¡Hola a todos!
Y aquí seguimos otra vez, dispuestos a añadir un capítulo más a mi Truñoteca particular. Ya sabéis, ese vertedero de mi blog donde escupo toda la bilis que me sale después de haber visto o leído algo que se sale de mis gustos o me deja completamente anonadada, términos más elegantes para decir que son putas mierdas que han llegado a mi vida para cabrearme y hacerme vomitar hasta los higadillos. Aunque la Truñoteca empezó dedicada a la literatura, he decidido meter también de vez en cuando alguna serie o película que me haya provocado una embolia para no hacer tan cerrada la sección. Por eso hoy os traigo un anime cuyo visionado me ha causado una gran decepción y me ha hecho replantearme si es cierto que la calidad del anime ha bajado o es cosa mía porque me estoy haciendo mayor y mis gustos han cambiado.
Madhouse es un estudio de animación muy bueno que nos ha ofrecido grandes animes a lo largo de los años, como Black Lagoon, Trigun, Monster, Death Note y Ataque a los Titanes entre muchos otros. Y aunque en los últimos tiempos su calidad ha decrecido bastante en comparación a lo que era anteriormente, sigue manteniéndose bastante bien. Una producción del estudio Madhouse siempre trae consigo dos elementos inseparables: épica y acción. Da igual cómo sea el producto que ha llegado al estudio: dáselo a Madhouse y conseguirá que parezca una película de Michael Bay. Discursos de una intensidad que te llegan al alma, bandas sonoras que hacen que comerse una patata frita sea tan épico como un cantar de gesta, o movimientos y planos de espadachines que se cagan en todas las leyes de la Física. Con todo, hay obras de este estudio que merecen que les den de comer aparte, y este es el caso de la que os voy a hablar hoy: No Game No Life. Considerada por muchos como una de las mejores series de animación de los últimos tiempos, la quintaesencia de la fantasía anime, y cargando a cuestas con un fandom increíble… ¿qué podría tener esta serie para que a mí no me gustara?
Empecemos por el principio.
Cuando fui a la Expotaku de A Coruña de este año, uno de los cosplays de parejas que más me llamaban la atención era el que formaban un chico con el pelo de punta y una camiseta amarilla junto con una chica vestida de colegiala, con el pelo azul claro y violeta y una vistosa corona ladeada en la cabeza. Mi amiga me explicó que esos chicos estaban cosplayeando un anime titulado No Game No Life, basado en un manga que a su vez tuvo su origen en una serie de novelas ligeras escritas por el otaku brasileño Thiago Furukawa Lucas. Desconocía la existencia de esas novelas y de que hubieran llamado tanto la atención del público japonés como para realizar un manga y el consiguiente anime, pero me dije que tenía que ser un material muy bueno o muy vistoso para que hubiera alcanzado tanta popularidad. Así pues, aquel día decidí que empezaría a ver No Game No Life para comprobar por mí misma cómo de buena era la historia a la que todo el mundo estaba enganchado.
Y esto fue lo que vi.
No Game No Life es el equivalente a levantarte la mañana del día de Reyes y descubrir que tienes un precioso regalo para ti bajo el árbol. El envoltorio es colorido, el lazo es grande y llamativo, por su tamaño intuyes que es el regalo que tanto estabas esperando… y luego lo abres y descubres que es un puto diccionario (esto me pasó a mí de verdad, por cierto). Nada más empezar a ver la serie nos damos cuenta del despliegue de acción y colorido que va a abundar a lo largo de sus doce capítulos. Una factura técnica impecable, una paleta de colores en tonos pastel original y muy bonita, una banda sonora acorde con el mundo, pegadiza y estupenda, unos personajes estilizados y atractivos que destacan por encima de otros animes de la misma época.
Pero eso es todo, no hay más.
No Game No Life es una serie muy recomendable para aquellas personas que buscan un entretenimiento sin pretensiones, en un entorno muy atractivo visualmente y con una música apropiada para la ocasión. Pero ni de broma es una serie tan buena como la gente dice, pues tiene cantidad de fallos que los fans suelen pasar por alto pero que a mí me dejan con ganas de hacerme un extreme facepalm tras otro.
Pero antes de empezar a destripar sin piedad, voy a contaros un poco de qué va la cosa. NO HAY SPOILERS, más que nada porque no hay nada que spoilear, así que leed con toda confianza.
No Game No Life cuenta la historia de Sora y Shiro, dos hermanos de 18 y 11 años que viven encerrados en su habitación y no tienen contacto con el mundo exterior, en el que son unos inadaptados sociales. Sin embargo, en el mundo virtual son un portento humano conocido por todos los gamers como Espacio en Blanco, un jugador imbatible que es capaz de derrotar a cualquier persona al juego que sea valiéndose de mil estrategias, subterfugios, técnicas de cálculo avanzado y probabilístico, y un poquito de trampa. Un día conocen a un dios niño llamado Tet que los transporta a un mundo de fantasía hecho a su medida, ya que allí todas las decisiones y conflictos se resuelven en base a la victoria o la derrota en todo tipo de juegos, tal como dictan las leyes de ese mundo, conocidas como los Diez Mandamientos.
Como veis, en un principio todo promete. La historia es bastante atrayente y se intuye que va a ser algo parecido a Yu Gi Oh! o a Detective Conan, es decir, una historia en donde lo interesante no es si nuestros protagonistas ganan el juego o no, sino cómo se desenvuelven en esa batalla y lo ingeniosos que son para salir bien parados de la situación. Sin embargo, esta magia se rompe desde el minuto uno cuando descubrimos que tiene unos doce mil clichés por metro cuadrado. Todos los personajes que aparecen en pantalla son tropos, todos y cada uno de ellos. Y lo peor es que al gran público parece que no le importa en absoluto.
Empezamos con el dúo de protagonistas. Sora y Shiro son el equivalente animado del Gary Stu y la Mary Sue en su estado más puro. Empiezan definiéndose como hikikomoris, es decir, personas que tienen una especie de rechazo a salir al exterior y relacionarse con gente (algo a caballo entre la agorafobia y la misantropía), sin más ocupación que comer porquerías y jugar a videojuegos online a todas horas. Son unos inadaptados que, al llegar al nuevo mundo, descubren un lugar hecho a su medida donde todos los conflictos se resuelven con juegos en los que ellos siempre son, por supuesto, los mejores.
Sus Majestades Gary Stu y Mary Sue |
Sora es un chico de 18 años, virgen y sin novia al que le gusta ir por la vida en plan Light Yagami, sintiéndose siempre por encima de los demás. Es el típico héroe shonen que goza de una inteligencia privilegiada (a pesar de no haber pisado el instituto en años) y sabe salir de cualquier situación valiéndose de todos los Deus ex Machina habidos y por haber. Es engreído, burlón, egoísta y pervertido, además de ser el protagonista absoluto de la serie, ya que toda la acción gira a su alrededor. Sin embargo, por algún motivo que escapa a mi entendimiento, es querido y admirado por todos aquellos que le conocen.
Shiro, la hermana adoptiva de Sora, es una niña de 11 años diseñada para ser adorable como un osito de peluche. Es un McGuffin con piernas, un personaje que solo está ahí para que la trama avance pero sin ser realmente importante en la historia, a pesar de que nos la venden como la protagonista. Su personalidad es, sencillamente, inabordable ya que siempre está seria y habla muy poco, pues todo el peso de la acción recae en su hermano, del que parece estar enamorada. Posee una habilidad innata para realizar todo tipo de cálculos matemáticos y diseño de estrategias que solo se utilizan cuando las artimañas y discursos de Sora no funcionan. Pero no os preocupéis, que a Shiro no se le permite acaparar tanto protagonismo; en cuanto falla en sus cálculos, Sora volverá a coger la batuta y resolverá la situación usando el método más inverosímil que se le ocurra (alguno hasta de vergüenza ajena).
Como veis, estos dos muchachos no parecen tener un maldito defecto y son queridos y respetados por todo el mundo como si fueran grandes héroes. Además, su inteligencia prodigiosa hace que siempre, siempre, siempre salgan victoriosos de todos los juegos que se les proponen, y esto es algo que me fastidia por dos razones: la primera, porque ya nos han reventado la serie al decirnos que Sora y Shiro van a ganar cualquier reto que se les ponga por delante; y segundo, porque detesto a los personajes tan jodidamente perfectos. Su única debilidad es que no pueden estar separados el uno del otro a una distancia superior a diez metros, porque entonces sus cerebros colapsan y pierden la capacidad de razonar. Es un defecto absurdo, pero ahí está. Pero si creíais que los enemigos de este par iban a darse cuenta de esta debilidad y la iban a explotar para su propio beneficio, lamento decepcionaros. Este recurso no se utilizará jamás, porque parece ser que tanto los creadores de la serie como el fandom no soportan ver a estos dos sufriendo de ansiedad por separación.
Otra cosa que me ha desencantado de la serie es que no cumple lo que promete. Si habéis leído hasta aquí, os habréis hecho a la idea de que los juegos van a cobrar un rol protagónico en lo que es el argumento de la serie, pero resulta que no es así. Cierto que vamos a ver a Sora y Shiro participando en diversos juegos, pero la verdad es que nunca ganarán utilizando estrategias inteligentes; en su mayoría son victorias sacadas de la manga y los juegos en los que el ingenio juega un papel importante son contados. En realidad, los juegos son una excusa para mostrarnos a los protagonistas, especialmente a Sora, como personajes geniales y carismáticos que siempre ganan y sueltan discursos “épicos” que le dejan a uno el culo torcido.
Quitando el apartado de los juegos, la serie podría calificarse como humorística, aunque su concepto del humor difiere bastante de lo que yo entiendo como tal, pues se basa en su totalidad en humillar y ridiculizar a otro personaje, llegando a un punto en el que se repite tanto que pierde la gracia. Todo esto viene acompañado de un apabullante fanservice de desnudos femeninos y tetas gordas que afecta a todas las chicas que pululan por esta serie. Todas y cada una de las mujeres que salen en No Game No Life existen para ser un fetiche masculino, además de ser clichés andantes para que no desentonen con el resto de la serie. Stephanie Dola es la tetona torpe y estúpida, además de ser el objeto de todas las burlas y humillaciones; Shiro es la hermanita del prota, y sus constantes escenas bañándose tienen como fin satisfacer a miles de pajilleros a los que les ponen los cuerpos aniñados; Jibril, una especie de ángel, es una chica verborreica que siempre va ligera de ropa y tiene una malsana obsesión con Sora; Izuna es una loli neko pensada para atraer al público amante de las chicas vestidas de gato; Chlammy y Feel son dos amigas cuyo rollo tira clarísimamente hacia el yuri o lesbianismo, y la cosa llega un poco hasta aquí.
Stephanie y Shiro haciendo gala de su inteligencia |
Y esto es todo, vuelvo a decir. No ofrece nada más, no hay profundización alguna. En ciertos momentos intuimos que Sora y Shiro han debido tener un pasado difícil que ha terminado uniéndoles, pero nunca sabremos qué pasó. ¿De dónde viene Shiro? ¿Por qué la adoptaron los padres de Sora? ¿Por qué los hermanos, a pesar de su inteligencia, han terminado siendo dos absolutos fracasos como seres sociales? ¿Qué les ocurrió en sus respectivos colegios? ¿Viven solos? ¿Qué ha sido de sus padres y por qué nunca los mencionan? Son cuestiones que podrían hacernos una idea del carácter de los protagonistas y ayudarnos a saber por qué son como son y comprender sus motivaciones, pero la serie jamás va a ahondar en este aspecto.
En conclusión, No Game No Life es una serie cuyo apartado técnico es más que notable, pero en lo que se refiere al argumento y el desarrollo de personajes es pésima. Es como aquel regalo de Reyes que recibí de pequeña: un envoltorio bonito con muchos colores pero el interior resulta ser una decepción. Lo peor es que se espera que haya una segunda temporada, dado no solo el final tan abierto que ha dejado, sino también la presión del fandom que quiere más y más de esto. En mi caso, he tenido más que suficiente con una temporada de No Game No Life, y dudo incluso que vea la OVA. Solo le recomendaría esta serie a alguien que está empezando a ver anime y que tenga una edad comprendida entre los quince y los veinte años, porque a los más viejos les va a parecer insulsa y probablemente hasta ofensiva.
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