miércoles, 23 de abril de 2014

Galletas para todos


¡Hola a todos!

Estos días he estado repasando mi libreta con recetas de cocina y, entre los postres, me he encontrado con una receta que me gusta mucho: Mis galletas!! En realidad, esta receta estaba pensada para hacerla en Navidad, pero creo que no pasa nada por hacerla el resto del año. Yo las hice para mi cumpleaños y en menos de dos días se habían terminado las 80 galletas que me salieron. Y lo mejor es que son muy fáciles de hacer y están riquísimas.

¿Os atrevéis con ellas?



Las galletas junto con unas trufas de chocolate



Ingredientes para la masa:

-250 gramos de mantequilla a temperatura ambiente.

-250 gramos de azúcar glass.

-Aroma al gusto (limón, vainilla…).

-Un huevo grande, o un huevo y una yema.

-650 gramos de harina.

-Un chorrito de leche entera o semidesnatada.


Ingredientes para el glaseado:

-3 claras de huevo

-600 gramos de azúcar glass

-Colorantes alimentarios


*NOTA: Por cada clara de huevo se necesitan 200 gramos de azúcar glass, por si queréis probar con menos cantidad.


Utensilios:

-Bol grande

-Batidora con varillas

-Cortapastas de diferentes formas

-Papel de horno

-Rodillo grande

-Mangas pasteleras pequeñas

-Biberones de cocina


Indicaciones:

-La masa alisada debe reposar 2-3 horas en la nevera antes de cortarla.

-Al cortar las galletas, se las debe dejar 15 minutos reposando en la nevera.

-Entre 10-15 minutos de horno.



Paso a paso:

  1. Batimos la mantequilla hasta que quede como una pomada.


  1. Agregamos el azúcar glass tamizado poco a poco, y cuando esté integrado añadimos dos cucharaditas del aroma de nuestro gusto y el huevo batido.


  1. Cuando la masa quede esponjosa, agregamos la harina tamizada poco a poco. Como nos va a quedar una masa desmigada, añadimos un chorrito de leche para ligar la mezcla.


  1. Cuando todo esté bien agregado, hacemos una bola con la masa y la dividimos en cuatro porciones.


  1. Estiramos la masa sobre papel de hornear. Cuando hayamos estirado los cuatro trozos, los meteremos en la nevera, donde deberán reposar unas horas.


  1. Para trabajar la masa, embadurnamos la mesa con harina y amasamos con el rodillo hasta darle un grosor de unos 6-7 milímetros. Con cortapastas de diferentes diseños, vamos cortando nuestras galletas.


  1. Dejamos que las galletas crudas reposen unos 15 minutos en la nevera. Encendemos el horno a 180º por arriba y por abajo (sin ventilador) y metemos las galletas, que dejaremos cocer unos 10 o 15 minutos.

Consejo: Si no tenemos papel de horno para las galletas, podemos embadurnar la bandeja del horno con mantequilla y harina para que no se queden pegadas.




Os pueden salir de 60 a 80 galletas



Glaseado:

  1. Batimos las claras en un bol y vamos añadiendo poco a poco el azúcar sin dejar de batir. Hay que batir hasta que espese y tome la consistencia de pasta de dientes.


  1. Dividimos la mezcla en varias fiambreritas, tantas como colores vayamos a utilizar, y en cada una vertemos gotitas de colorantes.


  1. Este glaseado lo podemos utilizar para los contornos de las galletas, que aplicaremos con una manga pastelera pequeña (si no tenéis, una bolsita de plástico de las golosinas con una punta cortada os servirá igual). Al resto del glaseado le añadiremos una cucharadita de agua, y la utilizaremos para decorar el centro de las galletas, una vez seco el contorno. Aplicaremos este glaseado con biberones de cocina.


  1. Dejamos secar las galletas antes de añadirle otros adornos.



Consejo: Si no os gusta el glaseado, otra buena opción para decorar las galletas es pintarlas con huevo batido y añadirles nueces o avellanas antes de meterlas en el horno. También se puede fundir chocolate blanco o negro y utilizar un biberón de cocina para hacer formas sobre las galletas.





¡Y así es como quedan! En la imagen tenéis un trébol con una nuez encima, un rombo con una clave de sol de chocolate, una galleta con las palabras Eat me y un rectángulo con zig zag de chocolate blanco. Os aconsejo comerlas pronto porque, al no llevar conservantes, se ponen un poco blandas a los tres días.

Espero que os gusten!!

miércoles, 16 de abril de 2014

Has visto demasiado Juego de Tronos cuando...


  1. Te compras un mandoble en el Todo a un Euro, le pones de nombre Hielo y te sientas bajo un árbol para limpiarlo con cara de circunstancias.
  2. Consigues un perro como mascota, le pones el nombre de uno de los lobos huargo y aseguras a todo el mundo que ataca si intentan hacerte daño.
  3. Coges huevos de la nevera, los pintas de colores y luego los pones junto al fuego, a ver si nacen dragones.
  4. Pintas a tu perro de blanco, le pones lentillas rojas y le llamas Fantasma, a pesar de que hasta el otro día se llamaba Toby.
  5. Cuando caminas junto a un río, te acercas a la orilla para ver si encuentras los rubíes de la armadura de Rhaegar Targaryen.
  6. Te caes de un muro y pides que te lleven en brazos a todas partes, a pesar de que solo te has hecho un raspón y puedes caminar perfectamente.
  7. Te cabreas con alguien y le dices “¡Acabas de despertar al dragón!”.
  8. Si alguien te cuenta un problema, tú respondes “Se acerca el invierno”.
  9. La cajera del supermercado te mira raro porque al pagar le has dicho “Un Lannister siempre paga sus deudas”.
  10. Los de Greenpeace te denuncian porque has pintado un árbol de blanco y le has tallado una cara con un cuchillo.
  11. Ves a alguien vestido de negro y le preguntas si forma parte de la Guardia de la Noche.
  12. Te tiñes el pelo de rubio platino para parecerte a Daenerys.
  13. Tienes el presentimiento de que tu hermano pequeño conspira contra ti y trata de matarte.
  14. A tu pareja le llamas “Luna de mi vida” o “Mi sol y estrellas”.
  15. Te compras un arpa a la que le pintas las cuerdas de color plateado para que sea como la de Rhaegar.
  16. Los pasteles de limón se convierten en tus favoritos.
  17. Llamas Sansa a tu hermana mayor y te metes con ella, aunque hasta el momento os habíais llevado muy bien.
  18. Capturas tres lagartos, los pintas de colores y les pegas alas en el lomo para que sean tus dragones.
  19. Si juras algo, lo juras por los dioses antiguos y nuevos.
  20. Fundas la iglesia de R’hllor y te conviertes en su sacerdotisa (si eres hombre, también).
  21. Amamantas a tu hijo hasta los ocho años.
  22. Te dejas el pelo largo, te lo trenzas y le pones campanitas para parecerte a Khal Drogo.
  23. Vas a una escuela de idiomas para que te enseñen Alto Valyrio y dothraki.
  24. Le tiras los tejos a tu hermano mellizo.
  25. Insistes en que en tu boda no se debe servir empanada de paloma bajo ningún concepto.
  26. Le pones una corona de rosas azules a la chica que te gusta.
  27. Si tu hermano pequeño te coge un juguete, tú le metes la cabeza en un brasero.
  28. El camarero del restaurante se queda extrañado cuando, al traerte la ensalada, tú le replicas “¿Y cuándo se va a servir la justicia?”.
  29. Le cuentas a los niños cuentos terroríficos sobre los Otros.
  30. Robas el esqueleto de clase de Ciencias para hacerte un traje y obligas a los demás a que te llamen Casaca de Matraca.
  31. Le dedicas la canción de Las Lluvias de Castamere a alguien que no te cae bien.
  32. Si tu hijo ha nacido fuera del matrimonio, le pones el apellido Nieve.
  33. Le pides a tu chica que, en la intimidad, te llame “mi gigante de Lannister”.
  34. Te buscas a un amigo gordo, uno enorme y otro con orejas de soplillo, y dices que son tus compañeros de la Guardia de la Noche.
  35. No bebes vino porque el vendedor podría haberlo envenenado para matarte.
  36. Crees que has entrado en la mente de un animal, cuando lo que ha ocurrido es que te has quedado embobado mirando al infinito.
  37. Si vas a catequesis, te llevas una copia del libro La Estrella de Siete Puntas.
  38. El sacerdote de tu parroquia no entiende por qué insistes en llamarle Septón.
  39. Todas las noches recitas los nombres de aquellos que te lo han hecho pasar mal y rematas la letanía diciendo “Valar Morghulis”.
  40. Capturas un cuervo, lo pintas de blanco y se lo enseñas a todo el mundo diciendo que es el cuervo que anuncia el invierno.
  41. Te quedas sentado frente a tu perro (perdón, “lobo huargo”) durante horas, a ver si consigues entrar en su mente.
  42. Te crees un verdevidente porque has soñado que al día siguiente iba a llover y se ha cumplido.
  43. Te inventas un blasón y un lema para tu propia Casa.
  44. Te echan de un funeral porque has intentado resucitar al difunto metiéndole la cabeza en agua mientras gritabas “¡Lo que está muerto no puede morir!”.
  45. Intentas tirar a tu sobrina al vacío porque crees que le hace ojitos a tu marido.
  46. En una agencia de viajes pides que te organicen unas vacaciones en las Islas del Verano.
  47. Acabas con quemaduras de segundo grado después de que decidieras meterte en una hoguera para hacer nacer a tus dragones.
  48. Le cuelgas a tu abuelo una cadena gordísima al cuello para convertirlo en tu maestre.
  49. Te tiñes el pelo de rojo y blanco para ser como Jaqen H’ghar.
  50. Cuando el niño al que le das clases particulares no resuelve bien una división, le gritas “¡No sabes nada, Jon Nieve!”.
  51. Incluyes en tu boda el ritual del encamamiento.
  52. Tratas fatal a la chica que te gusta aunque, para compensar, la llamas “pajarito”.
  53. Sientes pasión por los melocotones.
  54. Cuando juegas en la nieve, construyes castillos que se parezcan a Invernalia.
  55. Intentas hacerte amigo de un enano.
  56. Te pones algas en el pelo y te pasas la vida metido en el agua porque te crees el sacerdote del Dios Ahogado.
  57. Las sanguijuelas te parecen el mejor remedio para todos los males.
  58. Consideras traidor a todo aquel que no cumpla tus caprichos.
  59. Sientes un placer casi erótico cuando quemas cosas.
  60. Dices “Hodor” cuando no tienes nada que decir.
  61. Tu abuela no entiende por qué le has puesto el mote de “Reina de las Espinas”.
  62. Dispones que en tu funeral te coloquen sobre una barca y te prendan fuego con una flecha mientras bogas en el río.
  63. También te gustaría que te enterraran en un mausoleo y te erigieran una estatua sedente con una espada y un lobo huargo sentado a tu lado.
  64. Dejas de beber leche por temor a quedarte ciego.
  65. Cazas un cuervo y lo educas para que aprenda a hablar.
  66. Tuneas el casco de tu moto añadiéndole unas astas de venado.
  67. Le quitas el mango a tu paraguas y lo sustituyes por una cabeza de lobo huargo blanco.
  68. Llevas contigo un trozo de obsidiana por si de repente hubiera que entablar batalla con los Otros.
  69. Tu adorno favorito para el pelo es una redecilla con amatistas negras.
  70. Si te vas de excursión a la montaña, te llevas un cuerno para avisar a tus amigos por si vienen los Salvajes.
  71. Te tiñes de rojo el pelo de la entrepierna para ser una chica… ejem… “besada” por el fuego.
  72. Si alguien te pregunta cómo te llamas, tú respondes “Nadie”.
  73. Empiezas a sentir obsesión con el número siete.
  74. Coges un guante, lo pintas de dorado y te lo pones en la mano derecha para parecerte a Jaime Lannister.
  75. Buscas la manera de prenderle fuego a tu espada.
  76. Tu collar favorito tiene un gran rubí en el centro.
  77. Cierras con pestillo la puerta del retrete, no vaya a ser que alguien entre con una ballesta para matarte mientras haces de vientre.
  78. Recoges firmas para que el sitrang sea declarado un juego olímpico.
  79. Te ganas la vida adivinando el futuro bajo el pseudónimo de Maggy la Rana.
  80. Insistes en dormir con la luz encendida, porque “la noche es oscura y alberga todo tipo de horrores”.
  81. Vas a la farmacia y pides té de la luna como anticonceptivo.
  82. Desconfías de tu propia sombra, ya que a lo mejor intenta matarte.
  83. Te cortas dos dedos de la mano para parecerte a Davos Seaworth.
  84. Te cortas tres dedos para parecerte a Qorin Mediamano.
  85. Buscas palabras que rimen con Hediondo.
  86. El médico te mira raro cuando le pides que te ponga una vacuna contra la psoriagrís.
  87. Te haces una corona pegando tres dragones a una diadema y la llevas puesta siempre.
  88. Te haces portero de discoteca y dices todo convencido “Viviré y moriré en mi puesto”.
  89. Comer unos pollos te parece un buen motivo para empezar una pelea.
  90. No bebes otro vino que no sea el dorniense o el dorado del Rejo.
  91. Lo de las esposas de sal no te parece mala idea.
  92. Te tatúas la cara a cuadros rojos y verdes.
  93. Te vas al Polo Norte, a ver si encuentras el Cuerno de Joramun.
  94. Coges un mapa de tu país y relacionas las diferentes regiones con los Siete Reinos.
  95. Te pones una máscara de laca roja y vas por ahí haciendo profecías extrañas.
  96. En tu MP3 no faltan canciones como El Oso y la Doncella, El Último de los Gigantes, La Mujer del Dorniense o el Himno de la Madre.
  97. Propones a tus hermanas que se casen contigo para que juntos podáis conquistar los Siete Reinos.
  98. Llamas mhysa a tu madre.
  99. Inventas una receta para crear fuego valyrio.
  100. Crees que tuya es la Canción de Hielo y Fuego, por supuesto.



viernes, 11 de abril de 2014

Babymetal! ¡Las princesas del rock!


¡Hola a todos!

Como hoy estoy de buen humor, vamos a preparar una de mis recetas musicales frikis favoritas. Estos van a ser los ingredientes para un resultado que, si bien no durará mucho en nuestros paladares, sí que dejará un gusto bastante curioso:

-Algo japonés

-Algo pop

-Algo kawaii

-Algo metal (power, death)

-Algo gothic lolita


Lo mezclamos todo bien mezcladito y el resultado es ESTE!!!





¡Oh, sí! ¡Frikismo al máximo!

Os presento a las Babymetal, una banda de kawaii metal que lo está petando en Japón desde el año 2010. Con una extraña fusión de J-pop y heavy metal, unido a una estética gothic lolita, estas tres chicas tan monas se han hecho muy populares entre la juventud nipona, y su fama aumenta día a día.

Cuando se trata de variedad musical, está más que claro que Japón se lleva la palma. En el país del sol naciente triunfa cualquier estilo o experimento raro que se os pueda ocurrir (no descartemos el flamenco techno, por favor). Así que esta fusión, que a nosotros nos puede parecer extraña y hasta chirriante, en Japón ha tenido una acogida masiva en muy poco tiempo.

Las Babymetal es un grupo compuesto por tres chicas llamadas Su-metal (17 años) , Moa-metal (15 años)  y Yui-metal (15 años). Formaban parte del grupo de idols Sakura Gakuin, que da trabajo todos los años a un buen número de adolescentes que quieren probar suerte en el mundo de la música. Aunque son las ídolos de este curioso grupo metal, solamente cantan y bailan; la música la hacen otros. En realidad, no es más que uno de tantos grupos prefabricados con ánimo comercial (y no lo ocultan), que mezcla el rock duro con los típicos tópicos del pop ñoño que tanto gusta en Japón. Resulta muy curioso escuchar la mezcla de voces guturales (sampleadas, claro) junto a lo más cursi y descafeinado del J-pop adolescente. Y lo mejor es que cuentan con la bendición de todo un dios del metal: Marty Friedman, el guitarrista de Megadeth.

Su calidad musical es más que cuestionable, pero eso no es lo importante. No puedes acusar a alguien de ser un fraude cuando ya te están diciendo desde el principio que esto no está pensado para durar. Pero precisamente porque sabemos que no va a durar mucho, su sabor nos deleita todavía más. Las Babymetal toman todos los topicazos propios del heavy metal y los adaptan de manera simple y superficial: Que si headbanging, que si cuernos, que si vestir de negro, algo de Satán por aquí, algo de muerte por allá... Obviamente, esto no gustará a los metaleros de pro y quizá tampoco a algunos otakus. Pero si sois capaces de dejar a un lado los convencionalismos y queréis disfrutar de música entretenida, entonces podréis sacarle mucho jugo a estas tres preciosas ídolos.

Yo no sé qué pensaréis, pero he caído rendida a sus pies. ¡Es que lo tienen todo para gustarme! Que si Japón, que si estética gothic lolita, que si heavy metal... ¡Era imposible que no me gustaran! Me encanta oír cómo mezclan un riff metalero con algo de rap cutrongo para, acto seguido, añadir toques melódicos con sus dulces voces de niña. ¡Es que son un encanto! Una auténtica locura que funciona a las mil maravillas.

Aquí os dejo con el vídeo de la canción "Catch me if you can", que se ha convertido en una de mis favoritas:




Como podéis ver, no estamos ante ninguna revolución musical. De hecho, y teniendo en cuenta que no son más que un producto perecedero, me extraña que hayan durado hasta el día de hoy. Pero son este tipo de propuestas locas las que traen un poco de emoción y ganas de bailar. Parece ser que su popularidad ha traspasado fronteras; se ha confirmado su presencia en el festival de rock Sonisphere, que se celebrará del 4 al 6 de julio en Knebworth Park, Inglaterra, junto a grupos de la talla de Iron Maiden, Metallica, The Prodigy o Alice in Chains. Demasiao!

Personalmente, a mí me encantan! Me dan ganas hasta de imitarlas para un cosplay! Ahora a ver si encuentro a dos voluntarias que se me unan...

¡Nos vemos!


sábado, 5 de abril de 2014

La tiranía de los deberías


Recientemente, mis amigos Tere y Fabián se han convertido en padres primerizos de una preciosa niña a la que todavía no he tenido el gusto de conocer pero a la que ya llamo cariñosamente "pequeña Daenerys" (algún día os explicaré por qué). Por eso aprovecho para mandarles mis mejores deseos y que la pequeña les traiga montones de felicidad, como seguramente será.

Sin embargo, este hecho tan feliz no ha estado exento de malicia. No, no me entendáis mal. No me estoy refiriendo a mis amigos, sino a la gente que me rodea. Siendo más concretos (y sin dar nombres), me atrevo a hablar de gente bastante cercana, con cierta amistad conmigo o mi familia; personas que se permiten el lujo de decirme que a ver cuándo espabilo y me echo novio, me caso, me voy a vivir con él, encuentro un trabajo y tengo hijos, porque ya tengo una edad y si me quedo sola voy a ser la persona más triste del mundo.

Sí, amigos. Al llegar a cierta edad (sobre todo en esa franja que va desde los veinticinco a los treinta años), se supone que tienes que tener la vida resuelta... o lo que el grueso de la sociedad entiende por resuelta. La opinión más generalizada de la gente es que, si a determinada edad no cumples con unas expectativas, eres un fracasado, un mierdecilla y, en definitiva, no vales para nada. Como no has cumplido lo que se "esperaba" de ti, resulta que todo el mundo se cree con derecho a compadecerte, a sentir lástima por la felicidad que ya no vas a tener al lado de una pareja, con el trabajo ideal, rodeado de hijitos preciosos en una casita en el extrarradio...

¿Y sabéis qué es lo peor? Que aunque a ti eso te da igual porque sigues tu vida por otro camino, resulta que poco a poco, esas pullas empiezan a hacer mella dentro de ti. Y sientes que tal vez deberías estar buscando pareja para no quedarte solo a los treinta años. O tal vez sientes que el hecho de no haber tenido tu primer trabajo aún, a pesar de la que está cayendo, te convierte en el peor de los fracasados. Son solo ejemplos, pero en ellos está la palabra a la que quería llegar: DEBERÍAS. Y lo mejor es que esa serie de ejemplos tiene un nombre, que es el que titula este post.

La tiranía de los deberías.

Hace unos días, publiqué una entrada en la que confesaba sentirme triste y melancólica. Como esperaba, todos os habéis mostrado cariñosos y comprensivos conmigo; tanto los visitantes más asiduos de este blog como mis amigos de Facebook me han apoyado y me han dado muchos consejos (otros lo han intentado, en serio, pero mejor no les vuelvo a pedir opinión en el futuro, ejem...). En el post, confesaba estar depre por razones que a mí se me escapaban, que podrían interpretarse como frustración, desgana o cualquier otro término que sea válido en esta situación. Pero después de pensar tranquilamente y de poner en orden mis ideas, he llegado a la conclusión de que he vuelto a ser víctima de la tiranía de los deberías, que de vez en cuando se apodera de mí y me impide avanzar en la medida de lo posible.

Algunos estaréis pensando, ¿qué es la tiranía de los deberías? Puede que nunca hayáis oído hablar de ella, pero estoy segura de que muchos ya habéis sufrido su influjo destructivo. Os explico.

Todos tenemos deseos que nos gustaría ver cumplidos. Unos quieren sacarse una carrera universitaria, otros quieren encontrar un trabajo con el que poder sustentarse o ayudar a su familia. Otros se contentan con cosas materiales, como comprar la camiseta que tantas veces han visto en el escaparate, adquirir un libro que llevaban mucho tiempo queriendo leer, o recibir una entrada para el único concierto en España de Bruce Springsteen. Pero no solo lo material nos hace dichosos. Para algunas personas, el mayor deseo de su corazón es compartir su vida con sus seres queridos. Puede ser viviendo con su pareja, fundando una familia o incluso prestar su tiempo para ayudar a los demás. Estamos satisfechos cuando ayudamos a una persona que lleva tiempo pasándolo mal, o cuando nos dan una noticia muy agradable.

Todas estas cosas que he nombrado son parte del deseo que todo ser humano desea alcanzar: la felicidad.

El diccionario de la RAE define la felicidad como el “estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”. La felicidad es gusto, es satisfacción, es contento. No importa que venga dada por bienes materiales o de naturaleza espiritual. La felicidad tiene muchas caras y se manifiesta de muchas maneras: El rostro del estudiante que ha aprobado todo después de muchos esfuerzos, la expresión del pintor que ha logrado plasmar lo que quería en uno de sus cuadros, el regocijo de un niño que descubre que su mascota ha vuelto a casa… son solo unos ejemplos de lo que puede ser la felicidad. A algunas personas, tener dinero les proporciona una gran felicidad; para otras, esto es superficial, porque la verdadera dicha está en compartir una bolsa de pipas con sus mejores amigos. Así que todo se reduce a un hecho: Sea de la naturaleza que sea, cuando poseemos algo que deseamos, somos felices.

Pero, ¿de verdad merecemos ser felices? ¿O acaso el camino a la felicidad tendría que estar plagado de obstáculos que debemos superar?

Hay mucha gente que lo tiene todo en la vida: salud, dinero, trabajo, amor, amistad… Sin embargo, esas personas pueden no ser felices. Sus lamentos suelen provocar enfado en quienes no se consideran tan afortunados, y no es para menos. ¿Cómo es posible que una persona que lo tiene todo no sea feliz? Es más, debería ser feliz. Entramos aquí en el meollo de la cuestión: en la palabra debería.

Todos tenemos muy claro qué personas o qué cosas nos hacen felices. Además, todos nos consideramos individuos aparte, quizá distintos a los demás, que no seguimos ninguna regla prefijada de antemano, que somos únicos y especiales… pero no nos damos cuenta de lo fuerte que es el poder del rebaño. Pensamientos como “A mi edad ya debería tener novio” o “Con treinta años debería tener trabajo estable” nos frustran, nos llenan de angustia y, en ciertos casos, pueden provocar incluso una depresión. Así de fuerte es la Tiranía de los Deberías.

Dentro de la terapia psicológica y en especial en la corriente cognitiva-conductual, existen una serie de pensamientos e ideas distorsionadas que son erróneas y que provocan en el individuo un malestar significativo. Los “deberías” son unas premisas fijas impuestas por la sociedad que nos rodea que nos hacen ver la vida de manera poco flexible, impidiendo que alcancemos nuestras metas y propósitos. Son pensamientos negativos que minan la autoestima cuando pensamos que estamos obligados a ser, a sentir y a comportarnos de una manera incongruente con nuestra personalidad, incompatible con la situación o, simplemente, imposible de realizar para cualquier ser humano. Tras estos deberías se esconde el deseo de alcanzar la felicidad que sentimos cuando cumplimos las expectativas y nos sentimos aceptados dentro del grupo.

Esto no tiene nada que ver con el optimismo. Cierto que las personas optimistas, precisamente por esa faceta que tienen de poder ver y juzgar las cosas por su aspecto más favorable, tienen muchas probabilidades de conseguir lo que desean. El optimista sonríe, lucha, persevera. Si falla en su empeño, busca la manera de sacarle partido al fracaso. Pero el optimismo tampoco escapa a la Tiranía de los Deberías, pues no son pocos los individuos, profundamente deprimidos, que se obligan a sí mismos a ser siempre alegres y positivos.

En general, los deberías predominan en las personas que tienen un exceso de responsabilidad (impuesto por otros o por ellos mismos) o son muy perfeccionistas en todas sus acciones. Cuando una persona compara lo que “debería” ser o hacer, con lo que realmente es o hace, el hecho de que no cumpla con esas expectativas puede provocarle unas emociones muy negativas. La presión a la que estamos sometidos por ser perfectos, por hacer lo que todos esperan de nosotros, nos abruma en todo momento y nos enmarca en un sistema de obligaciones muy rígido del que cuesta salir.

Los “deberías” no abarcan solo a uno mismo, sino a todo el que nos rodea.

*Con uno mismo: El sentimiento de que tenemos que ser perfectos en todo cuanto hacemos (“Debería estudiar Medicina, y no Antropología”, “Debería vestir como les gusta a mis padres”).

*Con los demás: Los parientes o amigos más cercanos deben actuar como uno cree o quiere (“Deberías estar más pendiente de mí”, “Se supone que deberías apoyarme”).

*Con el mundo: El mundo en general tendría que aprobar lo que uno hace (“Deberían hacer caso de mi sugerencia”, “Yo soy así y los demás deberían aceptarme”).


¿Os suenan estos ejemplos? Seguro que todos habéis dicho o pensado algo parecido. Es muy difícil sustraerse a la Tiranía de los Deberías. Y considero que no debe confundirse con otras formas de enfocar el deber, como el hecho de pararnos para tratar de ayudar a una persona herida o que ha tenido un accidente. La Tiranía de los Deberías afecta a la personalidad del individuo, la condiciona para amoldarla a lo que otros quieren que sea. En ocasiones incluso se crea una especie de dualidad dentro de nuestra mente, dirigiéndola a veces hacia un lado y a veces hacia el otro. Es como si dos versiones de nosotros mismos discutieran entre ellos a la hora de afrontar un deber.

El psicólogo Fritz Perls llama a estos dos personajes top dog y under dog. El top dog es el que ejerce de protector de los deberías. Su manera de actuar es hacernos ver que su modo de enfocar la situación es el correcto y, como tal, es necesario que nos amoldemos a ese parecer. Se convierte en un tirano moralizador, mandón y represivo. Mandatos como “Debería trabajar más horas”, “Debería comer alimentos sin azúcar” o incluso “Deberías divertirte más”, son una buena prueba de su modus operandi. Apuesta por un ideal lleno de conductas aprendidas sin asimilar que abogan por el bienestar del individuo.

La otra cara de la moneda es el under dog que, sin quererlo, acaba convirtiendo al top dog en un opresor oprimido. El under dog, agotado por la dureza de las exigencias del top dog, tira la toalla cuando la situación se hace insostenible, incapaz de seguir luchando frente a algo que va contra su propia naturaleza. Veamos un ejemplo:

TD: Si quieres sacar una matrícula en el próximo examen, deberías estudiar también por las noches, aunque luego duermas poco. Estarás cansado, pero piensa en lo orgullosos que estarán los demás de ti.

UD: Lo he intentado otras veces, pero no puedo. Me da pereza. Me entrará el sueño y no estudiaré, así que perderé el tiempo. Además, me canso solo de pensarlo. Ya estudiaré mañana, cuando tenga más ánimo…


La reacción del under dog siempre es rendirse, pero lo hace porque no le dejan otra salida. Si los demás nos reprenden cuando damos la impresión de estar pasivos ante una adversidad, nos sentimos frustrados y tratamos de afrontar el problema. El miedo al fracaso, el temor de no ser lo que se espera de nosotros, nos hace retroceder y merma nuestras fuerzas. Nos rendimos, agotados, y es entonces cuando empezamos a culparnos por la debilidad que otros (tal vez la propia sociedad) han hecho despertar en nuestro interior. Frases como “Si mi compañero es capaz de levantarse a las cuatro de la mañana para estudiar y está tan fresco, ¿por qué no puedo hacerlo yo?” o “¿Por qué mi amiga puede comer chocolate y no engorda, y yo pruebo un poco y engordo un montón? ¿Por qué no puedo ser como ella?”, son ejemplos de la frustración que se puede alcanzar cuando nos dejamos vencer por los deberías.

El objetivo de la terapia psicológica es conseguir cambiar estas rígidas ideas por otras más racionales que hagan que el individuo se sienta bien consigo mismo. La enorme cantidad de deberías que rigen nuestras vidas llama la atención, y a veces no nos damos cuenta de ello. Es necesario, por lo tanto, revisar cuántos deberías nos provocan frustración y no nos hacen felices. Es preciso comprender que a veces, por mucho que nos esforcemos, hay cosas que no podemos conseguir. El camino que vamos a seguir en esta vida puede no ser el que los demás pensaban que sería… pero eso no tiene por qué ser malo. Observad cuidadosamente todos los deberías a los que os veis sometidos cada día y aprended a enfocarlos de una manera más positiva. Poco a poco, se eliminará esa rigidez mental y os volveréis más flexibles con vosotros mismos.

Recordad que no hay un camino para alcanzar la felicidad: la felicidad es el camino.


PD. Muchas gracias a Andrea, fantástica psicóloga y mejor amiga, por darme información y enseñarme a superar esta tiranía.

martes, 1 de abril de 2014

La Kimmidoll del mes: Tomona, buena compañera


Y seguimos con mi particular calendario Kimmidoll. Esta vez empezamos el cuarto mes del año con una muy bonita.


Tomona, "Buena Compañera"




"Mi esencia es directa pero respetuosa. Con tu forma de ser honesta y sensible honras la verdad de mi esencia. Haz que aquellos a los que amas valoren tu honesto corazón y aprecien la verdadera amistad que comparten contigo".

Su principal virtud es la esencia de las personas sinceras, honestas y sensibles. Demuestran un corazón honesto a quienes les rodean.