Antes de empezar esta entrada, me gustaría lanzar una pregunta al aire: ¿Yo le debo algo a alguien?
Lo digo porque ayer me metí en un grupo en Facebook donde se discutía acerca de los cambios raciales incluidos en la serie La Casa del Dragón, que se emite actualmente en la plataforma HBO. El tema del debate surgía a colación de unas declaraciones del actor Steve Toussaint, quien interpreta a Corlys Velaryon en la serie, y que afirmaba que la oleada de críticas que recibía su personaje se debía a que los espectadores racistas no soportaban ver a un negro interpretando a un personaje rico y noble, y que hubieran preferido verlo como pirata y malhechor. Mi intervención se limitaba a señalar que tal cosa no era cierta: que si los fans criticábamos su elección para tal papel se debía más bien a que no encaja con la imagen que se nos hizo ver sobre los oriundos de Valyria, que suelen ser descritos como de piel pálida, cabellos de color blanco o platino, belleza fuera de lo común y ojos de color lila, índigo o violeta.
Adivinad qué: No tardó en asaltarme el típico defensor de lo políticamente correcto para señalar mi racismo y, de paso, animar a otros a que se unieran a la fiesta. El resultado fue que una horda de guerreros de la justicia social se lanzaron a por mí a insultarme, a tergiversar mis palabras, a burlarse de mí y a ridiculizarme por el simple hecho de haber expresado mi opinión y haber argumentado. Sus ataques pueden resumirse en una frase tan simplista, tan absoluta y tan radical como la que sigue: Si no te gusta el personaje porque es negro, es que eres racista.
Confieso que el insulto me dolió y me hizo sentir molesta. Y no soy la mejor persona del mundo cuando me cabreo, ya que suelo decir cosas de las que quizás después me arrepienta. No quería contestar en caliente porque me conozco y sé que podría estallar, pero eso no significa que sus comentarios no me afecten, sobre todo cuando provienen de personas que no me conocen y que, no obstante, se atreven a juzgarme basándose en su propia ideología para ello. Porque sí, amigos, los progres se valen de su ideología para normalizar cosas estúpidas que ellos ven correctas porque se adapta a su manera de ver el mundo como un lugar bonito, justo e inclusivo para todos. Excepto para los que no piensan igual que ellos, claro.
De primeras, que a mí me moleste una mala adaptación que hicieron de un personaje no me convierte en una mala persona. En el fondo no deja de ser una estupidez, pero esta gente, con argumentos ladinos y tendenciosos, descontextualizan la situación y le dan un matiz negativo que nada tiene que ver. Da igual el tema del que se trate: ellos siempre verán tu crítica como un ataque a la raza o al género, y como son guerreros de la justicia, su deber es señalarte como racista, machista, fascista o lo que sea, solo porque no piensas igual que ellos y te niegas a pasar por el aro que ellos cruzaron alegremente. Es muy común que se pongan a la defensiva y hagan comparaciones con cosas que no son equiparables, buscando la manera de dejarte en ridículo y hacerte callar.
No es la primera vez que ocurre esto. Esta dinámica de aceptar sin rechistar la cuota de inclusividad que ofrecen las nuevas series y películas que salen actualmente lleva unos cuantos años dándose en nuestra sociedad. Pasó algo así cuando se estrenó en teatros la última obra del universo de Harry Potter, titulada Harry Potter y el Legado Maldito, en donde la actriz que interpretaba a Hermione Granger era de raza negra, lo cual la alejaba muchísimo de la imagen cinematográfica que todos teníamos de ella. No fueron pocos los fans que se quejaron de esto y, aunque es bien cierto que cada persona es un mundo y que nunca llueve a gusto de todos, debo reconocer que sus críticas tenían cierta base.
Cuando un escritor concibe una historia, su imaginación dibuja todo tipo de lugares, nombres y escenarios que le van a dar vida y riqueza a lo que quiere contar. Por eso, cuanto más fantástico es el mundo, más curiosos son los parajes por donde van los personajes y más rarezas encontramos. Mundos donde existen los dragones, los ángeles, las sirenas y los elfos; lugares encantados donde las ciudades se construyen en los aires o en el fondo del mar, o incluso en el espacio exterior. Y razas de todo tipo, cada una con sus características definitorias, su historia y sus peculiaridades.
En el mundo creado por George R. R. Martin hay una gran variedad racial, muchas veces dependiendo del lugar de procedencia del personaje. Es más probable que encontremos personas de raza negra en Astapor o en las Islas del Verano antes que en Poniente, donde predominan las personas de raza blanca. Otro tanto ocurre con Valyria y sus habitantes, pues el propio Martin les describió de una forma un tanto similar a los Altos Elfos de Tolkien, con esa majestuosidad y ese aspecto físico fuera de lo común. Y sí, es muy probable que Martin los dibujase blancos en su fantasía. Aunque hace poco declaró en una entrevista que le parecía interesante la idea de haber hecho negros a los valyrios, afirmó que tal idea se le había ocurrido demasiado tarde. En otras palabras, que en su momento se decantó por hacer blancos a los valyrios y no solo eso, sino que también los volvió celosos de la pureza de su sangre, llegando a recurrir al incesto en numerosas ocasiones por su obsesión con mantener pura su sangre valyria. El lore está ya terminado; las características de las diferentes razas ya están establecidas. Entonces, ¿por qué cambiar ahora e introducir a un actor negro cuyo aspecto no encaja con el personaje que interpreta?
La respuesta está clara: agenda política. Las productoras cinematográficas y las diferentes plataformas de televisión están muy puestas en los temas que saben que les van a garantizar más apoyo y subvenciones por parte de los Gobiernos, y da la casualidad de que todo el movimiento progresista es de lo más generoso en ese aspecto. Cuando no es el feminismo el que pide más visibilidad, es el movimiento LGBTIQ+; y cuando este tema ya está muy gastado, le toca el turno de reivindicación al Black Lives Matter. Con el objetivo de alcanzar una mayor visibilización, las productoras deben cumplir una serie de cuotas en pantalla, que pasan por poner a más personajes femeninos inteligentes (cosa que consiguen haciendo que los personajes masculinos sean bobos), a personajes con género fluido o no binario, relaciones homosexuales metidas con calzador y, por supuesto, actores de raza negra interpretando a personajes que fueron concebidos como de raza blanca. Excusas para justificar esto tienen muchas: que si estos cambios no afectan a la trama, que si no se menciona en ninguna parte del material original, que si no te gustan los cambios es porque tienes problemas con ese grupo desfavorecido... Da igual que los cambios choquen con la coherencia de la trama o el lore establecido, o incluso con el propio legendarium del autor. Lo único que les importa es cumplir las cuotas establecidas y cobrar la sustanciosa subvención.
No hace falta más que echar un vistazo a nuestro alrededor para darnos cuenta de que estamos rodeados de agenda política inclusiva. La polémica saltó en su día por la pésima representación del que será el live action de La Sirenita de Disney (también conocida como La Sinegrita), pues el personaje de Ariel pasó de ser una adolescente blanca y pelirroja a una mujer de raza negra que no se parece en nada al entrañable personaje animado. Pasó tres cuartos de lo mismo con la última adaptación de Netflix de Ana Bolena, en la que la segunda esposa de Enrique VIII no solo es interpretada por una mujer negra, sino que además es víctima del patriarcado opresor (y así, de paso, cumplimos la cuota feminista). También se repite la historia en la muy reciente Los Anillos de Poder, creada por Amazon Prime Video, con la inclusión de un elfo de raza negra cuando en el lore original de Tolkien se les describe como criaturas de piel pálida y casi resplandeciente.
Pero, ¿cuál es el problema que los fans tenemos con estas adaptaciones? ¿Será verdad que nos importa más el color de la piel que la trama que subyace en la película? Yo diría que no, y es fácil de demostrar. Para empezar, porque cuando un fan se mete de lleno en el lore de una saga, trata de aprender lo más posible de ella, embeberse de esa cultura fantástica y reconocer a los personajes por sus rasgos físicos. Por eso, cuando distintos artistas dibujan al mismo personaje, cada uno con su estilo, seguimos reconociendo al personaje, porque tiene una serie de rasgos y características que le hacen único.
El problema principal es que los guionistas se saltan una norma y luego no la justifican. Cambian la raza o el sexo de un personaje pero no se molestan en explicar el por qué de ese cambio y las alteraciones que provocará en la trama principal; a cambio, te pondrán delante una lista donde expondrán punto por punto por qué te tiene que gustar su serie o película de turno. ¿Y por qué me tendría que gustar? Mis gustos son muy personales y algo puede gustarme por una cosa o disgustarme por otra, y eso puede ser todo lo arbitrario que yo quiera. El diseño de un personaje es muy importante, llegando en ocasiones a ser indispensable para el éxito de una serie o película. Pero las productoras saben que hay muchos estúpidos que defienden a capa y espada la inclusión y que van a ver sus series y películas. A Netflix, Disney, Amazon y HBO les importa una mierda la inclusión, el feminismo o las cuestiones de género. Lo único que les importa es el dinero, y saben que la inclusión forzada se lo está dando. Y digo más: les importa un carajo el material que están adaptando porque no le tienen el menor respeto. En el fondo, desprecian dichas obras, y la única razón por la que las quieren es porque sienten que es su deber corregirlas. Tolkien, Martin y muchos otros cometieron el gravísimo error de contar su propia historia sin prever las reacciones del BLM, el feminismo y el movimiento LGBTIQ; por eso ahora hay que llenar sus historias de mujeres superpoderosas que no quieren ser salvadas por hombres, de personajes que sufren ansiedad si no les hablan en género neutro, o inclusión de razas sin venir a cuento aunque eso destruya parte de los pilares de la trama. Por eso las productoras toman el discurso progre y se aferran a él, lo hacen suyo y lo utilizan para atacar al que se queja de esto. En el fondo, lo que quieren es que nos sintamos culpables por rechazar los cambios. Reducen el argumento al mínimo absurdo y recurren a la vieja confiable: no te gusta porque eres racista/machista/fascista.
Así me ha sucedido a mí en estos últimos dos días. Después de mi comentario y de abrir debate con otro usuario, me encontré de pronto con una avalancha de wokes que me asaltaron con insultos e intentos de ridiculizarme. Que por qué le daba tanta importancia a la piel y no a los ojos de los valyrios. Que por qué criticaba el cambio de raza si hasta el propio Martin lo aprobaba. Que si lo mío es racismo encubierto. Que si sabes que es un mundo ficticio, ¿no? Que si no veas la serie y ya. Que si eres una racista de mierda. Que si tú eres fea y gorda pero te disfrazas de personajes delgados y atractivos y los demás no nos quejamos. Que te calles la boca de una vez.
A esto hemos llegado con la dictadura progre, lo que no deja de ser curioso. Son los adalides de la justicia social, los guerreros de la tolerancia, expertos en dar voz a todo el mundo... pero cuando difieres de sus opiniones, son los primeros en ridiculizarte, humillarte y cancelarte. Los más atrevidos disfrutan insultando y poniendo fotos tuyas para que todos puedan verte y ponerte cara. Eso es lo que me han hecho a mí. Esos valientes defensores de la justicia han ido todos a una contra mí sin aportar el menor argumento coherente, con el único objetivo de rebajarme y hacerme callar porque mis palabras les molestaban. Porque mi opinión no les gustaba.
¿Queréis saber lo peor? Que esto no se reduce solo a un grupo de imbéciles que pululan por Facebook. Las propias estrellas del celuloide se están metiendo en estos jardines y ahora son los primeros en proclamarse abanderados de las grandes causas y mandar callar a aquellos que no compartan su visión sesgada de la realidad. Le pasó a J.K. Rowling cuando dijo sin tapujos que estaba muy contenta con la versión negra de Hermione dado que ella nunca había dicho de qué raza era la joven bruja... para que tres doritos después vinieran los fans a señalarle algunos párrafos escritos por ella misma en la que habla de la palidez del cutis de Hermione. Le pasó también a Ewan McGreggor con el feminismo en la infumable película Aves de Presa, y ahora ha vuelto a pasar con Morfydd Clark, actriz que interpreta a la versión empoderada de Galadriel en Los Anillos de Poder, que publicó unas stories en Instagram instando a la gente que se queja de la raza de sus compañeros de reparto a que se larguen de su página, que se vayan de internet y que se callen la puta boca (sic).
Todo esto me demuestra, una vez más, que tanto HBO como otras plataformas se están dando cuenta de que a muchos fans no les gustan los cambios que les están imponiendo, y por ello han elaborado un arma contra el fandom disidente, que consiste en echarle la culpa de que no estén satisfechos con los cambios. Se llegó a tal extremo de cinismo que la propia Disney advirtió a Moses Ingram, actriz que interpreta a Reva Sevander en la serie Obi-Wan Kenobi, de que seguramente recibiría muchos ataques de fanáticos en redes sociales por ser de raza negra, cuando cualquiera que conozca un mínimo del lore de Star Wars sabe que esto es absurdo, ya que la Galaxia siempre se ha mostrado como un lugar donde tienen cabida todo tipo de razas, tanto humanas como de otros planetas. Esto me parece de un descaro increíble, y más todavía porque se nota que la campaña de marketing está enfocada a echarle la culpa a otros de lo malo que pase. Cuando el producto no gusta, se culpa al fandom que protesta, se le acusa de todo lo imaginable y así es como se lavan las manos.
Y cuidado, que esto no tiene nada que ver con el acoso que los actores reciben en redes sociales por parte de los sectores más radicales del fandom, que los hay. No defiendo ni defenderé JAMÁS que a un actor negro se le insulte y denigre por su raza. Por muy poco que me guste su elección para el papel, eso no tiene nada que ver con su talento para la interpretación ni mucho menos con su color de piel. Por eso no defiendo que a Halle Bailey se la haya insultado, o que Steve Toussaint reciba ataques racistas. Sus argumentos para defenderse no son los acertados, ya que proyecta el odio de unos pocos a todo el fandom disidente, y eso tampoco está bien. Los fans tenemos el mismo derecho a opinar que el resto del mundo, así nuestras opiniones resulten impopulares para el sector progre. Lo que las productoras parecen no entender es que los fans no somos sus hormigas, que tenemos pensamiento y gustos propios y que podemos elegir qué consumir y cómo nos gusta consumirlo. Y eso no nos convierte en malas personas.
Llevo ya una temporada en la que estoy más que harta de los progres. Entre Juego de Tronos, la película de Lightyear, la Casa del Dragón y ahora la reciente Los Anillos de Poder, me siento agotada física y mentalmente. Estoy harta de sus argumentos estúpidos, de que me insulten por querer explicar mi punto de vista, de ser demonizada por pedir criterio y coherencia. Quiero que me dejen en paz, que me dejen opinar y que aprendan a tener respeto hacia los demás. Me he estado planteando hacerme una cura de redes sociales apartándome una temporada, sobre todo por mi salud mental. He llegado incluso a pensar en autocensurarme y a evitar dar mi opinión para evitar ataques como el que he recibido estos días, pero eso me repugna y me parece que es como darles la razón. Pero aunque no me faltan ganas, no seré como ellos y no oirán de mí la frase que pone título a este artículo. No les mandaré callar.
Porque yo sí sé mostrar respeto hacia los demás aunque sus opiniones no coincidan con las mías.