lunes, 12 de marzo de 2018

Desmontando el hembrismo


¡Hola a todos!

No cabe duda de que el pasado 8 de marzo fue un día en el que se hizo Historia. Aquel día, miles de mujeres dejaron de lado sus trabajos tanto dentro como fuera de casa para salir a la calle todas juntas y lanzar un grito para llamar a la igualdad entre hombres y mujeres. Cuesta creer que algo tan básico como la igualdad de derechos para ambos sexos siga siendo a día de hoy tema de discusión o que incluso se ponga en duda, y considero que en ese sentido la huelga feminista del 8 de marzo fue muy positiva. La marea violeta se hizo ver en todo el mundo y dejó claro que las cosas van a cambiar a partir de ahora, que la revolución se llevará a cabo y que seremos las mujeres las artífices de esa proeza.

A pesar de lo que muchos piensan, el movimiento feminista no está compuesto por un grupo de mujeres histéricas que, dejándose llevar por sus hormonas, se están dedicando a montar alborotos innecesarios para destruir un sistema que el machismo lleva cimentando y fortaleciendo desde el principio de los tiempos. Cierto que el feminismo busca tumbar el machismo, pero lo hace a través de la vía pacífica y siempre buscando la igualdad, cosa que el machismo no hace.

Por alguna razón carente de toda lógica, siempre se ha considerado que el sexo femenino era inferior en todo al masculino, y esta creencia ha arraigado tanto en nuestra sociedad que nuestra educación e idiosincrasia han llegado a hacernos creer que se trata de una certeza incuestionable. Pero esto no es así y, por fortuna, no fueron pocas las mujeres que pusieron en tela de juicio estas premisas marcadas por los hombres. Pues ¿por qué debería ser menos inteligente una mujer que un hombre? ¿Por qué no pueden hombres y mujeres ejercer los mismos trabajos, ya sea dentro como fuera de casa? ¿Por qué no podían las mujeres tener derecho a votar, a tener mayoría de edad, a ser independientes económicamente o a decidir si querían o no tener hijos?

Poco a poco, el sistema empezó a ser cuestionado por los que supuestamente eran los seres más débiles de la sociedad. Las mujeres se dieron cuenta de que no habían nacido para ser objetos decorativos para colocar al lado de un hombre, ni criadas sometidas a cada uno de sus deseos. Comprendieron, a base de vivir injusticias constantemente, de que valían tanto como cualquier hombre y, por lo tanto, debían ser consideradas iguales a ellos en todos los aspectos de la vida. Iguales en derechos, en obligaciones, en educación, en la familia y ante la ley. Y fue así como gracias a estas pioneras surgió el feminismo, un movimiento que nació para exigir la igualdad de derechos para hombres y mujeres.

El feminismo no empezó siguiendo unas pautas y se quedó estancado en ellas, sino que, como todo en esta vida, evolucionó para adaptarse a los nuevos tiempos y a las demandas que las mujeres pedían para ser plenamente iguales a los hombres en derechos y en deberes ante la ley y la sociedad. Existen varios movimientos feministas, pero hoy en día se tiende a dividir la evolución del feminismo en tres olas distintas que se han dado a lo largo de la Historia. Voy a explicaros un poco en qué consistían y cuáles eran sus principales reivindicaciones.

La primera ola del feminismo tiene sus orígenes en el Renacimiento, y sus premisas básicas se pueden encontrar en libros como La Ciudad de las Damas de Christine de Pizan; La Igualdad de los Sexos, de François Poullain de la Barre; y La Mujer Honesta, de Jacques du Bosc. En esta primera ola del feminismo lo que se demandaba era la incorporación de la mujer al ámbito académico, cuyo acceso le estaba prácticamente vedado. Fue tal el ímpetu que tuvieron estas pioneras que su influencia tuvo eco en las revoluciones burguesas liberales del siglo XVIII, sobre todo en Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Básicamente, las dos grandes demandas de esta primera ola son la igualdad ante la ley y el acceso de la mujer a la ciudadanía.

La segunda ola del feminismo tiene lugar el siglo XIX y surge a raíz de las teorías sociales, económicas y políticas del marxismo. Será, sin embargo, la obra de Engels la que servirá de base sobre la que se fundamente esta segunda ola feminista, concretamente el libro El origen del estado, la familia y la propiedad privada, publicado en 1884. Esta obra puede resumirse con la frase “En la familia, el hombre es el burgués y la mujer el proletariado”. Lo que Engels pretendía era tender un puente entre la lucha de clases y la lucha de sexos, y declaraba que la mujer tenía que subordinarse a la lucha del obrero para poder liberarse de las cadenas del patriarcado. Esta segunda ola del feminismo terminó siendo un absoluto fracaso, ya que sus postulados no se aplicaron. Baste recordar el sistema político que se implantó en la desaparecida Unión Soviética, en el que la mujer, lejos de gozar de más libertades y derechos, se vio incluso más sometida que antes a los parámetros machistas.

Y llegamos a la tercera ola del feminismo, cuyo origen se puede situar en el año 1949 tras la publicación del ensayo El segundo sexo, de la escritora Simone de Beauvoir. Es muy famosa la frase de esta autora que reza “No se nace mujer, se llega a serlo” que, en mi opinión, resume muy bien esta nueva ola feminista y le da al movimiento una mayor visibilidad. Es ahora cuando se empiezan a elaborar los fundamentos filosóficos de la ideología de género, en la que la sexualidad se ve desarraigada de su realidad natural y pasa a ser presentada como un constructo cultural. Poco a poco se va observando una radicalización en sus premisas; la mujer deja de ser igual al hombre y se convierte en un ser superior a él. Es ahora cuando empezamos a hablar del hembrismo.

El hembrismo (mal llamado también feminazismo), al contrario de lo que muchas personas sostienen, no va parejo al feminismo, sino que lo sobrepasa, va más allá y se centra en buscar motivos por los que odiar y despreciar a los hombres. Supuestamente denuncia el machismo pero lo curioso es que se basa en la misma ideología y consideración de que un sexo es superior al otro por poseer determinadas características. No predica la igualdad de derechos y obligaciones, sino que culpa, tiraniza y ataca al hombre por el simple hecho de ser hombre, impidiéndole defenderse y llegando a condenarle de antemano.

El radicalismo exacerbado de las hembristas ha llevado a que se establezca una dictadura de lo políticamente correcto, en la que cada detalle debe ser cuidadosamente analizado para buscar indicios de machismo, heteropatriarcado, estigmatización social y otros conceptos que oiremos varias veces en el discurso hembrista. En el artículo de hoy voy a hacer un firme alegato en favor del feminismo y a desgranar algunas de las principales diferencias que hay entre las feministas y las hembristas.


Mujeres sí, hombres no

Mientras que el movimiento feminista defiende la inclusión de hombres y mujeres para establecer la igualdad real entre ambos sexos, el movimiento hembrista hace todo lo contrario y opta por apartar a los hombres de sus reivindicaciones, en ocasiones denigrando al sexo masculino. Esto choca con la discriminación con la que, se supone, quieren acabar. Ejemplos de esta violencia ejercida contra los hombres los podemos encontrar en slogans y consignas muy conocidas como "Muerte al macho", “Machete al machote” y “Ante la duda, tú la viuda”, pero también es posible encontrar frases horribles y denigrantes en la filosofía de género, que supuestamente es más seria. Sirvan como ejemplos las palabras de Andrea Dworkin, quien dijo que todo coito heterosexual supone la violación de un hombre sobre una mujer; también está Sheila Jeffreys, a quien le gustaba opinar que cada vez que una mujer experimenta un orgasmo al estar con un hombre, lo que en realidad está haciendo es reproducir el sistema del patriarcado; y por supuesto no podía faltar la famosa Valerie Solanas, creadora del manifiesto SCUM, quien llegó a afirmar que tratar al hombre de animal es halagarlo, ya que el hombre no es más que un consolador andante.


Derechos sobre el cuerpo

Uno de los puntos que siempre ha defendido el feminismo ya desde sus inicios ha sido el de permitir a la mujer tener derecho sobre su propio cuerpo, algo muy legítimo si tenemos en cuenta que durante cientos de años fue el hombre el que dispuso de la mujer de manera indiscutible. Entre otras cosas, el feminismo pedía que se le concediera a la mujer el derecho a abortar libremente, algo que el movimiento hembrista también comparte.

Sin embargo, hay una pequeña diferencia entre las simpatizantes de uno y otro grupo. Al oír hablar a las hembristas, uno casi podría pensar que están supercontentas y deseosas de ir a una clínica para abortar, como si fuera tan normal como irse con unas amigas a tomar un café. No faltan tampoco consignas tan sonoras como “Aborto es sagrado”, repetida infinidad de veces por las simpatizantes del grupo FEMEN. En cambio, las feministas consideran que el aborto debería ser libre y con las máximas garantías sanitarias, pero a la vez lo ven como un drama para la mujer, pues entienden que la interrupción del embarazo es un acto que una mujer solo llevaría a cabo en caso de que no le quedara otro remedio.

Existe una frase muy conocida que resume a la perfección este apartado, que es la famosa “En mi coño mando yo”, sentencia muy respetable pero que, curiosamente, no se aplica a otros aspectos como la prostitución autogestionada o la gestación subrogada. Es decir, que una hembrista defenderá a muerte a una mujer si quiere abortar estando en el quinto mes de embarazo pero la considerará una mujer de segunda si, ejerciendo su derecho a buscarse la vida como mejor le parezca, decide trabajar como prostituta para ganarse las lentejas.


Mujer y religión

Con la Iglesia hemos topado. El hembrismo ha iniciado una cruzada para borrar de la faz de la tierra todo lo que huela a heteropatriarcado, y todos sabemos que no hay nada más heteropatriarcal que las religiones. Aunque la gran mayoría de las religiones son, en esencia, bastante machistas, las hembristas parecen tenerle una especial ojeriza a la Iglesia católica. Una vez más, encontramos aquí una doble vara de medir, ya que el hembrismo no va a ser ni la mitad de duro con el Islam. La fe islámica es una religión tan respetable como todas las demás, pero es innegable que sus preceptos y bases ideológicas son machistas, ya que siempre ponen al varón en un puesto de supremacía sobre la mujer. Sin embargo, nunca veremos a las chicas de FEMEN irrumpir un viernes en una mezquita, desnudas de la cintura para arriba y con flores en el pelo, para ponerle las tetas en la cara a un imán y llamarle machista opresor, cosa que sí han hecho repetidas veces en iglesias y capillas católicas.

Como veis, la cosa cojea por algún lado, ya que no se trata igual a todas las religiones. Es probable que esto se deba a que el movimiento hembrista está muy vinculado a la ideología de ciertos partidos políticos de la extrema izquierda que son muy benévolos con el Islam pero a la vez son muy críticos con el Cristianismo, lo que pone en entredicho su idea de lo que es el respeto hacia las creencias de cada persona. Posiblemente esto sea así porque saben que la Iglesia, haciendo honor a su máxima de poner la otra mejilla, traga con todo y no responde a sus provocaciones, algo que no ocurre cuando se le toca los cojones al Islam. Nunca veremos a las hembristas pidiendo la erradicación del burka, el cual consideran que las mujeres afganas llevan porque quieren, cuando realmente es una imposición del marido a la esposa, ya que el burka no tiene las mismas connotaciones religiosas que el velo, prenda que solo cubre la cabeza pero deja al descubierto el rostro de la mujer.


Capitalismo heteropatriarcal (?)

El feminismo, como ideología y como movimiento político, ha sido un producto de la filosofía liberal que surgió a raíz de la instauración del sistema capitalista. Aunque las “revoluciones burguesas” ayudaron a que las demandas de las mujeres tomaran forma y se organizaran políticamente, la aparición de Marx y Engels vino a cambiarlo todo cuando éste último subordinó la lucha femenina a los intereses de la lucha de clases, haciendo que izquierda y feminismo se unieran contra el capitalismo, y cuyos argumentos han llegado hasta nuestros días. Basta con echar un vistazo a los principales grupos feministas para comprobar que en todos ellos se repite hasta la saciedad el discurso de que el capitalismo es la causa de la opresión de la mujer. ¿Por qué dicen esto?

El capitalismo es un sistema económico que se sustenta en dos pilares: la centralidad de la propiedad privada y la libertad económica. La institución del contrato se vuelve más necesaria que en épocas anteriores, y el mundo empezará a moverse siguiendo la ley de la oferta y la demanda. Con el asentamiento de estas premisas, la mujer fue encontrando mayores espacios en la vida pública, puesto que el mercado no hace distinción de sexos, razas, etnias o religiones. Si una empresa decidiera no contratar a mujeres bien preparadas y pagar en exceso a hombres no cualificados para el puesto, no tardaría mucho en irse a pique. Existe, eso sí, el problema de la discriminación salarial por sexo, que a día de hoy es ilegal en España y está considerada como infracción muy grave.

Sin embargo, culpar al capitalismo de este hecho me parece un absurdo, puesto que gracias al capitalismo se hicieron grandes avances en la tecnología aplicada al ámbito laboral. La creación de maquinaria cada vez más sofisticada ha hecho que la maña supere a la fuerza bruta, además de crear nuevos puestos de trabajo que las mujeres podían desempeñar perfectamente. El mercado también pensó en las mujeres al dar pie a la producción de todo tipo de artículos para facilitarles la vida cotidiana. Así que, en mi opinión, si lo que el feminismo quiere abolir es la brecha salarial, tiene que atacar directamente a ese problema, no a todo el sistema capitalista. A pesar de las innumerables virtudes que, según Marx y Engels, tenía el sistema socialista cuyas teorías elaboraron, en la práctica se demostró que los derechos de la clase obrera iban mermando cada vez más y que ni siquiera las mujeres gozaron de una mayor libertad.


Todos alienados

Como toda ideología extremista, el hembrismo tiende a llevar a cabo una separación ideológica entre los miembros del grupo y el enemigo a abatir. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando es una mujer la que, en pleno ejercicio de sus facultades, manifiesta que no piensa igual que ellas? Pues que pasa a ser una alienada que ha sido abducida por el malvado heteropatriarcado. Para una hembrista, una mujer en su sano juicio no decide ser ama de casa y dedicarse al cuidado de una familia, por mucho que la propia mujer diga que ésa ha sido su elección. Se la intentará convencer de que su forma de pensar es arcaica, denigrante para la mujer e incluso dañina para la lucha del feminismo. Cuando vean que no la pueden convencer de lo contrario, pasará a ser considerada una especie de apestada, una defensora del neomachismo heteropatriarcal que nada tiene que ver con sus ideales de liberación femenina.


Defensa para casi todas

Aunque el movimiento hembrista dice incluir a todas las mujeres en la defensa de sus reivindicaciones, hay casos en los que se puede ver que esto no sucede así en absoluto, puesto que no se actuará de la misma manera para defender a una mujer de una ideología opuesta a la del grupo. Ejemplos de esto los podemos ver en Twitter casi a diario, como fue el caso del ataque machista que sufrió la política de C’s Inés Arrimadas por parte del trabajador de TV3 Toni Albà, quien no se recató en llamarla “puta” de manera pública. Aunque estamos acostumbrados a ver que las redes sociales arden por todo, es curioso que ningún colectivo hembrista saliera en defensa de Inés Arrimadas. Es posible que su condición de política de ideología de derechas no la haya hecho merecedora de recibir el apoyo de este supuesto movimiento feminista, como tampoco lo recibió la presentadora Mariló Montero cuando el líder de Podemos, Pablo Iglesias, gran adalid del feminismo y supuestamente defensor de la mujer, declaró en un chat privado que le encantaría azotarla hasta hacerla sangrar.


Violencia de género

Este es el punto que mayor controversia provoca a día de hoy, ya que se trata de un tema muy sensible con el que no se puede andar con medias tintas. El movimiento feminista condena todo tipo de violencia, tanto si la ejerce un hombre como si la ejerce una mujer. Se habla de violencia de género o violencia machista, pero el término más adecuado es, bajo mi punto de vista, violencia. Y el feminismo no tolera la violencia de ningún tipo. En cambio, las hembristas solo condenan la violencia que se ejerce por parte del hombre a la mujer, e incluso justifican que la mujer ejerza violencia sobre el hombre. Al fin y al cabo, ¿qué importancia tiene pegarle a un hombre, si por definición todos son machirulos y opresores?

En mi país, España, existe la famosa Ley de Violencia de Género que, aunque fue creada para evitar el maltrato y el asesinato de mujeres a manos de sus parejas, solo ha contribuido a crear más desigualdad ante la Ley y a colocar a las mujeres en un puesto de preferencia sobre el hombre. A día de hoy, y ante un mismo caso de violencia en el seno de la pareja, se juzgará con más severidad a un hombre que a una mujer. Un hombre que pega a una mujer comete un delito, pero si lo hace una mujer es una falta. Si una mujer denuncia a un hombre por maltrato, la Policía se personará en la casa para proceder a arrestar al hombre; en cambio, si es el hombre el que acusa de maltrato a la mujer, se seguirían los procedimientos habituales con la correspondiente citación judicial. Si esto sigue así, se llegará al punto en el que la presunción de inocencia quedará erradicada y un hombre acusado de maltrato será culpable hasta que se demuestre lo contrario. El estado de derecho a tomar viento, señores.


Micromachismos y lenguaje inclusivo

Gilipollez supina donde las haya y que mueve tanto a risa como a enfado. Bien es cierto que existen ciertos comportamientos cotidianos que pueden considerarse propios del machismo, como el hecho de que, habiendo en casa un hombre y una mujer, deba ser siempre la mujer la que se ocupe de llevar a cabo las tareas del hogar, o que corresponda a ésta sin discusión la tarea de encargarse del cuidado de los niños o de personas mayores aun habiendo otros parientes más cercanos que podrían hacerse cargo de tales menesteres. Estos reductos del machismo se ven ahora con mayor claridad de lo que se veían hace veinte años, y supone un gran avance que se saquen a relucir y se pida justicia al respecto.

Sin embargo, también hay que matizar que otros de los llamados micromachismos son completamente absurdos, aunque a las hembristas no se lo parece. Para ellas, que un hombre invite a cenar a una mujer es un acto machista porque el hombre lo hace para mostrar su superioridad sobre la mujer, ya que se supone que él gana más que ella y se puede permitir el lujo de invitar a un ser inferior a comer. Esta misma lógica se puede aplicar a otros comportamientos como el hecho de abrirle la puerta del coche a la mujer, dejarla pasar antes que él al salir de un edificio o hacerle un cumplido. Existe todo un debate acerca del piropo; hay quienes lo ven como un acto sin importancia aunque a veces bastante grosero, y hay quienes lo consideran directamente acoso sexual.

Algo parecido ocurre con el famoso lenguaje inclusivo, una auténtica aberración que consiste en feminizar o neutralizar (nunca mejor dicho) palabras ya existentes para que incluyan a todo el espectro genérico, aun cuando no es necesario. Sirvan como ejemplo bofetadas al diccionario como “miembros y miembras”, “sujetas de pleno derecho”, “bienvenides” o “amig@s”. La R.A.E. ha declarado muchas veces que esto es un error gramatical, pero los partidarios del lenguaje inclusivo se encogen de hombros y siguen a lo suyo, convencidísimos de estar hablando bien y de contribuir así a la integración de género. Otra estupidez más de la dictadura de lo políticamente correcto.


¡Y hasta aquí por hoy, amigos! Si os ha gustado, os animo a compartirlo con quien os apetezca. Si no estáis de acuerdo con estos puntos, tenéis abajo la caja de comentarios, donde podremos debatir tranquilamente. ¡Hasta la próxima!

sábado, 3 de marzo de 2018

Hina Matsuri, el Festival de las Muñecas


¡Hola a todos!

Y sed especialmente bienvenidos hoy, porque estamos de celebración: ¡Hoy es mi cumpleaños!

Sí, hoy soy un añito más vieja o más madura, depende del cristal con que una mire la situación. Recuerdo que hace tiempo tuve un complejo muy grande con lo de cumplir años. En serio, me parecía un auténtico drama cumplir años porque tenía la creencia de que era una especie de recordatorio de todas las cosas que no había hecho antes de llegar a esa edad. Hay quien le llama "crisis de tal edad", que es una época por la que pasamos todas las personas cuando nos damos cuenta de que ya no somos los chavalines de antaño y que vamos a tener que empezar a asumir responsabilidades y tomar las riendas de nuestras vidas.

Por fortuna, el tiempo me ha hecho entender que no hay drama alguno en cumplir años, en hacerse más mayor. Todo lo contrario, pues esto significa que estamos vivos para celebrar nuestro cumpleaños, motivo más que suficiente para estar contentos o, por lo menos, para mostrar una sonrisa y tratar de encarar el nuevo año con una actitud más positiva.

Aunque Internet y las nuevas tecnologías han avanzado una barbaridad, todavía no me permiten enviaros un trocito de la deliciosa tarta de fresas que me he comido hoy para que la probéis. En vez de eso, lo que haré será hablaros un poco de una de las festividades japonesas que más me gustan y que, casualidades de la vida, se celebra hoy.

Sí, lo habéis adivinado: Hoy vamos a hablar del Hina Matsuri o Festival de las Muñecas.




Todos los años en Japón se celebra el día 3 de marzo el Hina Matsuri, el Festival de las Muñecas, una fiesta que está dedicada especialmente a las niñas. La tradición afirma que este festival asegura una vida saludable y buena fortuna a las niñas pequeñas.

El festival se centra en la exposición de una serie de muñecas llamadas hina ningyo. El origen de la leyenda se remonta a China, donde se creía que las muñecas podían proteger a los humanos atrayendo a los malos espíritus y absorbiéndolos. En el período Heian se realizaba una ceremonia conocida como hina nagashi, que consistía en ofrecer muñecas de papel, madera o tela con la fecha de nacimiento de la niña, colocarlas en pequeñas barquitas y depositarlas en el río para que se las llevara la corriente, alejando así la mala suerte. Las niñas asimilaron poco a poco esta costumbre en sus juegos de muñecas, de tal manera que llegados al siglo XVIII ya se puede hablar de una auténtica celebración del festival de Hina Matsuri, con la diferencia de que ahora esta festividad dejará de ser privativa de la nobleza y permitirá la participación de miembros de todos los estratos de la sociedad, 

Las muñecas hina ningyo están hechas completamente a mano siguiendo un proceso delicado y laborioso, lo que las convierte en pequeñas obras de arte. Las muñecas representan a personajes de la corte imperial de la Era Heian, por lo que es normal verlas ataviadas con kimonos tradicionales fabricados con telas muy delicadas y decoradas con los brocados más abigarrados. Cada muñeca hina ningyo es única. Algunas están sentadas y otras están de pie, hay una amplia variedad de vestimentas y cada muñeca tiene su propia cara y expresión facial. Existe también otro tipo de muñecas, más esquemáticas, en las que la ropa está pegada a un cuerpo de madera tallada.




Tradicionalmente, los abuelos maternos eran los que regalaban todo el juego de muñecas al nacer sus nietas; sin embargo, los conjuntos son tan caros que no es raro que lo paguen entre los cuatro abuelos o que pase de generación en generación. Otra cuestión es la del espacio. Al ser juegos de muñecas que requieren un enorme espacio para exponerlos, muchas familias optan por la versión más sencilla o en miniatura. Otros padres prefieren hacer ellos mismos las muñecas a mano, en papel o en tela.

Las muñecas se exponen en una estantería que consta de varios peldaños, como una especie de pirámide. En una estantería de siete peldaños se pueden encontrar de trece a quince muñecas. En el peldaño superior, coronando el conjunto, están el Emperador y la Emperatriz sentados uno al lado del otro; detrás de ellos suele haber un biombo dorado o un panel decorado con motivos florales. Es habitual encontrar flores de melocotonero, ya que el melocotón es la fruta que en Japón se asocia al sexo femenino.

En el peldaño que sigue al de la pareja imperial se suelen situar las figuras de tres cortesanas que van vestidas igual. Los peldaños inferiores muestran miniaturas de muebles, carruajes u objetos de uso doméstico. Sobre ellos hay tres asistentes, dos ministros y cinco músicos de la corte, todos ataviados con los emblemas de su rango y toda clase de complementos (dogu). Hasta el detalle más pequeño de las muñecas está elaborado con un cuidado exquisito, lo que las convierte en pequeños tesoros de gran valor. Aunque lo más habitual es encontrar a las muñecas expuestas en esta especie de pirámide, también se las puede exponer en una réplica a escala de un palacio imperial.




Colgadas de hilos alrededor de la estantería principal del hina ningyo hay muñecas de tela llamadas tsurushi bina. Los otros objetos colgantes son animales u objetos de peluche que remiten a símbolos para desear buena salud y prosperidad a la familia, como grullas, tortugas, bolsitas de tela o melocotones, que una vez más remiten a la feminidad.

El festival de Hina Matsuri es especial para las niñas pequeñas. Estas preciosas muñecas simbolizan las oraciones de la familia para que sus hijas crezcan sanas y tengan una vida larga y feliz. Eso sí, es importante no exponer las muñecas durante demasiado tiempo. Debido a la capacidad de las muñecas de absorber toda clase de espíritus, también es posible que traten de absorber la buena suerte. Los japoneses, supersticiosos como son, creen que es necesario guardar las muñecas una vez pasado el día del Hina Matsuri para impedir que la niña pierda su buena suerte y tarde en casarse o que se quede soltera toda la vida. Aunque esto puede sonar machista, hay que tener en cuenta que en la época en la que empezó esta tradición, una de las peores tragedias que podía ocurrirle a una mujer era no encontrar un buen marido.

En el Hina Matsuri se suele reunir la familia para celebrar la festividad, y es mucho más emotivo cuando hay niñas pequeñas en la familia, puesto que la fiesta gira en torno a ellas. Además de la exposición de las muñecas típicas, es común también que se prepare una comida especial para celebrar el día de las niñas.




El menú típico de este día tan especial suele estar compuesto por una sopa de almejas y un plato de chirashi sushi, un tipo de sushi con base de arroz sobre el que se colocan varios ingredientes. En cuanto a dulces, podemos encontrar el hishi mochi, que es un rombo de tres colores; los hina arare, una especie de bolitas de arroz de varios colores y de sabor muy dulce, que se dice que protegen a las niñas de la mala suerte y de las enfermedades. También suele beberse el shirozake, que es una variante del sake tradicional pero con muy poco o nada de alcohol, que se extrae de la flor del melocotón y se consume para purificar el cuerpo.


¡Espero que os haya gustado! ¡Nos vemos muy pronto!

jueves, 1 de marzo de 2018

La leyenda del mes: El monte Medulio


¡Hola a todos!

¡Bienvenidos a marzo, mi mes del año favorito porque yo nací en él! De hecho, dentro de poco va a ser mi cumpleaños y también tendréis entrada nueva, así que estad atentos por si queréis leerla, ^^*

Estos días han sido muy fríos por donde yo vivo, pues la Bestia del Este ha llegado a Galicia y ha dejado huella de su paso. Cabe destacar que en mi ciudad ha provocado más de una exclamación de sorpresa, pues el otro día nevó por primera vez en más de treinta años, lo que no es poco decir cuando se vive al pie del mar, donde no suele nevar. Eso sí, la nieve duró poco y no tardó en dejarnos, aunque nos ha dejado bonitos y blancos recuerdos.

Para empezar marzo como manda la ley, os voy a dejar a continuación la leyenda que toca este mes. He elegido esta por ser una de mis favoritas cuando era pequeña y porque parece ser que tiene visos de verdad, aunque ya sabéis que a veces la leyenda y la historia tienden a confundirse.

Espero que os guste!


El monte Medulio




Cuando los romanos invadieron la Península conquistando el sur y el este, no tardaron en fijar su atención en el noroeste de la Iberia, donde sabían que abundaban minas de los metales que más ambicionaban: cobre, hierro y, sobre todo, el oro, aquel valioso metal amarillo con el que los nativos fabricaban joyas tan hermosas y preciadas como las torques, que muchos personajes de alto rango lucían alrededor del cuello.

Los romanos se encaminaron sin dudarlo al noroeste, pensando que no sería difícil para las bien entrenadas legiones penetrar en la Gallaecia; no tardarían mucho en darse cuenta de su error. Aunque tanto lusitanos como galaicos eran pueblos poco guerreros, puesto que sus vidas se centraban en la agricultura y el pastoreo, ante la llegada del invasor mostraron un tesón y una fuerza impropias de unas gentes a las que se creía débiles y apocadas. Usando como armas sus herramientas o sus aperos de labranza, cada lusitano y cada galaico le plantaba cara a Roma con el valor de aquel que defiende lo que sabe que le pertenece por derecho. Y aunque aquellas “armas” nada podían hacer contra las tropas romanas, no fueron pocas las ocasiones en las que hicieron retroceder espantados a los legionarios romanos. Hasta las mujeres lucharon al lado de los hombres, negándose a guarecerse del peligro, para pelear por lo que era suyo.

Dada la imposibilidad de entrar en esa tierra por la fuerza, los romanos decidieron recurrir a la astucia y el engaño. Tal como hiciera Galba al ordenar la matanza de cientos de lusitanos a los que había convocado para firmar una paz fingida, en la Gallaecia se utilizaron procedimientos similares para avanzar por aquellas tierras y llegar al monte Medulio, donde habían hallado refugio grupos numerosos de guerrilleros galaicos.

No fue fácil para Cayo Furnio y Publio Carisio cercar el monte Medulio y reducir a los insurgentes. Los galaicos conocían bien su tierra y, aunque hostigados por un enemigo más numeroso, recurrían a la guerra de guerrillas para causar grandes daños a los romanos. Ambos bandos pelearon con fiereza. Las flechas cruzaban el aire de parte a parte, y desde lo alto del monte rodaban grandes piedras para aplastar a los soldados que trataban de ganar terreno. Los galaicos se negaban a rendirse, pero pronto se dieron cuenta de que sus esfuerzos eran inútiles, puesto que por cada romano que mataban, aparecían cuatro más para continuar la lucha, mientras que sus propias fuerzas eran cada vez más escasas y no disponían de recursos suficientes para permanecer mucho tiempo sitiados.

Era inútil seguir luchando. Los romanos acabarían llegando a lo alto del monte, pasarían por la espada a los hombres y se llevarían como esclavas a las mujeres y a los niños. Sabiendo que su derrota era inminente, los galaicos tomaron una decisión radical e inamovible. Una noche, los romanos oyeron una gran algazara procedente de lo alto del monte Medulio. Al principio se asustaron, pero una música ensordecedora de tambores y los alaridos de los galaicos les convenció de que estaban celebrando una de sus extrañas festividades alrededor de una gran hoguera, por lo que no le dieron la menor importancia. Pero a la mañana siguiente, el silencio les hizo ver que algo no iba bien.

Los romanos ascendieron por la ladera del monte Medulio con cautela, temblando ante la posibilidad de sufrir una emboscada. Pero no hallaron resistencia alguna. Cuando llegaron a la cumbre, la escena que contemplaron les pareció tan espeluznante como desoladora. Todos los galaicos, hombres y mujeres, niños y ancianos, estaban muertos alrededor de los rescoldos de una gran hoguera. Allí se había celebrado una gran fiesta, la última de aquel pueblo. Después de danzar frenéticamente alrededor del fuego y de prepararse para su último viaje, los galaicos se suicidaron a fuego, espada y veneno en medio de un frenesí de música y comida. No quedó alma con vida en el monte Medulio, pues prefirieron morir libres antes que dejarse dominar por el enemigo invasor.

A día de hoy no se sabe qué monte era este ni dónde está situado, y ni siquiera los cronistas de la época como Dión Casio, Floro o Livio indican la situación concreta del monte Medulio. Pero de lo que no se puede dudar es que éste fue un triunfo teñido de amargura para Roma, puesto que en el monte Medulio no solo sucumbió un pueblo entero, sino que Roma también perdió allí lo mejor de sus huestes.