mide 1'75 metros, con lo cual te puedes imaginar que es más bien gordito. ¿Y sabes qué? Me da igual, lo adoro con todo mi corazón y es el hombre que más me pone del unvierso (de hecho, es el único hombre que me pone, porque como ya he comentado yo no disocio el sexo del amor).
      ¿Y qué tenían en común todos esos chicos para gustarme? Simpatía, labia, confianza en sí mismos e intereses comunes a los míos. De verdad, ese es todo el truco. Conozco a chicos feos, pero feos de verdad, que ligan un montón porque son la alegría de la huerta y le echan morro al asunto. De modo que sacúdete los complejos, porque si te sacudes la timidez y eres tú mismo tienes muchas papeletas para enamorar a una chica afín a ti que te adore por tu personalidad, no por tu físico. Y te lo pido por favor: no caigas en la trampa de pagar por el sexo, ¡tú vales mucho más que eso, mereces que tu primera vez sea especial con una mujer que te desee a ti, no al contenido de tu cartera! En lugar de eso, muévete por círculos afines a ti para encontrar chicas que tengan cosas en común contigo, y cuando conozcas a alguna que te atraiga simplemente aparca la timidez, sé tú mismo, y sobre todo, sé ocurrente, ingenioso y caballeroso: que nos escuchen, nos hagan reír y nos hagan sentir como princesas a las mujeres nos llega mil veces más al corazón (y a otras partes del cuerpo también, jejeje) que la cara más bonita del mundo ;-)
      Por cierto, no conozco a tu amiga, pero ten cuidado de que no te acabe convirtiendo en su pagafantas, ya sabes, en plan perro del hortelano, que no quiera salir contigo pero que le venga muy bien tenerte al lado como su fan número uno para subirle la moral sintiéndose admirada...

      Por cierto, esto ya dirigido a Laura, tengo que decir que estoy totalmente de acuerdo con Daniel: he visto fotos tuyas y me pareces muy guapa. Y no soy la única que lo dice; cuando posteaste aquellas fotos con tu traje de Julieta, mi señor esposo estaba merodeando por la habitación, se fijó en tu foto, y me preguntó que quién era la tía buena del traje medieval. Así que ya sabes ;-)

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  3. *Estelwen: Jooo, gracias!! A ver si me subís la autoestima entre todos, que la tengo un poquito baja, ains... Y que sepas que tu marido, aunque no esté considerado como "guapo" según los cánones, la expresión de su cara dice mucho. A mí me recuerda mucho al marido de mi prima, que es un encanto de persona y ya se le nota en la cara lo increíble que es. Dale las gracias a Tindomion de mi parte, jejejej!

    *Daniel: Coincido con Estelwen en que no deberías pagar por sexo. En serio, es importante que esto quede claro. Si eres virgen, pues que sepas que no eres ni el primero ni el único en el mundo. ¿Virgen a los 28? Yo tengo amigos de esa edad que siguen perteneciendo al Club de las Bragas de Teflón, y no les preocupa porque todos piensan lo mismo: que es mejor esperar a compartir ese momento con alguien verdaderamente especial. Tal vez ese alguien no sea la chica que precisamente te gusta; quizás haya otra por ahí esperando a que la conozcas. ¿Quién sabe? La vida da muchas vueltas, y la paciencia es una virtud. El hecho de que se sienta presión por perder la virginidad a una determinada edad no es más que una tiranía impuesta por la sociedad, pero no tienes por qué someterte a ella si no es tu deseo. ¿Es que tienes que estrenarte a una edad solo porque los que están a tu alrededor lo han hecho? Así es como se cogen depresiones, en serio. Aprende a pasar de esos rollos y mira hacia delante. ¿Que no le molas a esa chica? No te culpes y abre horizontes; hay más peces en el río. Que no le gustes a alguien no significa que no le gustes a nadie más. Un beso y ánimo!

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