domingo, 5 de julio de 2015

¡Mis favoritos del verano!


¡Hola a todos!

¿Qué tal estáis? ¿Cómo os va? Supongo que soportando estoicamente los calores del verano. Y de eso precisamente es de lo que vamos a hablar hoy, del verano. Aunque Galicia se caracteriza por ser una tierra en la que, por lo general, el verano brilla por su ausencia, también tenemos nuestros momentos veraniegos. ¿Que no hace un calor abrasador? Ni falta que hace; si el fresquito se agradece mucho. ¿Que puede amanecer soleado y nublarse por la tarde? Pues no pasa nada, hombre. Pero me diréis: Ya, pero es que así no puedes ir a la playa. ¿Cómo que no? A la playa se va aunque sea con chaqueta y, pase lo que pase, el agua estará como el caldo.

¡Ah, el verano! ¡Cuánto lo esperamos y qué poquito dura! Sólo 90 días para disfrutar de la vida de una manera distinta a como lo haríamos el resto del año. Es época de fiestas, conciertos, ferias temáticas, festivales, vacaciones, caminatas por el campo, excursiones a la playa, comidas familiares, encuentros con amigos que viven lejos… Cierto que muchos todavía están trabajando y no pueden hacer todas las cosas que les gustaría, pero sin duda tendrán tiempo para ir una fiesta de pueblo o para sentarse en una terraza al anochecer y tomar algo fresquito en buena compañía.

La entrada de hoy va a tratar de mis favoritos del verano, de aquellos elementos sin los cuales yo no concibo un verano. Al tratarse de algo muy personal, puede que algunos de vosotros no compartáis mi punto de vista; incluso es posible que algunas de las cosas que voy a mencionar os extrañen un poco. Pero así soy yo y esta es mi selección.

He aquí mis favoritos del verano:



1) El florero de mi habitación




Pues empezamos bien. ¿Qué tendrá que ver un florero con el verano?, os preguntaréis. Dejadme que os lo explique, porque la cosa tiene su aquel. Resulta que hace algunos años, durante el Mercado Renacentista, encontré un puesto que vendía flores de madera perfumada. Entre los muchísimos colores que podías elegir, yo escogí dos ramilletes de seis flores cada una: un ramillete con flores azules y blancas, y otro ramillete con flores amarillas y verdes. ¿Por qué esos colores? Pues por frikismo puro y duro: Las flores azules y blancas me remiten a Lyanna Stark, por la nieve y el color de las rosas invernales; mientras que las flores verdes y amarillas nos llevan a pensar en el escudo de la familia Tyrell, una de mis favoritas de la saga de Canción de Hielo y Fuego. En el Dominio, los veranos son cálidos y apacibles, y esta es mi manera de rememorarlo todos los años. En cuanto llega el verano, cambio las flores del florero y mi habitación es un poco más alegre.



2) Leyendas de la Dragonlance Volumen I – El Templo de Istar




Otra cosa que, en principio, nadie relacionaría con el verano. ¿Estoy mezclando el tocino con la velocidad? Nada de eso. Este libro también tiene su conexión con el verano, al menos con el mío. Hace unos años, cuando cursaba el primer año de carrera, salí de un examen con el ansia consumista un poco elevada. Sin motivo aparente, me apetecía comprar un libro de fantasía. Me pasé por algunas librerías, pero no encontré ningún título que me llamara particularmente la atención. Entonces, al entrar en un kiosco, vi que tenían una novela de esas que se venden por entregas: Era El Templo de Istar, de la trilogía Leyendas de la Dragonlance. No sé muy bien por qué, pero al ver aquel libro solitario me entraron ganas de comprarlo, y eso fue lo que hice. Sin embargo, como tenía que estudiar no sacaba mucho tiempo para leerlo. Los únicos momentos que podía dedicarle al libro eran las horas muertas que pasaba en el autobús cada vez que iba y volvía a casa los fines de semana. Y fue prácticamente a finales de curso cuando me ventilé casi todo el libro, con el traqueteo del autobús y los rayos del sol cayendo sobre mí por estar sentada junto a la ventanilla. Lo terminé justamente el día que terminé el primer año de carrera. Una buena manera de darle la bienvenida al verano.


3) Mi bolsa de playa




Bueno, esto sí que ya tiene más que ver con el verano. Aunque la mayor parte del año esta bolsa está muy bien guardada en un armario, cuando llega el verano toca desempolvarla y presumir de ella. Y es que la bolsa lo vale, ¿no creéis? La compré hace tiempo en un bazar y se conserva como el primer día, pues no tiene ni un solo raspón. Por la parte de atrás es de color naranja vivo y por la parte delantera tiene ese precioso y colorido dibujo de una Gal, que fue lo que me animó a comprarla. Como ya sabéis, me encanta todo lo japonés y me parecía muy apropiado tener una bolsa de playa al estilo Gal. Pero, ahora que lo pienso, no sé si la bolsa se puede considerar japonesa, ya que la compré en un bazar chino… Aunque me gusta todo lo que viene del país del sol naciente, reconozco que mis conocimientos sobre la escritura nipona son más bien escasos. Así que, si alguien entiende lo que pone en la bolsa, o por lo menos sabe distinguir si es chino o japonés, le agradecería mucho que me lo dijera.


4) Fresas, cerezas y girasoles




El verano es la época de los colores vivos y los sabores fuertes. Una cosa que me gusta mucho hacer en verano es pegarle un mordisco a una gran fresa y sentir ese sabor entre dulce y ácido tan característico. Un poco menos dulce, pero no por ello menos deliciosa, es la fresa salvaje que crece en los campos: Pequeña como un guisante (o más pequeña todavía), destaca por su colorido y por su intenso sabor. El polo opuesto lo representan las cerezas, de sabor más dulce y agradable al paladar. Un cuenco lleno de cerezas es la merienda perfecta después de una tarde calurosa o al volver de la playa. En cuanto a los girasoles… pues no es que se hayan colado en el apartado de mis frutas favoritas. Están aquí porque son las flores del verano que más me gustan, porque me encantaría rodearme de girasoles o correr entre ellos todo el tiempo. Son la imagen viva del verano. Grandes y amarillos como el sol. ¡Si es que ya lo dice la propia palabra! ¡Es ver un girasol y gritar la palabra “verano” a grito pelado!


5) Helado de nubes




Descubrimiento reciente el de este delicioso helado de color azul salpicado de nubecillas blancas y rosas, y que sabe a chicle Boomer que tira para atrás. Hace un par de años llegó a las heladerías de mi ciudad con cierta timidez, como si temiera no encajar entre esos grandes sabores que son el limón, la fresa, el kiwi y el chocolate. Pero ahora no hay heladería que no tenga una tarrina de este riquísimo helado de sabor dulce y azucarado. Aunque puede que no refresque tanto como otros sabores más intensos o como un buen granizado, es una merienda estupenda mientras das un paseo por la sombra y te entra hambre. Recomiendo comerlo de cucurucho o, si preferís la tarrina pequeña, con un triángulo de galleta.


6) Bob Marley




Este icono de la música reggae no necesita presentación alguna, y tampoco su música inmortal, que nos trae ecos de Jamaica, del cálido Caribe. Aunque el reggae no es precisamente el estilo de música que yo elegiría en primer lugar, sí tengo que reconocer que es una música buena y, sobre todo, que pega muy bien con el verano. En mi caso, no hay verano en el que el gran Bob Marley no amenice mis viajes a la playa. Todos y cada uno de los días que voy con mi mejor amiga a la playa, tenemos que poner música de Bob Marley. Así, canciones como Jamming, Three Little Birds y Is this Love han contribuido a alegrar un poco más mis veranos. Otro tanto podría decirse de los grandes éxitos de Boney M o de otras canciones que inspiran nostalgia al sonar en el interior de un coche, pero de todos ellos es Bob Marley quien se lleva la palma. No puede haber verano sin su música, y punto.


7) Mis vestidos veraniegos




¡El calorcito ha llegado y es hora de hacer el cambio de armario! Dos veces al año hay que hacer mudanzas en mi habitación. Hay que guardar la ropa de invierno y sacar la de verano (aunque siempre dejo alguna chaquetilla por ahí, no vaya a ser que refresque). Mis mejores vestidos vuelven a salir a la luz y a mí se me iluminan los ojos, porque son los que más me gustan de todo el año. Tan frescos, tan ligeros, tan monos... Son una explosión de colorido en mi armario. Pero, ¡ay! Este tipo de ropa es como las fresas o las cerezas: Dura muy poco. Acostumbrados como estamos a los veranos de diez días, tenemos muy poco tiempo para disfrutar de la ropa veraniega. Es una pena, la verdad…


8) Un viaje




Aunque este será el primer año que tome unas vacaciones en el sentido más estricto de la palabra, eso no quiere decir que no haya hecho algún viajecito de ocio a alguna parte. La gente suele pensar que irse de vacaciones implica tener que coger el avión e irse a otro país, pero no tiene por qué ser así necesariamente. Para mí, un fin de semana de agosto en Santiago de Compostela o en Vigo es tener unas vacaciones. Cortitas, sí, pero vacaciones al fin y al cabo. Y sobre todo cuando se está en la mejor compañía del mundo, como unas amigas divertidas y muy queridas. Además, a veces es bueno ver otros rincones de la geografía española (más bien gallega en mi caso), porque hay lugares que son dignos de ver de los cuales la gente habla muy poco. Por mi parte, me declaro fan de esos rincones ocultos que suelen ser auténticas joyas del paisaje y la naturaleza.


9) La playa de Area




Es hora de volver a la infancia, a aquellos días en los que una niña llena de imaginación iba a la playa con su familia para pasar una tarde maravillosa junto al mar. La playa de Area es una de las playas más bonitas de la cornisa cantábrica, de aguas limpias, arena fina y apta para que todos puedan bañarse. Tiene además el privilegio de contar con sus propias leyendas, como la del Bicho de Area, un monstruo con cabeza de dragón, cuerpo de vaca y rabo de lagarto; o la de la villa de Estabañón, una aldea que quedó enterrada bajo la playa hace siglos y que tiene parte de verdad, ya que se han realizado excavaciones y se han encontrado los restos de lo que podría haber sido una factoría de procesado de pescado, construida en época romana pero también utilizada durante la Edad Media. Aunque probablemente esta villa fue abandonada y sus restos quedaron sepultados bajo la arena, no faltan historias que dicen que todo se debió a un castigo divino. Incluso se dice que a veces pueden oírse las campanas de la villa repicando a medianoche, aunque eso se lo dejo a los expertos en leyendas, ^^*


10) Fiestas everywhere




Cómo no, el verano es la época en la que las fiestas proliferan. La norma general es que todos tienen que divertirse, por lo que la oferta de fiestas es grande y variada. Tenemos fiestas patronales y, sobre todo, fiestas gastronómicas que son la excusa perfecta para saborear nuestra deliciosa comida. En el caso de que no nos gusten mucho este tipo de fiestas, tenemos las fiestas temáticas: el Mercado Renacentista, la Feria Medieval de Mondoñedo, la Fiesta Indiana de Ribadeo… y eso por esta zona, que en otras partes hay fiestas de este tipo más grandes y más conocidas, como puede ser la famosa Fiesta Vikinga de Catoira o el Arde Lucus de Lugo. Y si todo esto no os parece suficiente, también se celebran festivales musicales, siendo el más importante el Resurrection Fest, que se ha convertido en uno de los festivales de música metal y hardcore más importantes de España. Y vosotros, ¿cuál elegís?




¡Y hasta aquí hemos llegado por hoy! Espero que os haya gustado mi selección de favoritos para el verano. Como veis, son las pequeñas cosas las que hacen que la vida sea inolvidable. Un libro, una canción y un helado son la mejor manera de recordarnos que el verano está aquí y que tenemos derecho a disfrutarlo.

7 comentarios:

  1. ¡Que post más chulo! Sí, la verdad es que casi todos los ejemplos que has enseñado (salvo las flores, el libro y Bob Marley, que son más personales) tienen sabor a verano.
    Por cierto, te despejo las dudas: lo que hay escrito en tu bolsa de verano es japonés, sin ninguna duda. Lo estudié en un curso de libre opción estando en la facultad y he reconocido con claridad al menos tres sílabas hiragana y dos katakana. Es japo :-)

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    1. Ah, pues me alegro de saberlo! Muchas gracias por decirme que el idioma de la bolsa es japonés. Y qué guay que sepas algo de japonés! Se me cae la baba friki...

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    2. Jejeje, la verdad es que no me acuerdo de casi nada. Sé decir algunas frases de uso común y reconozco las letras cuando las veo, pero ya no sabría leer nada sin los silabarios delante (de kanjis ni hablamos; en su día memoricé unos diez, pero ya los he olvidados todos...) ^^U

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  2. Bonita y evocadora entrada! A pesar de que soy un declarado enemigo del verano y un ferviente partidario del invierno, también reconozco que este tiempo tiene sus cosas buenas, como los baños al atardecer, ciertas frutas, los paseos, las fiestas y todo lo que dices. Me ha gustado mucho!

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    1. ¡Gracias! Si nos ponemos a mirar, cada estación tiene sus más y sus menos. A mí el invierno no me disgusta para nada; de hecho, soy de las que soporta mejor el frío que el calor. Pero a veces también me aburre, sobre todo si llueve a cántaros y no puedes ni salir a dar un paseo. Y con el verano pasa tres cuartos de lo mismo: Se le echa en falta gran parte del año, pero si hace demasiado calor empiezo a desear que venga un poco de aire fresco, ^^U.

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  3. Me ha gustado tu post sobre todo por una cosa: al final el verano no se limita sólo a sol y playa (o a sudor y abanico, dependiendo de lo optimista que seas), sino que cada persona tiene su concepción propia sobre él. Coincido contigo en que yo también tengo una playa especial, en las ferias y fiestas de gastronomía y artesanías, en la ropa más ligera y, sobre todo, en las frutas. Los tomates de verano... no hay otros iguales ^^.
    Saludos!

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    1. Eso es lo mismo que yo creo. Todos nosotros tenemos algo especial que nos remite a diversas épocas, y las estaciones del año no están excluidas. Además, es muy divertido ver los distintos elementos que hacen que un verano sea inolvidable para una u otra persona. ¡Y veo que coincidimos en un montón, ^^*! Aunque yo no soy mucho de tomates, sí estoy de acuerdo en que las frutas en verano son lo mejorcito, jejeje!

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