¡Hola a todos!
Qué poco falta para que se termine el año, ¿verdad? Muchas cosas han pasado este 2022, que no será recordado como uno de los mejores años de mi vida, pero tampoco de los peores. Mi vida no tiene sobresaltos inesperados, mis seres queridos se encuentran bastante bien y, en general, me puedo considerar una persona feliz. Quizá haga un pequeño repaso de este año más adelante, ya que el tema que me trae aquí es otro.
Hoy, mirando cositas en Instagram, di con la cuenta de una chica que, en sus stories, había subido un dibujo de Occimorons con el siguiente mensaje:
Este Halloween no participemos en actividades que tengan psiquiátricos como escenario para recrear historias de miedo usando a personas con problemas de salud mental. Es estigmatizante y una falta de respeto.
Y yo pregunto: ¿Estigmatizante, por qué? ¿Una falta de respeto, por qué? Si hay algo a lo que el ser humano teme por encima de todas las cosas es la enfermedad mental, ya sea propia o la de otro. De hecho, las grandes historias de terror tienen como gran protagonista la enfermedad mental. No estaríamos hablando de Misery de no ser por la psicótica enfermera Annie Wilkes, ni recordaríamos El Resplandor de no ser por Jack Torrance y sus visiones, que recuerdan mucho a la esquizofrenia paranoide. No habríamos sabido del asesino Ted Bundy, que fue diagnosticado como un psicópata maníaco-depresivo. O tampoco de John Forbes Nash, brillante matemático que padecía un trastorno mental que le hacía romper con la realidad y tener delirios de persecución.
¿Quiero decir con esto que la enfermedad mental es algo terrible que siempre termina en crimen? Desde luego que no; de hecho, con el debido tratamiento, una persona con una enfermedad mental puede llevar una vida perfectamente normal. No todos los esquizofrénicos se están preparando para atacarte porque se lo ordenan las voces de su cabeza, y no todos los psicópatas acaban convirtiéndose en asesinos seriales. Pero hay que reconocer que la enfermedad mental causa un pavor difícil de describir, porque el ser humano es incapaz de comprenderla, tanto si la padece él como si la padece otro. Tememos lo que no conocemos, y si se trata de algo que puede llegar a convertirse en potencialmente peligroso, más miedo nos causará. Pero de ahí a decir que es una falta de respeto o que estigmatiza a quien la padece, hay un abismo muy grande.
Sinceramente, a mí esto de proponer que se quite el tema del psiquiátrico del mundo del terror me parece que es otra de tantas imposiciones que se quieren hacer desde ciertos sectores progresistas. Y como a mí no me gustan las imposiciones, y menos aún cuando tocan mi creatividad, pues he decidido pasar de todo y traeros este cuento que he escrito para celebrar el mes de Halloween. Me haría muy feliz que lo leyerais y comentarais lo que más os gusta y lo que no os ha gustado tanto; eso sí, os pediría que no lo reproduzcáis a menos que me citéis como autora y pongáis un enlace a este blog, que es donde procede.
¡Hasta pronto!
LAS RATAS
¡Es cierto! ¡Todo lo que les he dicho es completamente cierto! Sí, sé lo que están pensando: que soy una persona de mente inestable, con paranoia y alucinaciones. Conozco lo que dicen esos informes que tienen ustedes ahí delante, y les puedo asegurar que todo lo que dicen es verdad. Pero también es verdad, y quiero que me escuchen bien, que todo aquello con lo que sueño se hace realidad.
Esto es difícil de explicar. Mi madre sabría decírselo mejor, pero la pobre ya no está en este mundo. Mi madre, bendita sea, también tenía lo mismo que yo. Ella decía que era un don, un regalo de Dios… pero yo creo que es una maldición. Tiene que serlo. Yo… Mis sueños no deberían hacerse realidad. Si al menos fuesen buenos sueños… Pero lo que yo tengo son pesadillas. Cosas espantosas pasan por mi cabeza, toman forma en mis sueños y cobran vida al despertar. Son productos de mi imaginación exaltada, lo sé, pero eso no los hace menos reales. Están vivos… y vienen a por mí.
Primero vinieron las serpientes. Odio las serpientes, las detesto. Son falsas y traicioneras, y se arrastran de una manera horrible. Las detesto tanto que procuro no pensar en ellas, pero a veces mis pensamientos me traicionan y sueño con ellas. Entonces es cuando se convierten en seres de carne y hueso y reptan hacia mí para atacarme con sus colmillos afilados. ¡No traten de negarlo! ¿Qué saben ustedes de lo que yo veo? Si estuvieran en mi lugar, ustedes también lo verían, pero prefieren fiarse de lo que dicen esos informes, ¿verdad? Los médicos les han contado que esas serpientes no eran más que mis sábanas hechas jirones, pero eran serpientes antes de que yo las matara estrangulándolas.
Sucedió lo mismo con las arañas. Aquella noche soñé con arañas negras y peludas que trepaban por mis piernas y se metían entre mi ropa. ¡Oh, qué asco sentí al verlas! Me causaron tanta repulsa que quería aplastarlas bajo mi zapato, estrujarlas hasta que dejaran de moverse. Y eso hice: las maté una por una, y sus restos se convirtieron en pelusas. Sí, esas mismas pelusas de las que seguramente les han hablado los médicos que me atienden. Durante días estuvieron tratando de convencerme de que había estado pisoteando pelusas. Siguieron sin creerme. No entendían que se habían convertido en pelusas después de que yo las matara. Para ellos fue muy fácil limpiar el estropicio después de que yo hubiera hecho el trabajo sucio. Solo tuvieron que recoger pelusas en vez de cadáveres de araña machacados.
¿Y ahora qué? ¿Qué les han dicho de mí después de lo ocurrido? Que soy un lunático, un demente y un asesino. Pero les vuelvo a decir que yo sé lo que vi. ¡Y lo que vi fueron ratas! ¡Horribles, apestosas ratas! ¡Las odio con todo mi ser! Las serpientes me causan desagrado y por las arañas no siento más que asco, pero las ratas… ¡Oh, las ratas en verdad sacan lo peor de mí! Son asquerosas, repulsivas, con esos dientecillos que lo muerden todo. ¡Ojalá desapareciesen todas las ratas del mundo! De todos modos, ¿para qué sirven? Son una plaga, y las plagas hay que destruirlas. Ratas… ¡Ratas! Aquella noche soñé con ellas, y fue la peor pesadilla que tuve en muchos años. Cuando las vi trepando por mis piernas, supe que era cuestión de tiempo que se convirtieran en criaturas de carne y hueso. Tenía que matarlas, ¿no pueden entenderlo? ¿Qué hubieran hecho ustedes en mi lugar? Estoy seguro de que harían lo mismo que yo: aplastarlas a martillazos si fuese necesario.
A nosotros no se nos permite tener martillos, pero el ingenio del ser humano es brillante cuando se trata de su propia supervivencia. Las ratas aparecieron ante mí a la hora de comer, cuando todos los internos estábamos reunidos en el comedor principal. Aparecieron en la mesa para devorar todo lo que allí hubiera y para morderme las manos, y yo hice lo normal: defenderme. Agarré el tenedor y lo clavé una, y otra, y otra vez en todos y cada uno de esos repugnantes roedores, hasta que todos murieron desangrados. ¿Cómo iba a saber yo que las ratas se iban a transformar en las manos de los enfermos que residen aquí? ¡Yo no tenía manera de saberlo y además tenía que defenderme! Ustedes me entienden, ¿verdad que sí? Ahora es cuando me dirán que me comprenden perfectamente, que lo mismo hubieran hecho ustedes en mi situación. Eran las ratas o yo; no tenía otra alternativa. Yo no quería hacerle daño a nadie. Soy un buen hombre, lo juro. ¡Lo juro! ¡No quería hacerle daño a nadie! Pero las manos mutiladas… Tantos gritos, tanta sangre derramada…
Que Dios me ayude y me salve. El Infierno me aguarda y será una habitación llena de ratas.