domingo, 1 de julio de 2018

La leyenda del mes: El sitio de Lugo


¡Hola a todos!

¡Y bienvenidos al inicio del verano en La Biblioteca de Laura! Aunque aquí el verano parece que se va a hacer de rogar (hoy mismo hemos tenido una tormenta de las gordas), al parecer en muchos sitios ya ha salido el sol y empieza a hacer calorcito. La gente se va de vacaciones y los que nos quedamos aquí tenemos que seguir dando el callo y trabajar. Pero, como siempre, voy a procurar ser positiva y sonreír siempre que pueda. Además, siempre puedo volver a reunir una colección de anécdotas con clientes.

Por el momento, empezamos con la leyenda que ilustra el calendario de este mes. Espero que os guste!


El sitio de Lugo





Existen en Galicia algunas leyendas de fondo histórico o que se refieren a personajes que existieron en la realidad o tuvieron participación en ciertos acontecimientos relevantes de nuestra Historia. Algunas de ellas podría decirse que son ciertas, aunque con el tiempo hayan alcanzado tintes de leyenda que las apartan un poco de la realidad. Otras, como esta que os traigo hoy aquí, son invenciones que, no obstante, tienen algo de poético y evocador.

Se dice que allá por el año 997 llegó a tierras gallegas nada más y nada menos que Almanzor, el célebre caudillo mahometano, con la intención de conquistar la ciudad de Lugo, que rápidamente cerró las puertas de sus murallas y se aprestó para la defensa.

Varios intentos de las tropas musulmanas para escalar los muros fueron frustrados por la valiente y firme resistencia de los lugueses, que logró además infligir grandes pérdidas a los invasores. Fue por esto que Almanzor decidió cambiar de estrategia. En vez de atacar de frente, mandó a sus tropas que pusieran cerco a la ciudad y se aseguraran de que a los asediados no les llegara ni un solo suministro hasta que no se rindieran y abrieran las puertas de la muralla.

Empezó el sitio y fueron pasando los días con el consiguiente pánico de los asediados ante el final que les aguardaba. Sus provisiones se agotaban con rapidez y no tenían manera de abastecerse, ni tampoco fuerzas suficientes para intentar una salida; el ejército de Almanzor era grande y poderoso, y día tras día iba aumentando. Ante la ausencia de soluciones, los hidalgos de Lugo empezaron a ver la rendición como la única opción posible.

Pero entonces a uno de los hidalgos se le ocurrió un ardid que quizá pudiera favorecerlos. Acercándose a las almenas de la muralla, gritó para llamar la atención de los sitiadores, y cuando vio que algunos se acercaban para ver si los de la ciudad deseaban parlamentar, el hidalgo les dijo que quería hablar con Almanzor acerca de algo que quizá habría de interesarle mucho. Cuando Almanzor acudió a la llamada, el hidalgo le dijo:

—Gran guerrero que haces ondear en tu tienda el verde pendón del Profeta, ¿por qué estás perdiendo el tiempo ante nuestra ciudad? ¿Qué esperas? Nosotros somos pocos ante tu poderoso ejército, pero podemos resistir el cerco todo un año o más, puesto que tenemos alimentos de sobra. Entre tanto, más tropas han de llegar para ayudarnos, que ya sabemos que se están concentrando y armando cerca de aquí. Y para que veas que es verdad lo que te digo, ahí te va una muestra.

Y cogiendo un cordero de los pocos que quedaban ya en la ciudad, lo tiró a los pies de la muralla a los pies del caudillo musulmán mientras otro hidalgo que le acompañaba volcaba una cesta de mimbre repleta de bollos de pan.

Los moros observaron asombrados cómo aquellos hombres tiraban con tanta soberbia aquella comida. Ellos creían de verdad que no tenían con qué alimentarse, pero al parecer estaban equivocados. Y viendo esto, Almanzor quedó convencido de que nada lograría con el cerco de la ciudad, de modo que ordenó enseguida el levantamiento del sitio y las tropas musulmanas reanudaron su marcha hacia otro lugar, creyendo que, tal vez, si esperaban allí la llegada del ejército al que se había referido el hidalgo, las cosas pudieran ponerse peores para ellos.

Y fue así como la ciudad de Lugo se vio libre y evitó caer en manos de los invasores. Y hay quien dice que de aquel hecho le vino al hidalgo el blasón y el nombre de Bolaño, o sea de bolo (pan) y año (cordero).

No hay comentarios:

Publicar un comentario