lunes, 24 de febrero de 2025

Trilogía del Adulterio I. Madame Bovary



La vida y obra de Gustave Flaubert llenan una buena parte del siglo XIX, quien está considerado como uno de los grandes novelistas franceses de esta centuria, sino el mejor de todos, padre de la novela moderna y digno de figurar entre los clásicos de la literatura.

En esta época, el panorama literario francés se muestra bastante complejo. Los tres grandes movimientos que dominan el siglo XIX son el Romanticismo, el Realismo y el Simbolismo, que de alguna manera tendrán influjo en Flaubert. La Francia de la Revolución favorece la aparición de una literatura tan nueva como el orden político y social que acababa de establecerse, y el público, deseoso de emociones, pide obras de imaginación e intriga. Pero los escritores continúan aferrados a las costumbres del pasado y siguen escribiendo para la clase nobiliaria, dejando para los demás novelas de escasa calidad que no tenían más ambición que la de satisfacer los deseos de evasión de los lectores. Se trataba de novelas muy estereotipadas, con personajes muy alejados de la vida real, faltas de imaginación y redactadas por manos con escaso talento literario.

En este contexto, la novela moderna aparece en el momento en que logra independizarse de la poesía romántica y se constituye como género independiente. Es el género más representativo de la sociedad burguesa y aspira a ser la epopeya de un tiempo histórico de un tiempo que ha roto la unidad existente entre el héroe y la sociedad. Los novelistas modernos no viven la vida real, sino que la observan, la describen y la analizan. Entre los autores más estacados de la novela moderna estarían Balzac y Flaubert.

Gustave Flaubert, nacido en 1821 en Rouen, fue el segundo hijo de Achille Cléophas y de Anne Justine Fleuriot. Su padre fue cirujano jefe del hospital de Rouen, y su madre descendía de una de las más antiguas familias burguesas normandas. En 1832, ingresó en el Colegio Real de Rouen, donde se manifestó su precoz vocación por la literatura, a los once años, a pesar de que en la escuela le tenían por un irresponsable y no destacase en otra asignatura que no fuese Historia. Licenciado en 1839, al año siguiente superó el examen de Bachiller. Al quedar exento de realizar el servicio militar, la familia le empujó a que tomara los estudios de Derecho en París. Sin el menor entusiasmo, se inscribió en la facultad, pero sus estudios en este campo nunca prosperaron, pues Flaubert estaba más interesado en los círculos literarios que en las clases de Derecho. En esta época conoció a Victor Hugo y a Louise Colet, quien será su musa y su amante, y cuya correspondencia nos ilustra con detalle sobre el proceso de creación de Madame Bovary, la obra que le haría inmortal.

En 1844, hastiado de los estudios de Derecho, abandona la carrera y deja París para retirarse al campo. Los médicos ven en él los primeros síntomas de una enfermedad nerviosa que podría ser epilepsia, algo que el escritor siempre se había esforzado por ocultar, por lo que su padre le permite dejar los estudios para que regrese a casa para poder cuidarlo. Compra una hermosa finca en Croisset, que pasa de ser una residencia vacacional a convertirse en la vivienda definitiva de Gustave hasta su muerte. Una vez lejos de la ciudad, Flaubert puede dedicarse de lleno a su producción literaria.

El año de 1846 es clave en su vida. Muere su padre y dos meses después su hermana Caroline, de resultas del parto de su hija, también llamada Caroline. Además de estas irreparables pérdidas, Flaubert también tiene que resignarse a perder la influencia de sus amigos Chevalier y Le Poittevin, quienes siempre fueron vitales para Flaubert, hombre que no sabía vivir sin el apoyo y beneplácito de las personas que apreciaba. En esta época inició también sus amoríos con Louise Colet, que duraron unos ocho años y que terminaron abruptamente. Flaubert nunca se casaría.

En 1872, la desgracia volvió a golpearlo con la muerte de su madre. Su sobrina Caroline, muy querida para él, se encargaría de cuidarle hasta el fin de sus días, pero la situación económica en la casa no era buena. En esta época, Flaubert entabla una relación de íntima amistad con la escritora George Sand, y de vez en cuando se ve con sus amigos parisinos, Émile Zola, Alphonse Daudet, Iván Turguénev, Edmond Rostand y Jules Goncourt. Pero su mala salud, unida a la desolación y la melancolía, aceleraron su vejez en tan sólo unos pocos años. A la edad de cincuenta y ocho años tenía el aspecto de un anciano decrépito. Murió de una hemorragia cerebral en Croisset, pero fue enterrado en el panteón familiar en Rouen.

El carácter de Gustave Flaubert ofrece diversas peculiaridades. Era tímido y de marcada sensibilidad, pero eso no le impedía ser arrogante también. Pasaba del silencio absoluto a la más vergonzosa y ruidosa verborrea; su personalidad oscilaba entre la desesperación absoluta y la joie de vivre más extrema. Aunque se apoyaba muchísimo en las palabras y buenos consejos de sus amigos y disfrutaba de su compañía, prefería por mucho la tranquilidad y el retraimiento social. Esta dualidad en su personalidad también iba pareja a su físico. Era grande y de fisonomía robusta, herencia de sus antepasados normandos e iroqueses, pero a la vez tenía epilepsia y su salud era muy delicada. Era un apasionado de la escritura, rayando en la obsesión, algo que le provocaría depresiones y entusiasmos en igual grado. Su odio antiburgués se puede ver muy bien en sus obras, sobre todo en las últimas que escribió. Despreciaba la vulgaridad, la mediocridad y el materialismo burgués, además de sus hábitos, su falta de inteligencia y su desprecio por la belleza. Como curiosidad, Flaubert tenía un fetiche con los botines de la mujer.


Madame Bovary (1857)



La historia comienza contándonos la infancia y juventud de Charles Bovary, un joven que aprendió a leer y escribir gracias a su madre, ya que su padre se gastaba el dinero en alcohol y juegos de azar. Charles es aplicado y trabajador, pero nunca destaca por ser un estudiante brillante. Es obligado a estudiar Medicina, carrera que no le entusiasma pero de la que consigue graduarse al segundo intento. Su madre, entonces, le instala un consultorio en el pueblo provinciano de Tostes y le obliga a casarse con Eloise Dubuc, una mujer viuda y mucho mayor que él, pero dueña de una pequeña fortuna. Los pocos años que dura este matrimonio son un infierno para Charles, que debe soportar los caprichos y celos infundados de su esposa, una mujer que llega al extremo de espiarle mientras da consulta y de abrir su correspondencia privada.

Una noche, Charles tiene que ir a visitar de urgencia al señor Roualt, un paciente que se ha roto la pierna. Durante esa visita conoce a la hija de Roualt, Emma, una joven que encandila sin pretenderlo a Charles con su elegancia, hermosura e ingenuidad. Completamente obsesionado con Emma, Charles empieza a visitar con más frecuencia la granja de Roualt con el pretexto de tratar su pierna; pero cuando su esposa se da cuenta de que el granjero se encuentra mejor y Charles sigue yendo a visitarle, intuye que su marido está empezando a interesarse por Emma. Los padres de Charles, por su parte, descubren que la viuda les ha mentido en lo tocante a sus riquezas y se arma un escándalo. Días después, Eloise fallece y Charles se ve libre de la carga de su matrimonio. Enamorado y lleno de esperanza, acude a visitar de nuevo al señor Roualt y le pide la mano de Emma. Ella, que sueña con escapar de su vida aburrida y desea experimentar la felicidad, la pasión y los arrebatos románticos que tanto ama de las novelas que ha leído, acepta encantada la proposición de matrimonio.

Después de la boda, Charles se convierte en otro hombre. Se vuelve más alegre, entusiasta y feliz y, aunque sigue sin ser otra cosa más que un médico mediocre, el estar al lado de la mujer que ama le ha devuelto el entusiasmo por la vida. Sin embargo, a Emma le pasa justo lo contrario. Tras marcharse a vivir con Charles a Tostes, se da cuenta de que su vida de casada no es como se la había imaginado. Ella creía estar enamorada de Charles, pero descubre que no siente ni una pizca de esa pasión y felicidad que añoraba desde sus años en el convento. Allí, Emma leía novelas románticas a escondidas y se imaginaba que viviría un amor apasionado y arrebatador, como las heroínas de esas historias. El matrimonio se convierte para Emma en un motivo de frustración, ya que su marido no la hace sentir como quisiera.

El aburrimiento y desilusión de Emma Bovary se ven acrecentados cuando el matrimonio es invitado a un baile en el castillo de La Vaubyessard, propiedad de un marqués. Allí, Emma se siente como pez en el agua y vuelve a fantasear con una vida idílica y privilegiada, pero la vuelta a la realidad, a una vida aburrida junto a su insulso marido, hace que Emma caiga enferma de melancolía y tristeza. Preocupado por su salud, Charles toma la decisión de mudarse con ella al pueblecito de Yonville, con la esperanza de que un cambio de aires restablezca por completo a su esposa.



En la segunda parte de la novela, el matrimonio Bovary ya está instalado en Yonville. Aunque el pueblo no carece de encantos, para Emma es más de lo mismo. Sigue aburrida, asfixiada por el ambiente monótono y puritano del pueblo. Es en estas circunstancias cuando descubre que está embarazada, hecho que la molesta profundamente. La falta de pasión en su matrimonio se vuelve insoportable, y ni siquiera el nacimiento de su hija Berthe logra inspirar en ella el deseo de vivir por alguien que no sea ella misma.

Sumergida en el desencanto, Emma conoce a León Dupuis, un joven pasante por el cuál se siente muy atraída debido a la afinidad que ambos sienten en lo tocante a la lectura y otros temas, llegando Emma a considerarle su alma gemela. Sin embargo, aunque fantasea con la idea de tener una aventura amorosa, Emma todavía no se atreve a engañar a su marido, y León no se imagina lo que Emma siente por él. Finalmente, León termina por marcharse a París para seguir con sus estudios, dejando a Emma sumida en el desconsuelo. Para tratar de paliar el dolor, empieza a derrochar el dinero en dulces, vestidos y lujos innecesarios.

No obstante, su tristeza pasará en cuanto llegue a su vida Rodolphe Boulanger, un caballero adinerado con fama de seductor que cae rendido ante la belleza de Emma y que decide conquistarla aprovechando su infelicidad conyugal. El romance entre Emma y Rodolphe es tan apasionado que ella no duda en salir de su casa de noche para encontrarse con su amante, con quien ve cumplidas sus fantasías más ardientes. Pero el amor que siente por Rodolphe empieza a volverse obsesivo y abrumador, hasta el punto de que Emma continúa gastando más y más dinero en joyas y vestidos para que el interés de su amante no decaiga. Lo que no sospecha es que Rodolphe no siente nada por ella; es más, disfruta viéndola humillarse y mendigar su amor. Emma llega a proponerle que ambos huyan juntos de Yonville. Al principio, Rodolphe se muestra igual de entusiasmado que ella, pero en el último momento cambia de parecer y abandona a Emma sin previo aviso y sin el menor remordimiento, despidiéndose de ella a través de una cínica carta que vuelve a sumir a Madame Bovary en una profunda depresión.

Antes de caer enferma, Emma ha estado acumulando una gran cantidad de deudas con el señor Lhereux, un astuto y siniestro comerciante y prestamista que fomenta su endeudamiento y propicia su ruina financiera, aprovechándose de la debilidad y extravagancia de Emma. De hecho, es el propio Charles el que se ve obligado a pedir más dinero prestado al tendero, con terribles consecuencias más adelante. Después de una larga convalecencia, Emma se repone de su enfermedad y Charles se la lleva a Rouen, donde asisten a una función de ópera. Allí se reencuentra con León, finalizando así la segunda parte.



La tercera y última parte se centra sobre todo en el encuentro de Emma con León, lo que desencadena un apasionado romance entre ellos, incapaces de controlarse por más tiempo. León se convierte en el nuevo amante de Emma, quien, para poder encontrarse a solas con él, simula asistir a clases de piano. Mientras tanto, sus deudas se van acumulando y continúa firmando pagarés con el señor Lhereux, sumiendo a su familia en una profunda crisis económica. Emma busca excusas para cada deuda, y Charles se las cree todas, a pesar de que su mujer empieza a mostrarse en público y sin vergüenza con León en Rouen y lo visita siempre que le apetece. Controlada por completo por sus pasiones, Emma pierde el control. El señor Lhereux exige que se le paguen las deudas y amenaza a Emma con el embargo de todas sus pertenencias. Ante esta situación, Emma pide ayuda a sus amantes, pero lo único que recibe por parte de ellos es rechazo y abandono. Desesperada, Emma toma una decisión trágica: decide poner fin a su vida. Busca arsénico en la botica del señor Homais y lo ingiere, y poco tiempo después muere en presencia de su marido.

La muerte de Emma sume a Charles Bovary en una situación crítica. Como si no fuera suficiente para él perder a la mujer que tanto amaba, descubre que su casa y sus bienes tienen que ser embargados debido a la insolvencia provocada por las deudas de su difunta esposa. Además, descubre la carta en la que Rodolphe se despide de Emma, conociendo así su infidelidad. A pesar de esto, el amor de Charles por Emma no disminuye. Pero entonces descubre que Emma también sostuvo una relación amorosa con León, como atestigua la numerosa correspondencia que ambos habían mantenido en secreto, y su corazón recibe un fuerte golpe de realidad. Arruinado y desengañado, Charles Bovary muere dejando a la pequeña Berthe, su hija, como una huérfana desamparada. Para mayor desgracia, ese mismo año muere la madre de Charles y el padre de Emma queda paralítico, por lo que la niña tiene que ser enviada a vivir con una tía, quien la obliga a trabajar en una fábrica de hilado de algodón.


Análisis literario

Madame Bovary está considerada una de las grandes obras del Realismo francés del siglo XIX y es calificada como una de las novelas que mejor ilustra la fatalidad y el fracaso del romanticismo. La novela no fue ajena al escándalo: en 1857, procesaron a Flaubert por ofensa a la moral pública y religiosa y a las buenas costumbres, pues la obra describía con todo lujo de detalles un adulterio. El narrador se divide para abarcar varias perspectivas y ofrecer al lector una descripción detallada de cada aspecto de la historia. Flaubert se decanta por un narrador omnisciente a propósito para alejarse lo máximo posible de su propia historia con el objeto de no juzgar a ningún personaje, dejando que sea el lector quien saque sus propias conclusiones. Es una obra muy detallada y que revela el gran trabajo que Flaubert puso en cada una de sus frases, obsesionado como estaba por la musicalidad de las palabras y su deseo de encontrar le mot juste.

Madame Bovary narra la vida de una mujer insatisfecha que trata de rebelarse contra una sociedad que parece favorecer a los hombres en lo tocante a la búsqueda de la felicidad. Emma, encerrada en un matrimonio con un médico mediocre y simplón, trata de escapar de su existencia aburrida y sin sentido para buscar una vida llena de ensueño y fantasía como las que ha visto en las novelas románticas que tanto le gustaban en su adolescencia. Sin embargo, la realidad la golpea en la cara con tal brutalidad que en numerosas ocasiones cae enferma, traspasando el mal psicológico al cuerpo físico.

La novela aborda diversos temas, siendo el más importante de todos ellos la insatisfacción personal y la rebeldía de Emma. Su infelicidad marital la lleva a arrojarse a los brazos de otros hombres con la esperanza de hallar en esas aventuras extramatrimoniales la pasión desesperada que tanto anhela sentir. Flaubert expone la hipocresía y la corrupción moral de la sociedad de la época, en la que el amor queda reducido al placer, al interés económico o a la tradición. Emma, inmersa en sus fantasías y deseos de vivir un romance literario, se da de bruces constantemente con la realidad que la rodea.

Es interesante la comparación que se establece entre Emma Bovary y Don Quijote. Ambos son dos inadaptados sociales que simbolizan la capacidad humana de fabricar ilusiones y la obstinación de querer hacerlas realidad. Mientras que Don Quijote se sumergía en las novelas de caballería y buscaba ser un héroe capaz de llevar a cabo grandes hazañas, Emma se deleita con novelas románticas y ansía ser la heroína de esas historias de amor desenfrenado. La realidad se ceba con ambos personajes, cuyo destino no parece ser otro que la muerte. Pero mientras que Emma muere en la miseria y desesperación más absoluta, Don Quijote consigue recobrar el buen juicio ya al final de sus días para morir en paz con el mundo y consigo mismo.

El deseo y la insatisfacción son elementos clave en esta novela y en la vida de Emma. En un principio, Emma ve a Charles como un posible buen partido, alguien que podría darle la felicidad que ella tanto ansía. Sin embargo, no tarda en darse cuenta de su mediocridad y trata de escapar de la monotonía de su vida. Asimismo, aspira a mantener un nivel de vida que ni por posición social, ni por ingresos económicos, es capaz de permitirse, lo que contribuye a aumentar su frustración personal y la lleva a endeudarse por permitirse demasiados caprichos lujosos. Esta búsqueda de felicidad a través de los objetos viene de la mano de su propia insatisfacción personal, pues busca obtener placer en el lujo cuando su marido y sus amantes no se lo dan, y esto acabará desembocando en su ruina personal y, por consiguiente, en su suicidio.

La novela retrata a Emma Bovary como una antiheroína. Representa la figura de la mujer oprimida en el siglo XIX, limitada a la vida matrimonial y a la maternidad impuesta por la sociedad y los roles de género. A través de la figura de Madame Bovary, Flaubert hace una crítica incisiva a las desigualdades sociales y a las limitaciones impuestas a las mujeres en el siglo XIX. La obra refleja de manera magistral la complejidad de la condición humana y las consecuencias de buscar la felicidad en ilusiones y sueños inalcanzables.


domingo, 9 de febrero de 2025

Damnatio memoriae o separar la obra del artista

 

¡Hola a todos!

Sin duda, uno de los debates más polémicos y enriquecedores de los últimos tiempos es el de si se puede, o se debe, separar la obra artística de la persona que la crea. Nos quedamos subyugados ante una pintura, una ópera, un soneto o una danza y vemos en la ejecución del artista auténtica belleza, cuando no genio y hasta algo de sobrenatural. Pero, cuando descubrimos que en su vida personal no son personas ejemplares, nos invade una sensación de decepción que puede llevarnos a rechazar con violencia la obra del autor si no sabemos separarla de su condición de artista. Y es que el ser humano es así: siempre hemos relacionado la belleza con la bondad, y por eso nos resulta tan difícil asimilar que no es oro todo lo que reluce. Se cae aquí en dos extremos opuestos, pues, por un lado, tenemos a los que desdeñan por completo al artista al saber de sus ideas o tropelías, y por el otro están aquellos que buscan la manera de ignorar esas "pequeñeces" para centrarse en la magnificencia de la obra legada, que debe primar por encima de todo.

¿Se puede separar al artista de su obra? Quizá la pregunta debiera ser si se debe o si es posible hacer tal cosa. Es cierto que no se puede negar el tremendo impacto que estos artistas han tenido en el mundo de la música, la literatura, las artes escénicas o las artes plásticas, pero tampoco se puede tapar el sol con un dedo y tratar de justificar sus desmanes con un simple es que antes las cosas eran así o eran otros tiempos. Desde luego, cada artista es fruto del tiempo que le tocó vivir, pero hay ciertos ideales o maneras de proceder que son impropios en todas las épocas. En la actualidad, movimientos sociales como el Me Too abogan por unir de manera radical al artista con su obra, lo que supone aprobar su censura y boicot en todos los medios posibles para que su mensaje artístico no llegue a más personas. Sin embargo, hay quienes ven en esto un intento por censurar obras de arte que, mal que les pese a algunos, ya forman parte del patrimonio de la humanidad y de las que no podemos evitar enamorarnos. Hoy en día, la cultura de la cancelación está en boga, y el poder de las redes sociales es tal que puede llevar a la ruina a un artista floreciente por hacer un comentario desafortunado en X o por subir una foto que a alguien le ha resultado ofensiva.

¿Cómo separamos al artista de su obra? ¿Se puede olvidar momentáneamente la vida del artista y nos limitamos a disfrutar de su obra, o consideramos que tal vez su genio tenga excusa y deberíamos dejarle hacer lo que quisiera en aras de que haga aportaciones aún mayores al arte universal? Cabe preguntarse también si somos justos y equitativos a la hora de aplicar el castigo social. ¿Actuamos siempre con el mismo rigor o somos más laxos con determinados artistas porque admiramos su obra? Hemos llegado a un punto en el que determinadas obras ya no parecen ser aptas para el consumo debido a las transgresiones de sus creadores, como pueden ser los casos de Woody Allen, Bill Cosby o incluso Johnny Depp. Podemos ver sus series y películas, desde luego, pero ¿acaso estamos viendo el programa o flotan ante nuestros ojos las acusaciones de abuso de menores, violación y maltrato?

Hoy, he querido realizar mi modesta y pequeña aportación al tema con algunos artistas bastante polémicos, sin ánimo de ser exhaustiva ya que me dejo a muchos en el tintero. Pero basta de rodeos y examinemos con lupa a estos chicos malos del arte.


*Pablo Neruda (1904 - 1973)

Poeta chileno que no necesita presentación, pues fue uno de los artistas más destacados e influyentes de su tiempo. Además de haber hecho sus pinitos en la política como senador de Chile y miembro del Comité Central del Partido Comunista, Neruda recibió múltiples reconocimientos, siendo los más importantes su doctorado honoris causa por la Universidad de Oxford y su Premio Nobel, siendo el sexto escritor en habla hispana y el tercer latinoamericano en recibir el galardón.

Pero aunque Neruda fue adalid de grandes causas y tenía fama de poseer una gran sensibilidad hacia los males ajenos, no se puede decir lo mismo cuando el afectado era él. La gran víctima de su desidia fue su única hija Malva Marina, concebida con la holandesa María Antonieta Hagenaar Maruca, que murió a los ocho años a causa de la hidrocefalia que padecía y que toda su vida fue motivo de vergüenza para su padre, hasta el punto de ignorarla por completo. En las pocas ocasiones en que se refiere a la niña en sus cartas a sus amantes, Neruda habla de ella con desprecio y frialdad, como si fuera un monstruo y no su propia hija. Nunca quiso saber nada de ella e hizo cuanto pudo para que ni Malva Marina ni su madre pudieran salir de los Países Bajos, que se encontraban por entonces ocupados por los nazis. Su desdén hacia ella fue tal que ni siquiera la menciona en sus memorias, como si Malva Marina nunca hubiera existido.


*J.K. Rowling (1965)

Su saga de Harry Potter es un clásico indiscutible de la narrativa fantástica juvenil, y fue la inspiradora de toda una generación de jóvenes lectores, a pesar de que en sus comienzos tuvo muchos problemas para encontrar una editorial que la publicara. Su vida no estuvo exenta de dolor. El mismo año en que empezó a escribir su obra cumbre, murió su madre tras diez penosos años de sufrir una esclerosis múltiple. Durante su estancia en Oporto como profesora de Inglés, se enamoró del periodista Jorge Arantes, con quien se casó a pesar de conocer sus múltiples infidelidades y su alcoholismo, motivo por el cual le abandonó y huyó a Edimburgo con su hija. Padeció depresión clínica y llegó a plantearse el suicidio. Sin empleo y viviendo de las ayudas que le otorgaba el Estado, Rowling consiguió que publicaran su primera novela en 1996, y fue tal el éxito cosechado que se convirtió en una de las mujeres escritoras más ricas del mundo.

Además de la literatura, Rowling también ha colaborado con diversas causas benéficas para ayudar a los pobres. Sin embargo, su postura respecto a las personas transexuales le valió un brutal acoso por parte de la comunidad LGBT, que la catalogó como transfóbica y retrógrada, e invitó a los fans a que dejaran de consumir productos de la marca Harry Potter. El boicot no terminó ahí, pues la comunidad llegó incluso a exigir que se eliminara el nombre de la autora en las portadas de los libros y que Rowling dejara de participar en eventos relacionados al mundo mágico, a pesar de ser ella quien había creado todo el universo de Harry Potter a lo largo de más de veinte años. Temiendo grandes pérdidas millonarias, las grandes compañías se plegaron a las exigencias de estos peticionarios, y adoptaron medidas cautelosas, a pesar de la opinión de la escritora.


*H.P. Lovecraft (1890 - 1937)

Estadounidense de Providence, maestro del relato de terror y ciencia ficción. Su obra constituye un clásico del horror cósmico, una línea narrativa que se aleja de las tradicionales historias de terror sobrenatural y abraza elementos de ciencia ficción como razas alienígenas, viajes en el tiempo o la existencia de otras dimensiones.

El lado más oscuro de Lovecraft tuvo mucho que ver con su marcado racismo. Provenía de una familia burguesa venida a menos, razón que marcó en buena medida su personalidad elitista. Su padre murió siendo Lovecraft muy pequeño, y su madre lo sobreprotegió intentando que no se relacionara con gente que ella consideraba inferior. Lovecraft conoció en 1921 a Sonia Greene, una escritora y comerciante con quien acabaría casándose a pesar de la oposición de su familia, y se mudó con ella a Nueva York. La desgracia se cebaría con la pareja: Greene perdió su tienda y Lovecraft no conseguía encontrar un trabajo. Se sumaron los problemas de salud de su esposa, que tuvo que mudarse a Cleveland, quedando Lovecraft en Brooklyn, donde comenzó a sentir una profunda aversión por la vida neoyorquina. La desalentadora realidad sobre la imposibilidad de encontrar un trabajo en un lugar cuya población mayoritaria era inmigrante chocó con la opinión que tenía de sí mismo como privilegiado caballero anglosajón, por lo que su racismo se agudizó. En su obra se pueden ver muchas descripciones de la repulsa que Lovecraft sentía hacia los mulatos, los negros y los “italo-semitas-mongoloides”. Pese a todo, Lovecraft consiguió pasar desapercibido a la crítica y la censura, quizá porque ni siquiera en su época fue muy conocido y porque tanto su obra como su prosa no llamaban la atención más que de un reducido grupo de lectores.


*Richard Wagner (1813 - 1883)

Grandísimo compositor, director de orquesta, ensayista, dramaturgo y teórico musical alemán. Su persona es una figura clave dentro del Romanticismo y sus obras, de una marcada riqueza cromática, armonía y un elaborado uso de los leitmotivs, le convirtieron en una leyenda incluso entre sus contemporáneos. Su vida estuvo marcada por el exilio político, relaciones amorosas turbulentas, pobreza y repetidas huidas de sus acreedores. 

Toda su vida, Wagner fue un personaje bastante polémico, tanto por su personalidad agresiva como por la extrema crudeza con que daba sus opiniones sobre música, política y sociedad. Sus óperas, escritos, política, creencias y estilo de vida poco ortodoxos le volvieron una persona con fama de controvertida ya en su época. Influido por ideas de corte anarquista y socialista, su pensamiento tomó características que años después darían forma al nacionalismo alemán. Su marcado antisemitismo, reflejado incluso en sus propias obras, es muestra del pensamiento que se tenía en la Alemania del siglo XIX acerca de los judíos. Consideraba a estos inferiores para expresarse artísticamente y les acusaba de componer música para conseguir dinero y popularidad, en vez de aspirar a crear obras de arte. Sin embargo, a lo largo de su vida sostuvo amistades y buenas relaciones con amigos y colegas judíos, e incluso se sospecha que el propio Wagner tenía orígenes judíos. Por desgracia, el auge del nacionalismo alemán, del que Wagner fue uno de los grandes inspiradores, adaptó sus pensamientos sobre la pureza de la raza aria y llevó a Alemania a iniciar una persecución brutal a los judíos, que fue una de las causas de la II Guerra Mundial.


*Virginia Woolf (1882 - 1941)

Una de las más grandes escritoras británicas del período de entreguerras. Fue autora de novelas, cuentos, obras teatrales y ensayos; considerada una de las más destacadas figuras del vanguardista modernismo anglosajón del siglo XX y del feminismo internacional, del que fue una gran activista durante toda su vida. Sus obras más famosas incluyen las novelas La señora Dalloway (1925), Orlando: una biografía (1928); Las olas (1931) y el ensayo Una habitación propia (1929), con su famosa frase "Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción".

Sin embargo, no fueron pocas las críticas que se le han dedicado a esta escritora ya en vida, la mayoría procedentes de intelectuales postcolonialistas. Se la tachó de aburguesada, racista y clasista, cosa que se puede ver en sus propias cartas y escritos, en los que afirmaba que las clases bajas eran detestables o que los "imbéciles", entendiéndose por discapacitados, deberían ser asesinados. A Woolf también se la tachó de clasista intelectual, ya que le gustaba vanagloriarse de que su estilo de escritura no estaba a la altura de todas las mentes, haciendo gala de un comportamiento del que, seamos sinceros, muchos escritores de su época y entorno también adolecían. Al igual que Wagner, consideraba a los judíos inferiores y repulsivos, y en su obra literaria los adorna con todos los defectos que se les achacaban en la época. Curiosamente, el apellido Woolf es judío, como lo era su esposo Leonard, al que adoraba a pesar de detestar a su familia. Su final fue tan triste como silencioso: Aquejada de trastorno bipolar y víctima de abusos en su infancia y episodios depresivos, tomó la decisión de suicidarse lanzándose al río Ouse, donde se ahogó.


*Caravaggio (1571 - 1610)

Michelangelo Merisi da Caravaggio fue un pintor italiano activo en Roma, Nápoles, Malta y Sicilia entre 1593 y 1610. Sus novedades pictóricas, así como su magnífico uso del claroscuro o tenebrismo en sus obras, le convirtieron en el precursor del Barroco. No obstante, en su época sus cuadros no fueron bien aceptados de buenas a primeras debido a su gran realismo y a la insistencia de Caravaggio de utilizar a gente de baja estofa como modelos para sus pinturas religiosas. Con todo, su influencia fue grande y se puede ver en otros artistas como Rubens, Ribera, Rembrandt y Velázquez. De hecho, a Caravaggio se le considera el padre de la pintura moderna.

Pero el “chico malo del Barroco” habría de destacar también por otras facetas menos halagüeñas. Genio loco, homosexual atormentado, artista violento… Contaba con una gruesa hoja de antecedentes por posesión ilegal de armas y provocar altercados con varias personas por los motivos más triviales, como el de golpear a un camarero tras servirle alcachofas en una taberna. Fue demandado por golpear a un hombre con un bastón; por insultar y atacar con su espada a otro en 1601; arrestado por arrojarle piedras a un agente de policía, y así una larga lista. De todos estos delitos salió bastante bien parado, en gran parte gracias a la protección de sus mecenas y porque sus pendencias no habían dejado muertos. El último de sus crímenes, por el que sería sentenciado a muerte, sí tuvo víctimas mortales. Durante un partido de pallacorta (una especie de tenis primitivo), Caravaggio se encaró con Ranuccio Tomassoni, al que derribó y trató de mutilarle el pene. Aunque no llegó a castrarle, le cercenó una arteria que le hizo morir desangrado. Tras este hecho, Caravaggio se vio obligado a huir a Nápoles, donde no halló tranquilidad en lo que le quedó de vida. Murió en Porto Ércole en extrañas circunstancias, pero se sospecha que pudo haber sido por malaria o por haber contraído una infección por estafilococo después de recibir una herida de arma blanca.


*Neil Gaiman (1960)

Nacido en Portchester (Inglaterra) y criado en Sussex. De niño cultivó una gran afición a la lectura, tanto de libros como de cómics, lo que despertó en él el sueño de convertirse en escritor. Dejó los estudios y se entregó de lleno a su gran pasión, trabajando en diversas publicaciones como crítico, articulista y entrevistador. Su entrevista con Alan Moore le cambió la vida. Tras aquel encuentro, se despertó en él su antigua afición por los cómics, lo que le llevó a concebir la posibilidad de escribir historias para este medio. En 1986, creó junto al dibujante Dave McKean su primera novela gráfica, Casos Violentos. La editorial DC Cómics le fichó junto a muchos jóvenes talentos, y así empezó su gran recorrido por el mercado estadounidense. Aunque fue muy valorado por haber trabajado como guionista en las series Babylon 5 y Doctor Who, su mayor éxito le vino por la creación de The Sandman, personaje que se convirtió en protagonista de una novela gráfica muy aclamada por el público y la crítica.

Sin embargo, en su vida personal no le fue tan bien. En 2024, dos mujeres acusaron a Gaiman de abuso sexual, aunque jamás se presentaron pruebas ni hubo seguimiento policial. El hecho de que los mensajes intercambiados entre Gaiman y las presuntas víctimas mostrasen que su relación había sido consensuada no sirvió para acallar los rumores de abuso sexual, sino que los acrecentó. El pasado 13 de enero de 2025, se publicó un artículo en el New York Magazine en el que doce mujeres lo acusan de abuso sexual y ocho relatan su terrible experiencia, que incluye prácticas degradantes como sumisión y el uso de su orina. Gaiman, progresista y gran defensor del feminismo y los derechos de la comunidad LGBT, alegó no haber mantenido jamás relaciones sexuales con nadie sin su consentimiento.


*Rafael Alberti (1902 - 1999)

Rafael Alberti nació en el seno de una prominente familia de bodegueros, pero su destino no era continuar con el legado familiar, sino el mundo del arte. Fue uno de los poetas más reconocidos de España, miembro de la Generación del 27 y considerado uno de los mayores literatos de la Edad de Plata de la literatura española. Miembro activo del Partido Comunista de España, se exilió durante la Guerra Civil y regresó a su país una vez instaurada la democracia. Entre sus reconocimientos están el prestigioso Premio Cervantes y el nombramiento como hijo predilecto de Andalucía.

Sin embargo, en lo personal, podríamos decir que Alberti distaba mucho de ser un hombre celebrado y virtuoso. En los años 20 tuvo un romance con la pintora Maruja Mallo, con quien estuvo hasta que se cruzó en su camino María Teresa León, otra escritora perteneciente a la Generación del 27, con quien se casó en 1932. Durante cuarenta años de matrimonio, León se dedicó por entero a sus dos grandes pasiones: su obra literaria y Rafael Alberti, siendo este último el causante de que se eclipsara lo primero. Para Alberti, lo primero era su propia obra, importándole poco el sueño frustrado de su esposa por no alcanzar el reconocimiento literario que merecía. En los años 70, María Teresa León fue diagnosticada de Alzheimer y fue ingresada en el sanatorio de Majadahonda, en las cercanías de Madrid, donde permanecería hasta su muerte. Alberti no aceptó la enfermedad de su mujer y la abandonó para irse a Roma, desentendiéndose de ella para siempre.


*Pablo Ruiz Picasso (1881 - 1973)

Es considerado uno de los mayores pintores del siglo XX, un verdadero genio del arte y creador del cubismo. Participó en numerosos movimientos artísticos que tuvieron su momento culmen a principios del siglo pasado, lo que le convirtió en uno de los artistas más influyentes de su tiempo y de la Historia. Sus trabajos están presentes en museos y colecciones de todo el mundo. Fue polifacético en su trabajo, pues además de la pintura abordó otros géneros como el dibujo, el grabado, la ilustración de libros, la escultura, la cerámica, el diseño de escenografía y vestuario para montajes teatrales, e incluso hizo sus pinitos como escritor. En lo personal, no obstante, se le consideraba un hombre tiránico y despiadado, cosa de la que pudieron darse cuenta las siete mujeres más importantes de su vida.

Picasso tuvo relaciones con varias mujeres que terminaron de manera trágica, sobre todo para ellas. Malos tratos, desenfreno sexual, abandono, depresión y suicidio son las palabras que mejor definen la situación de Picasso con sus mujeres, a las que casi siempre les sacaba en edad más de dos décadas. Pareciera que el pintor se recreara en coleccionar amantes: se enamoraba de una y daba inicio al romance, la inmortalizaba en sus pinturas a la vez que las sometía en todos los ámbitos de su vida y, en cuanto tenían hijos o empezaban a molestarle, se buscaba a otra mujer para dar comienzo una vez más a aquel círculo vicioso. A alguna la arrastraba por el suelo tirándole del pelo o le daba calmantes para tranquilizarla; a otra, una muchacha menor de edad, la quemó con cigarrillos a modo de castigo. Veía a las mujeres como musas o como víctimas de sus caprichos de artista. Cada vez que se cansaba de una, la destruía antes de pasar a la siguiente.