Si tuviésemos que destacar un
mito entre todos los que nos legó la Edad
Media , sin duda tendríamos que escoger la leyenda del rey
Arturo. No en vano ha sido el más estudiado y aparece reflejado en todos los
ámbitos artísticos: la literatura, la pintura, la escultura e incluso el cine. Y,
sin embargo, es muy poco lo que sabemos del Arturo primigenio, el Arturo que
dio origen a la leyenda y, posteriormente, al mito. El tiempo y la imaginación
popular han hecho llegar a nosotros una imagen muy elevada de Arturo: Rey de
Camelot, príncipe de la Mesa
Redonda ; el hombre para quien el buen gobierno, la amistad y
el honor fueron más importantes que su vida o su matrimonio, y que acabó
entregando su último aliento por no renunciar a sus ideales.
El origen de un rey
Arturo es un personaje moldeado
por siglos de leyendas, canciones y literatura, para acabar conformando un
mundo mágico donde la figura del rey alcanza unas cotas de perfección que no
han sido superadas ni siquiera a día de hoy por ningún otro personaje. De
balada en balada, de verso en verso, de canción en canción, su historia avanza
y evoluciona hasta convertirse en lo que conocemos: un mito que se ha ido
adornando de unas virtudes universales y ha eliminado todo aquello que pudiera ser
antipático o enojoso a nuestros ojos. No hay en toda la historia un arquetipo
semejante que encarne todos estos ideales.
Sin embargo, mirándolo fríamente,
al personaje no le rodean precisamente unas circunstancias muy honorables. La
historia podría resumirse así: Arturo es el hijo de Uther Pendragón e Ygraine,
esposa realmente de Gorlois, duque de Cornualles, a la que Uther seduce gracias
a las artes mágicas de Merlín. Arturo se convierte en rey con quince años y con
su espada Caliburnus (Excalibur) mata a Childric, derrota a los infieles y
conquista Escocia, Irlanda, Islandia y las islas Orkney. Se casa con Ginebra y
establece su corte en Camelot, donde reúne a sus doce caballeros en torno a la Mesa Redonda. Uno de los
caballeros, Lanzarote del Lago, se convierte en su mejor amigo, pero traiciona
a su rey al mantener una relación amorosa con la reina Ginebra. Para rematar, su
hijo Mordred, fruto de un incesto cometido con su media hermana, se levanta en
armas contra él y ambos mueren en la batalla de Camlann.
Como se puede ver, a la historia
no le falta de nada: sexo, adulterio, traiciones, ambición, falta de
escrúpulos. Y aun así, el resultado es un panegírico al amor, la amistad y el
honor. A pesar de todo, Arturo simboliza la esperanza de un pueblo por contar
con un buen gobernante, hasta el punto que, durante siglos, fue esgrimido como
argumento por los reyes de Inglaterra para justificar su derecho al trono.
Sin embargo, la historia del rey
Arturo hay que encuadrarla dentro de la leyenda o el mito. Se trata de un relato
que hunde sus raíces en la tradición oral que ha ido recogiendo las actuaciones
de unos personajes extraordinarios en un tiempo indefinido y muy lejano.
Comenzaremos por los orígenes que se conocen hoy en día y la evolución de esta
leyenda a lo largo de los siglos.
A principios del siglo V, la isla
de Bretaña se independiza del Imperio Romano. Al retirarse los ejércitos
romanos, el poder pasó de mano en mano de jefes y oficiales pertenecientes a
dinastías regionales. La unidad británica que había mantenido el Imperio ahora
estaba en constante peligro. Paralelamente, unos cuantos sajones provenientes
del continente se habían establecido en la isla con el consentimiento de los
britanos, quienes les mantenían y daban tierras a cambio de que los defendieran
de las invasiones de otros grupos bárbaros. Vortigern, un noble sin escrúpulos,
usurpa la corona y permite que los bárbaros continentales se asienten en la
isla a cambio de que reconozcan su poder y liderazgo. En poco tiempo, los
sajones, los anglos y otros grupos de origen germánico continental empezaron a
poblar la isla en detrimento de los britanos y galeses que allí vivían. Su
poder se debilita y la consecuencia es que, a mediados del siglo V, los anglo-sajones
se sublevan, atacando y saqueando todo el país.
Puede que fuese en este momento
cuando surgiera la semilla de la leyenda artúrica, pues entre los britanos
aparece un caudillo guerrero que consigue detener la invasión anglo-sajona. La
guerra se prolongó durante años, pero los britanos consiguieron consolidar sus
posiciones. Una de las victorias más importantes sobre los sajones fue la que
tuvo lugar en el monte Badon, en el año 516, que aparece recogida por el monje
galés Nennius (siglo IX) en la Historia Brittonum. Contiene
también un capítulo titulado “Las campañas de Arturo” y nos habla de las doce
batallas en las que participó. Esta obra constituye la primera mención de
Arturo como un general britano y un guerrero cristiano que vivió durante el
siglo V, cuando las tribus anglo-sajonas estaban atacando Britania.
Otra fuente que recoge noticias
sobre Arturo son los Annales Cambriae,
una compilación de textos que cubren los años 447-957. Dos de sus entradas
mencionan a Arturo, siendo la del año 516 la que hace referencia a la batalla
del monte Badon en la que Arturo, supuestamente, llevó la cruz de Nuestro Señor
sobre sus hombros durante tres días y tres noches, lo que contribuyó a la
victoria sobre los sajones. En cuanto a la entrada del 537, se registra que
Arturo y Mordred perecieron en la batalla de Camlann.
No podemos estar completamente
seguros de la existencia histórica del personaje de Arturo. Tan solo podemos
decir que en el siglo V, durante las luchas entre los britanos y los invasores
anglo-sajones, hubo un guerrero (posiblemente un jefe de jinetes) que alquilaba
en cierto modo sus servicios a los reyes insulares, cuya actitud heroica causó
gran impresión sobre sus compatriotas y que tras su muerte dejó un rastro que
se fue haciendo legendario en la memoria popular.
Desde luego, debemos imaginarnos
al Arturo “real” no como un rey caballeresco de brillante armadura, sino como
un rudo guerrero que vivía en una fortaleza pensada más para la defensa que
para el placer. Sin embargo, los éxitos de este guerrero mercenario fueron de
tal calibre que la leyenda se adueñó del personaje, exagerando su papel y
confiriéndole una dimensión mitológica. El guerrero se transformó en rey,
alejándose cada vez más de la realidad y acercándose a lo fantástico.
La forja de una leyenda
Lo cierto es que Arturo es un
personaje fundamentalmente mítico, por lo que resulta muy complicado situarlo
dentro del marco histórico debido a la escasez de fuentes de la época. Uno de
los indicios que podrían dar pie a pensar que existió un Arturo es que entre
los siglos VI y VII ese nombre se hizo muy popular a la hora de bautizar niños,
lo que supondría que la leyenda del héroe provocó que perviviera en la
imaginación popular. En la obra De
Excidio Britanniae, del monje británico Gildas no se menciona a Arturo, pero sí a un hombre llamado
Ambrosius Aurelianus, la batalla de monte Badon y un personaje al que llama “el
Oso”, que en lengua celta era “Art-”, lo que podría dar pie a pensar en Arturo.
Otro posible candidato es un tal Lucius Artorius Castus, un general o dux bellorum medio romano medio britano
que lideraba las tropas sármatas y que realizaron una expedición para sofocar
una rebelión de los pictos en la
Armórica.
La obra que engrandeció
definitivamente la figura de Arturo como rey de Britania fue la Historia Regum Britanniae, de Geoffrey de Monmouth, publicada en el año 1136, una obra en la que
el autor se asigna la tarea de proporcionar un recuento de los reyes que
moraron en Britania, centrándose especialmente en el rey Arturo y otros que le
sucedieron después de la llegada de Cristo. Geoffrey de Monmouth, un obispo
inglés con una buena formación humanista y conocedor de gran número de leyendas
y mitos clásicos, postula que la suya es la “verdadera historia”, aunque su
certidumbre histórica es más que dudosa. Lo importante es que Geoffrey de
Monmouth proyecta la imagen de Arturo como un rey de gran prestigio universal,
un monarca espléndido y un victorioso conquistador. A Monmouth también hay que
atribuirle la primera aparición del mago Merlín, personaje inspirado en antiguas
leyendas galesas. Esta versión alcanzó una gran repercusión al ser traducida al
francés, ya que en esa lengua se difundió por toda Europa.
Será Wace en su Roman de Brut
(1155) quien traduzca la obra del latín al francés, dándole además forma de romance.
De los quince mil versos de los que está compuesta esta obra, cuatro mil están
dedicados a la figura de Arturo. Wace le da un lenguaje más popular a la
leyenda, haciéndola más accesible, y da también mayor protagonismo a los
caballeros de Arturo. Describe la singularidad del reino de Camelot, así como
el esplendor de la corte artúrica. Además, este escritor realiza una importante
aportación: la Mesa
Redonda , el centro de la corte artúrica, donde todos los
caballeros están a la par y donde nadie preside ni nadie es presidido.
Lanzarote y Ginebra
También hay que citar a Layamon, quien tradujo el Roman de Brut de Wace al inglés
alrededor del año 1250. Esta será la primera obra escrita en inglés que trata
la materia artúrica. En el Brut,
Layamon pone énfasis en Arturo como rey de los britanos que defiende su reino
de los paganos. El rey aparece caracterizado más como defensor que como rey
guerrero, protegido por la Virgen María
y buen conocedor de los Salmos. También se observan las primeras conexiones con
lo sobrenatural y la magia, como su concepción propiciada por el mago Merlín.
En su viaje a Avalon, se dice que la reina-hada Argante se hará cargo de él y
curará sus heridas para que pueda volver en el futuro.
Y también debemos mencionar a Chrétien de Troyes, el primer escritor
francés que introdujo los temas artúricos en la tradición de la novela europea.
De él se conservan cinco relatos que tratan la materia de Bretaña: Erec y Enide; Cligês; Yvain o el caballero
del león; Lanzarote o el caballero de
la carreta; y Perceval o el cuento
del Grial. El autor imprime aquí su sello y aumenta el protagonismo de los
caballeros de Arturo en detrimento del rey. Además, a todo esto se une un nuevo
y principal motivo para sus gestos: el amor como causa determinante de sus
acciones.
El amor cortés no será solamente
una fórmula, sino también una forma de enfrentarse y romper con los rígidos
esquemas de la Iglesia ;
una especie de rebelión cultural que tuvo lugar en el mediodía francés y ante la
cual la doctrina eclesiástica reaccionó pasando por el tamiz el mito artúrico.
El resultado es el llamado Ciclo de la Vulgata , compuesto
aproximadamente entre 1215 y 1235, que se compone de cinco textos escritos por
autores anónimos (quizá monjes cistercienses). En estos textos se hace especial
hincapié en la búsqueda del Santo Grial, el supuesto vaso que utilizó Jesús en
la Última Cena y en el que posteriormente José de Arimatea recoge la sangre del
cuerpo de Cristo crucificado. El Grial será el objetivo que tendrán que
alcanzar los caballeros de Arturo, aunque solo aquellos que estén dotados de
las mayores virtudes podrán tener alguna posibilidad. El Ciclo de la Vulgata
condena a los caballeros “viciados” por los placeres mundanos y ensalza las
virtudes de los caballeros “espirituales”, cuyos principios son la fe, la
castidad y la pureza. En otras palabras, se identifican religión y caballería.
El final de la historia de Arturo
fue narrado por Thomas Mallory hacia
1469 ó 1470 en un conjunto de ocho poemas titulado La muerte de Arturo. Es una de las obras capitales de la literatura
inglesa, destacando especialmente el uso del idioma por parte del autor. En
esta obra se describe la última batalla de Arturo en Camlann. Al parecer, todo
ocurre accidentalmente. Arturo y Mordred se habían citado para firmar la paz,
pero en ese momento un caballero de Arturo fue mordido por una serpiente. El
acto de desenfundar la espada para matarla fue mal interpretado como un signo
de guerra y comenzó la lucha. En esta batalla, Arturo mata a su hijo Mordred y
resulta a la vez mortalmente herido por éste. Lo último que sabemos de Arturo
es que, moribundo, se aleja en una barca con destino a la isla de Avalon, de
donde algún día regresará para restaurar la justicia y la paz en toda Britania.
Mitos dentro del mito
La materia de Bretaña constituye
un rico tapiz en el que se trazan las más hermosas y variopintas historias que
se han ido recogiendo de la tradición oral a lo largo del tiempo. En estas
historias, los personajes cobran vida de una manera muy especial. No son personajes
de personalidad plana, sino que están enriquecidos con los deseos y las
pasiones que siente todo ser humano; quizá por esa razón han trascendido y han
llegado hasta nosotros cargados de un aura especial y atractiva.
Son muchos los mitos que han surgido
a partir del gran mito artúrico, sin los cuales no nos podemos imaginar la
historia. Con el tiempo y debido a los cambios culturales, algunos han sufrido
modificaciones para adaptarse a los gustos de la época o para darle un enfoque
distinto a la historia que todos conocemos, aunque sin perder en ningún momento
la esencia que les hace tan especiales a nuestros ojos. Entre los mitos más
importantes estarían los que siguen a continuación:
Dama del Lago
La misteriosa Dama del Lago es un
personaje que no pertenece al mundo de los mortales, sino al plano místico y
mágico de la antigua tradición celta. La leyenda cuenta que Merlín encontró un
día al hada Viviana (o Nimue, entre otros nombres) junto a la fuente de
Barenton y se enamoró perdidamente de ella. Para mostrarle sus habilidades,
hizo una manifestación de sus poderes creando para Viviana un palacio de
cristal que sumergió en el fondo de un lago para que nadie pudiera descubrirla.
Viviana pertenece a un largo
linaje de ninfas de las aguas tan habituales dentro de la antigua tradición
celta. Se la representa como un hada de las aguas que reina sobre diez mil
vírgenes. Su reino está sumido en una primavera perpetua y su castillo
inexpugnable está construido sobre una colina de cristal. En su pequeño mundo
nadie conoce la desdicha, el dolor o el aburrimiento. Convertida en la Dama del Lago, Viviana raptó
al joven Lanzarote para educarlo en su palacio encantado. Cuando Lanzarote
creció, Viviana le contó cuál era su verdadera identidad y le llevó a Camelot
para que fuese armado caballero.
Avalon
La isla de Avalon es uno de los
lugares más misteriosos de la leyenda artúrica, pues su existencia todavía hoy
es algo que se pone en duda. Su nombre procede de la palabra galesa “Avallach”,
término empleado para designar la “manzana”. Las manzanas simbolizan la eterna
juventud que aguarda a los héroes vencedores, entre los cuales se encuentra el
rey Arturo, el cual fue mortalmente herido y posteriormente llevado a Avalon en
barca por mujeres encapuchadas, entre las que se encontraban Morgana y Viviana.
Lo cierto es que Avalon tiene un
aspecto propio del ideal cortesano femenino y guarda una gran relación con el
mito céltico más antiguo de la
Tierra de las mujeres. Avalon es una especie de paraíso
mágico, un lugar donde no hay muerte ni sufrimiento, donde perduran los últimos
rescoldos de la magia. La leyenda dice que Arturo se recuperaría de sus heridas
en Avalon para volver algún día a Britania. Su última acción antes de
embarcarse fue convencer a sir Bedivere para que se deshiciera de la espada
Excalibur, que también fue forjada en la mítica isla.
Son muchos los que han buscado un
emplazamiento real para la isla de Avalon. Desde el siglo XII se viene
asociando con Glastonbury, en Somerset. La razón es que la comarca de
Glastonbury es muy rica en manzanos, por lo que se cree que allí podría estar
el Avalon artúrico. Sin embargo, es posible que la identificación de Avalon con
Glastonbury haya sido una hábil maniobra política del rey Enrique II, deseoso
de relacionar su dinastía con la de Arturo. Movido por un rumor oído a un
bardo, ordenó a los monjes del monasterio de Glastonbury que hicieran una
excavación en la abadía para buscar la tumba de Arturo. Hacia el año 1190
apareció una losa de piedra con una cruz de plomo que identificaba aquel lugar
como la tumba de Arturo en la isla de Avalon. Nada de esto tiene fundamento
histórico, pero desde entonces se cree que allí descansan los restos de Arturo
y su esposa Ginebra.
Morgana
El hada Morgana, también conocida
como Morgana le Fay, es una poderosa hechicera en la leyenda artúrica, y una de
las principales antagonistas del rey Arturo y la reina Ginebra. La tradición
más conocida la identifica como hija de Gorlois, duque de Cornualles, y su
esposa Ygraine, por lo que Arturo sería su medio hermano. Tiene al menos dos
hermanas mayores, llamadas Elaine y Morgause.
En los antiguos relatos galeses,
Morgana está casada con el rey Urien y es madre de Owain. En la Vida de Merlín, escrita en el siglo XII, se
explica que Avalon está gobernada por nueve hermanas magas, de las cuales
Morgana es la mayor, la más bella y la más poderosa. Conoce todas las
propiedades de las plantas y sabe curar todo tipo de enfermedades. El rey
Arturo, herido en la batalla de Camlann, se hizo llevar a Avalon, donde Morgana
le curó con la ayuda de sus ungüentos y filtros mágicos, y después se convirtió
en su amante (en la versión de Monmouth, Morgana y Arturo no son parientes).
Será Chrétien de Troyes quien
vincule familiarmente a Morgana con Arturo, además de resaltar su papel como
sanadora y discípula de Merlín. Con el paso del tiempo, su personalidad se
torna más oscura, más ambiciosa. Se convierte en una de las destructoras de la
paz al revelar a Arturo la infidelidad de su esposa con Lanzarote. En las
versiones más modernas del mito, Morgana seduce a Arturo y concibe con él a
Mordred (en otras versiones, quien lo seduce es Morgause).
Merlín
La historia de Merlín está
repleta de misterios. Según algunas leyendas, fue engendrado por un demonio
íncubo que sedujo a una monja. En otras versiones, Merlín fue concebido sin
intervención masculina. En cualquier caso, siempre se le ha vinculado con las
fuerzas de la naturaleza y de la magia, convirtiéndose en guía espiritual y
consejero de diversos reyes. Entre sus facultades estaba la de poder
comunicarse con los animales, cambiar de forma, hacerse invisible y controlar
el clima y los elementos.
Se dice que solo gracias a la
intervención de Merlín, Arturo pudo llegar a ser rey. Fue Merlín también el
artífice de la concepción de Arturo, ya que ayudó a Uther a conseguir a Ygraine
utilizando su magia para darle el aspecto del duque Gorlois de Cornualles (es
evidente el paralelismo con el mito de la concepción de Heracles).
Posteriormente, se encargaría de llevarlo con sir Héctor para que lo criara.
Años después, sería quien forjara la mítica espada Excalibur y la clavaría en
una piedra, a la espera de que Arturo viniera a reclamarla.
Cuando Merlín era ya muy anciano,
se dice que conoció a Viviana, a la que le enseñó numerosos encantamientos a
cambio de que se convirtiera en su amante. Pero Viviana le temía por ser hijo
de un demonio, de modo que le pidió que le enseñara el hechizo para atrapar a
un hombre. Merlín se lo enseñó, y Viviana utilizó el conjuro contra él,
atrapándolo en una roca o en un árbol, del que Merlín no podría salir nunca.
Mordred
El antagonista por excelencia del
rey Arturo es también su hijo ilegítimo. Mordred, fruto del incesto cometido
entre Arturo y su media hermana Morgause (o Morgana, según las versiones), será
quien acabe definitivamente con el reinado de su padre.
Nombrado caballero a los veinte
años, Mordred es al principio una figura ejemplar. Pero pronto empieza a
mostrar resentimiento contra los que son mejores que él. Como hijo de Arturo,
se queda a cargo del reino cuando su padre marcha a Francia para luchar contra Lanzarote.
Mientras Arturo está fuera, Mordred intenta usurpar el trono. En algunas
historias, la reina Ginebra se convierte en amante de Mordred y se pone de su
parte, mientras que en otras se muestra determinada a oponer resistencia.
Los conflictos entre padre e hijo
son cada vez mayores, aunque sus fuerzas armadas están muy igualadas. No queda
más remedio que tratar de establecer una tregua. En Camlann, ambos reyes al
mando de sus ejércitos se citan para firmar la paz. Un caballero saca su espada
para matar a la serpiente que le ha mordido y esto provoca un malentendido que
termina en una batalla campal de la que pocos salen con vida. Mordred y Arturo
se enfrentan en combate singular y ambos se hieren de muerte. Mordred caerá en
Camlann, mientras que Arturo será llevado a Avalon para sanar sus heridas.
Excalibur
La espada legendaria del rey
Arturo, el arma que le da el derecho a reclamar el trono de Britania y le ayuda
a derrotar a todos sus enemigos gracias a sus múltiples propiedades mágicas.
Geoffrey de Monmouth es el primero en hablar de esta magnífica espada, de la
que dice que fue forjada en la isla de Avalon.
Respecto al nombre de Excalibur
existen varias teorías. Una de las más aceptadas es que proviene del latín Ex Calce Liberatus, que se podría
traducir como “liberada de la piedra”. También se cree que podría proceder del
gaélico antiguo caladbolg, que
significa “espada centelleante”.
También hay varias teorías acerca
de cómo Arturo obtiene esta mítica espada. Monmouth asegura que Merlín forjó la
espada y la clavó en una piedra, con la esperanza de que Arturo la sacara
cuando estuviera preparado para ser rey. En el Ciclo de la Vulgata ,
en cambio, se cuenta que Arturo había roto su espada durante un combate, de
modo que Merlín le llevó a un lago del que surgió la misteriosa Dama del Lago,
quien le entregó la espada así como la vaina que hacía que Arturo no perdiese
sangre cuando luchara.
La leyenda más difundida nos
cuenta que Arturo la obtuvo después de sacarla de la roca donde estaba incrustada
(en otras versiones, la espada está clavada en un yunque). Entre sus
propiedades mágicas está la de cortar el acero, y ya hemos visto que la vaina
poseía la capacidad de protección, evitando que su portador fuese dañado o
herido.
En cuanto a su desaparición, la
historia más aceptada es aquella en que Arturo, herido de muerte, ordena a uno
de sus caballeros que arroje la espada al estanque donde vive la Dama del Lago. Al arrojar la
espada, una mano emerge de las aguas, toma la espada y se hunde de nuevo. Otra
versión dice que la espada permanece junto al rey Arturo en Avalon, aguardando
el día de su regreso.
Según este autor, Merlín habría
construido la Mesa
para el padre de Arturo, Uther Pendragón. Al morir éste, la mesa fue adquirida
por Leodegán, rey de Carmelida y padre de Ginebra, quien aportó la Mesa Redonda como dote en su
matrimonio con Arturo. Según otra versión, la mesa fue diseñada por José de
Arimatea y el “asiento peligroso” de la mesa sería el que correspondería a
Judas Iscariote, por eso en lo sucesivo dicho asiento solo podría ser ocupado
por un caballero intachable (Galahad).
En cuanto a la redondez de la
mesa, hay varias explicaciones: La cosmológica (la mesa simboliza la redondez
del cielo y de la Tierra );
la espiritual (influencia del neoplatonismo cristiano, que consideraba la forma
circular como una perfección divina); la funcional (intento de mostrar a todos
los caballeros en una posición de igualdad para evitar disputas); y la
histórica (era costumbre entre los guerreros celtas sentarse en los banquetes
en círculo alrededor de su jefe).
El simbolismo de la Mesa Redonda va cambiando con
el tiempo, y pasa de ser un símbolo de la fraternidad de los caballeros para ir
convirtiéndose poco a poco en un símbolo cristianizado que establece la
vinculación entre la caballería y la religión.
El Santo Grial
El origen de la leyenda del Grial
parece que se remonta a las leyendas celtas paganas que hablan de recipientes
prodigiosos, cuernos de la abundancia y demás. El Grial poseía muchas
propiedades milagrosas, tales como proporcionar alimento a los que estaban
libres de pecado, cegar a los impuros de corazón o dejar mudo al irreverente que
llegaba a su presencia.
Chrétien de Troyes le da al Grial
una dimensión mística o espiritual. Según la tradición, el Grial lo guardó José
de Arimatea, que recogió en él la sangre de Cristo crucificado. El cáliz viajó
después a Bretaña, donde pasó de generación en generación a los herederos de
José.
El Santo Grial aparece en el
romance medieval de Perceval, cuyo tío es el custodio de este objeto. En
leyendas posteriores, el Grial es ya objeto de una incansable búsqueda por
parte de los caballeros de Arturo, pero solo aquellos con una disposición
espiritual adecuada tendrán una oportunidad de llegar hasta él. Los modélicos
caballeros de la Mesa Redonda
(Lanzarote, Galván…) son sustituidos por un nuevo modelo de caballero cuyos
principios son la fe, la castidad y la pureza de corazón (Perceval, Galahad,
Bohort).