lunes, 27 de febrero de 2023

Carrie Bradshaw, la escritora cosmopolita

 

¡Hola a todos!

No cabe duda de que Sexo en Nueva York marcó un antes y un después dentro de la ficción televisiva. La serie terminó en el año 2004 tras seis exitosas temporadas, pero casi dos décadas más tarde resulta inevitable no disfrutar con los capítulos de una serie que acabó convirtiéndose en un icono de la televisión de los 90 y principios de los 2000. Es una de las series más famosas de todos los tiempos, principalmente gracias a su habilidad para conjugar la personalidad de cuatro mujeres muy diferentes que, salvando las distancias, servían como espejo en el que la mujer de los 90 podía reflejarse. Si a esto le añadimos el toque cómico y un vestuario que causó las delicias de cientos de mujeres, tenemos los elementos necesarios para disfrutar de lo lindo con una serie que no solo servía para evadirse, sino que también nos invitaba a reflexionar sobre situaciones cotidianas que todos hemos vivido alguna vez.

Hablar de Sexo en Nueva York implica hablar necesariamente de cuatro mujeres, sin las cuales esta serie no existiría. Carrie, Miranda, Charlotte y Samantha forman parte ya del imaginario público. Todos conocemos sus rostros, su personalidad, su manera de actuar, su estilo... Son parte de la cultura popular, y fueron concebidas como tropos de la mujer treintañera de finales del siglo XX, con personalidades en las que podíamos vernos reflejadas o con comportamientos que nosotras mismas podíamos tener. En esta serie de cuatro posts, voy a ir desgranando una por una a estas cuatro mujeres basándome sobre todo en la serie televisiva (voy a obviar detalles de las películas y la nueva serie porque no las he visto). Todas tienen sus más y sus menos, pero todas son inolvidables.

Espero que os guste.


Carrie Bradshaw




Caroline Marie Bradshaw, más conocida como Carrie, es una escritora treintañera afincada en Nueva York que trabaja como columnista para el periódico The New York Star. Su chispa y su gran sentido de la moda le han granjeado mucha popularidad y la han llevado a convertirse en uno de los iconos de la ciudad de Nueva York. Su columna, titulada precisamente Sexo en Nueva York, es un compendio de sus aventuras sexuales y las de sus amigas, que son fuente de inspiración constante para todo tipo de situaciones.


Biografía

Poco se sabe de la vida de Carrie antes de llegar a Nueva York, ya que suele ser bastante reacia a hablar de su pasado. Desde muy temprana edad, sufrió el drama del abandono cuando su padre se fue de casa, dejándola sola con su madre y su hermana menor Dorrit; por aquel entonces, Carrie solo tenía cinco años. Fue al instituto, donde empezó a tener relaciones amorosas con varios chicos, aunque Carrie menciona a dos como aquellos que supusieron un cambio en su vida: un chico llamado Jeremy, del que estuvo muy encaprichada; y Seth Bateman, con quien perdió la virginidad en 9º grado.

Tras la muerte de su madre, Carrie decidió dejar atrás su hogar y se mudó a Nueva York en el año 1986, con tan solo veinte años, aunque es posible que sus ganas de ir a Nueva York empezasen antes, alrededor de los diecisiete o dieciocho años. Es bastante probable que llegase a la gran ciudad con lo puesto, sin trabajo y sin ahorros, ya que en cierto momento de la serie, su amigo Stanford comenta que cuando él la conoció, Carrie viajaba en el metro y llevaba zuecos (en el original, Candie's). Como tenía cierta experiencia escribiendo para varias revistas, acabó encontrando un empleo como columnista en un pequeño periódico, aunque la fama le vendría unos años más tarde. A finales de los 80 tuvo un encuentro casual con un caramero del restaurante The Saloon del que quedó embarazada; pero como apenas sabía nada del chico y no se sentía preparada para ser madre, se sometió a un aborto.

Carrie vive en Manhattan, en un pequeño apartamento de renta controlada situado en el Upper East Side, en la 73 entre Park y Madison. Gran amante de las fiestas, sale muchas noches a la semana y se la suele ver en distintos locales de moda. Es fumadora social y a menudo disfruta de cócteles, siendo su favorito el Cosmopolitan (que se popularizó gracias a la serie). Ha tenido varias parejas de corta duración, la mayoría de ellas encuentros de una sola noche o de pocas semanas. Pero aunque disfruta plenamente de su soltería, en el fondo Carrie es una chica bastante romántica y chapada a la antigua. Su mayor sueño es encontrar a un hombre del que enamorarse perdidamente, a pesar de que a menudo se plantea si ella es el tipo de mujer que se casa y forma una familia.

Carrie escribe una columna semanal para el diario The New York Star. La columna se centra en las aventuras sentimentales propias y las de sus tres amigas Charlotte, Miranda y Samantha, aunque también se inspira en otros amigos para relatar algunas anécdotas. Su columna es tan popular que le ha dado mucha fama en la ciudad; es bastante habitual que la gente la reconozca por la calle y se refieran a ella como un auténtico icono de Nueva York. Más adelante, Carrie comienza a escribir de manera independiente algunos artículos para la revista Vogue. En cierto momento en la serie, surge la posibilidad de que su columna sea adaptada para el guion de una película (que protagonizaría Matthew McConaughey en la ficción); más adelante, dos editoras deciden reunir algunos de sus mejores artículos y los recopilan en un libro que se convierte en todo un best-seller.


Personalidad

De las cuatro chicas del grupo, es posible que Carrie sea la más icónica y conocida. Adora la moda, escribe estupendamente sobre sexo y amor, y quiere a sus amigas por encima de todo. Se podría decir de ella que es alegre, ingeniosa, observadora, abierta a vivir nuevas experiencias y a escuchar todo lo que le tienen que decir. Sus amigos suelen confiar en ella para contarle sus problemas y pedirle consejo, demostrando así lo mucho que valoran su opinión.

Por otra parte, Carrie tiene un carácter que puede resultar difícil de agradar. La forma en que trata a sus amigas y sus parejas, o su tendencia al egocentrismo son defectos que todos podemos señalar, pero que también contribuyen a darle un aire más humano. Las voces en off de la serie nos dan su punto de vista directo, de manera que el espectador pueda comprender lo que pasa por su mente y el por qué de las decisiones que toma, pero, con todo, hay muchos momentos en los que cuesta entenderla.

Empecemos hablando de la moda: una de las cosas que más fascina de Carrie es su sentido de la moda. Hablamos de una mujer que tiene un guardarropa lleno de vestidos de diseñador y un centenar de zapatos a 450 dólares el par, como mínimo. A pesar de que no deja de ser una escritora con ingresos más bien modestos, es una auténtica fanática de las compras, las marcas y los desfiles de moda. Su obsesión por las compras le ha acarreado a menudo problemas financieros, como el exceder más de una vez el límite de la tarjeta de crédito, por lo que podemos decir que es bastante irresponsable cuando se trata de administrar su dinero. Es muy conocido el gran problema que tuvo cuando se vio obligada a tener que comprar su apartamento, y se dio cuenta de que no tenía ningún ahorro porque a lo largo de su vida se había gastado la friolera de 40.000 dólares solo en zapatos. 

Por otra parte, una faceta de Carrie que gusta poco es su particular concepto de la amistad. Cierto que siempre está ahí para escuchar a sus amigas, apoyarlas y acompañarlas en los momentos más duros o importantes de sus vidas, pero hay ocasiones en las que Carrie se olvida un poco del significado de la palabra ‘amistad’. Son varias las veces en las que es capaz de dejar plantadas a sus amigas porque está con un hombre o porque recibe una llamada, dejándolas colgadas y sin dar explicaciones, y mucho menos disculparse. Se inventa cualquier excusa, pone ojitos de cordero degollado y sus amigas acaban por perdonarla.

Además de cambiar a sus amigas por hombres cuando le conviene más el plan, Carrie tiende a hacer que todo el universo gire a su alrededor. Si alguna de sus amigas comenta que tiene problemas y que no sabe qué va a hacer para solucionarlos, Carrie rápidamente consigue que la conversación vuelva a centrarse en ella, ya sea contando algo que le ha pasado o enseñando su nuevo bolsito para que opinen de él. Esto nos hace pensar que, en realidad, los problemas de sus amigas no le importan tanto como nos quiere hacer creer, o que necesita desesperadamente ser el centro de atención. Además, suele hacer oídos sordos a los consejos de sus amigas, y si se da la casualidad de que dos de ellas le dan consejos que se contraponen, siempre opta por el que peor resultado le da. También exige mucho de sus amigas mientras que ella no ofrece nada a cambio; sirvan como ejemplos cuando le recriminó a Samantha que no ayudara a Miranda a cuidar de su hijo cuando la propia Carrie tampoco lo hacía, o cuando cargó contra Charlotte porque no le ofreció dinero para pagar sus deudas.

Sin embargo, lo que ningún espectador le ha podido perdonar nunca fue que estigmatizara a Samantha por pillarla practicándole sexo oral a un repartidor de correos en su oficina. Para ser una columnista de sexo, Carrie tiene un pensamiento bastante cerrado. Su manera de llevar el asunto, que para cualquier otra persona habría quedado en una mera anécdota un poco incómoda, es juzgar a Samantha por hacer cosas que ella nunca haría porque le parecen de mal gusto, pero que no dejan de ser la elección de Samantha y su manera de vivir su sexualidad. Y no es esta la única vez que Carrie mostró su lado más retrógrado en lo que a sexo se refiere. En cierta ocasión, tuvo la oportunidad de salir con un joven bisexual llamado Sean, y a Carrie no parecía entrarle en la cabeza que una persona pudiese sentirse atraída por ambos sexos, llegando a cuestionar al chico y decir de él que en realidad era un gay reprimido. Cierto es que la serie tiene más de veinte años y ciertas opiniones que había entonces hoy no las compartimos, pero resulta extraño que esto le ocurra a Carrie, precisamente porque ella escribe sobre sexo y tendría que ser más abierta a la existencia de este tipo de inclinaciones sexuales.

En cuanto a sus affairs con los hombres, Carrie sobresale por ser la que tiene las relaciones más accidentadas y llenas de altibajos, quizá porque tiene la fea costumbre de tratar a los hombres como pañuelos de usar y tirar o de intentar cambiarlos para que sean como ella quiere. ¿Y qué sucede si estos no pasan por el aro? Pues que Carrie les da un ultimátum que ellos aceptan a regañadientes o lo rechazan y se alejan de ella, dejándola triste, desconsolada y preguntándose qué ha hecho mal.

Veamos a algunas de sus parejas. De todas las relaciones serias que ha tenido Carrie a lo largo de la serie, es posible que la que más le haya marcado fuese la que mantuvo con Mr. Big, apodo tras el que se esconde John James Preston, un gran empresario neoyorquino. Se conocieron de manera casual, tras tropezar en una calle de Manhattan, y desde entonces Carrie no se lo puede sacar de la cabeza. Tras varios encuentros en fiestas y eventos, empiezan una relación que tendrá muchas idas y venidas, tanto por las inseguridades de Carrie como por la falta de compromiso de Big. Y es que da la sensación de que siempre están en lugares equivocados de la relación. A pesar de ser mayor que Carrie, Big es muy inmaduro, ama demasiado su soltería y detesta que traten de atarle, aunque no se da cuenta de que él mismo está haciendo que los demás se aten a él. Y Carrie, en su afán de exigir demasiado de los demás, se empeña en pedirle cosas que sabe que no está dispuesto a dar o se permite ejercer con él su faceta de salvadora de almas. La dependencia emocional entre ambos es tan grande que han llegado incluso a ser infieles a sus respectivas parejas por estar juntos, aun a sabiendas de que eso les haría daño a todos. A pesar de todo, son incapaces de vivir el uno sin el otro porque, en realidad, son tal para cual.

La segunda relación más larga de Carrie fue con Aidan Shaw, un guapo diseñador de muebles, dulce y sincero. Para muchos, Aidan era el novio perfecto para Carrie. Es tan atento, amable y servicial que la propia Carrie duda ante tanta perfección, pero finalmente acepta salir con él. Su relación se va al traste cuando Carrie le pone los cuernos con Big, que en esos momentos estaba casado con su segunda esposa Natasha, y se lo confiesa el día en que ambos tienen que ir a una boda, a pocos minutos de salir. Meses después, vuelve a reencontrarse con Aidan y le pide una segunda oportunidad. Aidan acepta y vuelven a salir, y esta vez las cosas avanzan más rápido, pues llegan a vivir juntos una temporada; además, Aidan compra el apartamento de al lado para reformarlo y agrandar el que ya tienen, tras lo cual le pide matrimonio a Carrie. En principio, ella acepta la propuesta, pero a los pocos días empieza a sentirse agobiada por la perspectiva de la boda y porque se da cuenta de que Aidan solo quiere casarse con ella porque sigue sin fiarse de que no vuelva a serle infiel. Tras esta segunda ruptura, Aidan se marcha y lo último que sabemos de él es que se casa con una mujer llamada Kathy, con quien tendrá tres hijos.

Le toca el turno ahora a Jack Berger, personaje que aparece y desaparece en muy poco tiempo. Se podría decir que Berger es la contraparte intelectual de Carrie. Es un novelista con un sentido del humor bastante sarcástico. La relación entre ellos dos está basada en bromas ingeniosas, pensamientos comunes, cierta atracción y honestidad. Sin embargo, se enturbiará por culpa de las inseguridades profesionales de Berger. Mientras que Carrie empieza a descollar y triunfar como escritora, él se ve cada vez más hundido y no es capaz de salir a flote. Escribe cada vez menos y se enfurece cuando Carrie le hace preguntas sobre sus proyectos. La realidad es que Berger no soporta que su novia tenga más éxito que él, y esto a la larga acabará desgastando la relación, hasta el punto de que Carrie no verá otra solución más que cortar. Sin embargo, Berger se le adelanta y protagoniza la que está considerada como una de las rupturas más miserables de toda la serie: corta con ella a través de un post-it.

Y, por último, tenemos a Aleksandr Petrovsky, un artista ruso de mediana edad. Su relación empieza muy bien, pero con él Carrie empieza a tener varias crisis de edad, debido a que Aleksandr tiene ya una hija de veinte años y se niega a tener más hijos, lo que hace que Carrie se plantee ciertas cuestiones sobre la maternidad. Finalmente, decide darle una oportunidad a su relación, a pesar del hecho cada vez más notable de que Petrovsky no está tan comprometido emocionalmente como ella. Es muy egotista y vive para su trabajo, algo que ya le acarreó problemas en su anterior matrimonio, que terminó en divorcio. En cierto momento, convence a Carrie de que se vaya a vivir con él a París. Sin embargo, la ilusión de Carrie se viene abajo a los pocos días de estar en la capital francesa, ya que no habla el idioma, está sola todo el día y se da cuenta de que para Petrovsky siempre será algo secundario en su vida. Al final, deja a Petrovsky y se reencuentra con Big, con quien volverá de manera definitiva.


domingo, 30 de octubre de 2022

'Las ratas', un cuento para Halloween

 

¡Hola a todos!

Qué poco falta para que se termine el año, ¿verdad? Muchas cosas han pasado este 2022, que no será recordado como uno de los mejores años de mi vida, pero tampoco de los peores. Mi vida no tiene sobresaltos inesperados, mis seres queridos se encuentran bastante bien y, en general, me puedo considerar una persona feliz. Quizá haga un pequeño repaso de este año más adelante, ya que el tema que me trae aquí es otro.

Hoy, mirando cositas en Instagram, di con la cuenta de una chica que, en sus stories, había subido un dibujo de Occimorons con el siguiente mensaje:

Este Halloween no participemos en actividades que tengan psiquiátricos como escenario para recrear historias de miedo usando a personas con problemas de salud mental. Es estigmatizante y una falta de respeto.

Y yo pregunto: ¿Estigmatizante, por qué? ¿Una falta de respeto, por qué? Si hay algo a lo que el ser humano teme por encima de todas las cosas es la enfermedad mental, ya sea propia o la de otro. De hecho, las grandes historias de terror tienen como gran protagonista la enfermedad mental. No estaríamos hablando de Misery de no ser por la psicótica enfermera Annie Wilkes, ni recordaríamos El Resplandor de no ser por Jack Torrance y sus visiones, que recuerdan mucho a la esquizofrenia paranoide. No habríamos sabido del asesino Ted Bundy, que fue diagnosticado como un psicópata maníaco-depresivo. O tampoco de John Forbes Nash, brillante matemático que padecía un trastorno mental que le hacía romper con la realidad y tener delirios de persecución.

¿Quiero decir con esto que la enfermedad mental es algo terrible que siempre termina en crimen? Desde luego que no; de hecho, con el debido tratamiento, una persona con una enfermedad mental puede llevar una vida perfectamente normal. No todos los esquizofrénicos se están preparando para atacarte porque se lo ordenan las voces de su cabeza, y no todos los psicópatas acaban convirtiéndose en asesinos seriales. Pero hay que reconocer que la enfermedad mental causa un pavor difícil de describir, porque el ser humano es incapaz de comprenderla, tanto si la padece él como si la padece otro. Tememos lo que no conocemos, y si se trata de algo que puede llegar a convertirse en potencialmente peligroso, más miedo nos causará. Pero de ahí a decir que es una falta de respeto o que estigmatiza a quien la padece, hay un abismo muy grande.

Sinceramente, a mí esto de proponer que se quite el tema del psiquiátrico del mundo del terror me parece que es otra de tantas imposiciones que se quieren hacer desde ciertos sectores progresistas. Y como a mí no me gustan las imposiciones, y menos aún cuando tocan mi creatividad, pues he decidido pasar de todo y traeros este cuento que he escrito para celebrar el mes de Halloween. Me haría muy feliz que lo leyerais y comentarais lo que más os gusta y lo que no os ha gustado tanto; eso sí, os pediría que no lo reproduzcáis a menos que me citéis como autora y pongáis un enlace a este blog, que es donde procede.

¡Hasta pronto!



LAS RATAS


¡Es cierto! ¡Todo lo que les he dicho es completamente cierto! Sí, sé lo que están pensando: que soy una persona de mente inestable, con paranoia y alucinaciones. Conozco lo que dicen esos informes que tienen ustedes ahí delante, y les puedo asegurar que todo lo que dicen es verdad. Pero también es verdad, y quiero que me escuchen bien, que todo aquello con lo que sueño se hace realidad.

Esto es difícil de explicar. Mi madre sabría decírselo mejor, pero la pobre ya no está en este mundo. Mi madre, bendita sea, también tenía lo mismo que yo. Ella decía que era un don, un regalo de Dios… pero yo creo que es una maldición. Tiene que serlo. Yo… Mis sueños no deberían hacerse realidad. Si al menos fuesen buenos sueños… Pero lo que yo tengo son pesadillas. Cosas espantosas pasan por mi cabeza, toman forma en mis sueños y cobran vida al despertar. Son productos de mi imaginación exaltada, lo sé, pero eso no los hace menos reales. Están vivos… y vienen a por mí.

Primero vinieron las serpientes. Odio las serpientes, las detesto. Son falsas y traicioneras, y se arrastran de una manera horrible. Las detesto tanto que procuro no pensar en ellas, pero a veces mis pensamientos me traicionan y sueño con ellas. Entonces es cuando se convierten en seres de carne y hueso y reptan hacia mí para atacarme con sus colmillos afilados. ¡No traten de negarlo! ¿Qué saben ustedes de lo que yo veo? Si estuvieran en mi lugar, ustedes también lo verían, pero prefieren fiarse de lo que dicen esos informes, ¿verdad? Los médicos les han contado que esas serpientes no eran más que mis sábanas hechas jirones, pero eran serpientes antes de que yo las matara estrangulándolas.

Sucedió lo mismo con las arañas. Aquella noche soñé con arañas negras y peludas que trepaban por mis piernas y se metían entre mi ropa. ¡Oh, qué asco sentí al verlas! Me causaron tanta repulsa que quería aplastarlas bajo mi zapato, estrujarlas hasta que dejaran de moverse. Y eso hice: las maté una por una, y sus restos se convirtieron en pelusas. Sí, esas mismas pelusas de las que seguramente les han hablado los médicos que me atienden. Durante días estuvieron tratando de convencerme de que había estado pisoteando pelusas. Siguieron sin creerme. No entendían que se habían convertido en pelusas después de que yo las matara. Para ellos fue muy fácil limpiar el estropicio después de que yo hubiera hecho el trabajo sucio. Solo tuvieron que recoger pelusas en vez de cadáveres de araña machacados. 

¿Y ahora qué? ¿Qué les han dicho de mí después de lo ocurrido? Que soy un lunático, un demente y un asesino. Pero les vuelvo a decir que yo sé lo que vi. ¡Y lo que vi fueron ratas! ¡Horribles, apestosas ratas! ¡Las odio con todo mi ser! Las serpientes me causan desagrado y por las arañas no siento más que asco, pero las ratas… ¡Oh, las ratas en verdad sacan lo peor de mí! Son asquerosas, repulsivas, con esos dientecillos que lo muerden todo. ¡Ojalá desapareciesen todas las ratas del mundo! De todos modos, ¿para qué sirven? Son una plaga, y las plagas hay que destruirlas. Ratas… ¡Ratas! Aquella noche soñé con ellas, y fue la peor pesadilla que tuve en muchos años. Cuando las vi trepando por mis piernas, supe que era cuestión de tiempo que se convirtieran en criaturas de carne y hueso. Tenía que matarlas, ¿no pueden entenderlo? ¿Qué hubieran hecho ustedes en mi lugar? Estoy seguro de que harían lo mismo que yo: aplastarlas a martillazos si fuese necesario.

A nosotros no se nos permite tener martillos, pero el ingenio del ser humano es brillante cuando se trata de su propia supervivencia. Las ratas aparecieron ante mí a la hora de comer, cuando todos los internos estábamos reunidos en el comedor principal. Aparecieron en la mesa para devorar todo lo que allí hubiera y para morderme las manos, y yo hice lo normal: defenderme. Agarré el tenedor y lo clavé una, y otra, y otra vez en todos y cada uno de esos repugnantes roedores, hasta que todos murieron desangrados. ¿Cómo iba a saber yo que las ratas se iban a transformar en las manos de los enfermos que residen aquí? ¡Yo no tenía manera de saberlo y además tenía que defenderme! Ustedes me entienden, ¿verdad que sí? Ahora es cuando me dirán que me comprenden perfectamente, que lo mismo hubieran hecho ustedes en mi situación. Eran las ratas o yo; no tenía otra alternativa. Yo no quería hacerle daño a nadie. Soy un buen hombre, lo juro. ¡Lo juro! ¡No quería hacerle daño a nadie! Pero las manos mutiladas… Tantos gritos, tanta sangre derramada…

Que Dios me ayude y me salve. El Infierno me aguarda y será una habitación llena de ratas.


viernes, 2 de septiembre de 2022

Callaos la puta boca

 

Antes de empezar esta entrada, me gustaría lanzar una pregunta al aire: ¿Yo le debo algo a alguien?

Lo digo porque ayer me metí en un grupo en Facebook donde se discutía acerca de los cambios raciales incluidos en la serie La Casa del Dragón, que se emite actualmente en la plataforma HBO. El tema del debate surgía a colación de unas declaraciones del actor Steve Toussaint, quien interpreta a Corlys Velaryon en la serie, y que afirmaba que la oleada de críticas que recibía su personaje se debía a que los espectadores racistas no soportaban ver a un negro interpretando a un personaje rico y noble, y que hubieran preferido verlo como pirata y malhechor. Mi intervención se limitaba a señalar que tal cosa no era cierta: que si los fans criticábamos su elección para tal papel se debía más bien a que no encaja con la imagen que se nos hizo ver sobre los oriundos de Valyria, que suelen ser descritos como de piel pálida, cabellos de color blanco o platino, belleza fuera de lo común y ojos de color lila, índigo o violeta.

Adivinad qué: No tardó en asaltarme el típico defensor de lo políticamente correcto para señalar mi racismo y, de paso, animar a otros a que se unieran a la fiesta. El resultado fue que una horda de guerreros de la justicia social se lanzaron a por mí a insultarme, a tergiversar mis palabras, a burlarse de mí y a ridiculizarme por el simple hecho de haber expresado mi opinión y haber argumentado. Sus ataques pueden resumirse en una frase tan simplista, tan absoluta y tan radical como la que sigue: Si no te gusta el personaje porque es negro, es que eres racista.

Confieso que el insulto me dolió y me hizo sentir molesta. Y no soy la mejor persona del mundo cuando me cabreo, ya que suelo decir cosas de las que quizás después me arrepienta. No quería contestar en caliente porque me conozco y sé que podría estallar, pero eso no significa que sus comentarios no me afecten, sobre todo cuando provienen de personas que no me conocen y que, no obstante, se atreven a juzgarme basándose en su propia ideología para ello. Porque sí, amigos, los progres se valen de su ideología para normalizar cosas estúpidas que ellos ven correctas porque se adapta a su manera de ver el mundo como un lugar bonito, justo e inclusivo para todos. Excepto para los que no piensan igual que ellos, claro.

De primeras, que a mí me moleste una mala adaptación que hicieron de un personaje no me convierte en una mala persona. En el fondo no deja de ser una estupidez, pero esta gente, con argumentos ladinos y tendenciosos, descontextualizan la situación y le dan un matiz negativo que nada tiene que ver. Da igual el tema del que se trate: ellos siempre verán tu crítica como un ataque a la raza o al género, y como son guerreros de la justicia, su deber es señalarte como racista, machista, fascista o lo que sea, solo porque no piensas igual que ellos y te niegas a pasar por el aro que ellos cruzaron alegremente. Es muy común que se pongan a la defensiva y hagan comparaciones con cosas que no son equiparables, buscando la manera de dejarte en ridículo y hacerte callar.

No es la primera vez que ocurre esto. Esta dinámica de aceptar sin rechistar la cuota de inclusividad que ofrecen las nuevas series y películas que salen actualmente lleva unos cuantos años dándose en nuestra sociedad. Pasó algo así cuando se estrenó en teatros la última obra del universo de Harry Potter, titulada Harry Potter y el Legado Maldito, en donde la actriz que interpretaba a Hermione Granger era de raza negra, lo cual la alejaba muchísimo de la imagen cinematográfica que todos teníamos de ella. No fueron pocos los fans que se quejaron de esto y, aunque es bien cierto que cada persona es un mundo y que nunca llueve a gusto de todos, debo reconocer que sus críticas tenían cierta base.

Cuando un escritor concibe una historia, su imaginación dibuja todo tipo de lugares, nombres y escenarios que le van a dar vida y riqueza a lo que quiere contar. Por eso, cuanto más fantástico es el mundo, más curiosos son los parajes por donde van los personajes y más rarezas encontramos. Mundos donde existen los dragones, los ángeles, las sirenas y los elfos; lugares encantados donde las ciudades se construyen en los aires o en el fondo del mar, o incluso en el espacio exterior. Y razas de todo tipo, cada una con sus características definitorias, su historia y sus peculiaridades.

En el mundo creado por George R. R. Martin hay una gran variedad racial, muchas veces dependiendo del lugar de procedencia del personaje. Es más probable que encontremos personas de raza negra en Astapor o en las Islas del Verano antes que en Poniente, donde predominan las personas de raza blanca. Otro tanto ocurre con Valyria y sus habitantes, pues el propio Martin les describió de una forma un tanto similar a los Altos Elfos de Tolkien, con esa majestuosidad y ese aspecto físico fuera de lo común. Y sí, es muy probable que Martin los dibujase blancos en su fantasía. Aunque hace poco declaró en una entrevista que le parecía interesante la idea de haber hecho negros a los valyrios, afirmó que tal idea se le había ocurrido demasiado tarde. En otras palabras, que en su momento se decantó por hacer blancos a los valyrios y no solo eso, sino que también los volvió celosos de la pureza de su sangre, llegando a recurrir al incesto en numerosas ocasiones por su obsesión con mantener pura su sangre valyria. El lore está ya terminado; las características de las diferentes razas ya están establecidas. Entonces, ¿por qué cambiar ahora e introducir a un actor negro cuyo aspecto no encaja con el personaje que interpreta?

La respuesta está clara: agenda política. Las productoras cinematográficas y las diferentes plataformas de televisión están muy puestas en los temas que saben que les van a garantizar más apoyo y subvenciones por parte de los Gobiernos, y da la casualidad de que todo el movimiento progresista es de lo más generoso en ese aspecto. Cuando no es el feminismo el que pide más visibilidad, es el movimiento LGBTIQ+; y cuando este tema ya está muy gastado, le toca el turno de reivindicación al Black Lives Matter. Con el objetivo de alcanzar una mayor visibilización, las productoras deben cumplir una serie de cuotas en pantalla, que pasan por poner a más personajes femeninos inteligentes (cosa que consiguen haciendo que los personajes masculinos sean bobos), a personajes con género fluido o no binario, relaciones homosexuales metidas con calzador y, por supuesto, actores de raza negra interpretando a personajes que fueron concebidos como de raza blanca. Excusas para justificar esto tienen muchas: que si estos cambios no afectan a la trama, que si no se menciona en ninguna parte del material original, que si no te gustan los cambios es porque tienes problemas con ese grupo desfavorecido... Da igual que los cambios choquen con la coherencia de la trama o el lore establecido, o incluso con el propio legendarium del autor. Lo único que les importa es cumplir las cuotas establecidas y cobrar la sustanciosa subvención.

No hace falta más que echar un vistazo a nuestro alrededor para darnos cuenta de que estamos rodeados de agenda política inclusiva. La polémica saltó en su día por la pésima representación del que será el live action de La Sirenita de Disney (también conocida como La Sinegrita), pues el personaje de Ariel pasó de ser una adolescente blanca y pelirroja a una mujer de raza negra que no se parece en nada al entrañable personaje animado. Pasó tres cuartos de lo mismo con la última adaptación de Netflix de Ana Bolena, en la que la segunda esposa de Enrique VIII no solo es interpretada por una mujer negra, sino que además es víctima del patriarcado opresor (y así, de paso, cumplimos la cuota feminista). También se repite la historia en la muy reciente Los Anillos de Poder, creada por Amazon Prime Video, con la inclusión de un elfo de raza negra cuando en el lore original de Tolkien se les describe como criaturas de piel pálida y casi resplandeciente.

Pero, ¿cuál es el problema que los fans tenemos con estas adaptaciones? ¿Será verdad que nos importa más el color de la piel que la trama que subyace en la película? Yo diría que no, y es fácil de demostrar. Para empezar, porque cuando un fan se mete de lleno en el lore de una saga, trata de aprender lo más posible de ella, embeberse de esa cultura fantástica y reconocer a los personajes por sus rasgos físicos. Por eso, cuando distintos artistas dibujan al mismo personaje, cada uno con su estilo, seguimos reconociendo al personaje, porque tiene una serie de rasgos y características que le hacen único.

El problema principal es que los guionistas se saltan una norma y luego no la justifican. Cambian la raza o el sexo de un personaje pero no se molestan en explicar el por qué de ese cambio y las alteraciones que provocará en la trama principal; a cambio, te pondrán delante una lista donde expondrán punto por punto por qué te tiene que gustar su serie o película de turno. ¿Y por qué me tendría que gustar? Mis gustos son muy personales y algo puede gustarme por una cosa o disgustarme por otra, y eso puede ser todo lo arbitrario que yo quiera. El diseño de un personaje es muy importante, llegando en ocasiones a ser indispensable para el éxito de una serie o película. Pero las productoras saben que hay muchos estúpidos que defienden a capa y espada la inclusión y que van a ver sus series y películas. A Netflix, Disney, Amazon y HBO les importa una mierda la inclusión, el feminismo o las cuestiones de género. Lo único que les importa es el dinero, y saben que la inclusión forzada se lo está dando. Y digo más: les importa un carajo el material que están adaptando porque no le tienen el menor respeto. En el fondo, desprecian dichas obras, y la única razón por la que las quieren es porque sienten que es su deber corregirlas. Tolkien, Martin y muchos otros cometieron el gravísimo error de contar su propia historia sin prever las reacciones del BLM, el feminismo y el movimiento LGBTIQ; por eso ahora hay que llenar sus historias de mujeres superpoderosas que no quieren ser salvadas por hombres, de personajes que sufren ansiedad si no les hablan en género neutro, o inclusión de razas sin venir a cuento aunque eso destruya parte de los pilares de la trama. Por eso las productoras toman el discurso progre y se aferran a él, lo hacen suyo y lo utilizan para atacar al que se queja de esto. En el fondo, lo que quieren es que nos sintamos culpables por rechazar los cambios. Reducen el argumento al mínimo absurdo y recurren a la vieja confiable: no te gusta porque eres racista/machista/fascista.

Así me ha sucedido a mí en estos últimos dos días. Después de mi comentario y de abrir debate con otro usuario, me encontré de pronto con una avalancha de wokes que me asaltaron con insultos e intentos de ridiculizarme. Que por qué le daba tanta importancia a la piel y no a los ojos de los valyrios. Que por qué criticaba el cambio de raza si hasta el propio Martin lo aprobaba. Que si lo mío es racismo encubierto. Que si sabes que es un mundo ficticio, ¿no? Que si no veas la serie y ya. Que si eres una racista de mierda. Que si tú eres fea y gorda pero te disfrazas de personajes delgados y atractivos y los demás no nos quejamos. Que te calles la boca de una vez.

A esto hemos llegado con la dictadura progre, lo que no deja de ser curioso. Son los adalides de la justicia social, los guerreros de la tolerancia, expertos en dar voz a todo el mundo... pero cuando difieres de sus opiniones, son los primeros en ridiculizarte, humillarte y cancelarte. Los más atrevidos disfrutan insultando y poniendo fotos tuyas para que todos puedan verte y ponerte cara. Eso es lo que me han hecho a mí. Esos valientes defensores de la justicia han ido todos a una contra mí sin aportar el menor argumento coherente, con el único objetivo de rebajarme y hacerme callar porque mis palabras les molestaban. Porque mi opinión no les gustaba.

¿Queréis saber lo peor? Que esto no se reduce solo a un grupo de imbéciles que pululan por Facebook. Las propias estrellas del celuloide se están metiendo en estos jardines y ahora son los primeros en proclamarse abanderados de las grandes causas y mandar callar a aquellos que no compartan su visión sesgada de la realidad. Le pasó a J.K. Rowling cuando dijo sin tapujos que estaba muy contenta con la versión negra de Hermione dado que ella nunca había dicho de qué raza era la joven bruja... para que tres doritos después vinieran los fans a señalarle algunos párrafos escritos por ella misma en la que habla de la palidez del cutis de Hermione. Le pasó también a Ewan McGreggor con el feminismo en la infumable película Aves de Presa, y ahora ha vuelto a pasar con Morfydd Clark, actriz que interpreta a la versión empoderada de Galadriel en Los Anillos de Poder, que publicó unas stories en Instagram instando a la gente que se queja de la raza de sus compañeros de reparto a que se larguen de su página, que se vayan de internet y que se callen la puta boca (sic).

Todo esto me demuestra, una vez más, que tanto HBO como otras plataformas se están dando cuenta de que a muchos fans no les gustan los cambios que les están imponiendo, y por ello han elaborado un arma contra el fandom disidente, que consiste en echarle la culpa de que no estén satisfechos con los cambios. Se llegó a tal extremo de cinismo que la propia Disney advirtió a Moses Ingram, actriz que interpreta a Reva Sevander en la serie Obi-Wan Kenobi, de que seguramente recibiría muchos ataques de fanáticos en redes sociales por ser de raza negra, cuando cualquiera que conozca un mínimo del lore de Star Wars sabe que esto es absurdo, ya que la Galaxia siempre se ha mostrado como un lugar donde tienen cabida todo tipo de razas, tanto humanas como de otros planetas. Esto me parece de un descaro increíble, y más todavía porque se nota que la campaña de marketing está enfocada a echarle la culpa a otros de lo malo que pase. Cuando el producto no gusta, se culpa al fandom que protesta, se le acusa de todo lo imaginable y así es como se lavan las manos.

Y cuidado, que esto no tiene nada que ver con el acoso que los actores reciben en redes sociales por parte de los sectores más radicales del fandom, que los hay. No defiendo ni defenderé JAMÁS que a un actor negro se le insulte y denigre por su raza. Por muy poco que me guste su elección para el papel, eso no tiene nada que ver con su talento para la interpretación ni mucho menos con su color de piel. Por eso no defiendo que a Halle Bailey se la haya insultado, o que Steve Toussaint reciba ataques racistas. Sus argumentos para defenderse no son los acertados, ya que proyecta el odio de unos pocos a todo el fandom disidente, y eso tampoco está bien. Los fans tenemos el mismo derecho a opinar que el resto del mundo, así nuestras opiniones resulten impopulares para el sector progre. Lo que las productoras parecen no entender es que los fans no somos sus hormigas, que tenemos pensamiento y gustos propios y que podemos elegir qué consumir y cómo nos gusta consumirlo. Y eso no nos convierte en malas personas.

Llevo ya una temporada en la que estoy más que harta de los progres. Entre Juego de Tronos, la película de Lightyear, la Casa del Dragón y ahora la reciente Los Anillos de Poder, me siento agotada física y mentalmente. Estoy harta de sus argumentos estúpidos, de que me insulten por querer explicar mi punto de vista, de ser demonizada por pedir criterio y coherencia. Quiero que me dejen en paz, que me dejen opinar y que aprendan a tener respeto hacia los demás. Me he estado planteando hacerme una cura de redes sociales apartándome una temporada, sobre todo por mi salud mental. He llegado incluso a pensar en autocensurarme y a evitar dar mi opinión para evitar ataques como el que he recibido estos días, pero eso me repugna y me parece que es como darles la razón. Pero aunque no me faltan ganas, no seré como ellos y no oirán de mí la frase que pone título a este artículo. No les mandaré callar.

Porque yo sí sé mostrar respeto hacia los demás aunque sus opiniones no coincidan con las mías.


lunes, 25 de julio de 2022

La caída de Rory Gilmore

 

Para las chicas tímidas, solitarias y centradas en los estudios como yo, Rory Gilmore era todo un icono y modelo a seguir. La coprotagonista de la famosa serie Gilmore Girls, creada por Amy Sherman-Palladino, representaba a un tipo de chica que pocas veces se veía en un papel principal: el de la chica joven centrada, responsable y dedicada a sus estudios que quería convertirse en una mujer de éxito en el futuro. Además, era muy guapa, inteligente, y con un gusto musical y literario impresionante.  La serie te hacía adorar a Rory, admirarla y querer ser como ella. Era todo un ejemplo a seguir para cualquier estudiante, porque todo lo que la concernía parecía destinado a encumbrarla y convertirla en una triunfadora. Cuando me sentaba a ver la serie, sentía una gran conexión con Rory... hasta que volví a ver la serie años después y descubrí que no era tan perfecta como me la querían mostrar.

Cuando la serie Gilmore Girls salió en antena allá por el año 2000, fui una de las muchas personas que quedó encandilada por la sencillez y, al mismo tiempo, complejidad de la trama. El argumento en sí es de lo más sencillo: Una madre joven y su hija adolescente en su día a día, con sus pequeños conflictos, sus relaciones, amistades y desafíos cotidianos. La gracia de la serie no estaba tanto en el hecho de que Lorelai, la madre, hubiera tenido a su hija Rory a la temprana edad de dieciséis años, sino en la relación madre/hija que tenían, más parecida a la amistad que los padres de los tardíos años 90 querían tener con sus propios hijos. Ambas chicas Gilmore tenían los mismos gustos y un gran conocimiento de la cultura popular, y sus rápidos e ingeniosos diálogos eran la chispa de la serie, lo que le daba verdadera personalidad y lo que al final acabó haciéndolas inmortales. La serie, todo hay que decirlo, estaba escrita de manera impecable, inteligente y con un buen desarrollo de personajes. En resumen, lo tenía todo para gustarme, y lo logró.

Sin embargo, los años no perdonan y revisionar una serie puede hacer que pierda el encanto del que disfrutaba en su época. Al fin y al cabo, los tiempos cambian, maduramos y vemos las cosas desde otra perspectiva, y todo eso afecta a nuestros recuerdos. Por eso solemos rememorar nuestra infancia como la mejor del mundo, las series que veíamos eran insuperables, la música muchísimo mejor que la que hay ahora. Es el signo de los tiempos, de todos los tiempos, porque pasa en todas las épocas. Por desgracia para mí, el volver a ver Gilmore Girls tuvo la mala fortuna de hacerme cambiar de punto de vista acerca de las protagonistas, pero especialmente de Rory Gilmore. Ya en su día me cansé un poco de ver la serie allá por la tercera o cuarta temporada, de modo que tomé el toro por los cuernos y decidí que volvería a ver la serie, esta vez entera, para poder juzgar con mejor criterio. Asimismo, aproveché para ver también el revival que sacó Netflix allá por el 2016 para ver lo que había sido de los personajes que en su día tanto me habían gustado. Y el resultado es este post que hoy os traigo, en el que me centro en la gran decepción que sentí con el ascenso y caída de Rory Gilmore.


ATENCIÓN: A partir de aquí, habrá SPOILERS de absolutamente toda la serie, sobre todo de aspectos concernientes al final y el destino de sus protagonistas.




La Princesa de Stars Hollow

Si no habéis visto Gilmore Girls, aquí va un pequeño resumen. La historia sigue la vida de Lorelai Gilmore y su hija Rory, la cual se desarrolla en un pequeño pueblecito ficticio de Connecticut llamado Stars Hollow. Al comenzar la serie, Lorelai se ve obligada a pedirle dinero prestado a sus padres, con los que apenas tiene relación, para que Rory pueda matricularse en la prestigiosa escuela privada Chilton y así tener un mejor acceso a la universidad de Harvard, el sueño de Rory. Como condición a cambio del préstamo, Lorelai y Rory deben cenar con ellos todos los viernes y estarán presentes en su vida de manera continua. Los padres de Lorelai, Richard y Emily Gilmore, pertenecen a la clase alta de Hartford y tienen una relación muy tirante con Lorelai, ya que esta se quedó embarazada a los dieciséis años y huyó de casa cuando se enteró de que querían obligarla a casarse con su novio de entonces y padre de su hija, Christopher. Buscó refugio en un pequeño hotel de Stars Hollow y la dueña las acogió a ella y a Rory, ofreciéndole a Lorelai un lugar donde vivir y un trabajo. Con el tiempo, Lorelai acabará convirtiéndose en la directora del hotel, y Rory crece siendo una chica emocionalmente sana, inteligente y madura para su edad. Debido a ese suceso del pasado, Lorelai es muy reacia a tener contacto con sus padres, a los que considera unos monstruos dominantes y destructores de sueños, de modo que será la sensata Rory la que desde el principio actúe como punto de unión entre ambas partes.

Al principio de la serie, se nos presenta a Rory como una chica más bien tímida, solitaria y con la nariz siempre metida en los libros. Tiene una meta muy clara en su vida: ingresar en la universidad de Harvard y convertirse en periodista para emular a su ídolo, Christiane Amanpour. Para mí fue muy fácil conectar con Rory porque mi personalidad era casi un calco de la suya, sobre todo en el año 2000, cuando empezó la serie. Pero con el tiempo me llevé un chasco, pues me di cuenta de que Rory Gilmore era, en realidad, una persona horrible. No solo eso: la han convertido en una completa negada, y lo peor de todo es que en la propia serie nos daban pistas de que todo iba a terminar así.

Analicemos la situación: Rory Gilmore es hija y nieta única. La vida de su madre y la de sus abuelos gira siempre a su alrededor; todo lo que dicen, piensan o hacen tiene su foco en Rory. Es un ángel perfecto y maravilloso: dulce, cariñosa, inocente, inteligentísima. Por si fuera poco, es una estudiante modelo, le encanta leer, es buena con sus compañeros, el ojito derecho de los profesores y hace amigos hasta en la cola del baño. A pesar de que tiene una gran conexión con su madre, Rory posee muchas virtudes de las que Lorelai carece: Es más ordenada, rigurosa, responsable, educada y madura que la mujer que le dio la vida. Toda la familia tiene la idea de que Rory es la elegida que va a salvar el apellido Gilmore, entendiendo por esto que no cometerá los mismos errores que cometió Lorelai y que llegará a ser alguien importante en el futuro. Como si Lorelai, que ha trabajado duro hasta llegar a dirigir un hotel, sacarse la carrera de Empresariales y comprar su propia posada, fuese una fracasada total.



Pero quietos, que Rory no solo es querida dentro de su propia familia: ¡Todo Stars Hollow la adora! Luke, el dueño de la cafetería, la quiere con amor de padre; sus vecinos siempre cuentan con ella y se interesan por su vida (a veces demasiado); gusta a todos los chicos que posan su mirada sobre ella… A Rory la vida le sonríe siempre. Se le facilita todo, se le consiente todo y se le perdona todo con la excusa de que es una chica especial y extraordinaria. Quienes la rodean están a todas horas asombrándose de lo lista y culta que es. El desmedido amor que provoca esta chica llega a un punto tal que causa una gran ceguera en el resto de personajes que la rodean. Está tan endiosada que no se concibe que Rory pueda cometer errores y equivocarse como cualquier ser humano, y cuando lo hace es motivo de gran preocupación. Eso sí, para que no pierda su aura divina, sus allegados se apresuran a liberarla de la culpa y achacársela a las circunstancias o a las malas compañías. Por lo tanto, vistos estos precedentes, no resulta extraño que Rory acabe creyéndose por encima de los demás, se vuelva más autoritaria y arrogante, y se enfade cuando algo no le sale bien o no lo consigue con la facilidad que espera.

Está bastante claro que Rory padece el síndrome del personaje principal. Está tan convencida de que es la protagonista de la historia que se justifican comportamientos bastante dudosos por su parte, como el hecho de robar un yate durante un berrinche o tener romances con hombres casados o comprometidos. Su actitud ante la vida y el hecho de considerarse una triunfadora nata mientras aparenta ser humilde es un reflejo de lo que muchos tildan de privilegio millenial. Ese es uno de sus mayores problemas: su incapacidad para aceptar lo privilegiada que es. Tanto a Rory como a Lorelai les encanta pensar que están muy en contacto con la clase obrera solo porque Lorelai decidió renunciar al dinero y protección de sus padres cuando se quedó embarazada. Sin embargo, a lo largo de la serie no tienen ningún problema en acudir a Richard y Emily cuando hace falta dinero: pagar la escuela privada de Rory, conseguir un coche nuevo, la matrícula de Yale, viajes a Europa, y así un largo etcétera.

A medida que avanza la serie, vemos con mayor claridad que Rory se siente mucho más cómoda dentro del mundo privilegiado en el que se mueven sus abuelos y su novio Logan, pero aun así se niega rotundamente a admitirlo. Desea con fervor que se la admire por sus logros, pero acepta trabajos y oportunidades que le son puestas en bandeja por personas allegadas a ella. Rory está donde está porque siempre se lo han dado todo, y como nunca ha tenido que esforzarse por nada, no sabe lo que cuestan las cosas. La hemos visto trabajar en el periódico de Yale, pero no percibe ningún sueldo por ello; también trabajó por un corto período en una librería a la que terminó comprando todos los libros (más bien su madre se los compró); realizó también unas prácticas laborales, que tampoco siempre pagan. Entonces, ¿de dónde sale el dinero para pagar su apartamento fuera del campus? ¿Cómo puede permitirse pedir comida a domicilio todos los días? ¿De dónde vienen sus ingresos? ¿De sus abuelos? ¿De su novio? ¿De su padre asquerosamente rico?


Yo, yo y siempre yo

Gilmore Girls retrata a la perfección la personalidad de una millenial adolescente. Sus experiencias fueron un presagio de lo que se convertiría en los retos definitorios de sus compañeros de clase media-alta en el futuro, desde manejar el privilegio de la elección hasta lidiar con un falso sentido del derecho. Cierto es que los millenials, entre los que me incluyo, estamos considerados como una de las generaciones más preparadas, con más acceso a la información, la mayoría con titulación universitaria y muy conscientes de la importancia de los avances tecnológicos, pero también se achacan a esta generación diversos malos hábitos que vemos una y otra vez en Rory. Sirvan como ejemplos su actuar con demasiado derecho, su sensibilidad o mala reacción ante las críticas, el no saber trabajar en equipo y el querer ser emprendedor pero sin comprender lo que eso significa o lo que reporta.

Ya hemos hablado del privilegio de Rory, que está fuertemente arraigado como resultado de su entorno bien situado económicamente y de las altas expectativas puestas en ella. Hablamos de una chica que, según su madre, ya deseaba ir a Harvard desde que empezó a gatear. La misma chica que, cuando no consigue la beca para entrar en el New York Times, sus abuelos no conciben que haya alguien más preparado que ella para formar parte del prestigioso periódico, y culpan al nepotismo para justificar el rechazo; nepotismo, por otra parte, que ellos mismos ejercen con Rory ayudándola a ingresar primero en Chilton y luego en Yale.



Lo cierto es que Rory no está preparada ni para ser periodista ni para ejercer de ello. No está realmente preocupada por ninguna causa en específico, no hace investigaciones por cuenta propia, ni sale a la calle a hacer labores de reportera. A Rory la vemos leer mucho y escribir algunos artículos teóricos, pero ese no es el trabajo de una periodista del estilo que quiere ser en el futuro. Cuando se le pregunta por qué quiere dedicarse al periodismo, se queda sin palabras y acaba balbuceando algo sobre que quiere hacer algo importante que sea recordado por todos. No sabe qué más decir porque no sabe lo que es ser periodista. En cierto momento, el padre de su novio Logan le ofrece un pequeño puesto de becaria en uno de sus periódicos más recientes y, tras unos pequeños titubeos, vemos a nuestra princesita de Stars Hollow llevar a cabo sus tareas con sorprendente brillantez y eficiencia. O eso cree ella.

El señor Huntzberger es el único personaje que se atreve a decirle la verdad a la cara basándose en lo que ha visto en ella, y dictamina que Rory no tiene lo que se necesita para ser periodista. Durante su paso por el periódico, solo ha hecho trabajos de asistente y no ha aportado ni una sola idea o punto de vista nuevo, lo que lleva a Huntzberger a hablarle con la verdad en la mano. Rory se queda perpleja. Todo su mundo hecho añicos, sus sueños destrozados por culpa de un ricachón que no tiene ni idea de cuánto ha hecho ella por estar ahí y ser periodista. Y como es una chiquilla que no sabe reaccionar ante una crítica y mucho menos defenderse o aprender de ella, en vez de recibir el golpe y tratar de mejorar, decide irse con su novio a robar un yate, lo que le traerá problemas con la ley y será obligada a realizar trabajos para la comunidad. Su manera de afrontar las dificultades es tomarse las cosas como algo personal, como si la estuvieran atacando, cuando lo más sensato sería aprender de la experiencia y aceptar que igual tiene mucho que mejorar si quiere alcanzar el éxito que tanto persigue. Por eso, ante las críticas de Mitchum Huntzberger, Rory toma la decisión impulsiva de abandonar la universidad. ¿Su razonamiento? Si alguien le dice que no vale para ser periodista, entonces debe de ser verdad, así que ¿para qué va a ir a la universidad? Se pelea con su madre y corre a refugiarse en el dinero y solaz que le ofrecen sus abuelos para aclarar sus ideas y ver qué nuevo rumbo toma su vida. Así reacciona la angelical y modosita Rory Gilmore cuando la rechazan de un trabajo, cosa que volverá a repetirse al perder la beca del New York Times. En vez de adaptarse o tratar de comprender el contexto laboral al que pretende acceder, responde de manera petulante porque las grandes instituciones no la están elogiando como deberían. En vez de buscar oportunidades de trabajo, espera que éstas se le presenten por arte de magia, y es por eso que con 32 años es una mujer sin casa, sin trabajo y sin un rumbo en su vida.

En realidad, el contrapunto de Rory y quien mejor representa el modelo de estudiante que ella debería ser es su repelente amiga Paris Geller. Empieza siendo la rival encarnizada de Rory en la Academia Chilton hasta que poco a poco se van haciendo amigas. Es una chica dura, ambiciosa y fuerte, y no teme pasar por encima de quien haga falta para conseguir lo que quiere o lo que considera que merece. Es una estudiante brillante, pero también despótica y brutalmente honesta. No le gusta perder ante nadie y siempre busca la manera de destacar por sus conocimientos, lo que hace que tenga pocos amigos en su día a día. Sin embargo, a pesar de su carácter odioso, hay que reconocer que Paris sabe mucho mejor lo que tiene que hacer para asegurarse un buen futuro académico. No solo se implica al cien por cien en todos los trabajos que le mandan sus profesores, sino que también edita el periódico de Chilton, es presidenta del Consejo de Estudiantes y además hace voluntariado ayudando a construir casas para los sintecho. Todo eso es parte de lo que tiene que hacer un estudiante de su categoría para sobresalir y llamar la atención de alguna de las universidades de la Ivy League. Sin embargo, es Rory la que recibe siempre los mayores halagos, la que causa más simpatías, la que obtiene el valedictorian a pesar de haber suspendido algún que otro examen y la que tiene la inmensa suerte de poder elegir a qué universidad va a ir, mientras que Paris sufre lo indecible al recibir la carta de rechazo de Harvard. Esto me parece muy injusto porque además es muy obvio que se ha hecho así para encumbrar todavía más a Rory, lo que nos hace pensar en qué tendría que haber hecho Paris para obtener el reconocimiento que tanto merecía.


Los amores de Rory

A pesar de que a Rory se la tiene por una chica de belleza deslumbrante, gran intelecto y unos modales exquisitos que enamoran a todos los chicos con los que cruza la mirada, a la hora de la verdad ninguna relación le termina de cuajar. Pero, ¿por qué sucede esto cuando cualquier hombre del universo se sentiría un privilegiado por salir con la maravillosa Rory Gilmore? Pues ni más ni menos que por muchas de las razones que ya he mencionado antes. Rory está acostumbrada a salirse siempre con la suya, y en el caso de los hombres no iba a ser menos: todos aquellos en los que posa su delicada mirada azul caen rendidos a sus pies.

Como tiene el síndrome del personaje principal, es fácil de entender que ella exija de su madre y de sus abuelos toda la atención posible, y esto se extrapola a los chicos con los que sale, pues suele tratarlos bastante mal y le gusta jugar con sus sentimientos. Su primer novio fue Dean Forester, un chico encantador al que solo se puede describir como el novio perfecto. Era amable, atento, cariñoso, respetuoso con Rory y su familia… Le encantaba que estudiara y que fuese tan ambiciosa, pese a que él era mucho más sencillo en ese aspecto. Jamás le levantó la voz ni la obligó a hacer algo para lo que no estaba preparada. ¡Llegó incluso a construirle un coche con sus propias manos y dárselo como regalo! Y, pese a todo, el mundo entero miraba a Dean como si fuera un monstruo que había aparecido para corromper a Rory. Su único defecto fueron los celos, pero incluso estos celos estaban justificados, ya que Rory le ponía ojitos a otros chicos aun estando con él y se atrevía a negárselo en la cara. Dean rompe con ella al ser más que evidente que a Rory le gusta otro chico, y más tarde ella se lamenta y reconoce que es una arpía al darse cuenta de lo mucho que echa de menos a Dean ahora que ya no le tiene. Por último, se las arregla para joderle la vida una vez más al ir detrás de él a pesar del hecho de que está casado con otra chica, consiguiendo seducirle y perdiendo la virginidad con él. Cuando se la acusa de ser "la otra", su reacción es decir que Dean fue primero su novio antes de estar casado con otra, como si eso le diera derecho a considerarlo suyo. Sin embargo, este breve regreso con Dean no le hace respetarlo en lo más mínimo. Rory detesta la vida de Dean porque no es lo que ella se imaginaba para él. Dean es menos ambicioso y dado al estudio que Rory, y se centra más en trabajar, y esto es algo que Rory no es capaz de comprender, en vez de considerar que él podría tener otros gustos o inclinaciones.



Pasamos ahora a Jess Mariano, el chico por el que Rory cambió a Dean. Si Dean era el arquetipo del buen chico, Jess representa en todas sus facetas al rebelde sin causa. Es un Holden Caulfield de manual: un chico problemático, respondón y malcriado que llega a Stars Hollow para vivir con su tío Luke porque ni su propia madre lo aguanta. Todos le tienen una manía tremenda a Jess por razones obvias, pero a Rory le encanta el muchacho porque, oh, es tan culto y ha leído tantos libros. Además, su carácter rebelde y contestatario le viene fenomenal a Rory para poner en práctica sus habilidades como salvadora de almas. Ella es la única que entiende a Jess y justifica todas sus salidas de tono con la excusa de que ha tenido una vida difícil y tiene muchos problemas. Pero la realidad pronto golpeará en la cara a nuestra angelical chica Gilmore: La falta de comunicación, muchas discusiones y la marcha sin explicaciones de Jess, harán que la relación caiga por su propio peso. Lo curioso es que, un par de años después, Jess regresa más cambiado y centrado en la vida, y a Rory no se le ocurre otra cosa mejor que utilizarle para vengarse de otro chico del que está encaprichada.

Y llegamos a Logan Huntzberger, el que sin dudas es el hombre más importante en la vida de Rory Gilmore. El galán de la universidad se convertirá pronto en el interés amoroso de nuestra protagonista, que cae rendida ante su cúmulo de virtudes, a saber: salir de juerga, emborracharse y quedar con sus amigos para hacer locuras que incluyen saltar y faltarle al respeto al personal de los locales de copas a los que van. Es un niño rico y privilegiado, pero tan culto y leído que no le hace falta siquiera pasarse por la universidad. En un primer momento, trata de tener una relación abierta con él, pero pronto se desespera y se echa a llorar porque Logan, actuando como se esperaba que hiciera, no la llama para quedar. Y aunque en ocasiones le falta al respeto a Rory, esta justifica sus desmanes y le da mil oportunidades más de enmendarse. Logan es el chico con el que está más cerca de casarse, pero al final de la serie rechaza su propuesta de matrimonio porque no quiere perder su independencia (?). Sin embargo, eso no le impedirá en el revival seguir acostándose con él a pesar del pequeño inconveniente de que Logan ya está comprometido con otra y Rory tiene un novio llamado Paul del que se olvida constantemente. Esto te lo presentan como muy cómico y divertido, cuando en realidad es patético. ¿Cómo puedes olvidarte de que tienes un novio? ¿Cómo puedes tenerle tan alejado de tu vida que ni siquiera te acuerdas de contar con él para lo más básico, como la cena de Navidad o quedar para desayunar?

Si nos fijamos un poco en el patrón de comportamiento de Rory con los hombres, nos damos cuenta de que no los trata como seres humanos, sino como objetos de su propiedad. Además, parece más que claro que su fijación por los hombres comprometidos responde más a un intento de quedar por encima de la otra mujer antes que en lo atractivos que le parecen dichos hombres. Tampoco parece ser consciente del daño que su comportamiento les causa, pues no entiende las protestas de Dean cuando ella insiste por activa y por pasiva en coquetear con otros chicos. Quizá eso se se deba en parte a su condición de hija única, ya que siempre ha sido mimada por su familia, tiene tendencia a ser egoísta y no es capaz de aceptar una crítica.


Convirtiéndose en su madre

Después del apresurado final de la serie, en el que nuestra preciosa Rory consigue la oportunidad de su vida al conocer a Christiane Amanpour y que esta le ofrezca una vacante en su equipo para cubrir la campaña del senador Obama, los fans se quedaron con ganas de más y consideraron que ese final no estaba a la altura de la serie. Años después, en el 2016, Netflix sacó un revival titulado Gilmore Girls: A Year in the Life, donde podíamos ver qué había sido de las chicas Gilmore y de todos los personajes que tanto nos habían gustado en la serie. En estos cuatro episodios es donde se confirma la caída de Rory Gilmore y su conversión en una vagabunda a los 32 años, la misma edad que tenía su madre al inicio de la serie.

Si comparamos a Rory con Lorelai, vemos que la hija tendría mucho que aprender de su madre en cuanto a superación y desarrollo profesional. Pese a haber sido madre adolescente y fugarse de casa con lo puesto, Lorelai supo abrirse camino en la vida empezando desde abajo, trabajando como doncella en el hotel donde le dieron cobijo. Con el tiempo, empezó a asistir a clases nocturnas para sacarse la carrera de Empresariales y se convirtió en la directora de su propio hotel, el Dragonfly Inn. Se abrió camino ella sola, sin la ayuda económica de nadie, con una niña pequeña a cuestas y logró triunfar. Por el contrario, a Rory siempre se le han ofrecido todas las facilidades y ha logrado mucho menos que su madre a esa edad. Rory nunca ha tenido la necesidad de pelear por hacerse un hueco en la vida, pues todo se lo han dado hecho. Como los demás no querían que le faltara de nada, se lo dieron todo. A lo largo de su vida, Rory no tiene que enfrentarse a grandes dificultades más allá de que no le dan trabajo, pero como no le falta el respaldo económico de su familia, puede tomárselo con mucha calma, algo que Lorelai no pudo permitirse. El ejemplo más evidente vuelve a ser la charla que le da Mitchum Huntzberger, que la deja tan tocada que incluso abandona Yale al verse incapaz de afrontar la crítica. Pues en vez de obligarla a centrarse y valerse por sí misma en esta situación, sus abuelos le ofrecen una vida relajada en su casa de la piscina, donde no tiene que preocuparse por nada.



Pero al llegar a los treinta, vemos a una Rory que no se parece en nada a la tierna adolescente que conocimos al comienzo de la serie. Estamos ante una Rory distinta, parada, triste, sin saber qué hacer. Se da cuenta de que el mundo no se pliega a sus deseos y se toma un tiempo para reconducir su vida. Está atascada en una existencia de vagabunda. No tiene trabajo fijo, no ha seguido el camino del periodismo, no tiene experiencia, su vida sentimental es vacía y no tiene ni la menor idea de por dónde debería ir. Esta es la que se conoce como caída de Rory Gilmore y, aunque en estos instantes a la mayoría de los fans no les ha gustado este destino para ella, en realidad es cuando mejor podemos comprenderla y empatizar con ella. Es la primera vez que Rory tiene que enfrentarse a la vida, y a lo largo de A Year in the Life nos damos cuenta de que su única esperanza de madurar y abrirse paso es convertirse en su madre. La idea es que Rory por fin ve a su madre como un modelo a imitar por su constante lucha para triunfar y salir adelante, y su idea es seguir sus pasos convirtiéndose a su vez en madre soltera. Y aunque nunca se nos dice explícitamente quién es el padre, lo más probable es que este sea Logan, lo cual genera un nuevo paralelismo con el pasado de Lorelai y su enamoramiento de Christopher; en otras palabras, Logan es para Rory como Christopher fue para Lorelai: ambos son galanes inmaduros, hijos de buenas familias, con buen fondo, pero más dados a disfrutar de la vida que a preocuparse por los problemas.

Pero, ¿qué consecuencias puede traer el embarazo para Rory? Es evidente que esto no le facilitará las cosas de cara a conseguir un trabajo o tener éxito profesional, pero la idea que subyace es que Rory seguirá los pasos de su madre para salir adelante, y una vez supere esta prueba, estará lista para enfrentarse al mundo y mostrarle de lo que es capaz. Su idea, a partir de ahora, será parecerse más a su madre que a sus abuelos. Con el tiempo, es posible que deje de pensar tanto en sí misma y pase a centrarse en su bebé, lo que la ayudaría a madurar como persona.


viernes, 15 de julio de 2022

Cómo ser un progre de manual


¡Hola a todos!

¿Eres un joven inquieto de carácter renovador, reformista e innovador? ¿Te consideras una persona tolerante, humanista, laica y de izquierdas? ¿Estás harto de que la casta fascista cometa injusticias contra ti y los que piensan como tú? Entonces, amigo mío, estás llamado a ser un progre. Pero, ¿qué es ser progre? ¿Qué significa ser progre? Bueno, pues aquí estoy yo para contártelo. Hoy te traigo un breve manual en el que explico con todo detalle los pasos que has de seguir para convertirte en progre y quitarte de encima esa inquietud que puede contigo.

¡Adelante!

 

1. Voto

Para formar parte del club de los progres de manual, es importantísimo que se sepa a dónde va tu voto en las urnas. Da igual que el voto sea secreto: tú eres un aspirante a progre como Dios manda, así que tienes la obligación de gritar bien fuerte a quién votas. Si votas al PP, es obvio que eres fascista; si votas al PSOE, eres fascista, pero un poco menos; si votas a VOX, ya directamente eres de la ultraderecha cristiana franquista y ultraliberal. Por lo tanto, si quieres ser considerado un buen progre, tienes que votar a Podemos, a Esquerra Republicana si eres catalán, a Izquierda Unida, al Bloque Nacionalista Galego... En España proliferan los grupos políticos de izquierdas, que suelen ser pequeños pero donde tiene cabida todo el progrerío patrio. Además, es vital que señales y etiquetes de fascista a todo el que no vota como tú. En el caso de que quieras ser el más molón de los progres, tu voto tendrá que ir para Bildu y los proetarras, que están a tal nivel que consideran fachas incluso a los de Podemos.


2. Anticapitalismo

El anticapitalismo debe ser para ti uno de los pilares fundamentales del pensamiento progre si quieres pertenecer al club. Tu deber es odiar al capitalismo por encima de todo, aunque vivas en un país capitalista y te estés beneficiando de él. Admiras regímenes políticos de corte comunista a pesar de no haber vivido nunca bajo un régimen así, y querrías que se implantaran en este país. Eso sí, si por casualidades de la vida tienes que emigrar para buscar trabajo, te irás preferiblemente a Inglaterra, Alemania, Suiza o los países nórdicos, que sí, son países capitalistas, pero es donde hay trabajo, así que toca aguantarse. Pese a que disfrutas de las ventajas que te ofrece un país basado en el libre comercio, tu gran sueño es que se implante el paraíso socialista. Para ti, un país en el que 13 millones de personas se nutren de subvenciones y hay más del 40% de gasto público, es un país ultraliberal que debería tomar buena nota de cómo se hacen las cosas en Cuba.


3. Incoherencia

Para ser considerado un buen progre, una de las cosas más importantes es mostrar una profunda incoherencia en tus palabras y en tus actos. Las personas estamos cambiando y progresando constantemente, de modo que no podemos dejarnos someter por algo tan banal y rancio como la coherencia. Ser coherente es lo mismo que ser conservador, así que no permitas que te hagan sentir culpable por denunciar el capitalismo en Twitter a través de tu nuevo iPhone 12, ni por combatir el exceso de contaminación mientras conduces un coche de gran cilindrada, ni mucho menos por luchar por los derechos de las mujeres y los homosexuales mientras alabas las muy dudosas democracias venezolanas, rusas, ecuatorianas o iraníes. Estás en contra de la guerra, pero hay que hacer matices: que Hamas ataque a Israel, es un movimiento de autodefensa; que ETA colocara bombas en coches y supermercados atestados de civiles, era un acto que formaba parte de la lucha por la liberación y los etarras encarcelados son "presos políticos". Que no te dé vergüenza ser incoherente. ¡Es un símbolo de progreso!


4. Superioridad moral

Si tu mayor anhelo en esta vida es ser progre, has de saber que eso te va a convertir en uno de los elegidos para salvar el mundo de la dictadura fascista que amenaza con destruirlo. Tú eres distinto a todos porque has visto la luz. Tu razón es la razón absoluta; tu verdad, la única que hay. Has sido llamado para redimir a la humanidad fascista, para perdonarle sus pecados, fruto de la ignorancia y de no leer más hilos de Antonio Maestre en Twitter. Tu deber es salvarles, sacarles de su ceguera propiciada por el maldito capitalismo, el liberalismo y Donald Trump. La principal meta de tu existencia es reeducarles en tu pensamiento y enseñarles a ver el mundo como tú consideras que deben verlo. Muéstrales que el dinero, la competitividad y la meritocracia son incompatibles con la opción de un futuro mejor. Enséñales que deben pedir perdón por los errores de sus antepasados, aunque estos hayan sucedido hace quinientos años. Explícales a tu manera la paradoja de la tolerancia de Karl Popper que sacó Pictoline hace un tiempo y que tienes impresa y pegada en la pared de tu cuarto. Diles que gracias a ti, a tu lucha, los demás tienen derechos vitales y libertades con las que solo podían soñar. Diles cómo han de vivir, a quién deben votar, qué causas deben apoyar y qué han de pensar. Y, sobre todo, asegúrate de dejarles bien claro que no todos los valores e ideologías tienen el mismo grado de superioridad moral, y que las tuyas son las únicas correctas y las que deben seguir a rajatabla. Porque eres progre y estás por encima de todos los demás.


5. Estatismo

No puedes hacerte llamar progre si no consideras al Estado como un padre protector al que hay que cederle todos los poderes posibles, ya que es el único que puede encargarse del interés común. Como buen progre, has de saber que el haber nacido en un país del Primer Mundo te convierte en una víctima más del sistema, y como buena víctima que eres, necesitas ayuda constante de Papá Estado para que se ocupe de esas cosas tan molestas que el fascismo te obliga a hacer. Necesitas que el Estado controle tu vida y tu dinero, porque es evidente que tú no eres capaz de hacerlo. Necesitas que te diga en todo momento lo que has de hacer, porque tú no lo sabes y, en el fondo, la libertad de elección es negativa. ¿Para qué quieres elegir algo, si el Estado puede hacerlo por ti? Como bien sabes, querido progre, la libertad de elección trae consigo el riesgo de equivocarse, pero eso es algo por lo que no quieres pasar y, la verdad, siempre es mejor poder echarle la culpa a otro. El Estado te protegerá de esas nimiedades para que tú no tengas que preocuparte por nada. Si en el futuro el Estado se vuelve corrupto, siempre puedes apoyar que se le dé más dinero a los políticos para darles más poder, confiando en que no te van a engañar, como sucedió en la Venezuela de Chávez. ¿No tiene sentido? Recuerdas lo que habíamos dicho de la incoherencia, ¿no?


6. Ateísmo

Llegamos a un punto muy importante en el ideario de un progre. El buen progre de manual debe ser un perfecto ateo que niegue la existencia de Dios. En algunos casos, sobre todo si estás empezando en esto del progrerío, se te otorgará la concesión del agnosticismo, pero lo importante es que cargues continuamente contra la idea de Dios y que, sobre todo, desarrolles un odio visceral hacia la Iglesia católica. Un buen progre debe odiar con todo su ser a la Iglesia, pues se trata de una organización retrógrada, nacionalista y, por lo tanto, fascista. Si hay un caso de pederastia en el seno de la Iglesia, tienes que decir que toda la Iglesia es pedófila, que la religión es el opio del pueblo y hay que borrarla de la faz de la tierra. Ahora bien, hay que hacer una excepción cuando se habla del Islam. Ahí no hay ningún problema y, de hecho, tienes la obligación moral de alabar su cultura y respetar sus creencias, aunque entre estas se incluya la sumisión de las mujeres y el asesinato de homosexuales. Si una organización yihadista comete un atentado, deberás hacer hincapié en que esos son casos aislados y que no hay que criminalizar a todos los musulmanes. Tienes que estar en contra de que se imparta religión católica en las escuelas, pero al mismo tiempo apoyas que se impartan los principios del Islam porque eso es "cultura religiosa" e "inclusividad". Y por último, tienes que felicitar el Ramadán por Twitter pero no hace falta que digas ni una palabra en Navidad o Semana Santa, a pesar de que los cristianos son mayoría en este país. 

 

7. Odio al rico

Otra premisa fundamental. Si hay algo que un progre odia más que a la Iglesia, es al rico. Si te quieres considerar un progre de manual, tienes el deber de ir contra los ricos y acusarles de explotadores, ya que es evidente que no han amasado sus fortunas trabajando duro o poniendo todo su esfuerzo, sino a base de robar y a costillas de los trabajadores explotados por este maldito régimen capitalista y opresor. Para ti, todo el que tiene dinero lo ha conseguido a base de robar y explotar a otros. Como buen anticapitalista que eres, sabes que el empresario es Satanás con la cara de Amancio Ortega. No hay ni uno solo bueno. El empresario monta una empresa porque su deseo, en realidad, es explotar a los trabajadores para hacerse una piscina y llenarla de billetes y furcias. Tu sueño, como buen progre, es que el mundo laboral sea una cadena de cooperativas en las que los medios de producción sean propiedad del trabajador y en el que la figura del empresario no exista. Vamos, la dictadura del proletariado de toda la vida (la única "dictadura" que estás dispuesto a reconocer, dicho sea de paso). Es posible que no hayas creado un solo puesto de trabajo en tu vida (o que no hayas trabajado, vamos), pero eso no debe impedirte dar lecciones a trabajadores que llevan toda la vida doblando el lomo para que voten al partido que tú crees que deberían votar. Tampoco debe causarte sonrojo que los primeros  ricos del país se cuenten entre los políticos socialistas; es posible que tú mismo seas hijo de la burguesía acaudalada, pero ese no es motivo para no dar lecciones de lucha obrera. Recuerda que tú tienes la verdad absoluta y la incoherencia forma parte de tu ser.


8. República

Esta es indispensable, quizá uno de los buques insignia del buen progre español. Entre las muchas cosas tradicionales, rancias y fascistas que odias, como los ricos o la Iglesia, también debes odiar a la monarquía. Tú eres republicano de pura cepa, pero ojo, que hay que hacer algunos apuntes. Tu idea de república no es como el sistema que tienen en Alemania o en Francia. No, señor. Tú eres republicano de la II República española, pero solo del Bienio Reformista, el que va desde el 31 al 33. A pesar de que no habrás tocado un libro de Historia en tu vida, tú sabes perfectamente que en esa época todo era luz y felicidad: las mujeres tenían libertad para votar gracias a ellos, y seguramente también para vestir minifalda y salir de juerga por la noche hasta las tantas; los homosexuales iban por la calle cogidos de la mano y bailando el corro de la patata; y el mundo entero vivía en un sueño donde todo era tolerancia, inclusividad y había tanta prosperidad que hasta los perros se ataban con longanizas, hasta que llegaron los fachas y todo se fue al traste. Defiende esta idea a muerte si es necesario. Defiéndela cuando salgas a las manifestaciones con la bandera tricolor junto con la de la hoz y el martillo, o incluso con una estelada (a pesar de que los de la estelada dieron un golpe de estado contra los de la tricolor hace ochenta años). No dejes que los fachas te den lecciones de moralidad diciéndote que estás defendiendo la época donde los golpes de estado eran el pan de cada día, o el infierno de los estados de guerra, o donde los asesinatos de políticos de uno y otro bando se sucedían con regularidad. Eres progre y, por lo tanto, tú sabes mejor que nadie cómo fue la II República.


9. Franco

Otro de los grandes pilares del buen progre de manual. Los libros de Historia nos dicen que la dictadura de Franco abarcó el período entre 1939 y 1975, hasta la muerte del dictador. Pero un progre de manual sabe que eso es mentira: Franco está más vivo que nunca y, si no lo está, ya se encargará él de resucitarlo convenientemente. Los progres tienen el maravilloso don de poder vivir épocas pasadas, porque es tal el nivel de fascismo que ven en la sociedad actual que uno pensaría que en realidad están viviendo en los años 50. Y, por supuesto, Franco es el dios al que le rezan los fachas cada mañana. La obsesión de la izquierda española con Franco es legendaria, porque no saben vivir sin él. Se ven obligados a sacarlo a colación cada cierto tiempo para conseguir votos entre la gente joven y para echarle la culpa por sus propios errores, como sucedió hace poco con la COVID-19, que al parecer se gestionó mal en el país porque aún estamos arrastrando la mala gestión en la Sanidad que se impuso con Franco (a pesar del pequeñísimo detalle de que desde el 75 hayan pasado por el poder siete presidentes del gobierno, tres de ellos socialistas). Bien es cierto que, para ser demócrata, debes ser antifranquista; pero si quieres ser un buen progre, debes basar todo tu ideario en el antifranquismo y exigir constantemente que se condene el golpe de Franco, defender a ultranza la Ley de Memoria Histórica y ensalzar la figura de Federico García Lorca por su triste papel como víctima en la Guerra Civil española (aunque no te hayas leído de él ni el Cante Jondo, pero esa es otra historia). Y si quieres ser más progre todavía, tienes que creer firmemente que todo es franquista: el PP es Franco; VOX, por supuesto, es Franco; los taurinos son Franco; los cristianos son Franco; el capitalismo es Franco; el liberalismo es Franco... Ya ves por dónde voy, ¿no?


10. Pacifismo, ecologismo, feminismo

Al progre de manual le deben gustar las etiquetas tanto como a un tonto un lápiz, y cuantas más tenga, más alto subirá en el escalafón progre. Son como las insignias de los Boy Scouts. Hay muchas etiquetas, pero las que debes llevar siempre con el máximo orgullo son las tres que dan título a este apartado: el pacifismo, el ecologismo y el feminismo. Empecemos con la primera. Un progre que se jacte de serlo, debe considerarse un profundo pacifista. Las guerras son malas, eso lo sabemos todos, y el buen progre quiere que desaparezcan las guerras, a poder ser mediante canciones y diplomacia y sin la necesidad de mandar tropas y armas, que eso es un invento más del capitalismo para que ciertos sectores se enriquezcan con la desgracia ajena. Las mujeres ucranianas refugiadas en España también pensaban así antes de que Putin invadiera su país hace poco; después pedían que se mandaran armas y ejércitos para ayudar a sus maridos en el frente. Cosas del fascismo.

Un buen progre de manual también debe jactarse a la menor oportunidad de ser un amigo de la Madre Tierra. Tu prioridad es la salud del planeta, ya que todos vivimos en él y tenemos que cuidarlo. Sin embargo, como progre que eres, tu visión de la naturaleza actual se asemeja a un Apocalipsis en el que se han agotado todos los recursos naturales, hay sobrepoblación, pobreza, enfermedades... Y, como es natural, el culpable es el hombre. Mejor dicho: el hombre blanco capitalista y de derechas. Estás tan indignado por la quema del Amazonas o la sequía del Mar Menor que incluso has publicado varios tuits para protestar por ello. Te apuntarás a todas las manifestaciones para culpar al gobierno por lo que le ha hecho al planeta, pero lo de juntar gente para ir a limpiar playas o bosques mejor lo dejamos para otro día. Tú bastante estás haciendo con acusar el exceso de industrialización, tratar de que la gente se decante por la agricultura ecológica y hacerte vegano.

Y llegamos al feminismo, otra de las grandes etiquetas del progre de manual. Para ser el más guay de los progres, es indispensable que te hagas feminista. Pero no feminista de la igualdad, sino feminista de la cuarta ola. Tienes que odiar con todas tus fuerzas al hombre blanco heterosexual; si eres hombre, tienes que pedir perdón por haber nacido con pene y con genes de opresor, aunque nunca hayas menospreciado a una mujer. Debes repetir constantemente palabras como heteropatriarcado, estigmatización social y privilegios. Por supuesto, el aborto es sagrado para ti, porque no hay nada más feminista que una mujer decidiendo sobre su cuerpo, aunque esto acarree la muerte de otro ser vivo. El machismo está por todas partes y es tu obligación erradicarlo a la fuerza, a fuego y sangre. Y si alguien trata de rebatir tus argumentos, dile que eso es violencia machista y hazte la víctima; con un poco de suerte, conseguirás una subvención del Estado y podrás vivir del cuento toda tu vida.


11. Inmigración

Si has llegado hasta aquí, amigo progre, seguramente ya seas todo un experto en lucha social, incoherencia y superioridad moral. Ya sabes a quién apoyar y en quién depositar tu rabia revolucionaria, pero todavía quedan frentes por tratar, y uno de ellos es la inmigración. Evidentemente, si quieres que se te considere un progre de manual, tú tienes que ser partidario de todo tipo de inmigración, ya sea legal o ilegal. Es más, tú no crees que existan inmigrantes ilegales; para ti, un papel no tiene autoridad para declarar ilegal a una persona, porque todos somos seres humanos y somos legales (excepto en el caso del aborto, recuérdalo). Como además de progre eres magnánimoy friendly, adoras a los inmigrantes y les abres las puertas de tu país para darles en bandeja de plata todo lo que puede ofrecer. Ellos se lo merecen, ya que tienes una deuda de honor con ellos por haber sido tus antepasados los colonizadores de esos países. Pero, como buen progre que eres, prefieres que esa deuda la paguen otros, a ser posible los fascistas que no piensan lo mismo que tú y preferirían una inmigración más controlada. A ti te da igual que los inmigrantes vengan para trabajar o para delinquir: están al mismo nivel para ti. Hasta es posible que los que vienen para robar, imponer sus costumbres a golpe de machete y violar todas las leyes de este país porque no son las suyas, te parezcan más dignos de compasión; al fin y al cabo, seguramente hacen eso por culpa del capitalismo europeo, que ha estado robando durante siglos en esos países empobrecidos y ahora quiere expulsar a los inmigrantes porque no quiere compartir con ellos sus privilegios. Así que ya sabes: apoya siempre a los inmigrantes, pase lo que pase. Si cometen delitos, oculta sus nombres, sus caras y su nacionalidad e insiste en que señalarlos es un delito de odio por parte de los fachas.


12. Neolengua

Y ya para terminar, para ser un auténtico progre, tienes que adaptar tu forma de hablar a los nuevos tiempos y utilizar la neolengua que la izquierda ha creado para tu uso y disfrute: el Perroflautés Performativo. El fascismo de la sociedad está tan arraigado que incluso hablar como hasta ahora lo hacías puede hacerte parecer un votante de ultraderecha, así que es muy importante que estés preparado para las nuevas palabras y expresiones que van a empezar a formar parte de tu vocabulario. Por ejemplo, tú no puedes ir por la vida diciendo la palabra paralítico, que es tremendamente ofensiva. Tu deber es decir discapacitado o Persona con diversidad funcional. Otras palabras que debes aprender a decir a diario son visibilizar, empoderamiento, segmento de ocio (el recreo de toda la vida), gobernanza, élite, casta, motor del cambio, techo de cristal... Seguramente pertenezcas a la denominada clase media, pero sabes que eso es de liberales, así que mejor opta por los sectores medios. Al principio te costará un poco, pero no te preocupes: tú formas parte de esas minorías ruidosas que han recobrado la ilusión por alcanzar metas comunes y pronto te acostumbrarás a tu nuevo empoderamiento ciudadano. ¡Ánimo, amigo progre!


PD. Espero que no haga falta decir que sí, esto es una oda al sarcasmo hacia los progres actuales o, si lo preferís, los wokes o Social Justice Warriors.

martes, 24 de mayo de 2022

Consejos para visitar París


¡Hola a todos!

El verano está cada vez más cerca y eso se nota. Los días fríos quedaron atrás y cada vez tenemos más calor y ganas de tomar el sol. Mucha gente tiene ahora sus vacaciones y aprovecha para viajar, y es de lo más lógico, ya que todavía estamos en lo que se conoce como temporada baja.

Hace unos, tuve la oportunidad de viajar a París por unos días para disfrutar de todo lo que la capital francesa tenía para ofrecerme. No fue exactamente un viaje de relax, ya que yo solo acompañaba a mi novio, que viajaba por trabajo, pero aun así he tenido la ocasión de ver muchas cosas y, de paso, aprender otras que me hubieran servido para hacer una visita más productiva.

En el post de hoy, os voy a dejar con una serie de consejos para viajar a París y que ya me gustaría a mí haber sabido antes de ir. Pero como de la experiencia es de donde más se aprende, espero que estos consejos os ayuden para conocer mejor la ciudad y disfrutarla como se merece.


1) No vayas en temporada alta

Parece una obviedad, pero no os imagináis la cantidad de gente que viaja a París en temporada alta, época que comprende principalmente los meses de julio y agosto. Aunque París tiene turistas todos los días del año, en verano la cosa se masifica y se vuelve insoportable. A todo esto hay que añadir que hace mucho más calor y que todo lo que te vas a encontrar va a subir de precio de manera muy notable. Y si París está considerada una de las ciudades más caras de Europa, imaginaos cómo será en verano. Mi consejo es que vayáis en mayo, septiembre y octubre, a ser posible. Los vuelos son más baratos, el clima es más agradable y llevadero y, aunque seguirá habiendo gente, notaréis la diferencia y tendréis una mejor experiencia.


2) Infórmate bien de cómo va a ser el clima

Cuando fui a París, esperaba encontrarme una cosa similar a Madrid en cuestiones climáticas. En Madrid ya empieza a hacer calor al empezar mayo y sigue así hasta finales de septiembre, pero París es otro cantar. En ciertos aspectos, me recordó un poco a mi Galicia natal, en el sentido de que puede amanecer nublado, luego el día clarea, a continuación hace un calor que te mueres y al final del día incluso chispea un poco y te hace falta una chaqueta para cubrirte. Por eso creo que es muy importante que los días anteriores al viaje hagáis una búsqueda en Internet de la previsión del clima para los días que vais a ir. Otra opción es llamar a algún conocido que tengáis allí y preguntarle directamente, pero no todos tenemos esa opción. Tened en cuenta que a veces la sensación térmica es diferente; puede ser que la temperatura esté marcada en unos 18º o 19º pero que haga tanto viento que la sensación térmica sea de mucho menos, por lo que igual necesitaréis llevar prendas más abrigadas, dependiendo de la previsión.


3) Que tu visita sea al menos de tres días

París es una ciudad ENORME, así, con letras bien grandes. Seguramente ya tenéis en mente algunas cosas que queréis visitar en París, pero creedme cuando os digo que hay muchísimas más y no os va a dar tiempo a verlas todas. Si vais a hacer un viaje corto, como fue mi caso, veréis cuatro o cinco cosas como mucho, y seguramente sean las más importantes. Pero si tenéis la oportunidad de ir a París una semana entera, aprovechadla al máximo. Podréis verlo prácticamente todo sin tener que ir con prisas a todas partes y teniendo incluso tiempo para descansar. 


4) Haz una guía de las cosas que quieres visitar y reserva con anticipación

Parece una tontería, pero yo no lo hice y lo lamenté muchísimo, porque así podría haber planeado mejor el viaje y quizá ver más cosas de las que al final vi. Hay tanto por visitar que se os va a hacer corta la visita. Si queréis monumentos, tenéis la famosa Torre Eiffel, la catedral de Notre Dame, el Arco del Triunfo, el Panteón de Hombres Ilustres, los Inválidos, la Ópera Garnier, la basílica del Sacré Coeur, el Palacio de Versalles, los puentes, el cementerio de Père Lachaise y un porrón de cosas más. Si queréis tirar de barrios, son muy interesantes Montmartre, los Campos Elíseos y el Barrio Latino, pero tenéis como veinte distritos más. Si sois más de museos, son infaltables el Louvre y el Orsay, pero tampoco podéis dejar de ver el Centro Pompidou, el museo Rodin, el Guimet, el Cluny, el Orangerie y muchos más. En cuanto a parques y jardines, son obligados los jardines de Luxemburgo y las Tullerías, pero tampoco desmerezcamos el Campo de Marte y el Bois de Boulogne, que es mucho más grande que Central Park. Como habéis podido comprobar, todo esto no lo vais a poder ver en una semana ni de broma. Por eso es muy importante que cojáis un mapa, seleccionéis lo que queréis ver y os hagáis un planning. En mi opinión, creo que la mejor manera de aprovechar el día sería visitar un museo, luego un monumento y uno o dos parques, y eso incluye el paseo por la ciudad y callejear por el barrio que os lleva de un lugar a otro.

En cuanto a las visitas, mi consejo es que compréis las entradas con anticipación. Sea como sea, vais a hacer cola, pero es posible que os ahorréis unos valiosos minutos solo por haber comprado la entrada anticipada. Además, os ayudará a calcular los costes de vuestra visita y ver dónde podéis ahorrar, pero de eso hablaremos más adelante.


5) Píllate el Paris Pass

Si sabéis un poco sobre París, fijo tenéis que saber que todo es carísimo. Desconozco si hay dos tarifas de precios, una para residentes y otra para turistas, pero es evidente que a París no hay que ir si eres pobre, porque hagas lo que hagas te van a sablear. Sin embargo, hay una solución que puede saliros bastante rentable, y es la tarjeta Paris Pass. ¿En qué consiste? Pues es una tarjeta que permite el acceso directo y sin esperar colas a más de 75 atracciones turísticas de París, usar el autobús turístico y un crucero por el Sena. Bonus track si además os la pilláis con la opción Paris Museum Pass, pues tendréis acceso a más de 60 museos, entre ellos el Louvre. Obviamente, la tarjeta no es gratis, e incluso es posible que sus precios os parezcan excesivos, pero si vuestra opción de viaje es ver la mayor cantidad de cosas posibles, creedme que la vais a amortizar. El Paris Pass va por días: tenéis la tarjeta de dos días por 124 €, la de tres días por 149 €, la de cuatro días por 169 € y la de seis días por 199 €.

Tenéis más información acerca del Paris Pass en su página web, donde os indican cómo utilizarlo y los tiempos de validez. Mi consejo es que lo tengáis en cuenta si en el futuro vais a ir a París, ya que os ayudará a controlar mejor los gastos que vais a hacer y hasta es posible que os ayude a ahorrar un poco.


6) Prepárate para madrugar y caminar mucho

Aunque las vacaciones suelen ser días para relajarse y levantarnos tarde, me temo que eso no se va a aplicar si vuestro destino vacacional es París. Allí la vida empieza antes que en España y es necesario pegarse algún que otro madrugón para llegar a tiempo a un museo y no pillar mucha cola o para ver todo lo que hemos apuntado en nuestro plan de viaje. Así que olvidaos de remolonear en la cama y poneos las pilas lo más pronto que podáis, porque vais a necesitar todos los minutos posibles para que os cundan los días. Fijaos a qué hora comen en Francia para poder adaptar vuestros horarios; podría pasar que queréis comer a las dos y media de la tarde y que el restaurante tenga la cocina cerrada, ya que allí suelen comer entre las 12 y la una. Ah, y olvidaos de todas las pavadas que habéis visto en series como Sexo en Nueva York o Emily en París, en donde sus protagonistas callejean por la capital francesa vestidas de punta en blanco y con zapatos de tacón. Poneos la ropa más cómoda que hayáis traído, acompañada de un calzado acorde. Aunque vais a tirar de metro y autobús para moveros mejor por la ciudad, creedme si os digo que vais a caminar mucho. Vais a volver de París con las piernas como dos troncos, palabrita de tía Laura.


7) Cuidado con los rateros y carteristas

Si hay algo que de verdad fastidia nuestras vacaciones es que un ratero nos robe la cartera o utilice sus mañas para enredarnos en un juego de azar. Por desgracia, en París hay mucho de eso, así que conviene ser cautos y tomar las medidas de seguridad pertinentes para que nuestro viaje sea único e irrepetible. Llevad una buena mochila antirrobo en vuestros paseos, o un bolso que podáis llevar bien cerrado y en la parte delantera del cuerpo. Tened especial cuidado con los carteristas si vais a tomar el metro, pues ahí es donde más operan. Llevad siempre vuestras pertenencias a la vista y no guardéis en los bolsillos tarjetas, monederos o teléfonos móviles, pues son fáciles de sustraer sin que nos demos cuenta. En París también es muy habitual encontrar trileros en las calles o en los parques que intentarán convencer al viandante de que pruebe suerte con ellos. No creo que haga falta deciros que este es uno de los timos más viejos del mundo, así que no piquéis y pasad de ellos. Estos juegos siempre están amañados y, como en un casino, la banca siempre gana. Por la zona de Notre Dame también hay una especie de personas que te leen la buenaventura o te agarran de la mano sin permiso para trenzarte una pulsera y luego te exigen que pagues (un poco como las gitanas que te encasquetan la ramita de romero). Alejaos de ellas y no dejéis que os obliguen a nada.


8) Ahorra en comida

Una de las cosas que solemos disfrutar más en un viaje es la gastronomía local, y más aún sabiendo que la parisina está reconocida como una de las mejores del mundo. Pero la verdad es que, si no queremos dejarnos un riñón en la cuenta del restaurante, vamos a tener que recurrir a soluciones más económicas. Una de las opciones es visitar los mercadillos, donde encontraremos comida autóctona y productos frescos que podremos cocinar si hemos alquilado apartamento o incluso comprar comida ya preparada para llevar y comerla en un parque. Si preferís sentaros en mesa y degustar platos caseros, en el Marché Les Enfants Rouges se pueden encontrar puestos de restauración donde el menú del día cuesta menos de 20 € con bebidas incluidas; esto es muy importante, porque en la mayoría de los restaurantes la bebida no va incluida. Tirad de agua del grifo en la medida de lo posible. Aunque en España el hecho de pedir agua del grifo suena un poco cutre, en París es de lo más normal, e incluso es posible que te la sirvan en jarra y con hielo. Una tercera opción, quizá la más barata, es que compréis comida ya preparada en los típicos supermercados de toda la vida, como el Carrefour o el Auchan (que aquí sería el Alcampo). Allí podréis surtiros de sándwiches, ensaladas y bebidas mucho más baratas que en cualquier restaurante o puesto callejero, donde por un botellín de agua de 33 cl. pueden cobrarte la friolera de cinco euros.


9) Aprende algo de francés

A pesar de que el idioma en el que todos podemos comunicarnos a lo largo y ancho del mundo es el inglés, me temo que poco o nada lo vais a utilizar en París. Sí, son conscientes de que hay mucho turista de todas partes del mundo, pero siempre se van a dirigir a vosotros en francés en primer lugar, ya que es probable que ni siquiera sepan chapurrear en inglés. Algunos franceses son tan cerrados que incluso pueden ofenderse si se les habla en otro idioma que no sea el francés, como le pasó a mi chico con el conductor de un Uber que pidió para volver al hotel. Teniendo en cuenta además que los franceses son gente orgullosa que le da mucha importancia a los modales, no nos va a quedar más remedio que aprender algunas frases en francés para poder defendernos a pie de calle. Una de las cosas que hice yo fue bajarme la aplicación SayHi, que funciona con el micrófono y traduce lo que queremos decir al idioma que hemos seleccionado, y además lo pone por escrito en ambos idiomas. Eso sí, hay que pronunciar con mucha claridad porque a veces la aplicación reconoce lo que le da la gana y puede dar lugar a error.


10) Olvídate de los tópicos

No, en París nadie va con boina por la calle salvo las turistas. Tampoco están todo el día bebiendo vino y comiendo queso, croissants o macarons (son jodidamente caros), aunque lo compensan fumando como carreteros. No os desilusionéis si abrís la ventana de vuestra habitación de hotel y no veis la Torre Eiffel; el cine y la televisión han hecho mucho daño con eso. Y dejad atrás la idea de que los parisinos son muy románticos: en realidad, son bastante bordes con todo el mundo (ellos mismos lo reconocen), les encanta quejarse y criticarlo todo, son muy liberales en cuestiones sexuales y también clasistas intelectuales. Así que, si quieres lanzarte a la aventura y conocer París, ve con la mente abierta y disfruta de la experiencia. Podrías llevarte una grata sorpresa, ^^*