martes, 3 de noviembre de 2015

El príncipe entronizado


¡Hola a todos!

Hoy me ha tocado enfrentarme a una situación con la que me he encontrado otras veces y que me toca bastante la moral. Veréis, hoy me han dado un toque de atención porque, en opinión de algunos miembros de mi familia, mi primo pequeño no siente ni sentirá jamás ningún cariño hacia mí. ¡Oh, cielos! ¡Qué horror! ¡¿Qué ha podido suceder para que haya llegado a este extremo?! ¡¿Qué le habré hecho a esa pobre criatura para que ya no me quiera más?!

Pues ocupar el asiento delantero del coche de su madre.

Sí, habéis leído bien. Antes de subirnos al coche, me acerqué a la puerta del copiloto (como he hecho miles de veces antes en ese mismo coche) y mi primo se acercó para decirme que ese no era mi sitio, que ahora era el suyo y que yo tenía que irme para el asiento trasero. Como esa conversación ya la habíamos tenido otras veces, le repetí el argumento de costumbre: Que los adultos van delante y los niños detrás, que cuando vaya él solo con su madre puede ponerse en el asiento que quiera, pero que ahora tenía que irse para atrás. ¿Su reacción? Decirle a su madre que no me lleve en coche nunca más.

La cosa podría haberse quedado ahí, pero minutos más tarde su madre me llamó la atención y me acusó de ser "muy mala" con mi primo. Según ella, yo sólo estoy ahí para criticarle, para llamarle la atención por lo que hace mal y para quitarle sus cosas. La guinda sobre el pastel ha sido la sentencia inamovible de que, si sigo portándome así, mi primo va a dejar de quererme.

¡Ay, que me lol!

Bien, vayamos por partes. Cierto que no soy la persona más cariñosa del mundo con los niños. De hecho, se me ha recriminado muchas veces mi escasa paciencia para los niños, añadiendo que a ver cómo hago cuando tenga hijos propios, e incluso poniendo en duda si algún día deba tenerlos dado mi carácter "arisco" y "dominante".

Actitudes tajantes, solemnes palabras: Arisca, dominante... Ellos me las lanzan y yo no me defiendo de ellas. En el fondo, todos son unos hipócritas que cierran los ojos ante la evidencia. ¿O es que soy la única que ve cómo se le cumplen al crío todos los caprichos? ¿Qué pasa, que lo voy a traumatizar si le llamo la atención por pegarle patadas a su tío (y no patadas jugando, sino patadas a mala leche) y decirle que pare? ¿Soy una pesada por advertir a su madre de que está viendo contenido poco apropiado en YouTube y que sería mejor acortar el tiempo que dedica a Internet? ¿Tan mala soy por decirle al niño que hace cosas mal y que debe portarse mejor con sus mayores?

Pues resulta que me ha tocado ser la mala de la película. Su madre, que es de esas madres que creen que si regañas a un niño es porque tienes prejuicios en contra del pobre angelito, siempre tiene algo que decirme acerca de mi entremetimiento. Porque, ¿quién soy yo para meterme en la forma en que educa a su hijo? Nadie, desde luego. Pero tampoco quiero que luego venga el niño a llamarme la atención, olvidando que está hablando con una persona adulta y no con una niña de su edad.

Otra cosa que me fastidia es que parece que el amor de los niños tiene un precio. ¿Por qué lo digo? Pues porque hace unas semanas fui a Coruña para estar con unas amigas y, a la vuelta, mi primo me preguntó "si me había acordado de él". ¿Se refería a si lo había echado de menos? Pues no. Lo que él quería era que le hubiera traído un regalo. Yo no le había comprado nada, principalmente porque no me había acordado, pero tampoco me parecía necesario traerle un regalo, ya que Coruña es un sitio al que va muchas veces y no es tan "emblemático" para él (cuando volví de Valencia no le traje nada y él tampoco me pidió regalo alguno, y no pasó nada). Pues resulta que esa falta de atención por mi parte fue malinterpretada por todos y me tuve que comer un sermón.

Ante esto, yo no puedo dejar de pensar en lo que va a ser del niño si esto sigue así. Cierto que tiene cosas buenas y no sería justo pasarlas por alto. Es un niño de buen carácter, que nunca tiene rabietas y que, además, saca muy buenas notas en la escuela. Entonces, ¿dónde está el problema? Pues en el entorno en el que se mueve y se cría. El niño ha crecido viendo cómo todo el mundo gira a su alrededor, y ahí está el meollo de la cuestión. Hagamos un análisis de la situación:

1.- Siempre le dan todo lo que pide. Juguetes, videojuegos, figuritas... Cualquier cosa, lo que sea. Y el hecho de que algunos de estos juguetes cuesten un dinero que buena falta hace para otras cosas más importantes no será tenido en cuenta, porque primero está la felicidad del niño.

2.- Es un fan absoluto de youtubers que en sus vídeos suelen decir palabras malsonantes o hacer referencia a cosas que una mente infantil todavía no sabe asimilar o comprender. Después el niño repite esas palabrotas y todo es una risa, porque es taaaan gracioso que diga esas cosas, como un adulto. En cambio, preferimos cargar las tintas contra los youtubers. ¿Es culpa suya por no darse cuenta de que sus vídeos los ven recuas de niños rata? Pues a mí me parece que los padres deberían controlar un poquito más lo que sus hijos ven en la televisión o por YouTube. Y, sobre todo, no reírles las gracias cuando sueltan una palabrota o le hablan mal a un adulto.

3.- Ni una sola palabra de regaño por parte de otro que no sean sus padres. Que ni se te ocurra llamarle la atención si hace algo malo, porque esa no es tu competencia. Tú lo que tienes que hacer es callar y dejar que los padres se ocupen del niño, que para eso son sus padres. Sí, eso sería estupendo si ALGUNA VEZ SE LE RIÑERA DE VERDAD. ¿Cómo le vas a reñir al niño si éste te trata con condescendencia y te dice que le dejes en paz y te metas en tus asuntos? No se le puede reñir, porque entonces crearíamos en él un complejo de culpabilidad que arrastrará durante el resto de su vida.

4.- Recoger su ropa, sus juguetes, sus videojuegos... Eso es tarea para los padres. Está claro que un niño de 10 años no tiene la capacidad suficiente como para vestirse solo o para hacerse cargo de sus cosas, así que es necesario que los adultos recojamos lo que él deja tirado por ahí y tenerlo todo preparado para cuando él necesite alguna cosa.

5.- La rutina es para los sosos y los viejos. ¿Cómo se le va a imponer una rutina aburrida al pobrecito, si así a lo mejor se convierte en un vegetal? Lo mejor es que juegue tooodo el día con sus amigos o a la consola (a veces estas dos cosas van unidas), que cene tranquilamente viendo vídeos en YouTube y que luego se ponga a hacer los deberes. A las 11 de la noche. Después, cuando se dé cuenta de que irá a clase con los deberes sin hacer y le dé por llorar, todos tendremos que sentir compasión de él.

6.- ¿Castigos? ¿Qué es eso? Si no se le regaña por no haber hecho los deberes, menos aún se le va a castigar. O, si le cae una reprimenda con amenazas de quitarle cosas, vamos a desdecirnos al cabo de cinco minutos. Así el niño sabrá que no hablamos en serio y que sólo nos estamos tirando un farol. ¡Claro que sí! Es que, claro, en el fondo el niño es tan bueno... Seguro que si no hace los deberes no es por vagancia, sino porque quiere jugar como cualquier otro niño de su edad. ¿Cómo le vamos a cargar con tantas responsabilidades? Mejor se las cargamos a su madre, que es quien le hace gran parte de los deberes mientras el niño ve la tele.


Y así están las cosas. Me jode un poco tener que adoptar el rol de la mala de la película, pero lo cierto es que ya estoy acostumbrada. Cuando el niño crezca y se convierta en un chico al que le gusta que se lo den todo hecho, que le laman el culo cada vez que interrumpa una conversación de adultos, que no le toquen la moral cuando está a lo suyo y, en definitiva, que haga lo que le dé la real gana, ya llamarán al de Hermano Mayor. Al fin y al cabo, él es el único que parece tener autoridad para destronar a los príncipes de la casa o derrocar a pequeños tiranos. Mientras tanto, parece que me quedaré sin el amor y tierno cariño de mi primo.

Y todo por no dejarle sentarse a él en el asiento delantero del coche.

5 comentarios:

  1. Lo primero:

    "Cierto que no soy la persona más cariñosa del mundo con los niños. De hecho, se me ha recriminado muchas veces mi escasa paciencia para los niños": ¿¿Perdón?? Cuando estuviste en mi casa fuiste un ángel del dulzura con el bebé. Que por cierto, te adoptó en seguida, porque te cogió confianza, se iba a tus brazos, y encima se nos enfurruñó un poco al ver que ya no estabas.

    Segundo, tienes más razón que una santa, y tus tíos están malcriando a su hijo. Por supuesto que la tarea principal de regañar, educar y castigar es de ellos, pero si un adulto de la familia lo regaña en un momento determinado, no deberían desautorizarlo.

    Tercero, me llama mucho la atención que digas que algo positivo del niño es que "no tiene rabietas". ¿¿A los diez años?? Rabietas tiene un niño de dos o tres (mi hija está empezando ahora), y a partir de esa edad van desapareciendo. Lo normal es que un niño normal y bien educado a los 5 ya no tenga ninguna, porque las rabietas son fruto de la desesperación por no poder verbalizar o gestionar las emociones (un bebé no tiene bastante vocabulario ni autocontrol para conseguirlo). En cuanto a las buenas notas, qué quieres que te diga, mi prima hace meses se vanagloriaba de haber sacado un sobresaliente en Historia de las guerras mundiales, y cuando Juanjo le preguntó quién las había ganado, dijo que no lo sabía...

    Cuarto: no te gastes. Pasa del crío y de lo que digan sus padres. Mientras no te moleste, déjale hacer lo que le dé la gana y que se lo coman ellos. Quien da pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro. Además, el árbol hay que enderezarlo desde joven para que no salga torcido, y por lo que me cuentas a ese crío ya hace años que lo llevan torcido...

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    1. ¡Ayyy, qué cosas más bonitas me dices! La fama que me han colgado es la de una sargento, porque me gusta que los niños aprendan que no siempre pueden hacer todo lo que les venga en gana. De hecho, hasta me acusan de ser una regañona (puede que algo de razón tengan). Pero me parece que Ratoncita ha sacado lo mejor que llevo dentro. Ha sido amor a primera vista. ¡Nos hemos caído bien nada más mirarnos, ^^*! Y a Ratoncita hay que atribuirle otra proeza, que es la de inspirarme, en los breves instantes en que la tenía en brazos, el instinto maternal. ¡Eso sólo lo ha conseguido ella!

      Las rabietas a las que yo me refiero son las que tienen otros niños de la edad de mi primo (y reconozco que es muy triste tener rabietas a su edad). Aunque mejor debería llamarles pataletas o lloriqueos, porque se ponen a llorar, por ejemplo, si los demás no quieren jugar a un juego que ellos han propuesto. Eso es lo que me jode de niños tan grandes, que les de por lloriquear por puro capricho, porque no saben responder a la frustración. Mi primo no tiene ese tipo de lloriqueos, pero se encapricha, se muestra altivo y te desprecia en silencio. Eso sí, tiene la autoestima por las nubes: De tanto que sus padres y mis abuelos le han dicho lo guapo y súperinteligente que es (cuando era un bebé lo elevaban a la categoría de genio, ni más ni menos), pues el niño se lo tiene más que creído y se considera el más listo del universo, y que por eso no necesita estudiar. El día que traiga el primer suspenso me huelo un drama.

      Y sí, supongo que tendré que pasar de todo y dejar que el niño y sus padres hagan lo que les dé la gana. A veces es como hablarle a una pared, pero a eso ya estoy acostumbrada. Y si el niño ahora parece torcido, ya lo enderezarán cuando empiece el instituto.

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  2. ¡Cómo se te ocurre decir eso de los niños, si nunca molestan!... Eso es lo que me suelen decir a mí. Parece que los psicólogos y pedagogos han buscado estos últimos años el complicar algo que realmente nos sale a las personas por instinto... Aparte, ¿qué es mejor? ¿que se frustren de pequeños o que lo hagan cuando sean más mayores, cuando vean cómo son las cosas en realidad y que ellos no son uno más? No se, lo veo raro.
    Pero yo los niños que menos soporto son los de las cafeterías. Había una a la que solía ir todos los días, y dejé de pasar por allí porque unos cuantos adultos la convirtieron en el patio de recreo de sus hijos. Y si solo jugasen vale, pero hubo una tarde que les dio por tirarnos juguetes al resto. El primero no nos dio, y nos quedamos mirando a los padres a ver si decían algo, pero ni caso. El segundo me dio en el pecho. Tuve autocontrol, mucho autocontrol para no romperles el juguete contra la cabeza o algo. Lo cogí, lo llevé a los padres, y les dije algo así como que mantuviesen a las bestias atadas, que a la próxima el juguete se iba a la puta basura. ¿Pero te crees que pasó algo? Sí, paso: los escuché reír mientras me alejaba. Aquello pasó hace ya algunos años, con suerte esos niños ya están de coma etílico en coma etílico, y los padres llorando por las esquinas con el "¿qué habremos hecho mal?"
    Creo que apenas se nota que este es un tema que me toca la moral ^^U.
    Saludos!

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    1. Para ver los efectos de evitar la frustración infantil no hay más que echarle un vistazo a los del Hermano Mayor. Sé que parece todo teatro, pero no es así. Cuando a un niño se le cría para ser un príncipe consentido, a la larga eso va a repercutir de forma negativa. Después le echamos la culpa a la sociedad, al consumismo y mil chorradas más, cuando lo más probable es que el problema venga de lejos y de dentro.

      Respecto al tema que mencionas, te cuento una experiencia que me pasó a mí. Hace un par de años, cuando asistí a un ballet en el auditorio de Coruña, se sentó a mi lado una niña que debía de tener unos tres o cuatro años. La función iba a durar una hora y media aproximadamente; a los veinte minutos, la niña estaba harta y se entretenía arrastrándose en su asiento, dando vueltas y cantando en voz alta. La culpa no es de la niña, por supuesto, sino de quien la había llevado a ver el ballet siendo tan pequeña.

      Y en los restaurantes y cafeterías eso es el coño de la Bernarda! Niños correteando entre las mesas de otros comensales, tirando servilletas o trozos de pan por los aires... Y lo peor es que la culpa no es de los niños, sino de quien les permite tomarse esas licencias. Y tampoco es tan difícil, creo yo, enseñarles que se puede jugar sin molestar a otras personas o que no se debe montar escándalo en determinados sitios.

      Y noooo! No se nota naaaada! XD!

      Un saludo!

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  3. ¡Hola, Cristina!

    Déjame darte entonces la bienvenida a mi blog! ^^* Eres libre de pasarte por aquí cuando quieras y comentar siempre que te apetezca!

    Yo no es que no aguante a los niños, pero no tengo tanta paciencia como se "supone" que debería tener. Lo que de verdad me fastidia es que haya padres que conviertan a sus hijos en unos caprichosos o unos maleducados y luego me manden callar porque "no tengo derecho a meterme en la educación de sus hijos". ¡Coño, si me perjudica a mí de alguna forma o creo que el niño no se está portando como debería, pues claro que me meto! El mundo no es sólo de los niños, sino que vivimos muchas más personas en él y, mal que nos pese, tenemos que aprender a convivir. Y si a mí se me enseñó que en casas ajenas no se puede saltar por los sofás o trepar por las estanterías, pues no veo cuál es el problema de enseñárselo a las nuevas generaciones. ¡Ni que fuera a traumatizar a los niños por enseñarles a tener un poquito de respeto!

    En fin, supongo que me tocará mirar para otro lado, hacer como que la cosa no va conmigo y seguir con mi vida. Si algún día tengo hijos, espero hacer las cosas bien. Es una lástima que no vengan con un manual para saber educarles!

    Un saludo!

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