lunes, 20 de mayo de 2024

Animes de ayer: Candy Candy


¡Hola a todos!

Hubo una vez, allá por la segunda mitad de los años 70, una serie de dibujos animada que estaba destinada a convertirse en un clásico del melodrama. Viajemos por un momento a aquella época, cuando en Europa empezaban a llegar los primeros animes recién traídos desde Japón, llenando las parrillas de las jóvenes cadenas televisivas con grandes obras como Mazinger Z, Dragon Ball, Heidi, Marco y muchos otros animes que quedaron en la memoria de muchos niños que hoy, con más de cincuenta años a las espaldas, todavía recuerdan con cariño. Una de las series clave dentro de este boom del anime en Europa, si bien a España llegó un poco tarde, fue la inolvidable Candy Candy, basada en el manga del mismo título que ya contaba con mucha popularidad en Japón.

Candy Candy es un manga shoujo escrito por Kyoko Mizuki (uno de los seudónimos de Keiko Nagita) e ilustrado por la mangaka Yumiko Igarashi. El manga se empezó a publicar en abril de 1975 en la revista Nakayoshi, la misma que años después publicaría grandes clásicos como Sailor Moon o Cardcaptor Sakura. Fue recopilada en nueve tomos, quedando cerrada la historia en el año 1979. El manga fue tan famoso que la Toei Animation lo adaptó en forma de serie anime y lo distribuyó a varios países, por lo que se hizo muy popular a nivel internacional. Ganó el Premio Kodansha Manga para shoujo en 1977 y las ventas del manga llegaron a los 13 millones de ejemplares.

La historia, narrada en forma de melodrama, nos traslada a Norteamérica, al año 1898, cuando la pequeña Candy es abandonada siendo tan sólo un bebé a las puertas del orfanato de la Señorita Pony, en medio de una nevada ocurrida durante la primavera boreal; de hecho, de ahí le viene su nombre: Candice White. Esa misma noche también es encontrada Annie, y ambas niñas crecerán como hermanas en el Hogar de Pony, un pequeño orfanato regentado por la amable señorita Pony y la hermana Lane.

A efectos de la reseña, voy a basarme principalmente en la serie animada, aunque teniendo en cuenta también el manga y la novela, pues hay algunos cambios entre las versiones. He tomado esa decisión basándome en el hecho de que somos muchos más los que hemos visto el anime que los que han leído el manga o leído la novela, aunque esta última debe considerarse la fuente oficial. Por suerte, estas diferencias son muy pequeñas y no alteran el transcurso de la historia, así que no os perderéis en lo más mínimo.


En el Hogar de Pony



La infancia de Candy en el orfanato es inmensamente dichosa. La pequeña crece feliz en plena naturaleza, rodeada de otros niños que están en su misma situación y arropada por el amor de la señorita Pony y la hermana Lane, a quienes tiene por madres. Candy es una niña que se sale de lo convencional, pues es revoltosa, juguetona y aventurera. Le gustan pasatiempos tales como tirar el lazo al estilo cowboy o trepar hasta lo alto de grandes árboles, algo que trae de cabeza a sus cuidadoras. Sin embargo, sus virtudes destacan por encima de todo lo malo que pudiera tener. Candy es alegre, abierta y sincera. Ante los problemas o adversidades toma una actitud positiva que siempre la lleva a salir airosa y a granjearse la simpatía de todo el mundo. Ni siquiera el hecho de que nadie la haya adoptado todavía parece importarle, pues es feliz en el Hogar de Pony y no echa de menos el tener unos padres.

Quien sí desea de todo corazón tener padres es Annie. Ella es todo lo contrario que Candy: tímida, débil, apocada y con tendencia a llorar por cualquier motivo. Ambas niñas han crecido juntas y se han vuelto inseparables, hasta el punto de prometer que jamás abandonarán el Hogar de Pony y que nunca se separarán la una de la otra. Pero ocurre que en su décimo cumpleaños (sexto cumpleaños en la novela y en el manga), a Candy se le propone ser adoptada por los Brighton, una familia rica, y ella rechaza el ofrecimiento para mantener la promesa que le había hecho a Annie. Los Brighton, al ver que Candy no desea ser adoptada, le hacen el mismo ofrecimiento a Annie y la niña acepta sin dudarlo; de esta manera, Candy ve su inocencia traicionada por los firmes deseos de su amiga de tener una familia. En el manga y en la novela esto ocurre justamente a la inversa, pues los Brighton desean adoptar a Annie desde el principio debido a su parecido con su difunta hija, y es la niña la que se resiste a aceptar la adopción, siendo Candy quien la anime a aceptarla.

El tiempo pasa y Candy espera cada día las cartas que Annie prometió escribirle a diario, pero estas cartas empiezan a escasear con el paso de los meses, hasta que un día llega una misiva en la que Annie le dice a Candy que deje de escribirle, pues su nueva madre no considera apropiado que nadie de su círculo social sepa que Annie se crio en un orfanato. Desolada, Candy huye corriendo a la Colina de Pony y es allí donde se encuentra por primera vez con un chico vestido a la usanza escocesa que toca una gaita. Candy queda absolutamente fascinada por la presencia de este chico, a quien bautiza como Príncipe de la Colina. El muchacho, sonriente y amable, consigue consolarla diciéndole:

¿Por qué lloras? Eres mucho más linda cuando ríes que cuando lloras.

Tras una breve conversación, el Príncipe desaparece dejando a Candy con la impresión de que todo ha sido un sueño, salvo por un broche que se ha desprendido de su ropa y que Candy guarda como su más preciado tesoro. A partir de ese momento, Candy hará todo lo posible por ser adoptada.


Acogida por la familia Lagan



Unos meses después de la partida de Annie (en el manga son cuatro años), Candy recibe la noticia de que el mayordomo de una familia adinerada, los Lagan, ha presentado a la señorita Pony una solicitud para contratar a una niña para que sea dama de compañía de Eliza, la hija de los señores. Candy, que desea ser adoptada por una buena familia, se siente decepcionada al ver que sólo la buscan como mera acompañante, pero tiene casi trece años y sabe que es demasiado mayor para ser mantenida en el Hogar de Pony. Al ver que el escudo de la familia se parece mucho al broche del Príncipe de la Colina, Candy acepta la propuesta con la esperanza de averiguar más sobre él y volverle a ver si es posible.

Durante el viaje, Candy se pregunta cómo será Eliza, imaginándose que será una niña hermosa pero frágil, un poco parecida a su querida Annie. Sin embargo, tanto Eliza como su hermano Neal son dos malcriados que la reciben arrojándole un cubo de agua a la cabeza. Desde ese momento, los dos hermanos no perderán la oportunidad de culpar a Candy de sus fechorías, de humillarla y de exponerla de malas formas. Cuentan para ello con el beneplácito de su madre, quien les consiente todo porque tampoco acepta la presencia de una huérfana viviendo en su casa. Pero a pesar de los muchos abusos y maltratos que recibe, Candy está decidida a convertirse en toda una dama, incluso tras haber sido reducida a la condición de sirvienta y estar obligada a vivir en los establos. Incluso llega a encontrarse una vez con Annie, quien viene de visita en calidad de hija de los Brighton, pero queda defraudada porque Annie finge no conocerla.

Por fortuna, cerca de la mansión de los Lagan viven tres jóvenes que se hacen muy buenos amigos de Candy. Ellos son Archibald y Alistair Cornwell (o Archie y Stair, como les conoce todo el mundo), dos hermanos muy diferentes entre sí pero que comparten un gran interés por Candy, ya que es distinta a todas las muchachas que suelen frecuentar. Un día, Eliza y Neal acusan a Candy de haber robado una cinta que Annie le dejó como obsequio, por lo que huye llorando sin fijarse hacia donde se dirige. Sus pasos la llevan a un portal de rosas que es la entrada a un hermoso jardín en el que abundan estas flores. Allí se encuentra con un joven que guarda un gran parecido con el Príncipe de la Colina, pero lo que más sorprende a Candy es que le diga la misma frase que el Príncipe le dijo en su día. Después de que el chico desaparezca sin decir nada, Candy observa que la insignia de la mansión es la misma que la de su broche.


Adoptada por la familia Ardlay



Un día, llega a casa de los Lagan una invitación para un baile que se celebrará en la mansión de los Ardlay. Por supuesto, los miembros de la familia Lagan están invitados, pero se sorprenden al descubrir que Candy también ha recibido no una, sino dos invitaciones para asistir. Han sido Archie y Stair quienes han invitado a Candy, cada uno por su lado, para que fuese al baile a pasar un rato con ellos. Allí conocerá al joven que vio en el portal de las rosas: es Anthony Brown, primo de Stair y Archie. 

Antes de continuar, hay que dedicar una palabras a la familia Ardlay, pues este clan va a jugar un papel importantísimo en la vida de Candy. Los Ardlay son una de las familias más poderosas de Estados Unidos, aunque su origen es escocés. Existen al menos tres ramas de la familia Ardlay, además de la rama principal: los Lagan, los Cornwell y los Brown. Por eso, Neal y Eliza son primos de Anthony, Stair y Archie y sus escudos familiares son muy parecidos. El liderazgo de la familia pasa de generación en generación entre los varones de la familia, y en la actualidad lo ostenta el misterioso tío abuelo William, a quien la mayoría de los Ardlay no conocen porque sus apariciones en sociedad son muy escasas y son pocos los que tienen trato directo con él. La cara visible de los Ardlay es la tía abuela Elroy, quien se encargó de la educación de Archie y Stair y es la responsable de que el honor de los Ardlay no se vea manchado. Esta mujer, pese a que no es malvada, tiende a dejarse llevar por las apariencias y el qué dirán, por lo que la veremos cometer muchas injusticias con Candy a causa de sus prejuicios.

Volviendo a la fiesta, los tres jóvenes anfitriones cuidan y colman de atenciones a Candy, y ella por fin puede disfrutar de su primer baile. Durante el vals, Candy le pregunta a Anthony si la recuerda y él confirma que sólo la conoce de su primer encuentro en el portal de las rosas; es lo más lógico, pues el recuerdo que Candy tiene del Príncipe es el de un joven de unos diecisiete años, pero ya ha pasado mucho tiempo desde aquel primer encuentro y el tiempo también ha pasado por él. Candy se siente un poco decepcionada, ya que estaba convencida de que Anthony era el mismo Príncipe que la consoló aquella vez en la Colina de Pony, pero cree que tal vez Anthony se ha olvidado de aquel primer encuentro. Además, la dulzura y amabilidad de Anthony despiertan en ella un cariño que poco a poco se va convirtiendo en amor por parte de ambos, ya que el muchacho adora a Candy.

Sin embargo, este amor puro e idílico molesta profundamente a los hermanos Lagan, sobre todo a Eliza, pues ella está encaprichada de Anthony y aspira a comprometerse con él algún día. Los hermanos no pararán de meter cizaña entre los dos y causar malentendidos, haciendo que Candy se harte y desee volver al Hogar de Pony. Desesperada, toma una barca sin vigilancia que está apostada en la orilla del río y la corriente la arrastra hasta unas cataratas, haciendo que el bote choque contra unas rocas y acabe hecho añicos. Por suerte, Candy no termina ahogada gracias a Albert, un joven trotamundos de espesa barba y gafas oscuras que se refugia en una casa abandonada en el bosque repleta de animales a los que cuida y con quienes convive. A partir de ese momento, se forjará entre los dos un vínculo muy especial que se mantendrá a lo largo de toda la historia, pues Albert aparecerá siempre en los momentos en los que Candy necesita más ayuda.

Tras descansar esa noche y recuperar fuerzas, Candy vuelve a la casa de los Lagan para aclarar todo aquel malentendido. Anthony, Stair y Archie se alegran de su regreso, pero Neal y Eliza están profundamente celosos del cariño que le muestran a la muchacha. Es entonces cuando deciden elaborar la trampa definitiva para que la echen de allí y no vuelvan a verla. Convencen a sus padres de que es una ladrona y, como castigo, Candy es enviada a trabajar a una hacienda en México. Por fortuna, un nuevo giro del destino hace salir airosa a Candy de la situación. En el viaje de camino a México, cuando está a punto de ser vendida por el hombre que la está llevando, Candy es "secuestrada" por George, el hombre de confianza del tío abuelo William, el cual, tras recibir las urgentes peticiones de Anthony, Stair y Archie, ha decidido adoptar a Candy pese al disgusto de la anciana tía abuela Elroy.

Son días hermosos y felices para Candy en casa de los Ardlay. La muchacha recibe a diario el cariño de sus amigos, y en especial el de Anthony, el tierno y romántico chico que ama cultivar rosas. De hecho, Anthony le hace a Candy un maravilloso regalo por su cumpleaños: cultiva una rosa especial y la llama Dulce Candy en honor a la muchacha. Todo parece indicar que su amor, puro y bonito, durará eternamente.

Pero llega el día de la presentación de Candy en sociedad ante los miembros de la familia y se organiza la clásica caza del zorro, deporte favorito de los nobles ingleses, y en la que van a participar también Anthony y Candy. Tras un paseo apartados del resto, Anthony atisba un pequeño zorro y trata de esquivarlo, con tan mala suerte que su caballo mete la pata en un cepo y el animal, enloquecido de dolor, se desboca y lanza al muchacho por los aires, cayendo de cabeza contra el suelo y recibiendo un violento golpe que lo mata al instante (en la novela, Anthony no trata de esquivar al zorro, sino que va persiguiéndole). Todo ante los ojos de Candy, que observa horrorizada la muerte de su amado. Tras el trágico acontecimiento, del que es culpada por toda la familia, Candy regresa al Hogar de Pony para reorganizar sus pensamientos y encontrar un poco de paz. Pero a los pocos días será requerida por el tío abuelo William, quien ha tomado la decisión de enviarla al prestigioso colegio Royal Saint Paul en Inglaterra, para que pueda convertirse en toda una dama.


En el Royal Saint Paul



Candy parte en un barco que la lleva a Inglaterra, coincidiendo en la travesía con un misterioso joven de largos cabellos al que en un primer momento confunde con Anthony al verlo de espaldas. Pero pronto se percata de que ambos chicos no tienen nada que ver. El comportamiento tosco y grosero de Terry Granchester está muy lejos de la amabilidad y galantería de Anthony, pues siempre que está con Candy se burla de ella o le pone motes.

Al llegar a Inglaterra se encuentra con sus amigos Stair y Archie, que también han sido enviados a estudiar al Saint Paul. En el colegio, Candy conoce a Patty O'Brien, una chiquilla algo tímida pero muy amable, y se reencontrará con Annie, aunque al principio tendrá problemas con ella. Annie sigue negándose a dirigirle la palabra a Candy porque no quiere que la gente sepa que se conocen desde sus días en el orfanato. Además, su motivo para estudiar en el Saint Paul no es otro que el de estar más cerca del chico del que se ha enamorado, Archie, y acabará reprochándole a Candy que él no le haga caso porque está enamorado de ella. Por otro lado, y por desgracia para nuestra protagonista, los Lagan también han enviado a sus hijos Neal y Eliza al colegio, y ya sabemos que no dejarán de incordiarla y hacerle jugarretas siempre que puedan. Y, para completar el grupo de rostros conocidos, Candy volverá a ver a Albert, quien ahora trabaja en el zoológico de Londres.

Durante la hora de misa, Candy encuentra a Terry, el chico al que conoció en el barco. Su actitud atrevida y descarada, demostrando que no le teme a la autoritaria hermana Gray, quien dirige el internado, llama su atención. Pronto averigua que Terry es hijo del Duque de Granchester, un noble que hace generosos donativos al colegio y cuya palabra parece pesar lo suficiente como para que su hijo Terry no reciba ningún castigo a pesar de sus constantes faltas de respeto a la autoridad y de estar quebrantando siempre las normas. A pesar de todo, Candy descubre que no es un mal chico en absoluto. Terry puede ser burlón y descarado, pero no acepta las injusticias y no soporta la falsedad en las personas; de ahí que más de una vez defienda a Candy de las fechorías de Eliza y Neal, aunque luego vuelva a meterse con ella. Una noche, Candy entra accidentalmente en la habitación de Terry y descubre que es hijo de la famosísima actriz de teatro Eleanor Baker, lo que convierte a Terry en un hijo ilegítimo del Duque de Granchester. Furioso por la intromisión de la muchacha en su vida privada, Terry hace jurar a Candy que no desvelará su secreto a nadie.

El recuerdo de Anthony sigue poblando los pensamientos de Candy en las noches, y más cuando cree ver la sombra de un jinete que se pierde entre los árboles. Sumida en un trance, sale corriendo tras el sonido de los cascos para detener al que cree que es Anthony, tropezando en las escaleras y cayendo desmayada. Terry, que es quien llevaba las riendas del caballo, deja a Candy en la enfermería para que reciba ayuda, pero no se le escapa que durante todo el tiempo ella susurra una y otra vez el nombre de Anthony.

Aunque la intención del tío abuelo William era que Candy estudiara y se convirtiera en una señorita respetable, lo cierto es que Candy tiene problemas para encajar en el rígido sistema educativo británico. Como se guía por su propia brújula moral, que la vuelve intolerante hacia todo lo que considere una injusticia, tiende a meterse en problemas por saltarse las reglas continuamente y por interferir en las órdenes y castigos que imparte la hermana Gray. Por eso, cuando insulta a la monja por castigar a Patty por introducir una tortuga en el colegio a sabiendas de que las mascotas están prohibidas, Candy es enviada a una celda de castigo y se le prohíbe disfrutar del festival de mayo, que esperaba con ansias.


Vacaciones en Escocia



Gracias al oportuno tío abuelo William, que le envía unos disfraces de Romeo y Julieta, Candy consigue escapar y camuflarse en el festival de mayo, pasando desapercibida ataviada con ambos trajes. Ese mismo día, Terry descubre su secreto y la invita a bailar sobre la colina. Candy es feliz a su lado, pero entonces se le ocurre sacar a relucir el recuerdo de Anthony, lo que molesta profundamente a Terry. Para molestar a Candy, insinúa que Anthony es un muchacho débil y apocado, pero Candy se resiente contra él y le reprocha insultar a un joven que ha muerto. A pesar de todo, Candy no puede ocultar la atracción que empieza a sentir por Terry.

Archie, celoso por las atenciones que su amiga le prodiga a Terry, le pide que deje de verle porque no lo soporta y termina confesando su amor por ella. Annie, que lo escucha todo, le echa en cara a Candy que todos la quieran y prefieran a ella, como pasaba en el orfanato con la señorita Pony y la hermana Lane. Por desgracia, sus palabras llegan a oídos de Eliza, quien confirma sus humildes orígenes y pretende ridiculizarla ante todo el alumnado por ser una huérfana. Sin embargo, y aunque podría haberse enfadado con ella por sus duras palabras, Candy arregla el entuerto haciendo ver a Annie su error y que ella siempre estará ahí para ayudarla. Por su parte, Archie acabará por comprender que el corazón de Candy no le pertenece y le pide perdón.

Llegan las vacaciones de verano y el grupo de amigos viaja a Escocia. Allí, en una vieja mansión, Terry se reconcilia con su madre gracias a la intervención de Candy. En una manera un poco brusca de devolverle el favor, Terry obliga a Candy a montar con él a caballo. Candy está aterrada, el caballo galopa cada vez más veloz, y las imágenes de la tragedia vuelven a dibujarse ante sus ojos, haciéndola llorar. Pero Terry no se detiene, ya que está decidido a que Candy supere su trauma de una vez por todas. Debe olvidar su pasado y dejar de vivir de los recuerdos de Anthony, pues le impiden vivir y disfrutar del presente. Finalmente, Candy comprende lo que Terry intenta decirle y asume que no puede aferrarse al recuerdo de alguien que no regresará jamás. Por otra parte, empieza a entender el alma herida de Terry, quien fue abandonado por su madre y recibe el rechazo continuo de su padre, haciendo que entre los dos nazca una nueva relación mucho más cercana.

Pero los problemas continúan para nuestra protagonista, ya que Eliza, que está enamorada de Terry, sigue haciéndole la vida imposible. Con motivo de haberla salvado en el lago, Eliza invita a Terry a una fiesta que dará en su honor, pero él no aparece porque prefiere estar en compañía de Candy, cosa que Eliza descubre al ir a buscarlo a la mansión. La maliciosa muchacha traza la que será su venganza definitiva.

A una semana de que acaben las vacaciones, Candy y Terry están pasando un momento a solas en la campiña. Terry invita a Candy a bailar y, de repente, la besa apasionadamente. Candy se lo toma muy mal y le da una bofetada por considerarlo un atrevido; Terry le devuelve la bofetada y se marcha. Sin embargo, ninguno de los dos podrá olvidar lo que ha sucedido entre ellos.

De vuelta en el colegio, Candy recibe una carta de Terry citándola al anochecer en los establos. Allí ambos se dan cuenta de que se trata de una encerrona, pues Terry ha recibido otra carta, supuestamente de Candy, en la que le pide que se reúna con ella esa noche. En ese momento llega la hermana Gray, junto a Neal y Eliza, y los descubre. Todo ha sido una artimaña de Eliza con la intención de que echen a Candy del colegio. Frente a la inminente expulsión de la muchacha, Terry se interpone y asume toda la culpa, aceptando su expulsión y marchándose a Estados Unidos. No le gusta la vida acomodada que lleva junto a su padre, al que no aprecia, y va a tratar de ganarse la vida por sí mismo ejerciendo su mayor vocación: ser actor de teatro. Cuando Candy descubre que Terry se ha ido, decide seguir su ejemplo y deja atrás el internado para regresar a América y encontrar su propio camino.


Candy White enfermera



El viaje de vuelta a Estados Unidos se convierte en una auténtica odisea para Candy, pues se ve obligada a ir de polizón en un barco. Una vez de regreso en el hogar de Pony, Candy descubre que Terry pasó por allí para conocer el lugar donde ella había crecido y ver con sus propios ojos la colina de Pony de la que Candy tantas veces le había hablado. La muchacha siente la necesidad de ayudar a los demás, y así es como se da cuenta de que su vocación es ser enfermera. Por ello, ingresa en la Escuela de Enfermería Mary Jane para obtener la titulación que le permita desempeñar dicho trabajo. En la escuela conocerá, entre otras compañeras, a Frannie Hamilton, una estricta y severa estudiante a quien no le agrada Candy por considerarla impertinente y charlatana.

A pesar de su inicial falta de habilidad, Candy consigue poco a poco convertirse en una buena enfermera, destacando por su bondad, su alegría y su empatía con los pacientes. El inminente estallido de la Gran Guerra en Europa lleva a Mary Jane a enviar a cuatro de sus mejores alumnas a trabajar en el hospital de Chicago, donde andan escasos de personal, y entre éstas se encuentra Candy. Sin embargo, aunque aprecia el reconocimiento por ser una buena enfermera, no puede evitar sentir miedo al descubrir que en el hospital también tendrá que aprender técnicas quirúrgicas; esto le hace entender que podrían necesitarla en el frente algún día y quieren prepararla para el caso de que eso suceda.

En Chicago, Candy volverá a encontrarse con sus amigos y también con los hermanos Lagan. También descubre que Terry está en la ciudad, pues dará una función benéfica con la compañía y la muchacha hará todo lo posible por verlo, a pesar de que terceras personas intentarán impedírselo. Aquí es cuando entra en escena Susanna Marlowe, una joven actriz de la compañía de teatro donde también está Terry, y que está locamente enamorada de su compañero, por lo que no permite que ninguna mujer se le acerque. De hecho, es Susanna la que intercepta las cartas que Candy le ha escrito a Terry y quien evita que se encuentren en el hotel donde se hospedan los actores tras la función, aunque después lamenta lo que hace. Es curioso el carácter de Susanna, ya que ella hace esas cosas movida por los celos y por el miedo: celos hacia Candy porque sabe que Terry la ama, y miedo de perder la escasa influencia que tiene sobre Terry, pues sabe que no puede llamar su atención si no es dando lástima. Sin embargo, los remordimientos pueden con ella y suele arrepentirse de sus actos, lo que hace que sea difícil odiarla.

Durante varios meses, tanto Candy como Terry intentan encontrarse pero, por algún motivo u otro, nunca lo consiguen. Es como si el destino quisiera ponerles a prueba separándoles justo cuando más cerca están el uno del otro. Sólo se ven de manera fugaz cuando Candy, tras encontrar una carta que le dejó Terry, corre a la estación de trenes para despedirse de él desde el andén. Cuando regresa, el director del hospital reúne a las alumnas de Mary Jane y solicita una voluntaria para viajar a Europa y ayudar a los heridos de la guerra. Todo parece indicar que Candy será la elegida, pero Frannie se le adelanta y se ofrece voluntaria sin el menor asomo de duda. Candy se despide de ella, admirada por su valor y agradecida por haber aprendido de ella la seriedad y el compromiso que necesita la profesión de enfermera.

Pero Candy no tiene tiempo para estar ociosa, pues empiezan a llegar a su hospital los primeros heridos de guerra. Uno de estos heridos no es otro que Albert, quien ha perdido la memoria tras el estallido del tren en el que viajaba. Candy se hace cargo de su amigo dándole la mejor de las atenciones; pero cuando el director le informa de que le van a dar el alta por su buen estado físico, decide alquilar un pequeño apartamento en el que viven juntos fingiendo ser hermanos; su intención es seguir cuidando de él hasta que recupere la memoria, aunque los médicos dudan de que pueda recuperarla algún día.


Reencuentro con Terry



Entretanto, Terry, que está enterado de dónde vive Candy, invita a la muchacha a una representación teatral de Romeo y Julieta, que tendrá lugar en Broadway. Pero nuevamente la desgracia se ceba con ellos, ya que en el ensayo de la obra, uno de los focos se precipita sobre Terry, quien es salvado en el último momento por Susanna. Como precio por su audacia, Susanna pierde una pierna y su carrera como actriz queda truncada para siempre. Aunque Terry no ha tenido la culpa de su accidente, la madre de Susanna malmete entre él y su hija para que Terry asuma su responsabilidad y compense a Susanna casándose con ella, aduciendo que es lo mínimo que le debe. Esta situación pone a Terry entre la espada y la pared, pues una parte de él se culpa por lo que le ha ocurrido a Susanna.

Candy y Terry se reencuentran por fin, pero es un encuentro tenso y desapasionado. Terry oculta sus preocupaciones, pero Candy se da cuenta de que le ocurre algo. Al llegar al teatro, se entera de lo que ha ocurrido con Susanna y decide ir a visitar a la muchacha al hospital para hablar con ella. Susanna está tan desesperada que no encuentra otra salida que suicidarse saltando de la azotea del hospital, en la creencia de que su existencia es lo único que se interpone entre Candy y Terry. Pero Candy la encuentra a tiempo e impide la tragedia. Conmovida por la situación de Susanna y tras percatarse de que le falta una pierna, comprende los sentimientos de la actriz y decide, pese a que su corazón se rompe en pedazos, renunciar a Terry para que ellos puedan casarse. Los dos se encuentran en la salida del hospital para vivir una de las despedidas más tristes y desgarradoras, en un abrazo que marca el fin de su amor.

Candy arde de fiebre y se desmaya en la estación de tren. Los encargados de la estación descubren que tiene una carta que la identifica como miembro de los Ardlay, gracias a lo cual avisan a la familia y Archie va a buscarla. Allí, y estando todavía convaleciente, se entera de que Stair se alistó en el ejército como piloto, dejando a Patty completamente desconsolada. La tía abuela Elroy no quiere a Candy en su casa y ella acepta marcharse; de todas formas, Albert la espera impaciente.

Pero ocurre que Albert sufre un accidente y es atropellado por un coche mientras compraba ingredientes para prepararle a Candy una comida especial. El incidente, por fortuna, no es grave, pero será el motivo por el que poco a poco acabe recuperando la memoria. Mientras tanto, Candy se refugia en el trabajo para no pensar en Terry. Cuando el director del hospital le propone ser trasladada a una unidad móvil donde atenderá a los trabajadores de las nuevas líneas ferroviarias, Candy no duda ni un instante y acepta ir. Esta nueva aventura no será nada fácil para nuestra protagonista, pues los hombres que trabajan en las vías son rudos y violentos, y harán hasta lo imposible para obligarla a marcharse. Pero gracias a la ayuda de sus amigos, Candy consigue regresar a casa con esta prueba superada.


Desenlace



Un tiempo después, ya estando otra vez en Chicago, Candy salva a Neal de llevarse una paliza en la calle y le ayuda tras un accidente provocado por el inconsciente muchacho, haciendo que éste empiece a sentir algo por ella. Neal intenta cortejar a Candy a su manera, que suele ser tratando de obligarla a que le acepte una cita o siendo grosero con ella. Pero, por muchas veces que Candy le rechace, él parece decidido a hacerla suya de una manera o de otra. Eliza se da cuenta de que pasa algo raro y, molesta, vuelve a tramar otra manera de que Candy se aleje de ella para siempre. Convence a su madre para que hable con el director del hospital para que despidan a Candy y le impidan trabajar en cualquier otro hospital de Chicago. Por desgracia, la influencia de la señora Lagan acobarda al director y éste expulsa a Candy, quien se encuentra sin trabajo de la noche a la mañana. Por suerte para ella, podrá seguir ejerciendo su profesión en la Clínica Feliz, un curioso consultorio que atiende todo tipo de casos y cuyo doctor fue el que ayudó a Albert tras su accidente.

Por su parte, Albert encuentra a Terry ebrio en un bar y se lo lleva para tranquilizar su ánimo alterado. Tras recuperar la cordura, ambos hablan de lo que le ha pasado a Terry y lo ha llevado a ese lamentable estado. Albert lo anima a luchar por su sueño, tal como lo está haciendo Candy, quien a pesar de las vicisitudes por las que pasa, siempre le sonríe a la vida. Para entonces, Albert ha recuperado ya sus recuerdos, pero se siente incapaz de decírselo a Candy. Decide que es mejor marcharse y le deja una nota de despedida, lo que deja confundida a nuestra protagonista. Pero la desdicha vuelve a golpear a Candy cuando se entera de que su querido amigo Stair ha muerto en la guerra, alcanzado por el fuego enemigo. Después del funeral, se despide de Patty, que se marcha a Florida con su abuela.

Los problemas no dejan de perseguir a Candy dondequiera que vaya. Ni siquiera se ha recuperado por la muerte de Stair y la marcha de Albert cuando recibe noticias de la familia Ardlay para que se persone en la mansión. Al parecer, Eliza ha visto que un matrimonio entre Candy y Neal podría resultar beneficioso para los Lagan. La explicación es simple: al ser Candy la hija adoptiva del tío abuelo William, algún día heredará la fortuna familiar, y los Lagan quieren recibir la herencia obligándola a casarse con el caprichoso Neal. Tanto los Lagan como la tía abuela Elroy afirman que se trata de una orden directa del tío abuelo William y que Candy debe aceptarla, pero ella no se deja embaucar y exige ver al tío abuelo para pedirle explicaciones. Será George, el hombre de confianza del patriarca, quien la lleve ante él. Candy descubre entonces que el tío abuelo William, el hombre al que le debe tanto, no es otro que Albert.

William Albert Ardlay es el actual cabeza de familia del clan de los Ardlay, pero cuando fue nombrado como tal era demasiado joven y no se sentía preparado para aceptar tal responsabilidad. Él quería experimentar una vida libre, en pleno contacto con la naturaleza, y viajar por el mundo sin ataduras de ningún tipo, pero haciendo el bien a los demás. La tía abuela Elroy se lo consintió y se hizo cargo de todo hasta que el muchacho fuera presentado en sociedad. Albert y Candy dan un paseo y recuerdan cada uno de los momentos que pasaron juntos.

Ante tantas emociones, Candy decide tomarse unos días de descanso en el Hogar de Pony mientras Albert se ocupa de los Lagan. Un tiempo después, Candy corre por la colina de Pony, emocionada ante la idea de estar de nuevo en su hogar, cuando un sonido familiar llega a sus oídos. Es una gaita, y quien la toca no es otro que Albert, ataviado con el traje tradicional escocés. Candy finalmente descubre que Albert es también el Príncipe de la Colina. Él, su primer amor, ha estado todo este tiempo a su lado, protegiéndola, velando por ella. La serie acaba con todos los amigos de Candy reuniéndose en el Hogar para brindar por Candy y celebrar la vida, disfrutando de una fiesta de bienvenida. Candy se siente en paz por fin, tranquila, como la cálida brisa de la colina. Ahora sabe que es más fuerte que nunca y siente que al fin es liberada de toda preocupación.


Y este es el final de las aventuras de la pequeña pecosa, lo que no significa que todo el mundo se hubiera quedado conforme con esto. Ciertamente, el final del anime resultó un tanto decepcionante para gran parte del público, ya que esperaban un final feliz más acorde con la idea de pareja que tenían para Candy. En Europa, países como Francia e Italia llegaron a tal punto de adoración que se llegaron a publicar cómics que continuaban la historia de Candy, sin que sus autoras originales tuvieran nada que ver. De hecho, se puede notar que muchas de las viñetas son calcadas de las originales, pero con otros escenarios y textos más acordes a lo que el fandom demandaba.

Fue muchísimo más sonado el caso de Italia. Cuando se emitió el final original de la serie, los encargados de la retransmisión pensaron que, dado el alto contenido dramático y preocupados porque los fans podrían sentirse decepcionados ante un final en el que el amor no triunfaba, lo mejor era extender la serie un poco más creando un final alternativo por medio de la edición y el reciclaje de escenas de otro episodio. Candy se entera por los periódicos de que Terry se ha separado de Susanna, algo que la pone muy contenta. Viaja a Nueva York, donde se encuentra con Terry en la estación de tren, y ambos se funden en un abrazo y prometen no separarse nunca más.

Por si esto fuera poco, resulta que el final de la novela, y que es el que podríamos considerar como verdaderamente canónico, tampoco ayuda mucho a dilucidar la situación amorosa de Candy. En la novela, Candy rememora sus vivencias pasadas mientras hace alusión a su presente, en el que está casada y es feliz junto a la persona que ama. Lo que ocurre es que en ningún momento menciona el nombre de su misterioso marido, refiriéndose a él como "mi amado" (anohito en el original, que vendría a significar 'aquel a quien tú y yo conocemos'), lo que ha dado pie a un torbellino de especulaciones acerca de quién podría ser el amado de Candy. He visto auténticas peleas en grupos de fans que podrían haber terminado muy mal si quienes se tiran esos improperios se vieran las caras. Y lo más curioso es que Keiko Nagita dejó en la incógnita el nombre del amado de Candy pensando precisamente en sus fans, pues estaba convencida de que, haciendo esto, cualquiera podría imaginarse a su candidato preferido al lado de Candy y así todos estarían contentos.

El furor por Candy Candy llevó también a la creación y difusión de todo tipo de merchandising de la protagonista, como muñecas, bolsos, pegatinas, kits de enfermería, libros, material de papelería, agendas, diarios... También impulsó su adaptación en live action en Corea del Sur, donde se rodó una película en 1981, y en Indonesia una serie basada parcialmente en la historia original, rodada en 2007. No nos olvidamos, por supuesto, de las famosas OVAs que siempre salen en Japón cuando uno de sus animes se hace popular. De Candy Candy existen tres OVAs, dos del año 1978 y una del 1992, y en ellas se narran aventuras ya vividas por Candy y una pequeña aventura inédita.

Sin embargo, no todo lo que envuelve a Candy Candy es bonito. Somos muchos los que querríamos ver un remake de la entrañable Candy, pero parece ser que eso será imposible debido a la ruptura entre las autoras que, a día de hoy, sigue haciendo imposible que Candy Candy vea la luz en forma de manga o anime. En su día, nadie podía presagiar que Candy se convertiría en la gallina de los huevos de oro que cualquier escritor o mangaka persigue. Tras un par de décadas en las que se vendía prácticamente todo lo que tuviera el sello de Candy, llega el año 1995 y el contrato con la Kodansha expira, quedando en manos de las dos autoras la gestión de los derechos sobre la obra. Al principio todo parece ir bien, pues ambas acuerdan que ninguna podrá publicar o comercializar un producto sobre Candy sin la autorización, supervisión y consentimiento de la otra. Pero Keiko Nagita descubre que Yumiko Igarashi está comercializando unas maquinitas llamadas 'El club de impresión de Candy', que tomaban fotos instantáneas con la imagen de nuestra heroína. También relanza en Hong Kong el manga y, además, da luz verde para un drama radiofónico que será lanzado por entregas. Todo esto sin informar ni involucrar a Nagita. La autora demandó a Igarashi y en ese momento estalla un litigio que durará la friolera de quince años, provocando la desaparición de todo el material de Candy Candy. No se llegó a un acuerdo amistoso, de modo que en el año 2000, el Tribunal Supremo le dio la razón a Nagita. A día de hoy, la escritora puede publicar lo que crea oportuno bajo el título de Candy Candy, sin utilizar el material gráfico de Igarashi. Por otra parte, Igarashi no puede publicar nada, ni remotamente parecido, a la imagen de Candy sin el consentimiento de Nagita.


¡Y hasta aquí por hoy, amigos! Espero que os haya gustado este monográfico de Candy, uno de los personajes de manga y anime al que le tengo un cariño muy especial, y creo que tiene muchos puntos para que vosotros también la queráis.

¡Hasta pronto!