lunes, 25 de noviembre de 2013

Puro fuego!! Mi crítica de "En Llamas"


Bueno, se ha hecho esperar pero por fin está aquí "En Llamas", la segunda parte de la trilogía de Los Juegos del Hambre, que será convertida en tetralogía en su adaptación cinematográfica. Se estrenó el pasado viernes día 22 en todo el país y, como no quería esperar mucho, fui a verla el sábado con mi mejor amiga. La pega es que se nos ocurrió ir a la sesión de las ocho y media, que es la más concurrida. Así que tenemos sesión concurrida por un lado, sábado noche por el otro, una película destinada a adolescentes y este es el resultado: un montón de críos ocupando aquellos sitios estratégicos en los que se pueden poner cómodos y joderte a ti. Y venga a berrear, a mandarse mensajitos por el móvil y a saludar a amigos que estaban en el otro lado de la sala. Ay, si hubiera traído mi bate de béisbol...

Pero vamos a lo que importa, que es la película.




¿Qué tengo que decir de "En Llamas"? Pues lo primero es afirmar con rotundidad que los fans de la saga no quedarán decepcionados en absoluto. Esta segunda entrega es, en muchos aspectos, muy superior a la primera. Si "Los Juegos del Hambre" pecaba de simple, casi mojigata en algunos aspectos, y de defectos de rodaje que parecían propios de un principiante, con "En Llamas" se liman esas imperfecciones por completo. La atmósfera es más oscura, más adulta, más dramática. La trama es más seria y está llevada de tal manera que realmente consigue meternos en la historia, algo que no ocurría en la primera parte. Todo el drama de los distritos de Panem queda reflejado de manera cruda y brutal, como en la versión literaria. Como debe ser.

En clave muchas veces simbólica, y otras veces no tanto, se recrea un moderno Imperio Romano al que los distritos están sometidos de la peor de las maneras, en condiciones de vida que rondan la esclavitud. En la película, se hace una aproximación al Imperio a través del simbolismo. Este Capitolio nada en la abundancia, pero bajo ese oropel se intuye una sociedad decadente, perdida en sus vicios y sabedora de que su fin no está muy lejos. Peinados estrafalarios, trajes imposibles, amplias sonrisas cargadas de frivolidad... son los símbolos de la época de mayor esplendor y de mayor decadencia.

Si, como yo, sois puretas del libro, sabed que estáis de suerte. "En Llamas" es casi un calco de la novela, punto por punto. Después de ver la película, le eché un vistazo al libro y lo único que se comen es el capítulo en el que Katniss se encuentra con Bonnie y Twill, las fugitivas que huyen en busca del Distrito 13; todo lo demás, es casi idéntico. Hasta los diálogos están cuidados al detalle. ¿Os acordáis de la primera aparición de Finnick, con el azucarillo? Pues es casi igual que en el libro (creo que le cambian una palabra). Por no hablar de las entrevistas a los tributos (quizá mi parte favorita de la película) y las luchas en la arena. Todo está cuidado al detalle para que sea lo más fiel posible a la novela.

La trama romántica se consolida. Ya sé que forma parte de la saga, pero no me acaba de gustar todo el rollo romántico que se traen los chicos con Katniss. No sé... la chica es tan romántica como una piedra y no se hace querer; sin embargo, consigue que dos chicos la adoren y que todo un país la aclame como símbolo de una rebelión que ella no quiere encabezar (al menos de momento). Además, no acabo de encajar a Gale; no me gusta, no sabría decir por qué, y tampoco me pega verle en plan sensiblero y romanticón. Los besos son abundantes, para gozo de las adolescentes, aunque se empieza a ver que Katniss solo besa a un chico si éste le dice que se siente muy triste y desgraciado (en serio, comprobadlo). En fin, que el triángulo me parece innecesario e incluso pueril. Si la historia no hubiera tenido el consabido triángulo amoroso que "deben" tener todos los libros destinados a adolescentes, me habría gustado muchísimo más y habría aportado más a la trama política.

Ya que menciono la política, la aclamo como otro acierto más de la película. Me ha gustado ver los tejemanejes del presidente Snow y de Plutarch Heavensbee, algo que solo podíamos intuir en la novela. La represión en los distritos se hace brutal y desproporcionada, todo según el plan de estos dos cerebros políticos para que la gente relacione a Katniss con el castigo, la rebelión con la muerte. Vemos cómo se conduce a Katniss por el sendero que la llevará a convertirse en el Sinsajo, el símbolo de los rebeldes, y es magnífico ver su transformación. Realmente emocionante.

Las nuevas incorporaciones al reparto también me han parecido muy acertadas, y aportan el alma que faltaba en el reparto de la película anterior. Finnick y Johanna llenan la pantalla cada vez que salen, y su fuerza es indiscutible.

¿Efectos especiales? Mejorados e impactantes. Además, la cámara por fin se queda quieta y evita que el espectador se maree innecesariamente, lo cual agradecí bastante dado el dolor de cabeza que me provocó ver "Los Juegos del Hambre". El cambio de director ha sido beneficioso, desde mi punto de vista.

Y de momento, esto es todo! He disfrutado mucho viéndola y recomiendo a los fans que vayan a verla, porque no quedarán desencantados. Esperemos que las dos partes de "Sinsajo" estén igual de bien llevadas y que, sobre todo, no se hagan esperar tanto.

¡Que la suerte este siempre, siempre de vuestra parte!

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Vagando por la Historia: El rey García II de Galicia





La figura de García II es una de las más confusas que nos ha legado la Historia. Tratar de acercarnos a quien fue rey de Galicia entre 1066 y 1071 supone un reto difícil de abordar e imposible de superar, pues es muy poco lo que de él ha llegado hasta nosotros. Su persona siempre va ligada a los reyes Sancho II y Alfonso VI, pero ensombrecida por las crónicas, que buscaban ensalzar la gloria de sus hermanos mayores negándole a él la parte que le correspondía como hijo de Fernando I y como legítimo rey de Galicia.

El infante García nació hacia el año 1041 o 1042, y fue el quinto hijo del monarca castellano-leonés Fernando I y Sancha de León. Como sus hermanos varones, recibió una educación esmerada, digna de un príncipe medieval. Estudió las disciplinas liberales (Trivium y Quadrivium), complementadas con la equitación, el adiestramiento en el uso de las armas y la práctica de la caza. Fue educado por un preceptor de renombre: Cresconio, obispo de Santiago de Compostela. Fue en esta insigne ciudad donde el joven García pasó sus primeros años y recibió su educación. Es posible que la elección de Cresconio para ser el tutor del infante respondiera a un intento de hallar buenas relaciones en lo que atañe a educación religiosa. No en vano, por entonces ya se habían empezado a hacer cumplir las reformas religiosas que Fernando I había dispuesto en el Concilio de Coyanza.

Fernando I desarrolló desde 1055 una actividad expansiva frente a los reinos de taifas andalusíes, ejerciendo un continuo control interior de manera especial en la frontera galaicoportuguesa. En el área portuguesa se valió de la ayuda prestada por los infanzones, a los que nombró merinos o tenentes. En Galicia, al norte del Miño, la autoridad del monarca tardó en ser acatada y hubo de hacer frente a numerosas sublevaciones de protesta, de las que nos son conocidas dos y ambas fracasadas. Sin embargo, Fernando I obtuvo el apoyo del clero. Sus esfuerzos guerreros iban acompañados de las bendiciones de los religiosos, haciendo una especie de comparación entre el rey y Santiago, el apóstol guerrero; pero lo que realmente importa es señalar la relación de Fernando I con la sede de Iria, de incalculable estima para el monarca.

La estancia de García en Compostela junto al obispo Cresconio tiene que ser explicada dentro del contexto de acción política de Fernando I, pues tendrá mucho que ver con el futuro reparto del reino entre sus hijos. Es muy posible que la decisión de los lugares de educación de los príncipes se debiera a un plan concebido con anterioridad por el propio rey, por el cual sus hijos reinarían en los lugares donde se habían educado.

El viaje de León a Compostela en 1053 fue el comienzo de una relación estable y frecuente con el reino de Galicia, pero no significó un cambio de residencia para García. En los documentos de la época se puede observar su presencia casi permanente en la corte de su padre, pues se le encuentra con frecuencia firmando documentos o consintiéndolos. Es muy posible que, una vez que García llegara a Galicia desde el anuncio de la partición del reino, hubiera desempeñado funciones políticas. De estos hechos nos han llegado documentos en los que se confunden las acciones de Fernando I con las del infante García, y de su compromiso con una hermana del emperador germánico Enrique III. El propio García defiende sus intereses protegiendo a los peregrinos de Lieja para que éstos den testimonio de su obsequiosidad en la corte imperial. Sin embargo, García no llegará a desposarse y no hay testimonios de que hubiera tenido descendencia legítima.

Se le atribuyeron, no obstante, dos hijos bastardos: el infante don Ramiro y el conde don Fernando. Acerca del primero, sabemos que no fue hijo de García, sino primo carnal del hijo del rey de Navarra, García Sánchez III. Cuesta más hallar la filiación de don Fernando, para la que se hallan dificultades a la hora de encajar su relación con la familia real. Sea como sea, nada nos permite afirmar que García de Galicia hubiera dejado descendencia.



Relato dedicado a García II

En el año 1065, Fernando I murió y, tal como él había decretado, sus reinos fueron divididos entre sus tres hijos varones para que cada uno pudiera gobernar. El reparto resultó así: el reino de Castilla pasó a Sancho, su primogénito; León fue para Alfonso, de quien se decía que era el predilecto de su padre; y el reino de Galicia pasó a manos de García, el más joven. El espacio asignado a García está integrado por el viejo núcleo de Gallaecia, que comprendía el territorio que demarcan el Atlántico, el Cantábrico, el Macizo Galaicoduriense y el último tramo del curso del Duero, ampliado hacia el sur gracias a Fernando I con la conquista de Coimbra en el año 1064.

Se ha discutido mucho la razón que pudo motivar a Fernando I a dividir su reino entre sus tres hijos. Resulta paradójico y llamativo que la preocupación por el control conduzca finalmente a la solución del reparto. Se ha llegado a explicar que la actuación de Fernando I respondería a los antecedentes de su propia familia y de la distinta concepción de la realeza en Navarra, vinculada a esos antecedentes. Sin embargo, esas interpretaciones ya no tienen respaldo. La Crónica Silense nos dice que Fernando I dividió el reino para que sus hijos no se pelearan por el gobierno, pero también implica que la aristocracia dio su consentimiento al reparto.

En cualquier caso, García se mantuvo ocupado en los asuntos gallegos. En vida de Fernando I, el ejercicio de la potestas seguía siendo del monarca, pero la actividad de García se orientó hacia su gobierno. El infante prepara su futuro, para lo que dispone de un patrimonio personal consistente. Parte de ese patrimonio constaba de monasterios, tierras y hombres de condición servil. En la época era muy importante el papel de los monasterios como ordenadores y estabilizadores del patrimonio aristocrático. En cuanto a la servidumbre, ésta formaba parte del patrimonio como cualquier otro bien mueble o inmueble.

Fernando I murió en 1065, pero no fue hasta principios del año siguiente cuando García fue coronado rey de Galicia. Por desgracia, no se conserva demasiada documentación cancilleresca sobre su reinado, y nada en cuanto a la privada. La historiografía ha querido ver en este hecho una gran falta de prestigio por parte del rey, pero esto no ha quedado testimoniado. Lo más probable es que se debiera a los usos de los scriptoria de los monasterios en distintos lugares y tiempos, y no a la falta de popularidad del rey.

En la documentación, García II aparece ejerciendo las funciones que se esperaban en todo monarca. Se le ve prestando juramento y estableciendo pactos con el obispo Vistruario de Lugo y los condes Mido y Sancho. Jura respetar títulos y posesiones, se ampara en la ayuda de los obispos y trata con respeto a obispos y abades. Entre sus actos se incluyen las donaciones hechas a San Antoíño de Toques, a Munio Viegas y a García Moniz, entre otros, así como la restauración de la sede de Tui y su anexión a la de Santiago hasta que se nombra un nuevo obispo. Sin embargo, una y otra vez se le dibuja como un monarca débil e incapaz.

Pero en el año 1071 empezaron los conflictos. El ataque de su hermano Sancho puso fin a su reinado en poco más de dos meses. Y si antes se habían mencionado las escasas capacidades del rey García II, éstas se agudizaron más tras su rápida derrota. Los epítetos que se utilizan para calificarle son los de inepto, pusilánime, simple, infeliz, apocado y sañudo. Y, sin embargo, no hay en las fuentes nada que permita sostener la tesis de la incapacidad de García para el gobierno.

La inestabilidad en Galicia solo fue el principio de la guerra fratricida que se desencadenó en Castilla y León tras la muerte de la reina Sancha, madre de los tres reyes. Probablemente movidos por su gran ambición, Sancho y Alfonso se unieron para apoderarse del reino de Galicia, obligando a García a exiliarse en Burgos y posteriormente a la corte del rey taifa al-Mu’tamid de Sevilla. En todo momento se observa una actitud meramente pasiva del monarca gallego en el desarrollo de los acontecimientos: García no hace sino sufrir las consecuencias de decisiones tomadas por sus hermanos mayores, quienes aducían estar descontentos con el desigual reparto de la herencia que había hecho Fernando I. Y la cosa no mejoró cuando, un año después, Sancho se apoderó de los territorios de Alfonso, convirtiéndose así en rey de Castilla y León.

Pero poco duró su reinado. Cuando intentaba sofocar una revuelta nobiliaria en Zamora, ciudad que se encontraba bajo el señorío de su hermana Urraca, fue asesinado por Bellido Dolfos. La muerte de Sancho permitió a García regresar al trono gallego, pero por muy poco tiempo, pues Alfonso reinició la contienda. Por consejo de su hermana Urraca, tendió una trampa a su hermano y lo hizo prisionero en el castillo de Luna, una suerte de jaula de oro en la que viviría casi veinte años de encierro.


Así terminó el reinado de García II de Galicia, el monarca que no pudo reinar. Encerrado en el castillo de Luna, olvidado por las crónicas y por todos los que una vez le juraron lealtad, nunca fue más que un problema para Alfonso VI que, si bien ordenó que se le proporcionaran todas las comodidades, también se ocupó de que nunca abandonara su prisión. Una antigua leyenda dice que, a su muerte en el año 1090, García II, ya anciano y muy enfermo, manifestó entre gritos su deseo de ser enterrado con los grilletes que había arrastrado durante casi veinte años, para mostrar así la crueldad y ambición de sus hermanos.



Bibliografía:

*Portela, E.; García II de Galicia: el Rey y el Reino (1065-1090), La Olmeda S.L., Burgos, 2001

*Zabaleta, F.; Medievalario. Un Bestiario Medieval, Redelibros, 2011

lunes, 11 de noviembre de 2013

114 cosas que no me gustan (o cómo tocarme la moral en 114 cómodos y sencillos pasos)



1. La gente caprichosa. 2. Los que gritan durante una discusión. 3. Comprar un libro que parece interesante y que resulte ser una mierda. 4. El animal print. 5. Reggaeton (¡no lo soporto!). 6. Tíos que escupen en la calle. 7. Pimientos. 8. Los musicales (con la excepción de Grease y Jesus Christ Superstar). 9. Lentejuelas. 10. Hombreras. 11. El Quijote. 12. Anna Simon. 13. Arte abstracto y conceptual. 14. Jar Jar Binks. 15. Ponerme unas medias y que se rompan el primer día. 16. Abrir un libro y que esté subrayado a lápiz o a boli. 17. Copiar mal un archivo importante. 18. Quedarme sin agua caliente en mitad de la ducha. 19. Buscar ropa en mi armario y descubrir que no me gusta nada de lo que tengo. 20. El sonido del despertador. 21. Batuka. 22. La tauromaquia. 23. Los listillos. 24. Mujeres y Hombres y Viceversa. 25. Perros que babean. 26. La gente celosa y posesiva. 27. Roedores (excepto las ardillas). 28. El olor del amoniaco. 29. Arreglar papeleo. 30. Justin Bieber. 31. Lo ñoño. 32. El servicio técnico de las compañías telefónicas (¡es que no se enteran de nadaaaa!). 33. Niños que se pillan una rabieta. 34. Las mentiras. 35. Cebolla. 36. Sálvame. 37. Que cancelen una serie que me gusta. 38. Pasarme el fin de semana encerrada en casa. 39. Misticismo, karma y rollos de ese tipo. 40. El Señor Barragán (cuando era pequeña me daba miedo). 41. Novelas rosas plagadas de topicazos. 42. Mario Casas. 43. Ir caminando por la acera y que un coche pase a mi lado pisando un charco enorme. 44. El macho ibérico. 45. El olor de los hospitales. 46. La Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela. 47. Faltas de ortografía. 48. Recibir regalos que no me gustan (¿con qué cara te quedas mirando a quien te ha hecho el regalo?). 49. El pulpo (sí, soy la vergüenza de los gallegos). 50. Estar lista para ir a un sitio de paseo y que empiece a llover de repente. 51. Quedarme muda delante de la gente. 52. Ponerme nerviosa antes de un examen. 53. Las calles en obras. 54. Zumba Fitness. 55. Gemelos que se visten igual. 56. Padres que ponen a sus hijos nombres raros (Izan, Naím, Yotuel, North West…). 57. Películas en las que solo se hacen chistes sexuales. 58. Cine gore. 59. Los garajes subterráneos (me dan algo de miedo). 60. Telepredicadores exagerados. 61. Los circos con animales. 62. Películas de vaqueros. 63. Películas adaptadas de videojuegos. 64. Comprar ropa de verano que ansío estrenar y no poder hacerlo por culpa del mal tiempo. 65. Insectos. 66. Ponerme a escribir mi novela y que todo el mundo conspire para interrumpirme. 67. Dependientes que tienen amplias sonrisas (me dan yuyu). 68. Tardar mucho tiempo en preparar un pastel y que al final me salga fatal. 69. Que cambien continuamente de horario mi serie favorita. 70. Hacer cola. 71. Padres con la crisis de los cuarenta. 72. Todos los políticos. 73. Los que van en moto y se ponen el casco de adorno. 74. Física o Química. 75. El Pantallazo Azul de la Muerte. 76. Calaveras. 77. Penélope Cruz. 78. Gente que habla en el cine. 79. Machismo. 80. El gallego normativo (¡se están cargando el idioma, joéee!). 81. Ver animales abandonados. 82. Ir a la peluquería y que me hagan un desastre. 83. La revista Hola. 84. El cine español. 85. La filosofía Abercrombie. 86. Gran Hermano. 87. Los capítulos más nuevos de los Simpson (han estropeado una serie maravillosa). 88. Cincuenta Sombras de Grey (aquí se incluye todo lo que ha salido y saldrá). 89. Infidelidades y gente que las justifica. 90. Música country. 91. Kristen Stewart (rancia donde las haya). 92. Ruiditos con la lengua. 93. Dani Martín. 94. Gente tacaña. 95. Niños que ensayan melodías con la flauta. 96. Movimientos políticos varios. 97. La música demasiado alta dentro de un coche. 98. Piercings en los labios o en la lengua (me dan un poco de cosa…). 99. Los canis. 100. Gente enganchada al Twitter. 101. Estar hablando con una persona y que ésta se dedique a mandar un WhatsApp. 102. Ver parejitas metiéndose mano descaradamente en público (¡iros a un hotel, coño!). 103. Puñaladas traperas. 104. Viejas cotillas. 105. Ir a buscar un helado al congelador y descubrir que otro se te ha adelantado y se ha comido el último. 106. Que traten de convencerme con la frase “Anda, ¿qué más te da?”. 107. Gente que farda de las cosas que tiene. 108. Gente que no da un palo al agua pero se entera de todas las subvenciones que le da el Gobierno. 109. Los que lo tienen todo y no paran de quejarse de lo injusta que es la vida. 110. Ver grupos de chicas por la calle y descubrir que todas son clones. 111. Vecinos ruidosos. 112. La palabra “sabrosura”. 113. Las matemáticas. 114. Tener un mal día y que otros te digan: “¿Tienes la regla o qué?”.


martes, 5 de noviembre de 2013

114 cosas que me gustan (o por qué tuviste suerte de no ser mi compañero de piso)



1. Despertar e intuir que voy a tener un gran día. 2. Quedarme remoloneando en la cama varias horas. 3. Quedarme sola en casa. 4. Inventarme historias y escribirlas en mi cuaderno. 5. Pensar diálogos entre mis personajes e interpretarlos a viva voz (a solas, ejem). 6. Escuchar mi música preferida mientras hago la limpieza. 7. Sentarme a ver la tele y descubrir que ponen una película que llevo mucho tiempo deseando ver. 8. Pasear entre mis libros y acariciarles el lomo a todos. 9. Recordar a mis amigas de la universidad, a las que hace mucho tiempo que no veo. 10. Imaginar un mundo a mi manera. 11. Imaginar cómo sería Mundo Bizarro a mi manera. 12. Las aventuras inesperadas. 13. El olor de un libro nuevo. 14. Descargarme una canción que llevaba mucho tiempo buscando. 15. Las bolas de cristal con nieve dentro. 16. La música clásica, en general. 17. La Familia Crece. 18. Hablar de anécdotas históricas. 19. Alaska y Mario (me encantan estos dos!). 20. Los ramos de flores, sobre todo lirios. 21. Música de gaita. 22. Sailor Moon. 23. Humor Amarillo. 24. Los cupcakes. 25. Bob Esponja. 26. Las viejas películas en blanco y negro, todas. 27. Leyendas urbanas de terror. 28. Alicia en el País de las Maravillas. 29. Dragon Ball (un hito en mi infancia). 30. Chaparme los diálogos de mi película favorita. 31. Sacarle defectos a una película histórica. 32. Reventar las burbujas de los plásticos de embalaje. 33. Pequeñas Mentirosas (la serie y las novelas). 34. Las frases célebres. 35. Zamparme un helado gigante. 36. Hurtar bombones a escondidas en mi casa. 37. Emocionarme con un videojuego (en todos los sentidos). 38. Tomar té con pastas, al estilo inglés. 39. Shin Chan en gallego (infinitamente superior a oírlo en castellano). 40. Recibir un piropo inesperado. 41. Los relojes que se cuelgan en el cuello. 42. Los antiguos cortos animados de Disney. 43. Comparar a los perros con sus dueños para ver si se parecen. 44. Los gatitos (son tan monos!). 45. Sakura, Cazadora de Cartas. 46. Las cajas de música. 47. Las espadas láser de Star Wars. 48. Juego de Tronos, con todo lo que eso trae consigo. 49. Disfrazarme a la menor oportunidad. 50. Las ferias medievales. 51. Ir a la playa. 52. El heavy metal. 53. Blind Guardian. 54. La ropa gótica. 55. Betty Boop. 56. Ver telenovelas (de esta, estoy avergonzada). 57. Camisetas graciosas. 58. Escribir críticas destructivas sobre series, películas, libros… 59. El Ninja Púrpura y el Ninja Ocre (buscadlos en YouTube). 60. El Informal. 61. Eduard Punset. 62. La Ocarina del Tiempo. 63. Animales mitológicos. 64. Los Simpson. 65. Tirar con arco (solo lo hice una vez, pero me marcó para siempre). 66. El Reno Renardo. 67. Los vestidos de los años 40 y 50. 68. Los kimonos. 69. Los nail-arts. 70. Los gorritos de lana con pompones. 71. Las orejeras. 72. La lencería sexy… y sentirme un poco perversa cuando me la pongo. 73. Cruz y Raya. 74. Juegos de mesa como Línea Directa o La Herencia de Tía Ágata. 75. Los Beatles. 76. Cambio de Look. 77. Comer mi comida favorita en viernes, el mejor día de la semana. 78. Ver la teletienda. 79. Padre Made in Usa. 80. La revista El Jueves. 81. Las piruletas con forma de corazón. 82. Los Papadeltas mojados en leche (a mucha gente le parece asqueroso). 83. Patinar hasta que me duelen las piernas. 84. Las espadas. 85. Los hombres que se disfrazan de romanos. 86. Los arcones de madera. 87. Las muñecas de porcelana. 88. Las Barbies de colección (tengo cinco). 89. Titanic, de James Cameron. 90. Hacer puzzles. 91. El Hombre de Negro. 92. La gente que se sabe reír de sí misma. 93. Los frikis. 94. Las casitas de muñecas (siempre he querido tener una). 95. La gente que sabe contar chistes. 96. Saber y Ganar. 97. Tirarme horas viendo vídeos en YouTube. 98. Las parodias de Crepúsculo. 99. Marilyn Monroe. 100. Hacer videomontajes con fotos y música de fondo, como Marshall en Cómo conocí a vuestra madre. 101. Lamer la espátula de cocina cubierta de chocolate fundido. 102. Hacer dibujos graciosos de y para mis amigos. 103. Música cutronga. 104. Las Gemelas de Sweet Valley. 105. Santiago de Compostela. 106. Jersey Shore. 107. Danza irlandesa. 108. Las piedras preciosas. 109. Figuritas de hadas. 110. Envolverme en una mantita y ronronear. 111. Buscar conchas a la orilla del mar. 112. Bordar a punto de cruz. 113. El chocolate caliente con churros. 114. Tratar de dominar el mundo.