¡Hola a todos!
Y llegamos ya a agosto, el segundo mes del verano. Supongo que muchos de vosotros pronto empezaréis las vacaciones, que bien merecidas las tenéis, pero yo tengo que seguir trabajando para amasar la inmensa fortuna que tengo pensado reunir para construirme un castillo en la montaña, con casinos y furcios incluidos. ¿Qué pasa? ¿Es que una chica no puede soñar?
En fin, espero que lo estéis pasando de maravilla este verano y que lo disfrutéis de la manera más sana y divertida posible. Yo intentaré aprovechar lo máximo posible de este verano siempre que el tiempo me lo permita. Seguiré leyendo y escribiendo, por supuesto, y por mucho trabajo que tenga voy a actualizar el blog lo más seguido posible. ¡Espero poder seguir viéndoos por aquí!
Aquí os dejo la leyenda que corresponde a este mes, que es una de las más famosas de toda Galicia y cuyo emplazamiento todavía se puede visitar, ^^*
La cueva del Rey Cintolo
Cuenta la leyenda que hace mucho, muchísimo tiempo, antes de que existieran los pueblos y comarcas tal y como los conocemos, muy cerca de las tierras de Mondoñedo había una zona conocida como Bría, un próspero reino donde el Rey Cintolo gobernaba con benevolencia y sabiduría sobre todos sus súbditos, que le tenían por un soberano magnífico.
El Rey Cintolo era dueño de incontables territorios en la comarca y además vivía en un castillo de enorme grandeza con su única hija, la princesa Xila. De esta muchacha se decía que era tan bondadosa como su padre, lo que, unido a su estremecedora hermosura que dejaba asombrados a todos cuantos la veían, hizo que sus súbditos la adoraran y respetaran tanto como a él.
Sabiendo esto, no es de extrañar que a Xila no le faltaran pretendientes. Todos los caballeros que llegaban a la corte del rey suspiraban por obtener la mano de la princesa, pero el Rey Cintolo no veía de buen grado las pretensiones de aquellos caballeros. Sabía que no eran personas dignas de fiar, pues era bien sabido que todos ellos habían ascendido en su clase social a base de traiciones, asesinatos y enfrentamientos en múltiples batallas, y además solo querían contraer matrimonio con la princesa con vistas a tener acceso a la enorme riqueza de su padre. Por eso, el Rey no tenía prisa por casar a su hija.
Pero ocurrió que un día llegó a Bría un joven conde llamado Hollvrudet que se personó ante el Rey para presentarle sus respetos. Era este conde un hombre distinto a todos cuantos había visto el Rey Cintolo; no tenía un gran séquito, como aquellos caballeros que buscaban hacerse notar, pero en cambio era abierto y cordial, y su gente le quería bien. Al conocerle un poco más, la princesa Xila empezó a sentir una gran atracción por Hollvrudet, pues además era un joven apuesto que supo ganarse el aprecio de todos y el amor de la princesa. La sonrisa de Xila cada vez que hablaba de Hollvrudet era tan luminosa que el Rey Cintolo no tardó en alentar al conde con esperanzas de que pudiera casarse con su hija.
Sin embargo, pronto habrían de cambiar las cosas en el reino de Bría. A los pocos días, un numeroso ejército de hombres a caballo con un gran número de armas entre sus posesiones llegó al reino de Cintolo y acampó en el lugar como si se dispusiera a tomar la plaza por la fuerza. Era el rey Tuba de Oretón, hombre rudo y muy acostumbrado a conseguir todo lo que quisiera a fuerza de chantajes y amenazas. El rey Tuba envió varias cartas al Rey Cintolo para comunicarle el propósito de su visita: estaba decidido a casarse con la princesa, y por ello le exigía al monarca que dialogaran para establecer los términos del casamiento; de no cooperar, Tuba estaba dispuesto a tomar el castillo por las armas y llevarse a Xila a su reino.
Ante la amenaza de Tuba, todas las gentes del castillo, incluido el Rey, se sintieron atemorizadas. Nadie sabía qué hacer para resolver aquella situación, pero el conde Hollvrudet tomó la palabra y anunció que estaba dispuesto a enfrentarse en combate a Tuba por el amor de Xila. Su destreza con las armas era de sobra conocida por todos, y el amor que sentía hacia la bella princesa le daba fuerzas para enfrentarse a quien fuera por ella. Estaba convencido de que iba a vencer.
Tuba, rey de Oretón, no tenía exactamente el porte y la apariencia de un gran guerrero, pero tenía a su favor un don que le daba ventaja. Era lo que en Galicia se conoce como meigo o brujo, por lo que sus armas en el combate no eran la espada, ni el puñal, ni el garrote, sino la magia. Así, se reunió con otros brujos que formaban parte de su séquito y entre todos tramaron un encanto con el que poder derrotar al joven conde.
Dio comienzo el combate, y estaba claro que la superioridad de Hollvrudet le haría salir victorioso del lance. Pero entonces, Tuba y sus magos pronunciaron el encantamiento, y un gran estruendo causado por un trueno hizo que temblaran hasta los pilares de la tierra. Toda la comarca de Bría se estremeció al oír semejante alboroto. El castillo del Rey Cintolo se vino abajo y todas las gentes salieron de él despavoridas, quedando muchos de sus ocupantes sepultados entre los escombros. Hollvrudet consiguió salir ileso y consiguió llegar hasta el rey Tuba, al que atravesó con su espada. Pero de regreso al castillo vio que había sido tragado por un enorme agujero que se abría bajo él. Hollvrudet se adentró en el agujero, pero solo vio extrañas columnas, corrientes de agua, serpientes y lechuzas... pero de las gentes del castillo no había ni rastro. El castillo, con el Rey Cintolo y la princesa Xila, había desaparecido bajo tierra y desde entonces no se sabe nada de su paradero.
Aún hoy hay quien afirma que la princesa Xila sigue atrapada dentro de la cueva, pues uno de los brujos de Tuba, obediente a su señor, la mantiene retenida contra su voluntad. Sin embargo, la princesa tiene permiso para salir todas las noches a las doce durante unos minutos, y ella aprovecha esos escasos instantes para buscar a su amado por los alrededores. Si alguien pasa por delante de la cueva a esa hora, es muy posible que vea a la muchacha, pero el brujo de Tuba también estará vigilando y capturará a la persona que se acerque a ella para llevársela a la cueva y tenerla allí prisionera. También existe la creencia popular de que acercarse a la verja que cierra la cueva tras la medianoche del viernes y pronunciar tres veces el nombre de Xila es un remedio infalible para quitar los obstáculos que entorpecen la unión de dos personas enamoradas.