Lo cierto es que Velázquez nunca presenció el acontecimiento. Es más: su intención nunca fue plasmar exactamente cómo sucedió. La rendición de Breda fue un cuadro que conmemoraba un hecho real: la capitulación de la ciudad holandesa de Breda ante el sitio de las tropas españolas en 1625. Pero lo que Velázquez pretendía no era representar el hecho de forma fidedigna, sino captar una esencia: la de la España de los reyes de la casa de Austria. Un imperio que vence, pero que jamás humilla. Velázquez lo representó como un general victorioso al servicio de la Corona que posa su mano sobre el hombro del holandés vencido para impedir que se postre ante él durante la entrega de las llaves de la ciudad. Sin embargo, este hecho jamás ocurrió así. Cuando Velázquez empezó a pintar La rendición de Breda ya habían transcurrido unos diez años desde el suceso, tiempo suficiente como para que realidad y ficción distorsionaran parte del acontecimiento. Velázquez gustaba de investigar a fondo antes de pintar sus cuadros, y en esta ocasión hizo otro tanto.
La historia comienza en agosto de 1624, cuando el general Ambrosio Spínola, militar de renombre y gran estratega, se puso al mando de los tercios de Flandes y cercó por sorpresa la ciudad de Breda. En aquel momento, Breda estaba dentro de las fronteras de las Provincias Unidas (actual Holanda), la zona protestante de los Países Bajos que a finales del siglo XVI se libró del yugo de los Austrias y se había convertido en la pesadilla de la monarquía española debido a la tremenda competencia que Holanda ejercía en el plano naval y comercial. La acción de Spínola habría de servir de correctivo a la insolencia flamenca, así como una acción para recuperar un punto fronterizo estratégico.
El 2 de junio de 1625, tras nueve meses de agotador aislamiento, el gobernador de Breda, Justino de Nassau, se rindió. La noticia provocó una explosión de júbilo en España. Tres días después de la rendición, se produjo el acto oficial de capitulación, en el que la magnanimidad de Spínola quedó fuera de toda duda. Prohibió cualquier agresión a las tropas holandesas que abandonaban la ciudad, no impuso demasiadas presiones para que los habitantes de Breda renunciaran a su fe protestante e incluso alabó el valor que habían mostrado sus oponentes.
Pero, a pesar de que el acto de capitulación dejó para la posteridad momentos realmente honrosos, no ha quedado testimonio de que Nassau le hiciese entrega a Spínola de las llaves de la ciudad. La escena que muestra el cuadro de Velázquez fue en realidad una invención del dramaturgo Pedro Calderón de la Barca para su obra El sitio de Breda, escrita hacia 1626. Velázquez nunca ocultó la inspiración para su cuadro y, de hecho, los propios protagonistas del lienzo parecen estar representando una escena de teatro con un decorado de fondo. Pero posiblemente ese toque teatral ha hecho posible que a nosotros haya llegado el verdadero significado que Velázquez quería darle a su cuadro: la hidalguía como el valor español más universal de la época.
Un análisis más detallado del cuadro nos ayudará a comprender mejor los secretos y misterios que esconde. La escena en sí es muy sencilla: En un paisaje donde todavía humean los restos de la batalla, los españoles están a la derecha y los holandeses a la izquierda. Ambos grupos llevan vestimentas diferentes y armamento desigual; los españoles llevan lanzas, mientras que los holandeses llevan picas. El protagonismo del cuadro recae sobre los dos personajes principales, situados en el centro de la composición. El general Ambrosio Spínola recibe las llaves de Breda que humildemente le ofrece Justino de Nassau en señal de rendición y sometimiento.
La obra de Velázquez se caracteriza principalmente por la tranquilidad, el sosiego y el respeto profundísimo por los personajes que aparecen en cada uno de sus cuadros, y en La rendición de Breda no se hace una excepción. Nassau se inclina ante Spínola en un acto de total sumisión, reconociendo la supremacía no sólo del vencedor sino de los reyes de la casa de Austria. Spínola, en gesto cariñoso, posa su mano sobre el hombro de Nassau para impedirle que se arrodille ante él, haciendo gala de una gran cortesía y magnanimidad. Velázquez muestra el tema bélico con una increíble sensibilidad: Sólo la humareda del fondo da una idea de la batalla que allí se ha llevado a cabo. No hay soberbia ni violencia; al contrario, el general español hace gala de una extraordinaria clemencia y compasión hacia el enemigo vencido.
La entrega de llaves, símbolo del poderío español, es el centro del cuadro y llama la atención del espectador a ese punto concreto. Pero a ambos lados de Spínola y Nassau están sus soldados. Podrían haber sido meros figurantes, pero el pincel de Velázquez los ha dotado de rasgos propios y expresiones características. Es destacable el hecho de que casi ninguno esté prestando atención al solemne acto de entrega de llaves. Parecen estar ensimismados en sus pensamientos, pero sus caras reflejan una emoción común: El cansancio. El sitio de Breda, y las guerras holandesas en general, supusieron un esfuerzo enorme para las arcas españolas, algo de lo que el propio Velázquez era consciente.
Al contemplar el lienzo, el espectador necesita tiempo y atención para captar múltiples detalles en torno a sus numerosos personajes. En el bando español, por ejemplo, Velázquez colocó casi escondido a un soldado tocando el pífano, instrumento característico de la soldadesca junto con el tambor. Los personajes colocados en la retaguardia muestran la imagen arquetípica de los temidos tercios de Flandes: soldados bigotudos y patilludos. Junto al caballo, hay una figura aislada que mira con seriedad al espectador; algunos estudiosos han identificado a este soldado como el propio Velázquez, que ya hizo lo mismo en dos lienzos más: La adoración de los Reyes Magos y Las Meninas.
Si uno observa con detenimiento los dos bandos representados en el lienzo, se dará cuenta de que Velázquez parecía querer mostrar una cierta simetría. Nos percatamos de ello al fijarnos en los dos caballos que sirven para delimitar los grupos de soldados, pues parecen la misma figura vista de frente y de espaldas. También en los dos arcabuceros que portan su arma al hombro, en postura idéntica, en uno y otro bando. El paralelismo se rompe levemente en las picas y alabardas que portan los soldados: Son más numerosas las picas en el bando español que en el bando holandés. Además, en la parte española las armas se alzan rectas en su mayoría, en contraste con la dejadez de las alabardas holandesas.
Y, por supuesto, no podemos obviar los elementos más curiosos del lienzo, como esos soldados que se pueden ver tras la llave de Breda, cuyos uniformes son de colores inconcebibles en la vestimenta militar (rosa y amarillo pálido, azul celeste y verde pastel). O también en ese pedazo de papel en la esquina inferior derecha, cuyo significado se desconoce. ¿Que pretendía mostrar Velázquez pintando un papel en el suelo? ¿Acaso un detalle claro que destaca sobre un fondo oscuro? ¿Quizás un documento en concreto, un documento pisoteado como si no valiera nada? Hay que pensar que en aquellos tiempos, el papel no era un bien abundante, por lo que no era común encontrarlo tirado en el suelo. Podemos hacer todo tipo de interpretaciones, pero es probable que nunca sepamos lo que significa esa pequeña hoja de papel en blanco.
El tiempo podría haberse detenido en esta escena, pero la Historia sigue su curso imperturbablemente. Debilitado el imperio de los Austrias, la ciudad de Breda volvía a manos holandesas en 1639. Su sitio y rendición podrían haber pasado desapercibidas como un episodio más del conflicto, de no ser porque Velázquez quiso representarlo, concediéndole así la inmortalidad.
Ah, qué haríamos sin el arte...y sin tus entradas histórico-artísticas! Me ha parecido estupenda la entrada, como amante del Barroco, y aunque sea una obra muy famosa nunca está de más ilustrar y/o recordar. Divulgas muy bien, yo sí te veo madera de profesora ;)
ResponderEliminarUn abrazo!
Sabía que te gustaría el cuadro que he elegido para comentar, ^^*. El Barroco no es mi período artístico favorito, pero nos ha dejado grandes obras maestras. Y esta es una de mis preferidas, como puedes ver. Espero que, si algún historiador del arte me lee, no se sienta ofendido por posibles errores que haya podido cometer. Sólo soy una aficionada a la que le encanta el arte.
EliminarEso sí, me halaga que me veas como buena profesora, ^^*. Mi tutor de prácticas pensaba lo mismo!
Me encantan estos análisis tuyos de cuadros. Poco puedo comentar aparte de aplaudir y decirte que ¡quiero más! :-D
ResponderEliminarPues estate atenta, que dentro de poco voy a subir un artículo sobre reliquias de santos, basándome en el trabajo que hice para mi primer máster (y del que me siento muy orgullosa). Espero que también te guste, ^^*!
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