Imaginaos por un momento la
siguiente situación.
Una tarde cualquiera, vais por el
parque dando un paseo. De repente, oís gritos muy cerca de donde estáis, así
que os dais la vuelta para ver lo que está pasando. Entonces, veis a una pareja
sentada en uno de los bancos del parque. El chico está muy alterado y se dedica
a dar voces y a hacer aspavientos delante de su novia, que mantiene la cabeza
gacha y no sabe dónde meterse. Es evidente que están teniendo una fuerte
discusión. Es tal el griterío que no tardáis en enteraros del motivo de la
disputa. Algo que tiene que ver con ciertas personas con las que ha estado la
chica, quién era aquel con el que tanto hablaba… Incómodos, tratáis de no
prestar atención a esa discusión que es de todo menos privada, y seguís a lo
vuestro.
Pero entonces, ocurre. Por un
momento creéis que vuestros oídos os engañan, pero sabéis que no es así. Los
gritos del chico aumentan de volumen y su comportamiento es cada vez más
violento con la chica. Al daros la vuelta para volver a mirar, veis cómo se
lanza como una bestia sobre ella y amenaza con golpearla. Si en ese mismo
instante no os ponéis de pie y os acercáis para separar a ese malnacido de la
chica, es que no sois humanos. Nadie tiene ningún derecho de ponerle la mano
encima a una mujer indefensa, y mucho menos un desgraciado con complejo de
macho dominante que sólo quiere imponer su voluntad por la fuerza.
Por fortuna, todo termina bien.
El chico se aparta de su llorosa novia y hace ademán de irse; probablemente se
haya sentido intimidado por el tumulto que se ha formado a su alrededor, que le
señala con dedo acusador y le recrimina su actitud. Finalmente, se aleja y la
chica, a salvo por fin, agradece vuestra ayuda. Y vosotros os sentís felices y
orgullosos de haber denunciado un presunto maltrato y haber cumplido con
vuestro deber de buenos ciudadanos.
Bien. Ahora démosle la vuelta a
la situación.
Imaginad por un segundo que la
escena se invierte. La pareja es la misma, pero los roles han cambiado. La
chica parece estar furiosa y discute a gritos con su novio, acusándole de
ponerle los cuernos, de ser un hijo de puta, de lo que sea. El chico trata de
defenderse de las acusaciones, pero la violencia de su novia lo intimida, ya
que ésta se despacha a gusto gritándole a la cara e insultándole de mil maneras
a cual más original. Finalmente, le agarra con sus manos y le suelta algún que
otro sopapo sin dejar de increparle.
¿Y qué estáis haciendo vosotros
mientras tanto? Probablemente os habréis dado la vuelta al oír el jaleo que está
montando la chica detrás de vosotros, pero lo más seguro es que os hayáis
encogido de hombros al ver la situación. ¿Una chica pegándole a un chico? ¿Y
qué? Eso no es nada. Ni siquiera es violencia. ¿Que el chico no se defiende?
Pues será porque es un calzonazos. O algo habrá hecho para que su novia se
ponga a darle de tortas con total impunidad. Por eso nadie se acerca para
apartar e increpar a la chica, ni para amenazarla con llamar a la Policía si no
deja de pegarle al chico. Por eso la chica sigue insultando y golpeando a su novio,
que trata de parar los golpes lo mejor que puede y agacha la cabeza, sabiendo
que nadie acudirá en su ayuda, que sobre él caerá el peso de la sociedad si se
atreve a levantar un dedo en contra de su chica, aunque sea en legítima
defensa. Es más, para él no existe la legítima defensa en este caso. Simple y
llanamente, está recibiendo su merecido.
¿A vosotros esto os parece justo?
Vivimos en una sociedad igualitaria que promulga que hombres y mujeres somos
iguales en derechos y obligaciones y, sin embargo, estáis viendo que las dos
situaciones que planteo son la misma, pero no actuamos igual ante cada una de
ellas. ¿Es porque no queremos meternos donde no nos llaman? ¿Es que estamos
desensibilizados ante la violencia? ¿O es porque sólo es violencia si es el
hombre el que la ejerce sobre la mujer? He aquí un buen ejercicio para
feministas implacables.
Seguramente muchos pensaréis que
estoy loca o que soy una machista. Tal vez incluso os estáis imaginando que he
sido criada en cierta ideología, esa en que la mujer parece haber sido
concebida para no aspirar a ser más que una fregona o una abnegada esposa para
su opresor marido. Bien, pues os equivocáis. Aunque he visto y oído muchas
chorradas machistas en el seno de mi familia, puedo presumir de ser una persona
de mentalidad abierta y tolerante. Pero es ante cosas como esta por las que todo
mi sistema de valores se tambalea y me veo obligada a recapacitar y a analizar
la situación. No voy a hablar, pues, de violencia de género. Voy a hablaros,
simple y llanamente, de violencia.
Pero antes, retrocedamos un poco
en la historia. El género femenino no lo ha tenido fácil a lo largo del tiempo
para conseguir unos derechos que ya le pertenecían per se, por tratarse de un ser humano como cualquier otro. Durante
siglos, la mujer fue sometida por el hombre en todos y cada uno de los aspectos
de su vida. La mujer, por el hecho de ser mujer, tenía que servir a su padre, a
su esposo o a su tutor legal y acatar su voluntad en todo lo que el hombre
ordenara. El hombre disponía de su vida como si fuera un perro: decidía lo que
tenía que aprender, lo que podía comer, cómo debía vestir, con quién se iba a
casar... La mujer era una eterna menor de edad que no tenía derecho alguno para
decidir qué quería hacer con su vida, porque ésta no le pertenecía. Si el
hombre le ordenaba hacer algo, ella tenía que obedecer: No salir de casa, parir
hasta que su cuerpo no aguantara más y ser, ante todo, una mujer silenciosa,
comedida y sumisa. En el caso de que la mujer no cumpliera sus obligaciones o
incluso se rebelara contra el hombre, éste tenía todo el derecho de golpearla
para que obedeciera. Esto no se consideraba un maltrato sino una “corrección”.
Si un hombre tenía que golpear a su mujer, seguramente sería porque era
necesario ya que, en otras circunstancias, él no tendría que hacerlo.
Afortunadamente, ya nadie
considera eso un medio de “corrección”, por lo menos en la cultura occidental.
Con el tiempo, la mujer ha conseguido hacerse oír y respetar, ha luchado y ha
salido adelante defendiendo lo que le pertenecía por derecho, y ha logrado
ocupar un puesto de igualdad frente al hombre con el que antes sólo podía
soñar. A día de hoy, muchas mujeres pueden denunciar el maltrato al que las
someten sus parejas sentimentales y cuentan con unos derechos y leyes que las
amparan y las protegen. El hombre y la mujer deben ser iguales ante la Ley, y
ninguno tiene estar por encima del otro.
Entonces, ¿por qué parece que las
mujeres ahora estamos por encima de los hombres, legalmente hablando?
De un tiempo a esta parte, he
empezado a ver por Facebook varios enlaces de periódicos digitales que hablaban
de hombres denunciando lo que para muchos todavía hoy es motivo de risa: Que
estaban siendo maltratados por sus parejas femeninas. Durante años habían
sufrido insultos y golpes de sus mujeres sin poder denunciarlas, ya que ni
siquiera la Policía les tomaba en serio. “¿Por qué no te defiendes?”, era la
frase que escuchaban con más frecuencia cuando por fin se decidían a denunciar
lo que les ocurría. Y ellos callaban y se daban la vuelta para marcharse,
comprendiendo que para ellos no había leyes que les protegieran del maltrato,
del odio que esas hembristas les profesaban sólo por ser hombres.
Aclaremos una cosa: Feminismo y
hembrismo no son términos sinónimos. La postura feminista aboga por la igualdad
entre hombres y mujeres, argumentando que tenemos los mismos derechos y deberes
ante la Ley y la sociedad. En cambio, el hembrismo es más radical. Se basa en
un desprecio absoluto por la figura del varón, visto como un ente dominante y
patriarcal, aduciendo que desde tiempos remotos se ha dedicado a ningunear y
maltratar a la mujer. Se observa cierto revanchismo en la ideología hembrista o
feminazi, como prefiráis llamarla, pues quienes comparten esta forma de pensar
defienden que una mujer se valga de las leyes que hoy en día la amparan contra
el maltrato para vengarse del hombre.
Hace unos años, hablando con el
novio de mi mejor amiga sobre este tema, llegamos a un punto de ligero
enfrentamiento. Yo le hablaba de la discriminación positiva que se les hacía a
las mujeres y la defendía diciendo que era lógico que a las mujeres a día de
hoy se las favoreciera más en el ámbito de las leyes, ya que durante mucho
tiempo habían sufrido de malos tratos y ahora tenían recursos para protegerse
de sus parejas maltratadoras. Pero él rebatió muy bien mis argumentos con una
sencilla frase:
Si a mi novia se le ocurriera ahora ir a la Policía y decir que yo le
he dado una bofetada, a mí me meterían en la cárcel. Si fuera yo contando que
ella me ha pegado, se reirían de mí.
Y tenía toda la razón. Me hizo
pensar mucho y también darme cuenta de lo poco que sabía sobre el maltrato
ejercido sobre el varón. ¿Es que no hay hombres maltratados por mujeres? Los
datos oficiales muestran que existe, aunque estos datos están incompletos por
la sencilla razón de que sólo figuran los hombres que denuncian el maltrato.
¿Qué pasa entonces con las víctimas que callan por vergüenza, por la lacra que
supone para un hombre ser golpeado por una mujer? Estamos tan acostumbrados a
verles como los machos dominantes que no nos paramos a pensar que son seres
humanos que pueden sufrir y llorar como cualquier otro. Ser hombres no les
convierte en maltratadores en potencia. Eso es lo que tenemos que aprender de
una vez.
La Ley tampoco les ayuda mucho en
este caso. En primer lugar, el mismo acto violento no se pena igual para los
miembros de ambos sexos. Si un hombre golpea a una mujer, es un delito; si una
mujer golpea a un hombre, es una falta. El hombre acusado de violento puede ser
recluido en el calabozo durante varias horas e incluso llevado a la cárcel si
se demuestra el maltrato, mientras que la mujer es raro que pise la prisión por
este motivo. Si la pareja tiene hijos, la mujer puede exigir la patria potestad
e impedir que su ex marido vea a sus hijos; para el hombre, esto es impensable
a menos que recurra al secuestro.
Aunque parezca una barbaridad,
existen mujeres que se aprovechan de estas leyes que las amparan contra el
maltrato para denunciar en falso a sus parejas y exprimirlas hasta las últimas
consecuencias (arruinarles económicamente, apartarles de sus hijos, provocar
que tengan antecedentes penales…). Y esto es muy grave, porque si alguien te
denuncia por maltrato pasas a tener antecedentes. Puede parecer una tontería,
ya que eso no comporta en un principio penas de cárcel, pero si tienes
antecedentes ya no puedes salir del país, no te permiten ejercer determinados
trabajos y quedas inhabilitado para estudiar algunas carreras. Además de que si
cometes una imprudencia (por ejemplo, que te pillen con unas copas de más al
volante), vas directamente a la cárcel, porque ya tienes antecedentes.
El maltrato a los hombres existe,
aunque nos empeñemos en no verlo. Y para muestra, un botón. Hace unos meses,
mientras veía con mi familia el programa Hay
Una Cosa que te Quiero Decir, salió un caso que me llamó mucho la atención.
Una chica fue al programa para solicitar un encuentro con su ex novio, al que
quería recuperar después de su ruptura. Explicó ante todos que habían tenido
algunas desavenencias, básicamente porque ella era un poquito celosa y
regañona. Hasta ahí todo normal. Lo fuerte vino cuando apareció su ex novio y
contó una versión muy distinta de la historia. Al parecer, no es que la chica
fuese un poquito celosa, sino que
tenía celos enfermizos de cualquier mujer que le mandara un mensaje a su novio.
No sólo le revisaba el móvil sin su permiso, sino que le montaba un espectáculo
por una tonta sospecha. La guinda del pastel fue la revelación que hizo el
chico al final de su relato: Que su ex novia lo había agredido varias veces
arrojándole cosas (incluso platos y vasos) con toda la intención de hacerle
daño. Me pareció muy curiosa la apostilla del presentador, el señor Jordi
González, quien justificó esa actitud diciendo que tal vez su chica había
actuado así por miedo a perderle y porque tenía un carácter un poco apasionado.
Y el chico respondió, con toda la razón del mundo, que eso no era ser apasionado:
Eso era ser violento.
Otro caso curioso lo presencié en
un programa completamente distinto. Entre los muchos programas sobre bodas con
que nos bombardean los fines de semana en la tele, había uno que se llamaba Novias al Borde de un Ataque de Nervios.
Si el título no os da una pista, ya os explico yo de qué trata el programa:
Básicamente son novias gritonas, maleducadas y propensas a ejercer la violencia
física si su boda no sale tal y como ellas la han planeado (uno de los grandes
misterios es saber cómo es posible que estas energúmenas hayan conseguido
encontrar a un hombre que las quiera). Uno de los casos era el de una novia que
tenía a su prometido completamente dominado y al que se complacía en humillar,
degradar y ultrajar en público. Le amenazaba con pegarle si le descubría
hablando con otras chicas, y cumplía su amenaza. Ni siquiera su propia hermana
podía abrazar a su prometido, no
fuera que entre los dos hubiese algún roce demasiado familiar. Los padres y los
amigos del chico estaban hartos de ella, y le instaban a que se lo pensara
mejor antes de dar el paso. El chico, apocado, acabó casándose con ella. Pero
es posible que estemos ante el matrimonio más corto de la historia, porque ya
en el banquete la novia se empecinó en echar a su suegro, y eso fue algo que el chico no consintió. Reconoció que probablemente
había cometido un gran error al casarse con ella y le insinuó que podrían
divorciarse en pocas horas si se empeñaba en seguir con sus caprichos. Al final
del programa, podíamos ver a la novia saliendo del restaurante a pasos
agigantados mientras gritaba “¡Los papeles todavía no están firmados!”.
Un detalle llamativo: Ambos casos
se tomaron como algo humorístico. En el primer caso, tanto el presentador como
el público reaccionaron con risitas cuando el hombre afirmó haber sufrido un
arrebato violento de su chica. En el segundo caso, el programa estaba pensado
claramente para que los televidentes nos echáramos unas risas viendo los
ataques de rabia de la flamante novia y la sumisión borreguil de su futuro
marido. No sé si el programa estaba amañado o no (podrían ser actores), pero
estoy casi segura de que no es así en el caso del programa de Telecinco, pues
son casos reales con gente normal y corriente. Pero es curioso que la primera
reacción del público sea reírse de que un hombre sea maltratado. ¿Es que la
violencia es motivo de risa? ¿No pondríamos el grito en el cielo si la agredida
hubiese sido una mujer? ¿Por qué no nos repugna que el hombre sea maltratado
por la mujer, si también es un acto de violencia? Os voy a decir por qué:
Porque todavía a día de hoy se nos educa en la creencia errónea de que la
violencia por parte del hombre, por tener más fuerza física, es peor que la
ejercida por una mujer. Después de todo, ¿le va a ganar una mujer a un hombre
en una pelea a puños y patadas? Pero eso no significa que no pueda hacerle daño
de mil maneras. ¿Acaso no le hace daño cuando busca la manera de arruinarle
para quedarse con todos sus bienes y hacerle vivir en la calle? ¿Acaso no le
hace daño cuando lo aparta de sus hijos y le impide verles y estar con ellos? Y
también están los golpes, bofetadas, patadas y escupitajos que el hombre
maltratado tiene que soportar en silencio, porque poner una denuncia es motivo
de risa.
Hasta ahora me he centrado sólo
en los casos de violencia. Pero, ¿qué pasa con el número de asesinatos a manos
de una ex pareja? Bien, es cierto que hay un número muy elevado de mujeres
asesinadas a manos de sus ex parejas, pero eso no quiere decir que no haya
hombres asesinados. En el año 2009 se han contabilizado 10 asesinatos de
hombres (pueden parecer pocos, pero un solo muerto ya es demasiado). De estos
asesinatos, 9 fueron cometidos por la mujer. Y que sepáis que, aunque la mujer
no sea la que se manche las manos empuñando un arma para matar a su marido,
siempre puede recurrir a la ayuda de sicarios, como en el tristemente célebre
asesinato de Miguel Ángel Salgado el 14 de marzo de 2007. Hay expertos que
aseguran que estos datos se quedan cortos, pues también en 2009 elevan el
número de hombres muertos a manos de su novia o esposa a 30 frente a las 52
mujeres asesinadas por su novio o esposo (vemos que la diferencia se reduce
bastante). A esto también hay que añadirle el elevado número de suicidios de
varones inmersos en un proceso de separación (630 en el año 2006). Y digo más:
En el mismo año, sólo en la Comunidad de Madrid hubo un total de 2.589 delitos
de violencia femenina sobre sus parejas masculinas.
Es por esto por lo que no podemos
quedarnos callados y mirar para otro lado. Da igual quién pegue a quién: La
violencia es violencia, y tiene que ser denunciada. Si el maltratado no se atreve,
denúncialo tú públicamente. Si eres testigo de un maltrato y no lo denuncias,
es como si te diera igual lo que le pase a la víctima. No seamos hipócritas. Un
golpe le duele a todo el mundo, sea hombre o mujer, y si no se defiende
probablemente es porque tiene miedo o porque no está en su naturaleza responder
con violencia.
Y, sobre todo, me gustaría llamar
la atención de esas mujeres que se dicen feministas pero que en realidad se
escudan en esa noble ideología para vengarse de sus ex parejas. Esas hembristas,
esas feminazis, son las que se aprovechan de una ley que protege a la mujer
realmente maltratada. Denuncian en falso y hacen que detengan al hombre; si se
descubre que han mentido, aquí no ha pasado nada. Se creen impunes, como si de
verdad tuvieran derecho a insultar, vejar y maltratar al hombre sólo por el
hecho de ser hombre. Si fueran feministas, querrían que ambos sexos fueran
considerados iguales, pero no es así porque ellas se consideran superiores a
los hombres. Lo peor es que la ley les da la razón. Y bastardizar de tal modo
una ley pensada para evitar el maltrato es indignante.
Os dejo aquí unos enlaces que podrían interesaros:
-http://www.rtve.es/noticias/20130811/hombres-maltratados/729222.shtml
-http://www.lanacion.com.ar/615490-hombres-golpeados-cuando-la-violencia-no-distingue-el-genero
-http://www.derechoycambiosocial.com/revista012/violencia%20familiar.htm
-http://www.hombres-maltratados.com/
¡¡Tienes todas la razón!! ¡¡Toda!! Como mujer, como ser humano y como profesional del Derecho, permite que te aplauda. ¡Basta ya de dobles morales y dobles raseros, todo el mundo tiene el mismo derecho a estar libre de la violencia de su pareja y a verse protegido por la ley!
ResponderEliminarGracias por tus palabras, me alegro de que estemos de acuerdo. Además, siendo como eres Procurador, seguramente sabrás mucho más que yo de este asunto (si me he equivocado en algo, corrígeme sin ningún problema). Ya va siendo hora de que el maltrato al varón sea también denunciado y tenido en cuenta. Si queremos que haya igualdad, que sea para todos, no para unos sí y para otros no.
EliminarUna entrada excelente y totalmente necesaria, además de muy valiente por tu parte, pues pocas cosas se critican más en nuestros días que a la mujer que no se pliega a los postulados feministas y más o menos defiende al hombre (siendo por otra parte cierto que los hombres también nos hemos buscado durante siglos la mala reputación, aunque cada uno seamos de nuestra casa). Pero expones muy bien las causas, los porqués y las distintas vertientes, y las consecuencias de este grave asunto. Ojalá tuviera todo tan fácil solución como tu clarividente entrada de hoy.
ResponderEliminarMuchas gracias, Fernando! Tienes mucha razón al referirte a la crítica que tenemos que soportar las mujeres que aún pensamos que hay hombres que merecen ser defendidos. ¿Quieres saber algo bastante curioso? Muchas hembristas recurren al argumento histórico, al pasado en el que las mujeres estaban sometidas al yugo del varón, y se incluyen entre ellas como si de verdad hubieran sufrido ese maltrato. Eso es pura demagogia. Yo no puedo ir por la vida enarbolando un estandarte que defienda la amputación de penes sólo porque a algunas de mis antepasadas (que no conozco ni he conocido nunca) las hayan violado. Es una falacia, así mismo.
EliminarPero supongo que no todo el mundo opinará lo mismo que yo. Probablemente me lloverán críticas y trolleos de gente que no entenderá mi postura, que malinterpretará lo que he escrito y que me tildará de machista y tradicionalista. Pero si quienes me seguís creéis que tengo razón, que la violencia hembrista es algo que hay que denunciar y que hombres y mujeres somos iguales, entonces sé que he hecho lo correcto al ponerlo por escrito.
¡Gracias!
Tienes toda la razón. Al final parece que lo que mueve el mundo es el rencor y el revanchismo. Yo en esas hembristas veo el contrapunto de los típicos machistas: hombres que solo se relacionan con hombres desde niños, que se crean una imagen preconcebida de la mujer a base de prejuicios que escuchan en su entorno. Esas mujeres igual: se crían en un ambiente donde les dicen que ellas siempre tienen que ser mas, se juntan desde pequeñas solo con niñas y nunca conocen al del otro sexo más allá de los prejuicios que escuchan entre ellos.
ResponderEliminarYo, que soy así como un poco conspiranoica, pienso también que este auge de hembrismo que se ve en esas campañas políticas fáciles y esas leyes tan injustas viene también por intentar disgregarnos. Si nos peleamos, hombres y mujeres, por ver quién vale más, nos quedamos entretenidos y los que gobiernan pueden hacer lo que les parezca... ya la sabiduría popular nos dice que "la unión hace la fuerza", pues parece que en la sociedad hacemos oídos sordos. El día que lo superemos, si pasa... seguramente nos disgregaremos por cualquier otra tontería.
Saludos!
Has dado en el clavo en un punto muy interesante, Aradlith, y es la actitud profundamente machista de las hembristas. Parece una paradoja, pero no deja de ser curiosa su actitud: Son tan belicosamente defensoras de la superioridad de la mujer que no se dan cuenta de lo machistas que son. Puede que tengas razón y sean personas que han crecido odiando a los hombres (por los motivos que sean) y los ven como un peligro o una amenaza, y por eso hay que atacarles antes de que ellos lo hagan primero. Es triste, pero puede que sea así.
EliminarRespecto a la conspiración política... no sabría decirte. No controlo demasiado el tema político, así que prefiero no meterme. Pero si quisieran crear disensión entre nosotros, el tema de la violencia sería perfecto para lograr separarnos todavía más. Espero que eso no ocurra nunca.
¡Un saludo!
La gente, en general, da asco… lo digo mucho, pero no sé por qué, los demás no suelen darme crédito... ¡ah, claro!, ¡por que dan asco! xD
ResponderEliminarHe hablado de este tema en diversas ocasiones y con diferentes personas, y la postura más habitual de aquellos que se han parado en algún momento a reflexionar seriamente sobre el asunto suele ser la siguiente:
“La discriminación positiva que adopta la ley actualmente es injusta pero necesaria para garantizar el bienestar de cierto sector de la población (las mujeres) que, de otra forma, estarían desprotegidos”.
En mi opinión, aplicar unas leyes para unos y otras para otros no lleva a una sociedad igualitaria, si no a una estamentada en la que existe un sistema de castas que coartan la libertad de los ciudadanos diciéndoles a cada uno donde debe estar y como debe vivir en función del grupo en el que se encuentre. Dicho de otra forma, tratar de forma distinta a unos y a otros separa al pueblo y propicia el conflicto. Lo que la ley actual sobre lo que ha sido llamado violencia de género hace, es tratar a las mujeres como a princesitas frágiles que necesitan una guardia personal que las proteja y a los hombres como gente que no es de fiar y que hay que tener controladas… es patético. Y claro, las mujeres, que no son más tontas ni más morales que los demás, al darse cuenta de los beneficios que la ley les concede, los usan… Al fin y al cabo, ¿qué tipo de persona, al darse cuenta de que se encuentra en una posición de poder frente a los demás, no usa ese poder en su beneficio? Una normal no, desde luego. El resultado final de todo esto es que las actuales leyes sobre el maltrato no han solucionado el problema de los hombres que maltratan a las mujeres, pero ha acrecentado espectacularmente el problema de las mujeres que maltratan a los hombres.
Hay un par de puntos con respecto al tema del maltrato en los que mi perspectiva suele diferir radicalmente de la opinión general. No obstante, compartiré aquí, si se me obsequia con el privilegio de hacerlo, dicho punto de vista.
ResponderEliminarSe suele aconsejar a los maltratados que denuncien su situación ante la ley (frecuentemente llamada “justicia”, no sé por qué). Yo no estoy de acuerdo. La ley no es de fiar, no es justa, normalmente no resuelve nada y, lo que es peor, suele agravar la situación. Creo que las personas cabales resuelven sus problemas por sí mismas o con ayuda de sus allegados, recurriendo a la ley solo cuando no queda más opción. En la mayoría de casos de maltratos físicos o psíquicos, la solución es tan sencilla y tan obvia como alejarse del maltratador. Si tu marido te golpea cada vez que necesita sentirse “macho”, abandónale y que se lave los calzoncillos él solito. Si tu mujer se complace diariamente en humillarte y vejarte con gritos e insultos, vete y deja que le grite a la pared, pero vete para siempre. Es cierto que también existen casos bastante más complicados, como una pareja lo suficientemente obsesionada como para perseguirte allá donde vallas o que esté incluso dispuesta a hacer daño a tus seres queridos para dañarte a ti. En estos casos hay que sacar la artillería pesada y hacer uso de cualquier medio al alcance, incluso la ley si no queda más remedio. Y aun con todo, pienso que lo que de verdad necesita una persona maltratada es el apoyo (emocional, económico e incluso físico o de cualquier otro tipo que sea necesario) de aquellos que le quieran, para que sepa que no está solo/a. De todas formas, los casos tan graves son relativamente raros.
En el párrafo anterior dejo claro que pienso que, en la mayoría de los casos, las víctimas de maltrato son capaces de salir de esa situación por sus propios medios si realmente desean hacerlo. Por extensión lógica, creo que una persona merece ser maltratada si, pudiendo evitarlo, no lo hace. He conocido a varias personas maltratadas a lo largo de mi vida, hombres y mujeres, jóvenes y maduras, de forma física y psíquica. Intente ayudar a una de ellas… y me arrepentí. Solo conseguí meterme en un problema por intentar hacer algo por alguien que, en realidad, nunca me pidió que interviniese. Pero aprendí la lección: nunca ayudes a quien no te lo pide. La cuestión es que es muy frecuente que las víctimas de maltrato sean, a la vez, cómplices del maltratador, en cuyo caso, su sufrimiento no me conmueve en absoluto. Simplemente se lo ganan a pulso.
Pensando en todo esto, me vienen a la memoria diversas personas que he conocido y situaciones que he vivido u observado. Puedo contar un par de casos curiosos. El primero es el de una chica a la que por entonces yo llamaba amiga que, cuando se separó de su marido, secuestro a la hija que tenían en común y desapareció. Los detalles, en los cuales no voy a detenerme para no hacer excesivamente prolija esta historia, son sucios, despreciables y deshonrosos. Baste decir que nos conocíamos desde el instituto y no la creía capaz de varias de las cosas que hizo. La cuestión es que el padre de la niña la busco por cielo y tierra, pero no encontraba apoyo en nadie. Cuando fue a la comisaria a denunciar lo ocurrido, al saber que la persona que se había llevado a la niña era la madre biológica de la misma, un agente le dijo, extraoficialmente, que podía denunciar si quería, pero que estaba perdiendo el tiempo… y tenía razón.
ResponderEliminarEl otro caso es el de mi hermano mayor. Su pareja se encargaba de las tareas domésticas y del cuidado de sus dos hijos, mientras que él traía el dinero a casa. Es decir, una familia tradicional. Cierto aciago día estalló entre ellos una acalorada discusión que comenzó por que no se ponían de acuerdo en el canal de televisión que querían seleccionar (sin comentarios). Dicha discusión llego al punto en que ella le araño el pecho y le arranco la camiseta. Él se fue corriendo de su casa, según él, para no pegarle a ella. Tras varias horas paseando por la calle para tranquilizarse, fue a la comisaria y la denunció. La siguiente parte de la historia es un poco extraña… inmediatamente puso la denuncia y mientras mi hermano aún estaba delante, un agente, nadie sabe por qué, llamo a casa de ellos para avisarla a ella de que su pareja la estaba denunciando. La respuesta fue: “¿Qué me está denunciando?, ¡pues yo también le denuncio a él!”… Resultado: mi hermano no llego a salir aquella noche de la comisaria, por que durmió en el sucio calabozo. Y mientras tanto, ella durmió en su mullida cama. Además, no pudo volver a vivir en su propia casa durante no sé cuánto tiempo, durante el cual tuvo que dormir en una cochera mientras seguía pagando la hipoteca de una vivienda a la que no podía acceder. He resaltado esto último porque es lo que más me indigna, pero a él le dolió mucho mas no poder ver a sus hijos, a los cuales adora (a mí no me caen bien). Cuando, después de mucho tiempo (no recuerdo exactamente cuánto) pudo volver legalmente a su casa, cometió el grave error que se suele cometer: volvió con ella. Tiempo después, tal y como toda persona con dos dedos de frente sabía que ocurriría, se han separado y él está viviendo con nuestro padre mientras le da todo lo que gana a ella por imposición legal. Ella sigue residiendo en la que fue la vivienda común, en la que no ha puesto nunca un mísero duro. Y es que, en esta sociedad, parir puede llegar a ser un negocio redondo.
Cambiando completamente de tema… ¡hola Laura! ^_^ Me alegro de volver a comentar en tu encantadora “biblioteca” y de comprobar que leerte es tan placentero como siempre lo ha sido. Además, es una grata sorpresa ver que ahora comenta más gente (¡holaaaa, gente en generaaaaaal! = P ), y no solo la fiel Estelwen = ) He comentado también la entrada anterior a esta, pues, de hecho, la leí cuando era la última publicada, pero no pude comentar antes, discúlpame.
¡Eh!, por cierto Estelwen, cuando desaparecí de aquí, si no me falla la memoria, estabas encinta. ¿Cómo fue todo?, ¿Cómo es el/la peque? Cuenta algo, pooorfis… : 3
PD: Estoy suponiendo que os acordáis de mi… es así, ¿verdad?... ¿VERDAD? :_(
La cuestión es que hay que aceptar de una vez que la ley del maltrato está mal elaborada. Es una ley que intenta detener el maltrato, pero está muy mal desarrollada y no cubre todos los campos que debería abarcar. No contempla el maltrato al hombre (bueno, puede que en una relación homosexual) ni le permite defenderse de una acusación falsa. Los casos que relatas son muy duros y personales (el de tu hermano me ha parecido tremendo), y muestran a la perfección lo desprotegido que está el hombre si una feminazi decide arruinarle la vida.
EliminarLo que dices de que el maltratado/a debe abandonar a su agresor y no volver nunca a su lado es muy fácil en la teoría... pero te digo que en la práctica la cosa se ve de otra manera. Muchas personas se niegan a renunciar a su pareja (aun siendo maltratadas) por miedo a lo que va a ser de ellas si se separan (o de sus hijos). Otras veces es porque no se atreven a cortar la relación, quizá por miedo al fracaso o a quedarse solas (es una lacra que está bastante extendida, todavía a día de hoy). Cierto que lo recomendable es no volver al lado del agresor (yo no volvería nunca), pero repito: Para algunas personas no es sencillo.
Y te doy la bienvenida de nuevo! Cierto que Estelwen es una de mis más fieles seguidores, pero ahí también tienes a F. Escamilla, que se pasa muchas veces por aquí y me deja una sabia reflexión. También comentan cuando pueden Mordred y Mársica, y de vez en cuando se nos unen Aradlith, Tizire y Eurídice. Así que sí, esto se va animando poco a poco! ^^*
¡Uy! Acabo de verlo ahora al entrar para leer una nueva entrada, jejeje ^^
EliminarEfectivamente, la fiel Estelwen estaba encinta, pero eso fue hace casi casi un año. Hoy tengo una niña preciosa y sanísima que cumplirá su primer añito el viernes y promete ser tan friki como sus papis. Muchas gracias por preguntar :-D
Yo también me alegro de que comente más gente, por cierto. Cuesta fidelizar a la gente a un blog, pero si el autor escribe bien y aborda temas interesantes suele pasar tarde o temprano, y en este caso las condiciones se cumplen con creces ;-)
PD: Poniéndonos serios; menudo horror lo que le pasó a tu hermano. Si te contara las burradas semejantes (e incluso peores) que he visto yo en los Juzgados... :-(