lunes, 25 de julio de 2016

Galicia, fogar de Breogán


Hoy es 25 de julio. Hoy es el día de Galicia, el día de Santiago el Mayor, patrón de España pero con una gran vinculación a Galicia, ya que se dice que es en Compostela donde se encuentra el cuerpo del Apóstol, al que cada año acuden miles de peregrinos a visitarle y rendirle culto y respeto. Pero al margen de la religión, que dependiendo de las personas tendrá mayor o menor importancia, lo que realmente cuenta hoy es el sentimiento de orgullo que hemos de tener los gallegos. Orgullo de pertenecer a esta tierra verde y gris, orgullo de nuestra lengua y nuestro acento, orgullo de ser nosotros mismos. Para un gallego no es fácil explicar ese sentimiento tan grande de arraigo a toda una tierra y su cultura. Se dice de nosotros que nos gusta mucho darle vueltas a las cosas, y puede que ese tópico tenga su parte de razón. Pues, ¿cómo se puede expresar con palabras el abanico de emociones que inspira esta tierra antigua, verde y hermosa? La respuesta es muy sencilla: a través de un himno.

El himno de Galicia es un extracto de un poema que ha sido adaptado musicalmente a principios del siglo XX, pero hay que aclarar que no fue el primer himno que tuvo esta tierra. Antes de que Eduardo Pondal compusiese su poema "Os Pinos", Galicia tuvo como himno una marcha solemne cuyos tambores y notas de gaita tienen un marcado matiz galaico. Es una melodía hermosa que, aun sin letra, representa a la perfección lo que es el espíritu gallego, firme e indomable. Si queréis deleitaros con ella, os dejo un enlace aquí.

El himno actual, como ya he dicho, ha sido extraído del poema "Os Pinos", compuesto por Eduardo Pondal en 1886. Pondal, conocido como "o bardo de Bergantiños", fue uno de los mayores escritores que ha dado Galicia y uno de los máximos exponentes del Rexurdimento. El himno, musicalizado por el compositor mindoniense Pascual Veiga, se estrenó en 1907 en el Centro Gallego de La Habana, y un año después se convirtió en el himno oficial.

El mensaje que contiene el poema y, por extensión, el himno, es una llamada a Galicia, la nación del rey celta Breogán, a despertar y a no olvidar, a luchar por la libertad, a la unidad de todos los gallegos para que juntos cambiemos el rumbo de  Galicia. El poema empieza con dos interrogantes que se le hacen al lector sobre lo que dicen los rumorosos y las altas copas (los pinos, árbol emblemático del paisaje gallego) al rayo de luz de luna. Pondal utiliza la metáfora de los pinos para identificar al pueblo gallego, representándolo como su árbol más simbólico, y busca así unificar la Galicia actual con la histórica. La respuesta que se da, no al lector ni al poeta, sino a la propia Galicia, es que no olvide las injurias pasadas y el mal trato que se le ha dado, pidiendo que despierte de su sueño.

A continuación se hace una separación entre aquellas personas que son favorables a Galicia y a los gallegos, y a aquellas que no lo son. Los buenos y generosos entienden la voz gallega, la comprenden, simpatizan con ella. Pero aquellos que sean ignorantes, salvajes, rudos, imbéciles y oscuros de corazón jamás comprenderán lo que esta tierra y su cultura significan. Finaliza el poema con un canto de esperanza, donde se afirma que ha llegado la hora de la redención gallega y el fin de las vaguedades que la han mantenido atada. Y, por supuesto, la figura del bardo que narra las hazañas de los héroes celtas que lucharon por su independencia.

Dejaré aquí escrito el himno gallego, que podréis escuchar aquí si queréis.

¡Por unha Galicia eternamente viva, sá, próspera e fermosa!



Os Pinos

¿Qué din os rumorosos
na costa verdecente
ao raio transparente
do prácido luar?

¿Qué din as altas copas
de escuro arume arpado
co seu ben compasado
monótono fungar?

Do teu verdor cinguido
e de benignos astros
confín dos verdes castros
e valeroso chan,

non des a esquecemento
da inxuria o rudo encono;
desperta do teu sono,
fogar de Breogán.

Os bos e xenerosos
a nosa voz entenden
e con arroubo atenden
o noso ronco son,

mais sóo os iñorantes
e féridos e duros,
imbéciles e escuros
non nos entenden, non.

Os tempos son chegados
dos bardos das edades
que as vosas vaguedades
cumprido fin terán;

pois, donde quer, xigante
a nosa voz pregoa
a redenzón da boa
nazón de Breogán.



Y aquí os dejo la traducción al castellano, por si hay palabras que no habéis entendido:


Los Pinos

¿Qué dicen los rumorosos
en la costa verdeante
al rayo transparente
de la plácida luz de luna?

¿Qué dicen las altas copas
de oscura aguja arpada
con su bien acompasado
monótono zumbar?

De tu verdor ceñido
y de benignos astros
confín de los verdes castros
y valeroso suelo,

no des al olvido
de la injuria el rudo encono;
despierta de tu sueño,
hogar de Breogán.

Los buenos y generosos
nuestra voz entienden
y con arrobo atienden
nuestro ronco sonido,

pero sólo los ignorantes
y salvajes y duros,
imbéciles y oscuros
no nos entienden, no.

Los tiempos son llegados
de los bardos de las edades
que vuestras vaguedades
cumplido fin tendrán;

pues, donde quiere, gigante
nuestra voz pregona
la redención de la buena
nación de Breogán.


lunes, 4 de julio de 2016

Fortunata y Jacinta, dos historias de casadas


Fortunata y Jacinta nacieron en 1887 como personajes llenos de vida, creadas por Benito Pérez Galdós. Casi ciento treinta años desde la publicación de la novela que lleva sus nombres, y que aún hoy sigue siendo un motivo para la reflexión. Fortunata y Jacinta, dos historias de casadas; una historia de dos mujeres que Galdós utilizó para representar a la perfección dos mundos radicalmente opuestos: la alta burguesía y el pueblo llano; y con el fin de escrutar el insondable universo del alma humana y de la pasión femenina. Como marco necesario, Galdós representó el Madrid del Sexenio Revolucionario y los preámbulos de la Restauración borbónica. Toda la novela responde a la idea de Galdós de servirse de los desequilibrios sociales como pantalla para perfilar la figura de sus personajes.

Fortunata y Jacinta es algo más que una típica novela de costumbres. Son muchos los críticos que coinciden en señalar esta obra como el mejor relato de las letras españolas, después del Quijote. Pero esto es así no por la riqueza argumental, sino porque supone ante todo el retrato filosófico de la época que le tocó vivir a Galdós, un escritor que se caracterizaba por hacer de la aventura el supremo arte de la observación incansable. Contaba Galdós por entonces cuarenta y cuatro años, más de media vida en un tiempo protagonista, excepcional, de numerosos cambios sociales y políticos, de lucha con las ideas, de toda la actividad pensadora y cambiante que supuso el siglo XIX. En este escenario es donde se desarrollan las vidas de Fortunata y Jacinta.

La historia comienza en 1865, cuando doña Bárbara Arnaiz, esposa del rico comerciante de paños don Baldomero Santa Cruz, decide poner fin a los devaneos de su díscolo hijo Juan organizando su futuro matrimonio con su prima Jacinta Arnaiz. Y aunque Juanito Santa Cruz accede sin problema alguno a casarse con Jacinta, a espaldas de ésta no deja de frecuentar los brazos de Fortunata, una joven huérfana que vive con su tía, huevera y pollera, en la Cava de San Miguel. Las rupturas y reconciliaciones se sucederán a lo largo de más de diez años, tiempo que marcará irremediablemente el carácter y el destino de ambas mujeres.


Jacinta, el deseo insatisfecho

Jacinta Arnaiz representa el gran mundo de la abundancia y de la seguridad existencial, y en él se esconde, cómodamente instalada. Le asusta la fealdad y la realidad no es tan bella como se la imagina; entonces, huye. Su comportamiento se caracteriza por la corrección y la decencia, convirtiéndose en la digna depositaria del honor de su marido. Es fiel y leal, comprensiva y paciente. Acepta la vida tal y como se la han programado. La fidelidad de Jacinta es la garantía de que la estirpe de los Santa Cruz se mantendrá inalterable. No comprende el mundo de las pasiones porque éstas se le han negado durante toda su vida. Durante las largas tardes que dedica a la costura, Jacinta no manifiesta deseo ni curiosidad alguna que vaya más allá de las conversaciones domésticas. Sabe leer y escribir, pero ha leído pocos libros y lo ignora todo acerca de la geografía y la historia de su país.

En cualquier caso, Jacinta es como todas sus coetáneas: se valora a sí misma en función de su capacidad para tener descendencia y, en concreto, para darle un hijo a su marido. Jacinta es hija de una familia numerosa. Ella, que vive con el dolor de la esterilidad (un auténtico escarnio para la mujer de la época), ha tenido dieciséis hermanos de los que han sobrevivido nueve, siete de ellos mujeres. Su padre considera el hecho una auténtica «plaga» que acepta con resignación, mientras que su esposa se lo toma como una cuestión personal que debe resolver.

Tras su matrimonio con Juanito Santa Cruz, la principal preocupación de Jacinta no son tanto las reiteradas infidelidades de su esposo, sino su propia incapacidad para quedarse embarazada. Jacinta siente que necesita la maternidad para tener identidad social y, puesto que el fin inmediato del matrimonio es la procreación, si no consigue tener hijos será culpa suya. En otras palabras, que su unión legal con Juan Santa Cruz sería un completo fracaso. Del mismo parecer es Fortunata, quien considera que sin hijos no hay matrimonio, y puesto que ella le ha dado un hijo a Juanito Santa Cruz, debería ser considerada la verdadera esposa.

Cuando por fin consigue lo que tanto había deseado, un hijo de su marido, Jacinta reacciona con una dureza insospechada. Esos diez años de angustias, traiciones, remordimientos, huidas y mentiras han hecho mella en su espíritu. Jacinta, la dulce y sumisa esposa, descubre que es incapaz de sentir amor por su desleal marido, por lo que le arroja de su vida y le desprecia para siempre. El propio Juan Santa Cruz se queda perplejo por el desdén que su esposa le muestra, pero no le queda más remedio que someterse. Jacinta asume un matriarcado real aunque no oficial en el que Juanito Santa Cruz queda relegado a un papel meramente decorativo. Cierra la puerta de la esperanza para sí misma y se entrega devotamente al hijo de su antagónica Fortunata. Del matrimonio solo queda la fachada por conveniencias sociales, algo que todo el mundo sabe, por lo que nadie se llama a engaño.


Fortunata, el amor sin barreras

Fortunata Izquierdo es el pueblo llano, el pueblo pobre, ignorante, sano y basto, lleno de vida y de pasiones verdaderas, al que acude el cómodo y parásito Juanito Santa Cruz para tomar de él todo aquello de lo que carece su propio mundo, rico y avasallador. Juanito conoce a Fortunata y mantiene una relación sentimental estable que se rompe cuando el niño de papá se casa con su prima Jacinta. No obstante, meses después vuelve a buscar la pasión de Fortunata, que ella le entrega de buena gana.

Fortunata representa a la española urbana y de clase baja que tiene que ingeniárselas para poder salir adelante. Es una mujer pobre y analfabeta, pero con grandes cualidades. El valor, el afecto y la sinceridad son virtudes que en ella se dan de forma espontánea. Su comportamiento, no obstante, podría ser calificado de no convencional, ya que se deja llevar por las pasiones, pero no exclusivamente. Disfruta exhibiéndose en compañía de su amante, al que reconoce amar con todo su corazón, pero al mismo tiempo acepta casarse con el enfermizo Maximiliano Rubín con el ánimo de llegar a ser considerada «una buena esposa». Fortunata no cree ser inmoral, puesto que respeta a su marido al no engañarle con falsas declaraciones de amor, que sí reserva para su amante. Ella defiende los impulsos del corazón y rechaza lo que socialmente está bien visto. Y, al igual que su rival Jacinta Arnaiz, se valora a sí misma en función de su capacidad para tener descendencia.

Ya hemos hablado de la importancia que tenía la maternidad para las mujeres de la época que refleja Benito Pérez Galdós, importancia que llegaba al extremo de otorgarle auténtica identidad social a las mujeres. Fortunata va un poco más lejos: ella considera que sin hijos no hay matrimonio, y puesto que ha sido capaz de darle un hijo a Juanito Santa Cruz, ella debe ser considerada la verdadera esposa. Así pues, desde su punto de vista, la unión legal entre Juanito y Jacinta es un fracaso.

La falta de represión que caracteriza a Fortunata le impide representar el papel de mujer decente y correcta propio de Jacinta. En el interior de Fortunata luchan sentimientos encontrados: por un lado, reconoce que Jacinta es mejor que ella; pero por otro, siente la injusticia de su situación, ya que ella había conocido antes a Juanito Santa Cruz pero su condición social le había impedido casarse con el hombre que amaba. Su complejo de inferioridad es tan grande que solo consigue exorcizarlo cuando se repite una y otra vez que ella puede ser madre y Jacinta no.

Finalmente, Fortunata consigue sentirse orgullosa de sí misma al renunciar a su hijo y entregárselo a Jacinta. Después de enterarse, nada más dar a luz, de que Juanito Santa Cruz ya tiene a otra mujer con la que entretenerse, va en busca de la nueva amante y la emprende a puñetazos y patadas con ella a modo de venganza. La pelea le hace perder mucha sangre y su vida se extingue poco a poco. Pero la cercanía de la muerte le hace ver las cosas de otra manera; su rencor hacia Jacinta desaparece y le entrega el hijo del que ella ya no puede ocuparse. Es su manera de reconciliarse con Jacinta y consigo misma.




La gran novela de Galdós finaliza con el entierro de Fortunata y la reclusión en el manicomio de su marido, Maximiliano Rubín. Aquí también acaban las historias de todos los demás personajes de la novela, personajes que podrían haber dado lugar a otro proceso narrativo de la misma extensión y riqueza. Todos existen porque, de algún modo, son reales, cotidianos, personas que podríamos conocer del día a día.

Juan Santa Cruz, marido de Jacinta y amante de Fortunata. Hijo único de un matrimonio de ricos comerciantes de paños, consentido, caprichoso, irresponsable, egocéntrico e incapacitado para el amor. Infiel y desleal con sus mujeres porque constantemente huye de sí mismo.

El loco e insigne «barón» don José Ido del Sagrario, aspirante a escritor, madrileño y pobre. Personaje que conoció Galdós en la vida real y del que se dice que fue la inspiración de don Benito para escribir su relato.

Doña Guillermina Pacheco, la santa, virgen y fundadora, como la describe su autor. Auténtica rata eclesiástica que siempre va en busca de personas necesitadas de su caridad. Intermediaria interesada entre los dos mundos irreconciliables de Fortunata y Jacinta.

Doña Lupe, la de los pavos, la tía política de Fortunata. Burguesa con más aspiraciones que posibilidades, astuta y de buen corazón en el fondo. Avara y prestamista y con una personalidad que oscila entre la bondad y la mezquindad, que le da un toque muy atractivo a este personaje.

Maximiliano Rubín, el enfermizo e inútil marido de Fortunata. Débil, incapaz, dependiente de los cuidados ajenos hasta el hartazgo, auténtico mártir de la historia.

Mauricia la Dura, la única amiga de Fortunata. Personaje marginal, agresiva y tierna a la vez. Víctima indefensa de las tremendas desigualdades sociales que ella nunca quiso aceptar.

Y don Evaristo Feijoo, curioso personaje que aparece y desaparece discretamente de la novela. Es casi unánime la opinión de que Benito Pérez Galdós se representó a sí mismo en este personaje. Irónico, solterón, viajero, librepensador, anticlerical y aficionado a la mujer. Su paso por la novela sirve como pretexto para poner de manifiesto algunas de las ideas del autor acerca de la vida, la política, la sociedad y el amor.


Se creerán estos tontos que me engañan. Esto es Leganés. Lo acepto. Lo acepto y me callo en prueba de la sumisión absoluta de mi voluntad a lo que el mundo quiera hacer de mi persona. No encerrarán entre murallas mi pensamiento; resido en las estrellas. Pongan al llamado Maximiliano Rubín en un palacio o en un muladar, lo mismo da.

Madrid, junio de 1887


Así finalizó Galdós su enorme relato. La locura del débil Maximiliano Rubín pone punto y final a un mundo depredador para quien se permite el error de dudar y de amar sin límites racionales. Así termina la historia de Fortunata y Jacinta, dos mujeres que jamás existieron y nunca habrían podido encontrarse, ya que el abismo que las separaba era demasiado grande. Pero quizás, y solo quizás, el hijo que Fortunata le entregó a Jacinta podría haber sido la piedra de toque que marcara el inicio del fin de las desigualdades sociales que constantemente se han denunciado a lo largo de la novela. Nunca podremos saberlo.

viernes, 1 de julio de 2016

El Signo del mes: Cáncer


¡Hola a todos!

¿Qué tal os va, queridos lectores? ¿Pasando un buen verano? Yo aquí sigo, al pie del cañón, pero con muy buenas noticias para compartir con vosotros. La primera es que he aprobado los exámenes de inglés, así que ya puedo presumir de tener el Nivel Avanzado. Sólo necesito ir a buscar el título y ya podré ponerlo con letras bien grandes en el currículum! ^^* La segunda noticia es que he encontrado un trabajo de verano que me va a venir de perlas para ahorrar un poco y para obtener experiencia laboral, que falta me hace. Así que es posible que tal vez tarde en postear por aquí, porque me va a tomar más tiempo redactar los artículos y subirlos, aunque confío en que no haya retrasos muy notables. ¡Deseadme suerte!

Mientras tanto, como cada principio de mes, os dejo con el signo que corresponde a los nacidos en julio.


Cáncer




Símbolo zodiacal: Cangrejo

Duración: Del 21 de junio al 20 de julio

Elemento: Agua

Planeta: La Luna

Signo opuesto: Capricornio


Para conocer el origen del signo de Cáncer, tenemos que volver a la mitología griega, en concreto al mito de Heracles. Como todos sabéis, Heracles se vio obligado a realizar doce trabajos como penitencia por haber asesinado a su esposa y a sus hijos en un ataque de locura. De entre los trabajos que le ordenó llevar a cabo su hermano Euristeo, uno de ellos fue el de matar a la Hidra de Lerna, un monstruo acuático con forma de serpiente de nueve cabezas. Cuando la diosa Hera supo que se le había encargado este trabajo, decidió enviar un cangrejo gigante para complicar la labor del héroe. El cangrejo pinzó el talón de Heracles; sin embargo, el héroe no se arredró y aplastó al crustáceo con el otro pie. Hera, que despreciaba a Heracles por ser uno de los muchos hijos ilegítimos de su marido, recogió los restos del cangrejo y los elevó a los cielos, convirtiéndole en la constelación de Cáncer.

Los astrólogos consideran a los nacidos bajo el signo de Cáncer como personas afectuosas, emotivas, sensibles, resistentes al cambio y amantes del hogar. Debido a la influencia de la Luna, es normal que los Cáncer experimenten grandes cambios de humor con frecuencia. Se dice que también son artísticos, dueños de una gran imaginación y una memoria muy desarrollada. Y, al igual que otros signos de agua, los Cáncer son más conscientes de cómo se sienten que de lo que piensan.

De acuerdo con los astrólogos, los Cáncer poseen una habilidad muy desarrollada para sentir las emociones y necesidades de los demás, lo que les convierte en personas comprensivas y bondadosas, a menudo bien parecidas y de trato fácil. Se les considera grandes defensores de la familia y deseosos de seguridad. Eso sí, también suelen retraerse sobre sí mismos en busca de protección, sobre todo cuando alguien es crítico con ellos.

Entre las actividades asociadas a este signo están las relacionadas con las tareas domésticas, como la hospitalidad, la cocina, el cuidado de los niños, la administración inmobiliaria, la escritura, la traducción y otros trabajos que requieran imaginación.

Entre los personajes célebres que han nacido bajo el signo de Cáncer tenemos a Rembrandt, Ringo Starr, Enrique VIII, Julio César, Ernesto Sabato, Frida Kahlo y Barbara Stanwyck.