¿Sabéis qué? Creo que quiero ser escritora. Pero de verdad. Me gustaría mucho plasmar por escrito todas las cosas que se me ocurren, todos esos argumentos que parecen imposibles pero que empiezan a cobrar forma en mi cabeza, todos los personajes por los que siento el mismo cariño que si fueran personas reales. Me gustaría presentaros todo eso, porque sé que no soy una persona que tienda a abrirse a los demás, y creo que la escritura me da las pautas que necesito para mostraros esa parte de mí que pocos conocen.
Cuando dije en casa que me gustaría dedicarme a escribir, mis padres recibieron la noticia con la típica indulgencia que se reservan para los amigos invisibles o los monstruos de debajo de la cama. Me he dado cuenta de que pocas personas me tomarán en serio cuando me pregunten "qué quiero ser de mayor" y yo les responda que quiero dedicar mi vida a la escritura. Supongo que se lo tomarán a broma, como si fuera el caprichito de una niña pequeña. Ahora que he publicado un libro, dan por sentado que no voy a publicar nada más. Ya he conseguido lo que quería, ¿no? Quería publicar y lo he conseguido. Ya está. Se acabó. Caput.
Para ser mis padres, qué poco me conocen.
Una de las cosas a las que tienes que enfrentarte cuando dices que quieres ser escritor o escritora es la intolerancia inconsciente del medio que te rodea. Digo inconsciente porque ellos mismos no se dan cuenta de lo pesimistas que son al darte su bienintencionado consejo. A mí, francamente, me ha entrado una sensación de deja vu, porque me dicen las mismas chorradas que cuando decidí que estudiaría Historia en la universidad.
Fulanito: ¿Y ahora qué estás haciendo, Laura?
Yo: Bueno, no tengo trabajo. Ahora mismo estoy escribiendo una novela.
Fulanito: ¿En serioooo? ¡Qué bonito! ¿Ya has publicado?
Yo: (Modo pensamiento: ¿Bonito? Mierda, he estado un año entero escribiendo... ¿para que me digas "qué bonito"?) Ah, sí, jajaja... Una novela romántica... Pero quiero seguir escribiendo otras cosas.
Fulanito: ¿Sí? Ay, qué bien. Mucha suerte, ¿vale? Por cierto, ¿cuánto dinero ganas publicando?
Bien, este ha sido un fragmento de una conversación que puedo establecer con cualquiera que haya leído mi primera novela. Yo soy muy vergonzosa, y hasta me da vergüenza decir el título. Y eso que no tengo nada de lo que avergonzarme. Pero me da reparo que todos me miren. No sé, no soy de las que quiere destacar demasiado. Prefiero que los demás lean sin ver mi cara. Supongo que este mundo me viene de perlas, porque son muy pocos los escritores que tienen visibilidad de cara al público. Si os ponéis a pensar en escritores e imagináis sus caras, veréis que sólo conocéis a tres o cuatro. Diez, si sois muy fans o si el libro en cuestión ha tenido mucha relevancia a nivel nacional o mundial.
Lo malo de ser escritor es que, si decides adentrarte entre sus ramas enmarañadas, te vas a encontrar con una gran soledad. Es un oficio ingrato. No te miran como si tuvieras un trabajo como otro cualquiera, ni siquiera como autónomo. Te tiras años peleando con las ideas, buscando nuevos argumentos, intentando desarrollar argumentos que han surgido de un chispazo de inspiración... y a veces para nada. Escribí Es nuestro sueño entre el 2005 y el 2006 (aunque el año de publicación es el 2012), y hasta el 2011 no volví a tener otro momento de lucidez medianamente decente y me puse a escribir la que quiero que sea mi próxima novela, A pesar de todo. Y todo ese tiempo estuve yo sola con mis pensamientos, enfrentándome a ellos día tras día, mirando la pantalla del portátil en busca de una respuesta que no salía. Y eso que estoy empezando.
Porque prosperar en este mundo no es fácil. Son muchos los llamados y pocos los elegidos. Aquí no triunfa el mejor escritor, no vayáis a pensar. Tampoco el más inteligente, ni el más preparado. Ni siquiera el que tenga el mejor enchufe del mundo. Aquí el que triunfa, según mi punto de vista novel, es el que recibe una mejor publicidad. A veces encontramos auténticos tesoros dentro de lo que ofrece márketing, como es el caso de las sagas de Harry Potter y la de Canción de Hielo y Fuego. Pero otras veces hallamos auténticas basuras, y no voy a dar títulos; dejo que vosotros penséis por vuestra cuenta los truños que habéis leído más por tirón popular que por vuestro propio criterio. Yo sólo he publicado una novela, pero tengo la esperanza de seguir publicando en un futuro no muy lejano. Quiero hacerlo. No me importa si me cuesta todo mi esfuerzo. No me importa si pasan los años y no lo consigo. Quiero intentarlo.
No soy idiota. Ya sé de qué va todo esto. Escribir no te da mucho dinero a menos que consigas sacar un best-seller que luego se convierta en serie o en película para el cine. La sociedad actual lee poco y lee lo que la publicidad le mete por los ojos. Son muy pocos los que se atreven a darle una oportunidad a un libro de un autor desconocido. Brent Weeks, autor de la saga El Ángel de la Noche, dice que comprar el libro de un autor que no te suena de nada es un acto de fe, y tiene toda la razón del mundo. Supongo que a todos nos gustaría entrar por la puerta grande, pero es necesario mostrar humildad y entrar por una puerta trasera o lateral, con la cabeza baja, procurando no molestar. El público dirá si tu obra es digna de ser tenida en cuenta. El boca a boca cuenta mucho, y también las entradas en blogs, las críticas en páginas web, la difusión mediante redes sociales... Me gustaría mucho que se hablara de lo que escribo por esos medios, y que no se quedaran estancados en la pequeña ciudad donde vivo.
En una revista de El Semanal de septiembre de 2012, Carmen Posadas deja un maravilloso artículo en el que comenta las ansias de la gente por escribir, a pesar de lo ingrato que es este oficio. Sus últimas palabras, no obstante, me dieron un soplo de esperanza. Y es que yo también me he quedado paralizada ante la aparición sorpresiva de una idea nueva que podría ponerse por escrito. Yo también quiero escribir aunque me cueste y los demás me miren raro. Yo también siento que es como un mal amor de los de "ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio; contigo porque no vivo, y sin ti porque me muero". Llamadle masoquismo, llamadle estulticia... me da igual. Es mi felicidad y quiero compartirla con los valientes que se atrevan a tener fe en mi.
Y es que los escritores, a semejanza de Dios, creamos mundos nuevos, llenos de criaturas que viven y piensan según nuestro albedrío. Y supongo que nos merecemos un poco de fe.