¡Hola
a todos!
¿Qué
tal estáis? ¿Cómo os va? Supongo que soportando estoicamente los calores del
verano. Y de eso precisamente es de lo que vamos a hablar hoy, del verano.
Aunque Galicia se caracteriza por ser una tierra en la que, por lo general, el verano
brilla por su ausencia, también tenemos nuestros momentos veraniegos. ¿Que no
hace un calor abrasador? Ni falta que hace; si el fresquito se agradece mucho.
¿Que puede amanecer soleado y nublarse por la tarde? Pues no pasa nada, hombre.
Pero me diréis: Ya, pero es que así no puedes ir a la playa. ¿Cómo que no? A la
playa se va aunque sea con chaqueta y, pase lo que pase, el agua estará como el
caldo.
¡Ah,
el verano! ¡Cuánto lo esperamos y qué poquito dura! Sólo 90 días para disfrutar
de la vida de una manera distinta a como lo haríamos el resto del año. Es época
de fiestas, conciertos, ferias temáticas, festivales, vacaciones, caminatas por
el campo, excursiones a la playa, comidas familiares, encuentros con amigos que
viven lejos… Cierto que muchos todavía están trabajando y no pueden hacer todas
las cosas que les gustaría, pero sin duda tendrán tiempo para ir una fiesta de
pueblo o para sentarse en una terraza al anochecer y tomar algo fresquito en
buena compañía.
La
entrada de hoy va a tratar de mis favoritos del verano, de aquellos elementos
sin los cuales yo no concibo un verano. Al tratarse de algo muy personal, puede
que algunos de vosotros no compartáis mi punto de vista; incluso es posible que
algunas de las cosas que voy a mencionar os extrañen un poco. Pero así soy yo y
esta es mi selección.
He
aquí mis favoritos del verano:
1) El
florero de mi habitación
Pues empezamos
bien. ¿Qué tendrá que ver un florero con el verano?, os preguntaréis. Dejadme
que os lo explique, porque la cosa tiene su aquel. Resulta que hace algunos
años, durante el Mercado Renacentista, encontré un puesto que vendía flores de
madera perfumada. Entre los muchísimos colores que podías elegir, yo escogí dos
ramilletes de seis flores cada una: un ramillete con flores azules y blancas, y
otro ramillete con flores amarillas y verdes. ¿Por qué esos colores? Pues por
frikismo puro y duro: Las flores azules y blancas me remiten a Lyanna Stark,
por la nieve y el color de las rosas invernales; mientras que las flores verdes
y amarillas nos llevan a pensar en el escudo de la familia Tyrell, una de mis
favoritas de la saga de Canción de Hielo
y Fuego. En el Dominio, los veranos son cálidos y apacibles, y esta es mi
manera de rememorarlo todos los años. En cuanto llega el verano, cambio las
flores del florero y mi habitación es un poco más alegre.
2) Leyendas de la Dragonlance Volumen I – El Templo de
Istar
Otra cosa que,
en principio, nadie relacionaría con el verano. ¿Estoy mezclando el tocino con
la velocidad? Nada de eso. Este libro también tiene su conexión con el verano,
al menos con el mío. Hace unos años, cuando cursaba el primer año de carrera,
salí de un examen con el ansia consumista un poco elevada. Sin motivo aparente,
me apetecía comprar un libro de fantasía. Me pasé por algunas librerías, pero
no encontré ningún título que me llamara particularmente la atención. Entonces,
al entrar en un kiosco, vi que tenían una novela de esas que se venden por
entregas: Era El Templo de Istar, de
la trilogía Leyendas de la Dragonlance.
No sé muy bien por qué, pero al ver aquel libro solitario me entraron ganas de
comprarlo, y eso fue lo que hice. Sin embargo, como tenía que estudiar no
sacaba mucho tiempo para leerlo. Los únicos momentos que podía dedicarle al
libro eran las horas muertas que pasaba en el autobús cada vez que iba y volvía
a casa los fines de semana. Y fue prácticamente a finales de curso cuando me
ventilé casi todo el libro, con el traqueteo del autobús y los rayos del sol
cayendo sobre mí por estar sentada junto a la ventanilla. Lo terminé justamente
el día que terminé el primer año de carrera. Una buena manera de darle la
bienvenida al verano.
3) Mi bolsa de
playa
Bueno,
esto sí que ya tiene más que ver con el verano. Aunque la mayor parte del año
esta bolsa está muy bien guardada en un armario, cuando llega el verano toca
desempolvarla y presumir de ella. Y es que la bolsa lo vale, ¿no creéis? La
compré hace tiempo en un bazar y se conserva como el primer día, pues no tiene
ni un solo raspón. Por la parte de atrás es de color naranja vivo y por la
parte delantera tiene ese precioso y colorido dibujo de una Gal, que fue lo que
me animó a comprarla. Como ya sabéis, me encanta todo lo japonés y me parecía
muy apropiado tener una bolsa de playa al estilo Gal. Pero, ahora que lo
pienso, no sé si la bolsa se puede considerar japonesa, ya que la compré en un
bazar chino… Aunque me gusta todo lo que viene del país del sol naciente,
reconozco que mis conocimientos sobre la escritura nipona son más bien escasos.
Así que, si alguien entiende lo que pone en la bolsa, o por lo menos sabe
distinguir si es chino o japonés, le agradecería mucho que me lo dijera.
4) Fresas, cerezas
y girasoles
El
verano es la época de los colores vivos y los sabores fuertes. Una cosa que me
gusta mucho hacer en verano es pegarle un mordisco a una gran fresa y sentir
ese sabor entre dulce y ácido tan característico. Un poco menos dulce, pero no
por ello menos deliciosa, es la fresa salvaje que crece en los campos: Pequeña
como un guisante (o más pequeña todavía), destaca por su colorido y por su intenso
sabor. El polo opuesto lo representan las cerezas, de sabor más dulce y
agradable al paladar. Un cuenco lleno de cerezas es la merienda perfecta después
de una tarde calurosa o al volver de la playa. En cuanto a los girasoles… pues
no es que se hayan colado en el apartado de mis frutas favoritas. Están aquí
porque son las flores del verano que más me gustan, porque me encantaría rodearme
de girasoles o correr entre ellos todo el tiempo. Son la imagen viva del
verano. Grandes y amarillos como el sol. ¡Si es que ya lo dice la propia
palabra! ¡Es ver un girasol y gritar la palabra “verano” a grito pelado!
5) Helado de nubes
Descubrimiento
reciente el de este delicioso helado de color azul salpicado de nubecillas
blancas y rosas, y que sabe a chicle Boomer que tira para atrás. Hace un par de
años llegó a las heladerías de mi ciudad con cierta timidez, como si temiera no
encajar entre esos grandes sabores que son el limón, la fresa, el kiwi y el
chocolate. Pero ahora no hay heladería que no tenga una tarrina de este
riquísimo helado de sabor dulce y azucarado. Aunque puede que no refresque
tanto como otros sabores más intensos o como un buen granizado, es una merienda
estupenda mientras das un paseo por la sombra y te entra hambre. Recomiendo
comerlo de cucurucho o, si preferís la tarrina pequeña, con un triángulo de
galleta.
6) Bob Marley
Este
icono de la música reggae no necesita presentación alguna, y tampoco su música
inmortal, que nos trae ecos de Jamaica, del cálido Caribe. Aunque el reggae no
es precisamente el estilo de música que yo elegiría en primer lugar, sí tengo
que reconocer que es una música buena y, sobre todo, que pega muy bien con el
verano. En mi caso, no hay verano en el que el gran Bob Marley no amenice mis
viajes a la playa. Todos y cada uno de los días que voy con mi mejor amiga a la
playa, tenemos que poner música de Bob Marley. Así, canciones como Jamming, Three Little Birds y Is this Love han contribuido a alegrar un poco más mis
veranos. Otro tanto podría decirse de los grandes éxitos de Boney M o de otras
canciones que inspiran nostalgia al sonar en el interior de un coche, pero de
todos ellos es Bob Marley quien se lleva la palma. No puede haber verano sin su
música, y punto.
7) Mis vestidos
veraniegos
¡El
calorcito ha llegado y es hora de hacer el cambio de armario! Dos veces al año
hay que hacer mudanzas en mi habitación. Hay que guardar la ropa de invierno y
sacar la de verano (aunque siempre dejo alguna chaquetilla por ahí, no vaya a
ser que refresque). Mis mejores vestidos vuelven a salir a la luz y a mí se me
iluminan los ojos, porque son los que más me gustan de todo el año. Tan
frescos, tan ligeros, tan monos... Son una explosión de colorido en mi armario.
Pero, ¡ay! Este tipo de ropa es como las fresas o las cerezas: Dura muy poco.
Acostumbrados como estamos a los veranos de diez días, tenemos muy poco tiempo
para disfrutar de la ropa veraniega. Es una pena, la verdad…
8) Un viaje
Aunque
este será el primer año que tome unas vacaciones en el sentido más estricto de
la palabra, eso no quiere decir que no haya hecho algún viajecito de ocio a
alguna parte. La gente suele pensar que irse de vacaciones implica tener que
coger el avión e irse a otro país, pero no tiene por qué ser así
necesariamente. Para mí, un fin de semana de agosto en Santiago de Compostela o
en Vigo es tener unas vacaciones. Cortitas, sí, pero vacaciones al fin y al
cabo. Y sobre todo cuando se está en la mejor compañía del mundo, como unas
amigas divertidas y muy queridas. Además, a veces es bueno ver otros rincones
de la geografía española (más bien gallega en mi caso), porque hay lugares que
son dignos de ver de los cuales la gente habla muy poco. Por mi parte, me declaro
fan de esos rincones ocultos que suelen ser auténticas joyas del paisaje y la
naturaleza.
9) La playa de Area
Es
hora de volver a la infancia, a aquellos días en los que una niña llena de
imaginación iba a la playa con su familia para pasar una tarde maravillosa
junto al mar. La playa de Area es una de las playas más bonitas de la cornisa
cantábrica, de aguas limpias, arena fina y apta para que todos puedan bañarse.
Tiene además el privilegio de contar con sus propias leyendas, como la del
Bicho de Area, un monstruo con cabeza de dragón, cuerpo de vaca y rabo de
lagarto; o la de la villa de Estabañón, una aldea que quedó enterrada bajo la
playa hace siglos y que tiene parte de verdad, ya que se han realizado
excavaciones y se han encontrado los restos de lo que podría haber sido una
factoría de procesado de pescado, construida en época romana pero también
utilizada durante la Edad Media. Aunque probablemente esta villa fue abandonada
y sus restos quedaron sepultados bajo la arena, no faltan historias que dicen
que todo se debió a un castigo divino. Incluso se dice que a veces pueden oírse
las campanas de la villa repicando a medianoche, aunque eso se lo dejo a los
expertos en leyendas, ^^*
10) Fiestas everywhere
Cómo
no, el verano es la época en la que las fiestas proliferan. La norma general es
que todos tienen que divertirse, por lo que la oferta de fiestas es grande y
variada. Tenemos fiestas patronales y, sobre todo, fiestas gastronómicas que
son la excusa perfecta para saborear nuestra deliciosa comida. En el caso de
que no nos gusten mucho este tipo de fiestas, tenemos las fiestas temáticas: el
Mercado Renacentista, la Feria Medieval de Mondoñedo, la Fiesta Indiana de
Ribadeo… y eso por esta zona, que en otras partes hay fiestas de este tipo más
grandes y más conocidas, como puede ser la famosa Fiesta Vikinga de Catoira o
el Arde Lucus de Lugo. Y si todo esto no os parece suficiente, también se
celebran festivales musicales, siendo el más importante el Resurrection Fest,
que se ha convertido en uno de los festivales de música metal y hardcore más
importantes de España. Y vosotros, ¿cuál elegís?
¡Y
hasta aquí hemos llegado por hoy! Espero que os haya gustado mi selección de
favoritos para el verano. Como veis, son las pequeñas cosas las que hacen que
la vida sea inolvidable. Un libro, una canción y un helado son la mejor manera
de recordarnos que el verano está aquí y que tenemos derecho a disfrutarlo.
¡Que post más chulo! Sí, la verdad es que casi todos los ejemplos que has enseñado (salvo las flores, el libro y Bob Marley, que son más personales) tienen sabor a verano.
ResponderEliminarPor cierto, te despejo las dudas: lo que hay escrito en tu bolsa de verano es japonés, sin ninguna duda. Lo estudié en un curso de libre opción estando en la facultad y he reconocido con claridad al menos tres sílabas hiragana y dos katakana. Es japo :-)
Ah, pues me alegro de saberlo! Muchas gracias por decirme que el idioma de la bolsa es japonés. Y qué guay que sepas algo de japonés! Se me cae la baba friki...
EliminarJejeje, la verdad es que no me acuerdo de casi nada. Sé decir algunas frases de uso común y reconozco las letras cuando las veo, pero ya no sabría leer nada sin los silabarios delante (de kanjis ni hablamos; en su día memoricé unos diez, pero ya los he olvidados todos...) ^^U
EliminarBonita y evocadora entrada! A pesar de que soy un declarado enemigo del verano y un ferviente partidario del invierno, también reconozco que este tiempo tiene sus cosas buenas, como los baños al atardecer, ciertas frutas, los paseos, las fiestas y todo lo que dices. Me ha gustado mucho!
ResponderEliminar¡Gracias! Si nos ponemos a mirar, cada estación tiene sus más y sus menos. A mí el invierno no me disgusta para nada; de hecho, soy de las que soporta mejor el frío que el calor. Pero a veces también me aburre, sobre todo si llueve a cántaros y no puedes ni salir a dar un paseo. Y con el verano pasa tres cuartos de lo mismo: Se le echa en falta gran parte del año, pero si hace demasiado calor empiezo a desear que venga un poco de aire fresco, ^^U.
EliminarMe ha gustado tu post sobre todo por una cosa: al final el verano no se limita sólo a sol y playa (o a sudor y abanico, dependiendo de lo optimista que seas), sino que cada persona tiene su concepción propia sobre él. Coincido contigo en que yo también tengo una playa especial, en las ferias y fiestas de gastronomía y artesanías, en la ropa más ligera y, sobre todo, en las frutas. Los tomates de verano... no hay otros iguales ^^.
ResponderEliminarSaludos!
Eso es lo mismo que yo creo. Todos nosotros tenemos algo especial que nos remite a diversas épocas, y las estaciones del año no están excluidas. Además, es muy divertido ver los distintos elementos que hacen que un verano sea inolvidable para una u otra persona. ¡Y veo que coincidimos en un montón, ^^*! Aunque yo no soy mucho de tomates, sí estoy de acuerdo en que las frutas en verano son lo mejorcito, jejeje!
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