sábado, 30 de octubre de 2021

Carmen Mola que te cagas

 

¡Hola a todos!

Hoy toca hablar de Carmen Mola. ¿Sabéis quién es Carmen Mola? Hasta hace poco, lo único que se sabía de esta misteriosa escritora es que era una mujer oriunda de Madrid, profesora y madre de tres hijos, autora de varias novelas negras de bastante éxito y, recientemente, ganadora del Premio Planeta 2021 con la novela titulada La bestia, un thriller histórico con un trasfondo bastante interesante. Pero en realidad no es la ganadora, sino los ganadores del Premio Planeta. Y es que Carmen Mola, para pasmo de muchos, no era una mujer, sino tres hombres: Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero, tres guionistas con cierto bagaje en cine y televisión que decidieron probar suerte en el mundo de la literatura policíaca bajo el pseudónimo de Carmen Mola. De hecho, hasta la entrega del Premio Planeta, nadie sabía que el nombre de Carmen Mola era un pseudónimo, y la polémica quedó servida.

¿Pero por qué causó tanta polémica Carmen Mola? ¿Qué tiene de especial que tres hombres hayan escrito una serie de novelas bajo pseudónimo? Os lo he revelado en la misma pregunta: que eran hombres.



El mundo de las artes, y sobre todo el editorial, es mercantilismo puro y duro. Está todo tan comprado y premeditado que el talento da igual. A estas alturas, no creo que haya muchos que sepan reconocer el talento ni aunque lo tengan delante de sus narices. No son capaces de saber si algo va a vender o no va a vender, si ese libro que han leído gustará o no gustará, si les va a salir rentable apostar por un escritor o no. El premio al mérito ha desaparecido y ha sido sustituido por las modas del momento. Es el problema al que a diario deben enfrentarse miles de escritores noveles, que se curran una historia y dedican meses e incluso años a ponerla por escrito hasta que queda perfecta para que luego vengan unas personas disfrazadas de editores pero con nula preparación y no sepan reconocer ni su valía ni el trabajo que le ha costado llegar hasta ellos. Es lo malo que tiene que tu talento dependa de la visión de otros. Me temo que, a día de hoy, tener talento está infravalorado, pues lo que priman son las modas, el qué se lleva ahora. No importa que tengas una idea genial, rompedora, original o divertida, sino el nombre que va a figurar en la portada. Rizando el rizo, ni siquiera importa de quién sea el nombre, sino que el nombre sea de mujer.

Esto fue lo que pasó con Carmen Mola, autora de la trilogía negra formada por las novelas La novia gitana, La red púrpura y La nena, publicadas las tres en Alfaguara. No he leído las novelas (y ahora mismo no me falta curiosidad), pero he visto reseñas en las que les dan muy buena puntuación, catalogando la historia como una de las mejores de novela negra del panorama literario actual. Es decir, que ha tenido una buena aceptación entre los lectores de este género. En otras palabras: que se consideran como novelas buenas. Quiero que os quedéis con este detalle porque volveré a él más tarde.

No es algo raro que un escritor decida recurrir a un pseudónimo para firmar sus escritos, pero es interesante conocer los motivos que le han llevado a ello. Los tres novelistas, al ser preguntados por qué recurrieron a un pseudónimo, declararon que el hecho de que aparecieran tres nombres en la portada de sus novelas no iba a quedar bien, de modo que decidieron usar un pseudónimo y empezaron a decir nombres al azar, hasta que uno de ellos dijo "Carmen" y otro dijo "mola", saliendo de ahí Carmen Mola. Una explicación sencilla y plausible que, a mi modo de ver, no cuenta toda la verdad.

Vamos a hablar un poquito de Historia. Retrocedamos hasta el siglo XIX, a una época en la que una mujer solo podía aspirar a una cosa en la vida: ser la esposa perfecta. La figura del "ángel del hogar" de la que nos hablaba Virginia Woolf nos hace imaginar a una mujer profundamente sacrificada y abnegada en favor de los demás miembros de su familia, y siendo además educada de modo que no tuviera ni un solo pensamiento propio y que su mayor logro fuese, precisamente, ese sacrificio por el bien de su marido o prole. Era una época en la que la mujer tampoco gozaba de ninguna posibilidad de independencia, puesto que la sociedad le otorgaba el papel de madre y esposa, pero nunca como mujer soltera autosuficiente.

Por supuesto, la educación de las mujeres tampoco brillaba por su magnificencia. En la España decimonónica, la educación en general era bastante deplorable. En 1872, el 91% de las mujeres no sabían leer ni escribir, y su formación universitaria era casi inexistente. Precisamente uno de los argumentos en contra de la educación superior de la mujer era que no era necesario para las tareas domésticas, y que el tiempo dedicado al estudio era tiempo desperdiciado. Más aún, había padres que preferían que sus hijas no supieran leer ni escribir para que no pudieran leer las cartas clandestinas de los enamorados ni contestarlas, lo que nos indica hasta qué punto causaba pavor que una mujer tuviese siquiera un mínimo de instrucción.

La sociedad en general detestaba y rechazaba al tipo de mujer con motivaciones intelectuales. Se la veía como un ser masculinizado o invertido psíquicamente. Se alegaban para ello las propias condiciones físicas de la mujer, como que su cerebro era más pequeño (y, por lo tanto, subdesarrollado) o que debía prohibírsele hacer ejercicio porque eso la volvía inquieta y agresiva. La lectura, en especial de novelas, se veía como afición peligrosa, nociva e incluso pecaminosa para una mujer porque era algo que podía alterarla y apartarla del camino que debía seguir. La figura de la "literata", como se llamaba a la mujer escritora, era motivo de preocupación y burla a partes iguales. Era una mujer antinatural que se empecinaba en luchar contra los dictámenes que le marcaba su propio sexo y pugnaba por meterse donde no la llamaban, esto es, en el mundo reservado al varón. Sin embargo, la crítica encarnecida no era patrimonio exclusivo del hombre, sino que las propias mujeres no aceptaban este tipo de afición tan poco femenina. En aquella época, ser mujer y escritora constituía una verdadera calamidad y una vergüenza para la familia, ya que suponía la soltería definitiva de la literata. Con todo, resulta sorprendente que tantas mujeres se hubieran atrevido a escribir y que muchas incluso fueran publicadas. No obstante, la literatura femenina pronto quedó relegada a un segundo plano por considerarse de menor calidad. Por ello, es lógico que la mayoría de ellas decidieran utilizar un pseudónimo masculino.

Louisa May Alcott, las hermanas Brönte, Cecilia Böhl de Faber, Mary Shelley, George Sand... son solo algunas de esas "literatas" que, movidas por una gran creatividad y un ferviente deseo de plasmar por escrito sus pensamientos e ideas, tuvieron que valerse de nombres masculinos para hacerse oír y respetar por quienes más las desdeñaban. No todas lo hicieron para esconderse (además de escribir, George Sand fumaba en público, se vestía como un hombre y tuvo varias relaciones amorosas y no era un secreto para nadie), pero la mayoría tuvo que ocultarse bajo un nombre masculino para tener siquiera una mínima posibilidad de publicar sus poemas y relatos sin ser censuradas o humilladas por ello. Con el tiempo, se supo ver la gran calidad que tenían sus obras y obtuvieron el reconocimiento que merecían, de tal modo que no resulta extraño encontrar sus novelas o poemarios con su pseudónimo y el nombre real de la autora, en un intento por rendir homenaje a la escritora oculta tras el antifaz.

Han pasado muchos años desde entonces y, poco a poco, las cosas han ido cambiando mucho. A día de hoy, ninguna mujer occidental tiene prohibido publicar y, dependiendo del género literario, hay incluso más autoras que autores (los géneros romántico y de fantasía juvenil están sembrados de mujeres escritoras, por ejemplo). Cierto que los criterios para calificar una novela como buena o mala son bastante difusos, ya que se tiende a publicar de todo, tenga la calidad que tenga. Las editoriales son como cualquier otro negocio, al fin y al cabo, y su meta principal es hacer dinero con lo que saben que va a venderse mucho y bien. Por eso no resulta extraño que, de repente, triunfe una novela de un tema determinado y a partir de ella surjan trescientas novelas más con temáticas muy parecidas, pero esto también se puede aplicar a otros parámetros, como la edad o el sexo del autor. Y es que, por mucho que nos empecinemos en decir lo contrario, a día de hoy es más fácil que te publiquen si eres mujer.

¿En qué me baso para decir esto? No hay más que echar un vistazo a la realidad que nos rodea. Las actuales reivindicaciones feministas, en su eterna pugna por conseguir derechos y hacerse visibles, han llamado la atención de muchas mujeres que se han unido con entusiasmo a la causa, y entre el merchandising temático que compran a diario también se encuentran los libros, sobre todo ensayos o novelas escritas por feministas y para feministas. Teniendo en cuenta que el mayor porcentaje de lectores lo ostentan las mujeres, las editoriales se esfuerzan por darles lo que quieren. Es una cuestión de oferta y demanda: tú me pides y yo te doy. Por eso, las editoriales prefieren publicar una novela escrita por una mujer, porque saben que va a vender más y tendrá una mejor acogida entre sus lectores.

Esto nos lleva a dos conclusiones nada bonitas. La primera de ellas, que los escritores noveles (y no tan noveles) lo tendrán cada vez más crudo para poder acceder al mercado editorial, ya que es posible que rechacen sus manuscritos por haber nacido con el sexo equivocado (entiéndase "equivocado" en términos mercantiles); de ahí que tengan que recurrir a un pseudónimo femenino para poder tener al menos alguna posibilidad más. Y la segunda conclusión, que viene de la mano de la primera, es peor aún: Que, a fin de cuentas, da igual el talento que tengas para la escritura porque no se te va a premiar por ello, sino por lo que tengas entre las piernas. Suena crudo. Suena duro. Pero es así.

Carmen Mola es el ejemplo más sonado porque sus tres artífices ganaron el Premio Planeta, pero no son los únicos: El escritor Sergi Puertas ha declarado hace poco que, después de enviar su último libro de relatos a cientos de editoriales y ser rechazado o no recibir respuesta alguna, decidió crearse un alias femenino y la respuesta positiva fue casi inmediata. Él fue el que afirmó, después de hablar con varios profesionales del mundillo, que todos han llegado a la misma conclusión: que hoy día se da preferencia a las autoras. Es algo que no se dice en voz muy alta, pero que se sabe. Lo sabe Sergi Puertas, Jorge Díaz, Agustín Martínez, Antonio Mercero y muchos más. Todo el mundo lo sabe.

Si os soy sincera, me sorprende que haya estallado tanta polémica por lo de Carmen Mola. Bueno, me sorprende y no me sorprende, porque cuando se trata de feminismo, pocas cosas me sorprenden a estas alturas. Era obvio que tenían que dar la nota de alguna manera. He leído artículos y posts desgarradores en los que se clamaba contra los autores de Carmen Mola tildándolos de mentirosos, usurpadores y farsantes. ¿Cómo se atrevieron a usar un pseudónimo femenino cuando tantas mujeres en el pasado tuvieron que hacer lo contrario para poder publicar? ¿Quiénes se han creído que son, robándole ese puesto a una mujer? Al margen de que el mundo de la literatura no discrimina a la mujer ni es una batalla entre opresores y oprimidos, yo creo que esto debería hacer que las feministas se replantearan dónde están verdaderamente los privilegios. Porque si yo soy un hombre y veo que publican de mejor gana novelas que llevan la firma de una mujer, pues obviamente voy a ponerme un pseudónimo de mujer para poder publicar, porque a fin de cuentas yo también quiero ser escritor y tengo el mismo derecho que los demás a que me publiquen. Igual las feministas deberían replantearse su concepto de lo que es la igualdad, ya que parece que no les queda muy claro.

"No, pero es que se han aprovechado del nombre de una mujer para poder vender más". Pues teniendo en cuenta que vuestra principal protesta es que los hombres lo tienen más fácil para todo porque son hombres, el hecho de que tres escritores hayan usado un nombre femenino para vender más no tiene mucho sentido dentro de vuestro razonamiento. A no ser que reconozcáis que partís de un argumento falso, capcioso y victimista. Que el cuento de la opresión sistemática a la mujer en pleno siglo XXI es más falso que un euro con la cara de Popeye. ¿A que sí? ¿A que van por ahí los tiros? El mundo literario prefiere a la mujer antes que al hombre. De hecho, el mundo de las artes en general le abre más puertas a la mujer que al hombre, e incluso se está legislando para obligar a que se cumplan las malditas cuotas de género y de paridad, que siempre tienen que ser beneficiosas para la mujer, pero que cuando son negativas para el hombre os da exactamente igual.

Para ser sincera, me alegro de que a las feministas esto les haya molestado tanto. Me alegro de verlas rabiar, de verlas llorar como niñas caprichosas y de tratar de reivindicar una lucha personal para saciar sus ansias de que les hagan casito. Me río a carcajadas cuando veo lloriquear a una chica mientras dice que se siente traicionada por haber leído y disfrutado de una lectura durísima escrita por una persona a quien creía mujer, y que ahora que sabe que son tres hombres ya no le gusta la novela. Como si escribir bien tuviera que ver con lo que tienes entre las piernas, chata. Para gente así, tener pene o vagina define si tu estilo de escritura es bueno o malo. Y, por descontado, un hombre no puede escribir sobre mujeres ni sobre sus sentimientos; porque qué sabrá un hombre sobre cómo se sienten las mujeres, si no tiene vagina.

Me río de vosotras. Me río como una loca al ver cómo os han sacado los colores. Y el hecho de que os sintáis traicionadas porque tres hombres hayan usado un pseudónimo femenino para publicar y, para más inri, ganar el Premio Planeta, demuestra que para vosotras lo importante no es la calidad del producto, sino los genitales de la persona que lo ha escrito. Este es el detalle al que me refería anteriormente. Valoráis más un producto si lo ha hecho una mujer que si lo ha hecho un hombre porque no os cabe en la cabeza que un hombre pueda escribir algo reivindicativo y conmovedor. ¿Dónde queda entonces la igualdad por la que supuestamente lucháis? ¿Qué pasaría si ahora todos los escritores decidieran firmar como mujeres? ¿Sabríais distinguir si algo lo ha escrito un hombre o una mujer? Yo creo que os volveríais locas intentándolo, y valdría la pena llevar a cabo el experimento solo para veros echar espumarajos por la boca y culpar al heteropatriarcado por vuestra falta de criterio.

Me río de vosotras. Me río hasta las lágrimas cuando decís que no os parece justo que los tres autores hayan ganado un premio ni que vayan a subir las ventas de sus novelas gracias al morbo y la polémica. ¿Os dais cuenta de lo ridículas que sonáis, de que vuestras palabras os dejan retratadas? No es justo ni injusto: Es lo que es, y punto. Tres hombres escribieron algo que a vosotras os encantó, pero en el momento en que supisteis sus verdaderas identidades os sentisteis "traicionadas". ¡Uf, qué drama! Pero es que además habéis aprovechado para decir que los Premios Planeta son rancios, reaccionarios y que solo se les da a personas ya consagradas, nunca a "personas de a pie". Y además, ¡oh casualidad!, resulta que el premio de este año es mucho más grande que el de otros años. Nada menos que un millón de euros para que se lo repartan esos señoros. ¿Diríais lo mismo si la tal Carmen Mola fuese real? ¿Y si en vez de ser la sencilla profesora que prometía ser fuese miembro de una buena familia burguesa, como Ana María Matute? Guardad un poco de hipocresía para cuando os haga falta.

Me río de vosotras, pero me río por no llorar. Sois feministas y lo que queréis es que hombres y mujeres seamos iguales en derechos, deberes y oportunidades, ¿no es verdad? En vez de estar llorando porque Carmen Mola son tres hombres, deberíais estar celebrando que Carmen Mola sean tres hombres, porque esa revelación ha puesto de manifiesto que existen muchos mitos sociales que se están dando por ciertos cuando no es así. Pero resulta que hay muchas personas (vosotras, sin ir más lejos) que viven de esos mitos sociales, y cuando alguien amenaza con tumbarle el chiringuito que le da paguitas, normal que se cabree. Pero la realidad es la que es. Las mujeres no estamos oprimidas. Las mujeres no lo tenemos complicado para publicar por culpa de un machito opresor. Las obras escritas por mujeres no sufren de prejuicios ni son infravaloradas solo porque su autora tenga útero y ovarios. Las cosas no son como vosotras decís que son, y Carmen Mola os lo ha demostrado de la mejor de las maneras. Os ha dado una buena lección de lo que debería ser la igualdad.

Poco más que añadir a lo que ya he dicho. Ahora que la identidad de Carmen Mola ha salido a la luz, muchas cosas cambiarán. Las librerías feministas han retirado sus novelas de sus expositores haciendo mucho ruido y paripé, para que todos vean lo indignadas que están, y supongo que gran parte de sus lectoras habrán hecho añicos sus carnés de fans y los quemarán en una hoguera junto con los libros que tanto gozaron, pero que ahora son materia podrida salida de la pluma de tres opresores. A estas alturas de la película tampoco importa ya qué criterios ha seguido el Grupo Planeta para darle el premio a la obra de Carmen Mola, pues es más que seguro que se dejaron guiar por el entusiasmo de que fuese una mujer quien había escrito aquella historia tan turbia y desgarradora. Porque si hubieran sabido que la habían escrito tres señores, seguramente ni siquiera pasaría el primer filtro.

Por otra parte, lo que el trío de autores pierde por un lado, lo gana por otro, pues no somos pocos los que, por curiosidad y por darle apoyo a algo que ha sido tan denostado sin pruebas lógicas, quizá le demos una oportunidad a la obra de Carmen, a ver si es verdad que mola tanto como ella.

Gracias por leerme y hasta la próxima!

jueves, 21 de octubre de 2021

La cosa va de falacias


¡Hola a todos!

¿Cuántas veces habéis debatido acerca de un tema polémico y os habéis dado cuenta de que vuestro contendiente, por las razones que sean, recurría a una serie de argumentos que no os convencían porque no tenían peso alguno? O al revés. ¿Cuántas veces habéis recurrido a argumentaciones poco lógicas para defender vuestra postura, una postura que ya no tenía defensa alguna porque os habían reventado todos los argumentos? Seguramente os habrá pasado muchas veces, pero pocos se darán cuenta de que han recurrido a algo llamado "falacias".

Por definición, una falacia es un engaño o mentira que se esconde bajo el disfraz de un razonamiento lógico. La falacia es como una mina terrestre: prácticamente invisible para el ojo humano hasta que la pisas. No hay debate o argumentación en el que tarde o temprano no se caiga en alguna falacia. Su poder es tan fuerte que incluso pueden invalidar todo un argumento por completo y sirven como vías de escape a aquellas personas que son incapaces de demostrar sus afirmaciones sin valerse de trampas o subterfugios.

Hoy os he traído una lista de algunas de las falacias que más se pueden encontrar en un debate. Sé que faltan muchas, pero es que algunas eran subtipos de otras más conocidas y otras eran tan rebuscadas que daban la impresión de que todo argumento es una falacia. Pero aquí tenéis las más usuales, con sus respectivos ejemplos para que podáis reconocerlas en cuanto las oigáis. No es fácil, pero os ayudará también a evitarlas en el futuro y trabajar mejor vuestros argumentos a la hora de dar vuestra opinión.

Vamos allá: 


1. Falacia ad hominem

La locución ad hominem procede del latín y se traduce como "contra el hombre", que es precisamente a lo que hace referencia esta falacia. En lugar de utilizar un buen razonamiento, la falacia ad hominem reemplaza la argumentación por el lenguaje ofensivo y critica aspectos personales del individuo, sus antecedentes, su raza, su sexo u otras características para dar forma a su argumento, que carece de toda lógica y termina siendo irrelevante.

Ejemplo:

Como Luis no es una mujer, no puede opinar sobre el feminismo.


2. Falacia del hombre de paja

También llamada "falacia del espantapájaros". Consiste en atacar una posición lógica y argumentativa que el contrincante realmente no tiene. La falacia del hombre de paja pretende dar la impresión de estar refutando un argumento a través de una idea que no tiene nada que ver con la línea de la discusión. Aunque no refuta el argumento, quien usa esta falacia cree realmente que sí lo está haciendo, sobre todo si lo hace desde una perspectiva emocional y apelando a los sentimientos.

Ejemplo:

-Creo que sería bueno fomentar el uso de la bicicleta como transporte alternativo para ir a trabajar.

-Ya, claro, tú lo que quieres es que ocurran más accidentes de tráfico y que mueran más ciclistas en carretera, ¿verdad?


3. Falacia de la apelación a la autoridad

También denominada falacia ad verecundiam, se da cuando hacemos un mal uso de la autoridad al argumentar. Es muy común en un debate citar fuentes o datos aportados por personajes que son tenidos como autoridades dentro de una materia determinada. El problema es que es muy fácil caer en la falacia de apelación a la autoridad cuando, por ejemplo, solo citamos a dicha autoridad y nos alejamos de otras pruebas que pueden refutar nuestro argumento; o también cuando citamos autoridades irrelevantes, pobres o incluso falsas para dar forma a nuestro argumento.

Ejemplo: 

Immanuel Kant, uno de los más grandes filósofos que jamás han existido, defendía la pena de muerte. Por lo tanto, debería legalizarse en nuestro país.


4. Falacia de la falsa equivalencia

La falacia de la falsa equivalencia, también llamada de la ambigüedad, se da cuando una palabra, frase u oración se usa deliberadamente para confundir, engañar e inducir a error al sonar como si dijera una cosa pero en realidad dice otra. Es muy común que este engaño se dé en forma de eufemismos, reemplazando las palabras desagradables por otras que tengan una terminología más atractiva.

Ejemplo: 

El Gobierno ha decretado que pagaremos por la circulación en autovías, pero no es un peaje, sino una tarificación por uso continuado.


5. Falacia populista

Más conocida como falacia ad populum, da a entender que algo es cierto, correcto o bueno solo porque otras personas están de acuerdo con la persona que lo afirma. Es decir, que se acepta algo que se dice porque es popular entre un sector de la gente. Es una falacia que se usa mucho en publicidad, aunque también puede darse en debates.

Ejemplo:

¿Redonda? ¡Ja! Todo el mundo sabe que la Tierra es plana.


6. Falacia del costo hundido

Esta falacia no tiene por qué darse exclusivamente en debates; de hecho, es muy probable que todos la hayamos utilizado varias veces a lo largo de nuestra vida. La falacia del costo hundido viene a decir que el ser humano, cuando invierte mucho tiempo y esfuerzo en un proyecto que a la larga se convierte en un lastre, es reacio a dejarlo para dedicarse a otra cosa. Nos duele tener que reconocer que hemos desperdiciado ese tiempo y/o dinero en algo que al final no ha resultado, y por ello nos resistimos a dejarlo. Es natural querer continuar con un proyecto que consideramos importante, pero este pensamiento se convierte en falacia cuando pensamos que debemos continuar con esa tarea o proyecto debido precisamente a todo el esfuerzo que hemos puesto en él. De una forma resumida, sería como decir "más vale malo conocido que bueno por conocer".

Ejemplo:

-Mi marido y yo nunca nos hemos llevado bien. Me humilla, me insulta y me falta al respeto de todas las maneras. Hace tiempo que no soy feliz a su lado.

-¿Y no has pensado en divorciarte?

-No sé, me da cosa. Llevamos veinte años casados y sería como tirar media vida a la basura, ¿no crees?


7. Falacia in demostrando

La falacia in demostrando o falacia circular se da cuando el argumento de una persona repite lo que ya asumió de antemano y no aporta ninguna nueva conclusión. El argumento circular, también llamado petitio principii o petición de principio, se produce cuando la proposición que debe ser probada se incluye de forma implícita o explícita en las premisas.

Ejemplo:

-La Biblia es la palabra de Dios.

-¿Pero cómo estamos seguros de que es la palabra de Dios?

-Porque lo dice la Biblia.


8. Falacia de la generalización apresurada

Una generalización apresurada no es más que una declaración general sin evidencia alguna que la respalde. A veces, la prisa por llegar a una conclusión lleva a la persona que argumenta a cometer suposiciones ilógicas a partir de estereotipos, conclusiones injustificadas o exageraciones. Normalmente, tendemos a generalizar al hablar, y es algo que no tiene por qué tener nada de malo siempre y cuando no nos creamos a pies juntillas esa generalización, sobre todo cuando no hay manera de respaldar dicha afirmación sin recurrir a conjeturas.

Ejemplo:

Todas las parejas que deciden no tener hijos lo hacen por puro egoísmo. Te dirán que es porque no tienen trabajo, porque pagan mucho de alquiler o porque sienten que no es el mejor momento para tenerlos, pero yo sé que en el fondo es por egoísmo.


9. Falacia del falso dilema

Esta falacia se da cuando limitamos las opciones a únicamente dos, cuando hay más opciones entre las que se pueden elegir. A veces las opciones son entre una cosa, la otra o ambas juntas sin que se excluya ninguna, por no decir que también puede haber un amplio abanico de opciones. El error se da cuando, entre esa múltiple gama de opciones, se reducen a solo dos.

Ejemplo:

Solo hay dos tipos de personas en este mundo: los que creen que Juego de Tronos es la mejor serie de la historia y los que no tienen ni idea de lo que es buena televisión.


10. Falacia de la correlación y la causalidad

Se podría decir que es un dos en uno. La falacia causal o de causalidad se refiere a cualquier fallo lógico que se produce al identificar una causa; es decir, cuando se saca una conclusión acerca de una causa sin que haya evidencias suficientes para hacerlo. Esto nos lleva al siguiente punto, que es el de la correlación. No se puede afirmar con rotundidad que algo ha ocurrido porque antes ha pasado algo que nosotros creemos que ha sido la causa, puesto que no tiene sentido lógico. Es lo que se conoce como falacia post hoc, y es la responsable de muchas supersticiones y falsas creencias.

Ejemplos:

-Se llama Jesús, así que supongo que sus padres son religiosos cristianos. (Falacia de causalidad)


Y otro ejemplo, este sacado directamente de Los Simpson:

-Según esa lógica, yo podría afirmar que esta piedra ahuyenta a los tigres.

-Oh, ¿y cómo funciona?

-No funciona. No es más que una estúpida piedra. Pero no veo ningún tigre por aquí, ¿y tú? (Falacia de correlación)


11. Falacia ad baculum

Es una de las falacias más miserables, ya que se basa en utilizar el argumento de la fuerza, la amenaza o el poder para imponer su criterio. Se puede considerar como un subtipo de las falacias ad consequentiam y ad verecundiam. En el primer caso, porque interpretamos que el argumentante se ve forzado a admitir la validez de la falacia por las consecuencias que tendría el no hacerlo; en el segundo caso, por el hecho de que admite la validez de la conclusión falaz ante la autoridad que reclama la falacia, cuya autoridad viene impuesta por la fuerza o el poder y no por un buen razonamiento.

Ejemplo:

Más vale que estés de acuerdo con la nueva política de la empresa si no quieres perder tu trabajo.


12. Falacia de la prueba anecdótica

Esta es muy fácil de detectar. Consiste en hacer uso de una experiencia personal o de un ejemplo que no tiene nada que ver para presentarlo como una prueba, aun a pesar de que existan argumentos de peso y con respaldo científico que indican todo lo contrario.

Ejemplo:

-Fumar es nocivo para la salud y puede provocar cáncer de pulmón.

-¡Qué tontería! Mi abuelo fumaba mucho y vivió hasta los 90 años.


13. Falacia semántica

La falacia semántica se da cuando, en un debate, una palabra clave se usa con uno o más significados dentro del mismo razonamiento. Se trata de una maniobra de despiste, de jugar con el doble sentido de una palabra para dar un argumento que carece de lógica.

Ejemplo:

Los sexos no son iguales, así que sus derechos tampoco deberían serlo.


14. Falacia ad misericordiam

Esta falacia apela directamente a los sentimientos, eludiendo la lógica y el razonamiento. Por lo general, no se toma como una falacia lógica, ya que suele utilizarse para evitar algún castigo o consecuencia mediante excusas que llegan a sonar ridículas.

Ejemplo:

Yo no fui el asesino, no me condenéis. Bastante he sufrido ya en mi infancia al perder a mis padres en aquel accidente de coche.


15. Falacia de la conclusión irrelevante

De la mano de la anterior, pues busca manipular para cambiar el asunto de la conversación e inclinar el debate a favor del falaz. La falacia de la conclusión irrelevante se sale del tema tratado, ignorando la cuestión principal, para llegar a una conclusión diferente a la que se pretendía defender.

Ejemplo:

Estoy convencido de que pronto me darán un ascenso. Después de todo, soy muy simpático, le caigo bien a todo el mundo y soy el mejor de mi sector.


16. Falacia naturalista

La falacia naturalista considera que algo es bueno, correcto y adecuado para la salud o la moralidad basándose en el hecho de que es natural. Afirma que existe una ley natural o una conducta animal en la que nos deberíamos basar para establecer lo que es éticamente bueno.

Ejemplo:

Las vacunas son malas porque contienen una gran cantidad de químicos.


17. Falacia ad ignorantiam

El argumento ad ignorantiam es una falacia que consiste en defender una premisa argumentando que no existen pruebas convincentes de lo contrario. Quienes recurren a esta falacia no basan su argumento en el conocimiento, sino precisamente en la falta del mismo. En otras palabras, afirman la veracidad o falsedad de una proposición basándose en su propia ignorancia sobre el tema.

Ejemplo:

Yo creo que las hadas existen. No tengo pruebas, pero tampoco dudas.


18. Eludir la carga de la prueba

En lógica, eludir la carga de la prueba consiste en asumir que algo es verdadero o falso por el simple hecho de no aportar razones que fundamenten la conclusión, en negarse o pretender que el contrario aporte dichas razones. En otras palabras, que quien cae en esta falacia no prueba lo que dice, sino que exige a los demás que le den la prueba de algo que no necesita prueba.

Ejemplo:

María dice que Juan abusó de ella, así que ahora le toca a él demostrar su inocencia.


¡Y hasta aquí por hoy, amigos! Nos vemos en el siguiente post.


viernes, 1 de octubre de 2021

Desmontando argumentos pro aborto

 

¡Hola a todos!

No quisiera convertir este blog en un espacio de ideología porque esa no es su intención. Muchas veces he dicho que La Biblioteca de Laura iba a ser un espacio de entretenimiento, un lugar donde se pueden encontrar artículos muy variados acerca de todo tipo de cosas para que el lector siempre encuentre algo de su gusto. Por eso no tiene un tema predefinido, porque quisiera conservar esa esencia de biblioteca multitemática en la medida de lo posible. Pero entre mis muchos artículos hay también unos cuantos dedicados a la opinión: mi opinión. Y creo que mi opinión, aunque pueda ser impopular, tiene el mismo valor que las del resto del mundo.

Vaya por delante que no quiero generar polémica. No soy una persona a la que le guste discutir, y en los debates prefiero escuchar antes que defender mi postura a capa y espada. Hay temas en los que me desenvuelvo con mayor soltura; otros de los que tengo mucho que aprender pero de los que puedo hablar con cierto conocimiento de causa; y también hay temas de los que sé poco y tendría que informarme más antes de debatir. El tema que hoy traigo reúne un poco las tres características, aunque pueda parecer contradictorio, pues he tenido que recabar información antes de formarme una opinión, he aprendido de gente que ha pasado por las circunstancias y en ciertos aspectos puedo desenvolverme bien.

No le daré más vueltas: El tema de hoy es el aborto. Pero no vengo a debatir sobre el aborto, sino a responder a la cantidad de argumentos que seguramente habréis oído de los abortistas, que son las personas que quieren que el aborto sea privado de su carga delictiva y se considere un derecho humano, aun cuando precisamente su premisa principal es atentar contra la vida humana, que es el primero de los derechos humanos. Todos tenemos que buscar los mejores argumentos que podamos para defender nuestra postura, pero tengo la sensación de que los abortistas han elegido los peores de todos. Eso, o no los saben defender como deberían (y con esto estoy rompiendo una lanza a su favor).

Quienes me conocen, saben que soy una mujer un tanto chapada a la antigua. Esto no quiere decir que sea misógina, que considere que las mujeres hemos nacido para ser madres y amas de casa o que crea que estamos por debajo de los hombres. Dios, no. Quiere decir que soy consciente de que vivo en una época que muchas de mis antepasadas ya hubieran querido para sí, sobre todo en lo tocante a igualdad de derechos. Pero también me gusta la tradición, me gusta preservar lo que merece ser preservado, y hay aspectos en los que muchos me consideran en exceso conservadora (aunque mi opinión al respecto es que exageran), y uno de estos aspectos es el que atañe a la vida y al derecho de todos a poder vivirla. El aborto es un tema difícil de tratar para mí porque me aterraría tener que enfrentarme a algo así. El aborto me parece algo tan duro, tan extremo, tan difícil, que solo puedo imaginármelo como una gran desgracia para la pareja y, sobre todo, para la mujer, que en definitiva es quien lo padece en carne propia.

Eso no quiere decir que desprecie el aborto o no lo entienda según el contexto. De hecho, estoy a favor de que se recurra al aborto en los tres famosos supuestos que se contemplaban en la Ley. No me parece justo que una mujer violada tenga que verse obligada a parir al hijo de su agresor, ni que cargue con un bebé con graves malformaciones (que no tendrá una vida digna jamás), ni que su vida corra riesgos dando a luz. No me valen aquí los argumentos hitlerianos sobre mi supuesta defensa de una eugenesia; no seamos hipócritas. Hay que tener un mínimo de cabeza, y en estos tres supuestos veo completamente natural que se recurra al aborto para evitar un mal mayor. A fin de cuentas, la vida de una mujer con su propia vida, su familia y sus seres queridos cuenta más que la de un feto al que nadie ha visto aún ni se le tiene mucho cariño (aunque hay mujeres que a las pocas semanas de estar embarazadas ya se refieren al feto como "su hijo", así que es algo muy subjetivo).

Pero lo que no voy a defender nunca es que se utilice el aborto como si fuera un método anticonceptivo más. No, no lo defenderé, y a día de hoy no he escuchado ni un solo argumento que pueda convencerme de sus bondades. Entiendo los tres supuestos de los que os he hablado porque son casos extremos en los que la salud de la mujer, tanto física como mental, corren peligro y deben ser protegidas y preservadas. Pero de ninguna manera voy a ver como algo natural el tomarse el aborto como si fuera lo más normal del mundo. Seamos sinceros, ¿cuántas mujeres a día de hoy quieren abortar porque las han violado o su vida corra peligro? Esas son las menos, las que de verdad merecen una especial atención. El resto son mujeres que se han pillado un pedo de la hostia, han tenido una noche loca con cualquier tío y, al darse cuenta de que les han dejado un regalito que no entraba en sus planes, deciden que lo mejor es abortar. Pues lo siento, pero no lo veo bien. Es preferible tener el niño y darlo en adopción antes que abortarlo, y esa es mi forma de verlo.

Bien sé que la mía es una opinión impopular, pese a que no soy la típica activista que va por ahí pregonando su punto de vista a diestro y siniestro. No soy de esas personas que busca que todo el mundo conozca su opinión de todos los aspectos de la vida; más bien soy de las que se queda callada hasta que alguien le pregunta. Pero a veces me canso de callarme tanto. Odio que me tilden de una cosa o de otra solo por tener una opinión que no concuerda con la moda del momento, porque no sigue los lemas pronunciados por el ruidoso rebaño, o simplemente porque me niego a aceptar unas cosas que no van conmigo, mi personalidad y mi forma de entender la vida. Esto es básicamente cuando me toca hablar del aborto con los que están a favor de él.

Así que, después de haber oído sus argumentos, exponer los míos, ser insultada, mostrar pruebas, ser insultada otra vez y dejarles por imposibles, dejo por aquí una lista de los argumentos que más se han repetido durante esta batalla entre los proaborto y los provida. No trato de insultar a nadie ni a proclamar que mi punto de vista es el correcto, porque yo no soy nadie para hacer ni una cosa ni la otra. Solo voy a tratar de rebatir los pretendidos argumentos que más se utilizan en los debates sobre el aborto con mis propias opiniones.

Muchas gracias por leerme.


*No útero, no opinión

Al margen de la falta de respeto que supone el hecho de mandar callar a alguien solo porque carece de una parte del cuerpo que el otro sexo sí tiene (por no decir que es un argumento de lo más machista), el hecho de tener útero no te da el privilegio de decidir tú sola. Si te has quedado embarazada no ha sido por esporas, sino gracias a un hombre, y digo yo que ese hombre también tendrá algo que decir acerca del embarazo. ¿Y si quiere ser padre y tú, con tu decisión de abortar, le estás arrebatando esa oportunidad? ¿A ti te gustaría que te obligaran a abortar si no quieres? Me hace gracia que pidan que el hombre asuma más responsabilidades en la paternidad y se involucre en la familia, y luego le arrebatan la voz y el voto cuando se trata del aborto, como si la cosa no fuera con ellos.


*No se sabe cuándo empieza la vida

En realidad, sí que se sabe: la vida humana comienza desde el mismo momento de la concepción. ¿Te acuerdas de las clases de Conocimiento del Medio que se daban en Primaria? Bueno, pues te refresco la memoria. Cuando un espermatozoide llega al óvulo y lo fecunda, automáticamente se da inicio a una nueva vida que, poco a poco, va creciendo y madurando hasta convertirse en un pequeño ser humano. Lo que ocurre es que en sus primeras semanas, la vida humana es muy delicada y corre un gran riesgo de perderse (os sorprendería la cantidad de abortos espontáneos que ocurren sin que la propia mujer supiera siquiera que estaba embarazada, pues parecen simples menstruaciones). Además, tus argumentos en este punto carecen de toda lógica. ¿Cuándo empieza, según tú, la vida humana? ¿Cuál es el momento exacto? ¿Cuando el feto ya parece un bebé? ¿Cuando nace? ¿Cuando te autopercibes como madre?


*La mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo

Completamente de acuerdo. Solo que, técnicamente, no está decidiendo sobre su cuerpo, sino sobre algo que está DENTRO de su cuerpo. He oído decir a muchas personas proaborto que un feto es el equivalente a un tumor, es decir, un conjunto de células agrupadas formando un corpúsculo que puede ser extirpado sin el menor trauma ni problema. Aparte de que esta comparación es horrible y solo se utiliza para deshumanizar al feto y que no cause remordimientos al abortar, resulta que un feto y un tumor no son lo mismo. Un tumor está formado por células que contienen tu propio ADN y ha surgido dentro de ti sin necesidad de intermediación de un factor externo. Un feto es un ser con un ADN distinto al tuyo que ha sido concebido entre dos personas. Es un ente propio que también tiene derecho a vivir. Derecho que tú le estás quitando por los motivos que sea.


*El aborto es una realidad y penalizarlo no va a hacer que desaparezca

Entonces legalicemos también la droga, el narcotráfico, los abusos, las violaciones y los asesinatos, ya que penalizarlos no hará que esta problemática desaparezca.


*Las ricas abortan, las pobres se mueren

No importa si los niños que mueren son de abortos producidos por mujeres ricas o por mujeres pobres: lo importante es que no mueran más niños. Si se trata de un problema de escasez económica, si la mujer en cuestión tiene pocos recursos o está en el umbral de la pobreza, yo apoyaría que el Estado tomara medidas públicas para ayudar económicamente a estas mujeres y que pudieran sacar adelante a sus hijos en vez de abortarlos. El problema es que los abortistas utilizan el argumento clasista porque, en el fondo, les molesta que la intervención tenga que salir de su bolsillo y no de las arcas públicas. Pues si tan segura estás de que quieres abortar, págatelo tú con tu propio dinero. Si no, pon los medios necesarios para no quedarte embarazada, que tienes muchos a tu disposición. Si el Estado impulsa medidas para ayudar a las mujeres en situación de necesidad a criar y sacar adelante a sus hijos, lo prefiero antes que animarlas a abortar.


*Mueren miles de mujeres

Como si las mujeres no muriéramos de mil cosas más que no tienen nada que ver con el aborto, como la malnutrición o el cáncer de mama o de útero (que, por cierto, se cobran más víctimas al año que las muertes por aborto). Supongo que te refieres a los abortos llevados a cabo en centros clandestinos, ya que si la intervención se lleva a cabo en una clínica concertada hay menos riesgo de muerte, aunque el nivel nunca es cero. Lo que me llama la atención es que tú, chica abortista, eres la misma que va a las marchas a llorar por las mujeres muertas por aborto clandestino y luego subes a TikTok videotutoriales sobre cómo abortar en casa. O sea que, en realidad, a ti la salud de las mujeres te importa un pito.


*Hay que compadecerse de la situación de la mujer y que aborte

Pongamos por caso que una mujer, lamentablemente, tiene que abortar y lo tiene que hacer de manera clandestina porque en su país el aborto está considerado un delito. Es evidente que esta mujer no va a ir a abortar feliz y contenta. Pero, ¿por qué no se siente feliz de quitarse ese peso de encima? ¿Porque lo hace en un camastro asqueroso y no en una clínica aséptica y bien iluminada? No: porque es un proceso traumático. Porque sabe que está matando a su propio hijo. Porque sabe que el médico, la partera o el carnicero que le va a practicar el aborto, no le va a llevar a su bebé para que le dé un beso, sino que lo va a tirar a la basura como si no valiera nada. Eso es el aborto, y no otra cosa.


*¿Y en el caso de violación?

Punto espinoso, ciertamente. En algunos países se contempla el supuesto de que una mujer que haya quedado embarazada a raíz de una violación tenga el derecho a abortar si lo desea y sin tener que sufrir penalización alguna. Esto me parece perfecto, siempre y cuando la mujer reciba asistencia psicológica durante todo el proceso. Y por asistencia psicológica no me refiero a presionarla para que vea el aborto como su única salida, sino a hablar de ello de una manera abierta y decirle que puede quitarse esa vida de encima si el trauma vivido es demasiado fuerte para ella, o también aceptar ese hijo como suyo y reconciliarse con la vida a través de su crianza, entendiendo que el bebé no tiene la culpa de haber sido concebido así. Entiendo que, en este caso, el aborto se vea como una liberación, pero depende mucho de la mujer, pues las hay que, habiendo sido violadas, no quieren añadir el trauma del aborto a su sufrimiento, y a esas también hay que respetarlas y no presionarlas.


*Es mejor abortar antes que pasar por un embarazo de riesgo

Hay un vídeo muy conocido del youtuber español DalasReview, gran defensor del aborto, en el que pinta los síntomas del embarazo como si dentro de la mujer se hubiese desatado el Apocalipsis. Que si diabetes estacional, tumores en el útero, daños irreparables en columna, caderas y piernas, deformación permanente en el vientre, vómitos, náuseas, no poder trabajar durante la mayor parte del embarazo, migrañas, aumento de la presión arterial y, en caso de cesárea, una cicatriz horrible que te atraviesa de lado a lado. Yo no puedo ofrecer mi experiencia personal porque nunca me he quedado embarazada, pero me parece que Dalas exagera bastante, como cualquiera que se imagine el embarazo como si fuera el Armaggedón (y se centra demasiado en los aspectos estéticos, como si las estrías o las cicatrices te convirtiesen en un monstruo). Es cierto que el embarazo puede ser muy molesto, que puede acarrear dolencias que nunca habías tenido, e incluso, en casos muy desafortunados, poner en riesgo tu vida. ¿Que puedes padecer alguna de estas dolencias? Claro que sí, siempre existe la posibilidad. Pero es que también existe la posibilidad de que las molestias sean mínimas o no tengas nada de nada. A mí lo que de verdad me fastidia es oír a mujeres utilizando el argumento de lo terrible que es el embarazo como excusa para abortar. Oyéndolas hablar, da la impresión de que no hay mujer en el mundo que no esté sufriendo un calvario miserable al llevar un hijo en su vientre, cuando nosotros mismos podemos ver que esto no es cierto. Cada mujer es un mundo, y a todas no nos afectan igual las mismas cosas. No exageremos tanto, por favor.


*Prefiero abortar antes que traer a este mundo a un bebé que va a sufrir

Creo que este es uno de los peores argumentos que jamás he oído, pues pretende disfrazar de bondad su exacerbado egoísmo. Para empezar, ¿qué clase de visión futura tienes como para saber que tu hijo va a sufrir? Si vives en una situación de extrema pobreza, tu vida corre peligro o estás en una zona de guerra y miseria, entendería tu punto de vista, pero no cuando eres una chica del primer mundo a la que se lo han dado todo hecho toda su vida. ¿No será más bien que la que va a "sufrir" con un bebé eres tú? A fin de cuentas, un bebé te cambia la vida por completo. Ya no eres libre: ahora tienes a alguien que depende de ti para todo, desde comer hasta cambiarle de ropa y pañales. Ya no podrás salir hasta las tantas, ni ponerte ciega, ni tirarte una semana de vacaciones de soltera en Cancún, porque hay una personita que reclama toda tu atención y gran parte de tus ingresos. Bueno, te queda la alternativa de dar al bebé en adopción, pero es que eso tampoco te vale porque dices que nadie te asegura que el bebé vaya a dar con una buena familia que lo quiera. Una vez más, que va a sufrir mucho. Y digo yo: si tan poco te importa ese bebé, si no lo percibes más que como una molestia y algo de lo que te quieres librar... ¿a ti qué te importa lo que sea de él? No, tú quieres abortarlo para que ni siquiera tu familia tenga la tentación de tratar de convencerte de que te lo quedes. Tú no vas a pasar por un embarazo para después dar al bebé en adopción, sino que vas a abortarlo y librarte de su sombra para siempre. Siento ser yo la que lo diga, pero eso es egoísmo en estado puro.


*Imponer creencias religiosas es contrario al respeto por la autonomía

El argumento religioso conmigo no tiene el menor efecto, ya que soy atea y defiendo el derecho a la vida, y si tú no crees en Dios o no eres practicante de ninguna religión, tampoco debería afectarte tanto. Pero seguramente esto viene a raíz de que en la mayoría de clínicas abortistas hay grupos religiosos que se acercan a las mujeres para intentar convencerlas de que no aborten. Y a mí esto me parece bien en tanto no haya insultos o violencia. ¿No hacen lo mismo los colectivos animalistas frente a las plazas de toros? Pues esto es igual. En este caso, los grupos religiosos están haciendo el trabajo que debería hacer el médico y su gabinete psicológico, que es convencer a la mujer para que no aborte o, en todo caso, que lo vea como la última de todas las opciones posibles. El gobierno quiere eliminar la objeción de conciencia para que cualquier médico se vea obligado a practicar un aborto aunque vaya en contra de todos sus principios. Además, quiere que la mujer vea el aborto como la primera y única solución a sus problemas; que la solución para hacerse un proyecto de vida sea quitarse la que tiene encima, en vez de ofrecerle recursos para que pueda criar y sacar adelante a su hijo. Así es como actúa el gobierno del progreso, no las religiones.


*El parto y la maternidad no deberían ser un castigo por vivir libremente nuestra sexualidad

Vaya, gracias por confirmarme que no te importan las mujeres y que lo único que quieres es libertinaje. Si eres lo bastante madura como para mantener relaciones sexuales, entonces también deberías serlo para cuidarte utilizando diversos métodos anticonceptivos. Tienes el preservativo (tanto masculino como femenino), el diafragma, el DIU, la píldora, el parche, anticonceptivos inyectables y, si todo falla, te queda la píldora del día después. No me vale el argumento económico: si eres tan pobre que no puedes permitirte comprar una caja de condones, te los dan gratis en cualquier centro de salud o de planificación familiar, y si te decantas por la píldora anticonceptiva, con receta cuesta menos de 2 euros. ¿Por qué no usas estos métodos para protegerte? Yo sé por qué: porque a todos nos gusta más follar sin condón, es un coñazo tener que tomar todos los días una pastillita y, sobre todo, porque es mucho más fácil cargar sobre el otro la culpa de que no se cuide para prevenir un embarazo. Después vienen los disgustos y se recurre al aborto como si fuera un método anticonceptivo más. Lo único que se consigue con esto es perderle el miedo a mantener relaciones sexuales sin protección. Pero da igual, ¿verdad? Como después puedo abortar y es gratis. No seas una inmadura irresponsable y hazte cargo de tus actos.


*Es un tema de salud pública

El argumento de los abortistas es que el derecho al aborto es un tema de derechos humanos, de justicia social y de salud pública. A mí me gustaría saber qué hay de humano, de justicia y de salud en dos personas que entran vivas en un hospital y una sale dentro de una bolsa de residuos patológicos.


*El aborto legal es seguro

En realidad, ninguna intervención es del todo segura. El aborto es tan arriesgado como cualquier otra operación médica, y no está exento de la mala praxis. Un mal raspado en el lugar donde esté enclavado el feto puede provocar una hemorragia fatal, con el agravante de que, una vez abierta la herida, es muy complicado cerrarla. Y esto pasa en cualquier hospital, aunque sea el mejor del mundo.


*Porque nos queremos vivas y libres

Pfff, sin comentarios.


lunes, 26 de julio de 2021

Mi vida con migraña

 

¡Hola a todos!


Hace unos meses, en marzo, me diagnosticaron migraña. Aquel día por fin pude ponerle nombre a las jaquecas que llevaba padeciendo durante un año, aunque ya sospechaba que se trataba de eso. Y seguro que ahora os preguntaréis: Un momento, ¿llevas un año con migrañas y no has ido al médico? ¿Por qué tardé tanto en pedir cita? Pues porque estando en plena pandemia, los centros de salud y hospitales estaban saturados de pacientes afectados por el COVID-19 y se dejaron un poco de lado otro tipo de dolencias consideradas menos graves. Y como yo soy de esas personas que va por la vida procurando no molestar a nadie, pues decidí aguantar un poquito y ver si se me pasaba solo, si era algo relacionado con la menstruación o un dolor de cabeza pasajero. Pero no, no era pasajero.

Todo comenzó cuando vine a vivir a Madrid. Cuando mi novio y yo empezamos a vivir juntos, una de las primeras cosas que hice fue hablar con mi médico de cabecera para que me prescribiera la píldora anticonceptiva que, además de evitar que me quedara embarazada, me ayudaría a reducir mis dolores menstruales, que en mi caso son bastante latosos. Al mes de empezar con la píldora, tuve la primera jaqueca, que se manifestó como un dolor fortísimo que me taladraba la frente. Recuerdo que me llevé las manos a la cabeza y, mientras me tumbaba en el sillón, le grité a mi novio que por favor bajara las persianas, que no entrara ni el más pequeño resplandor. Tras este episodio, las jaquecas empezaron a venir mes tras mes, no tan fuertes como la primera vez, pero sí más largas y persistentes. Recuerdo que una de ellas, en noviembre del año pasado, me tuvo tirada en la cama con mareos y náuseas desde las 9 de la mañana hasta las 7 de la tarde.

La migraña, en caso de que no lo sepáis, es un tipo de dolor de cabeza que se manifiesta con síntomas como náuseas, mareos, vómitos y alta sensibilidad a la luz y al sonido. Algunas personas aquejadas de migraña pueden tener dolor solo en un lado de la cabeza, mientras que otras pueden sentir ese dolor por toda la cabeza. Cuando empiezan las jaquecas, lo mejor que se puede hacer es tumbarse en alguna habitación a oscuras, tomar la medicación recetada por el médico y esperar a que el dolor vaya remitiendo poco a poco.

No se sabe con certeza qué es lo que causa las migrañas. Es una actividad anormal del cerebro, pero puede producirse por multitud de factores. Además, suelen aparecer entre los 10 y los 45 años, afectan más a las mujeres que a los hombres y, en ciertos casos, remiten con el tiempo o cuando una mujer está embarazada. Vivir con migraña puede ser un coñazo, pero si ha sido diagnosticada y tomas la medicación correcta se puede controlar muy bien.

En este post, os voy a contar los pasos que sigo yo para detectar una migraña, cómo procedo cuando noto los primeros síntomas y qué hago para tratar de mantenerlas a raya. Advierto que estos consejos sirven para mí, pues este es mi caso, pero pueden no servir igual para todo el mundo. Os recomiendo que, si tenéis algunos de los síntomas que vais a leer, concertéis una cita con vuestro médico, que os derivará a un neurólogo, para que os haga los análisis y pruebas necesarias para haceros un diagnóstico.


-La migraña aparece cuando le da la gana. A diferencia de los dolores de cabeza provocados por el periodo, que suelen darse cuando la mujer está a punto de menstruar, la migraña viene cualquier día del mes, así que tengo que estar preparada. Si tengo planeado un viaje, me llevo conmigo las pastillas que me recetó el neurólogo para estar lista por si me pilla fuera de casa.


-En mi caso, las migrañas suelen empezar por la noche o por la mañana. Empiezo a sentir un dolor pulsátil en la parte derecha de la frente, y así es como sé que se trata de una migraña: es un dolor que reconozco fácilmente. En ese momento, tomo inmediatamente la pastilla con un poco de agua y, a continuación, me voy a la habitación y me tumbo en la cama en silencio y con las persianas bajadas. La luz me molesta, pero me molesta mucho más el ruido. Tras tomar la pastilla, solo necesito dos horas para que haga efecto y el dolor desaparezca, tras lo cual me siento como nueva.


-A veces, tanto la luz como el sonido son difíciles de eludir. Los ruidos de la calle, niños jugando en la casa, algún vecino poniendo música... Son cosas que no se pueden evitar, pero para alguien con migraña son una verdadera pesadilla. Cuando tengo una jaqueca un poco fuerte, me pongo unos tapones para los oídos que amortiguan muy bien el sonido y un antifaz para dormir con el que no veo absolutamente nada. Una vez preparada, me tomo la pastilla y me acuesto un par de horas para que haga efecto.


-Es importante tener disponible un rincón aislado donde poder descansar en caso de estar teniendo jaqueca. Lo más recomendable es tumbarse, que además es lo que pide el cuerpo, pero a veces eso no puede ser, así que hay que buscar un lugar tranquilo donde sentarse o recostarse durante al menos veinte minutos. El problema viene cuando estás trabajando y empiezas a sentir ese maldito dolor de cabeza y sabes que te va a fastidiar el resto del día. En estos momentos, lo recomendable es tomarse la medicación y tratar de descansar un poco, aunque comprendo que a veces esto no es posible.


-Algunas personas combaten la migraña tomando cafeína. Por sorprendente que parezca, esto puede funcionar siempre y cuando el consumo no sea excesivo. Un poco de cafeína puede hacer que el dolor desaparezca, pero pasarse puede conseguir que la jaqueca dure más y sea más persistente. En mi caso, yo no tomo cafeína porque, dependiendo de la hora del día en que la tome, puede impedirme dormir por la noche, y uno de los factores que puede agravar las migrañas es dormir poco y/o mal.


-La migraña suele traer consigo náuseas, mareos y vómitos. Yo nunca he vomitado por culpa de la migraña, pero sí me he sentido mareada y revuelta del estómago (he llegado a dejar un desayuno a la mitad por no poder comerlo). En esos momentos, es importante limitar al máximo los esfuerzos físicos. Eso significa que no se debe hacer ejercicio, coger pesos y mucho menos conducir un coche. Es muy peligroso porque no solo puede agravar los dolores de cabeza, sino también provocar un accidente por marearse al volante o caer por unas escaleras.


-Existen varios factores que desencadenan los ataques de migraña: abstinencia de cafeína, uso de píldoras anticonceptivas (mi caso), cambios en los patrones del sueño, consumo de alcohol, ejercicio o estrés físico, ruidos fuertes, luces brillantes tipo fluorescentes, saltarse comidas, olores y perfumes intensos, fumar, estrés y ansiedad.


-Un detalle que me parece llamativo es que el ejercicio físico está catalogado como uno de los posibles desencadenantes de una migraña. Sin embargo, y para que veáis que cada paciente es un mundo, el médico me recomendó que siguiera haciendo ejercicio todos los días (sin pasarme) porque eso podía ayudarme a que me doliera menos la cabeza o las jaquecas fuesen remitiendo con el tiempo.


-Es preferible evitar que se manifieste la migraña antes que combatir sus síntomas. Por eso es importante adaptarse al entorno de trabajo y seguir unas rutinas sólidas. Hay que procurar dormir mucho y bien, no saltarse comidas y mantenerse bien hidratado.


-Por desgracia, la migraña puede ser un lastre en el plano laboral, tanto si ya trabajas como si estás buscando trabajo. Comunicarse sobre este tema no es fácil ya que, como tantas dolencias que no se ven, tiende a minimizarse. Es posible que algunas personas de tu entorno laboral piensen que estás fingiendo, que es un dolor pasajero, que no te duele tanto como quieres hacerle creer a los demás, que solo lo haces para trabajar menos o llamar la atención... Por eso es importante hablar con tus jefes o con recursos humanos acerca de lo que te pasa y, si es necesario, aportar el informe médico correspondiente. Eso debería demostrarles que, pese a las molestias que tus jaquecas puedan ocasionar en el trabajo, quieres poner de tu parte para combatirlas y no perjudicar a nadie.


Y hasta aquí por hoy. Espero que estos consejos puedan ayudar a alguien que tiene síntomas parecidos y no sabía qué eran. Pero, como siempre, recomiendo mejor hablar con el médico de cabecera y el neurólogo, pues ellos mejor que nadie sabrán si lo que uno sufre es migraña o cualquier otra afección. No os automediquéis con medicinas que no han sido recetadas para vosotros y leed bien los prospectos antes de tomar el medicamento prescrito. Si seguís bien estos consejos, llevaréis mejor el tema de las jaquecas y podréis hacer una vida prácticamente normal.


¡Hasta pronto!

lunes, 3 de mayo de 2021

Autoras de mi infancia


Todo buen lector recuerda cuáles fueron los libros que más le marcaron desde sus inicios en el placentero goce de la lectura. Todos los que disfrutamos de un buen libro recordamos con cariño aquellas primeras obras que llegaron a nuestras manos, por lo general gracias a nuestros padres, y que marcaron para siempre nuestra forma de ver y entender la literatura. Y después de leer decenas, cientos de libros... ¡con qué alegría volvemos a aquellas primeras novelas que nos retrotraen a nuestra juventud y nos recuerdan cómo se sentía al leerlas por primera vez!

En esta entrada voy a hablaros de algunas de las primeras novelas que leí cuando era adolescente. Muchas de ellas llegaron a mis manos gracias a mi madre, quien además me enseñó a guardarles un gran aprecio y a quererlas casi como si fueran criaturas vivientes. Curiosamente, mis novelas preferidas cuando era niña fueron todas escritas por mujeres, lo que quizá me facilitó la cercanía con los personajes y me dio ánimos para poner por escrito todas las historias que se me ocurrían. Cada autora tenía su estilo y sus historias se centraban en diversos temas, pero todas me llegaron al corazón y por eso las recuerdo con tanta nostalgia.

Aquí tenéis a las autoras de mi infancia y las obras que me hicieron una ávida lectora.


Louisa May Alcott y Mujercitas




Louisa May Alcott tiene el honor de encabezar mi lista de autoras preferidas por dos razones muy simples: por su calidad narrativa y por ser Mujercitas (1868) la primera novela que leí del tirón en mi juventud temprana. La historia de las cuatro hermanas March llegó al corazón de muchos lectores, y yo me cuento entre ellos. Y es que no se puede no sentir calidez y cariño al adentrarse en la casa de la familia March, compuesta en su mayoría por mujeres de muy distinto temple y carácter.

La novela empieza ya presentándonos a las que van a ser las protagonistas, que son las cuatro hermanas March. Margaret, a quien todos llaman Meg, es una chica de dieciséis años que trabaja como institutriz para ayudar a su familia, ya que tienen muy poco dinero, pero no le gusta mucho su trabajo y preferiría estar divirtiéndose con sus amigas o yendo a bailes lujosos. Añora los tiempos en los que su familia era rica y desea con toda su alma tener vestidos bonitos, y el no poder tenerlos es algo que la reconcome bastante a menudo. Pero a pesar de estos pequeños gestos de vanidad, es una muchacha de buen corazón, muy decente y educada, y buena conocedora de las normas de etiqueta sociales.

La segunda hermana es Jo, diminutivo de Josephine, quien a sus quince años ya trabaja como lectora y dama de compañía de la gruñona Tía March. Tiene un carácter bastante fuerte y tiende a soltar las cosas tal como le vienen a la boca, motivo por el cual se la considera un marimacho y suele ser objeto de reproches por parte de sus hermanas y de otros miembros de la sociedad. Jo es el paradigma de la mujer fuerte y resuelta que se niega a aferrarse a los estereotipos sobre cómo deberían actuar las mujeres. Es franca, alegre, imaginativa y respondona. Al contrario que sus hermanas, ella le hace frente a las adversidades y toma las riendas de su vida con una soltura envidiable. Dotada de un gran talento para la literatura, es una escritora entregada que está ansiosa por tener su oportunidad y triunfar escribiendo una gran obra. Su franqueza y sinceridad la convierten en una persona muy cercana y amigable, así como en uno de los personajes más queridos de la novela.

Llega el turno de la tímida Elizabeth, o Beth, como es conocida en el seno de su familia. Esta muchachita de trece años carga con el terrible peso de una excesiva sensibilidad, motivo por el cual tuvo que ser sacada de la escuela y recibir educación en casa. Es una niña de carácter muy dulce y tierno, lo que le ha valido el cariño indiscutible de todas sus hermanas, sobre todo de Jo. Es paciente, humilde y hogareña, pero también frágil y de salud delicada. Pero si por algo destaca Beth es por su profundo y arrebatador amor por la música. Beth es la única que toca el piano de la casa, pasatiempo del que disfruta tanto que se abstrae por completo, inmersa en su propio universo repleto de notas y canciones.

Y por último está Amy, la benjamina de la familia, que a sus doce años se considera toda una aspirante a damita de alta alcurnia, aunque su comportamiento no es todo lo apropiado que debería. Al ser la más pequeña, Amy ha crecido como una niña un tanto consentida. Es tan buena y amable como sus hermanas mayores, pero tiende a ser altiva y presumida en lo que a su aspecto físico se refiere. Se siente acomplejada por su nariz, que considera demasiado chata, por lo que todas las noches le pone una pinza antes de irse a dormir. Se lleva bastante mal con su hermana Jo debido a lo opuesto de sus caracteres, pero en el fondo se quieren mucho. Amy es una gran artista a la que le encanta el dibujo y la pintura, disciplina que no se le da nada mal y que cultiva con esmero siempre que puede.

Las aventuras de estas cuatro hermanas son las propias de cualquier muchacha de su edad, combinándose los sucesos felices con los acontecimientos más tristes y dramáticos, como organizar un picnic, representar obras de teatro o escribir un periódico casero. A lo largo de la novela, las hermanas March han de enfrentarse a situaciones que pondrán a prueba sus defectos y su manera de reaccionar para tratar de evitarlos, lo que les ayuda a crecer como personas. Es muy evidente el paralelismo con El progreso del peregrino, de John Bunyan, una obra orientada a que el buen cristiano supere las dificultades que se irá topando a lo largo de su vida para llegar con buen pie a la Ciudad Celestial. Las hermanas March, las cuatro peregrinas de su historia, tendrán que enfrentarse a sus propios defectos y superarlos, evolucionando poco a poco y creciendo espiritualmente.

Para mí, tanto Mujercitas como su continuación, titulada Aquellas mujercitas, son dos obras maravillosas que marcaron un punto muy importante en mi vida como lectora. Me veía reflejada en todas las hermanas March y sus pensamientos eran también los mismos que yo sentía cuando me enfrentaba a problemas similares a los suyos. Y, lo que para mí es más importante, sentía que iba creciendo con las March cada vez que releía la novela conforme pasaban los años, lo cual dice mucho de la calidad de una novela. Infaltable en cualquier biblioteca que se precie.


Johanna Spyri y Heidi




Desde la hermosa Suiza nos llegó un cuento maravilloso de la pluma inmortal de Johanna Spyri. Un cuento que narra la infancia de una niña alegre, inocente e inolvidable cuya popularidad le valió el hacerse un hueco en el corazón de más de medio mundo: Heidi, la niña de los Alpes.

Heidi es una pequeña niña huérfana de cinco años que está al cuidado de su tía Dette. Pero cuando su tía consigue una colocación en Frankfurt, se apresura a llevar a la niña con su abuelo, al que en Mayenfeld conocen como El Viejo de los Alpes por su carácter hosco y su vida ermitaña. Sin preguntarle por su opinión, Dette deja a la niña y se marcha sin el menor cargo de conciencia, a pesar del hecho de que abuelo y nieta no se conocen y nunca han tenido la menor relación.

Sin embargo, Heidi pronto quedará cautivada por la vida sencilla y sin preocupaciones en los Alpes, donde mantiene un estrecho contacto con la naturaleza. Todos los días, Heidi descubre un placer inmenso en las pequeñas cosas que le ofrece su humilde entorno: el rumor de los abetos, el riachuelo cantarín, los prados donde pastan las cabras, la leche recién ordeñada de sus cabritas Blanquita y Diana... En los Alpes también conoce a Pedro, el cabrero, quien se convertirá en su mejor amigo y compañero de aventuras. Y por mediación de Pedro, Heidi también conoce a Brígida, la madre del pastor, y a su abuela ciega, con quien entablará una gran amistad.

La vida de Heidi transcurre feliz en los Alpes, aunque su abuelo se niega a que asista a la escuela, pero todo vuelve a cambiar cuando, tres años después de su partida, la tía Dette regresa para llevarse a Heidi a Frankfurt, pues le ha encontrado una casa donde servir como amiga y compañera de una niña rica. Heidi se marcha engañada por las falsas promesas de su tía, quien le promete regresar a las montañas al día siguiente, y de repente se ve perdida en un mundo muy distinto al que conocía y que le es completamente extraño y ajeno. En vez de prados y montañas, Heidi solo ve calles empedradas y altos edificios que le parecen todos iguales. La gente se le antoja fría y grosera, y nadie parece comprender su deseo de volver a las montañas con su abuelo, por lo que a menudo es ignorada e incluso tachada de ingrata.

Durante su estancia en Frankfurt, Heidi se verá obligada a ser la compañera de juegos de Clara Sesemann, una niña inválida que no sale jamás de su enorme mansión. Clara siente una gran simpatía hacia Heidi nada más conocerla, pues es distinta a todas las personas que ha conocido hasta entonces, y su carácter mejora con cada una de las aventuras y ocurrencias de Heidi. Pero no le pasa lo mismo a la niña de los Alpes, quien se siente prisionera entre las paredes de la casa de los Sesemann, observada por la señorita Rottenmeier, la severa gobernanta de la casa, quien constantemente afea el comportamiento de Heidi y le impone muchos castigos. Los breves momentos de felicidad de Heidi, como la visita del señor Sesemann y la abuela de Clara, se ven opacados por una fuerte nostalgia que oprime el corazón de la niña y le provoca sonambulismo. Una vez diagnosticada su depresión, el señor Sesemann acepta enviarla de nuevo a los Alpes para alegría de Heidi y de su abuelo.

En la siguiente parte, titulada Otra vez Heidi, continúan las aventuras de la niña de los Alpes y su reencuentro con Clara y su familia. Gracias a los ánimos de Heidi y a la vida sana y pura en las montañas, Clara conseguirá por fin levantarse de su silla y caminar, cambiando su vida por completo. Y, como curiosidad, destacar que las aventuras de Heidi no terminaron aquí, pues a raíz de la enorme popularidad de este personaje, el escritor y traductor Charles Tritten decidió continuar con la historia de la niña de los Alpes y sus descendientes a través de varias secuelas sin la participación de Spyri.

¿Qué puedo decir de Heidi? Tardé en leer la novela original porque hubo que buscar bastante entre los libros antiguos de mi madre. Pero una vez la tuve en mis manos, me senté a leer las aventuras de Heidi y admito que disfruté hasta la última página. Me enamoré de la cabañita de los Alpes, de los abetos susurrantes, de las cabritas, de los pastos, de Pedro, de Clara, e incluso de la desagradable señorita Rottenmeier. Toda la novela destila inocencia por los cuatro costados. Los momentos felices se complementan con los más tristes y emotivos, y realmente uno llega a sentir verdadera lástima por los sentimientos de Heidi cuando está en Frankfurt. Sin duda, uno de mis clásicos preferidos.


Lucy Maud Montgomery y Ana la de Tejas Verdes




Dejamos Suiza y nos vamos de un salto a Canadá, concretamente a la Isla del Príncipe Eduardo, para conocer a otra niña muy especial capaz de encandilar a todo el que la conoce aunque hayan pasado más de cien años desde su nacimiento. Me estoy refiriendo, como no podría ser de otra manera, a Ana Shirley, más conocida como Ana la de Tejas Verdes (1908), que cobró vida gracias al talento indiscutible de Lucy Maud Montgomery.

La historia nos traslada a Avonlea, un pueblecito encantador en la Isla del Príncipe Eduardo. Los hermanos Matthew y Marilla Cuthbert, dos granjeros que viven en una granja llamada Tejas Verdes, han tomado la decisión de adoptar a un niño huérfano para que les ayude en las labores agrícolas. Pero debido a una serie de malentendidos, la que termina en Tejas Verdes es Ana Shirley. Ana es una niña encantadora, alegre y muy imaginativa, todo un torbellino de felicidad a sus once años. Su aspecto físico ya nos indica que no se va a tratar de una niña convencional: pecosa, pelirroja y desgarbada como un espantapájaros; ella misma es consciente de que no es una hermosura, cosa que la acompleja, pero su personalidad abierta y su espíritu libre le otorgan una belleza difícil de describir pero mucho más profunda.

La llegada de Ana a Tejas Verdes va a suponer una revelación tanto para ella como para sus tíos adoptivos. Nada más ver la granja, Ana se enamora por completo del lugar y siente que pertenece a Tejas Verdes y Avonlea. Consciente de que su llegada no era lo que sus tíos esperaban, se esfuerza por ser complaciente pero sin dejar de ser ella misma. Su imaginación desbordante y sus incansables ganas de hablar contrarían en principio a los serios hermanos Cuthbert, pero pronto le cobrarán tanto cariño que ya no podrán prescindir de su compañía. Con el tiempo, Ana demostrará su inteligencia y buenas aptitudes en la escuela, que le inspirarán el deseo de ser maestra en el futuro.

Las aventuras de Ana Shirley son como una combinación entre Mujercitas y Heidi. Sus peripecias en Avonlea recuerdan mucho a las vivencias diarias de las hermanas March, pero con el toque de inocencia y bucolismo de Heidi. Es difícil hablar de todas las aventuras de Ana, puesto que en sucesivos libros sabremos mucho más de ella y de su crecimiento personal, pero en su primera novela conoceremos a todos los personajes que marcarán un antes y un después en su vida: Diana Barry (que será su mejor amiga), Jane Andrew y Ruby Gillis, las presuntuosas hermanas Pye y, por supuesto, Gilbert Blythe, quien será el principal rival de Ana en la escuela y también su eterno "enemigo", pues Gilbert comete el imperdonable error de burlarse del pelo rojo de Ana; por suerte, el destino tiene un final feliz para ellos dos.

Al igual que las obras anteriores, Ana cuenta con una serie de secuelas en las que seguimos muy de cerca su crecimiento, sus clases en la escuela, sus progresos para convertirse en maestra, su historia de amor y, como no podía ser de otro modo, sus descendientes. Todas estas novelas tuvieron un gran éxito en su época, aunque ahora parecen haber quedado un tanto relegadas al olvido, y ayudaron a hacer de Ana Shirley uno de los personajes literarios más amados de todos los tiempos.

Ana la de Tejas Verdes llegó a mis manos gracias a la biblioteca del colegio, pues no he conseguido tener los dos libros principales hasta hace poco. Sin embargo, los recuerdo con mucho cariño y siempre quise tenerlos conmigo para volver a los bellos campos de Avonlea, a sus praderas y colinas, a sus árboles y lagos. Es una historia llena de belleza e inocencia que gustará mucho a los jóvenes lectores.


Eleanor H. Porter y Pollyanna




Y la última, pero no por ello la peor, es esta novelita corta protagonizada por otra huérfana cuyo carácter alegre e inocente supo ganar el corazón de los más serios y estrictos. Creada por Eleanor H. Porter en 1913, la dulce Pollyanna no solo se convirtió en un éxito casi de la noche a la mañana, sino que además tiene el honor de haber entrado a formar parte del amplio elenco de palabras del diccionario de la lengua inglesa.

Pollyanna Whittier es una niña que, al haber quedado huérfana de padre, se ve obligada a mudarse a un pueblecito de Nueva Inglaterra para vivir con su tía Polly, hermana de su difunta madre y única familia que le queda en el mundo. La tía Polly es una mujer estricta y severa, a la que le perturba bastante la llegada de su sobrina a la casa. Es la típica mujer que no sabe tratar con niños y siempre se dirige a ellos como si fueran adultos en miniatura o seres de poca inteligencia. Por eso queda tan sorprendida al conocer a Pollyanna. Idealista y parlanchina, Pollyanna no se muestra en absoluto cohibida ante el arisco carácter de su tía. Su filosofía se resume en lo que ella llama "el juego de la alegría", un truco que le enseñó su padre y que consiste en apreciar el lado bueno de las cosas a pesar de los obstáculos que pone la vida. Este juego surgió a raíz de un regalo que recibió Pollyanna siendo muy pequeña: unas muletas. Estas muletas le fueron enviadas por error y la pequeña, lógicamente, se disgustó mucho ante ese regalo; fue entonces cuando su padre, un predicador y misionero muy querido en su comunidad, le enseñó su juego de la felicidad y la animó a alegrarse por no necesitar las muletas. A partir de entonces, Pollyanna siempre supo encontrar en cada aspecto de la vida algo positivo, algo por lo que merecía la pena estar feliz y sonreír a pesar de todo.

Pronto, los vecinos del lugar empezarán a beneficiarse del influjo de Pollyanna. El sombrío y tacaño señor Pendleton, el hombre más rico del pueblo, se siente capaz de volver a sentir alegría ante las ocurrencias de Pollyanna. Lo mismo le ocurre a la señora Snow, perpetuamente encamada a causa de una enfermedad que la ha vuelto huraña y amargada, pero que recuperará la dicha y la humildad gracias al particular juego de Pollyanna, quien la conmina a que, aunque esté enferma, se alegre por ver que los demás están sanos y felices. También el doctor Chilton y el reverendo se verán influenciados por el optimismo de Pollyanna y, gracias a ella, volverán a ver resurgir su pasión por ayudar a los demás: uno, para curar sus cuerpos; el otro, para sanar sus almas. El gran reto al que tendrá que enfrentarse Pollyanna, sin embargo, será cuando a ella le toque vivir la desgracia en carne propia y no halle esperanzas de salir adelante. Es entonces cuando sus vecinos, aquellos a los que tanto ayudó con sus palabras, se acercan a ella para brindarle esa alegría que ahora le falta, en especial la tía Polly, consciente por fin de lo mucho que la necesita su sobrina.

Para aquellos que amamos la literatura clásica, Pollyanna es una novela que no puede faltar en nuestra biblioteca. Está llena de cosas hermosas en tiempos difíciles y trae un mensaje de esperanza dedicado a niños y adultos por igual. En mi opinión, transmite muchos buenos valores que parecen perdidos en la literatura actual; quizá por eso Pollyanna sea tan querida y recordada, pues su optimismo y sentido de la compasión escasean tanto en nuestro presente que verlos representados en una niña que lo ha perdido prácticamente todo nos hace ver la vida desde otra perspectiva.


¡Y hasta aquí mi pequeña aportación literaria! Espero que os hayan gustado mis lecturas juveniles que, por lo que veo, guardan bastantes similitudes unas con otras. Me encantaría que se volvieran a escribir libros así, tan llenos de inocencia y buenos valores. Y vosotros, ¿habéis leído alguno o todos los libros de los que he hablado? ¿Qué otras novelas os han gustado en vuestra adolescencia? Espero vuestros comentarios.


miércoles, 17 de marzo de 2021

¡Por el amor y la justicia! ¡Hablemos de Magical Girls!


¡Hola a todos!

Empezaremos con una pregunta: ¿Quién no ha soñado nunca con tener poderes mágicos? ¿Alguna vez os habéis imaginado que obteníais algún tipo de poder que os permitía transformaros en otra persona o controlar el poder de un determinado elemento? Si es así, es muy posible que eso os hubiera convertido en auténticas magical girls (o magical boys, si sois chicos) de la cabeza a los pies. Forma parte de las fantasías de cualquier niño el recibir poderes mágicos con los que vivir aventuras, ayudar a alguna criatura en apuros o incluso salvar el mundo de las fuerzas del mal.



¡Las magical girls os dan la bienvenida a este post!


El género de las magical girl o mahou shoujo se hizo muy popular en Japón desde finales del siglo pasado, aunque eso no quiere decir que no se hubiera dado ese fenómeno en otras partes del mundo y en fechas anteriores. De hecho, seguro que a muchos os sonará la serie estadounidense Bewitched (1964-72), en la que una bruja llamada Samantha creaba todo tipo de situaciones divertidas e inesperadas usando sus poderes mágicos. Pero el caso de Bewitched era casi una rareza en la televisión, y además estaba enmarcada en el género sit-com por tratarse de una temática humorística y, además, poco seria. Con el tiempo, las chicas mágicas empezaron a verse más en el campo de la animación infantil, y más concretamente en los dibujos animados dirigidos a un público principalmente femenino.

En Japón son todos unos expertos en magical girls, e incluso se podría decir que fueron ellos los que inventaron y dieron auténtica forma al género. Uno de los primeros mangas del género fue Himitsu no Akko-chan, más conocida en Hispanoamérica como Los secretos de Julie, que vio la luz en los años 60. En esta historia conocíamos a Akko-chan, una chica que recibía como regalo un espejito con el cual podía transformarse en cualquier cosa que deseara. Esta trama tan sencilla ha sido repetida hasta la saciedad durante años y con sus respectivas variaciones, pero siguiendo siempre una misma fórmula, lo que nos da una idea de hasta qué punto gusta el género magical girl.



Akko-chan, una de las primeras magical girls de la historia


Pero, ¿qué es una magical girl? En pocas palabras, se trata de una chica, normalmente una niña o una adolescente, que lleva una vida normal y corriente, pero un día aparece un animalito o criatura de otro mundo que la toma como su elegida y le hace entrega de un artefacto mágico con el que podrá transformarse en otra persona y controlar grandes poderes. Este artefacto suele ser un objeto que la chica podrá llevar en su vida cotidiana, como un broche, una pulsera o un lazo para el pelo, por poner algunos ejemplos. En caso de peligro, la chica puede recurrir a sus poderes para transformarse y salvar la situación, y sus diferentes aventuras son las que dan forma a la serie.

Los gustos y modas de cada época influyeron mucho en la concepción de las magical girls. Durante los 80, lo habitual era que las protagonistas fuesen niñas pequeñas sin ninguna característica demasiado especial, pero gracias al poder recibido podían transformarse en chicas mayores, más guapas y atractivas, y con talento para la música o el mundo del espectáculo en general. Esto sucede en historias como Fancy Lala (1988), Magica Emi (1985) o Magical Angel Creamy Mami (1983), por poner tres ejemplos muy conocidos. En este tipo de historias, la magia suele meter en problemas a la protagonista ya que, al tener un alter ego, le surgen dificultades para mantener separadas sus dos personalidades. El conflicto, pues, no suele ser muy grave ni nadie corre peligro por culpa de alguna amenaza externa.

Otra clase de magical girl es la que recibe un poder mágico muy especial con el que debe completar una búsqueda. En muchas historias, las protagonistas suelen pertenecer a otro mundo y viajan a la Tierra para llevar a cabo una búsqueda de algo que se ha perdido y/o que es muy necesario para mantener la estabilidad de su reino. Sirvan como ejemplo historias como Mahou Shoujo Lyrical Nanoha (2004), Princess Tutu (2002), Cosmic Baton Comet-san (2001), Las Aventuras de Gigi (1982) o la famosísima Cardcaptor Sakura (1998). De las mencionadas, tanto Nanoha como Sakura son chicas normales de la Tierra a las que se les encomienda la misión de buscar unos objetos muy poderosos (unas joyas y unas cartas, respectivamente); en cambio, Tutu y Comet-san tienen que salir de sus respectivos mundos para buscar a una persona desaparecida (aunque Princesa Tutu busca los fragmentos del corazón de dicha persona).



Creamy Mami


Un tercer tipo de magical girl es la aprendiz. Aunque muchas series incluyen el aprendizaje como parte del argumento y evolución de la chica mágica, hay historias en las que dicho aprendizaje es la base de las aventuras de la protagonista. En otras palabras, que la gracia de estas historias es ver cómo la chica mágica aprende a usar sus nuevos poderes. Como ejemplos os pondré Hime-chan no Ribbon (1992), Ojamajo Doremi (2000) o la reciente Little Witch Academia (2017). Estas dos últimas tienen en común que las protagonistas quieren aprender a ser brujas y sus aventuras son desternillantes.

En cuarto lugar, tenemos a las magical girls que usan sus poderes para dedicarse al glamuroso mundo del crimen. Tranquilos, que nadie se asuste, que estas chicas no quieren hacerle daño a nadie; es solo que sus poderes les permiten transformarse en ladronas de guante blanco que se dedican a robar objetos muy valiosos para devolvérselos a sus auténticos propietarios o para generarles algún bien. Es el caso de Kaitou Saint Tail (1995), Kamikaze Kaitou Jeanne (1999) o la llamativa D.N.Angel (2003); esta última tiene la curiosa particularidad de que el protagonista es un magical boy que, al pensar en la persona que le gusta, se transforma en un legendario ladrón de guante blanco.

Y llegamos al último tipo de magical girls, que son las que utilizan sus poderes para luchar contra las fuerzas del Mal. Esta categoría es la más extendida, y no es raro que en muchos animes se mezcle con otras temáticas ya comentadas más arriba. La particularidad de estas nuevas magical girls es que son estudiantes ordinarias que tienen el poder de convertirse en excepcionales guerreras para enfrentarse a enemigos demoníacos que pretenden dañar a la gente. La protagonista, que suele ser la más fuerte o dueña de un enorme poder, se erige como líder del grupo de guerreras y encabeza una lucha sin cuartel para expulsar a las fuerzas malignas de una vez por todas. Ejemplos bastante conocidos son Tokyo Mew Mew (2002), Pretty Cure (2004) o Puella Magi Madoka Magika (2011).

A pesar de que el género de las magical girls era muy conocido y contaba con muchas protagonistas muy queridas y recordadas, la verdadera revolución del género vino en los años 90 con la archiconocida Sailor Moon (1992). El grupo de guerreras creadas por Naoko Takeuchi tuvo una influencia tan grande que a día de hoy se las sigue recordando como las grandes heroínas del género mahou shoujo, y son homenajeadas y parodiadas en otras producciones. Muchas de las series que vinieron después de Sailor Moon tienen una inspiración tremenda (por no decir copia) que va desde lo colorido de las transformaciones y los trajes de guerreras, pasando por los artefactos mágicos e incluso el número de integrantes del grupo. Sirvan como ejemplo Wedding Peach (1996), Shugo Chara! (2007), Magic Knight Rayearth (1994) o Mermaid Melody Pichi Pichi Pitch (2003), entre muchas más.



Sailor Moon, símbolo de toda una generación


Así que, en pocas palabras, podríamos hacer un esquema del género magical girl que quedaría de la siguiente manera:


1. Ídolos: La heroína es una niña que obtiene el poder de convertirse en una chica mayor y trata de abrirse camino en el mundo del espectáculo.

2. Buscadoras: La heroína recibe la misión de buscar una serie de objetos extraviados o una persona que ha desaparecido para así evitar que una desgracia caiga sobre su mundo.

3. Aprendices: La heroína tiene la oportunidad de aprender a utilizar magia o un artefacto con dichas propiedades; su historia se centra en el aprendizaje.

4. Ladronas: La heroína usa su poder para transformarse en una ladrona amable que roba para ayudar a los demás, no para sí misma.

5. Guerreras: La heroína obtiene un poder mágico para que lo utilice contra criaturas demoníacas que hacen daño a los seres humanos.


Hay otros elementos que se han hecho muy comunes dentro del género magical girl, hasta el punto de que no nos imaginamos una serie de este estilo sin dichos elementos. Una de estas características es el hecho de que muchas de las protagonistas vienen acompañadas de una o dos mascotas parlantes que también pueden tener poderes mágicos, pero su función principal suele ser la de mentores o voz de la conciencia, sobre todo si la heroína no tiene por costumbre pararse a pensar antes de actuar.

Otra característica es la protección del objeto mágico que reciben como obsequio. Todas las heroínas son elegidas para custodiar el artefacto que les permitirá la transformación, pero esto también trae consigo una serie de normas que deben cumplir. La primera de ellas es el tabú: la heroína no puede contarle a nadie que tiene poderes mágicos. En algunos casos lo que ocurre es que se mete en problemas porque quieren aprovecharse de sus poderes mágicos, pero en otros puede suceder incluso que el artefacto pierda sus poderes porque alguien ha descubierto el secreto de la heroína.



Kamikaze Kaitou Jeanne


La segunda es la utilización de un conjuro especial para desatar los poderes del objeto mágico, y en algunos casos también otro conjuro para volver a sellarlos. El conjuro suele venir acompañado de una transformación en medio de una espiral de luces y colores que le concede a la chica un nuevo traje o expande la forma del artefacto mágico (una varita, por ejemplo).

La tercera característica es el número de integrantes. En muchas historias, la protagonista suele ser la única que tiene el poder y la misión que se le encomienda, pero puede darse el caso de que se le unan varias amigas con poderes complementarios para ayudarla a cumplir su objetivo. Normalmente las magical girls se juntan en grupos de tres, cada una con una personalidad bien diferenciada: la protagonista alegre, la chica tímida y estudiosa y la chica más atrevida y lanzada. Al ser tan distintas, entre ellas suele haber problemas o rivalidades, pero al final prima la amistad y consiguen limar asperezas. A este grupo de tres también se pueden unir más integrantes con diferentes grados de carisma que aportan novedad e interés a la trama, aunque el número no suele pasar de siete. La excepción más sonada sería, una vez más, la famosa Sailor Moon, donde han llegado a juntarse más de diez guerreras, algo que es bastante inusual.

Una cuarta característica es que las magical girls suelen tener problemas en el amor. A pesar de que algunas aún son niñas, no es inusual que las magical girls estén enamoradas de algún niño de su clase o incluso de un chico mayor que ellas al que no tienen esperanzas de gustar por ser demasiado pequeñas. La resolución del conflicto amoroso depende del enfoque que tiene la historia y del tipo de poderes de la chica mágica. Una magical girl con la capacidad de transformarse en una chica mayor normalmente atraerá la atención de su interés amoroso, pero al mismo tiempo tendrá el conflicto interno de saber que al chico le gusta su alter ego, no ella misma. En otras historias, sobre todo con protagonistas adolescentes, la chica mantendrá una relación de amor-odio con el objeto de sus deseos, que al final resulta ser un enemigo o un aliado en secreto de la chica.



Cutie Honey


Como habréis podido daros cuenta, la mayoría de historias de magical girls son muy blancas y las situaciones violentas están muy limitadas. Esto se debe a la obviedad de que la mayor parte son historias pensadas para el público infantil, por lo que tanto la estética como las aventuras de sus respectivas heroínas no van a ser excesivamente duras. Pero, ¿qué pasa con el público adulto? Pues las magical girls también han llegado hasta los mayores de 18 años, pero con mayor libertad para mostrar carne, violencia y oscuridad. Uno de los casos más famosos es el de Cutie Honey (1973), típica historia de una magical girl adulta que viene aderezada con una buena dosis de violencia, desnudos y humor picante. Otros ejemplos de animes oscuros son la ya mencionada Madoka Magica, Mahou Shoujo Ikusei Keikaku (2016), Mahou Shoujo Site (2018) o Kill la Kill (2013). Dado el alto contenido de violencia y situaciones sangrientas, este tipo de historias no son para personas con alta sensibilidad.

Y para los más irreverentes, tenemos las inevitables parodias. Las magical girls no han podido escapar de la visión humorística del anime, y hemos podido encontrar numerosas referencias a lo largo del tiempo y en todo tipo de series. Producciones como Los SimpsonEl Asombroso Mundo de Gumball o Star contra las Fuerzas del Mal han llegado a parodiar u homenajear a Sailor Moon, pero no hace falta salir de Japón para disfrutar de las parodias más bestias. Las más sonadas son Puni Puni Poemi (2001) o la reciente Magical Girl Ore (2018), en donde podréis encontrar las situaciones más extrañas y graciosas que os podáis imaginar.

¿Y qué pasa fuera de Japón? ¿Cómo han influido las magical girls en la cultura occidental? Es complicado saber dónde empieza o acaba su influencia, ya que en Occidente muchos hemos crecido con figuras heroicas y "mágicas" muy diferentes a las magical girls. Es inevitable acordarse de Thundercats (1985) o He-man y los Amos del Universo (1983), pero cualquier personaje del universo Marvel o DC podría ser incluido en el género, aunque vemos que casi ninguno cumple con las características requeridas, de lo que se deduce que no todas las chicas con poderes mágicos son magical girls. Aun así, podemos encontrar unos cuantos ejemplos de auténticas magical girls occidentales, como es el caso de La princesa Starla (1995), She-Ra, la Princesa del Poder (1985), la italiana Winx Club (2004), W.I.T.C.H. (2006) o la más reciente Miraculous Ladybug (2015).



Miraculous Ladybug, el futuro de las magical girls


¡Y hasta aquí por ahora, amigos! ¿Qué os ha parecido esta disertación? ¿Habéis visto alguno de los animes que he puesto aquí o lo recordáis con mayor cariño? ¿Creéis que me he dejado en el tintero algún anime más interesante? Espero vuestros comentarios.

¡Hasta pronto!