lunes, 26 de agosto de 2013

Un sueño roto


Algunos ya lo saben.

Hace unos años, antes de empezar la carrera, escribí una novela que trataba del amor desgraciado de dos hermanos. Al ser mi primera novela, escribirla fue para mí un trabajo intenso, vibrante, lleno de emoción. Me parecía increíble estar escribiendo una criatura de tinta y papel (en mi caso, Word y teclado), salida de mi cabeza y elaborada con mis propias manos. Puse en esa primera novela todo mi corazón, todo mi ser, porque era parte de mí.

Por eso la titulé "Es nuestro sueño".

Nunca se me ha dado bien poner título a las cosas, pero ahí me salió casi solo. Y es que, de alguna manera, se trataba también de mi sueño. Si la historia trata de dos hermanos que sueñan con que su mutuo amor se haga realidad, así yo esperaba que mi sueño de ver mi novela convertida en libro se cumpliría cuando perdiera el miedo y la timidez.

Tuve que esperar al 2012 para que alguien me diera el empujón definitivo. Una amiga me dijo que probara suerte con una editorial que, en principio, se dedicaba a recoger novelas de escritores noveles y darles una oportunidad. Me sorprendió mucho que, a los quince días de enviar el manuscrito, me respondieran diciendo que estaban muy interesados en publicarme. La sonrisa de emoción que se me dibujó en la cara no la olvidaré en mi vida, porque pensé que mi oportunidad por fin había llegado, que alguien había leído mi libro y le había gustado, y que consideraba que yo podía tener posibilidades como escritora.

Ilusa de mí.

Los problemas con la editorial empezaron pronto. Debí haberme olido que algo no iba bien, pero en aquel momento no sabía nada y pensaba que eran gajes del oficio. Siempre supe que publicar no era una tarea nada sencilla, así que me imaginaba que habría problemas y esas cosas. Pero lo que nunca pensé es que se maltrataría hasta la saciedad a mi pequeña criatura de papel.

Primero empezaron con la elección del sitio para mi primera presentación. Al parecer, en el ayuntamiento de mi ciudad les daban largas y tuvimos que recurrir a una sala que, aunque no es mala, es muy sosa y está muy escondida del mundo. Cuando me enviaron de la editorial la portada de mi novela, me gustó mucho y le di el visto bueno. También me enviaron el cartel con la fecha de la presentación. Cuando los mandé imprimir, observé un fallo garrafal en mi apellido, del que no fui consciente hasta que tuve el papel en mis manos. ¡Habían escrito mal mi primer apellido! Empezamos bien, pensé yo. Les comuniqué por e-mail el error y en el siguiente me confirmaron que habían corregido el fallo.

Después, a pocos días de la presentación, me enviaron el manuscrito elaborado (cosa que podían haberse ahorrado, porque yo se lo envié perfectamente corregido y maquetado). Y descubrí que se habían saltado a la torera mis indicaciones. Los capítulos estaban unidos, no habían respetado las separaciones que yo había puesto. Unieron y desunieron a su antojo, destrozando lo que tanto me había costado hacer. Indignada, me pasé toda una noche sin dormir para señalar SUS fallos. Esperaba que hicieran caso de mis recomendaciones; si alguien sabe cómo debe ser su novela, ese es el propio escritor.

Pero mis temores se confirmaron cuando, a dos días de la presentación, recibí los libros por mensajería. Volvían a estar desmantelados, todos y cada uno de ellos. Además, la edición era cutre a más no poder. Se notaba que era un trabajo de novatillos de tres al cuarto. Y por esa basura me harían cobrar 18 euros a mis amigos y familiares, porque la condición para que te publiquen es que tengas que vender un número de libros el día de la presentación. También pensaba que se personaría alguien de la editorial, pero ahí me equivoqué de medio a medio. ¿Por qué iban a hacerlo? Si hasta tuve que imprimir yo los carteles y empapelar toda mi ciudad, hacer eventos por Facebook y casi suplicar a mis amigos que vinieran, porque además era a una hora un poco intempestiva y no todo el mundo podía venir. Tampoco informaron a la prensa; si no llega a ser por una amiga mía, no habría salido ni en el periódico.

El "gran día" llegó, y a mí se me cayó el alma a los pies. No solo porque llovió a cántaros, lo que desanimó a mucha gente, sino porque todo parecía muy triste. En comparación con la presentación del libro de mi prima, a la que fue incluso el alcalde de su ciudad, la mía fue penosa, lo más cutre de lo cutre. Me sentí tan triste que muchos pensaban que iba a llorar de emoción, cuando en realidad estaba a punto de llorar de rabia.

Al final conseguí vender los libros. Y el importe recaudado fue a parar a manos de la editorial. Durante unos meses, esperaba que me mandaran algún mail para informarme sobre posibles presentaciones en otras ciudades. Al final, en octubre me consiguieron una en la Casa del Libro en Vigo... un jueves a las 8 y media de la tarde. Pues allá fui, junto con otra amiga que no había podido ir a la primera presentación y a la que elegí para que hablara en mi nombre si quería. Esta presentación fue más patética aún, porque la asistencia fue casi nula: Solamente hubo tres personas, y una de ellas porque ya trabajaba en la Casa del Libro como fotógrafa y bloguera. Y, por si fuera poco, los libros que habían comprado los de la librería estaban mal, porque tenían el fallo en mi apellido que había mencionado antes de que se publicaran. ¡Les habían endosado libros con erratas!

Mi indignación fue máxima. Me harté de los de la editorial y les envié un mail poniéndolos a parir, diciéndoles que estaba muy descontenta con su trabajo, que no me esperaba tanta incompetencia. Y ellos a darme largas, que un error lo tenía cualquiera y tal...

Creo que fue en ese momento cuando por fin abrí los ojos. Fue el día en que mi inocencia se hizo añicos por completo. Ellos no habían aceptado mi manuscrito porque pensaran que yo era buena escritora o porque quisieran darme una oportunidad: lo habían hecho para lucrarse. Se estaban riendo de mí en mi propia cara, aprovechándose de mi buena fe y de mi ignorancia. Por eso no les importaba que la impresión fuera mediocre o que los capítulos estuvieran desmontados; incluso les habría dado igual si no estuviera corregido. Con tal de que ellos recibieran su transferencia era suficiente. Creo que eso fue lo que más me dolió: que me trataran con tan poco respeto, y que ni siquiera les importara maltratar al fruto salido de mi corazón.

El libro salió a la venta, pero yo pasé de ellos. Tuve algunos problemas más que serían largos de explicar. Solo sé que no soy la única a la que le ha pasado esto, pero creo que sí soy la que ha quedado más desilusionada. Estoy alicaída y ya no me atrevo a probar suerte de nuevo. Si tenéis curiosidad, puede que encontréis mi libro en Amazon, pero ya no se harán más ediciones. He cumplido mi contrato con ellos y ahora me desentiendo para siempre de esos falsos editores. Por mí, que se pudran en su propia inmundicia. Pero a mí me han destrozado el corazón. Me siento como si me hubieran traicionado.

Si alguien quiere leer mi novela, quizá por curiosidad, tal vez tenga la "suerte" de encontrarla por ahí en e-book o en Amazon (creo que todavía tienen alguna en stock). Pero yo no se lo recomiendo. ¿Para qué vais a perder el tiempo leyendo algo que no vale nada? Ese es el precio de mi novela: Nada. Mi sueño ha sido golpeado, pisoteado y pasado por el barro, y ahora no vale nada.

Nada.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Paraíso para Aburridos


Yo siempre digo que en agosto, España cierra. Los que no nos vamos de vacaciones, tenemos que inventarnos nuevas maneras de pasar el tiempo aparte de sentarse a ver la tele o ir a la playa (que conste que me gusta la playa, pero a veces también apetece hacer otras cosas). El hecho de vivir en una mini ciudad también influye a la hora de buscar nuevos pasatiempos, sobre todo cuando ya te has pateado cinco mil veces el paseo marítimo, has repasado hasta el último libro de la librería y has buscado hasta el último rincón de las pocas tiendas de ropa que hay (y sin encontrar nada interesante). Por supuesto, casi todas las caras que ves son las mismas de ayer y hoy, con algunas excepciones (que viva Resurrektion Fest!!!) y, ya que no tengo trabajo y para mí las vacaciones son eternas, tengo que hacer algo para no perder la cabeza.

Por eso hoy se me ha ocurrido hacer esta pequeña guía pensada para vosotros, los que os habéis quedado en casa por cualquier motivo. Aquí os ofrezco varias posibilidades de pasároslo bien, sobre todo cuando estáis a solas porque ninguno de vuestros amigos ha podido quedar. Hay muchas maneras de divertirse, y hoy las vamos a descubrir!!


1. Leer



Vale, ya sé que es la típica cosa que te recomiendan hacer para que no te aburras, pero si lo hacen es por algo. La lectura es un pasatiempo relajante, tranquilo, pensado para que te olvides de todo y te concentres en el mundo que tienes entre tus manos. Leer un buen libro es equiparable a ver una buena película, con la diferencia de que la lectura te absorbe más y te desprende del resto del universo. Mientras lees, no hay tiempo para nada más.

Así que, si queréis tener un par de horas ocupadas en una actividad encomiable, coged ese libro que lleváis tanto tiempo queriendo leer, cerrad la puerta con llave, apagad la televisión o cualquier otra cosa que haga ruido, sentaos en vuestro cómodo sofá con un refresco o unos dulces y empezad a disfrutar.


2. Dibujar y pintar



Otro clásico en Paraíso para Aburridos, pero es que hay razones de sobra. Cualquier cosa que estimule el instinto artístico de una persona es buena. Y dedicar tardes enteras a dibujar un paisaje, pintar un cuadro o realizar caricaturas propias de personajes que a todos nos gustan, siempre puede resultar entretenido.

Una de las ventajas que tiene dedicarse al dibujo y a la pintura es que las horas se pasan volando entre folios, lápices, colores y pinceles. Y no es necesario ser un gran artista para hacer algo que tenga un gran significado. Sin ir más lejos, las pinturas de Miró son mundialmente famosas y a mí me parece que es algo que podría hacer cualquier crío con cuatro rotuladores. Así que, ¿por qué no dejar salir a vuestro artista interior y sacar a la luz algo que puede llegar a ser una maravilla conceptual?


3. Experimentos culinarios



Porque ya va siendo hora de que nos pongamos manos a la obra en la cocina, una manera estupenda de pasar un tiempo ocupados es buscar una receta que siempre hayamos querido hacer y ponernos con ella. La oferta de recetas es amplia y variada. Si no sabemos qué hacer, podemos buscar algo por internet y lanzarnos a la aventura. Además, la ventaja que tiene esta opción es que nuestras madres nos lo van a agradecer mucho, porque que un hijo se meta en la cocina siempre es motivo de celebración.

No lo pienses más. Escoge tu especialidad: ensaladas, primeros platos, postres, comida mexicana, turca, japonesa, inglesa... y dedica un tiempo a moverte por la cocina, esa sala misteriosa donde entra una madre y sale de ahí con comida sin explicación alguna.


4. Manualidades



¿Quién dice que las manualidades son cosa de críos? No hay nada más entretenido que mancharse las manos con pinturas y pegamento para convertir un montón de papeles en una graciosa escultura floral o un collage de colores divertidos. Aunque seamos auténticas patatas con las manualidades, todos llevamos dentro a un artemaníaco (al menos, eso es lo que demostró Art Attack). Para hacer una manualidad bonita hay que dedicarle tiempo y paciencia, y si estamos en casa aburridos es una manera perfecta de ocupar unas cuántas horas. Así que, ¿por qué no intentarlo?

Otra cosa buena que tienen las manualidades es que se pueden hacer con niños. De hecho, es más divertido hacerlo con niños. Es una buena forma de sentarse con ellos y contarse cosas mientras despierta la creatividad. A los niños les gusta mucho hacer cosas nuevas, y es probable que agradezcan pasar un rato divertido haciendo manualidades que viendo la tele.


5. Bordado



Vale, ya sé que este segmento podría entrar perfectamente en el de manualidades. De hecho, tanto el bordado como el ganchillo o la calceta son formas de trabajo manual, pero se las considera como algo más elevado por el tiempo y dedicación que requieren. Yo me considero bastante buena con el punto de cruz y he hecho un montón de cosas: toallas, relojes, cuadros, postales... Y siempre me gusta experimentar con cosas nuevas, como bordar cosas que remitan a mis gustos frikis. ¿Veis la foto? Pues ese bordado es mío ^^*.

Quizá no seáis muy duchos con el hilo y la aguja, pero por probar no pasa nada. ¿Quién sabe? A lo mejor descubrís que os gusta o se os despierta un talento que estaba oculto. Y lo mismo digo para los chicos, que aquí no se discrimina a nadie. Bordar no es cosa de mujeres, así que ya estáis yendo a compraros tela, aguja e hilos y ya os estáis poniendo al lío, hombre ya.



Y hasta aquí por hoy! Espero que esto os sirva para daros ideas de cara a combatir el aburrimiento de los últimos días del verano. Cuando ya no sepáis qué ver en televisión y las revistas no den más de sí, tened en cuenta estas opciones y dadles una oportunidad. Si os ha resultado útil, perfecto. Y si no, oye, al menos os lo habréis pasado bien.

miércoles, 7 de agosto de 2013

El Cantar de los Nibelungos


La saga de los Nibelungos es un conjunto de leyendas germánicas que alrededor del año 1200 fueron reunidas en un poema épico titulado Los Nibelungos. Existen dudas acerca del significado de este nombre: Nibelungo (literalmente, “hijo de las nieblas”) es el nombre de un rey mítico que habría sido el primer dueño de un tesoro al que se hace referencia en el poema; pero pronto fueron conocidos por nibelungos los guerreros del héroe Sigfrido; finalmente, fueron llamados nibelungos los burgundios que se trasladaron a la corte del rey Atila. Esta confusión se debe al hecho de que el autor (del que no conocemos nada en absoluto) introduce un determinado número de leyendas pertenecientes a distintos pueblos germánicos, al tiempo que añade elementos míticos extraídos de un antiguo poema escandinavo, la Edda, que es la fuente más antigua de la mitología germánica.

En el conjunto de leyendas, no obstante, podemos reconocer un núcleo histórico: la destrucción del reino burgundio, acontecida en el año 437 de la era cristiana y que fue obra del romano Aecio, quien tenía como aliados a los hunos, que en el poema se nos presentan como únicos actores. Son también históricos los tres personajes principales: Atila, rey de los hunos; Gunther (Gundikar), rey de los burgundios; y Teodorico (Dietrich von Bern), rey de los ostrogodos, que para los latinos pasó a la historia con el nombre de Teodorico de Verona.

Estos acontecimientos históricos no son excesivamente antiguos, y menos lo eran aún en el siglo XIII, cuando fue escrito el poema. Sin embargo, es difícil hallar algún parecido histórico entre los hechos narrados en el poema y los acontecimientos que se desarrollaron en la realidad. El interés de estas leyendas reside en el cuadro psicológico del mundo germánico que en ellas se ofrece, un mundo dominado esencialmente por un sentimiento, el honor, que se manifestaba principalmente de dos maneras: en la fidelidad absoluta, incluso hasta la muerte, al señor, al amigo o para con la persona con la que por cualquier motivo se hubiera comprometido; y en el culto implacable a la venganza, que se ejercía en contra de quien se reconociere culpable de algún agravio. Su existencia se desarrollaba bajo el signo de un profundo sentido de un destino ineludible, al que estaban sujetos.

El tema de los Nibelungos ha ejercido gran influencia en toda la cultura germánica, especialmente en la reelaboración poético-musical que de él hizo Richard Wagner (1813-1883). Lo que hoy os traigo es un compendio de toda la saga, para lo cual he tenido en cuenta el poema del siglo XIII, del que la obra de Wagner se aparta de forma bastante notable.


El Anillo de los Nibelungos

En tiempos remotos, reinaba en Burgundia el rey Gunther. Su reino, rico y fértil, estaba atravesado por el río Rin, que facilitaba el tráfico, uniendo los pueblos con firmes vínculos. La espléndida ciudad de Worms, donde Gunther tenía su corte, se miraba en las aguas del Rin. Gunther, severo y orgulloso, era hijo de Dankrat, y tenía dos hermanos y una hermana: el gentil príncipe Gernot, el joven Giselher y la hermosísima Krimilda. Todos ellos eran muy queridos por sus vasallos, pero de forma especial era muy apreciada Krimilda, cuya bondad y encanto hicieron famosa la tierra de Worms en los cantos de los poetas.

Una noche, la princesa tuvo un sueño revelador: creyó ver dos águilas que, arrojándose desde lo alto sobre un halcón, lo destrozaban con sus terribles garras. Krimilda, aterrorizada, contó el sueño a su madre, Ute, quien le explicó su significado: el halcón era un fuerte y apuesto caballero al que Krimilda habría de amar, pero las águilas representaban un peligro mortal que lo amenazaba, y ante el cual quizá sucumbiría. Una sombra ofuscó el ánimo de la princesa, pero, con el tiempo y el transcurrir de su vida alegre y serena, se desvanecieron sus preocupaciones y acabó olvidando el sueño.

Mientras tanto, en la corte de Xanten, cerca de la desembocadura del Rin, iba creciendo Sigfrido, único hijo del rey Sigmund y de la reina Siglinda. De él se narraban historias casi legendarias, y era considerado por todos el más fuerte caballero de aquellos tiempos. Cuando la fama de la belleza de Krimilda llegó a oídos de Sigfrido, éste quiso tenerla por esposa, y, con una escolta de doce caballeros, partió hacia Worms con la intención de pedir al rey Gunther la mano de su hermana.

Gunther y su corte vieron llegar a Sigfrido envuelto en una armadura plateada y una capa blanca ondeando a su espalda. Mientras les observaban desde lo alto de las murallas, un vasallo del rey, Hagen de Tronje, reconoció la insignia y narró una de las leyendas que corrían acerca de la fama de Sigfrido.

Un día, el héroe, mientras cabalgaba solo por el bosque, encontró a dos hermanos, hijos del rey Nibelungo, que disputaban para repartirse la herencia del padre, que había muerto recientemente: se trataba del fabuloso tesoro de los nibelungos, el pueblo de las nieblas, un enorme cúmulo de oro, plata y piedras preciosas. Los hermanos se dirigieron a Sigfrido para que les ayudase en el reparto. Pero Sigfrido no consiguió ponerles de acuerdo, y así, en un momento determinado, los irreconciliables hermanos acudieron a las armas. Sigfrido recogió la espada Balmung, un arma mágica que formaba parte del tesoro y que estaba colocada allí cerca, y mató a los dos hermanos.

El héroe podía considerarse dueño del inmenso tesoro de los nibelungos, pero antes de conquistarlo tendría que matar al dragón Fafnir, una horripilante bestia que vigilaba la entrada de la gruta donde el tesoro estaba escondido. Armado con la espada encantada, Sigfrido asaltó al monstruo, lo golpeó con fuerza y sintió la lluvia caliente de su sangre que lo inundaba: una gota de sangre le tocó la lengua e inmediatamente, por un poder divino, Sigfrido pudo comprender el lenguaje de los animales. Un jilguero que cantaba cerca de allí le dijo que si se bañaba en la sangre de Fafnir sería invulnerable. Sigfrido se quitó las ropas y se bañó en el líquido rojizo, asegurándose de que la sangre del dragón impregnaba todo su cuerpo. Tan solo una pequeña zona en su espalda, cubierta con una hoja de tilo, no tocó la sangre mágica.



Sigfrido matando a Fafnir


Poco después, Sigfrido tuvo que sostener el asalto del otro guardián del tesoro, el enano Alberic, que tenía una caperuza que le hacía invisible. El héroe consiguió coger un extremo de la mágica vestidura y la arrancó del cuerpo del enano; éste cayó rendido a sus pies y se ofreció para servirle como esclavo. Desde aquel día, Alberic custodió para Sigfrido el enorme tesoro de los nibelungos.

Esta fue la historia que contó Hagen; y, apenas hubo terminado, el rey Gunther y su corte se dirigieron a acoger a los huéspedes. En Worms se organizaron torneos, concursos y festejos de todo tipo en honor del héroe, de quien se iba enamorando secretamente la bella Krimilda. Pero una mañana llegaron dos mensajeros al reino de los burgundios: traían la noticia de que dos hermanos, los príncipes Ludegar de Sajonia y Ludegast de Dinamarca, se habían aliado para hacer la guerra contra Gunther. Ante aquel anuncio, Sigfrido reclamó para sí el honor de capitanear contra el ejército enemigo una tropa de mil caballeros. Gunther, confiando en el valor y en la espada de Sigfrido, le dejó marchar con gran alegría por su parte. Sigfrido derrotó y trajo prisioneros a los dos reyes nórdicos, y a su regreso a Worms fue acogido con indescriptibles manifestaciones de júbilo. Durante días y días hubo alegría, cantos, danzas y torneos para alegrar a las gentes que desde todos los puntos del vasto reino afluían a la capital para rendir honores a Sigfrido.

Un día, Gunther deseó tomar una esposa a quien sentar dignamente a su lado en el trono de Burgundia; había oído decir que en el extremo septentrional del mundo, en una isla inhóspita, vivía la reina Brunilda, señora de Islandia. Ella desafiaba a cualquiera que pretendiese su mano a superar tres pruebas y, por lo que se decía, la muerte esperaba al que resultara vencido. Cuando el rey Gunther confió a Sigfrido su deseo de conquistar el amor de Brunilda, el héroe recordó un episodio de su primera juventud relacionado con aquella reina.

En aquella ocasión, Sigfrido, ávido de gloria y deseando experimentarse en empresas arriesgadas, pasó por entre unas llamas que rodeaban el lugar donde Brunilda había sido apresada por el dios Odín. Brunilda era, en efecto, una valquiria, una de aquellas míticas criaturas que tenían el privilegio de acompañar junto a los dioses a las almas de los valerosos guerreros muertos en el campo de batalla, y había sido castigada por el dios Odín porque, desobedeciendo su decreto, había prolongado la vida de un héroe destinado a morir. Sigfrido había liberado a la valquiria, se había enamorado de ella, y, en prenda de su amor, le había regalado un anillo tomado del tesoro de los nibelungos. Pero la larga ausencia había debilitado poco a poco su recuerdo, y ahora Sigfrido amaba a Krimilda. Al conocer los deseos de Gunther, le aconsejó que no se enfrentara a aquella criatura semidivina, pero el rey no se dejó convencer; pocos días más tarde, un pequeño grupo de personas, entre las que se encontraban el rey y Sigfrido, zarpaba con rumbo a Islandia.
Odín y Brunilda

Las tres pruebas consistían en un duelo con Brunilda, un concurso de lanzamiento de una piedra muy pesada y un concurso de salto. Con la ayuda de Sigfrido, ahora invisible gracias a la capucha del enano Alberic, Gunther consiguió superar las tres pruebas, y Brunilda tuvo que aceptar ser su esposa. Mientras la reina se preparaba para partir de Islandia, Sigfrido, para prevenir eventuales traiciones por parte de los súbditos de Brunilda, se trasladó al pueblo de las nieblas y volvió acompañado de mil nibelungos para escoltar al rey Gunther mientras regresaba a su patria con su futura esposa. Una vez llegados a Worms, Sigfrido pidió a Gunther, a cambio de sus servicios, la mano de Krimilda.

Pocos días más tarde, en la catedral de la ciudad, las dos parejas se unían mediante el sagrado vínculo. Durante algún tiempo la vida transcurrió aparentemente feliz para todos, pero Brunilda, que recordaba aún la promesa de Sigfrido, soportaba de mala gana su unión con Gunther. Una noche, no pudiendo tolerar las caricias y besos de su esposo, consiguió rechazarlo con su fuerza sobrehumana, y para humillarle, le ató. Al día siguiente, Gunther pidió nuevamente ayuda a Sigfrido, y éste proyectó una estratagema: aquella misma noche el rey debía decir a Brunilda que se había dejado vencer voluntariamente, pero que, como había hecho antes en Islandia, habría sido capaz en cualquier momento de doblegarla a su voluntad. Entretanto, Sigfrido se habría vuelto nuevamente invisible gracias a la capucha de Alberic, y entrando en la cámara, ayudaría a Gunther a someter a la feroz valquiria. Gunther por fin consiguió dominar a su consorte. Pero en la lucha, Sigfrido se quedó en la mano con el cinturón y el anillo de Brunilda; se acordó de ello cuando ya se había alejado de la cámara y no podía restituírselo sin que se descubriera la intriga. Por eso se quedó con los objetos y, tal vez con escasa prudencia, se los regaló a Krimilda.

Pasaron los años, durante los cuales las dos parejas vivieron felices. También Brunilda parecía ahora enamorada de su esposo, al que consideraba el más fuerte entre los hombres y el más poderoso entre todos los reyes. Pero un día tuvo una discusión con Krimilda, quien había ensalzado la belleza y nobleza de Sigfrido por encima de la de Gunther. Al término de la disputa, llena de ira, Krimilda reveló a la reina quién había sido en realidad su vencedor, y, en prueba de sus palabras, le enseñó el cinturón y el anillo que Sigfrido le había regalado. Brunilda no pudo contenerse y rompió a llorar ante todos los burgundios, que empezaron a odiar a Krimilda y a Sigfrido. El vasallo Hagen aprovechó este suceso para imaginar la manera de lavar aquella injuria contra el rey; se puso de acuerdo con Brunilda, cuyo antiguo amor por Sigfrido se había convertido en odio, y decidió que la única venganza posible sería la muerte del héroe.
Krimilda se enfrenta a Brunilda

Cuando Hagen ultimó los detalles de su plan, visitó al rey Gunther y se lo expuso. Sus palabras provocaron sentimientos contradictorios en aquellos que le oían. Los príncipes Gernot y Giselher defendían a Sigfrido, pero la mirada de Brunilda revelaba su fría y cruel determinación. El rey Gunther parecía tranquilo e indiferente, pero también en su mente empezaba a tomar cuerpo el deseo de vengar la injuria.

Se organizó una cacería a la que fueron invitados los más ricos feudatarios. Durante días y días, los cazadores fueron descubriendo las piezas, y por las noches, alrededor del fuego, se celebraban fiestas y banquetes. Sigfrido participaba en la caza; corría por los bosques abatiendo a los animales salvajes con su asta infalible, y no sospechaba que Hagen le siguiera dondequiera que fuese, esperando tan solo el momento adecuado para matarle a traición.

Hasta que un día, al atardecer, los dos llegaron a una fuente; el agua brotaba fresca de una nítida vena, tentadora. Sigfrido se adelantó para beber, después de haber dejado en el suelo el asta y la reluciente espada; mientras bebía a largos tragos, Hagen, a su espalda, cogió la lanza y se la arrojó con fuerza entre los hombros. La punta hirió justo donde, años atrás, la hoja de tilo había tapado la única parte de piel que no había tocado la sangre de Fafnir. Sigfrido sintió que la lanza le atravesaba el tórax; resbaló en la orilla musgosa, enrojecida por su sangre, y cayó muerto sobre la hierba.

El dolor de Krimilda al conocer la noticia fue indescriptible. Cuando vio a los nibelungos trayendo el cuerpo sin vida de su esposo sobre el escudo, se acordó del sueño del halcón despedazado por las dos águilas, y comprendió que Sigfrido había sido víctima de una traición. No creyó las palabras de Gunther, quien achacaba a la fatalidad la muerte del héroe, y cuando Hagen entró en la estancia donde estaba expuesto el cadáver, las heridas se reabrieron inmediatamente y comenzaron a sangrar; Krimilda comprendió al momento quién había sido el traidor y en aquel momento mismo supo contra quién debería dirigir su venganza.

Muerte de Sigfrido

Pasaron los meses; los nibelungos se marcharon sin haber obtenido de Krimilda el permiso para vengarse sangrientamente de los burgundios por la muerte de Sigfrido. Krimilda no había vuelto a hablar con Gunther ni había visto a Hagen; sin embargo, el proyecto que había maquinado para cumplir la venganza le imponía que se reconciliara con su hermano, así que fingió perdonar a su hermano. De ahora en adelante, su vida estaría dedicada a beneficiar a los pobres, a los que deseaba ayudar con el tesoro de los nibelungos que había recibido en herencia tras la muerte de Sigfrido. Su objetivo era ganarse la lealtad y la simpatía del pueblo y de los feudatarios, con la intención de incitarles luego a la revuelta contra Gunther. Pero la maniobra no pasó inadvertida a Hagen, quien, aprovechando un día en que Gunther había ido de caza, por propia iniciativa sustrajo el tesoro a Krimilda y lo hizo esconder en un lugar secreto cerca del Rin.

Los años transcurrían y Krimilda vivía solamente esperando la ocasión para poder vengarse. Pero estaba sola, desamparada y no tenía posibilidades de procurarse aliados. Pero en la lejana Panonia, en las riberas del Danubio, Atila, rey de los hunos, que había llorado durante un año la muerte de la reina Helga, transcurrido este tiempo había pensado tomar por esposa a una mujer que por rango no fuera inferior a la esposa perdida. Habiendo oído hablar de la belleza de Krimilda, envió a Rudiger, margrave de Bechlarn, como embajador para pedir su mano.

Gunther recibió a la embajada, oyó su petición y solicitó tres días antes de tomar una decisión. Él deseaba emparentarse con el potente soberano de Panonia, pero fue Hagen quien, intuyendo el peligro que podía significar Krimilda convertida en reina de un pueblo guerrero, le aconsejó dar largas al asunto. Gunther consideró que Hagen se encarnizaba demasiado con su hermana, y también por el deseo de no enemistarse con Atila, al finalizar el tercer día dio su consentimiento. Krimilda aceptó el matrimonio con la única finalidad de preparar su venganza. Antes de partir, lloró intensamente al dejar la tumba de Sigfrido, pero no derramó ni una sola lágrima cuando despedía a su madre y a sus hermanos.
Krimilda acusa a Hagen

Toda la corte de Atila salió al encuentro de la reina, incluyendo Teodorico, rey de los ostrogodos, el más potente de sus feudatarios. Atila, altivo sobre su caballo blanco, quedó sobrecogido ante la belleza de Krimilda y depositó a sus pies su corona. Pasaban tranquilos los días en la corte de los hunos. El rey adoraba a Krimilda y satisfacía todos sus deseos. De su matrimonio nació un hijo, al que llamaron Ortlieb.

Siete años después, Krimilda ya se había ganado la simpatía y sumisión de todos los hunos. Pensó entonces que había llegado el momento oportuno para dar realidad a sus deseos de venganza. Un día, viendo al rey más dispuesto a concederle cualquier cosa, le rogó que oyera sus deseos de volver a ver a sus hermanos. Atila accedió gustosamente, e invitó a los jefes burgundios. Al recibir la invitación, los jóvenes príncipes aceptaron sin dudarlo, pero Hagen manifestó sus temores. Como fue tachado de cobarde, al final decidió partir junto con el rey Gunther y sus hermanos. En las riberas del Danubio, Hagen descubrió dos sirenas entre unos cañaverales que le advirtieron de que la venganza de Krimilda iba a abatirse sobre ellos, y que ninguno de los burgundios volvería a ver las murallas de Worms.

A pesar de estos malos presagios, el viaje prosiguió y Gunther, con su séquito, pasó la frontera de Baviera y penetró en la comarca de Bechlarn. Rudiger, el margrave, dispuso a los burgundios una alegre acogida. En el tiempo que pasaron allí, el joven príncipe Giselher se enamoró de Frida, la hija de Rudiger, y se la pidió a su padre en matrimonio. Se acordó que, al regreso de Panonia, se celebrarían las nupcias. Antes de partir, Giselher se volvió para mirar esperanzado a su prometida, que se despedía de él agitando la mano; nunca más volvería a verla.

Unos días después, los burgundios llegaron a la corte de Atila. Desde hacía varias horas, la reina Krimilda espiaba impaciente desde lo alto de una torre y, cuando les vio a lo lejos, su alma se llenó de gozo pensando en la venganza. Krimilda besó y saludó solo a su hermano Giselher, pero no se dirigió de ninguna manera a aquellos que, directa o indirectamente, habían participado en la traición y asesinato de Sigfrido. Pero Atila, que nada sabía, les dispensó una cálida bienvenida y preparó grandes festejos. Finalmente, llegó la hora.


En el salón mayor del palacio se celebraba el banquete, en el que participaban los más importantes señores feudales burgundios y hunos. Atila presentó con orgullo a su hijo Ortlieb a los huéspedes. Pero, justo en el instante en que el niño pasaba junto a Hagen, un caballero ensangrentado hizo aparición para anunciar que los hunos estaban atacando a los burgundios. Hagen, preso de ira, sacó su espada y de un golpe decapitó al pequeño príncipe: era la señal de guerra. Mientras Atila, Krimilda y Teodorico se ponían a salvo, surgieron duelos por toda la sala. Al final, los burgundios consiguieron protegerse en el interior del palacio, formando barricadas. Los hombres de Atila intentaron vencer su oposición, pero después de varias sanguinarias refriegas fueron rechazados. Atila y Krimilda juraron salvar la vida de todos los burgundios a cambio de que se les entregara a Hagen, pero Gunther rechazó con desdén la proposición de traicionar a uno de sus vasallos.

La sanguinaria lucha duró días enteros. Krimilda hizo prender fuego al palacio, y muchos caballeros perecieron, hasta que solamente Gunther y Hagen, batiéndose como leones, salieron con vida. Finalmente, Teodorico atacó con sus ostrogodos y pudo vencer a los dos burgundios, sin fuerzas ya a causa del encierro y de las heridas.

Atados fueron llevados ante Krimilda, que en el acto hizo decapitar a Gunther, reservando para sí la feroz alegría de clavar la espada en el pecho de su odiado Hagen. Todos, perturbados por la horrenda carnicería que había transformado durante días y días el castillo en un mar de sangre, vieron con horror el lastimoso fin de los dos últimos burgundios. Hildebrando, capitán de los ostrogodos, demostró su ira al ver que un valiente guerrero, atado e imposibilitado para defenderse, era degollado por la mano de aquella extranjera cruel y, sacando la espada, golpeó de muerte a Krimilda.

Gunther ordena a Hagen que oculte el tesoro del Rin

En cuanto al tesoro de los nibelungos, continúa enterrado en algún lugar en el fondo del Rin, ya que Hagen se llevó a la tumba el secreto de su paradero.

viernes, 26 de julio de 2013

Réquiem por Galicia


Escribo con el corazón en un puño, casi ahogada por la consternación y la pena, pues la tragedia que ha tenido lugar en mi tierra no tiene comparación en toda la historia de Galicia. El 24 de julio, víspera de las festividades del Apóstol Santiago, un tren de Alta Velocidad con ruta Madrid-Ferrol descarriló a cuatro kilómetros de Santiago de Compostela. Un accidente que, en el momento en el que escribo, se ha cobrado ya 78víctimas mortales.

No tengo palabras para describir lo que siento. Es cierto que ni mis familiares ni mis amigos viajaban en ese tren, pero eso no significa que no sienta la pérdida de tantos inocentes en un accidente que, posiblemente, se podría haber evitado. Al parecer, la velocidad a la que viajaba el tren era muy alta. El tramo en el que descarriló debía ser cruzado a una velocidad máxima de 80 kilómetros por hora; los testigos aseguran que el tren viajaba a más velocidad, y los últimos reportes que nos llegan afirman que el tren llegó a alcanzar los 190 kilómetros por hora.

Todo empezó con un estruendo ensordecedor alrededor de las nueve menos veinte de la noche. En el pueblo de Angrois, que está muy cerca de la capital de Galicia, en un tramo ferroviario con curvas, el tren Renfe Alvia que venía desde Madrid se salió de las vías, provocando un accidente de proporciones exageradas. La alta velocidad del convoy hizo que se rompiera literalmente en dos. Uno de los vagones pasó por encima de un talud de cinco metros de altura y quedó destrozado a 15 metros del lugar del siniestro. La parte de atrás del tren fue la más dañada, ya que quedó consumida por el fuego.

Los vecinos de Angrois salieron de sus casas y contemplaron un escenario dantesco. Un tren partido en mil pedazos, ruinas y fuego. No tardaron en oírse los gritos desesperados de las víctimas. Algunas pudieron salir de los vagones siniestrados por su propio pie, pero otras estaban atrapadas. Fueron los propios vecinos de la zona quienes, armados con martillos, hachas e incluso piedras, se acercaron a los vagones para romper los cristales de las ventanas y abrir las puertas.

Afortunadamente, los servicios de Emergencia no se hicieron esperar. Policías, bomberos y ambulancias llegaron con premura al lugar del accidente, pero pronto se hizo necesario pedir refuerzos; nadie se imaginaba las proporciones del siniestro. Las víctimas consiguen salir poco a poco, algunas conscientes del horror que han vivido. Sin embargo, la imagen más traumática quedará por siempre en mis retinas: la fila de muertos depositados junto a las vías, cubiertos con mantas y toallas.

Tras los primeros momentos de consternación, empiezan a llover las llamadas y mensajes por móvil o a través de las redes sociales. Es particularmente terrible que un padre haya dejado en Facebook un enlace de la tragedia del tren junto con un escueto pero desgarrador mensaje: “Mi hijo ha muerto”. En Twitter, una usuaria reclamaba respuestas urgentemente, ya que su hermana viajaba en el tren, precisamente en el vagón que más daños había sufrido al descarrilar. Solo el tiempo dirá cómo acaba su historia.

No es mi intención acusar a nadie de negligencia, porque yo no soy experta en accidentes ferroviarios ni cuento con la capacidad para convertirme en juez de nadie. Los seres humanos nos equivocamos. Todos cometemos errores, y todos los pagamos. Pero las preguntas surgen, es inevitable. ¿Qué fue exactamente lo que pasó? ¿Por qué el tren alcanzó tanta velocidad en ese tramo para el que se especificaba que debía atravesarse a 80 kilómetros? ¿Acaso estaban las vías en mal estado? ¿Falló algo en el puente de mando del tren?

Hago referencia al fallo humano porque es la principal hipótesis para explicar la tragedia. Al principio se barajaban otras posibilidades, como un atentado terrorista. Sin embargo, parece que todos los indicios apuntan a un error humano. No me quiero ni imaginar la desesperación por la que estará pasando el maquinista del tren, que salió ileso del accidente. Aunque en estos momentos puede experimentar estrés post-traumático, creo que cuando salió del tren él mismo ni siquiera sabía lo que había ocurrido y cómo había ocurrido. Sus palabras fueron: “Descarrilé… ¿Qué le voy a hacer? ¿Qué voy a hacer?”

La tragedia se salda provisionalmente con un balance de 78muertos y 140 heridos, algunos de ellos con traumatismos craneoencefálicos y en estado de coma. En Compostela y A Coruña, los hospitales están saturados tanto de familiares de las víctimas como de personas que han acudido en masa para donar sangre. En los hospitales se han elaborado listas de nombres para que resulte más fácil localizar a los damnificados. Sin embargo, las listas deben ser modificadas cada cierto tiempo para actualizarlas, y todavía quedan muchas víctimas sin encontrar e identificar. Sin duda, la mayor tragedia ferroviaria que ha ocurrido en 40 años.

Si es verdad que el maquinista tuvo que ver con el accidente y se debió a un fallo suyo, no voy a emitir ningún juicio contra él. Considero que vivir para contemplar las consecuencias de un error es castigo suficiente.

Las celebraciones de las fiestas del Apóstol han sido canceladas. Se han decretado siete días de luto para la comunidad de Galicia. No ha quedado ni rastro de sonrisas ni alegrías. A partir de ahora, estas fechas serán recordadas con tristeza en el corazón. No hay felicidad que valga, porque la tragedia se la ha llevado. Y si yo todavía estoy consternada por lo ocurrido, no me quiero ni imaginar el dolor por el que los más afectados estarán pasando. ¿Qué se le dice a alguien cuya vida ha quedado rota para siempre? La pena reciente tiene un filo muy fino, porque siega los nervios y te desconecta de la realidad. Solo con el tiempo, a medida que el filo se va embotando, empieza el verdadero dolor. Aunque de poco va a servir, quiero manifestar mi apoyo absoluto a las víctimas y sus familiares.

Preguntas sin respuesta. Dolor sin consuelo. Es demasiado triste… No tengo palabras...

miércoles, 24 de julio de 2013

El Rincón del Lector VI: Corpúsculo


Cuando un libro, una serie o una película tienen mucho éxito, es lógico que los fans les dediquen un pequeño homenaje en forma de obras, reseñas o vídeos que hagan referencia al objeto de su admiración. La cosa mejora todavía más cuando los fans resultan tener de un gran sentido del humor y deciden crear parodias graciosísimas a partir de una historia que, en principio, no daría pie a risa. Esto es lo que ocurre con el libro que os traigo hoy.




Título: Corpúsculo, una parodia peligrosa
Autor: The Harvard Lampoon
Editorial: Random House Mondadori - De Bolsillo
Nº páginas: 187 págs.
Año: 2010
Sinopsis: Pálida y patosa, Belle Goose llega a Switchblade, Oregón, buscando una aventura o por lo menos un compañero de clase inmortal. Pronto descubrirá a Edwart Mullen, un tío bueno pero loco por los ordenadores y con cero interés por las chicas. Después de ser testigo de extraños sucesos -Edwart deja intactas sus patatas rellenas, Edwart la salva de una bola de nieve- Belle tiene una dramática revelación: Edwart es un vampiro. Pero ¿cómo convencerle para que la muerda y la convierta en su novia eterna si parece sentir repulsión por las chicas?
Llena de amor y peligro, atormentada y obsesionada, pero sobre todo espeluznantemente embriagadora como un baile de fin de curso, Corpúsculo es la asombrosa historia de una chica con fijación por los vampiros que busca el amor en el sitio equivocado.



RESEÑA (sin spoilers)



Es de dominio público que la saga Crepúsculo se ha hecho mundialmente famosa, y la autora Stephenie Meyer se ha convertido en una de las escritoras más conocidas por el público adolescente. Mi opinión sobre Crepúsculo podría dar para páginas y páginas, y no precisamente para halagarla porque, en realidad, se trata de una obra bastante mediocre que desprende un tufillo pro-mormón que no veas. Pero hoy no toca hablar de Crepúsculo, sino de Corpúsculo, la novela que me ayudó a reconciliarme con esta saga.


Tenemos aquí, en mi opinión, la mejor parodia que se ha podido crear sobre la novela de Sthephenie Meyer. El relato está escrito en primera persona, como en la obra original, de modo que contamos con el punto de vista de la protagonista. Las referencias a Crepúsculo son constantes, y los que han leído la novela se darán cuenta de inmediato de los numerosos cameos que se hacen en Corpúsculo.


Nuestra protagonista es Belle Goose (literalmente, Belle Ganso), una chica bastante peculiar que decide marcharse de casa, dejando a su madre con síndrome de ansiedad por separación (diagnosticado por un pediatra) y a su padrastro Bill (estrella de un equipo de street-hockey) para mudarse al pequeño pueblo de Switchblade, donde vive su padre, que es un prestigioso limpiacristales local. Su primer día en el instituto es de todo menos normal, sobre todo en el momento en que ve por primera vez al “guapísimo” Edwart Mullen que, si analizamos su descripción, resulta ser un tipo larguirucho, flaco, con gafas, asmático, obsesionado con los gérmenes, loco por los ordenadores y con pánico hacia las chicas. Vamos, un friki en toda la extensión de la palabra.


Sin embargo, Belle concibe la extraña idea de que Edwart (traducido, Verruga) es un vampiro y ella está dispuesta a sonsacarle la verdad, aunque para eso tenga que inventársela ella misma. Poco a poco, conseguirá acercarse a Edwart sin que a éste le sangre la nariz por su presencia, y entre los dos surgirá una relación un tanto extraña y que poco o nada tiene que ver con lo que ocurría en Crepúsculo, pero no por eso es menos auténtica… ni menos divertida.


Ya he dicho que las referencias a Crepúsculo son constantes. De hecho, una de las cosas más divertidas que hace el lector es tratar de descubrir los muchos cameos que se le hacen, y que van desde los juegos de palabras y las bromas idiomáticas, a la música de un móvil o los libros que lee la secretaria del instituto de Switchblade. También se hacen referencias a personajes que aparecían en Crepúsculo pero que aquí no aparecen, como el padre de Jacob o Alice Cullen. Otras referencias graciosas se encuentran en situaciones en las que sabíamos cómo actuaba Bella, pero en las que Belle reacciona de manera completamente disparatada.


Corpúsculo es una novela muy fácil de leer. Tiene muy pocos capítulos y está escrita en un tono muy ligero, de modo que os la terminaréis en una tarde sin ningún problema. Además, como tiene la facultad de arrancar carcajadas a cada párrafo, siempre querréis leer más. Corpúsculo es una parodia tronchante con momentos realmente inolvidables, como la escapada de Belle y Edwart al monte del Muerto o cuando Edwart salva a Belle de que un vendedor le endose un producto de la marca Sega. La risa aún no se me ha pasado, y eso que leí el libro hace un par de años.


Si tuviera que ponerle alguna pega, diría que resulta demasiado corto para mi gusto. Hubiera preferido que fuese un pelín más largo, pero ya sabemos que lo bueno, si breve, dos veces bueno, así que Corpúsculo no corre el peligro de ser un libro pesado, redundante y odioso.


Otro punto en contra es que, al tratarse de una parodia sobre otra novela, si nunca habéis leído Crepúsculo os vais a perder un montón de detalles graciosos. Se puede leer y disfrutar perfectamente, pero todo resulta mucho más divertido cuando se pillan esos cameos y juegos de palabras de la obra original.


También se le puede achacar un cierto atropello en los acontecimientos. Me explico: En un capítulo pueden llegar a pasar unas diez cosas, y puede ocurrir que te saltes una línea o dos. ¡Craso error! Seguramente, en esas escasas líneas ha pasado un acontecimiento vital para el desarrollo de la historia. Así que leed bien, no os saltéis nada y no habrá ningún problema.


Poco más se puede decir de Corpúsculo sin destriparos nada. Sólo que a veces las cosas no son lo que parecen, que lo que esperas no siempre es lo que busca tu corazón, y que el amor suele estar justo donde menos pensábamos encontrarlo.


¿Recomendaría este libro? Sin ninguna duda. Y se lo recomiendo sobre todo a los que, como yo, llegamos a hartarnos del pasteleo de la obra original y empezamos a buscar alternativas más auténticas y desternillantes. Especialmente indicado para un día que tienes la depre o que necesitas desesperadamente una dosis de risas. Los fans también pueden disfrutarla, siempre y cuando conozcan el significado de la palabra “humor” y no se ofendan por el contenido de la novela.


Nada más que añadir, salvo que cumple con creces lo que promete: Se reirá hasta tu hemoglobina.

 

jueves, 18 de julio de 2013

Un mar de leyendas


Como hija de un pueblecito costero, el mar ha formado parte inseparable de mi vida. El sonido de las olas al chocar contra las rocas, el brillo de los últimos rayos de sol de la tarde sobre el agua, los largos paseos por la orilla, la búsqueda incesante de conchas y otros tesoros escondidos... Desde muy pequeña aprendí a amar el mar, y todavía sigo amándolo.

No obstante, hay una parte del mar a la que he dedicado poco tiempo, quizá porque no sabía muy bien dónde buscar o porque lo he dejado para otro momento y al final se me ha olvidado. Estoy hablando de las leyendas sobre el mar.

Son tantas las historias y leyendas que nacen del mar que casi no puedo contarlas. Y no hablo solamente de las sirenas o los barcos fantasma, sino de maravillosas historias que, al igual que los mitos de antaño, ayudaban a la gente a comprender los misterios del mar insondable.

Hoy os he traído unas cuántas historias de diversas partes del mundo, para acercaros un poco a ese magnífico mar de leyendas que tanta fascinación provoca en quienes han tenido la suerte de nacer junto a él o en quienes lo ven por primera vez.



¿Por qué el océano es salado?

Hubo una vez un rey en Dinamarca muy querido, que entre todos los tesoros que poseía contaba con dos muelas de molino enormes. Podían moler joyas y todo lo que el rey deseara. Pero eran demasiado pesadas para que las manejaran los hombres.

Cierta vez, cuando el rey estaba en Suecia, vio a dos mujeres capturadas en la tierra de los gigantes. El rey de Suecia se las entregó como obsequio. Las llevó a su tierra y las puso a trabajar en las piedras de molino, encomendándoles que molieran oro y plata, y paz y gozo, y las gigantes obedecieron. Pero un día se sintieron cansadas y le preguntaron al rey si podían descansar. Como el rey insistía en que siguieran moliendo, decidieron gastarle una broma y empezaron a producir soldados para los enemigos del rey.

Cuando los enemigos reunieron la fuerza suficiente atacaron el reino y se llevaron las muelas mágicas y a las dos gigantes. El rey enemigo tenía una gran necesidad de sal en su país, y mientras estaban a bordo de la nave que les llevaba a su tierra, encomendó a las gigantes que molieran sal. Estas así lo hicieron. Molieron y molieron y la sal cubrió el barco. Finalmente había tanta sal que el barco se hundió. Toda la tripulación se ahogó, menos las dos gigantes que continuaron moliendo sal.

Y hasta ahora nadie les ha pedido que suspendan su trabajo, por lo que el mar está lleno de sal.


La diosa del mar de los esquimales

Los esquimales cuentan la leyenda de una muchacha que se transformó en Sedna, la diosa del mar. Se trata de una muchacha que rechazó a todos sus pretendientes y se casó con un pájaro. El padre de la joven, enfurecido ante este hecho, mató al esposo y se llevó a su hija a casa en bote. En el trayecto se desató una tormenta y el padre arrojó a la muchacha por la borda. Esta logró cogerse del borde, pero el padre le cortó los dedos uno a uno.

Pero sus dedos mutilados se convirtieron en peces y en mamíferos marinos, y estos, sus hijos, engulleron al padre de la muchacha. Esta se convirtió en la principal deidad de las profundidades y cada otoño la gente del Lejano Norte celebra grandes banquetes y fiestas en su honor. Algunos esquimales la conocen como Sedna, pero también se la llama con muchos otros nombres en diversas zonas del Ártico, y su historia se cuenta con muchas variantes.

En nuestros días, sus compañeros son un enano y una dama manca con la que comparte su marido, el escorpión del mar. Sedna no siente piedad por la humanidad, pero tampoco actúa arbitrariamente. Jamás se desplaza siguiendo su libre albedrío, sino que está enraizada en su morada de piedra. Un hombre corriente moriría con sólo ver su siniestra apariencia, y solamente un chamán puede sostener su mirada. Inmensa, voraz e imponente, con su temperamento salvaje, ella vigila con su único ojo a todos los mamíferos del mar.

Cuando un cazador mata un mamífero marino sin necesidad, Sedna experimenta resentimiento y un gran dolor físico en el lugar de su cuerpo donde originalmente nació ese animal.


¿Por qué los peces no hablan?

Dice la leyenda que hubo un tiempo en que nadie sabía hablar. Los animales no emitían sonidos. Las aves no cantaban. Las aguas fluían y el viento soplaba, pero no hacían ruido. Incluso el hombre no hacía ningún ruido.

Cierto día, Väinämöinen, el Maestro de la Canción, ordenó a todos que tomasen como propio el lenguaje que más les gustara. El viento eligió el fuerte bramido y el crujir de las botas de Väinämöinen cuando este subía a su sitial. El trueno fue el primero en elegir, por eso su voz es mucho más potente que la del viento, aunque nunca habla durante tanto tiempo como el viento. El río decidió que el crujir de la capa de Väinämöinen producía un sonido agradable. Los árboles pensaron que el sonido que producían las mangas de Väinämöinen al ser rozadas contra algo era la mejor voz para aquellos que tenían hojas por labios. Los pájaros no encontraron sonido alguno que les agradara hasta que Väinämöinen no tocó una breve melodía en su arpa. En cuanto al hombre, este aprendió todos los diferentes sonidos del arpa de Väinämöinen y los de su capa cuando se trasladaba de un lado al otro. Y aprendió a cantar mejor que los propios pájaros.

Mientras todas las criaturas de la tierra y del cielo habían estado escuchando al gran Maestro de la Canción y eligiendo cada uno su lenguaje específico, los peces habían permanecido un poco al margen. Sabían que algo muy importante estaba sucediendo, pero no tenían idea de qué se trataba. Los peces podían ver que las criaturas de la tierra y del cielo abrían y cerraban la boca pero, al estar debajo del agua, no podían oír los sonidos. Pese a ello, decidieron comportarse como los demás. Por eso podemos ver a los peces abrir y cerrar la boca sin emitir el más simple de los sonidos.


¿Por qué los peces tienen branquias?

Una leyenda del Pacífico sur cuenta que un mero nadó hasta la superficie del agua y conoció a una muchacha muy bella. La joven estaba en la playa tejiendo y el mero se enamoró de ella a primera vista. Dos veces le pidió que se casara con él y las dos veces la muchacha se negó, por lo cual el pez nadó hasta el fondo del mar junto a un arrecife a penar por su amor no correspondido.

Al poco tiempo llegó a la conclusión de que no podía abandonar el intento tan fácilmente, de modo que nadó hacia la superficie de una laguna formada por el arrecife y apareció muy cerca de la playa donde la muchacha estaba tejiendo. Estiró una de sus aletas, agarró a la joven y se la tragó. Cuando la joven vio dónde estaba, le pidió que la dejara salir, pero el mero se negó.

-Te amo -le dijo -, y no dejaré que te marches.

Entonces la joven tuvo una idea. Ella aún llevaba consigo las afiladas conchas que utilizaba para dar forma a su tejido de telar. Con ellas hizo dos cortes en el cuerpo del pez, uno a cada lado, y deslizándose a través de ellos salió y nadó hasta la costa.

El mero, por su parte, una vez que se hubo acostumbrado a que el agua entrara y saliera a través de los cortes que tenía en el cuello, llegó a disfrutar de esa sensación, pero se juró a sí mismo que nunca más volvería a enamorarse de una joven humana.

Por eso todos los peces, hasta el día de hoy, tienen agallas.


¿Por qué las medusas no tienen concha?

Hace mucho tiempo, la esposa del Rey del Mar enfermó y el médico le dijo al rey que lo único que podría curarla era un hígado de mono. Uno de los pocos habitantes del mar que estaba capacitado para caminar sobre la tierra era la medusa, y a ella le fue encomendada la tarea de viajar hasta la isla de los Monos y de convencer a uno de sus habitantes para que regresara con ella. Obedientemente, la medusa emprendió su viaje. Cuando llegó a las playas de la isla, vio un mono sobre un árbol y trabó conversación con él. En seguida empezó a hablarle al mono de los esplendores del palacio del rey, de sus árboles de coral de colores blanco, rosa y rojo y de los frutos que colgaban de sus ramas como si fueran grandes joyas. El mono estaba tan encantado con lo que oía, que aceptó ir con la medusa para ver por sí mismo aquellas maravillas y, montándose en ella, se hicieron a la mar.

Pero al cabo de un rato la medusa le preguntó al mono si traía consigo su hígado. El mono quedó perplejo frente a aquella pregunta y exigió a la medusa una explicación. La medusa, sintiendo repentina compasión por el mono, le contó la verdad. El pobre mono se horrorizó, enfadándose por la trampa que le habían tendido. Temblaba de miedo ante la sola idea de lo que le aguardaba. Sin embargo, pensó que lo más sensato era ocultar sus temores. Le dijo a la medusa que no traía consigo el hígado, sino que lo había dejado colgado en el árbol donde ella lo había encontrado. Así que dieron la vuelta y regresaron a la isla.

Tan pronto como llegaron a la playa, el mono se subió al árbol de un brinco, mofándose de la medusa y haciéndole ver que esta vez la engañada era ella. Ya nada podía hacer la medusa excepto arrepentirse de su estupidez, reconocer que el mono la había embaucado, volver junto al Rey del Mar y confesar su fracaso. Inició su regreso nadando triste y lentamente. Lo último que oyó al alejarse fue al mono riéndose de ella.

El rey montó en cólera y de inmediato dio órdenes para que la medusa fuera castigada con severidad. Fue despojada de sus huesos y de su concha y luego apaleada hasta verse convertida en pulpa. Después acarrearon su cuerpo apaleado fuera de palacio y fue arrojada al agua. Desde entonces los descendientes de la pobre medusa son blandos y no tienen huesos.


El origen del cocotero

La leyenda Tamarua de la tortuga del Pacífico sur nos habla de una princesa de once años y del Príncipe de las Tortugas. Cierto día en que la princesa se bañaba, él la vio y se enamoró de ella. El Príncipe Tortuga quiso casarse con la muchacha pero esta insistió en que ella aún era muy joven. Pese a que el Príncipe de las Tortugas se transformó en un joven bien parecido, la princesa se negó porque ella no podía abandonar a su querido y anciano padre. El príncipe lloró, derramando grandes lágrimas de tortuga ante la negativa, pero no se enfadó. Es más, le hizo un regalo a la muchacha. Le dijo que cuando llegara a su casa comenzaría a llover, y que seguiría lloviendo hasta que las aguas llegaran al umbral de la puerta. Por la mañana la muchacha encontraría una tortuga a la puerta de su casa. Ella debía coger el hacha de su padre y cortarle la cabeza. Luego debía enterrar la cabeza junto con el cuerpo en una colina situada más arriba de la casa de su padre.

-¿Serás tú la tortuga? -preguntó la muchacha.

-No -respondió el Príncipe de las Tortugas, un poco sorprendido -. Será uno de mis mensajeros.

Cuando la muchacha llegó a su casa, comenzó a llover tal como él había prometido. Por la mañana encontró a la tortuga y, siguiendo las instrucciones que había recibido, la mató y la enterró en la colina.

A los pocos días surgió de la tumba un pequeño brote y verde brote. Día a día ganaba en altura y muy pronto la gente de Tamarua pudo ver que se trataba de una planta completamente desconocida para ellos.

Cuando el retoño alcanzó el tamaño de un árbol, floreció y dio frutos. La muchacha supo por fin cuál era el regalo que le había hecho el Príncipe de las Tortugas. Era un coco, un regalo realmente magnífico, no sólo para ella sino para todos los habitantes del Pacífico sur. Desde entonces la gente siempre ha comido su pulpa, ha bebido su leche y ha usado sus fuertes hojas para tejer alfombras, cestas, abanicos y para techar sus casas.

Si acaso el lector no cree en la verdad de esta historia, bastará con que eche una mirada al coco para ver que su cáscara es casi irrompible a causa de su dureza, al igual que el caparazón de una tortuga. Y la leche que contiene es clara y límpida, como también lo son las lágrimas del Príncipe Tortuga.


La sirena de las Islas Magdalenas

Una leyenda canadiense cuenta la historia de una joven que fue arrancada de su casa por un bogavante y convertida en una sirena. Esto ocurrió como resultado de una matanza de sardinas llevada a cabo por pescadores. Las sardinas pidieron ayuda a los peces más grandes. En respuesta a esta llamada, se convocó a todos los peces del mar para una reunión. Los peces grandes se comprometieron a ayudar a sus primos más pequeños en su lucha con el hombre y a castigar a todo aquel que comiera o pescara a algún miembro de la familia de las sardinas.

Cierto día, un barco de gran calado repleto de pescado, encalló en las rocas de las Islas Magdalenas, en la costa noreste de Canadá. Aquella tarde, cuando el mar ya se había calmado, una joven caminó a lo largo de la costa para ver los restos del barco hundido. En la playa vio una caja de sardinas y decidió comérselas. Intentó romper la caja golpeándola contra una roca, pero no lo logró. Entonces comenzó a cantar una triste canción. Debajo de una roca se hallaba tendido un bogavante grande y negro, que dormía tranquilamente. Los suaves golpes sobre la roca lo despertaron y, recordando el juramento que había hecho en la gran reunión de los peces, decidió castigar a la joven. Salió de su escondite y sacudiendo modosamente sus pinzas preguntó si podía abrir la caja. Cuando la joven se la alcanzó, el bogavante cogió con fuerza a la joven por la muñeca valiéndose de sus pinzas, y la arrastró nadando mar adentro. Se cree que el bogavante se la vendió a un tritón y que aún sigue su lento proceso de transformarse en pez.

No obstante, cada primero de mayo aparece en la superficie mirándose a un espejo para ver si ese año se parece más a un pez que el año anterior. Se peina sus largos cabellos, ahora cubiertos de perlas, y mira hacia su antiguo hogar con ojos nostálgicos. Algunas veces, en las noches de luna, los pescadores oyen su extraña y plañidera canción. Cuando esto ocurre se quedan en tierra, porque saben que se siente sola y que podría cogerlos y arrastrarlos al fondo del mar, a su casa de brillantes conchas, para que sean sus compañeros de juego.


martes, 9 de julio de 2013

VI Mercado Renacentista en Viveiro


¡Bueno, por fin parece que ha llegado el buen tiempo al norte de España! Y es que ya nos hacía falta un poco de solecito, que aquí lo vemos poco y lo echamos de menos. Por suerte, con el buen tiempo han venido las primeras fiestas y celebraciones del verano. Y, para inaugurar con buen pie la mejor estación del año, hoy os presento el mercado renacentista de Viveiro!



Dracarys!!


El Mercado Renacentista de Viveiro es una pequeña feria que se celebra en nuestra ciudad desde hace muy poco. Este año ha sido la sexta feria, así que todavía es muy joven y no cuenta con el arraigo y prestigio de otras ferias de corte antiguo como la feria medieval de Alfoz, la de Mondoñedo o la Feira Franca en Pontevedra.

Sin embargo, a mí me gusta que se haya tomado la iniciativa de traer el Renacimiento (bueno, aproximadamente) a nuestra pequeña ciudad. Es un acontecimiento divertido y ofrece la oportunidad de ver mucha gente nueva, pasear entre los puestos de artesanía (y los de gastronomía, ñam!) y, por supuesto, disfrazarse acorde con la época. Y el que me conozca un poco sabrá que eso es lo que a mí me va. Algo me dice que, si esto sigue celebrándose en el futuro, llegaré a tener un papel importante en la organización del mercado.



Objetos de la forja segoviana que visitó el Mercado


El Mercado Renacentista se celebra el primer fin de semana de julio, coincida los días que coincida. El viernes se abre el Mercado alrededor de las cinco de la tarde, de modo que ya se puede pasear por las calles adornadas con banderines y estandartes, o ver lo que ofrecen los comerciantes. A estas horas todavía hay poca gente disfrazada, y la mayoría son niños. Pero todo eso cambia alrededor de las ocho y media de la tarde, cuando se lleva a cabo el desembarco de Carlos V y su madre Juana la Loca en la playa de Covas. Acto seguido, se abre un desfile que cuenta con la intervención de una banda de tambores que acompaña al rey, unos soldados empujando una catapulta, malabaristas que ejecutan sus acrobacias, músicos que representan otras culturas, una escolta a caballo y el acompañamiento de los que quieran ir en el desfile.






Una hora después del inicio del desfile, la comitiva entra en la Plaza Mayor después de cruzar la Porta de Carlos V, una de las tres puertas que actualmente se conservan en Viveiro. Una vez terminado el desfile, el rey y la reina madre suben al balcón del antiguo ayuntamiento y saludan al pueblo, dando por inaugurado el Mercado Renacentista.

A partir de ahí, todo ha de ser diversión. Los músicos y acróbatas recorren las calles alegrando a los transeúntes que pasean por allí. En algunas calles, los vecinos organizan comidas o cenas en las que abunda la comida y la bebida; como única obligación, hay que acudir disfrazado. Estos banquetes suelen celebrarse el sábado, cuando hay mucha más gente disfrazada y dispuesta a pasarlo bien.



La catapulta

En cuanto a los disfraces... En fin, aquí tengo que ser un poco criticona. Y es que, como historiadora y perfeccionista del disfraz, me fastidia ver a la gente disfrazándose de épocas que no tienen nada que ver con el Renacimiento. Vale, puedo perdonar la moda medieval... ¡pero me revienta ver a gente vestida con trajes que recuerdan a Luis XVI y a María Antonieta! ¡Que son tres siglos de diferencia, señores!

Me gustaría poder decir que cada año voy vestida diferente y acorde con la época. Pero la crisis no perdona, y no están las cosas como para pillarse un disfraz todos los años. Por suerte, se pueden alquilar por un módico precio con sus respectivos adornos y complementos. Quizá algún día me anime a pillarme uno. ¡Ahora os enseño los disfraces que he llevado este año!

1) Primer día



Aprovechando que se trataba de la temática del Renacimiento, no podía dejar de rescatar mi disfraz de Julieta. Es tan bonito como pesado, y os juro por lo que más queráis que mi espalda respiró aliviada cuando por fin me lo quité al llegar a casa.



Mi peinado está basado en la trenza que Daenerys Targaryen luce en el funeral de Khal Drogo. Para habérmela hecho yo sola, no me ha salido del todo mal.


2) Segundo día



Aquí llevo el que fue mi disfraz de Lyanna Stark, aunque no me puse ni la corona de rosas azules ni la capa (hacía un calor infernal). Sin embargo, llevo el broche de cabeza de lobo que yo misma hice y pinté (sí, la habilidad de moldear es la única que se me da medianamente bien). Es más medieval que Renacentista, pero supongo que puede pasar. Eso sí, fui la única en todo el Mercado que iba vestida de azul cielo, y llamé bastante la atención.



El peinado que lucí el sábado está también sacado de Juego de Tronos. Esta vez, Arya Stark fue mi inspiración. Fue una buena elección, porque tengo el pelo bastante largo y me da mucho calor, así que fui fresca y elegante a la vez.


Lamento decir que el tercer día me lo perdí. Y es que hacía un montón de tiempo que no iba a la playa y tenía ganas de darme el primer baño del verano. Al parecer, el domingo se celebraron espectáculos de faquires, danza del vientre, música musulmana que sonaba bastante gallega (en serio) y la aparición de un dragón. Música, comida y mucha gente para celebrarlo. Espero que el año que viene sea mejor que este, porque quiero que estas cosas mejoren con el tiempo. Y, por supuesto, os animo a todos a venir a pasar un buen rato al Mercado Renacentista si os apetece. La presencia de gente nueva siempre es bien recibida!!

lunes, 1 de julio de 2013

Encuesta Carnavalera a principios de julio



¡Carnaval, Carnavaaaaal! ¡Carnaval, te quieroooo! ¡Nananá naná naná! ¡Nananá naná naná! ¡En el mundo enterooooo!

Un momento, un momento, oigo decir por ahí. Un momento, un momento. ¿Por qué estás hablando del Carnaval? ¡Aún faltan meses para Carnaval! ¿Tantas ganas tienes de disfrazarte?

Vale, tenéis razón. Y hay una explicación para esta entrada tan rara, de verdad. Pero primero, retrocedamos un poco en el tiempo.

Era yo una dulce e inocente (¡ja!) niña cuando descubrí la magia que encerraba el simple hecho de envolverse en un disfraz de fantasía. Era la oportunidad perfecta para vestirse de manera original, divertida, con vestidos que te hacían parecer un hada, una reina o un personaje de cuento. El Carnaval te ofrecía todo eso y más.

Empecé a disfrazarme a los tres años, y a partir de ahí la cosa no ha parado de aumentar. He ido de hada, de princesa, de dama antigua, de india, de pirata, de tuno (en serio), de presidiaria, de Minnie Mouse, de bailarina hindú, de cancán, etc. He llevado disfraces clásicos y actuales, algunos muy vistos y otros insólitos. He llegado a ir de chico (momentos inolvidables con mis disfraces de Legolas y de Jon Nieve) y de personajes que nadie reconoció (mi disfraz de Kirakishou provocó verdaderos retos a la hora de reconocerlo, jajaja!). Me falta poco para llegar a la treintena y, pese a lo que todo el mundo diga, no tengo la menor intención de dejar de disfrazarme en cada acontecimiento que se me presente, ya sea Carnaval, Halloween o la multitud de fiestas temáticas que empezarán a montarse en verano, como las ferias medievales o la inminente feria renacentista de Viveiro.

Tanta es mi pasión por el disfraz, que me tomo mucho tiempo para pensar en el traje perfecto. Bueno, a mí no me parece que dedicar seis meses a pensar y asimilar el disfraz sea demasiado tiempo, pero es que yo soy así. Me encanta dibujar bocetos de posibles disfraces, pensar en los complementos que voy a llevar, imaginar cómo me quedaría, las muchas fotos que me voy a sacar, cómo voy a amortizarlo. Exijo que el disfraz sea perfecto. Además, siempre cabe la posibilidad de que pueda convencer a mis amigas de que vayan del mismo tema que yo, aunque eso ha sucedido pocas veces. L

El caso es que este año me ha surgido un problemilla. Por primera vez en mucho tiempo, no tengo claro cuál quiero que sea mi disfraz perfecto para el año que viene. Por eso, se me ha ocurrido la idea de hacer una pequeña encuesta tanto en este blog como por Facebook. Voy a poner fotos y comentarios sobre las posibilidades que he estado barajando, y vosotros podéis votar vuestro favorito. A lo mejor entre todos consigo elegir el acertado, aunque ya tengo una pequeña idea de lo que quiero.



1. Bella (Once Upon a Time)



Desde que vi la primera temporada de la serie, me enamoré de la pareja formada por Bella y Rumpelstilskin. Y siendo friki como soy, este vestido no se me podía pasar desapercibido. La historia de Bella y su particular Bestia es de sobra conocida por los fans, quienes la consideran una de las más bonitas de la serie, por encima incluso de la de Blancanieves y su príncipe.

Pero pasemos al disfraz. El vestido se compone de falda acampanada, una blusa blanca de manga abullonada y un chaleco entallado azul con ribetes de color marrón y anudado al pecho mediante un cordón. No parece muy difícil de hacer, y creo que mi modista no me cobraría demasiado. Eso sí, me parece que la falda necesitará bastante tela para hacer ese efecto acampanado.

Ventajas: Parece cómodo y fácil de llevar. Es muy bonito, femenino y, en cierto modo, diría que hasta elegante. Ir de Bella siempre es un puntazo y ha sido mi sueño desde que era una niña.

Inconvenientes: A lo largo de mi vida he llevado muchos disfraces azules: hada, Minnie Mouse, princesa, Alicia en el País de las Maravillas y Lyanna Stark. Tal vez debería escoger otro modelo y color.



2. Geisha



Todo lo japonés me entusiasma, y el traje más conocido del país del Sol Naciente no se me podía escapar. He querido poseer un kimono desde que empezó mi fanatismo por Japón. Me encanta su colorido, la forma de las telas sobre el cuerpo, la elegancia innata que inspira. Es como ver una flor de cerezo en movimiento.

El kimono se compone de varias piezas puestas unas sobre otras, de manera que en pleno invierno se agradece ir bien abrigada. El obi es un cinturón que faja todo el conjunto a la cintura y que lleva una almohadilla en la espalda. Los complementos son vistosos y coloridos, de modo que es imposible no llamar la atención.

Ventajas: Es una explosión de color en medio del gris invierno. Es elegante y rezuma belleza por los cuatro costados.

Inconvenientes: Las telas buenas con esos estampados suelen ser más caras. Tanta ropa encima añade un plus de incomodidad. Tiene tantos complementos que me pasaré todo el día temiendo perderlos.



3. Battle Royale



Battle Royale es una novela escrita por Koushun Takami ambientada en un mundo distópico en el que varios estudiantes son llevados a una isla desierta para que jueguen a un juego macabro: deberán matarse entre ellos hasta que sólo quede uno, o todos morirán. En el año 2000, Kinji Fukasaku dirigió la película Battle Royale, que no es muy buena, pero que ha creado cierta expectación.

El disfraz de jugadora de Battle Royale es el típico uniforme escolar japonés. Consiste en una americana en color nude, camisa de manga larga blanca, corbata roja y falda de tablas del mismo color que la chaqueta. Las manchas de sangre le dan ese efecto macabro que tanto me gusta en un disfraz. Además, se pueden llevar armas de todo tipo, acordes con el espíritu de la película.

Ventajas: Siempre he tenido ganas de disfrazarme de colegiala asesina. Es sencillo pero resultón. Parece muy cómodo, y el maquillaje y el peinado no son problema. Me gustan los complementos y el hecho de poder llevar pistola.

Inconvenientes: Al ser un disfraz basado en una película de culto, nadie te reconoce. Es una pena que no sea más colorido.


4. Gogo Yubari



La película Kill Bill, del genial y estrambótico Quentin Tarantino, fue un fenómeno de masas en su época, en especial la primera parte. Todos los personajes, desde la vengativa Novia hasta Elle Driver, se convirtieron en objetos de culto. Mi preferida siempre ha sido Gogo Yubari, la guardaespaldas psicópata de O-Ren Ishii. Bajo su cándido aspecto de colegiala se esconde una chica capaz de matar a la mínima y con cualquier tipo de arma. Bella, sexy… y letal.

El atuendo de Gogo es parecido al de Battle Royale. Consiste en una americana de color azul marino, una blusa blanca con lacito en el cuello y una minifalda de cuadros de color blanco y negro. Lleva unos calcetines altos de color blanco y unas zapatillas deportivas muy cómodas.

Ventajas: Permite máxima movilidad porque es cómodo y fácil de llevar. La ropa se encuentra en cualquier armario, así que no haría falta gastar mucho dinero. ¡Se pueden llevar armas!

Inconvenientes: No deja de ser un traje de colegiala muy clásico. Si no vas en grupo, no tiene gracia. Su arma principal es difícil de hacer e imposible de conseguir.



5. Dorothy (El Mago de Oz)




Los cuentos clásicos nunca mueren y los personajes de los cuentos siempre son un buen recurso para poder disfrazarse, y mejor todavía si es en grupo. Dorothy, la protagonista de El Mago de Oz, es uno de los personajes más celebrados por los lectores, y su disfraz se puede encontrar en muchos sitios y con multitud de variantes.

El traje clásico de Dorothy es un vestido peto con estampado de cuadros azules y blancos, una blusa de manga corta abullonada, calcetines bajos y zapatitos de color rojo, a ser posible brillantes. Como complementos, una cestita y un perro negro de peluche o real.

Ventajas: Es muy bonito, muy cómodo y lleno de encanto. Si no quieres o no puedes hacértelo, siempre lo puedes comprar a buen precio. Se puede llevar en sus variantes “normal” y “porno”.

Inconvenientes: Al ser muy fácil de conseguir, se corre el riesgo de toparse con cinco o seis Dorothys más por ahí. Queda un poco triste si no vas en grupo. Una vez más, el azul vuelve a mi vida para ponerse en un disfraz.



6. Grease




Si hay una película mítica por excelencia, esa es Grease. No es una película: Es una moda, es una filosofía y es un estilo de vida. No me creo que haya alguien, sea de la edad que sea, que no se conozca las canciones o los bailes de esta fantástica película. Pero son los vestidos de las chicas los que despiertan mi admiración, hasta el punto de que desearía que volviera esa moda sólo por ponerme esas faldas amplísimas, esas gafas de ojos de gata, ese estilo casi pin-up tan delicioso.

Mi disfraz ideal no sería como el que lleva Sandy al final de la película, sino uno más clásico y recatado. Una falda de campana a la altura de las rodillas, con su correspondiente enagua, blusa abotonada con cuello bebé, calcetines bajos y bailarinas. Un buen peinado de los años 50 completará el look.

Ventajas: Es cómodo, sencillo y adorable. Te da absoluta libertad para escoger telas, colores o modelos. Ideal para ir en grupo si sois bastantes.

Inconvenientes: Tal vez resulte poco original. El maquillaje y el peinado me pueden dar algún problema.


Así que, esta es la lista de posibles disfraces para el Carnaval de 2014. Aprovecho para decir que alguno de estos se puede dejar para Halloween o para fiestas temáticas. Algún día subiré fotos de mis otros disfraces, para que veáis la progresión de mis gustos carnavalescos.

¡Votad a vuestro favorito!