viernes, 14 de octubre de 2016

Tres cuentos clásicos de terror


¡Hola a todos!

¿Qué tal estáis pasando el mes del terror? En estas cuatro semanas de octubre todo inspira y nos lleva a experimentar el miedo más absoluto. Nos encanta buscar ese miedo, experimentar esa sensación de escalofríos en nuestra columna vertebral, sentir cómo se nos eriza el vello de los brazos ante la perspectiva de que pueda ocurrir algo a nuestras espaldas. Con el afán de experimentar ese miedo abrumador, dedicamos el tiempo libre a ver películas de terror, jugar a videojuegos de temática similar y, por supuesto, leer relatos de miedo.

A lo largo de mi adolescencia he tenido la oportunidad de leer muchos relatos de terror. La literatura  clásica cuenta con cientos de relatos que tienen como tema principal el miedo, ese miedo que ha inspirado horrores inimaginables como cadáveres vivientes, monstruos asesinos y patologías psicológicas que pueden ser tan aterradoras como cualquier criatura concebida por la mente humana.

Para amenizar un poco más este mes del terror, he decidido dejaros aquí un comentario de tres de mis relatos de terror favoritos. Son clásicos indispensables que no deberían faltar en la biblioteca de cualquiera que se jacte de ser un amante del género de terror. Espero que os gusten mucho!



El almohadón de plumas, Horacio Quiroga (1917)




Horacio Quiroga es uno de los escritores latinoamericanos que más me gustan, si no es directamente mi favorito. Este escritor uruguayo, cuya vida quedó marcada por la tragedia, los accidentes y los suicidios, pasaría a la historia por ser uno de los maestros del cuento. De prosa vívida, naturalista y modernista, los relatos de Quiroga a menudo tratan aspectos brutales, temibles y horrorosos de la naturaleza, la gran enemiga del ser humano. Su narrativa tiene una tremenda influencia de Edgar Allan Poe, algo que el propio Quiroga reconocía y aceptaba con complacencia. De todos sus cuentos de miedo, posiblemente El almohadón de plumas sea el más famoso y también el más terrorífico, y la verdad es que no es para menos.

Alicia es una cándida jovencita que contrae matrimonio con Jordán, un hombre de carácter duro y taciturno. Jordán ama profundamente a Alicia, pero nunca se muestra tierno o amoroso con ella, por lo que la joven novia pronto renuncia a sus fantasías de recién casada y se resigna a vivir con el frío Jordán en una mansión tan gélida como él. Poco a poco, Alicia empieza a perder la vitalidad. Adelgaza mucho en poco tiempo, cada vez está más cansada y su debilidad es patente. Los médicos no hallan explicación para el repentino malestar de Alicia, cuya vida se desvanece sin que se pueda hacer nada por ella. La debilidad de Alicia da paso al delirio, y la desdichada enferma empieza a tener alucinaciones terribles que cada día son más acusadas. Finalmente, la pobre mujer muere. Después del entierro, la sirvienta empieza a deshacer la cama de la mujer y descubre algo inquietante. En el almohadón hay unas pequeñas manchas de sangre que nadie ha visto hasta el momento. Jordán, extrañado, abre el almohadón de plumas y se apodera de él un horror indescriptible, pues dentro de aquel almohadón está la explicación de la muerte de Alicia.

Como no sé si habéis leído el cuento, no os contaré el final y dejaré que lo descubráis por vuestra cuenta. Podéis encontrar este cuento gratis por Internet; os dejaré aquí un enlace para que podáis leerlo y, sobre todo, disfrutarlo.



El estudiante de Salamanca, José de Espronceda (1840)




El Romanticismo español estuvo cuajado de nombres muy ilustres que dejaron para la posteridad sus inmortales obras poéticas, teatrales y narrativas, pero puede que el poeta más representativo de todo el movimiento haya sido José de Espronceda. Nacido en Almendralejo (Badajoz) en 1808, gran parte de su vida quedó marcada por las sucesivas oleadas revolucionarias que vivía el país en aquella época y por su actividad literaria, centrada casi exclusivamente en la poesía. Estuvo muy influenciado por la poesía exaltada de Lord Byron, que se ve reflejada especialmente en sus dos poemas más largos: El Diablo Mundo (éste incompleto) y El estudiante de Salamanca, que es el que hoy os recomiendo.

El argumento del poema es sencillo, pues cuenta la historia del típico donjuán, tema que ya había sido tratado por otros autores como el mencionado Lord Byron y por José Zorrilla, quien asentó firmemente el mito de Don Juan Tenorio e inmortalizó al personaje. El protagonista del poema de Espronceda es don Félix de Montemar, un estudiante afincado en Salamanca que destaca por ser un joven arrogante, prepotente, impío, tahúr y mujeriego. Utilizando sus artimañas de seductor, engañó y enamoró a Elvira, a la que le prometió que sería su esposo si ella se entregaba a él; sin embargo, una vez consiguió lo que quería, la abandonó sin ningún remordimiento. Doña Elvira, por desgracia, murió de amor por don Félix. Tiempo después, vemos a Félix de Montemar asistiendo a una partida de naipes. El joven es tan despreciable que incluso se atreve a vender un collar y un retrato de Elvira para conseguir dinero con el que apostar a las cartas. En mitad de la partida hace su aparición don Diego, hermano de la difunta Elvira, con el propósito de vengar la deshonra de su hermana. La confrontación entre ambos se recrudece y el duelo es inevitable. Por desgracia para don Diego, será don Félix el que se proclame vencedor del duelo. Tras esto, Félix vagará por las calles hasta dar con una extraña mujer que pasea cubierta por un velo. Como buen donjuán, Félix se lanza a la conquista de la dama y se da cuenta de que sus pasos le guían al cementerio de Salamanca, donde don Félix asistirá a su propio entierro. Allí también descubrirá la identidad de la mujer que se oculta bajo el velo, cuyas manos cadavéricas tratan de abrazarlo y arrastrarlo a la perdición eterna.

Como veis, el poema relata una historia muy sugestiva. La atmósfera es típicamente romántica: Noches frías, niebla, oscuridad, cementerios, un aquelarre espectral... El poema es muy recomendable para aquellos que quieran disfrutar de un clásico relato de terror decimonónico. No os cuento el final porque quiero que lo leáis vosotros mismos, cosa que podéis hacer siguiendo el enlace que os dejo aquí.



Berenice, Edgar Allan Poe (1835)




No hay nadie en este mundo que no haya oído hablar de Edgar Allan Poe, el maestro indiscutible de los cuentos de terror, renovador de la literatura gótica y primer escritor estadounidense que intentó vivir de la escritura, cosa que tuvo fatales consecuencias para él. La figura de Poe marcó profundamente la literatura de su país y puede decirse que de todo el mundo. Alcanzaría la celebridad gracias a su poema El cuervo, aunque sus múltiples relatos de terror son obras maestras de la literatura. La historia que hoy os traigo no parece ser de las más recordadas, pero os aseguro que ofrece un terror pocas veces igualado por otras historias.

La historia nos es narrada por boca de Egaeus, un hombre que durante su infancia sufrió diversos episodios de soledad y melancolía que prefería pasar encerrado entre las paredes de su lujosa heredad. Junto a él creció su prima Berenice, una hermosa y radiante niña tan distinta de Egaeus como el día de la noche. Sin embargo, la pobre Berenice no gozaba de una salud plena, pues padecía frecuentes episodios de epilepsia que podían dejarla inconsciente varias horas. Al mismo tiempo, Egaeus tenía que hacer frente a su propia enfermedad, consistente en una especie de monomanía que le hacía reflexionar durante días enteros sobre las cosas más nimias, como la llama de una vela, el perfume de una flor o una sombra en la pared. Estas reflexiones, lejos de ser pausadas, se convertían en una obsesión que le impedía pensar en nada más. Un día, Berenice fue a visitarle a la biblioteca y, en un gesto totalmente inocente, le dedicó una agradable sonrisa; sin embargo, los ojos de Egaeus se posaron sobre los dientes de su prima y prometida, y ya no pudo pensar en otra cosa. Los dientes de Berenice se le aparecían en la mente a todas horas, incluso mientras soñaba, y sentía un irrefrenable deseo de poseerlos. Pero entonces ocurrió una terrible desgracia: Berenice sufrió un nuevo ataque de epilepsia del que no pudo recuperarse, y murió. A medio camino entre el terror y la locura, Egaeus apenas le dio importancia a su muerte, pues los dientes de Berenice seguían ocupando todos sus pensamientos. Esos dientes que no se podía quitar de la cabeza...

El final de la historia es estremecedor, pero dejaré que vosotros mismos lo averigüéis si os apetece. Podéis leer el cuento de Poe siguiendo el enlace que os dejo aquí.


¡Y nada más, lectores! Espero que leáis estos relatos y disfrutéis de una buena noche de terror a la antigua... si es que conseguís dormir.

¡Hasta pronto!

3 comentarios:

  1. Soy uruguayo y te agradezco el comentario sobre Quiroga!

    Si no lo has leido, te recomiendo el cuento La gallina degollada que es tan terrorifico como el almohadon de plumas

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡De nada, Antares! ^^* Horacio Quiroga fue un grandísimo escritor y no me extraña que te sientas orgulloso de pertenecer a un país que dio a luz a un hombre tan ilustre. Yo, personalmente, creo que es uno de los mejores escritores que ha dado América Latina, sin duda alguna.

      Y no, no había leído La gallina degollada, pero le echaré un vistazo. ¡Muchas gracias por la recomendación!

      Eliminar
    2. de nada! me cuentas!

      Eliminar