miércoles, 4 de octubre de 2017

Pogo, el Payaso Asesino


¡Hola a todos!

¡Y empieza el mes del terror en la Biblioteca de Laura! ¿Pensabais que no iba a haber mes del terror este año? A juzgar por mi escasa actividad en el blog, yo también lo pensaría. Pero estáis de suerte, mis queridos lectores, porque últimamente me encuentro con ganas de buscar cosas relacionadas con el terror, lo escabroso, lo perturbador. He navegado un poco por la red estos días y he encontrado cosas que me parecen dignas de compartir en este blog, pero eso lo iréis viendo en los próximos días.

Este año voy a empezar el mes del terror con una biografía. Si habéis leído el título, ya os estaréis haciendo una idea de por dónde van los tiros. Con el actual remake de It, estoy segura de que muchos habréis visto la nueva película basada en la novela homónima de Stephen King. Pero tal vez algunos no sepáis que King se inspiró en un asesino en serie real para crear al payaso Pennywise. Hoy os traigo la biografía y carrera criminal de ese hombre, de ese monstruo que sirvió de inspiración para otro monstruo que se convertiría en el paradigma de la maldad absoluta.

Seguid leyendo y disfrutad!





El nacimiento de un monstruo

John Wayne Gacy nació el 17 de marzo de 1942 en Chicago, Illinois. Aunque de niño estuvo muy unido a su madre y a sus dos hermanas, la relación que tenía con su padre, un hombre machista, alcohólico y maltratador que golpeaba con frecuencia a su mujer y a sus hijos, nunca fue buena. Además de los constantes desprecios y maltratos de su padre, a los 6 años Gacy sufrió abusos sexuales por parte de un hombre cercano a la familia, lo que le pudo haber marcado de por vida. A todo esto hay que añadir que a los 11 años sufrió un accidente al golpearse en la cabeza con un columpio, lo que le provocó un coágulo en el cerebro que pasó desapercibido para todos hasta que cumplió los 16 años, momento en el que empezó a sufrir mareos y desmayos.

A pesar de haber cambiado hasta cuatro veces de universidad y de no haber logrado graduarse nunca, Gacy consiguió salir adelante trabajando en Las Vegas y en diferentes lugares de Illinois. Empezó a estudiar Ciencias Empresariales, inició una exitosa carrera como vendedor de zapatos y se casó por primera vez. Sin embargo, a mediados de los años sesenta empezarían los problemas para el matrimonio debido a las tendencias homosexuales de Gacy, que este trataba de reprimir a toda costa sin conseguirlo. Pero la ruptura definitiva del matrimonio vendría a raíz de la detención de Gacy en 1968 bajo la acusación de haber violado y sodomizado a un chico de 15 años. A pesar de que fue sentenciado a pasar 10 años en prisión, Gacy solo permaneció encerrado dieciséis meses; obtuvo la libertad condicional en junio de 1970 debido a su buen comportamiento, lo que llevó a las autoridades a pensar que empezaba a mostrar signos de adaptación y reinserción.

Sin embargo, por aquel entonces nadie tenía el modo de saber lo que iba a ocurrir poco tiempo después. Hasta ahora, los hechos aquí relatados no son nada en comparación con lo que pasaría cuando Gacy liberó toda su furia homicida. Un monstruo acababa de salir de la cárcel y el terror no había hecho más que empezar.



El payaso asesino

Tras salir de la cárcel, Gacy se mudó a la localidad de Summerdale Avenue, donde esperaba rehacer su vida. En los meses siguientes, se hizo muy conocido en la comunidad debido a su fama de hombre amable y ejemplar. Se afilió al partido demócrata y comenzó a involucrarse activamente en temas políticos, lo que le llevaría incluso a conocer a la futura Primera Dama, Rosalynn Carter.

Pero lo que verdaderamente engrandeció el nombre de John Gacy fue su intensa participación en asociaciones caritativas y benéficas. Aunque la mayor parte de su tiempo lo dedicaba a su segunda esposa y a la empresa de contratistas y albañilería que él mismo había montado, en cuanto tenía ocasión se volcaba por completo en los demás. Organizaba fiestas y barbacoas a las que invitaba a todos sus vecinos y amenizaba las tardes de los niños que estaban ingresados en el hospital. Los vecinos le conocían por ser uno de los hombres más amables y bonachones que jamás habían conocido, y los niños le conocían por el nombre de Pogo, apodo que se había puesto el propio Gacy cuando se disfrazaba de payaso para divertir a los pequeños hijos de sus vecinos.

Entramos aquí en la parte más macabra de la vida de John Wayne Gacy: su alter ego, Pogo. En el mundo hay miles de personas que le tienen un pánico irracional a los payasos, miedo que recibe el nombre de coulrofobia cuando ese terror es bastante serio. Pero aunque no padezcamos de coulrofobia, es un hecho innegable que la figura del payaso genera un terror muy difícil de explicar. ¿Qué podría ser más simpático que un payaso que hace cabriolas y trucos para divertir a los demás? Tal vez sean su nariz roja, su pelo de colores y su rostro, maquillado de manera casi grotesca, lo que nos hace sentir aprensión hacia el payaso, pues ataviado de esa guisa se convierte en una parodia esperpéntica de un ser humano que a algunos les mueve a risa, pero a muchos otros les provoca una extraña desazón.

Pogo es, precisamente, la culminación de ese temor hacia la figura del payaso. El personaje alegre, gracioso y bonachón que aparece en escena maquillado y enmascarado para divertir a los niños también oculta un lado cruel, salvaje y despiadado con aquellos a quienes se supone que debe divertir. Pogo es la cara amable y divertida de Gacy, un disfraz bajo el que se esconde el asesino de adolescentes que dejó tras de sí un reguero de sangre y muerte en la pacífica comunidad de Summerdale Avenue. Por eso, no sorprende que el propio Stephen King se inspirara en él para crear al célebre Pennywise, el monstruo maligno que adoptaba la forma de un payaso para aterrorizar al grupo de los Perdedores en la conocidísima novela It (Eso).

Como todos los asesinos en serie, Gacy tenía su propio modus operandi a la hora de secuestrar y matar a sus víctimas, método que fue refinando y perfeccionando durante seis angustiosos años. Sus objetivos eran siempre adolescentes, chicos cuyas edades oscilaban entre los catorce y los veinte años, a los que no le costaba nada captar para que subieran a su coche o acudieran a su empresa de albañilería con la promesa de ofrecerles un trabajo. La mayoría de los chicos le conocían por sus shows de payaso y se fiaban de él, creyéndole una buena persona que solo quería ayudarlos, por lo que no tardaban en aceptar sus propuestas. Pero en cuanto Gacy les tenía a su merced, empezaba para ellos la verdadera pesadilla.

El primero fue Timothy McCoy, un chaval de quince años que desapareció misteriosamente en 1972 y nunca más se volvió a saber de él. Y tras él fueron los demás, sumando un total de 33 víctimas cuyos cuerpos se hallaron enterrados en el sótano de Gacy o tirados en el cercano río Des Plaines. Ante esta oleada de desapariciones, la gente de Chicago estaba cada vez más asustada. La policía tenía serias dificultades para investigar el caso debido a la carencia casi total de pruebas y de un sospechoso; y es que nadie sospechaba que Gacy, el que todos consideraban como el vecino perfecto, era quien había llevado a cabo los secuestros y posteriores asesinatos.

Sabemos de las atrocidades que Gacy cometió contra sus víctimas porque, contra todo pronóstico, una de ellas sobrevivió. Jeffrey Rignall, un chico que acostumbraba a salir a tomar unas copas a alguno de los bares del lugar, fue abordado una noche por Gacy, quien se ofreció a llevarle en su coche al lugar que él le indicara. El chico aceptó y subió al vehículo, y casi al momento Gacy se abalanzó sobre él y le puso en la cara un pañuelo impregnado de cloroformo. Cuando Rignall despertó, se encontró con una escena dantesca: Gacy, desnudo ante él, le iba mostrando diversos objetos de tortura sexual y le describía cómo se utilizaban y cuánto dolor le iban a provocar. Uno tras otro, Gacy probó todos los objetos con el chico mientras se regodeaba en su sufrimiento. Al acabar la interminable sesión de tortura, Gacy solía rematar a sus víctimas estrangulándolas. Sin embargo, la voluntad de Rignall por sobrevivir era tan fuerte que ni siquiera Gacy pudo doblegarla; el chico despertó bajo una estatua del Lincoln Park en Chicago, herido, con el hígado destrozado por el cloroformo, traumatizado… pero vivo. Sin embargo, aunque parezca mentira, nadie creyó a Rignall cuando denunció a su agresor y señaló su foto en una rueda de reconocimiento.

Durante los meses siguientes, más chicos siguieron desapareciendo sin que nadie pudiera hacer nada para atrapar a su secuestrador. Gacy seguía entreteniendo a los niños de su barrio haciendo del payaso Pogo, asegurándose así de que no se le relacionara con los crímenes que iba cometiendo año tras año. Sin embargo, no fueron pocos los vecinos que empezaron a notar un extraño olor que parecía proceder de la casa de Gacy. Este olor era tan fuerte que pronto se convirtió en la comidilla del barrio, aunque Gacy siempre le quitó importancia al asunto diciendo que era un problema de humedades o tal vez un nido de ratas muertas. Ningún vecino fue capaz de identificar el tufo de los restos humanos que Gacy tenía enterrados en el sótano de su casa. Por eso, nadie llegó a sospechar el acontecimiento que iba a romper la paz que reinaba en Summerdale Avenue.






Juicio y ejecución

En diciembre de 1978, la madre del joven de quince años Robert Piest empezó a impacientarse al ver que su hijo tardaba demasiado en volver a casa. El chico estaba buscando trabajo para ganar algún dinero extra y le había contado a su madre que un tal Gacy le había ofrecido un puesto de trabajo como albañil. La desaparición de Robert quedó puesta en conocimiento de la policía, que empezó a investigar a Gacy, descubriendo así su historial delictivo como pederasta y abusador. Aunque Gacy negó cualquier relación con Piest, la policía consiguió una orden de registro de su domicilio, donde se encontró el mayor arsenal de instrumentos de tortura jamás visto. Ante la evidencia, Gacy no tuvo más remedio que confesar que había matado a 33 individuos, indicando a la policía los lugares donde los había enterrado.

Los medios de comunicación rugieron de indignación en cuanto el caso del Payaso Asesino salió a la luz, más todavía cuando se filtró la foto que Gacy se había hecho con Rosalynn Carter. Las familias de Summerdale Avenue se quedaron horrorizadas al reconocer al payaso que había hecho reír a sus hijos y lo cerca que habían estado del peligro.

Durante el juicio, celebrado el 6 de febrero de 1980, Gacy se declaró inocente y alegó problemas de orden mental. Pero tras hacerle los pertinentes estudios se declaró que esa afirmación era falsa: Gacy era completamente consciente de lo que hacía en el momento de torturar y asesinar a sus víctimas. Además, él mismo se contradecía cada vez que contaba la historia, pues unas veces aseguraba que él no había asesinado a los chicos y al día siguiente era capaz de contar detalles muy específicos de los asesinatos, detalles que solo podía conocer su asesino.

John Wayne Gacy fue hallado culpable y fue sentenciado a 21 cadenas perpetuas y 12 penas de muerte. Fue ejecutado por inyección letal el 10 de mayo de 1994, sin haberse arrepentido de los crímenes que había cometido. Sus últimas palabras fueron "Matarme no compensará la pérdida de los otros. El Estado me está asesinando. ¡Besadme el culo!".

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