La figura de García II es una de
las más confusas que nos ha legado la Historia. Tratar
de acercarnos a quien fue rey de Galicia entre 1066 y 1071 supone un reto
difícil de abordar e imposible de superar, pues es muy poco lo que de él ha
llegado hasta nosotros. Su persona siempre va ligada a los reyes Sancho II y
Alfonso VI, pero ensombrecida por las crónicas, que buscaban ensalzar la gloria
de sus hermanos mayores negándole a él la parte que le correspondía como hijo
de Fernando I y como legítimo rey de Galicia.
El infante García nació hacia el
año 1041 o 1042, y fue el quinto hijo del monarca castellano-leonés Fernando I
y Sancha de León. Como sus hermanos varones, recibió una educación esmerada,
digna de un príncipe medieval. Estudió las disciplinas liberales (Trivium y Quadrivium), complementadas con la equitación, el adiestramiento en
el uso de las armas y la práctica de la caza. Fue educado por un preceptor de
renombre: Cresconio, obispo de Santiago de Compostela. Fue en esta insigne
ciudad donde el joven García pasó sus primeros años y recibió su educación. Es
posible que la elección de Cresconio para ser el tutor del infante respondiera a
un intento de hallar buenas relaciones en lo que atañe a educación religiosa.
No en vano, por entonces ya se habían empezado a hacer cumplir las reformas
religiosas que Fernando I había dispuesto en el Concilio de Coyanza.
Fernando I desarrolló desde 1055
una actividad expansiva frente a los reinos de taifas andalusíes, ejerciendo un
continuo control interior de manera especial en la frontera galaicoportuguesa.
En el área portuguesa se valió de la ayuda prestada por los infanzones, a los
que nombró merinos o tenentes. En Galicia, al norte del Miño, la autoridad del
monarca tardó en ser acatada y hubo de hacer frente a numerosas sublevaciones
de protesta, de las que nos son conocidas dos y ambas fracasadas. Sin embargo,
Fernando I obtuvo el apoyo del clero. Sus esfuerzos guerreros iban acompañados
de las bendiciones de los religiosos, haciendo una especie de comparación entre
el rey y Santiago, el apóstol guerrero; pero lo que realmente importa es
señalar la relación de Fernando I con la sede de Iria, de incalculable estima
para el monarca.
La estancia de García en
Compostela junto al obispo Cresconio tiene que ser explicada dentro del
contexto de acción política de Fernando I, pues tendrá mucho que ver con el
futuro reparto del reino entre sus hijos. Es muy posible que la decisión de los
lugares de educación de los príncipes se debiera a un plan concebido con
anterioridad por el propio rey, por el cual sus hijos reinarían en los lugares
donde se habían educado.
El viaje de León a Compostela en
1053 fue el comienzo de una relación estable y frecuente con el reino de
Galicia, pero no significó un cambio de residencia para García. En los
documentos de la época se puede observar su presencia casi permanente en la
corte de su padre, pues se le encuentra con frecuencia firmando documentos o
consintiéndolos. Es muy posible que, una vez que García llegara a Galicia desde
el anuncio de la partición del reino, hubiera desempeñado funciones políticas.
De estos hechos nos han llegado documentos en los que se confunden las acciones
de Fernando I con las del infante García, y de su compromiso con una hermana
del emperador germánico Enrique III. El propio García defiende sus intereses
protegiendo a los peregrinos de Lieja para que éstos den testimonio de su
obsequiosidad en la corte imperial. Sin embargo, García no llegará a desposarse
y no hay testimonios de que hubiera tenido descendencia legítima.
Se le atribuyeron, no obstante,
dos hijos bastardos: el infante don Ramiro y el conde don Fernando. Acerca del
primero, sabemos que no fue hijo de García, sino primo carnal del hijo del rey
de Navarra, García Sánchez III. Cuesta más hallar la filiación de don Fernando,
para la que se hallan dificultades a la hora de encajar su relación con la
familia real. Sea como sea, nada nos permite afirmar que García de Galicia
hubiera dejado descendencia.
Relato dedicado a García II
En el año 1065, Fernando I murió
y, tal como él había decretado, sus reinos fueron divididos entre sus tres
hijos varones para que cada uno pudiera gobernar. El reparto resultó así: el
reino de Castilla pasó a Sancho, su primogénito; León fue para Alfonso, de
quien se decía que era el predilecto de su padre; y el reino de Galicia pasó a
manos de García, el más joven. El espacio asignado a García está integrado por
el viejo núcleo de Gallaecia, que comprendía el territorio que demarcan el
Atlántico, el Cantábrico, el Macizo Galaicoduriense y el último tramo del curso
del Duero, ampliado hacia el sur gracias a Fernando I con la conquista de
Coimbra en el año 1064.
Se ha discutido mucho la razón
que pudo motivar a Fernando I a dividir su reino entre sus tres hijos. Resulta
paradójico y llamativo que la preocupación por el control conduzca finalmente a
la solución del reparto. Se ha llegado a explicar que la actuación de Fernando
I respondería a los antecedentes de su propia familia y de la distinta
concepción de la realeza en Navarra, vinculada a esos antecedentes. Sin
embargo, esas interpretaciones ya no tienen respaldo. La Crónica Silense nos dice que
Fernando I dividió el reino para que sus hijos no se pelearan por el gobierno,
pero también implica que la aristocracia dio su consentimiento al reparto.
En cualquier caso, García se
mantuvo ocupado en los asuntos gallegos. En vida de Fernando I, el ejercicio de
la potestas seguía siendo del
monarca, pero la actividad de García se orientó hacia su gobierno. El infante
prepara su futuro, para lo que dispone de un patrimonio personal consistente.
Parte de ese patrimonio constaba de monasterios, tierras y hombres de condición
servil. En la época era muy importante el papel de los monasterios como
ordenadores y estabilizadores del patrimonio aristocrático. En cuanto a la
servidumbre, ésta formaba parte del patrimonio como cualquier otro bien mueble
o inmueble.
Fernando I murió en 1065, pero no
fue hasta principios del año siguiente cuando García fue coronado rey de
Galicia. Por desgracia, no se conserva demasiada documentación cancilleresca
sobre su reinado, y nada en cuanto a la privada. La historiografía ha querido
ver en este hecho una gran falta de prestigio por parte del rey, pero esto no
ha quedado testimoniado. Lo más probable es que se debiera a los usos de los scriptoria de los monasterios en
distintos lugares y tiempos, y no a la falta de popularidad del rey.
En la documentación, García II
aparece ejerciendo las funciones que se esperaban en todo monarca. Se le ve
prestando juramento y estableciendo pactos con el obispo Vistruario de Lugo y
los condes Mido y Sancho. Jura respetar títulos y posesiones, se ampara en la
ayuda de los obispos y trata con respeto a obispos y abades. Entre sus actos se
incluyen las donaciones hechas a San Antoíño de Toques, a Munio Viegas y a
García Moniz, entre otros, así como la restauración de la sede de Tui y su
anexión a la de Santiago hasta que se nombra un nuevo obispo. Sin embargo, una
y otra vez se le dibuja como un monarca débil e incapaz.
Pero en el año 1071 empezaron los
conflictos. El ataque de su hermano Sancho puso fin a su reinado en poco más de
dos meses. Y si antes se habían mencionado las escasas capacidades del rey
García II, éstas se agudizaron más tras su rápida derrota. Los epítetos que se
utilizan para calificarle son los de inepto, pusilánime, simple, infeliz,
apocado y sañudo. Y, sin embargo, no hay en las fuentes nada que permita
sostener la tesis de la incapacidad de García para el gobierno.
La inestabilidad en Galicia solo
fue el principio de la guerra fratricida que se desencadenó en Castilla y León
tras la muerte de la reina Sancha, madre de los tres reyes. Probablemente
movidos por su gran ambición, Sancho y Alfonso se unieron para apoderarse del
reino de Galicia, obligando a García a exiliarse en Burgos y posteriormente a
la corte del rey taifa al-Mu’tamid de Sevilla. En todo momento se observa una
actitud meramente pasiva del monarca gallego en el desarrollo de los
acontecimientos: García no hace sino sufrir las consecuencias de decisiones tomadas
por sus hermanos mayores, quienes aducían estar descontentos con el desigual
reparto de la herencia que había hecho Fernando I. Y la cosa no mejoró cuando,
un año después, Sancho se apoderó de los territorios de Alfonso, convirtiéndose
así en rey de Castilla y León.
Pero poco duró su reinado. Cuando
intentaba sofocar una revuelta nobiliaria en Zamora, ciudad que se encontraba
bajo el señorío de su hermana Urraca, fue asesinado por Bellido Dolfos. La
muerte de Sancho permitió a García regresar al trono gallego, pero por muy poco
tiempo, pues Alfonso reinició la contienda. Por consejo de su hermana Urraca,
tendió una trampa a su hermano y lo hizo prisionero en el castillo de Luna, una
suerte de jaula de oro en la que viviría casi veinte años de encierro.
Así terminó el reinado de García
II de Galicia, el monarca que no pudo reinar. Encerrado en el castillo de Luna,
olvidado por las crónicas y por todos los que una vez le juraron lealtad, nunca
fue más que un problema para Alfonso VI que, si bien ordenó que se le
proporcionaran todas las comodidades, también se ocupó de que nunca abandonara
su prisión. Una antigua leyenda dice que, a su muerte en el año 1090, García
II, ya anciano y muy enfermo, manifestó entre gritos su deseo de ser enterrado
con los grilletes que había arrastrado durante casi veinte años, para mostrar
así la crueldad y ambición de sus hermanos.
Bibliografía:
*Portela, E.; García II de Galicia: el Rey y el Reino (1065-1090), La Olmeda S.L., Burgos, 2001
*Zabaleta, F.; Medievalario. Un Bestiario Medieval, Redelibros, 2011
Un pequeño comentario, cuando usted se refiera a García como rey de Galicia no es necesario poner "García II de Galicia", pues no existió antes de él un García I de Galicia.
ResponderEliminarTiene usted toda la razón, tan solo hubo un rey de Galicia llamado García. Lo que pasa es que ya me sale solo el escribirlo así. Pido disculpas si ha dado lugar a error. ¡Gracias por comentar!
EliminarHace bastante tiempo que leí el libro y tendría que repasar la información, así que podría ser como dices.
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