martes, 16 de octubre de 2012

Gracias a Dios que Dios no existe


¡Qué poco me gusta la gente que empieza a hablar de Dios como alguien a quien debo rendir cuentas sobre mis actos! ¡Qué horrible es ver a personas que ensucian los principios de una religión por hipocresía o por ganar puntos de cara al resto del mundo o en vistas a su próxima vida en el Cielo! ¡Qué asco me dan los que tratan por todos los medios de convencerme de que existe una deidad todopoderosa más allá del universo que sabe lo que pienso y lo que hago en todo momento!

La existencia de Dios siempre ha sido, y seguirá siendo, un tema espinoso y con multitud de claroscuros en los que tal vez yo no debería adentrarme. Lo malo de ser atea es que siempre tengo que andar con pies de plomo porque los cristianos se ofenden y empiezan a llamarme de todo, desde "zorra ignorante" a "prostituta de Babilonia". Confieso ser historiadora y amante de las artes y las letras, pero en este aspecto me posiciono completamente a favor de las ciencias. Y es que la ciencia sé que existe y me da las respuestas que busco, cosa que no ha hecho la religión hasta el momento.

En mi adolescencia no fui feliz. Algún día comentaré mis experiencias en el instituto, pero todavía no es el momento. Baste decir que no era una compañera muy apreciada y que había gente que se metía conmigo por razones que ni yo misma entendía, convirtiendo mi vida en un infierno. En aquellos años, yo buscaba a Dios desesperadamente. Leía libros de religión y escuchaba historias del Nuevo Testamento que hablaban de la piedad, de la compasión, de los que sufrían... y de cómo algún día ese sufrimiento se vería recompensado con el Cielo. Llegué incluso a plantearme la posibilidad de profesar en un convento, aunque no se lo he dicho nunca a nadie, porque tenía la convicción de que ese mundo era para mí.

Pero fui creciendo, y con los años me di cuenta de que a nadie le importaba una mierda si yo sufría o no. Ninguno de los que se metía conmigo se planteó jamás si yo tenía sentimientos. Me volví seria. Me volví cínica. Me sentía sola. Pensar en la existencia de Dios no me hacía más fuerte; al contrario, me volvía débil porque no lo veía por ninguna parte. Mi corazón deseaba creer en él, pero descubrí que todo el tiempo había estado equivocada. En la Biblia se dice que Dios concedió a los humanos libre albedrío y que por eso no podía interferir en sus problemas y conflictos diarios. Fue cuando comprendí que Dios no iba a ayudarme por mucho que yo rezara. La respuesta estaba en mi corazón y en mi cerebro.

Entendí con total claridad que Dios no es sino un sueño al que la gente se aferra cuando no tiene nada en lo que apoyarse. Cuando no existe explicación para nuestros pesares, nos refugiamos en Dios. Si conseguimos algo es porque Dios quiere. Si todo ha salido bien, decimos "gracias a Dios". Las religiones, sobre todo las religiones del Libro, son dogmas que nuestros padres o nuestros abuelos nos han enseñado en nuestra más tierna infancia. Cuando crecemos, solemos desengañarnos de los principios de esas religiones, pero siempre hay alguno que sigue creyendo con certeza que Dios existe. Y esto me parece una contradicción. ¿No eres religioso pero crees en un personaje de una religión? Eso es como decir que yo creo en Zeus, en Osiris, en Thor o en cualquier deidad que haya tenido una cierta trascendencia en la gente. Incluso puedo ir más lejos y decir que los dioses que yo me invento son seres reales y, como tales, los adoro y honro.

Obviamente, los cristianos, judíos y musulmanes se estarán rasgando las vestiduras y me atacarán con una de sus falacias favoritas: No puedo demostrar que no existe un ser superior. Nadie ha visto a Dios, pero tenemos que creer en él. Entonces, como nunca he visto un hada, ¿puedo creer en ellas? ¿Es lícito que crea en los duendes, en los silfos o en los trolls? Los creyentes tampoco pueden demostrar que estos seres no existen y, sin embargo, la Iglesia los ha condenado como una superstición de los antiguos pueblos salvajes, que buscaban en la naturaleza la respuesta a sus preguntas cotidianas. Pues mire usted, exactamente igual que las religiones monoteístas que nos han acompañado a lo largo de la Historia.

Precisamente mi principal apoyo es la Historia. Los ateos no causamos ni una sola guerra de religión, no juzgamos a nadie por sus creencias religiosas, no apoyamos el genocidio nazi (algo que el Vaticano aprobaba), no derribamos las Torres Gemelas en virtud de una cruzada contra el infiel, no cometimos barbaridades con tal de salvar el "alma" del prójimo, no vemos a los homosexuales como pecadores o delincuentes, no defendemos que la mujer sea inferior al hombre sólo porque Dios lo dice, y así podría seguir durante un buen rato.

En la Edad Media, que marcó el auténtico auge y expansión de las religiones monoteístas (aunque el Judaísmo ya era muchísimo más antiguo), se cometieron auténticas atrocidades en nombre de Dios. Baste mencionar las Cruzadas como ejemplo más emblemático, las guerras por la conquista del Santo Sepulcro. O la Inquisición, los juicios de la fe, en los que no se escatimaban torturas para hacer confesar al reo que era judaizante o que adoraba a Satanás. Las sucesivas expulsiones de los judíos porque cometieron el pecado de condenar a Jesucristo. Las invasiones musulmanas con el objetivo de expandir la fe verdadera, aunque para ello tuvieran que pasar a la gente por la espada. ¿Maldad? ¿Ignorancia? No, peor. Dios lo quiere.

Es cierto que también durante la Edad Media se recopiló mucho material didáctico antiguo, casi todo de origen griego y romano. Se tradujeron muchos libros que a día de hoy habríamos perdido, y eso fue gracias a la Iglesia católica, al Judaísmo y al Islam. Pero también es cierto que ese saber no llegaba a todos por igual. El pueblo llano era ignorante y no tenía manera de acceder a esos saberes. Y aquellos que, habiendo leído, cuestionaban los dogmas religiosos, eran condenados a morir entre atroces tormentos.

Los siglos han pasado y la humanidad poco a poco va madurando, pero las religiones se han quedado estancadas, obsoletas. No sirven más que para tener a la gente subyugada. Marx consideraba que la religión era el opio del pueblo, y no se me ocurre una metáfora mejor para definirla. Es una felicidad ilusoria. Esa creencia en que hay un paraíso prometido después de nuestra muerte es como si yo me imagino que hay un mundo mágico más allá del arcoiris. Es una filosofía amuermante, carente de sentido fuera de un contexto puramente cultural. Es de locos ver cómo la gente sigue diciendo que no cree en la religión pero echa un poco de agua de Lourdes para lavarse las llagas de los pies o adorna el salpicadero de su coche con una rama de laurel bendito o una estampita de San Cristóbal, creyendo que así incluso va más protegido. Superchería pura, en mi opinión.

He leído mucho al respecto y, como ya he dicho, podría pasarme horas hablando de este tema en concreto. Es un tema muy largo y puedo dejarlo para otro post. Pero quiero dejar aquí algunas de mis conclusiones, porque tal vez le sirvan a alguien que se está planteando dudas o no está seguro del sentido de su vida. Mi respuesta es esta: La vida no tiene más sentido que el que tú le des. Es un pedazo de tiempo, un rinconcito de la Historia, con el que tú puedes hacer lo que quieras. Tu familia y tus amigos te mostrarán principios buenos y malos, y será decisión tuya escoger los que seguirás. No busques dioses que den una explicación a tu existencia o que te prometan un maravilloso futuro en el Más Allá o en una reencarnación posterior. Busca el camino de la sabiduría, vive una vida plena de la que te sientas orgulloso y prepárate poco a poco para afrontar la muerte que un día te llegará. Disfruta de una vida dichosa, haz el bien, ayuda a los demás, respeta a los que no son como tú o no comparten tus ideas. No permitas que nadie te haga daño a ti o a tus seres queridos en nombre de Dios o de quien sea, porque tu vida es tuya y Dios no va a venir a arreglártela por mucho que reces o dones dinero a los pobres.

Quizá los que leáis este post pensaréis que soy una amargada o una oveja descarriada que perdió a Dios por el camino y siguió otra senda equivocada, que mi alma está condenada y ya no puedo hacer nada para salvarla, que soy una "atea histérica" que se ha apuntado a una nueva y extraña moda de no creer en Dios. Sin embargo, yo me considero una persona de moral sana, de sólidos principios de respeto a mis semejantes, con una vida plena que yo solita me he forjado y que me queda por forjar. Sólo me resta decir: Gracias a Dios que Dios no existe.



2 comentarios:

  1. Yo soy agnóstica, pero porque me parece la opción más racional, en el sentido de que a lo mejor si hay "algo" que la ciencia aún no ha descubierto y que rige de algún modo el universo, en lo que absolutamente no creo es en las religiones, cualquiera de ellas, desde las monoteístas hasta el animismo pasando por Zeus y Odín, me parecen un atajo de supesticiones mezcladas con una "filosofía" adulterada para que los pobres se conformen con su desgracia y los ricos tengan con qué controlar a la plebe. Y lo peor es que en nombre de Dios han traicionado, han violado y con todo ello se han lucrado, han silenciado genocidios de gran parte de la humanidad. El mundo, la ciencia, el pensamiento han avanzado a pesar de la religión, no gracias a ella. Me parece absurdo que en estos tiempos se intente acomodar la visión del mundo e una persona del siglo XXI en la visión de un triste esclavo que predicaba a pastores analfabetos de la Palestina de hace 2000 años.
    Por cierto, me encanta tu blog y también GdT
    Fátima

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    1. En cierto modo, mi opinión atea al respecto puede considerarse radical y, si me apuras, un tanto "soberbia" en determinado contexto. ¿Quién soy yo para declarar que Dios existe o no? Como bien dices, podría haber algo más, algo que todavía no conocemos. Sin embargo, si hay algo... ¿ese "algo" es Dios? ¿Qué clase de Dios es y por qué ostenta el poder de regir el universo, si es que lo tiene? No sé. Mi opinión es que no existe tal ente todopoderoso, pero respeto tu opinión.

      Todas las religiones fueron concebidas sobre una misma base: son la primera respuesta que los seres humanos buscaron sobre su propia existencia y el sentido de la misma. En su concepción no tienen por qué ser malas, pues ofrecen su visión del mundo tal como la percibe una determinada cultura. Lo que yo critico es el mal uso que se ha hecho de ellas. Las religiones dejaron de ser un instrumento filosófico para convertirse en excusa para perpetrar abusos y maldades a lo largo del tiempo. A pesar de que los tiempos han cambiado, la esencia de una religión no va a cambiar nunca porque perdería su esencia. Aunque estaría bien que se modernizaran, porque en los tiempos que corren hay creyentes que se plantean nuevas cuestiones que la religión que profesan no les sabe responder.

      Gracias por pasarte por aquí, Fátima! Eres bienvenida ^^*!

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