lunes, 3 de noviembre de 2014

El Día de Muertos


¡Hola a todos!

Como ya sabéis, el pasado día 31 de octubre se celebró la archiconocida fiesta de Halloween, festividad que muchos consideran importada de Estados Unidos y que se mira con cierto recelo por las gentes de este país. Salvando el hecho de que Halloween es, en realidad, una fiesta "exportada" (su origen está en la festividad celta de Samhaín), admito que el escaso arraigo que aquí tuvo durante siglos y su enorme éxito en Estados Unidos ha hecho que parezca una fiesta traída de fuera. Una especie de invasión cultural, si preferís verlo de otro modo.

Halloween es una fiesta que tiene el terror como tema principal. El terror y la muerte. Es habitual encontrar a gente disfrazada de fantasmas, espíritus, gente muerta o monstruosos zombies. Sin embargo, el mundo no se reduce sólo a Halloween. Existe en México una festividad destinada a honrar las almas de los muertos que se celebra en noviembre. Una fiesta cargada de color, música, belleza y, sobre todo, mucho respeto por los muertos.

¿Queréis saber un poco más sobre el Día de Muertos? Pues seguid leyendo.




El Día de Muertos es una celebración mexicana en la que se honra el espíritu de los ancestros durante el 2 de noviembre, coincidiendo con la celebración católica del Día de Difuntos. Aunque se trata de una festividad típica de México, también se celebra en algunos lugares de Estados Unidos donde reside una gran población de origen mexicano y, en menor medida, en algunas partes de Latinoamérica.

A pesar de que puede resultar un tanto morboso dedicarle una fiesta al tema de la muerte, lo cierto es que el Día de Muertos es una festividad muy alegre. Aunque ocurre en fechas cercanas al Día de Todos los Santos y al Día de Todas las Almas, en vez de sentirse temerosos por la cercanía de espíritus maléficos, es habitual celebrar el Día de Muertos con buen humor, poniendo un mayor énfasis en la celebración y en el recuerdo de las vidas de los que ya nos han dejado.

Los orígenes de esta curiosa festividad hay que buscarlos en la época de los indígenas que poblaban Mesoamérica, tales como los aztecas, los mayas, los purepechas, los nahuas y los totonacas. Estas civilizaciones ejecutaron diversos rituales mediante los que celebraban las vidas de los ancestros durante al menos unos 3.000 años. Además, en la era prehispánica era muy común la práctica de conservar cráneos humanos a modo de trofeo y mostrarlos durante los rituales como símbolo de muerte y renacimiento.

El festival que posteriormente se convertiría en el Día de Muertos se celebraba en el noveno mes del calendario solar azteca, que caería aproximadamente a principios de agosto, y se celebraba a lo largo de todo el mes. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacihuatl, conocida como la “Dama de la Muerte”, y se dedicaban a la celebración de las vidas de los niños y de los parientes fallecidos.

Cuando los conquistadores españoles llegaron a América en el siglo XV, se quedaron conmocionados por el terror al presenciar las prácticas paganas de los indígenas. Se trató en un principio de prohibir la festividad pero, al fracasar en el intento, convirtieron a los indígenas al catolicismo y cristianizaron dicha celebración, trasladándola a principios de noviembre, fecha que coincidía con la festividad católica de Todos los Santos. Es también notoria la similitud que guarda con el Samhain, la festividad celta por la que se honraba a los muertos organizando un opíparo banquete, y que posteriormente se convertiría en lo que hoy conocemos como Halloween, una fiesta en la que son habituales los disfraces que remiten a elementos mórbidos y terroríficos, pero en la que impera el buen humor.



Altar dedicado a los difuntos de la familia


El Día de Muertos se lleva a cabo, en realidad, en dos días: el 1 de noviembre se dedica a las almas de los niños y el día 2 a las de los adultos. La creencia popular es que las almas de los seres queridos que se nos fueron regresan de ultratumba durante el Día de Muertos. Por ese motivo, se recibe a las almas con un altar en donde se deposita la ofrenda, que consiste en colocar su comida y bebida favoritas, frutas, calaveritas de dulce y, si fuese el caso, juguetes para los niños. No faltan tampoco las fotografías de los difuntos y las hermosas flores de cempasúchil, de un resplandeciente color amarillo, el color de la muerte en el México prehispánico.

Una parte importante de esta tradición consiste en visitar los cementerios y panteones donde descansan los difuntos. Ya sea de día o de noche, las familias van a los cementerios, limpian las tumbas, las adornan con coronas de flores y colocan velas como una manera de iluminar el camino de las almas en su regreso temporal a casa. Algunas personas pasan la noche en los panteones, que en esas fechas están abiertos las veinticuatro horas del día. Incluso los hay que contratan los servicios de grupos musicales para que toquen las canciones favoritas del difunto al pie del sepulcro. En caso de que no se pudiera visitar la tumba, bien porque no existe dicha tumba, bien porque la familia está muy lejos como para ir a visitarla, los altares que se levantan en casa cumplen con la función de honrar su recuerdo.

El humor es una parte muy importante de esta festividad, pues en México se percibe la muerte de una manera harto peculiar. Los mexicanos utilizan la sátira para burlarse de ella. Ejemplo de esto es la famosísima Catrina o Bella Muerte, una calavera vestida con diferentes atuendos y que simboliza la presencia de la muerte en todo lo cotidiano. Es habitual encontrar litografías en los principales periódicos de México donde se hacen parodias de personajes políticos junto a la Catrina. Asimismo, también podemos disfrutar de las típicas calaveras literarias. Se trata de versos en los que la Catrina bromea con personajes de la vida real, famosos o no, y hace alusión a alguna característica especial del interpelado, finalizando con frases donde se expone que se lo llevará a la tumba. Cada año se organizan concursos de calaveras literarias en los que se premia la creatividad y la picardía de los versos.

Y, por supuesto, en toda gran festividad no puede faltar la gastronomía. Entre los platos que abundan en el Día de Muertos encontramos el delicioso Pan de Muerto, un dulce cubierto de azúcar blanca o de colores y con tiras que simulan huesos. El más popular tiene forma redonda, pero también se puede hacer en forma de muñeca, esqueleto o animal. A modo de curiosidad, se cree que la práctica de pigmentar con color rojo el azúcar que cubre el pan fue una idea de los españoles como respuesta simbólica al rechazo que sentían por los sacrificios humanos que realizaban las culturas prehispánicas en honor de sus dioses.



Mi pequeño homenaje a la Catrina


¡Hasta pronto!

2 comentarios:

  1. Muy interesante y bonito, Laura!!! Siempre aprendo algo más contigo :). Eres una autoridad en muchas cosas, pero en festividades antiguas y en ritos más todavía...

    La verdad es que desde siempre me ha gustado y fascinado México a todos los niveles; es uno de mis muchos viajes pendientes :). Es muy loable que sigan manteniendo estas fiestas prehispánicas, en esta época de la globalización y tan cerca como están de los EEUU.

    Un beso!!

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    1. Me alegro de que te haya gustado! Aunque si me asciendes al rango de "autoridad" vas a hacer que me sonroje y todo ^^*. Gracias por ese concepto que tienes de mí!

      Como sabes, México es un país con una riqueza cultural impresionante. El Día de Muertos siempre me ha parecido muy curioso porque, a pesar del arraigo hispánico en su cultura, han sabido conservar la esencia de una tradición mucho más antigua. Ahora los estadounidenses también se apuntan al Día de Muertos, aunque sólo a lo de la Catrina.

      PD. Me apunto al viaje a México!

      Un beso para ti también!!

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