viernes, 1 de junio de 2018

La leyenda del mes: La villa anegada


¡Hola a todos!

Madre mía, un mes entero sin publicar entrada... La verdad es que se me ha pasado por completo. Como este mes me lo he tomado de vacaciones y he estado de aquí para allá sin parar, pues se me ha olvidado escribir entradas para el blog. Pero no he desaprovechado el tiempo, pues me he dedicado a poner en orden las ideas para mi novela, corregir detalles que se me habían pasado y elaborar un contexto más detallado. ¡Y he empezado por fin a escribirla tal y como yo quiero! Voy poco a poco y sin prisa porque quiero hacerla bien, pero ahora quiero continuarla sin detenerme más que para tomarme algún descanso. He vuelto a mi rutina de trabajo con las pilas bien cargadas y con ganas de hacerlo todo lo mejor posible. Deseadme suerte! ^^*

Y, para empezar el mes, os voy a dejar una leyenda de mis preferidas por tocarme bastante cerca, pues se dice que esta leyenda tiene su origen en una playa que me queda muy cerca de casa y a la que voy todos los veranos siempre que puedo.

¡Espero que os guste!


La villa anegada




Cuentan las historias que hace mucho, muchísimo tiempo, había en Viveiro una villa situada en las cercanías de la playa de Area, a orillas del mar Cantábrico. Allí, reluciente y dichosa, la villa de Estabañón prosperaba y vivía una época de lujo y bienestar gracias a la riqueza que proporcionaban el mar y la tierra. Las casas eran pequeñas pero buenas y bien amuebladas, y sus habitantes se ataviaban con telas muy ricas y joyas de gran valor. Comían manjares exquisitos todos los días y se distraían gozando de divertidos espectáculos. Todo allí era cantar, bailar y reír.

Pero ocurre que el exceso de lujo y ocio convirtió a las gentes de Estabañón en seres egoístas, pendencieros y vanidosos. Sus vidas eran tan vacías que los vecinos discutían entre ellos por cualquier menudencia. Para ellos no había nada más importante que comer bien, vestir bien y pasarlo bien. No se preocupaban de las desgracias del prójimo ni sentían compasión por nadie. Por eso, como sucedió con Sodoma y Gomorra, Dios quiso tentarlos para ver hasta dónde llegaba la negrura de sus corazones.

Una mañana de invierno, dicen que el Señor se encarnó en la figura de un mendigo y apareció a las puertas de la villa de Estabañón. Vagó por sus callejuelas y comprobó con pesar la riqueza excesiva de la que hacían gala aquellas gentes y de la vanidad que les anegaba el alma. Pero quizá había entre ellos alguien de buen corazón que quisiera compartir su riqueza con un pobre mendigo que pidiera un mendrugo de pan para saciar su hambre.

En una plaza, el Señor vio a un zapatero que volvía a su taller cargando con un cesto lleno con toda clase de frutos. Entonces, acercándose a él con humildad, le pidió al zapatero que le diera, por amor a Dios, un trozo de pan, aunque fuese del pan que le hubiera sobrado del día anterior. El zapatero, que andaba inmerso en sus cavilaciones, se enfureció con el mendigo por haberlo distraído y, con rabia, le arrojó una piedra para ahuyentarlo.

Y entonces llegó el castigo. Con el corazón lleno de amargura y voz firme, el Señor bramó: ¡Arrevírate vila, o d'abaixo para riba! (¡Date la vuelta villa, lo de abajo para arriba!). Y una terrible vaga de mar asoló de manera implacable aquella ciudad mezquina, y todos sus moradores, las casas y las riquezas acumuladas quedaron sumergidas bajo la arena. Pero cuenta la leyenda que, en los días en los que hay un buen sol, se pueden ver desde ciertos lugares las torres de las iglesias y, a veces, escuchar el tañido suave de sus campanas.


Espero que os haya gustado. ¡Hasta pronto!

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