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"Quería una más. Hacer... hacer la cifra exacta, el gran cinco cero".
Robert Pickton, el Carnicero de Vancouver
Robert William Pickton nació el 24 de octubre de 1949 en Port Coquitlam, en la Columbia Británica canadiense. Se crio al lado de su padre Leonard Pickton, su madre Helen Louise y sus hermanos. Su familia se había dedicado a la cría de cerdos durante tres generaciones, labor que exigía mucho tiempo y atención. Su padre estaba metido de lleno en el trabajo de la granja, de modo que no participó demasiado en la educación de sus hijos; Robert sería educado por su madre, una mujer excéntrica además de adicta al trabajo. A menudo ponía a sus hijos a limpiar a los cerdos y cuidar de las bestias, de modo que los niños crecieron al lado de otros animales como única compañía.
Inicios y vida criminal
El trabajo en la ganadería familiar había vuelto a Pickton un tanto descuidado con su higiene personal, motivo por el cual sus compañeros le tenían poco aprecio. Esto era en gran parte culpa de su madre, quien mandaba a sus hijos al colegio sin asear y con la ropa sucia. Tanto Robert como sus hermanos tenían que dar prioridad al trabajo de la granja, por lo que Robert iba muy atrasado en sus estudios y tuvo que ser puesto en una clase especial. A los doce años, empezó a criar un ternero que se convirtió en su querida mascota. Dos semanas después, al no encontrarlo a la salida del colegio, le dijeron que buscara en el establo y, consternado, descubrió que sus padres lo habían sacrificado. Este hecho doloroso y traumático le marcaría de por vida.
Pickton abandonó los estudios en 1963 y empezó a trabajar como cortador de carne. Siguió ejerciendo este trabajo durante casi siete años antes de dejarlo para dedicarse por completo a la granja familiar. Entre 1978 y 1979, sus padres murieron y los hermanos heredaron la granja porcina, de la que irían vendiendo partes a diferentes promotores inmobiliarios. La granja era descrita ya por entonces como un lugar sórdido y espeluznante, y a Robert Pickton se le consideraba un hombre extraño, muy callado y con el que resultaba difícil mantener una conversación. No se le conocía ningún vicio, pero sí le gustaba tener trato con prostitutas. Frecuentaba varios clubes nocturnos y llegó a ser bastante conocido en esas zonas. A menudo organizaba fiestas en un local que había construido en su granja llamado Piggy's Palace, que atraían a las élites políticas y económicas de Lower Mainland, e incluso llegó a tener como invitados a los Ángeles del Infierno.
Fue a partir de los años 90 que empezaron a denunciarse casos de misteriosas desapariciones de mujeres en el Downtown Eastside de Vancouver. Pero como se trataba de prostitutas y drogadictas, al principio no se le dio demasiada importancia. En 1997, la trabajadora sexual Wendy Lynn Eistetter denunció a la policía que había sido apuñalada varias veces en una de estas fiestas por Robert Pickton. Ella declaró a la policía que Robert la había esposado pero que había conseguido escapar tras sufrir varias laceraciones. Pickton fue arrestado por este hecho, pero no tardó en ser puesto en libertad sin cargos porque los fiscales consideraron que el testimonio de Eistetter, que tenía problemas de drogadicción, era demasiado inestable para que pudieran conseguir una condena.
Los hermanos Pickton, exceptuando a la hermana, no eran ningún dechado de virtudes y a menudo habían tenido problemas bastante graves con la ley. David había sido condenado en 1992 por abuso sexual y había pasado treinta días en la cárcel. Con el dinero de la herencia había montado su propio taller de desguace de vehículos que utilizaba para esconder coches robados y encubrir algunas actividades de los Ángeles del Infierno. Robert, por su parte, recibió varias multas de tráfico que no pagó y por las que tuvo que ir a la corte. Los hermanos Pickton también fueron demandados por las autoridades de Port Coquitlam por infringir las ordenanzas de zonificación, por no dedicarse a la agricultura y por haber alterado un edificio agrícola para montar una sala de fiestas. Ellos quisieron disfrazar su local como una asociación benéfica sin ánimo de lucro, pero finalmente tuvieron que cerrarlo en 1998.
A partir de entonces, empezó a haber un aumento en las desapariciones de mujeres del barrio rojo de Vancouver, llegando a más de veintiséis. Patricia J. Perkins fue la primera en desaparecer en 1978, pero no se denunció su desaparición hasta 1996. Desaparecieron seis mujeres más entre 1978 y 1995, siendo en este año cuando se aceleró el ritmo de las desapariciones. La falta absoluta de cadáveres o pruebas tenía desconcertada a la policía, que no sabía por dónde empezar a investigar; ni siquiera el hablar con los familiares de las desaparecidas aportó ayuda alguna. Tampoco se barajaba la posibilidad de que fuese obra de un asesino en serie debido, precisamente, a la ausencia de cuerpos, algo que quizá lastró la investigación. La policía se centró en sospechosos de otros casos de secuestro y asesinato, entre ellos el famoso Gary Ridgway, el asesino de Green River, quien había visitado Vancouver en cierta ocasión, aunque la fecha en la que estuvo en Canadá no coincidía con la desaparición de ninguna mujer.
Descubrimiento e investigación
En cierta ocasión, la policía recibió una llamada alertando sobre un posible sospechoso. Un empleado de Pickton había encontrado varios bolsos pertenecientes a las mujeres desaparecidas y le denunció a la policía. Por increíble que parezca, hasta el momento no se había tenido en cuenta la posibilidad de investigar la propiedad de los Pickton, pero pudieron hacerlo con la excusa de tener una orden para buscar un arma de fuego ilegal. De los tres registros que se llevaron a cabo, ninguno arrojó prueba alguna que pudiera incriminarle, pese a que se encontraron objetos que habían pertenecido a alguna de las mujeres desaparecidas, como un inhalador para el asma, tarjetas de identificación, zapatos y libros. Ni siquiera fue tenido en cuenta el aviso de que Pickton tenía un congelador lleno de carne humana en su propiedad. Robert y su hermano David fueron arrestados por poseer un arma sin licencia, pero fueron puestos en libertad a los pocos días. No obstante, la policía ya estaba vigilando.
La granja fue precintada por miembros de la RPMC y el Departamento de Policía de Vancouver, quienes realizaron una rigurosa investigación a lo largo y ancho de las siete hectáreas que abarcaba la propiedad, incluyendo graneros y remolques. Entre otras cosas, se encontraron jeringuillas, inhaladores, restos de sangre en algunas prendas, cuchillos, un machete y una mancha de sangre de una de las víctimas en una moqueta. Bajo el colchón de la cama se hallaron grandes manchas de sangre, y en otras partes de la granja se descubrieron huesos y cráneos de mujer. Pero esto no se detendría aquí. Al buscar en la zona del matadero, se encontraron los restos óseos de la mano de Georgina Papin, pies y dos cabezas de dos mujeres desaparecidas, restos humanos en bolsas de basura y, en un congelador, paquetes de carne picada con los restos de dos víctimas más. Cuanto más rebuscaba la policía, más cuerpos iban saliendo; lo curioso es que nunca se encontraron los cuerpos completos, sino partes de ellos.
El 22 de febrero del 2002, la policía acusó formalmente a Robert Pickton de asesinato en primer grado de dos mujeres. Sereena Abotsway y Mona Wilson. Él negó cualquier implicación con los crímenes y rehusó cooperar. Esto llevó a los policías a tratar de engañarle encerrándole en una celda con un policía encubierto que se haría pasar por un presidiario. La idea era que Pickton cogiera confianza con su compañero de celda y se sincerara con él sobre los asesinatos, cosa que sucedió al día siguiente. Confesó estar encerrado por haber asesinado a cuarenta y nueve mujeres, cosa que le decepcionaba por no haber podido llegar a las cincuenta. También explicó que su manera de deshacerse de los cuerpos era utilizar la máquina picadora de carne que tenía en su granja. Con esta confesión en su poder, la policía tuvo vía libre para seguir excavando en la granja de los Pickton, donde se encontraron más restos humanos. Empezaban a sospechar que Pickton había mezclado la carne picada de sus víctimas con la de los cerdos que criaba en su granja para posteriormente venderla al público. También se barajó la posibilidad de que hubiera alimentado a sus cerdos con los cadáveres de las víctimas. En 2003 se realizó una vista preliminar y se incautaron la ropa y las botas de goma que Pickton llevaba la noche que atacó a Eistetter para su posterior análisis; las pruebas de laboratorio demostraron que el ADN de dos mujeres (Andrea Borhaven y Cara Ellis) estaba en ambos objetos.
Juicio
El juicio de Pickton comenzó el 30 de enero de 2006 en New Westminster. Pickton se declaró inocente de los veintisiete cargos de asesinato en primer grado que le fueron atribuidos. Se presentaron numerosas pruebas de cada uno de los casos y más de cien testimonios de testigos que había que analizar uno por uno. Se trataba de una tarea tan ardua que el juez decidió dividir los cargos en dos grupos, uno de seis y otro de veinte (fue necesario retirar una de las acusaciones de asesinato por falta de pruebas). En 2007, el juicio siguió adelante con el grupo de seis cargos, pero el de veinte tuvo que ser postergado hasta el año 2010. Debido a la prohibición de publicar absolutamente nada sobre la investigación en los medios, no se hicieron públicos todos los detalles de la decisión, pero es posible que se hiciera así para no agotar al jurado y para evitar que se declarara el juicio como nulo si éste se alargaba demasiado.
Durante el juicio de Pickton, el personal de laboratorio declaró que se habían detectado en las pruebas unos ochenta perfiles de ADN no identificados, aproximadamente la mitad masculinos y la otra mitad femeninos. El arma incautada, un revólver del calibre 22, tenía un consolador sobre el cañón que Pickton decía utilizar como silenciador, a pesar de que tal cosa no era posible. En una cinta de vídeo, el amigo de Pickton, Scott Chubb, decía de él que éste le había contado que una buena forma de matar a heroinómanas era inyectarles líquido limpiaparabrisas. En una segunda cinta, un socio llamado Andrew Bellwood decía que Pickton mencionaba matar a trabajadoras del sexo esposándolas, y estrangulándolas para luego desangrarlas y destriparlas antes de dárselas de comer a sus cerdos.
El 9 de diciembre de 2007, el Carnicero de Vancouver fue declarado inocente de seis cargos de asesinato en primer grado, pero fue declarado culpable de seis cargos de asesinato en segundo grado. El 11 de diciembre, tras leer varias declaraciones del impacto que habían recibido las víctimas, el juez Williams condenó a Pickton a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional durante veinticinco años, lo máximo que permitía la ley por asesinato en segundo grado.
La falta de arrepentimiento y cooperación de Pickton hace imposible que sepamos cuál era su modus operandi, pero es bastante posible que buscase a sus víctimas en el barrio rojo, donde ya era muy conocido, y tramase alguna manera de atraerlas, quizá con la promesa de dinero y drogas. Una vez las tenía en su poder, las estrangulaba o apuñalaba, y luego abusaba de ellas utilizando la pistola con el consolador. Una vez cumplían su cometido, se convertían en alimento para los cerdos. Se dice que incluso pudo haber escrito un libro contando su punto de vista sobre los hechos, pero este libro fue retirado de la venta.
En 2018, Pickton fue transferido desde la Kent Institution en la Columbia Británica al centro Port-Cartier en Quebec, donde estuvo recluido hasta este mismo año 2024. El 19 de mayo fue atacado por otro prisionero del penal llamado Martin Charest, que ya tenía antecedentes por agredir a otros presos. Atacó a Pickton atravesándole en la cabeza un palo de escoba roto. Pickton fue trasladado en helicóptero a un hospital y conectado a un respirador artificial. Finalmente, el Carnicero de Vancouver murió el 31 de mayo en un hospital de Quebec por complicaciones derivadas de la agresión.