sábado, 23 de diciembre de 2017

Felicidad para todos


¡Hola a todos!




¡Y felices fiestas desde la Biblioteca de Laura!

Deseo para vosotros que este nuevo año que está por venir os traiga todos los éxitos y felicidad que merecéis. Por mi parte, y como viene siendo habitual en mí, no pienso rendirme ante nada ni nadie. Quiero empezar el año con ganas de hacer mil cosas, y aunque es posible que novecientas se me queden por el camino, sé que esas cien que consiga llevar a cabo me llenarán de una dicha sin igual.

¡Que seáis muy felices, amigos lectores! ¡Hasta el año que viene!

miércoles, 6 de diciembre de 2017

El Rincón del Lector VIII: El Cuento de la Criada


¡Hola a todos!

Pues aquí estamos un día más en la Biblioteca. ¿Y qué es una biblioteca si en ella no se habla de libros? Sí, ya sé que no suelo subir a menudo posts en los que hago críticas de libros (y cuando las hago suelen ser destructivas, así que...), pero esta vez me apetecía hacer una reseña sobre una historia que se ha convertido en un auténtico hito dentro de las distopías y una serie de éxito en la HBO. Estoy segura de que muchos la habréis visto: se trata de El Cuento de la Criada. Como digo, la serie se ha hecho muy conocida y tiene una amplia legión de fans, pero me parece que la mayoría de reseñas sobre la historia proceden de gente que ha visto la serie y no se ha leído la novela. Bien, pues yo la he leído y he decidido hacer mi pequeña aportación. Espero que os guste!


Título: El Cuento de la Criada

Autor: Margaret Atwood

Editorial: Círculo de Lectores

Nº de páginas: 398 págs.

Año: 1985

Sinopsis: Amparándose en la coartada del terrorismo islámico, unos políticos teócratas se hacen con el poder y, como primera medida, suprimen la libertad de prensa y los derechos de las mujeres. En la República de Gilead, el cuerpo de Defred sólo sirve para procrear, tal como imponen las férreas normas establecidas por la dictadura puritana que domina el país. Si Defred se rebela –o si, aceptando colaborar a regañadientes, no es capaz de concebir- le espera la muerte en ejecución pública o el destierro a unas Colonias en las que sucumbirá a la polución de los residuos tóxicos.


RESEÑA (sin spoilers)

No es fácil reseñar un libro como éste. Cuando una historia como El Cuento de la Criada se hace tan famoso en un tiempo récord, es habitual que aparezcan hordas de fans dispuestos a saltar sobre aquellos que tengan el atrevimiento de sacarle un solo defecto al libro que adoran, y me temo que es lo que puede pasar con mi reseña.

Compré El Cuento de la Criada porque sentía muchísima curiosidad por saber cómo era la historia de la que todo el mundo está hablando. A raíz del enorme éxito de la serie emitida en la HBO y del fenómeno fan que ha surgido, mi interés por esta novela creció y decidí darle una oportunidad en cuanto se me presentó la ocasión. ¿Y qué me ha parecido su lectura? Pues debo admitir que tengo sentimientos encontrados y al final me ha quedado un sabor agridulce en la boca.

El Cuento de la Criada es una novela que podría encuadrarse en el género de la ciencia ficción distópica, el mismo al que pertenecen obras como 1984 o Un mundo feliz, aunque el ambiente opresivo y angustioso que nos presenta Atwood recuerda más a Orwell que a Huxley. El Cuento de la Criada nos presenta un mundo en el que un grupo de políticos teócratas que se hacen llamar los Hijos de Jacob han llegado al poder dispuestos a imponer una serie de normas que, según ellos, harán que la nueva República de Gilead (los antiguos Estados Unidos) alcance la grandeza a ojos del mundo entero y de Dios. Y lo primero que hacen nada más tomar el control de la situación es suprimir la libertad de prensa y arrebatar a las mujeres todos los derechos que tenían. Esta premisa de recorte de libertades y anulación de derechos es común en todas las distopías, solo que novelas como 1984 o Un mundo feliz lo desarrollan en el buen sentido y El Cuento de la Criada en el malo o, si no en el malo, en el básico.

Pero analicemos el libro poco a poco. La idea en sí misma está muy bien. El argumento es interesante y plantea un modelo de distopía que se ve poco en la literatura: una dictadura basada en el fundamentalismo cristiano. A través de los ojos de Defred, la protagonista, vemos cómo es la República de Gilead, esa nueva Jerusalén que los Comandantes quieren recrear. La sociedad está separada en castas, los placeres y libertades han sido suprimidos y se aplican severos castigos a aquellos que intentan rebelarse contra el gobierno. El ambiente es opresivo, y podemos sentirlo perfectamente en las palabras y pensamientos de Defred, que reflejan tanto su propio miedo como el de la gente que la rodea, ya sean hombres o mujeres.

Otro punto a favor es, precisamente, la narración en primera persona. Defred narra su propia historia alternando con frecuencia entre el pasado y el presente, entre la vida que llevaba antes junto a su marido y su hija y la nueva vida que se le ha impuesto contra su voluntad. Esto ayuda al lector a empatizar con ella y a ver la situación desde su punto de vista. El hecho de que sea una Criada, una casta mal mirada por el resto de personas, es interesante porque nos muestra la brutal reducción de derechos que han sufrido las mujeres y las humillaciones que deben soportar para ganarse un puesto dentro de esa rígida sociedad y no acabar en las Colonias, unos vertederos de residuos tóxicos de los que nadie vuelve con vida.

Sin embargo, entramos aquí en lo que yo considero que es la parte mala del libro que, por desgracia, es todo lo demás. Aunque ya he dicho que la idea es buena, me ha dado la impresión de que está mal desarrollada. Hay varias incoherencias en los marcos cultural y sociopolítico que me han llevado a hacerme muchas preguntas que el libro no contesta. Partimos de la base de que la autora encuadra su Gilead en el ecuador de la década de los 80, momento en el que las mujeres empezamos a hacernos más visibles y en el que se afianzaron los derechos y libertades que ya habían reclamado las pioneras feministas de los años 60. Entonces, ¿cómo es posible que llegara a instaurarse un gobierno ultraconservador y radical, y que la gente lo asimile en cinco años como mucho? ¿Tan fácil ha sido dar un golpe de Estado, hacerse con el poder y eliminar derechos sin más ni más? ¿Nadie ha podido frenarles los pies a los golpistas? Comprendo que es mucho más difícil conseguir derechos que quitarlos, pero me ha parecido que esto quedaba muy precipitado en la novela. Como ya he dicho, en menos de cinco años toda la sociedad gileadiana ha sido educada en los principios del nuevo régimen y ha aceptado su suerte con resignación bovina.

Otro punto importante sobre el que orbita todo el argumento es el asunto de la concepción y la natalidad. Al parecer, el excesivo control de la natalidad que se había llevado a cabo hasta entonces, sumado a la esterilidad que sufre gran parte de la población debido a la contaminación y las guerras bacteriológicas, ha hecho que el nacimiento de un niño sano sea casi un milagro. Es aquí donde entra en juego el sistema de castas propuesto por Atwood. La sociedad femenina gileadiana se divide en Esposas de Comandantes, Marthas (las que sirven a las Esposas y realizan las tareas de la casa) y Criadas (mujeres fértiles a las que el gobierno utiliza como incubadoras humanas para que gesten y den a luz a los hijos de los Comandantes). De entre todas las mujeres, las Criadas son las que sufren la mayor supresión de derechos, puesto que no tienen nombre propio (su nombre no es más que la preposición “de” y el nombre del Comandante al que sirven), sus cuerpos están a disposición de los Comandantes y de las Esposas, y ni siquiera tienen derecho a criar a sus hijos puesto que, por ley, no les pertenecen.

Entramos aquí en lo que creo que ha provocado el fervor hacia este libro. La sociedad que presenta Atwood es terriblemente represiva con las mujeres, lo que encaja con su planteamiento de gobierno distópico, pero también presenta algunas incoherencias que no ha sabido o no ha querido salvar. Una de las cosas que más me ha llamado la atención es que todo el mundo parece odiar a las Criadas. Defred no para de decir que la Esposa de su Comandante la detesta, las Marthas que trabajan en la casa rezongan cada vez que la ven y las Econoesposas vuelven la cabeza con desprecio para no mirarla. Esto me parece una incoherencia si tenemos en cuenta que uno de los principios sobre los que se basa la República de Gilead es la procreación. En un mundo en el que los vientres fértiles escasean y las Criadas son de las pocas mujeres que pueden quedarse embarazadas, éstas deberían ser tratadas como diosas. Para hacerlas más sumisas o proclives a la humildad, podrían tenerlas custodiadas en lujosos palacios, jaulas de oro alejadas de la contaminación, del vicio y de la corrupción, y educarlas para la misión que se les ha encomendado para que la lleven a cabo con la alegría y entusiasmo propios de un sectario. En vez de Criadas, deberían ser Esposas, pues son las que ofrecen la posibilidad de que los Comandantes puedan tener descendencia. Pero no, resulta que las preparan para ser yeguas de parto mediante ritos que buscan la humillación de la mujer por los miembros de su propio sexo. Las Esposas las odian porque las ven como la representación de su propio fracaso para quedarse embarazadas (por ley, solo las mujeres son estériles, aunque son muchos los hombres que no pueden procrear), y en cierto modo puedo entenderlo. Pero lo que no entiendo es por qué las odian las Marthas, si a ellas ni les va ni les viene que haya una Criada en la casa.

Otra incoherencia que he visto es el modo en que se lleva a cabo la división de castas. ¿Hasta qué punto están obligadas las mujeres a ser Criadas? Defred no nos dice gran cosa al respecto. Sabemos que los médicos son los que certifican si una mujer es fértil o no, pero nadie obliga a la mujer a ser Criada, por lo menos en la novela. Existe el rango de las Econoesposas, que son las mujeres que están casadas con hombres de bajo rango y que cumplen las funciones tradicionales de la mujer: ser madre, ama de casa y esposa. Aunque es poco frecuente, las Econoesposas pueden quedarse embarazadas y tienen más libertad que las Criadas. Además, la propia Defred dice que es Criada porque ella misma ha elegido serlo. Podría haber escogido ser Econoesposa y aun así prefirió ser Criada. Si os soy sincera, yo no la entiendo. Ser Criada no mejora su situación de cara a tomar contacto con grupos de resistencia o a encontrar a su desaparecida familia, y tampoco se puede decir que goce de privilegios especiales por su condición. Así que no entiendo a qué viene tanto revuelo por la situación de Defred, si es lo que ella ha escogido ser.

Y, ya que he hablado de Defred, voy a decir un par de palabras sobre este personaje al que todos han encumbrado como el nuevo icono del feminismo. Puedo entender que el lector se ponga en su piel y trate de empatizar con ella, y que el hecho de que sea una mujer a la que han separado de su marido y su hija para convertirla en una máquina de parir parezca suficiente como para compadecernos de ella. Sin embargo, los detalles que va revelando la propia Defred a lo largo de la historia nos muestran a una mujer sin personalidad que no lucha para intentar escapar de la situación en la que está metida. En una trama que parece predecir una rebelión por parte de la protagonista contra el gobierno, la autora ha preferido poner a Defred como una especie de cronista que nos describe hasta los más ínfimos detalles de las cortinas de su habitación, pero que no se molesta en hacer referencia a la situación política en la que está sumida su país. Defred se mueve por la historia como un fantasma insulso al que parece darle igual todo; es cierto que trata de decirnos que sí, que el gobierno es muy represivo y las mujeres no tienen derechos, pero tampoco parece que le importe gran cosa, ni siquiera el paradero de su hijita; de hecho, piensa más en las ganas que tiene de fumar un cigarrillo que en su niña, lo que dice mucho de Defred como persona.

En realidad, Defred no es más que un peón que pasa por diversos acontecimientos sin hacer nada digno de mención. Carece de personalidad, de actitud, e incluso de descripción. Es un ser completamente vacío que se lamenta de su situación pero que no busca la manera de huir de ella. La famosa Ceremonia, ese momento en el que debe abrirse de piernas para que el Comandante copule a su antojo, no es para ella más que un proceso que le causa más molestias que verdadera humillación; y accede sin problemas a todos los requerimientos del Comandante, al que considera solo un poco excéntrico. Ve cómo adoctrinan a sus compañeras a través de insultos a la sexualidad y participa sin problemas en estos rituales, sin que se le mueva un solo pelo o proteste de alguna manera. Le pasan cosas que provocarían un amplio abanico de emociones negativas a cualquiera, excepto a Defred, porque su autora la ha concebido como un maniquí sin emociones con el que resulta difícil congeniar.

Y esto es básicamente El Cuento de la Criada. Un argumento que promete mucho y una sociedad distópica que busca remover conciencias con respecto a los derechos de las mujeres, apelando a un posible futuro en el que líderes políticos como los Comandantes podrían hacerse con el control de los países más liberales y avanzados, y arrebatarles todo tipo de libertades para ir en pos de su visión de lo que debería ser la Tierra Prometida. Pero, si queréis mi opinión, me da lástima que esta novela haya transcurrido de esa manera. A pesar de que tiene en sus manos una premisa de lo más interesante, Atwood ha preferido escribir un inmenso alegato a favor del feminismo a costa del manido cliché de criticar el Cristianismo. Podría haber escrito una novela crítica de verdad, con un mensaje de advertencia para la sociedad hablando de los peligros que supone permitir que un gobierno totalitario tome el control. Pero me temo que se ha quedado en nada, pues el mensaje que supuestamente debía transmitir a mí no solo no me ha llegado, sino que me ha aburrido por completo.


¡Y hasta aquí por hoy, amigos! ¡Nos vemos pronto!

viernes, 1 de diciembre de 2017

La Barbie del mes: Princesa de Corea


¡Hola a todos!

¡Y por fin estamos en el último mes del año! ¿Qué tal lo habéis pasado hasta ahora? ¿Ha sido este un buen año para vosotros? ¿Se han cumplido todos los propósitos que os hicisteis en enero u os queda alguno por hacer? Como de costumbre, toca hacer balance o una especie de examen de conciencia de lo que se ha hecho a lo largo del año, aunque no sé si voy a hacerlo en este blog; todavía tengo tiempo para pensarlo.

Lo que sí quiero hacer es desearos a todos un feliz mes de diciembre, con las fiestas navideñas a la vuelta de la esquina, y que os lo paséis todo lo bien que podáis. Nunca sabemos qué nos deparará el año que viene pero yo deseo de corazón que tengáis un año muy, muy feliz.

Y pasemos a despedir el 2017 con la Barbie que corresponde. A ver qué idea se me ocurre para el calendario del año que viene!

Nos vemos!


Princesa de Corea




Una linda chica admira la ciudad desde un kung (palacio) en Seúl. Su pelo oscuro brilla con el sol resplandeciente. La princesa está contenta porque pronto será el día del Sol Nal, año nuevo, que marca el primer día de primavera. Primero, la familia honra su patrimonio. Luego, el día se torna en celebración, especialmente para los niños. Los niños vuelan cometas. A la princesa le gusta jugar a yut nori (un juego que se juega con un palo). Los músicos tocan bella música con sus gongs y tambores.

Me encanta todo lo que viene del lejano Oriente, en serio. Japón y China siempre han despertado mi imaginación por lo exótico de sus costumbres y su cultura, pero últimamente me estoy metiendo un poco en Corea (la del Sur, la que mola) y he descubierto cosas muy interesantes. De esta Barbie me gusta mucho su llamativo peinado y los rasgos tan delicados de su cara. El hanbok que lleva es colorido y alegre y tiene detalles muy bonitos.


¡Y hasta aquí por hoy, amigos! Nos vemos muy pronto.