domingo, 20 de septiembre de 2020

Guapis y guarris

 

Se la tituló Guapis, pero si la hubieran llamado Guarris, habría dado igual.

Hace unas semanas fuimos testigos de una enorme polémica que atañía al mundo del cine. Y no, no me estoy refiriendo a la brusca cancelación de HBO de la magnífica Lo que el viento se llevó por considerarla racista (que ya hay que ser imbécil para ponerle un disclaimer, y mucho más imbécil para considerar que era necesario ponerlo), sino a la controvertida Cuties, que semanas antes de su estreno en la plataforma Netflix ya había alborotado a medio mundo y se convirtió en objeto de una campaña para criticarla, demonizarla y cancelarla. Repito, semanas antes de su estreno y sin haber visto más que el tráiler.

Aunque soy de las que gozan con una buena polémica de vez en cuando, reconozco que el caso de Cuties me llamó la atención desde la prudencia. Al principio pensé, más por palabras de otros antes que por informarme como es debido, que se trataba de una película protagonizada por niñas que querían ser bailarinas y que el mensaje de la cinta sería una especie de crítica hacia los talent shows o concursos de talentos en los que participan muchos aspirantes a artistas famosos. Más tarde, después de haber leído un poco más, comprendí que el argumento giraba en torno a unas niñas que descubrían en el baile, y más concretamente en el twerking, un modo de explorar su feminidad y abrirse al mundo de los adultos.

La polémica estaba servida. Después de que Netflix publicara el cartel promocional de la película y la sinopsis de la misma, no tardaron en salir hordas de usuarios enfurecidos por el contenido de la cinta. Que si incitaba a la pederastia, que poner a niñas haciendo una película así era machista y carne de pedófilos, que era una película para enfermos, que había que cancelarla... Lo digo por tercera vez: semanas antes de su estreno. Es decir, que muchas personas se armaron un criterio y una opinión sin haber visto nada más que el tráiler promocional y la sinopsis de la plataforma.

Claro que en este caso, la gran culpa ha sido de Netflix por haber escrito una sinopsis tan pésima (aunque ya la han cambiado en su plataforma, en otros lugares como Filmaffinity podéis leer la sinopsis original). La directora franco-senegalesa Maïmouna Doucouré afirmó ante una rueda de prensa que el mensaje de su película era, precisamente, denunciar la precoz sexualización de las niñas preadolescentes y el peligro que encierran las redes sociales, sobre todo para una niña que ha crecido en el seno de una familia tradicional musulmana. Visto así, no parece un mal mensaje para transmitir en una película, y si además tenemos en cuenta que la cinta fue galardonada en el festival de Sundance de 2020, razón de más para darle una oportunidad. Además, el cine francés no se caracteriza por ser un cine de mala calidad, sino todo lo contrario. Durante años ha generado polémicas por tratar temas de los que se hablaba mucho pero que nadie se atrevía a exponer en pantalla, y siempre lo ha hecho de una manera clara, limpia y que te llega al alma.

Esto es lo que pensé que pasaría con Mignonnes, título original de la película, que en España recibió el título de Guapis. Siempre he pensado que, para dar una crítica correcta y justificada de una película, primero tienes que verla, y eso es lo que he hecho. ¿Y qué me ha parecido? Pues creo que la palabra adecuada para definir Guapis es "injustificable". Y es que no hay manera de justificar muchas escenas de primeros planos de las chicas bailando con la cámara enfocando sus partes pudendas, así como otros fallos narrativos que convierten una película de crítica social en algo que parece incluso justificar lo que pretende criticar. Hace todo lo contrario de lo que supongo que fue la intención de la directora, pero todo eso os lo voy a contar en esta crítica. Como me gusta siempre recordaros, voy a ahondar en aspectos muy concretos de la película, así que HABRÁ SPOILERS de principio a fin. Si queréis seguir leyendo, adelante.


El cartel de la polémica

El cartel de la polémica

Amy es una niña senegalesa de 11 años que acaba de llegar a Francia y cuya situación familiar no es la más feliz en estos momentos. Su padre se ha quedado en Senegal porque piensa tomar una segunda esposa, relegando a un segundo plano a la madre de Amy, que no solo tiene que tragarse sus lágrimas y su humillación, sino que además ha tenido que arreglar la habitación de los futuros recién casados, pues piensan mudarse a vivir allí con el resto de la familia. Este primer acercamiento a la vida de Amy fue el que me pareció más acertado, pues de verdad puedes empatizar tanto con la niña como con su madre, y se entiende que Amy, viendo a su madre devastada por los dictados que ordena la fe musulmana, quiera alejarse de ese mundo y esté buscando una manera de liberarse, por así decirlo.

La "liberación" llega justo después de una sesión de oración con las mujeres. Amy escucha una música proveniente de la lavandería del edificio y allí descubre a una niña de su edad haciendo la colada y planchándose el pelo mientras baila a ritmo de reggaetón. Este breve descubrimiento deja fascinada a Amy, y más todavía cuando al día siguiente, en el colegio, ve a la misma niña junto con un grupo de chicas que se nos muestran como las guays de la escuela. El grupo de amigas es para echarle de comer aparte. No solo van vestidas como quinceañeras que van a una fiesta, con minifaldas, zapatos de tacón y maquilladas como puertas (en serio, ¿ni sus padres ni sus profesores les han dicho nada por ir así vestidas?), sino que además actúan como las típicas chicas wannabe con complejo de princesa de barrio: bruscas, maleducadas, violentas y con ínfulas de ser las reinas del cotarro.

El primer contacto de Amy con estas niñas es tenso y áspero. Las niñas se reúnen junto a las vías del tren para ensayar unos pasos de baile y cuando descubren que Amy las está espiando, la echan de allí a pedradas. Al día siguiente, se meten con ella en la puerta del colegio, le arrebatan la mochila y se burlan de ella. Pero, inexplicablemente, Amy quiere pertenecer a este grupo de chicas tan guays, y para eso no se le ocurre otra cosa más que robar el teléfono móvil de su primo o su tío (no me ha quedado claro el parentesco, pero es de su familia) para poder ver vídeos de chicas bailando y hacerse una cuenta en Instagram. Que digo yo: ¿el hombre no se ha dado cuenta de que le falta el móvil? ¿No ha llamado desde otro número para encontrarlo? ¿Y cómo es posible que la niña haya conseguido desbloquearlo y pueda luego cargarlo, si en su casa no hay más móviles?

Después de unos cuantos tiras y aflojas, Amy consigue introducirse en el grupo de las niñas, que le permiten acompañarlas a sus ensayos de baile. Las cuatro amigas están preparando una coreografía para un concurso de grupos de baile, y sus mayores competidoras son un grupo de chicas un poco más mayores que ellas (a las que rápidamente tildan de "zorras"). Aunque las niñas no quieren que Amy forme parte del grupo, ella practica los pasos de baile en secreto. Su gran oportunidad llega cuando queda con las chicas en casa de una de ellas para hacer sexting con un chico mayor (sí, como lo leéis) y Yasmine enciende la cámara y enfoca a Angélica; el chico, al darse cuenta de que es una niña, le recrimina su actitud y Angélica se marcha indignada. Al día siguiente, se pelea con Yasmine y ésta queda oficialmente expulsada del grupo. Amy entonces aprovecha la ocasión para mostrarle a Angélica que se sabe los pasos del baile, pero le hace unos añadidos extra: movimientos de twerking que ha visto en otros vídeos musicales. Y, por supuesto, su amiga Angélica queda fascinada.



Lo siguiente que veremos es la típica escena de entrenamiento, tan común en películas acerca de la superación personal dentro del deporte o de academias militares. Sin embargo, aquí vamos a presenciar los primeros momentos incómodos de la película, pues la cámara se empeña en enfocar los bustos y traseros de las niñas contoneándose de manera sensual y provocativa. Amy se encarga de enseñar a sus compañeras de grupo (me niego a considerarlas sus amigas) cómo se menea el culo y se mete el dedo en la boca para parecer mayores y sexys. Y las chicas encantadas, por supuesto. Si no les importa marcar culo y enseñar escote ante chicos de 14 años y mentir sobre su edad, esto no es nada en comparación.

A estas alturas de la película, uno se da cuenta de que pasa algo muy extraño con Guapis. Sinceramente, no he conocido nunca una niña que haga el tipo de cosas que hacen Amy y sus compañeras con la edad que se supone que tienen. Supongo que una parte del mensaje incluía el hablar de los cambios hormonales, puesto que Amy empieza a menstruar, pero creo que la película lo hace de manera torpe y mal. Pretende convencernos de que las niñas están muy expuestas a contenido sexual que malinterpretan o no saben asimilar, pero este mensaje no llega al espectador. La mayor parte del tiempo vamos a ver a unas niñas bailando de manera provocativa, hipersexualizadas a más no poder, y esto termina transformándose en todo lo contrario de lo que se quería criticar. Los constantes planos y barridos de todo el cuerpo de las niñas contoneándose es de una vergüenza ajena que hará que más de uno se sienta incómodo, y lo peor no es eso, sino que podría haberse aprovechado para lanzar un mensaje muy efectista. Estas numerosas escenas de baile podrían haber servido de crítica si no se hubieran realizado con una música tan alegre de fondo, algo que de manera inconsciente transmite al espectador que lo que está viendo es bueno, que esta es la verdadera liberación de Amy

Pero seguimos, que hay para rato. Después de unos cuantos ensayos, las niñas deciden grabar un vídeo para Instagram que, por descontado, tiene una cifra de likes astronómica. Esto le encanta a Amy, cuyo ego experimenta un ascenso desmedido y en la escena siguiente vemos cómo digievoluciona a choni poligonera, poniéndose unos pantalones ajustados y un top bien cortito que la convierten en la más popular. Una vez más, nos damos cuenta de que tanto los padres como los profesores están en la luna de Valencia pues, aparte de que no aparecen en toda la película, dejan que estas niñas vayan vestidas como les da la gana. ¿Y de dónde sacan el dinero para vestir tan guays? Pues de las demás no lo sabemos (de hecho, de las otras niñas no sabemos absolutamente nada), pero Amy consigue el dinero robándoselo a su madre y lo gasta en comprarse bragas y sujetadores para ella y sus amigas (y algún que otro regalito para sobornar a su hermano pequeño).

La conversión de Amy en choni también se observa en su actitud, que se hace cada vez más violenta. Es especialmente memorable el momento en el que le clava un bolígrafo en la mano a un compañero de clase cuando éste le mete mano o cuando se enzarza en una pelea con una chica del grupo de baile rival. Tampoco dice mucho de ella el hecho de que se tire todo el tiempo insinuándose con sus meneos de culo. Es bastante horroroso el momento en el que hace twerking delante de dos guardias de seguridad de un local de laser tag en el que ellas se han colado. Sin embargo, debo decir que en todo momento la actitud de los hombres en esta película es mejor que la de las niñas, pues rechazan sus insinuaciones y las ponen siempre en su lugar.

Un tema del que no se habla, pero que sí podría haberse tocado, es el de las denuncias falsas. Cuando las niñas son pilladas por uno de los guardias en el laser tag, agarra a una del brazo para llevársela y las demás se ponen a gritarle que es un pedófilo y que le van a acusar de abuso sexual. Esto se confirma cuando viene su compañero, oye la historia y lo primero que va a hacer es llamar a la Policía, cosa que al final no es necesaria porque Amy mueve el culo delante de ellos y pasamos a otra cosa. En otro momento, el tío/primo de Amy descubre que fue ella quien le robó el móvil y le exige que se lo devuelva, y a Amy se le ocurre insinuársele para que le permita tenerlo. Ante el rechazo furioso de su pariente, Amy se encierra en el baño y se baja los pantalones y las braguitas, momento en el que todos pensamos que él va a abrir la puerta y ella lo va a acusar de intentar violarla. ¡Pero no! ¡Amy se ha bajado las bragas para sacarse una foto de sus partes íntimas y subirla a Instagram! ¡Porque sí! ¡Porque eso es algo que haría una niña sometida a la presión de las redes sociales!


Niñas

La típica ropa que te pones para ir al cole


Sinceramente, a mí me parece que el personaje de Amy es el de una niña que no está bien de la cabeza. Ante los comentarios negativos que ha recibido su foto en Instagram, unido al hecho de que Amy no consigue llegar a tiempo a la audición para acceder al concurso, las otras niñas deciden echarla del grupo y reintegrar a la que habían expulsado. Amy se siente destrozada. El sueño de su vida se desmorona ante sus ojos y no puede hacer nada. ¿O tal vez sí? Se espera al día del concurso, se esconde para esperar a la chica que la ha sustituido y le pega un soberano empujón que la tira al río. ¿Que la chica no sabe nadar y corre riesgo de ahogarse? A Amy se la suda; ella pasa de todo y se va tan campante al concurso, ante el estupor de sus compañeras.

Por fin, el momento que todos estábamos esperando. El gran día de las niñas, el concurso de baile. Sin embargo, este momento no genera ni la más mínima emoción en el espectador. Ante los movimientos sensuales de las niñas, el público reacciona negativamente y son abucheadas, pero ellas continúan bailando. Sin embargo, en cierto momento a Amy le viene la iluminación y se va corriendo del escenario, dejando colgadas a sus compañeras, y vuelve a casa junto con su madre. No sabemos qué pasa por su mente, qué le ha ocurrido para experimentar ese momento remember, pero da igual. Ella se marcha y regresa justo a tiempo para la boda de su padre. La película termina con Amy vistiendo como una niña de su edad que se une a otras para saltar a la comba.

Y esto ha sido Guapis, amigos. Tras analizar toda la polémica que ha arrastrado solo por su tráiler, uno podría pensar que se sacaron muchas escenas de contexto y que la verdadera película está ahí, con su mensaje listo para ser transmitido, pero no es así. No se trata de una cinta con ciertos toques de sexualidad que se han exagerado, sino que toda la película es así. Está llena de situaciones innecesarias, como que las niñas estén viendo pornografía, intenten hacer sexting con un extraño, que a una de ellas se la vea inflando un condón, y mucho más. Esto, vuelvo a decirlo, manda el mensaje contrario al que se quiere transmitir. En vez de hacernos ver que los niños pierden su inocencia cada vez más rápido, se siente como una sobreexposición de estas niñas a una sexualidad que no les corresponde. ¿Recordáis lo que decía la primera sinopsis que hizo Netflix de la película? Pues era verdad. Es exactamente eso que decía. Y no hubiera sido tan grave si Amy y las demás fuesen adolescentes o incluso chicas de 19 ó 20 años, pero tienen once, y esto le da mucha incoherencia e inconsistencia a la trama.

¿Queréis saber una cosa? Yo sí he entendido el mensaje crítico de Guapis. He entendido lo que la directora quería contarnos y sé que es un mensaje que no está equivocado en absoluto. Todos los días somos testigos del temprano acceso de los niños a Internet y las redes sociales, y conocemos el impacto tan fuerte que tiene sobre ellos. Un like puede definir a un niño y otorgarle estatus dentro de su grupo de amigos, y son muchos los que caen en la tentación de exponer sus cuerpecitos para que otras personas les digan lo maravillosos y especiales que son. Sexualización y educación sexual no son sinónimos, y es responsabilidad de todos darles a los niños una buena educación sexual para que aprendan y se hagan responsables de sus actos en el futuro. A los 11 años, un niño debe poder seguir siendo inocente y gozar de una buena infancia. Y los bailes, que hubieran podido haberse representado de manera graciosa al estilo de Little Miss Sunshine, aquí se hacen muy bien coreografiados para que resulten bonitos a la vista. El mensaje te lo gritan a la cara, cuando no era necesario llegar hasta ese extremo. No quiero decir que las niñas haciendo twerking no existen, sino que se podría haber hecho de otra manera menos incómoda y banal.

Solo me queda pedir vuestra opinión. ¿Habéis visto la película? ¿Os ha parecido tan polémica como se decía o pensáis que no es para tanto? ¿Qué sensación os ha transmitido? Dejádmelo en los comentarios, pero mi opinión ya la sabéis. Ojalá vosotros hayáis visto en esta película algo positivo. Por mi parte, pasará a formar parte de mi montón de decepciones particular, cosa que con Netflix me está pasando cada vez más a menudo.

¡Nos vemos!

1 comentario:

  1. Aparte de la expresión, que por supuesto me parece estupenda, quisiera incidir en la buena denuncia sobre la hipersexualización de la infancia, que nos traemos entre manos (y cerebros)los llamados adultos. Bajo una bandera de supuesta liberación, se mete toda la morralla antidiluviana de fomentar el tráfico de imágenes de infantes sexualizadas (el mundo adolescente no es menos). Curiosamente con menos intensidad, en la internet superficial, en el abuso de la imagen infantil masculina. Lo que se puede explicar por el poder patriarcal, que sigue mandando en el mundo audiovisual.

    Por cierto no vi la peli, pero soy consumidor de internet y sufro ese primer tortazo visual de menores haciendo bailes, hasta que sigo navegando. bailes que tienen sentido en cabarets o bailes tradicionales tribales, pero no con esa manía por conseguir seguidoras y seguidores, al mimso tiempo que se vende como una hipotética liberación corporal.

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