viernes, 29 de enero de 2021

"Los Bridgerton" o "Cuando Disney y Anatomía de Grey se comieron a Jane Austen"


¡Hola a todos!

Yo no sé cómo lo hago, pero siempre acabo cayendo en donde no debo.

No os asustéis, que no he hecho nada malo ni reprochable (creo). Me refiero a mis constantes caídas en lo mainstream, lo que está de moda en este momento, que es todavía más sangrante si me conocéis un poco y sabéis que huyo de las modas como de la peste. Pero bueno, supongo que todos pecamos alguna que otra vez, y en esta ocasión me ha tocado a mí. Y con una de las series que, aunque ya me la veía venir desde lejos, realmente me picaba la curiosidad.

Aviso a navegantes: A partir de aquí voy a hacer unos cuantos SPOILERS. Así que, si no queréis enteraros de ciertas cosas de la trama, mejor que no sigáis leyendo. Si no os importa, adelante.



No es ningún misterio que la censura, de una manera u otra, siempre ha estado presente en nuestras vidas. Desde el albor de los tiempos se ha tratado de pasar por el tamiz de lo políticamente correcto toda novedad que salía a la luz, ya fuese la literatura, la música, la ropa e incluso la forma de hablar. Durante muchos años, la Iglesia aportó su grano de arena modificando la palabra escrita para adaptarla a sus dogmas o prohibiendo a sus fieles ver películas como La última tentación de Cristo, El Código Da Vinci o la controvertida El Crimen del Padre Amaro por considerarlas poco apropiadas para la fe.

Fueron necesarios muchos años de idas y venidas en la Historia para darnos cuenta a día de hoy de lo mucho que hemos avanzado en pensamiento y tolerancia, pero es indudable que el mundo moderno todavía conserva la intención de censurar y prohibir anuncios, series y películas que podrían ofender a los integrantes de lo que se considera una “minoría desfavorecida”. No hace mucho fuimos testigos de la cancelación de la obra maestra Lo que el Viento se Llevó y de algunas películas de Shirley Temple, pero es que ni siquiera los más pequeños se han visto a salvo de la censura, pues se han modificado las restricciones de edad para películas animadas como Peter Pan, Dumbo y Los Aristogatos por contener mensajes racistas considerados poco apropiados para las mentes infantiles modernas. Se prohíbe mostrar esclavitud, se prohíbe mostrar estereotipos raciales que se tenían en otras épocas, se prohíbe mostrar a hombres parodiando el travestismo y se prohíbe mostrar a una mujer que no sea fuerte, rebelde y empoderada.

La nueva serie de Netflix, titulada Bridgerton, no debería tener este problema, pues adolece del mismo mal que aqueja a otras producciones tocadas por la dictadura woke.


La reina de Inglaterra. ¿Quién dijo realismo?

La reina de Inglaterra. ¿Quién dijo realismo?


La historia está ambientada en un lugar y un período histórico muy concretos: la Inglaterra de 1813, en plena época de la Regencia. Este período es uno de los más conocidos y adaptados tanto al cine como a la literatura debido quizá al esplendor de las distintas modas, los vaivenes de la política y una brillante cultura que ha llegado incluso a nuestros días. Fue durante la Regencia cuando el rey Jorge III, posiblemente aquejado de porfiria, tuvo que ser apartado del gobierno a causa de las múltiples locuras que cometía y que causaban estupor entre sus allegados. Su hijo Jorge, Príncipe de Gales, asumió desde entonces la regencia.

La época de Regencia siempre ha sido vista como una era frívola, llena de vanidad. Los pilares que definían a una persona eran principalmente tres: la virtud, el estatus y el matrimonio. Tres elementos que podían influir en el buen nombre de una familia y en su reputación de cara a la sociedad. Las diferencias sociales estaban muy marcadas, y no sorprende, por tanto, saber que la esclavitud no solo estaba bien vista, sino que era algo completamente normal (la ley de abolición de la esclavitud se aprobaría en Inglaterra en el año 1833). Esta época es en la que se encuadra la historia de Bridgerton, basada en la famosa saga literaria escrita por Julia Quinn.

Sin embargo, ya hemos dicho que de la adaptación televisiva se encarga Netflix, y esto significa que la exactitud histórica va a quedar en un segundo plano y se le va a dar primacía a la agenda política. Si lo que buscáis es una obra de ficción que respete el marco histórico en el que se desarrolla, como sucede con las películas basadas en novelas de Jane Austen, me temo que aquí no la vais a encontrar. El mundo de los Bridgerton es una realidad alternativa donde el rey se ha casado con una mujer de raza negra, y este matrimonio interracial hizo posible la eliminación de todo atisbo de racismo que pudiera haber en la alta sociedad blanca británica. ¿Tiene esto algo de malo? Yo diría que no, puesto que es más que evidente que se trata de una obra ficticia. Ahora, ¿es realista? Pues tampoco, por mucho que Netflix se empeñe en hacer ver que sí. El mensaje progresista y antirracial te lo gritan tan fuerte a la cara que parece casi como si quisieran borrar la realidad que una vez fue y que tanto molesta. Pero cuando se quiere eliminar la Historia también se elimina la enorme lección que la Humanidad aprendió del pasado.

Al final todo se reduce a una cuestión de estudios de audiencia y de mercado. La audiencia de Netflix es mayoritariamente blanca, cosa que la plataforma sabe a la perfección, y es por eso que se esfuerza en representar relaciones amorosas interraciales, aunque sea metidas a rosca. También sabe que los Bridgerton va dirigida a las mujeres, y a día de hoy no se puede mostrar a una joven hermosa de raza negra como premio de un hombre blanco heterosexual; por eso las relaciones que más triunfan en pantalla son las de una mujer blanca y un hombre negro, porque el hombre blanco está visto como opresor y hay que eliminarlo de la ecuación a como dé lugar. Digo más: al hombre negro se le representa guapo, musculoso y sexualmente atractivo, mientras que el hombre blanco suele ser feo, gordo y estúpido (en el caso de que sea guapo, seguramente tendrá alguna característica negativa, como que es maltratador o mujeriego). ¿Y no se supone que esto refuerza el machismo? Al fin y al cabo, se trata de una mujer que sirve como trofeo para un hombre triunfador. No, pues la raza anula ese supuesto. Así es como funciona la cosa: Cuando les interesa, refuerzan prejuicios; si va contra su filosofía, se apresuran a denunciarlo.



La cara que ponen todas cuando el Duque se baja los
pantalones y dice: 'Esto va dentro'


Lo cierto es que a Netflix le importa poco la veracidad histórica, y buena prueba de ello la tenemos ya en el vestuario diseñado para la serie. Los corsés que utilizan las mujeres son rígidos y de fuertes ballenas, cuando en la época se usaban de algodón y sin varillas. Los colores son demasiado estridentes en una época en la que, aunque ya se empezaban a usar los exóticos tintes venidos de América, imperaban los colores claros o apagados. No hay intención de mostrar la realidad, sino de elaborar un bonito marco para la realidad alternativa que van a adaptar. Es inevitable compararla con la magistral Downton Abbey, que destacó tanto por su precisión histórica como por los ingeniosos diálogos entre los personajes; los Bridgerton parece más una versión azucarada de las novelas de Jane Austen, en donde solo hay romance, cotilleo, bailes y canciones de música pop.

Pero, ¿de qué va Bridgerton? Pues todo empieza con Julie Andrews, quien interpreta la voz en off de la misteriosa Lady Whistledown, pseudónimo tras el que se oculta una dama de alta alcurnia que se dedica a poner por escrito todos los cotilleos de la aristocracia londinense en un folletín titulado Revista de Sociedad. A continuación, pasamos a conocer a las dos familias más importantes de la historia. Por un lado están los Featherington, una familia de nuevos ricos cuyas tres hijas, nada agraciadas, ya están en edad de ser presentadas en sociedad o, lo que es lo mismo, listas para entrar a formar parte del mercado matrimonial. Por el otro lado tenemos a los Bridgerton, familia de abolengo compuesta por la madre y ocho hijos de gran belleza y presencia física. Sin embargo, la atención del espectador se pone ya de inmediato en Daphne, una joven de veinte años mojigata y apegada a los convencionalismos, pues su única meta en la vida, para lo que se ha estado preparando desde que era pequeña, es casarse y tener muchos hijos. Es una paloma blanca, pura y virginal, tan casta que ni siquiera sabe cómo se hacen los niños, a pesar de que tiene tres hermanos mayores con los que comparte todo tipo de confidencias y sabe de sus correrías. De todas las debutantes presentadas a la reina en el inicio de la temporada, Daphne es la única que recibe la bendición de la soberana, lo que le debería granjear la atención de multitud de pretendientes.

Pero ocurre que Anthony, hermano mayor de Daphne y cabeza de familia tras la muerte de su padre, es tan protector con su hermana que espanta a todos los posibles pretendientes. Lady Whistledown se hace eco de la pérdida de interés que genera Daphne y todos pasan a cortejar a Marina Thompson, una prima lejana de los Featherington, que se convierte en la sensación del momento. Daphne ve peligrar sus planes de hacer una buena boda, aunque todavía tiene el interés de Lord Berbrooke, al que se encargan de presentarnos como blanco, desagradable y baboso. Y a pesar de que ha sido educada para este momento y lo único que desea es casarse porque eso es lo que le va a dar valor ante la sociedad, Daphne se permite el lujo de rechazarlo. Cierto que Lord Berbrooke no es el mejor partido de todos los que se le presentaron, pero se supone que eso a Daphne le es indiferente. Desde el principio, ella misma afirma que lo único que importa es casarse, y tampoco es que ya tuviera algún pretendiente o un chico al que le hubiera echado el ojo; en teoría debería darle igual quién es su pretendiente siempre y cuando sea de buena familia y la haga señora de su casa (cómo olvidar aquella escena de Orgullo y Prejuicio en la que Charlotte Lucas aceptaba la proposición del señor Collins a pesar de no amarlo, pues sabía que a sus veintisiete años no tendría más ofertas de matrimonio y no quería quedarse para vestir santos). Así que ya se empieza rompiendo la primera regla de personalidad del personaje, pues casi de repente nos dicen que en el fondo Daphne se quiere casar por amor.

Pero la regla se rompe por una “buena” razón, y esa razón no es otra que Simon Basset, a la sazón Duque de Hastings, un hombre de atractivo arrebatador, dueño de una gran fortuna y soltero empedernido. Daphne hace un pacto con el Duque por el cual ambos fingirán que hay algo entre ellos. ¿Motivos para hacerlo? Debido al excesivo desvelo de su hermano mayor, Daphne cree que sus antiguos pretendientes ya no la consideran deseable, pero si vieran cómo un hombre de la categoría del Duque se muestra atraído por ella, eso volvería a despertar su interés y tratarían de cortejarla de nuevo. A cambio, Simon conseguiría por fin que las madres de la alta sociedad dejaran de presentarle a sus hijas para que elija a una con la que casarse. El pacto terminaría en cuanto Daphne encontrara un pretendiente de su agrado, momento en el que el Duque se retiraría y se marcharía a otra parte sin ver peligrar su vida de soltero.

Vayamos por partes. Primero, este tipo de planes tan absurdos no funcionan y no han funcionado jamás, por lo que es obvio que tarde o temprano estos dos están destinados a enamorarse y caer rendidos en los brazos del otro. Segundo, ¿me estáis diciendo que ni la alta alcurnia de Daphne, ni su virtud, ni el hecho de que cuente con la bendición de la propia reina le dan valor alguno como mujer? ¿Lo que le da valor es que un hombre se fije en ella? ¿Y de verdad esperáis que me crea que ninguna otra mujer se fijará en el Duque solo porque él parece interesado por Daphne? Seamos un poquito serios; las tonterías tienen un límite.



Tranquilos, no os pasa nada en los ojos.
Es que los vestidos tienen ese color.


Contra todo pronóstico ¬¬U, Daphne y Simon se enamoran y son descubiertos por Anthony en pleno arrebato de pasión y, como es lógico, Anthony le exige a Simon que se case con Daphne para proteger su honra o se las verá con él en un duelo al amanecer. ¿Y qué creéis que responde Simon? Pues que prefiere el duelo. En serio, ¿prefieres morir de un disparo antes que casarte? Joder, hay cuchilladas que duelen menos que ese desplante. Pero bueno, no hay mal que por bien no venga, pues a Daphne ya la vuelven a cortejar todos sus pretendientes, entre los que se cuenta el Príncipe de Prusia, sobrino de la reina Carlota, que parece el príncipe de Beckelar y que es el mejor partido que una jovencita podría desear. Seguro que elegirá con sabiduría y… ah, no, que insiste en casarse con Simon a pesar de que él no quiere. Vale, vale…

Pues nada, que la boda se lleva a cabo y estos dos empiezan su vida matrimonial mediante devastadoras y excesivamente largas sesiones de sexo apasionado en cualquier momento y lugar. Con un detalle importante, y es que Simon siempre procura eyacular fuera de Daphne. ¿Por qué hace esto? Pues porque, por motivos personales referentes a su padre, se niega a tener descendencia. Pero claro, esto Daphne no lo sabe: ella solo cree que Simon “no puede” tener hijos. Y como es tan ingenua, no sabe por qué Simon eyacula fuera de su cuerpo. Es entonces cuando aquí se produce ese “sutil” cambio entre la novela y la serie, y es que en el libro Daphne comete una violación sexual, solo que debidamente romantizada para que no nos escandalicemos.

Resulta que, a raíz de los traumas de su infancia, Simon está decidido a no tener hijos. No quería casarse por ese mismo motivo pero, al no quedarle más remedio que hacerlo, decidió que no dejaría embarazada a su esposa si podía evitarlo. En otras palabras, que se aprovechó de la ignorancia de Daphne y decidió negarle su gran deseo, que era la maternidad. Pero tranquilos, que el escaso afecto que sentís por Daphne va a desaparecer ahora mismo. A pesar de su inocencia, Daphne acaba por descubrir la triquiñuela de Simon y, como es lógico, se enfada con su marido y ambos tienen una fuerte discusión que termina cuando Simon, furioso, se va de casa y pilla una borrachera de aúpa. A su regreso, duermen juntos sin hacer nada, pero de madrugada Daphne le despierta, lo monta como a un potro y empiezan a tener sexo. Simon se presta de buena gana hasta que se da cuenta de que está a punto de tener un orgasmo, y en la posición en la que está, sumado a que tiene las capacidades mermadas por su borrachera, no puede hacer nada para apartar a Daphne, que tiene el control de la situación. Literalmente, Simon le suplica que pare, que no quiere seguir; pero Daphne sigue y le obliga a eyacular dentro de ella. Simon no le había dado su consentimiento pero ella le ignoró e hizo lo que le dictaba su santa voluntad, a pesar de saber los motivos por los que Simon no quería tener hijos y de que le dijo "no" repetidas veces. Esto es violación y, si os parece que no, probad a cambiar los roles y luego me contáis.

Y esto, por alguna razón que no me acabo de explicar, no lo han puesto en la serie. Supongo que se habrán amparado en el buen gusto o algo así, ya que poner una violación (y además llevada a cabo por una mujer) podría causar desagrado entre el público. En la serie la disfrazan convenientemente haciendo como que es un arrebato de pasión, y Simon ni siquiera llega a negarse del todo. ¿No es maravilloso? Luego discuten y esas cosas, pero no hay consecuencias por la violación; de hecho, ni se menciona que es una violación ni se le da mayor importancia, y todos acaban felices y contentos. Ah, qué bonita historia de amor.

Lo cierto es que no debería haberme pillado por sorpresa. Bridgerton nunca fue una buena historia, ni siquiera una historia interesante salvo en algunos puntos, sino que se trata de un decorado. Una serie de paisajes bonitos, emplazamientos lujosos, bailes interminables y un desfile de modelitos de alta costura y peinados extravagantes. Se han centrado tanto en la apariencia que se han olvidado de darle algo de sustancia que la haga interesante. La historia solo gira alrededor de personajes frívolos, un poco al estilo de Anatomía de GreyGossip Girl, sus enredos amorosos y sus planes de matrimonio. Pero, en fin, la novela también tenía el mismo estilo, así que supongo que a los amantes de este género les encantará.

A mí, desde luego, no.


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