lunes, 24 de julio de 2023

"Odio ser madre"

 

¡Hola a todos!

Tras casi dos meses de casada, no sabría decir si la luna de miel continúa o si nunca se ha terminado del todo, porque me siento exactamente igual que me sentía cuando era soltera y vivía con mi novio, al que hoy felizmente puedo llamar marido. Ahora que somos oficialmente una familia, sólo nos resta seguir con nuestras vidas como lo estamos haciendo hasta ahora: queriéndonos, cuidándonos y respetándonos mutuamente. Pero ocurre que, a ojos de la sociedad, somos una familia bastante pequeña. Sólo somos dos. ¿Y los niños, para cuándo? Ah, la inevitable pregunta que levanta tantas ampollas como provoca sonrisas. Hay mucha gente que detesta que le hagan esa pregunta, pues la consideran como una manera que tienen los demás en inmiscuirse en su vida y decirle lo que tiene que hacer.

Lo cierto es que la maternidad es un tema que me he planteado múltiples veces a lo largo de mi vida y en diferentes ocasiones. En mi infancia jugué con muñecas y Nenucos a los que me gustaba cuidar, arropar, dar besos e incluso reñir si se portaban mal; también jugaba a ponerme un cojín por debajo del vestido para ver cómo sería mi imagen si estuviera embarazada, cosa que me llenaba de ternura y grandes deseos de ser madre. Con el tiempo, mi visión mudó debido, quizá, a mi escasa paciencia con los niños o, más bien, a mis nulas habilidades para dirigirme a ellos de manera apropiada. Sus gritos me resultaban insoportables y su comportamiento, irritante. Además, tenía la convicción de que en el mundo no había más lugar para los niños que aquellos espacios que se les habían designado, bien lejos del resto de adultos y donde no molestaran más que a sus padres. Asimismo, veía a los padres como los culpables de provocar mi incomodidad trayendo a sus retoños a los lugares donde yo quería disfrutar y relajarme sin su presencia. ¡Quién me iba a decir a mí que, años después y con un novio de por medio, vería a los niños como criaturas adorables!

El algoritmo de Google es una cosa fantástica. Sabiendo que ya tengo cierta edad, me saltan con frecuencia anuncios de productos que el algoritmo cree que podría necesitar. Esto puede ir desde compresas hasta un seguro de vida, pasando por tiendas de vestidos de novia y, cómo no, clínicas de fertilidad. No sé si tengo problemas de fertilidad, puesto que tomo la píldora para no quedarme embarazada, pero tampoco es un tema que me machaque hasta el punto de que me sentiría una desgraciada si no fuese madre. Supongo que estoy en un punto medio: si las condiciones son idóneas, mi marido y yo nos podemos plantear la idea de tener hijos; si pasa el tiempo y no ha podido ser, no nos torturaremos por no haberlos tenido. Una de las cosas que implica más responsabilidad en esta vida es saber planificar una maternidad, pues no hay nada peor que tener un hijo no deseado.

Bueno, creo que sí lo hay: ser madre porque has querido pero odiar la maternidad.

Odiar la maternidad. Pocas cosas suenan tan monstruosas como esta afirmación, pues va más allá del no querer ser madre: Es considerar que ha sido un error serlo. La socióloga israelí Orna Donath, en su estudio titulado Regretting motherhood: sociopolitical analysis, recoge el testimonio de veintitrés mujeres arrepentidas de haber sido madres. La gran conclusión de estas mujeres es que haber sido madre ha sido el peor error de sus vidas. ¿Significa esto que odian a sus hijos? No son pocos los que podrían llegar a pensar eso, pero no es lo que estas madres afirman (al menos, no todas). Lo que subyace de sus palabras es que se arrepienten de no haber podido vivir sus vidas como se las habían imaginado y de que la maternidad no fuese la experiencia bonita que les habían pintado. En resumen, quieren a sus hijos pero detestan la experiencia de la maternidad. 

Pero, ¿por qué odian la maternidad? ¿Cuáles son los motivos de su odio?

Hay varios factores, en mi opinión y en la de personas más expertas, que podrían empujar a una madre a arrepentirse de la decisión de tomar hijos. Veámoslas una por una:


Sacrificio

Ser madre no es una tarea sencilla que deba tomarse a la ligera, ya que exige grandes sacrificios y responsabilidades. Una madre no deja de ser madre nunca. No puede tomarse unas vacaciones de la maternidad para volver recuperada y con las pilas cargadas, sino que es un trabajo que ocupa todas las horas del día, todos los días del año y todos los años que te restan de vida. Lo que muchas madres arrepentidas odian es que, además de los sacrificios que supone para ellas en cuestión de trabajo o carrera personal, sea una tarea tan poco agradecida y sin remuneración. Mi conclusión es que el ser madres no les reporta ningún otro beneficio que el experimentar la crianza de un hijo, y eso no colma sus necesidades personales y emocionales.


Perfección

Las madres arrepentidas culpan en gran medida a la sociedad por haberles metido en la cabeza la idea de que una madre es un ser de luz intachable al que hay que venerar por encima de todas las cosas. Se espera que una madre sea una criatura perfecta, generosa y benevolente, pero esta imagen está sesgada por una fantasía que no ocurre en la vida real (las madres de los cuentos son idealizadas hasta el extremo). La realidad es que la madre perfecta no existe, pero sí que existen muchas madres negligentes que no han querido o no han sabido criar a sus hijos, llenándolos de traumas e inseguridades. La madre arrepentida se siente culpable por no ser perfecta, y culpa a la sociedad por haberle inculcado el deseo de ser madre y por juzgarla cuando no es el dechado de virtudes que todos esperan que sea.


Impedimento

En los tiempos que corren, hay una especie de propaganda dirigida especialmente a las mujeres para que se queden solas, para que demonicen al hombre y no tengan hijos. El embarazo, la maternidad y la crianza se representan como un estorbo para la mujer que quiere salir adelante por sus propios medios. Y está muy bien que las mujeres puedan tener la libertad de elegir, sin la presión constante del paso del tiempo o del entorno cercano, si quieren tener hijos y dedicarse a su familia. Pero el caso es que hay toda una campaña destinada a desprestigiar la idea de formar una familia, y eso se puede ver en muchos alegatos feministas. Todo lo que rodea a la maternidad se considera maligno y pernicioso para la mujer, desde el amor romántico hasta los piropos, pasando por los vestidos recatados y el color rosa. Gracias a esta campaña de demonización, la mujer considera que la maternidad la hace débil en comparación con el hombre, y por ello la rechaza. Es entonces cuando se idealiza la vida de soltera y toda la libertad que conlleva (viajes, vivir experiencias diferentes cada día, tener una pareja sin ataduras), mientras que la vida de esposa se ve como una especie de cárcel para la mujer. La madre arrepentida ha visto que la maternidad le ha arrebatado su libertad y sus sueños de juventud, que no verá cumplidos, y detesta la experiencia.


Vistos estos factores, es imprescindible volver a la pregunta de base: ¿Se puede querer a un hijo y, aún así, odiar ser madre?

Una de las cosas que denuncian las madres arrepentidas es el verse señaladas por la sociedad cuando admiten odiar su papel como madres. Quedan retratadas como seres monstruosos y antinaturales, y lo cierto es que no puedo dejar de pensar en que una parte de ellas sabe que lo son. La madre arrepentida se escuda en su propio egoísmo, pues considera que siempre se les ha exigido mucho a las madres a cambio de nada y se las ha idealizado, impidiéndoles ser personas imperfectas como cualquier ser humano. En su opinión, se les ha enseñado que la maternidad es algo hermoso y deseable, que es la meta de todas las mujeres llegadas a cierta edad, y no entienden por qué no se sienten felices al ser madres. Y es que la maternidad puede llegar a ser extenuante: el hijo depende de su madre durante mucho tiempo y, para ello, la mujer debe sacrificar una parte de sí misma para dedicarse por entero a su retoño. Nadie dijo nunca que ser madre fuera fácil, pero nada que merezca la pena lo es.

Para llegar a la cuestión de fondo, es necesario saber qué cambios han experimentado las madres arrepentidas para llegar a la conclusión de que ser madre es la peor decisión que han tomado en sus vidas. Afirman que algo cambia en el momento en que se convierten en madres, pero yo opino que ese "cambio" ya se da antes de ser madres; de otro modo, no habrían tomado la decisión libre y voluntaria de tener hijos. También dicen que la maternidad les ha hecho perder amistades y que las excluyen de todos los planes; yo a eso respondo que si se pierden amistades por ser madre, la calidad de esa amistad es bastante baja. Y si las excluyen, será de planes que impliquen ocio nocturno, donde es evidente que no pinta nada un niño pequeño. También están las que dicen que sus conversaciones se limitan a temas que tocan única y exclusivamente al niño. Pues yo creo que eso se debe a que sienten tanto estrés que ya no tienen otro tema de conversación, porque tener un bebé no te resetea ni te anula como ser pensante. Se puede seguir leyendo, informarse, comunicarse con las personas... Tener un niño te quita tiempo, desde luego, pero no te impide seguir haciendo esas cosas.

A mi juicio, vivimos en una época en la que la sociedad ha prosperado y ha salido adelante hasta un punto que jamás nos habíamos imaginado, pero al mismo tiempo ha perdido algo. Nunca hemos vivido mejor que ahora, y se nos instruye en que hay que disfrutar de la vida todo lo que se pueda. Esto implica un desdén hacia la toma de obligaciones y la exigencia de cosas que se consideran derechos, como podría ser el trabajar poco pero cobrar mucho, no ir a ninguna guerra a luchar por unos ideales y no respetar nada que se oponga a nuestros deseos. Poco a poco hemos aceptado ese materialismo como objetivo de vida, un materialismo para el cual no nos importa sacrificar a quien haga falta con tal de cumplir nuestras ansias de placer inmediato. El hijo deja de ser un deseo y se ve como una obligación y una molestia que se trata de evitar con anticonceptivos o con el aborto, cuando no es sustituido por una mascota, mucho más fácil de mantener y que implica menos responsabilidades.

Y, ya para terminar, me surge una pregunta inevitable: ¿Qué pasa con los hijos de una madre arrepentida? Porque aquí sólo se ha hablado de los pensamientos y anhelos de la madre que aborrece la maternidad, pero no sabemos qué piensan o pensarán esos hijos cuando tengan más uso de razón. ¿Qué sentirán al oír a su madre decir que, por culpa de haberles llevado en el vientre, ahora odia su cuerpo lleno de grietas y estrías? ¿Qué pensamientos pasarán por su cabeza cuando se les recrimine que, por darles la vida, han renunciado a sus sueños y aspiraciones y que se sienten frustradas por ello? Es curioso que muchas de estas madres arrepentidas fueran, a su vez, hijas de otras madres arrepentidas o negligentes, que antepusieron su egoísmo a la crianza de sus hijos. No me quiero ni imaginar lo terrible que debe ser para un hijo sentir que es un estorbo para su madre, ni cuántas visitas al psicólogo necesitará para aliviar ese trauma. Un hijo concibe a su madre como el ser más especial del mundo porque es la primera persona a la que ve nada más nacer, la que siempre le acompaña, mima y cuida, la que siempre está ahí para enseñarle y ayudarle en lo que necesite. Con el tiempo y la madurez, comprendemos que las madres son personas y, por lo tanto, no son perfectas. ¿Por qué, entonces, eso no consuela a la madre arrepentida? ¿Acaso no quiere que se reconozcan sus imperfecciones como ser humano? Bajo mi punto de vista, el mensaje de las madres arrepentidas se contradice: Por un lado, quieren que se las reconozca como seres humanos capaces de cometer errores y equivocarse como cualquier otro, pero, al mismo tiempo, detestan que las consideren egoístas y las señalen por verbalizar su odio hacia la maternidad. Pero cada uno debe ser dueño de sus actos y sus palabras, y el día de mañana no debería sorprenderles que su hijo les recrimine su falta de amor hacia él y que la historia se repita como ya se ha repetido con ellas.