Siempre me han fascinado esos
personajes de los que apenas sabemos más que su nombre y a veces ni eso, porque
es como si sus historias estuvieran aún por escribir. Son personajes
misteriosos que, a pesar de que sus personalidades se han perdido en las brumas
de la memoria, llaman la atención porque podemos imaginárnoslos de cualquier
manera, lo que equivale a decir que podrían tener mil personalidades distintas
y todas serían válidas, ya que carecemos de fuentes para contrastar.
Sin embargo, hay dos personajes
que me gustan especialmente. Son dos mujeres separadas por poco menos de un
siglo de diferencia. Es muy poco lo que sabemos de ellas, quiénes fueron o cómo
pensaron en vida. Pero sus nombres han sido ensalzados a lo más alto y ambas se
convirtieron en símbolos de un amor que nunca perece, que va más allá de las
estrellas y que escapa a la comprensión humana. Ellas fueron Beatriz y Laura.
Beatriz Portinari
Beatriz Portinari, también
llamada Bice, fue una dama florentina a la que Dante Alighieri inmortalizó en
su Vita Nuova y, sobre todo, en la Divina Comedia. Nació
aproximadamente en el año 1266. Dante la conoció cuando sólo era una niña de
nueve años, y luego volvió a verla dos veces más, pero nunca habló con ella.
Sin embargo, la convirtió en la musa inspiradora de casi toda su obra.
Existen varias versiones acerca
del supuesto encuentro de Dante con Beatriz. Algunas se refieren al número de
veces que el poeta la vio. Otra versión de la historia afirma que Beatriz ni
siquiera habría existido, sino que habría sido un producto de la fértil
imaginación de Dante. Ya en la época se ponía en duda la existencia “civil” de
Beatriz; Dante no ofrece muchos datos al respecto, ya que su interés por ella
es simbólico. De hecho, estuvo casado con Gemma Donati y tuvo varios hijos con
ella; y no parece que haya que pensar en el amor de Dante por Beatriz como una
pasión adúltera.
Sin embargo, algunos
historiadores han creído encontrar la identidad civil de Beatriz. Se cree que
podría ser la hija de Folco Portinari, natural de Romagna, que al mudarse a
Florencia vivió en una casa cercana a la de Dante y tuvo seis hijas. La familia
Portinari era rica e importante, y Folco fue el fundador del Ospedale di Santa Maria Nuova, en el
centro de la capital Toscana. Cuando llegó a la edad de 20 años, Beatriz se
convirtió en esposa de Simone de Bardi.
El espacio y el tiempo donde
vivió esta joven están descritos por Dante en su Vita Nuova, su primera obra literaria, escrita muy poco después de
la muerte de Beatriz a los 24 años. Dante es el que afirma que se vieron por
primera vez en su infancia, cuando él tenía 9 años y ella sólo 8. Después de
nueve años la vuelve a ver, y desde aquel momento todo su ser vibra de amor por
aquella muchacha. Temiendo que la gente se dé cuenta de su secreto amor, se
escuda en otra mujer, de quien la voz popular le dice enamorado, de tal manera
que Beatriz le retira el saludo. El dolor de Dante es tan grande, que a partir
de ese momento se dedica a cantar las alabanzas de Beatriz.
La
Vita Nuova fue la primera
obra dedicada por entero a Beatriz como símbolo del amor sublime, aquel que
trasciende lo terrenal y se traslada a un plano celestial. Se compone de 42
capítulos en los que están insertados 25 sonetos, cuatro canciones, una balada
y una estancia aislada de canción. Dante tiene un sueño en el que ve muerta a
Beatriz, luego sucede la muerte real de la joven y después la decisión del
enamorado que, desesperado, decide escribir una obra literaria dedicada a ella,
como último homenaje a su amor.
Esta obra está muy influenciada
por la poesía trovadoresca de la
Provenza francesa, y supone el punto culminante del Dolce
Stil Nuovo. Pero la Vita Nuova consigue
superar la tradición provenzal, pues describe los sentimientos amorosos del
poeta de manera sublime e idealista, insinuando una elevada espiritualidad muy
próxima al misticismo. Beatriz es el sueño perfecto. Su rostro ha alcanzado una
pureza ya no terrenal. Es un ser tan puro que el común de los mortales no es
digno siquiera de contemplar su aura de bondad y belleza.
La Divina Comedia es una
narración alegórica escrita en verso, de una gran precisión y fuerza dramática,
en la que se describe el imaginario viaje del poeta a través del Infierno, el
Purgatorio y el Paraíso. Cada parte contiene 33 cantos escritos en tercetos, y
en conjunto constituye una impresionante dramatización de toda la teología
cristiana medieval, una alegoría de la purificación del alma y de la
consecución de la paz bajo la guía de la razón y el amor.
Aunque no es la protagonista de
este canto, Beatriz vuelve a tener un papel realmente importante. Es ella la
que desciende del Paraíso para hablar con Virgilio y pedirle en nombre de Dios
que guíe a Dante a través del Infierno y el Purgatorio, pues Virgilio no puede
entrar en el Paraíso. Hacia la mitad del camino del Purgatorio, la propia
Beatriz se encargará de acompañar a Dante, aunque no es muy amable con él (le
impreca sobre los pecados que le han llevado al extravío). Será en el Paraíso
donde Dante podrá pasar más tiempo en compañía de Beatriz, a la que hace
preguntas para preparar su espíritu para acoger la visión del Empíreo, y
finalmente la de Dios. Y es justo antes de ver la gloria divina cuando Dante
vuelve su rostro a Beatriz, cuya belleza no puede ser descrita ni comprendida
por ningún mortal, y solamente puede ser gozada por Dios.
Aquí os dejo un soneto de los
muchos que Dante le dedicó:
Lleva en sus ojos al
amor sin duda
la que embellece todo lo que mira;
y tal respeto su presencia inspira,
que el corazón le tiembla al que saluda.
Dobla él la faz que de color se muda
y sus defectos al sentir suspira;
huyen ante ella la soberbia e ira;
¡oh bellas, dadme en su loor ayuda!
Toda dulzura, toda venturanza
nace el alma del que hablar la siente;
mas, si en sus labios la sonrisa brilla,
se muestran tal, que ni la lengua alcanza
nunca a decir, ni a comprender la mente
tan nueva e increíble maravilla.
Laura de Noves
También conocida como Laura de
Sade, se dice de esta misteriosa mujer que fue una noble provenzal, esposa del
marqués Hugo de Sade, probablemente oriunda de Noves o Aviñón. Se cree que su
nacimiento pudo tener lugar en el año 1310 y murió en 1348 posiblemente debido
a una epidemia de peste. Podría haber pasado desapercibida como tantas otras
mujeres de su tiempo, de no ser porque el magnífico poeta Francesco Petrarca la
vio y la convirtió en su musa del amor.
Al igual que ocurre con Beatriz,
Laura también es una figura extraña de la que se llega a dudar que existió.
Algunos críticos literarios opinan que nunca fue un ser real y que sólo fue un
recurso poético, pues Petrarca bien podía referirse al laurel, el árbol sagrado
de Apolo, que era protector de la poesía.
No obstante, la opinión general
es que sí existió de verdad. Petrarca la habría conocido el Viernes Santo de
1327, teniendo ella la edad de 17 años. Y a partir de aquel día el nombre de
Laura se haría inmortal, inspirando en el poeta una pasión que se ha convertido
en proverbial por su constancia y pureza.
Poco sabemos de la vida de Laura
de Noves, salvo que formó una familia numerosa y fue una esposa de reconocida
virtud. Todo lo demás, es música y poesía. La imagen que nos ha llegado de ella
es la que procede del amor cortés. Es en la obra de Petrarca, concretamente en
su Canzionere y en I Trionfi, donde observamos lo que Laura
representaba para el poeta.
La obra principal de Petrarca es
el Canzionere, publicado
originalmente con el nombre de Rime in
Vita e Rime in Morte de Madonna Laura, posterior a 1327 y escrito
totalmente en italiano. Se trata de una vastísima colección de 366 poemas,
sonetos y odas, inspirados casi todos ellos en su amor no correspondido por
Laura, y reflejan a la perfección el carácter del poeta y de su pasión amorosa
en un italiano vernáculo melodioso y refinado. De esos 366 poemas, 263 fueron
escritos en vida de Laura, y los 103 restantes a su muerte. Es aquí donde Laura
se constituye en el objeto idealizado de su amor, representante de las virtudes
cristianas y de la belleza de la antigüedad.
Con esta obra, Petrarca
transforma a Laura en una criatura que está muy por encima de la corrupción
terrena. A pesar de los sufrimientos y avatares por los que ha pasado por no
ver su amor correspondido, ve a Laura como un ángel que se le aparece en
sueños, de belleza resplandeciente y dotada de un aura casi divina. En la
primera parte se convierte en un ser superior al poeta, pero todavía no tiene
nada de sobrehumano; es un modelo de belleza y virtud. Es posteriormente, en
los sonetos escritos tras su muerte, que Laura se transforma en la Donna Angelicata,
que intercede a Dios por él para transformar su amor profano en amor divino a
la sabiduría y la moral.
También en Laura se inspiró para
componer I Trionfi entre 1352 y 1374,
un conjunto de poemas que detallan la elevación del alma humana desde el amor
terrenal a su realización a través de Dios. Muchos de ellos fueron
transformados en madrigales por el compositor italiano Claudio Monteverdi.
El personaje de Laura representa
el alejamiento de Dios y, al mismo tiempo, el apego del poeta a los bienes
terrenales, que le impide tomar el camino hacia la consecución de su mayor
deseo: llegar a Dios. Sin poder hallar la reconciliación entre la tierra y el
cielo, surge en él un conflicto interno que sólo encuentra la paz mediante la
poesía y la literatura.
Lo último que sabemos de Laura es
a través del regreso de Petrarca a Aviñón en 1337. Allí, el poeta compró una
pequeña finca en Vaucluse para estar más cerca de su amada. Aquí pasaría los
próximos tres años, escribiendo numerosos sonetos en su honor, convirtiéndola
en la representación de un amor puro, el único que conduce a Dios.
De nuevo os dejo uno soneto que
contribuyó a ensalzar la hermosura de Laura:
Era el cabello al
aura desatado
que en mil nudos de oro entretejía;
y en la mirada sin medida ardía
aquel hermoso brillo, hoy ya apagado;
el gesto, de gentil favor pintado,
fuese sincero o falso, lo creía;
ya que amorosa yesca en mí escondía,
¿a quién espanta el verme así abrasado?
No era su andar cosa mortal grosera,
sino hechura de ángel; y sonaba
su voz como no suena voz humana:
un espíritu celeste, un sol miraba
cuando la vi; y si ahora tal no fuera,
no porque afloje el arco el daño sana.
Espero que os haya gustado!!