La vida y obra de Gustave Flaubert llenan una buena parte del siglo XIX, quien está considerado como uno de los grandes novelistas franceses de esta centuria, sino el mejor de todos, padre de la novela moderna y digno de figurar entre los clásicos de la literatura.
En esta época, el panorama literario francés se muestra bastante complejo. Los tres grandes movimientos que dominan el siglo XIX son el Romanticismo, el Realismo y el Simbolismo, que de alguna manera tendrán influjo en Flaubert. La Francia de la Revolución favorece la aparición de una literatura tan nueva como el orden político y social que acababa de establecerse, y el público, deseoso de emociones, pide obras de imaginación e intriga. Pero los escritores continúan aferrados a las costumbres del pasado y siguen escribiendo para la clase nobiliaria, dejando para los demás novelas de escasa calidad que no tenían más ambición que la de satisfacer los deseos de evasión de los lectores. Se trataba de novelas muy estereotipadas, con personajes muy alejados de la vida real, faltas de imaginación y redactadas por manos con escaso talento literario.
En este contexto, la novela moderna aparece en el momento en que logra independizarse de la poesía romántica y se constituye como género independiente. Es el género más representativo de la sociedad burguesa y aspira a ser la epopeya de un tiempo histórico de un tiempo que ha roto la unidad existente entre el héroe y la sociedad. Los novelistas modernos no viven la vida real, sino que la observan, la describen y la analizan. Entre los autores más estacados de la novela moderna estarían Balzac y Flaubert.
Gustave Flaubert, nacido en 1821 en Rouen, fue el segundo hijo de Achille Cléophas y de Anne Justine Fleuriot. Su padre fue cirujano jefe del hospital de Rouen, y su madre descendía de una de las más antiguas familias burguesas normandas. En 1832, ingresó en el Colegio Real de Rouen, donde se manifestó su precoz vocación por la literatura, a los once años, a pesar de que en la escuela le tenían por un irresponsable y no destacase en otra asignatura que no fuese Historia. Licenciado en 1839, al año siguiente superó el examen de Bachiller. Al quedar exento de realizar el servicio militar, la familia le empujó a que tomara los estudios de Derecho en París. Sin el menor entusiasmo, se inscribió en la facultad, pero sus estudios en este campo nunca prosperaron, pues Flaubert estaba más interesado en los círculos literarios que en las clases de Derecho. En esta época conoció a Victor Hugo y a Louise Colet, quien será su musa y su amante, y cuya correspondencia nos ilustra con detalle sobre el proceso de creación de Madame Bovary, la obra que le haría inmortal.
En 1844, hastiado de los estudios de Derecho, abandona la carrera y deja París para retirarse al campo. Los médicos ven en él los primeros síntomas de una enfermedad nerviosa que podría ser epilepsia, algo que el escritor siempre se había esforzado por ocultar, por lo que su padre le permite dejar los estudios para que regrese a casa para poder cuidarlo. Compra una hermosa finca en Croisset, que pasa de ser una residencia vacacional a convertirse en la vivienda definitiva de Gustave hasta su muerte. Una vez lejos de la ciudad, Flaubert puede dedicarse de lleno a su producción literaria.
El año de 1846 es clave en su vida. Muere su padre y dos meses después su hermana Caroline, de resultas del parto de su hija, también llamada Caroline. Además de estas irreparables pérdidas, Flaubert también tiene que resignarse a perder la influencia de sus amigos Chevalier y Le Poittevin, quienes siempre fueron vitales para Flaubert, hombre que no sabía vivir sin el apoyo y beneplácito de las personas que apreciaba. En esta época inició también sus amoríos con Louise Colet, que duraron unos ocho años y que terminaron abruptamente. Flaubert nunca se casaría.
En 1872, la desgracia volvió a golpearlo con la muerte de su madre. Su sobrina Caroline, muy querida para él, se encargaría de cuidarle hasta el fin de sus días, pero la situación económica en la casa no era buena. En esta época, Flaubert entabla una relación de íntima amistad con la escritora George Sand, y de vez en cuando se ve con sus amigos parisinos, Émile Zola, Alphonse Daudet, Iván Turguénev, Edmond Rostand y Jules Goncourt. Pero su mala salud, unida a la desolación y la melancolía, aceleraron su vejez en tan sólo unos pocos años. A la edad de cincuenta y ocho años tenía el aspecto de un anciano decrépito. Murió de una hemorragia cerebral en Croisset, pero fue enterrado en el panteón familiar en Rouen.
El carácter de Gustave Flaubert ofrece diversas peculiaridades. Era tímido y de marcada sensibilidad, pero eso no le impedía ser arrogante también. Pasaba del silencio absoluto a la más vergonzosa y ruidosa verborrea; su personalidad oscilaba entre la desesperación absoluta y la joie de vivre más extrema. Aunque se apoyaba muchísimo en las palabras y buenos consejos de sus amigos y disfrutaba de su compañía, prefería por mucho la tranquilidad y el retraimiento social. Esta dualidad en su personalidad también iba pareja a su físico. Era grande y de fisonomía robusta, herencia de sus antepasados normandos e iroqueses, pero a la vez tenía epilepsia y su salud era muy delicada. Era un apasionado de la escritura, rayando en la obsesión, algo que le provocaría depresiones y entusiasmos en igual grado. Su odio antiburgués se puede ver muy bien en sus obras, sobre todo en las últimas que escribió. Despreciaba la vulgaridad, la mediocridad y el materialismo burgués, además de sus hábitos, su falta de inteligencia y su desprecio por la belleza. Como curiosidad, Flaubert tenía un fetiche con los botines de la mujer.
Madame Bovary (1857)
La historia comienza contándonos la infancia y juventud de Charles Bovary, un joven que aprendió a leer y escribir gracias a su madre, ya que su padre se gastaba el dinero en alcohol y juegos de azar. Charles es aplicado y trabajador, pero nunca destaca por ser un estudiante brillante. Es obligado a estudiar Medicina, carrera que no le entusiasma pero de la que consigue graduarse al segundo intento. Su madre, entonces, le instala un consultorio en el pueblo provinciano de Tostes y le obliga a casarse con Eloise Dubuc, una mujer viuda y mucho mayor que él, pero dueña de una pequeña fortuna. Los pocos años que dura este matrimonio son un infierno para Charles, que debe soportar los caprichos y celos infundados de su esposa, una mujer que llega al extremo de espiarle mientras da consulta y de abrir su correspondencia privada.
Una noche, Charles tiene que ir a visitar de urgencia al señor Roualt, un paciente que se ha roto la pierna. Durante esa visita conoce a la hija de Roualt, Emma, una joven que encandila sin pretenderlo a Charles con su elegancia, hermosura e ingenuidad. Completamente obsesionado con Emma, Charles empieza a visitar con más frecuencia la granja de Roualt con el pretexto de tratar su pierna; pero cuando su esposa se da cuenta de que el granjero se encuentra mejor y Charles sigue yendo a visitarle, intuye que su marido está empezando a interesarse por Emma. Los padres de Charles, por su parte, descubren que la viuda les ha mentido en lo tocante a sus riquezas y se arma un escándalo. Días después, Eloise fallece y Charles se ve libre de la carga de su matrimonio. Enamorado y lleno de esperanza, acude a visitar de nuevo al señor Roualt y le pide la mano de Emma. Ella, que sueña con escapar de su vida aburrida y desea experimentar la felicidad, la pasión y los arrebatos románticos que tanto ama de las novelas que ha leído, acepta encantada la proposición de matrimonio.
Después de la boda, Charles se convierte en otro hombre. Se vuelve más alegre, entusiasta y feliz y, aunque sigue sin ser otra cosa más que un médico mediocre, el estar al lado de la mujer que ama le ha devuelto el entusiasmo por la vida. Sin embargo, a Emma le pasa justo lo contrario. Tras marcharse a vivir con Charles a Tostes, se da cuenta de que su vida de casada no es como se la había imaginado. Ella creía estar enamorada de Charles, pero descubre que no siente ni una pizca de esa pasión y felicidad que añoraba desde sus años en el convento. Allí, Emma leía novelas románticas a escondidas y se imaginaba que viviría un amor apasionado y arrebatador, como las heroínas de esas historias. El matrimonio se convierte para Emma en un motivo de frustración, ya que su marido no la hace sentir como quisiera.
El aburrimiento y desilusión de Emma Bovary se ven acrecentados cuando el matrimonio es invitado a un baile en el castillo de La Vaubyessard, propiedad de un marqués. Allí, Emma se siente como pez en el agua y vuelve a fantasear con una vida idílica y privilegiada, pero la vuelta a la realidad, a una vida aburrida junto a su insulso marido, hace que Emma caiga enferma de melancolía y tristeza. Preocupado por su salud, Charles toma la decisión de mudarse con ella al pueblecito de Yonville, con la esperanza de que un cambio de aires restablezca por completo a su esposa.
En la segunda parte de la novela, el matrimonio Bovary ya está instalado en Yonville. Aunque el pueblo no carece de encantos, para Emma es más de lo mismo. Sigue aburrida, asfixiada por el ambiente monótono y puritano del pueblo. Es en estas circunstancias cuando descubre que está embarazada, hecho que la molesta profundamente. La falta de pasión en su matrimonio se vuelve insoportable, y ni siquiera el nacimiento de su hija Berthe logra inspirar en ella el deseo de vivir por alguien que no sea ella misma.
Sumergida en el desencanto, Emma conoce a León Dupuis, un joven pasante por el cuál se siente muy atraída debido a la afinidad que ambos sienten en lo tocante a la lectura y otros temas, llegando Emma a considerarle su alma gemela. Sin embargo, aunque fantasea con la idea de tener una aventura amorosa, Emma todavía no se atreve a engañar a su marido, y León no se imagina lo que Emma siente por él. Finalmente, León termina por marcharse a París para seguir con sus estudios, dejando a Emma sumida en el desconsuelo. Para tratar de paliar el dolor, empieza a derrochar el dinero en dulces, vestidos y lujos innecesarios.
No obstante, su tristeza pasará en cuanto llegue a su vida Rodolphe Boulanger, un caballero adinerado con fama de seductor que cae rendido ante la belleza de Emma y que decide conquistarla aprovechando su infelicidad conyugal. El romance entre Emma y Rodolphe es tan apasionado que ella no duda en salir de su casa de noche para encontrarse con su amante, con quien ve cumplidas sus fantasías más ardientes. Pero el amor que siente por Rodolphe empieza a volverse obsesivo y abrumador, hasta el punto de que Emma continúa gastando más y más dinero en joyas y vestidos para que el interés de su amante no decaiga. Lo que no sospecha es que Rodolphe no siente nada por ella; es más, disfruta viéndola humillarse y mendigar su amor. Emma llega a proponerle que ambos huyan juntos de Yonville. Al principio, Rodolphe se muestra igual de entusiasmado que ella, pero en el último momento cambia de parecer y abandona a Emma sin previo aviso y sin el menor remordimiento, despidiéndose de ella a través de una cínica carta que vuelve a sumir a Madame Bovary en una profunda depresión.
Antes de caer enferma, Emma ha estado acumulando una gran cantidad de deudas con el señor Lhereux, un astuto y siniestro comerciante y prestamista que fomenta su endeudamiento y propicia su ruina financiera, aprovechándose de la debilidad y extravagancia de Emma. De hecho, es el propio Charles el que se ve obligado a pedir más dinero prestado al tendero, con terribles consecuencias más adelante. Después de una larga convalecencia, Emma se repone de su enfermedad y Charles se la lleva a Rouen, donde asisten a una función de ópera. Allí se reencuentra con León, finalizando así la segunda parte.
La tercera y última parte se centra sobre todo en el encuentro de Emma con León, lo que desencadena un apasionado romance entre ellos, incapaces de controlarse por más tiempo. León se convierte en el nuevo amante de Emma, quien, para poder encontrarse a solas con él, simula asistir a clases de piano. Mientras tanto, sus deudas se van acumulando y continúa firmando pagarés con el señor Lhereux, sumiendo a su familia en una profunda crisis económica. Emma busca excusas para cada deuda, y Charles se las cree todas, a pesar de que su mujer empieza a mostrarse en público y sin vergüenza con León en Rouen y lo visita siempre que le apetece. Controlada por completo por sus pasiones, Emma pierde el control. El señor Lhereux exige que se le paguen las deudas y amenaza a Emma con el embargo de todas sus pertenencias. Ante esta situación, Emma pide ayuda a sus amantes, pero lo único que recibe por parte de ellos es rechazo y abandono. Desesperada, Emma toma una decisión trágica: decide poner fin a su vida. Busca arsénico en la botica del señor Homais y lo ingiere, y poco tiempo después muere en presencia de su marido.
La muerte de Emma sume a Charles Bovary en una situación crítica. Como si no fuera suficiente para él perder a la mujer que tanto amaba, descubre que su casa y sus bienes tienen que ser embargados debido a la insolvencia provocada por las deudas de su difunta esposa. Además, descubre la carta en la que Rodolphe se despide de Emma, conociendo así su infidelidad. A pesar de esto, el amor de Charles por Emma no disminuye. Pero entonces descubre que Emma también sostuvo una relación amorosa con León, como atestigua la numerosa correspondencia que ambos habían mantenido en secreto, y su corazón recibe un fuerte golpe de realidad. Arruinado y desengañado, Charles Bovary muere dejando a la pequeña Berthe, su hija, como una huérfana desamparada. Para mayor desgracia, ese mismo año muere la madre de Charles y el padre de Emma queda paralítico, por lo que la niña tiene que ser enviada a vivir con una tía, quien la obliga a trabajar en una fábrica de hilado de algodón.
Análisis literario
Madame Bovary está considerada una de las grandes obras del Realismo francés del siglo XIX y es calificada como una de las novelas que mejor ilustra la fatalidad y el fracaso del romanticismo. La novela no fue ajena al escándalo: en 1857, procesaron a Flaubert por ofensa a la moral pública y religiosa y a las buenas costumbres, pues la obra describía con todo lujo de detalles un adulterio. El narrador se divide para abarcar varias perspectivas y ofrecer al lector una descripción detallada de cada aspecto de la historia. Flaubert se decanta por un narrador omnisciente a propósito para alejarse lo máximo posible de su propia historia con el objeto de no juzgar a ningún personaje, dejando que sea el lector quien saque sus propias conclusiones. Es una obra muy detallada y que revela el gran trabajo que Flaubert puso en cada una de sus frases, obsesionado como estaba por la musicalidad de las palabras y su deseo de encontrar le mot juste.
Madame Bovary narra la vida de una mujer insatisfecha que trata de rebelarse contra una sociedad que parece favorecer a los hombres en lo tocante a la búsqueda de la felicidad. Emma, encerrada en un matrimonio con un médico mediocre y simplón, trata de escapar de su existencia aburrida y sin sentido para buscar una vida llena de ensueño y fantasía como las que ha visto en las novelas románticas que tanto le gustaban en su adolescencia. Sin embargo, la realidad la golpea en la cara con tal brutalidad que en numerosas ocasiones cae enferma, traspasando el mal psicológico al cuerpo físico.
La novela aborda diversos temas, siendo el más importante de todos ellos la insatisfacción personal y la rebeldía de Emma. Su infelicidad marital la lleva a arrojarse a los brazos de otros hombres con la esperanza de hallar en esas aventuras extramatrimoniales la pasión desesperada que tanto anhela sentir. Flaubert expone la hipocresía y la corrupción moral de la sociedad de la época, en la que el amor queda reducido al placer, al interés económico o a la tradición. Emma, inmersa en sus fantasías y deseos de vivir un romance literario, se da de bruces constantemente con la realidad que la rodea.
Es interesante la comparación que se establece entre Emma Bovary y Don Quijote. Ambos son dos inadaptados sociales que simbolizan la capacidad humana de fabricar ilusiones y la obstinación de querer hacerlas realidad. Mientras que Don Quijote se sumergía en las novelas de caballería y buscaba ser un héroe capaz de llevar a cabo grandes hazañas, Emma se deleita con novelas románticas y ansía ser la heroína de esas historias de amor desenfrenado. La realidad se ceba con ambos personajes, cuyo destino no parece ser otro que la muerte. Pero mientras que Emma muere en la miseria y desesperación más absoluta, Don Quijote consigue recobrar el buen juicio ya al final de sus días para morir en paz con el mundo y consigo mismo.
El deseo y la insatisfacción son elementos clave en esta novela y en la vida de Emma. En un principio, Emma ve a Charles como un posible buen partido, alguien que podría darle la felicidad que ella tanto ansía. Sin embargo, no tarda en darse cuenta de su mediocridad y trata de escapar de la monotonía de su vida. Asimismo, aspira a mantener un nivel de vida que ni por posición social, ni por ingresos económicos, es capaz de permitirse, lo que contribuye a aumentar su frustración personal y la lleva a endeudarse por permitirse demasiados caprichos lujosos. Esta búsqueda de felicidad a través de los objetos viene de la mano de su propia insatisfacción personal, pues busca obtener placer en el lujo cuando su marido y sus amantes no se lo dan, y esto acabará desembocando en su ruina personal y, por consiguiente, en su suicidio.
La novela retrata a Emma Bovary como una antiheroína. Representa la figura de la mujer oprimida en el siglo XIX, limitada a la vida matrimonial y a la maternidad impuesta por la sociedad y los roles de género. A través de la figura de Madame Bovary, Flaubert hace una crítica incisiva a las desigualdades sociales y a las limitaciones impuestas a las mujeres en el siglo XIX. La obra refleja de manera magistral la complejidad de la condición humana y las consecuencias de buscar la felicidad en ilusiones y sueños inalcanzables.
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