¡Hola a todos!
Y aquí seguimos, empapándonos de lectura fantástica para alimentar el cuerpo y el espíritu. Por si no os acordáis, os dije hace un par de meses más o menos que durante mis vacaciones había comprado dos libros muy importantes para mí; de Nuncanoche ya conocéis mi opinión, pues os he dejado la reseña correspondiente en este mismo blog, pero todavía me quedaba pendiente de leer la otra novela que compré: Elantris, de Brandon Sanderson. Considerada una de las mejores novelas de fantasía de los últimos diez años, la magnífica opera prima de un autor novel que supo hacerse un nombre y un lugar de honor en el panteón de escritores de fantasía, Elantris tenía que caer en mis manos de una manera u otra. Y aquí la tenéis. Poneos cómodos y acompañadme a una ciudad poblada por dioses, donde la magia inunda cada piedra que pavimenta sus calles y concede asombrosos poderes a sus gloriosos habitantes. Acompañadme a una ciudad en la que la sabiduría, la gloria y la eternidad se desvanecieron hace diez años, convirtiéndola en un conjunto de ruinas mugrientas por donde vagan cadáveres andantes atormentados por un dolor que no tiene fin. Acompañadme a Elantris.
Título: Elantris
Autor: Brandon Sanderson
Editorial: Ediciones B – Nova
Nº de páginas: 794 págs.
Año: 2006
Sinopsis: Bienvenidos a la ciudad de Elantris, la poderosa y bella capital de Arelon llamada la «ciudad de los dioses». Antaño famosa sede de inmortales, lugar repleto de poderosa magia, Elantris ha caído en desgracia. Ahora solo acoge a los nuevos «muertos en vida», postrados en una insufrible «no-vida» tras una misteriosa y terrible transformación. Un matrimonio de Estado destinado a unir los reinos de Arelon y Teod se frustra, ya que el novio, Raoden, el príncipe de Arelon, sufre inesperadamente la Transformación, se convierte en un «muerto en vida» y debe refugiarse en Elantris. Su reciente esposa, la princesa Sarene de Teod, creyéndolo muerto, se ve obligada a incorporarse a la vida de Arelon y su nueva capital, Kae. Mientras, el embajador y alto sacerdote de otro reino vecino, Fjorden, usará su habilidad política para intentar dominar Arelon y Teod con el propósito de someterlos a su emperador y su dios.
RESEÑA (sin spoilers)
Si os digo la verdad, nunca había oído hablar de Brandon Sanderson hasta hace relativamente poco. Desde que George R. R. Martin puso de moda el género grimdark con su laureada (y a veces sobrevalorada) Canción de Hielo y Fuego, para mí fue habitual encontrar en las librerías montones y montones de novelas ambientadas en reinos de corte medieval donde la sangre, las vísceras, el sexo salvaje y la oscuridad eran el pan nuestro de cada día. Y no me parece mal, pues son temas inherentes al género humano y mucho más realistas que la fantasía Disney por la que otros autores optan, sobre todo los que escriben fantasía para niños o preadolescentes. A día de hoy, la palabra grimdark se asocia con fantasía para adultos y, como ya he dicho, por mí está bien.
Sin embargo, dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno, y esto es precisamente lo que no se aplica a la publicación de novelas de fantasía para adultos. Como pasa con la mayoría de las modas, basta con que salga un libro sobre determinado tema y se acabe popularizando y convirtiendo en un fenómeno de masas, para que acto seguido surja una horda de escritores que van a enfocar sus historias en el mismo sentido. Esto hace que el panorama literario se vuelva tedioso, pues al final casi se nos obliga a consumir libros que tienen temáticas muy parecidas en las que la violencia cobra un papel protagónico y le hace preguntarse a uno si será verdad que el ser humano es un cabrón sanguinario por naturaleza y es imposible que surjan aspectos de su carácter como la bondad, la abnegación y el sentido de la amistad. Por eso creo que Sanderson ha acertado al no dejarse llevar por las modas y seguir su instinto, ofreciéndonos una historia de fantasía para adultos clásica, con sus momentos de maldad y violencia, pero sin eclipsar a los de generosidad y optimismo.
La historia que nos ocupa gira en torno a la ciudad de Elantris, antaño una urbe poblada por criaturas más parecidas a dioses que a seres humanos, capaces de hacer magia poderosísima y realizar prodigios asombrosos. Sin embargo, en el momento en que da comienzo la historia, se nos dice que esa época de esplendor y gloria terminó misteriosamente hace diez años, y que aquellas deidades de poderes sobrenaturales se han convertido de la noche a la mañana en una raza de zombies agonizantes, comidos por la mugre y poseídos por un dolor que nunca merma y que acaba volviéndolos locos. A esta ciudad es a donde será arrojado el príncipe Raoden de Arelon en cuanto se descubre que lo ha alcanzado la Shaod, la Transformación. Su vida cambia por completo en cuestión de horas y se verá obligado a tratar de sobrevivir lo mejor que pueda en ese lugar maldito y odiado por todos.
Al otro lado de las murallas de Elantris, la princesa Sarene de Teod llega a Arelon justo para enterarse de que Raoden, su prometido, ha “fallecido” y que la boda no puede celebrarse. Con todo, tiene el deber de incorporarse a la corte arelena y ejercer su papel como nueva hija del rey, aunque su inteligencia y su interés por los movimientos políticos de su nuevo reino pronto le harán ganarse un lugar de respeto entre la nobleza. Al mismo tiempo, un alto sacerdote fjordell llamado Hrathen llega a Arelon con una misión muy específica: conseguir que el reino de Arelon se someta de buen grado ante su pontífice y su dios, Jaddeth. El imperio de Fjorden, famoso por su amplio territorio y su afán de dominación, tiene en mente la anexión de los reinos de Arelon y Teod, y Hrathen pretende conseguírselos a su emperador a través de la conversión de sus gobernantes a la religión que profesa, el Shu-Dereth.
Tenemos, por tanto, tres puntos de vista sobre la misma historia llevados de la mano de tres personajes: Raoden, Sarene y Hrathen. Raoden nos ofrece la visión interior de Elantris y nos ayuda a profundizar en la miseria de sus habitantes, su dolor y desgracia. Por lo contrario, con Hrathen tendremos la visión de Elantris como una especie de amenaza a sus planes de sometimiento, ya que la antaño maravillosa urbe es un bastión al que muchos siguen temiendo y casi venerando, aunque sus motivos para hacerlo hayan cambiado en los últimos diez años. El punto de vista de Sarene está más enfocado a las luchas políticas en la corte de Arelon, y su principal rival será el sacerdote fjordell, con quien ha iniciado una batalla silenciosa en la que cada uno busca sus apoyos y trata de adelantarse a los movimientos del otro. Pero, sin lugar a dudas, la gran protagonista de este libro es la propia ciudad de Elantris, un lugar fascinante y lleno de misterios alrededor del cual gira toda la acción.
Al parecer, cuando Sanderson concibió la idea de Elantris como ciudad, pretendía crear algo original y distinto a todo lo que se había visto anteriormente; sin embargo, muchos lectores (y yo me incluyo entre ellos) han creído ver un cierto parecido con las antiguas polis griegas. El propio Sanderson reconoce que sí, se parece un poco a Grecia, pero que no se hizo con esa intención. No obstante, esa imagen de una ciudad que parecía hecha de pura luz, donde el arte y la sabiduría eran tesoros más valiosos que el oro o la plata, pero que ahora ha quedado reducida casi a escombros, evoca a la perfección una especie de Atenas o una Olimpia derruida. Desde el principio se nos ofrece la resolución de un misterio para el que no parece haber respuesta posible: ¿Qué ocurrió en Elantris hace diez años? ¿Cómo es posible que una ciudad plena de luz y magia se convirtiera en una ruina de un día para otro? ¿Por qué los elantrinos, esos seres equiparables a dioses hechos carne, se transformaron en cadáveres devorados por el dolor y la amargura? Hay respuestas para todos esos interrogantes, pero el misterio nos acompañará a lo largo de toda la novela y creará en nosotros una especie de tensión que me parece muy bien llevada y resuelta al final.
El resto del mundo es un poco difícil de dilucidar, ya que la marcada presencia de Elantris eclipsa, a mi parecer, los reinos circundantes a Arelon. Tenemos por un lado el reino de Teod, hogar de Sarene, que simplemente aparece descrito como un territorio que posee una fuerza naval insuperable y que basa su riqueza en el establecimiento de tratados comerciales muy ventajosos. Al este de Arelon tendremos la antigua república de Duladel (¿quizás el norte de África o Próximo Oriente?) y Jindo, un lugar que me ha traído reminiscencias de Asia, sobre todo por las rutas comerciales por donde pasan seda y especias como bienes más preciados y el dominio de ciertas artes marciales. Y, por último, tendremos el imperio de Fjorden, gobernado con mano de hierro por una especie de papa-emperador conocido como el Wyrn, cuyo afán de dominación invocando el nombre de su dios le ha llevado a hacerse con más de medio mundo y amenaza con tragarse también Arelon y Teod, los últimos reinos que resisten su envite.
Como podéis ver, a la novela no le falta detalle. Si tuviera que ponerle una pega a la ambientación, diría que la cultura de algunos lugares me parece, si no mal construida, sí un poco simple. En el reino de Arelon no parece haber fiestas populares ni entretenimientos, no hay canciones ni destaca precisamente por ser la cuna del arte, la filosofía o las ciencias. Es un reino estándar con una cultura estándar basada en que los nobles ganan o pierden su título en función de su patrimonio, y en que todas las mujeres son meros objetos decorativos sin voz ni voto y que solo piensan en vestidos y amores cortesanos. Las únicas sociedades que me parecen mejor construidas son las de Duladel y Fjorden, pues de la primera tenemos referencias gracias a menciones de otros personajes que nos dibujan una antigua república llena de vida, color y música, y de la segunda sabemos gracias a Hrathen que es una sociedad edificada entorno al culto casi fanático al dios Jaddeth, por lo que la religión rige todos los aspectos de sus gentes.
En lo que respecta a los personajes, diré que los hay de lo más variados. De todos ellos, el trío de protagonistas recibe una mayor atención y descripción, aunque no todos se han ganado mi simpatía por igual. El príncipe Raoden es un personaje que destaca, sobre todo, por ser un incorregible optimista. Su ingenio, su carisma y su capacidad extraordinaria para ver un rayo de esperanza hasta en la más honda de las miserias, le llevan a recorrer uno de los caminos más difíciles de la historia, pero también el más edificante. Sarene es el paradigma de la princesa que se sale de la norma establecida; inteligente, activa y nada superficial, será una pieza indispensable en el juego político que se ha iniciado en la corte de Arelon. La estropea, bajo mi punto de vista, un excesivo complejo de superioridad que la lleva a querer tener razón en todo y a hacer que paguen justos por pecadores en determinadas situaciones. Y por último tenemos a Hrathen, el que para mí es el mejor personaje de toda la novela. Resulta curiosa la evolución de este sacerdote, que empieza siendo un hombre severo, rígido y profundamente convencido de sus creencias, para acabar cuestionándose a sí mismo y la licitud de las creencias por las que se ha enfrentado a toda una nación. Es uno de los personajes con mayor desarrollo de la novela y, en mi opinión, uno de los más atractivos de todo el plantel.
En cuanto a los personajes secundarios, como siempre, los hay para todos los gustos. Me han gustado mucho aquellos que forman parte de la sociedad de Elantris, como Galladon y Karata. Entre la nobleza arelena también hay personajes que atraerán nuestras simpatías, por no hablar de Kiin, el tío de Sarene, y su peculiar familia. Sin embargo, he tenido mis más y mis menos con los personajes secundarios, ya que muchos de ellos tienden a responder al modelo de buenos muy buenos y malos muy malos, y eso es algo que suele decepcionarme. Además, algunas de las cosas que hacen me han dejado completamente estupefacta, ya que eran cosas que no esperaba que esos personajes fueran capaces de hacer, y la manera en que las hacen es simplona en el mejor de los casos y una completa estupidez en el peor.
Sin embargo, todo eso queda eclipsado cuando toca enfrentarse a uno de los mayores atractivos de esta novela, que no es otra cosa que el sistema de magia. Sanderson, gran defensor de poner normas al uso de la magia, demuestra que se pueden crear sistemas mágicos llenos de coherencia sin perder ni un ápice del sentido de la maravilla. La magia “porque sí” no existe en Elantris: aquí hay normas, poderes que existen por una razón y unas pautas para extraer de ellos el máximo potencial. La AonDor elantrina, agostada también por la maldición que afecta a todos los habitantes de la ciudad, está aguardando a ser despertada de nuevo. Se trata de un sistema de magia que consiste en escribir caracteres de luz que, bien realizados, son capaces de obrar auténticos milagros; en cambio, el más pequeño error puede conducir a un completo desastre; todo depende de la habilidad de su ejecutor, entrenado a conciencia durante mucho tiempo en este tipo de magia. Sin lugar a dudas, la magia y sus reglas son lo que más vida le da a esta novela y creo que es lo que la ha hecho tan memorable.
Para ir terminando, diré que si tuviera que recomendar Elantris, lo haría con mucho gusto y convencida de que al lector potencial le gustará. Si ya estáis cansados de tanto grimdark y queréis volver a las raíces, a la fantasía clásica, éste libro no os va a decepcionar. La falta de sangre y vísceras ha sido suplida por ternura y amistad, y creo que eso está bien. Y si le sumamos el hecho de que es una novela autoconclusiva y no es necesario esperar meses o años a que salga una siguiente parte, me parece que no tenéis excusa para darle una oportunidad.
Ame Elantris, me parecio un excelente libro, que me engancho como no me enganchaba otra historia en mucho tiempo
ResponderEliminarQuizas la unica pega es que quedaron muchas cosas el universo en el que se mueve que se podrian haber rascado mas, como el tema de las religiones que aparecen, o de los propios reinos que menciona, pero quizas es la costumbre de leer sagas largas que nos ha quedado donde explican todo hasta el detalle
Estoy de acuerdo, el tema de la religión podría haber recibido un mayor tratamiento. Me pareció muy interesante la lucha interna de Hrathen con sus propias creencias y su fe en Jaddeth, pero me hubiera gustado que se ahondara más en el Shu-Dereth.
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