sábado, 5 de abril de 2014

La tiranía de los deberías


Recientemente, mis amigos Tere y Fabián se han convertido en padres primerizos de una preciosa niña a la que todavía no he tenido el gusto de conocer pero a la que ya llamo cariñosamente "pequeña Daenerys" (algún día os explicaré por qué). Por eso aprovecho para mandarles mis mejores deseos y que la pequeña les traiga montones de felicidad, como seguramente será.

Sin embargo, este hecho tan feliz no ha estado exento de malicia. No, no me entendáis mal. No me estoy refiriendo a mis amigos, sino a la gente que me rodea. Siendo más concretos (y sin dar nombres), me atrevo a hablar de gente bastante cercana, con cierta amistad conmigo o mi familia; personas que se permiten el lujo de decirme que a ver cuándo espabilo y me echo novio, me caso, me voy a vivir con él, encuentro un trabajo y tengo hijos, porque ya tengo una edad y si me quedo sola voy a ser la persona más triste del mundo.

Sí, amigos. Al llegar a cierta edad (sobre todo en esa franja que va desde los veinticinco a los treinta años), se supone que tienes que tener la vida resuelta... o lo que el grueso de la sociedad entiende por resuelta. La opinión más generalizada de la gente es que, si a determinada edad no cumples con unas expectativas, eres un fracasado, un mierdecilla y, en definitiva, no vales para nada. Como no has cumplido lo que se "esperaba" de ti, resulta que todo el mundo se cree con derecho a compadecerte, a sentir lástima por la felicidad que ya no vas a tener al lado de una pareja, con el trabajo ideal, rodeado de hijitos preciosos en una casita en el extrarradio...

¿Y sabéis qué es lo peor? Que aunque a ti eso te da igual porque sigues tu vida por otro camino, resulta que poco a poco, esas pullas empiezan a hacer mella dentro de ti. Y sientes que tal vez deberías estar buscando pareja para no quedarte solo a los treinta años. O tal vez sientes que el hecho de no haber tenido tu primer trabajo aún, a pesar de la que está cayendo, te convierte en el peor de los fracasados. Son solo ejemplos, pero en ellos está la palabra a la que quería llegar: DEBERÍAS. Y lo mejor es que esa serie de ejemplos tiene un nombre, que es el que titula este post.

La tiranía de los deberías.

Hace unos días, publiqué una entrada en la que confesaba sentirme triste y melancólica. Como esperaba, todos os habéis mostrado cariñosos y comprensivos conmigo; tanto los visitantes más asiduos de este blog como mis amigos de Facebook me han apoyado y me han dado muchos consejos (otros lo han intentado, en serio, pero mejor no les vuelvo a pedir opinión en el futuro, ejem...). En el post, confesaba estar depre por razones que a mí se me escapaban, que podrían interpretarse como frustración, desgana o cualquier otro término que sea válido en esta situación. Pero después de pensar tranquilamente y de poner en orden mis ideas, he llegado a la conclusión de que he vuelto a ser víctima de la tiranía de los deberías, que de vez en cuando se apodera de mí y me impide avanzar en la medida de lo posible.

Algunos estaréis pensando, ¿qué es la tiranía de los deberías? Puede que nunca hayáis oído hablar de ella, pero estoy segura de que muchos ya habéis sufrido su influjo destructivo. Os explico.

Todos tenemos deseos que nos gustaría ver cumplidos. Unos quieren sacarse una carrera universitaria, otros quieren encontrar un trabajo con el que poder sustentarse o ayudar a su familia. Otros se contentan con cosas materiales, como comprar la camiseta que tantas veces han visto en el escaparate, adquirir un libro que llevaban mucho tiempo queriendo leer, o recibir una entrada para el único concierto en España de Bruce Springsteen. Pero no solo lo material nos hace dichosos. Para algunas personas, el mayor deseo de su corazón es compartir su vida con sus seres queridos. Puede ser viviendo con su pareja, fundando una familia o incluso prestar su tiempo para ayudar a los demás. Estamos satisfechos cuando ayudamos a una persona que lleva tiempo pasándolo mal, o cuando nos dan una noticia muy agradable.

Todas estas cosas que he nombrado son parte del deseo que todo ser humano desea alcanzar: la felicidad.

El diccionario de la RAE define la felicidad como el “estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”. La felicidad es gusto, es satisfacción, es contento. No importa que venga dada por bienes materiales o de naturaleza espiritual. La felicidad tiene muchas caras y se manifiesta de muchas maneras: El rostro del estudiante que ha aprobado todo después de muchos esfuerzos, la expresión del pintor que ha logrado plasmar lo que quería en uno de sus cuadros, el regocijo de un niño que descubre que su mascota ha vuelto a casa… son solo unos ejemplos de lo que puede ser la felicidad. A algunas personas, tener dinero les proporciona una gran felicidad; para otras, esto es superficial, porque la verdadera dicha está en compartir una bolsa de pipas con sus mejores amigos. Así que todo se reduce a un hecho: Sea de la naturaleza que sea, cuando poseemos algo que deseamos, somos felices.

Pero, ¿de verdad merecemos ser felices? ¿O acaso el camino a la felicidad tendría que estar plagado de obstáculos que debemos superar?

Hay mucha gente que lo tiene todo en la vida: salud, dinero, trabajo, amor, amistad… Sin embargo, esas personas pueden no ser felices. Sus lamentos suelen provocar enfado en quienes no se consideran tan afortunados, y no es para menos. ¿Cómo es posible que una persona que lo tiene todo no sea feliz? Es más, debería ser feliz. Entramos aquí en el meollo de la cuestión: en la palabra debería.

Todos tenemos muy claro qué personas o qué cosas nos hacen felices. Además, todos nos consideramos individuos aparte, quizá distintos a los demás, que no seguimos ninguna regla prefijada de antemano, que somos únicos y especiales… pero no nos damos cuenta de lo fuerte que es el poder del rebaño. Pensamientos como “A mi edad ya debería tener novio” o “Con treinta años debería tener trabajo estable” nos frustran, nos llenan de angustia y, en ciertos casos, pueden provocar incluso una depresión. Así de fuerte es la Tiranía de los Deberías.

Dentro de la terapia psicológica y en especial en la corriente cognitiva-conductual, existen una serie de pensamientos e ideas distorsionadas que son erróneas y que provocan en el individuo un malestar significativo. Los “deberías” son unas premisas fijas impuestas por la sociedad que nos rodea que nos hacen ver la vida de manera poco flexible, impidiendo que alcancemos nuestras metas y propósitos. Son pensamientos negativos que minan la autoestima cuando pensamos que estamos obligados a ser, a sentir y a comportarnos de una manera incongruente con nuestra personalidad, incompatible con la situación o, simplemente, imposible de realizar para cualquier ser humano. Tras estos deberías se esconde el deseo de alcanzar la felicidad que sentimos cuando cumplimos las expectativas y nos sentimos aceptados dentro del grupo.

Esto no tiene nada que ver con el optimismo. Cierto que las personas optimistas, precisamente por esa faceta que tienen de poder ver y juzgar las cosas por su aspecto más favorable, tienen muchas probabilidades de conseguir lo que desean. El optimista sonríe, lucha, persevera. Si falla en su empeño, busca la manera de sacarle partido al fracaso. Pero el optimismo tampoco escapa a la Tiranía de los Deberías, pues no son pocos los individuos, profundamente deprimidos, que se obligan a sí mismos a ser siempre alegres y positivos.

En general, los deberías predominan en las personas que tienen un exceso de responsabilidad (impuesto por otros o por ellos mismos) o son muy perfeccionistas en todas sus acciones. Cuando una persona compara lo que “debería” ser o hacer, con lo que realmente es o hace, el hecho de que no cumpla con esas expectativas puede provocarle unas emociones muy negativas. La presión a la que estamos sometidos por ser perfectos, por hacer lo que todos esperan de nosotros, nos abruma en todo momento y nos enmarca en un sistema de obligaciones muy rígido del que cuesta salir.

Los “deberías” no abarcan solo a uno mismo, sino a todo el que nos rodea.

*Con uno mismo: El sentimiento de que tenemos que ser perfectos en todo cuanto hacemos (“Debería estudiar Medicina, y no Antropología”, “Debería vestir como les gusta a mis padres”).

*Con los demás: Los parientes o amigos más cercanos deben actuar como uno cree o quiere (“Deberías estar más pendiente de mí”, “Se supone que deberías apoyarme”).

*Con el mundo: El mundo en general tendría que aprobar lo que uno hace (“Deberían hacer caso de mi sugerencia”, “Yo soy así y los demás deberían aceptarme”).


¿Os suenan estos ejemplos? Seguro que todos habéis dicho o pensado algo parecido. Es muy difícil sustraerse a la Tiranía de los Deberías. Y considero que no debe confundirse con otras formas de enfocar el deber, como el hecho de pararnos para tratar de ayudar a una persona herida o que ha tenido un accidente. La Tiranía de los Deberías afecta a la personalidad del individuo, la condiciona para amoldarla a lo que otros quieren que sea. En ocasiones incluso se crea una especie de dualidad dentro de nuestra mente, dirigiéndola a veces hacia un lado y a veces hacia el otro. Es como si dos versiones de nosotros mismos discutieran entre ellos a la hora de afrontar un deber.

El psicólogo Fritz Perls llama a estos dos personajes top dog y under dog. El top dog es el que ejerce de protector de los deberías. Su manera de actuar es hacernos ver que su modo de enfocar la situación es el correcto y, como tal, es necesario que nos amoldemos a ese parecer. Se convierte en un tirano moralizador, mandón y represivo. Mandatos como “Debería trabajar más horas”, “Debería comer alimentos sin azúcar” o incluso “Deberías divertirte más”, son una buena prueba de su modus operandi. Apuesta por un ideal lleno de conductas aprendidas sin asimilar que abogan por el bienestar del individuo.

La otra cara de la moneda es el under dog que, sin quererlo, acaba convirtiendo al top dog en un opresor oprimido. El under dog, agotado por la dureza de las exigencias del top dog, tira la toalla cuando la situación se hace insostenible, incapaz de seguir luchando frente a algo que va contra su propia naturaleza. Veamos un ejemplo:

TD: Si quieres sacar una matrícula en el próximo examen, deberías estudiar también por las noches, aunque luego duermas poco. Estarás cansado, pero piensa en lo orgullosos que estarán los demás de ti.

UD: Lo he intentado otras veces, pero no puedo. Me da pereza. Me entrará el sueño y no estudiaré, así que perderé el tiempo. Además, me canso solo de pensarlo. Ya estudiaré mañana, cuando tenga más ánimo…


La reacción del under dog siempre es rendirse, pero lo hace porque no le dejan otra salida. Si los demás nos reprenden cuando damos la impresión de estar pasivos ante una adversidad, nos sentimos frustrados y tratamos de afrontar el problema. El miedo al fracaso, el temor de no ser lo que se espera de nosotros, nos hace retroceder y merma nuestras fuerzas. Nos rendimos, agotados, y es entonces cuando empezamos a culparnos por la debilidad que otros (tal vez la propia sociedad) han hecho despertar en nuestro interior. Frases como “Si mi compañero es capaz de levantarse a las cuatro de la mañana para estudiar y está tan fresco, ¿por qué no puedo hacerlo yo?” o “¿Por qué mi amiga puede comer chocolate y no engorda, y yo pruebo un poco y engordo un montón? ¿Por qué no puedo ser como ella?”, son ejemplos de la frustración que se puede alcanzar cuando nos dejamos vencer por los deberías.

El objetivo de la terapia psicológica es conseguir cambiar estas rígidas ideas por otras más racionales que hagan que el individuo se sienta bien consigo mismo. La enorme cantidad de deberías que rigen nuestras vidas llama la atención, y a veces no nos damos cuenta de ello. Es necesario, por lo tanto, revisar cuántos deberías nos provocan frustración y no nos hacen felices. Es preciso comprender que a veces, por mucho que nos esforcemos, hay cosas que no podemos conseguir. El camino que vamos a seguir en esta vida puede no ser el que los demás pensaban que sería… pero eso no tiene por qué ser malo. Observad cuidadosamente todos los deberías a los que os veis sometidos cada día y aprended a enfocarlos de una manera más positiva. Poco a poco, se eliminará esa rigidez mental y os volveréis más flexibles con vosotros mismos.

Recordad que no hay un camino para alcanzar la felicidad: la felicidad es el camino.


PD. Muchas gracias a Andrea, fantástica psicóloga y mejor amiga, por darme información y enseñarme a superar esta tiranía.

12 comentarios:

  1. Uan reflexión muy interesante, la verdad es que he tenido que leerla despacio porque me ha hecho plantearme (como a ti, supongo) muchas cosas.

    La principal conclusión que he sacado es que los "debería" no son malos de por sí (al fin y el cabo, todos necesitamos ponernos metas y objetivos en la vida), pero hay que aprender a diferenciar sobre si ese algo que debería hacer, debería hacerlo porque a mi me conviene y me ha a hacer feliz o porque es lo que los demás esperan de mí. Lo que dices de tener pareja y formar una familia es un buen ejemplo. Hay personas que no están hechas para vivir en pareja y que no tienen paciencia o instinto de criar niños. También hay personas que no pueden ser felices del todo sin el amor de una familia. Tanto unas como otras son respetables y lo de "deberían" es seguir el camino que las hace felices, no lo que los demás esperen de ellas o lo que los demás les digan que deben hacer. Pero ojo, para eso tienen que ser honestas consigo mismas. Tan perjudicial y engañoso veo yo que una persona solitaria e independiente por naturaleza se case y tenga hijos a la fuerza sólo porque todo el mundo le dice que "debería hacerlo" o que "se le va a pasar el arroz", como que una persona que realmente desea amor y formar una familia se resigne a no hacerlo o se autoconvezca a sí misma de que en realidad no lo necesita, porque teme no poder conseguirlo y no quiere dar imagen de perdedor o de fracasado a los ojos de los demás (ya sabes, un poco en plan la fábula de la zorra y las uvas).
    Vamos, que si un "debería" nos frustra y no nos deja ser felices porque en realidad es algo que no deseamos realmente sino algo que se nos impone desde fuera, tenemos que liberarnos de ello. Pero si ese "debería" nos frustra porque lo deseamos con toda nuestra alma y no lo conseguimos, ¡lo que tenemos que hacer es luchar por ello! Al fin y al cabo sólo tenemos una vida en este mundo, y lo único peor que fracasar es rendirse sin haberlo intentado. Sobre todo porque la vida da muchas vueltas y ese sueño que hemos dejado por imposible podría estar esperándonos mañana a la vuelta de una esquina.

    Me parece que antes de decidir lo que debemos o no hacer con nuestras vidas para ser felices, tenemos que tener claro en qué consiste para nosotros la felicidad, y eso sólo lo podemos saber mirando en nuestro interior y siendo honestos con nosotros mismos. La cuestión es, ¿lo somos? :-)

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    1. Claro que los "deberías" no son malos, pues todos necesitamos plantearnos unas premisas para saber lo que queremos hacer en la vida. El problema, y es lo que le pasa a mucha gente, es cuando esa guía se convierte en un lastre porque lo vemos como una obligación moral. No sé si soy yo sola o si le pasa a más gente, pero a mí la presión social me afecta bastante. A veces me siento fatal si no cumplo con una expectativa que los demás depositan en mí, o que yo misma me he marcado. Y es realmente terrible porque es una frustración constante: pensar que no eres lo suficientemente buena para hacer algo que para los demás está chupado. Si lo pienso con detenimiento, veo que no tengo por qué sentirme mal, pero eso no quita que haya momentos en los que me afecta.

      El deberías de la pareja no es lo que más me molesta, pero sí es el que escucho con más frecuencia. No me importa que me lo digan, porque veo cuál es el perfil de la gente que me lo dice, pero no me hace gracia que me miren raro o me compadezcan. Creo que hay personas que son dignas de mucha más compasión que yo, y por cosas más graves. Pero la presión es tan fuerte que incluso a veces me hacen sentir como si fuera un bicho raro, cuando en realidad no lo soy. Así de poderosos son los "deberías".

      Y es cierto eso que has dicho sobre que los "deberías" que nos frustran no son lo que realmente deseamos. Si todo el mundo te presiona para que hagas algo que en realidad tú no quieres hacer y, además, no lo consigues, la frustración es mayor. El optimismo no tiene nada que ver, porque si somos optimistas, un resbalón no nos va a alejar de nuestro camino. Yo, por ejemplo, tengo muy claro que quiero dedicarme a escribir, con todas las consecuencias que eso traiga, ya sean buenas o malas. Es lo que me hace feliz, aunque los demás lo vean como una tontería. Y ningún "deberías olvidarte de escribir" me va a echar para atrás. Aunque tarde en conseguirlo, sé que algún día lo conseguiré. Esa es mi consigna.

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  2. Soy la de siempre, jeje

    En primer lugar, ¡gracias por el P.D! :). Está muy acertada la entrada del blog, muy buenr esumen de la información. A mi me gustó mucho estudiar esta tiranía y siempre tengo muy presente. Es que los "deberia" en teoria no son malos. puede servir para marcar tus propios objetivos en la vida, pero a tu propio ritmo y a tu manera. Lo malo es cuando se convierten en una mochila llena de piedras q tienes q llevar cada día. No por tener una edad, 20,. 25, 30, 35 "tienes que" tener cumplidos todos esos objetivos. La vida no es algo fijo, con tiempos marcados. Las personas no vamos en linea recta.
    Lo peor de todo es cuando la sociedad nos dice que a tal edad ya deberiamos haber hecho bla bla bla.... y si no, ¿que?. A este paso nos pondrán pegatinas discirminadoras.
    :)

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    1. Lo que pasa con los "deberías" es que la gente realmente no se da cuenta cuando te dicen algo que no solo se puede tomar por el lado menos apropiado, sino que también contribuye a deprimir aún más a la persona a la que le hacen esas sugerencias. Menos mal que siempre hay gente que se percata del malestar que pueden producir y, en definitiva, apoyan a los demás para que sigan su propio camino. Y a quien no le guste, que reviente!

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  3. Cuando dices “…me han apoyado y me han dado muchos consejos (otros lo han intentado, en serio, pero mejor no les vuelvo a pedir opinión en el futuro, ejem...).” supongo que te refieres a mí. Te agradecería que no te tomases la molestia de negarlo, pues no soporto la diplomacia ni la elegancia. Y si, en efecto, soy muy egocéntrico XD

    Me sorprende muy gratamente poder decir lo que voy a decir a continuación: Estelwen, estoy de acuerdo contigo en cada cosa que has dicho. No cambiaría ni una coma. Si tuviese que dar mi opinión, incluso cometería la misma errata que tú al principio =P . Ummmm… no se… los astros deben de haberse alineado o algo XD. Ahora en serio, pienso exactamente igual que tú al respecto de lo que has comentado = D

    Oye, Laura, anfitriona mía, te voy a contar un secretito… la mayoría de la gente es basura. Son solo montones de carne, vísceras y gelatina. En cierto modo, se parecen bastante a las cucarachas, solo que dan más asco. ¿Por qué te afecta tanto lo que te digan? Esto es exactamente a lo que me refería cuando dije que la sensibilidad es un defecto. Eres una persona claramente responsable, incuestionablemente culta y, probablemente, bastante inteligente. Si además fuese cierto que eres leal y sincera, estarías tan por encima de los demás que tendrían que sentirse afortunados de poder gozar del privilegio de tu presencia… aunque, por supuesto, no lo harán, porque son escoria incapaz de percibir, y mucho menos de valorar, lo que hay a su alrededor. Si te hacen daño es porque tú se lo consientes. En ese sentido, es culpa tuya. Busca a aquellos pocos que merezcan la consideración de igual, y descarta al resto. Eres un titán entre insectos, no lo olvides.

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    1. Pues siento tener que corregirte, pero la verdad es que no estaba hablando de ti. No me gusta tener que dar explicaciones, pero hoy voy a hacer una excepción. Cuando comenté mi malestar, al mismo tiempo que lo hice por medio de este blog también lo hice a través de Facebook, donde muchos amigos míos me dejaron comentarios con palabras de ánimo y consejos. Pero hubo un par que me dieron un consejo que, sin dar nombres ni entrar en demasiados detalles, haría enrojecer de vergüenza al mismísimo Rocco Siffredi. En ningún momento me he referido a ti ni he tenido intención de hacerlo. ¿Por qué pensaste que hablaba de ti? ¿Tanto dudas del consejo que me diste con la mejor intención del mundo? ¿Tan poco valor le das a tus palabras?

      ¿A qué te refieres con la "errata" de Estelwen? ¿En qué se ha equivocado? Su opinión está bien, ¿no?

      Y, por último, siento tener que acabar discrepando contigo. No creo que la gente sea basura. Puede que sus opiniones no sean las más apropiadas o estén expuestas siguiendo unas pautas dadas por la educación y otra forma de pensar, pero no creo que sea motivo suficiente para considerarlos peores que insectos. No sé lo culta o inteligente que soy, pero no me creo mejor que nadie ni pienso que esté situada en un plano moral superior al de los demás. Aprendo de todo y de todos; aunque no me guste su opinión o me afecte en determinados momentos de mi vida, tengo la fuerza suficiente como para poder defenderme sola.

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    2. Creo (releyendo mis propias palabras) que se refiere a que al principio he escrito "uan" reflexión en lugar de "una" reflexión. Mea culpa por escribir tan deprisa :-)

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  4. Muchas gracias por hacer una excepción por mi ^_^ , y yo si le doy valor a mis palabras, los que no suelen dárselas son los demás.

    Laura, la tolerancia es una gran virtud… hasta cierto punto. Como con todo, si te excedes, se convierte en un defecto. Para mí, es de vital importancia diferenciar entre aquellos que merecen mi respeto y/o mi afecto y aquellos que no. Generalmente, solo mis allegados pueden dañarme, es un privilegio que les concedo. Si la opinión de cualquiera fuese válida para mí, significaría que no sabría valorar a aquellos que de verdad merecen mi atención. No todas las voces merecen ser escuchadas por igual, aunque todas merecen la oportunidad de demostrar hasta qué punto merecen ser escuchadas.

    Por otra parte, está el tema de la humildad y la soberbia. Ambas son defectos, pero se refieren a cuando tu percepción de ti mismo no se corresponde con la realidad. Si te crees mejor que los demás, y realmente lo eres, no estas siendo soberbio, si no honesto contigo mismo. El problema de esto es que hay que ser muy autocritico, analítico y, especialmente, objetivo, para saber, realmente, quién está por encima de ti, y quien por debajo. En estos momentos carezco de la información necesaria para afirmarlo, pero estoy convencido de que eres superior a la mayoría en diversos aspectos. Pienso que “deberías” olvidarte del “deberías pensar que todos somos iguales” y ser más realista. Lo que quiero decir con todo esto, es que vales mucho tia, que eres especial que te cagas, y que hasta que no abras los ojos y lo veas, no podrás liberar todo el potencial que hay en ti. Y por cierto, nótese que yo no gano nada besándote el culo, si te digo esto es porque lo pienso.

    ¡Premio para Estelwen!, ¡acertaste! XD (aunque tampoco era tan difícil… =P ). Por cierto Estelwen, he de confesarte algo. No solo es que esté completamente de acuerdo con tus palabras… es que me han afectado. Llevo días dándole vueltas a algunas de las cosas que decías en ese comentario. Concretamente, me refiero al hecho de que no tengo coraje para perseguir mis sueños. He fracasado muy dolorosamente en diversos ámbitos y ocasiones, y no me encuentro, ni tengo expectativas de encontrarme, con fuerzas para seguir intentándolo. El resultado de todo esto es que me pudro lentamente mientras veo como la vida se me escapa como arena entre los dedos.
    Y tengo que decirte algo más, Estelwen... Por lo que he leído por aquí, tienes una pareja que te adora y con la que tienes una estupenda relación, y estas maravillosamente encinta de una pequeñuela que, presumiblemente, redimensionara tu vida… En algún oscuro rincón dentro de mí, se desliza suavemente una envidia venenosa y lacerante. Te suplico que me perdones por ello. Lo siento.

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    1. ¡Vaya! La verdad es que me siento muy halagada con lo que dices. Y sí, es verdad que actualmente estoy (felizmente) casa y con una nena en camino, pero tengo que admitir que no siempre me ha ido tan bien todo. Me ha tocado mi ración de decepciones, traiciones, depresión y no ver la salida, como a todo el mundo. Por eso soy una firme defensora de la idea de que todo lo que baja acaba subiendo y de que, por chungas que nos vayan las cosas, hay que tener esperanza en que mejorarán.

      Y, ¿sabes una cosa? A mí también me quedan sueños por cumplir. Un sueño muy grande, que además comparto con Laura: el de convertirme en escritora. Creo sinceramente que tengo potencial para ello, pero con lo difícil que siempre ha sido publicar para los desconocidos como nosotros, y más aún ahora con la crisis... Pues no me engaño, sé que está jodido, pero pienso seguir intentándolo. Es una lusión que tengo desde bien pequeñina. Estoy segura, de verdad, de que tú tienes más posibilidades que yo de conseguir tus sueños si tampoco te das por vencido ;-)

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  5. En el caso de que tu intención fuese animarme, te diré que no lo has conseguido… no obstante, el hecho de que lo hayas intentado (si es que así ha sido) es un hermoso gesto por tu parte. Gracias ^_^

    Ummmm… hay algo que no me ha quedado claro: ¿Qué es lo que entendéis por “ser escritor/a”? Lo digo porque si vuestra respuesta es “reconocimiento público y elevados ingresos”, pues si, lo tenéis crudo, la verdad. La competencia es desproporcionadamente alta. Cuando voy a la biblioteca de mi localidad o a mi librería habitual y observo la ingente cantidad de volúmenes en los anaqueles, me doy cuenta de que, aunque solo una pequeña fracción de ellos pueda interesarme, nunca podría leer todo lo que me gustaría. Así, para un lector, hacer una buena elección es cuestión, entre otras cosas, de suerte, por lo que el talento y la habilidad en el arte de la escritura no garantizan el éxito, solo dan una oportunidad, nada más. Peeeeeeeero… tal vez ser escritor no sea tener éxito. Para mí, un buen escritor es aquel que escribe buenos libros, con independencia de si estos son muy leídos o no, o de si te los publican o se quedan en un cajón. Al fin y al cabo, un asesino que no es atrapado nunca, sigue siendo un asesino. Dicho esto, me gustaría añadir que, si alguna de las dos me proporciona algo de su creación, lo estudiaré con voracidad y atención, y os devolveré una crítica cruel (o sea, sincera). Ummmm… creo que Laura escribió ya un libro, ¿no? Leí algo de eso por aquí hace tiempo. Anfitriona, anfitrionaaaaaaaaa… pásamelooo… andaaaaaaaaa =P

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    1. Pueees... escritor es el que escribe, ni más ni menos. Le dediqué una entrada a ese tema hace tiempo; si quieres, puedes echarle un vistazo. Y sí, es complicadísimo convertirse en un escritor de éxito, porque el mercado está abarrotado y solo se le da primacía a unas pocas obras, y a veces siguiendo una moda pasajera y repetitiva (Crepúsculo, 50 Sombras de Grey, etc.). Son novelas de escasa calidad, pero que se venden como churros porque se les da una publicidad impresionante. Y mientras tanto, obras realmente notables siguen esperando su turno o no son leídas por nadie.

      Y si queréis leer algo que he escrito (y que estoy tratando de que se publique), pasaos por mi otro blog, donde publiqué una novela para todos los públicos, aunque está registrada. Es de temática adolescente, pero os puede gustar. Y espero comentarios! Id a este enlace para ir ya al primer capítulo:

      http://desdemipluma.megustaescribir.com/2013/03/13/a-pesar-de-todo-capitulo-1-natalia/

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    2. A mí no me hace falta convertirme en la nueva Stephenie Meyer, me bastaría con pubñicar mis escritos y que un número razonable de gente los lea, y que les gusten. Poder vivir de ello, aunque nunca me haga millonaria. ¡Soñar es gratis!

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