viernes, 8 de mayo de 2015

Vocación equivocada


Algunas tardes, cuando voy a la biblioteca a estudiar, me gusta volver a casa caminando mientras escucho música. Es algo que me relaja y me hace sentir mejor. Tanto me agrada la paz de esos momentos que paso a solas conmigo misma, que hoy, por ejemplo, llegué a casa caminando al ritmo de Wonderwall de Oasis mientras esbozaba una gran sonrisa. Pero fue en ese momento cuando me di cuenta de que era la primera vez en muchas semanas que sonreía de verdad. Una sonrisa sincera, espontánea, de auténtica. Un gesto de felicidad.

Es un poco triste tener que admitir que algo tan sencillo como sonreír me cueste tanto, pero últimamente mi pesimismo me permite hacer muy poco más. Mis allegados y aquellos que me siguen por Facebook ya saben la razón de mi malestar, porque no hago más que dejar constancia de la desazón que me produce el máster que estoy estudiando y que (maldito sea!) me gustaría dejar aparcado en un rincón oscuro donde no pueda volver a verle. 

¿Cómo he llegado a esta situación? Empecemos por el principio.

Antes de hablar de las razones que me llevaron a elegir estudiar el Máster Docente, os explicaré algunas cosas sobre mí para que entendáis un poco mejor mi postura, aunque no la compartáis. Desde siempre he sido una persona bastante nerviosa, de esas chicas a las que les afecta todo. Imaginaos a una chica que siempre ha sido una niña buena, que nunca ha roto un plato en su vida, que buscaba en todo momento la aprobación de los adultos más cercanos a ella, ya fuesen sus padres o sus maestros. Esa niña era yo, y sigo siéndolo en muchos aspectos. El ojito derecho de los profesores, la que siempre llevaba los deberes bien limpios y cuidados. Pero también la que se achantaba cuando alguien le decía que había cometido un error y la que se echaba a llorar cuando suspendía una asignatura. En vez de asimilar esos fallos y aprender de ellos, mi forma de ver las cosas era considerar que era una tonta y que todos se sentirían muy decepcionados conmigo, porque no era la niña lista y aplicada que pensaban que era.

El crecer cambió un poco ese punto de vista, pero tampoco demasiado. Aunque nadie me ha presionado ni se ha sorprendido por tener algún suspenso de vez en cuando, esa sensación sigue dentro de mí. Tengo un miedo atroz a decepcionar a la gente, aunque sea por una nimiedad. Siempre pienso que me odiarán o que se sentirán tristes por no ser yo lo que esperaban. Sé que es una tontería, pero explica gran parte de lo que me ha llevado a esta situación. Por culpa de ese miedo cerval a decepcionar a los demás, he llegado a cometer errores muy graves. El mayor de ellos lo estoy sufriendo ahora mismo.

Cuando terminé la carrera de Historia, tenía muy claro que quería estudiar un máster. Elegí el más apropiado, pues en mi universidad se podía cursar uno que estaba centrado exclusivamente en la Edad Media. Fue un año intenso y cargado de trabajos, pero recuerdo que los hacía de muy buena gana. Estaba agobiada, sí, pero no me sentía mal porque era lo que yo quería estudiar. La Historia me encanta; es mi vida, es lo que más me gusta en este mundo. Así que, aunque me tiré esos meses yendo de una biblioteca a otra, cargada de libros y pegada todos los días al ordenador para escribir un trabajo tras otro, no me importó el tiempo invertido. El resultado fue que saqué muy buenas notas, aprendí muchísimo y escribí un trabajo final bastante bueno y del que me siento muy orgullosa.

Lo peor vino después. Tras un año intentando mirarme unas oposiciones que al final no salieron, y viendo que no conseguía trabajo, tuve que volver a casa de mi madre y tratar de hacer algo. Me metí a un par de idiomas y conseguí sacarme el Básico de alemán y el Intermedio de inglés, lo cual no está nada mal. Pero en mi casa empezaron a insistirme para que hiciera algo más. Los idiomas están muy bien, se me decía, pero no se puede basar una vida sólo en eso. Tenía que buscarme la vida y, si no había trabajo, había que seguir estudiando. Pero lo que tenían en mente para mí eran las oposiciones, concretamente las de profesorado de secundaria.

Yo nunca he querido ser profesora. Aunque en un principio pueda parecer que si estudias la carrera de Historia es porque tienes pensado dedicarte a la enseñanza, ese nunca fue mi objetivo. No tengo vocación de profesora. No la tengo y punto, no le busquemos tres pies al gato. Estudié Historia porque me gustaba leer e investigar períodos y acontecimientos históricos, escribir sobre ellos, intentar saber más. Nunca me he parado a pensar en lo que haría después. Quizá porque para mí era suficiente con estudiar lo que me gustaba, porque para trabajar me serviría cualquier cosa. Os digo una cosa: Yo sería más feliz trabajando en cualquier parte antes que dedicándome a algo que no va conmigo para nada, aunque el sueldo fuese mayor.

Sin embargo, la insistencia fue cada vez mayor. De repente, casi todo mi entorno opinaba que debería estudiar el Máster Docente para presentarme a unas oposiciones y sacarme una plaza para formar parte del funcionariado de este país (como si eso fuera llegar y besar el santo, ¡ja!). Todos empezaron a posicionarse en mi contra. Al ver que yo seguía en mis trece de no meterme al máster docente, consideraron que lo mío era cabezonería, que actuaba así por puro capricho de niña tonta y que en el fondo no estudiaba el máster porque quería (y cito textualmente) vivir de rentas el resto de mi vida. Estando así las cosas, la presión fue demasiada para mí. Empecé a pensar que los decepcionaría a todos si no hacía lo que me decían. Y caí.

El día que "decidí" matricularme en el Máster Docente cometí uno de los peores errores de mi vida, y siempre me arrepentiré por haber cedido. Dicen que no se debe estudiar aquello que no va contigo, y yo soy la prueba viviente de que eso es verdad, pues nunca me he sentido tan desdichada en mi vida. Si hubiera elegido hacerlo presencial, como debería ser, hubiera tenido una oportunidad de llevar las cosas de otra manera. Pero, por tratar de ahorrarme unas pelillas y no gastar demasiado fuera de casa, decidí probar suerte con el Máster de Profesorado que imparte la Uned. Ese fue mi segundo y gran error.

El Máster Docente de la Uned es uno de los peores másters que he visto jamás. Cuando termine este curso, dejaré aquí un post detallando punto por punto todos los fallos y problemas que le veo, que no son pocos. De momento, baste decir que la organización, el sistema de estudio, la incompatibilidad de estudiar y trabajar al mismo tiempo, y la exagerada cantidad de trabajos que piden para aprobar una asignatura de dos créditos de mierda me han convertido en la persona más infeliz del mundo.

Desde que empecé este máster, el mundo se me ha venido encima como una losa. Es una maldita piedra que llevo atada al cuello y que cada vez me cuesta más arrastrar. No hay ni una asignatura, ni una sola, que me guste o me interese en modo alguno. No tengo incentivos para estudiar los tropecientos temas que me caerán en los exámenes. Los apuntes están plagados de términos que no entiendo, que no entenderé jamás ni aunque me los explicaran. He tenido que escribir trabajos que no me decían nada, sin pasión alguna por la temática que estaba tratando de desarrollar, sin ganas, bufando a cada rato y distrayéndome a cada momento para evitar tener que enfrentarme de nuevo a ese interminable trabajo. Así, poco a poco, empecé a sentirme cada vez más débil anímicamente. No tenía ganas de hacer nada, y cada vez me sentía más desganada. Aunque comía bien, los nervios podían conmigo y empecé a adelgazar. Mi sueño también se resintió, porque mis nervios (mi temor a no cumplir las expectativas de mis padres, más bien) me impedían dormir con tranquilidad. He llegado a sufrir ataques de pánico y alguna que otra taquicardia. El estallido sucedió hace un par de días, cuando mi madre me vio la cara de disgusto que tenía y yo no pude más. Me deshice en lágrimas de impotencia y declaré vehementemente lo que tantas veces había repetido meses atrás: Que no podía con ese dichoso máster, que estaba acabando conmigo y que prefería hacer cualquier cosa antes que estudiar para ser algo que nunca he querido ser.

Aunque mis padres me quieren mucho y se preocupan por mí, debo decir que nunca han sido las personas más empáticas del mundo. No conciben que, después de pasarme toda una vida haciendo exámenes, siga poniéndome nerviosa ante la cercanía de una prueba de esa clase. Tampoco entienden mi estado de nerviosismo, y se limitan a sugerirme que me calme. Como si eso fuera a solucionar mis problemas. Repito: sé lo mucho que se preocupan por mi bienestar, pero eso no me ayuda a sentirme mejor.

Ahora mismo no soy una persona feliz. Me siento tan presionada que me duele la cabeza a todas horas, me cuesta dormir y tengo un nudo perpetuo en la garganta. Lo único que quiero es darle la espalda a este máster que nunca quise hacer e irme a algún lugar donde no pueda seguirme. Sé que eso sería huir de mis problemas, algo que nunca he hecho, pero ahora no veo otra solución posible. O eso, o volverme completamente loca. Esto me llena de angustia, esa misma angustia que sienten los animales que han sido enjaulados y que son conminados a que se porten bien si quieren recibir una palmadita cariñosa en la cabeza. Me repugna el no haber tenido la fuerza para negarme a lo que desde el principio supe que era un error, de no haber tenido valor para decir "no, no quiero estudiar para ser profesora porque no tengo vocación". Ahora estoy pagando las consecuencias de ese error (mi error) con un malestar que crece día a día y que no tiene visos de terminar.

Sólo parece desvanecerse cuando, de regreso a casa, escucho una canción que me hace sonreír. Un breve instante de felicidad que no tarda en esfumarse.

12 comentarios:

  1. Querer complacer a los demás no es un pecado (sobre todo si son tus padres); has cometido un error pero lo has visto a tiempo y eso es lo importante. Peor hubiera sido que lo hubieras aprobado y te arrepintieras tras veinte años de profesión insatisfactoria como maestra.
    Todo en la vida nos llega por algo, y tal vez a ti te ha llegado este momento para dejarte claro qué camino NO es el tuyo. En estos casos lo mejor que uno puede hacer es aprender la lección, sacudirse el polvo y buscar el camino que realmente desea el corazón.
    Y sobre todo: no tengas miedo. Nadie que te quiera te va a dejar de lado porque no cumplas las expectativas de lo que espera sobre ti. ¿Cómo no te van a amar y a apreciar incondicionalmente tus padre y tus personas más cercanas, que te tienen a su lado todos los días, aunque no hagas lo que ellos esperarían o quisieran de ti? ¿Acaso no harías tú lo mismo?
    Ánimo, no pierdas de vista tus sueños, ¡y a por ellos! ;-)

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    1. Ese rasgo de mi carácter es algo que llevo dentro desde siempre y, aunque me esfuerzo por cambiar un poco, me cuesta bastante asimilar que hay cosas que pasan y que no es culpa mía. Pero lo malo viene cuando me insisten demasiado para hacer lo que no quiero y yo acabo cediendo. Eso es culpa mía y de nadie más, por faltarme la fuerza para imponerme y declarar lo quiero. Pero está claro que esto no volverá a repetirse, porque no quiero tener que arrepentirme nunca más.

      En cuanto a mis sueños, ya te imaginas cuál es, ¿no? Dentro de poco, con suerte, pondré mi novela (corregida) a la venta y seré feliz de verdad. Lo demás poco me importa.

      Gracias por tus ánimos, que aprecio como no te puedes ni imaginar. Eres una buena amiga, :-)

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    2. ¡¡Gracias!! Es uno de los mayores elogios que podrías hacerme. Aunque no nos hayamos visto nunca en persona, te tengo muchísimo cariño *^^*

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    3. ¡De nada! El sentimiento es mutuo. Y tengo la impresión de que algún día nos veremos en persona, fijo. Esas cosas se presienten! ^^*

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  2. Te entiendo perfectamente, yo también he pasado toda mi vida intentando no decepcionar a los demás, sintiéndome tonta e incapaz cuando no obtenía los resultados que se esperaban de mí. Conozco la sensación de no poder más con los trabajos y la materia para estudiar de temas que odias y no te causan ningún interés para seguir adelante; me hacen gracia los profesores que repiten una y otra vez "lo primero es la salud" y luego te apabullan con tantas tareas que te va a explotar la cabeza y no te dejan dormir. Yo también prefiero afrontar los problemas con valor y llegar hasta el final, pero en la situación que nos cuentas, yo lo que haría es huir... Huiría mientras pudiese, antes de que fuera demasiado tarde y estuviera delante de unos irritantes niñatos malcriados de secundaria...
    Laura, te considero una chica brillante y (algo que creo muy importante) muy apasionada con lo que te gusta. Dedícate a lo que te guste a ti, no a otras personas, ya que tu vida la vas a vivir tú y no ellos, y no te rindas nunca, que con tu esfuerzo y constancia llegarás a esa vida feliz que todos anhelamos. Hace unos días me di cuenta de que me sentía feliz como no me había sentido desde hace bastante tiempo, como tú dices, por una canción, o unas personas que me hicieran sonreír, una película... Esos momentos, esos rayos de sol entre las nubes, son los que deben animarnos a continuar y a tener presente que la vida no siempre es perfecta pero tampoco es siempre desgraciada.
    ¡Anímate, que tú puedes!
    Un beso,
    Mársica.

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    1. Veo que tenemos muchas cosas en común, Mársica. Ya ves que el miedo a decepcionar es un lastre enorme que, a la larga, nos impide hacer lo que realmente nos llena. Los profesores pasan de todo; ellos ya están asentados y les importa poco que tengas que hacer mil tareas interminables para aprobar. ¿Y si no entiendes algo? Búscate la vida. Así funcionan las cosas en este maravilloso país.

      Gracias por tus palabras, jejeje! No sé lo brillante que soy, pero sí que soy apasionada con lo que me gusta. Cuando algo me gusta, se nota. Eso es lo que he de hacer: buscar mi felicidad, que de piedras está el mundo lleno. Pero si tanto tú como otras personas me animáis tanto, creo que podré seguir adelante un poco más.

      Gracias!

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  3. Ay...ya sabes que te comprendo perfectamente, como también te digo que ya has pasado lo peor, ahora viene lo mejor con las prácticas y lo que más te va a llenar, y aunque no sea tu futuro, te será enormemente gratificante. Luego terminas el resto de trabajitos y mierdas y a tomar viento fresco el máster!!

    Un abrazo y espero verte animada ya mismo, que tú puedes perfectamente ;)

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    1. Como siempre, tus palabras son muy sabias. Supongo que me quedarán muchas cosas para septiembre o el año que viene, pero prefiero eso a tener los nervios destrozados.

      Tienes razón con lo de las prácticas presenciales, pues creo que es lo único que me gusta de este máster. Los profes son muy majos, mi tutor es un crack y los alumnos no dan ningún problema. Si con algo me quedo, es con ellos. Sin duda.

      Gracias por estar ahí, como siempre. Haré todo lo que pueda por salir adelante, aunque sea a trancas y barrancas. Un beso!

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  4. Llevo como un año, creo, sin pasarme por aquí, y lo primero que veo al regresar es a mi apreciada anfitriona convertida en un mar de lágrimas = ( Al imaginarte sentada en una silla de la cocina llorando desconsoladamente mientras hablas con una madre que no te entiende, he deseado estar junto a ti para darte un tierno abrazo… y una buena bofetada.

    A ver, Laura:

    1) Negocio viene de no-ocio. Hay mucha gente que piensa que su oficio debe gustarle, pero yo soy de otra opinión. Tu empleo debe de proporcionarte ingresos, no placeres. Tu vida es lo que haces fuera de tu horario laboral. Entiendo que no siempre es tan fácil, pero tratar de disfrutar cumpliendo con tus responsabilidades es, en mi opinión, pedir demasiado. Eso es un privilegio al alcance de muy pocos, me parece bien que intentes ser uno de esos afortunados pero, si no se puede, pues chica, es lo que hay, acéptalo. Por otra parte, y a pesar de lo dicho, la vida ya es lo bastante jodida per se como para, además, pasársela haciendo algo que te desagrada más allá de lo que puedes soportar. Es algo que debes sopesar, debes ser tú la que decida de qué agua estas dispuesta a beber y de cual no.

    2) ¿Alguna vez te planteaste aprender lo que te gusta por tu cuenta? No tiene sentido estudiar una carrera para luego no dar uso a la titulación adquirida. Desde mi perspectiva, la formación oficial tiene como finalidad obtener diplomas y acreditaciones que te granjeen la necesaria aceptación social para desempeñar determinados oficios. Deberías haber estudiado algo que pudiera servirte para ganarte los garbanzos y, mientras tanto, si es lo que quieres, podrías haber aprendido sobre lo que realmente te interesa por ti misma. Para aprender no se necesitan profesores, solo la firme voluntad de crecer.

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  5. 3) La mayoría piensa que el amor lo puede todo y que si alguien te quiere, tener una relación con esa persona (del tipo que sea) es siempre algo positivo. Esto es rotundamente falso, y no digo “pues yo opino que…”, no, es que no se corresponde con la realidad objetiva, y punto. Para que una relación afectiva con alguien sea positiva debe de haber, además de afecto, comprensión y/o respeto. Al decir comprensión me refiero a empatía, a que te entiendan, y al decir respeto me refiero a que acepten tus decisiones al margen de que las entiendan o no. Ten mucho cuidado con las personas que te aprecian sinceramente pero que, por el motivo que sea, desconocen tus procesos mentales. No te haces una idea de lo fácil que es que alguien destruya tu vida por completo creyendo que hacia lo mejor para ti. Esto es especialmente cierto para los padres, que prácticamente siempre se creen más sabios que sus hijos, a los que nunca dejan de ver como a niños que hay que llevar de la mano. Y es que el camino al infierno está plagado de buenas intenciones… ¡¡Cerebro antes que corazón!!

    4) En serio, Laura… necesitas urgentemente una inyección de ego. No solo tienes que darte cuenta de lo competente y valiosa que realmente eres, sino del hecho de que lo sigues siendo cuando nadie te lo dice. Un árbol se cae en medio de un bosque, pero no hay nadie que pueda oírlo; ¿hace ruido? Llevas unos pantalones rojos en una habitación completamente a oscuras; ¿es realmente rojo? Estamos en el año 825 d.c. y nadie sabe por qué las cosas se caen; ¿existe la gravedad? La respuesta es “si” en todos los casos, porque las cosas son como son, al margen de que haya o no alguien que pueda dar fe de ello. El que alguien te elogie o te denigre no te cambia a ti, solo cambia el concepto que tú tienes de ti misma o el cómo te sientas en ese momento. Piensa en cómo te sientes cuando alguien te dice que lo has hecho bien, y recuerda que tú eres siempre esa, aunque tiempo después nadie te lo diga o te diga lo contrario.

    En el caso de que haya dicho algo que te haya molestado u ofendido, lo siento, no es mi intención. Lo que pretendo es hacerte reflexionar y que puedas ver las cosas como quizá no lo hallas hecho hasta ahora. Yo no quiero, ni tengo derecho a, decirte lo que debes hacer con tu vida, lo que si deseo es hacerte pensar en todas tus posibilidades y en el significado y alcance de cada una de ellas, para que puedas hacer una elección que realmente puedas llamar tuya.

    Por cierto… Estelwen, Laura, ¿de verdad no os conocéis en persona? O.O Nunca lo pregunte (tampoco venia al caso) pero, por el afecto y la complicidad mutuas que emanan de vuestras palabras, supuse que erais amigas de toda la vida. Probablemente me esté metiendo donde no debo pero… creo que deberíais quedar físicamente. Un verdadero amigo es un tesoro que vale la pena ir a buscar ; )

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  7. ¡Hola, Daniel! Dichosos los ojos! Cuánto tiempo sin comentarios tuyos. Lamento mucho que hayas vuelto justo cuando me has pillado en un momento bastante bajo, pero supongo que es lo que hay. Sé bienvenido de nuevo a mi Biblioteca!

    Y ahora, pasemos a contestar los puntos uno por uno:

    1) Sé que el trabajo no es el lugar donde se va a hacer amigos y a pasárselo pipa con los compañeros. Se va a trabajar, tan sencillo como eso. Pero considero que el trabajo tiene que gustarte, por lo menos un mínimo, para que puedas desempeñarlo de manera satisfactoria, tanto a nivel profesional como personal. Si vas a estar 20 años con una depresión de caballo por estar ejerciendo un trabajo que no te gusta nada, mejor déjalo y busca otra cosa.

    2) Estás hablando con una chica que ha estudiado Historia por vocación, por puro gusto. Cuando estudiaba Historia, lo hice sabiendo que muy probablemente nunca me dedicaría a ello profesionalmente. ¿Fui una necia? Probablemente, pero ya no puedo cambiarlo. Ni quiero. Para ganarme el pan me vale cualquier cosa, pero estudiar lo que no te gusta es un suicidio. Esa experiencia no se la recomiendo a nadie.

    3) Te doy la razón en este punto. Muchas veces, nuestros seres más cercanos no son los que mejor nos conocen. A veces tiene que ser alguien fuera de la familia el que nos haga ver las cosas desde otro punto de vista. Los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos, pero su idea de lo que es mejor para ellos puede ser errónea, y acabar con la identidad hipotecada no es plato de buen gusto.

    4) ¿Y qué le voy a hacer si tengo la autoestima baja? Supongo que soy competente y valiosa, pero últimamente he tenido varios altibajos en mi vida que me han hecho sentirme un poco depre. Creo que lo que pasa es que todo se ha juntado y, bueno, llega un momento en que una no lo aguanta más. Pero te digo lo mismo que les he dicho a los demás: Gracias por tus palabras de apoyo y por estar ahí; gente como vosotros es la que vale la pena.

    Y no, Estelwen y yo no nos conocemos en persona, pero a veces casi parece que sí. Hemos conectado de maravilla y la considero una muy buena amiga. Puede que algún día nos veamos. Crucemos los dedos!

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